.Cap 2.
-¡Hey, dámelo ahora!
-¿Lo quieres? Venga, tómalo.
Las risas de los niños empezaron a sonar en el cuarto, mirando divertidos la escena. Un niño de unos trece años levantando el brazo mientras sujetaba un peluche, mirando con burla al pequeño de pelo negro saltando en vano para intentar recuperarlo.
-Dame a Jimmy- el menor hizo un puchero mientras seguía intentando alcanzar ese peluche, sintiendo la impotencia invadir su cuerpo al ver que no conseguía su objetivo, además de las risas de los otros niños que no hacían nada-. Dámelo.
-¿O qué?- se burló el chico, sonriendo de lado.
-Ya le has oído, devuélvele el peluche.
El mayor se dio la vuelta al escuchar esa voz amenazante, viendo ahí parado y cruzado de brazos al castaño con cara de pocos amigos.
-Lárgate, no es asunto tuyo.
-Sí lo es.
A pesar de que tenían una diferencia de altura notable, el castaño se acercó al chico sin quitar esa cara de perro enfadado. El pequeño azabache fue corriendo hasta él, escondiéndose detrás suya mientras señalaba el muñeco, tirando de la manga de su camisa.
-Jimmy.
-Mira cara botella, si no quieres iniciar una pelea, me devolverás el muñeco ahora mismo.- el mayor miró al chico levantar su puño, sonriendo con malicia.
Gruñó por lo bajo, mirando al suelo mientras tiraba el peluche hacia el castaño, yéndose de la habitación junto con otros niños que ya no les interesaba ver la situación.
-Toma- el más pequeño abrazó con felicidad al juguete, para seguidamente abrazar al castaño murmurando un 'gracias'-. De nada. Venga, la señora Mónica dijo que teníamos que estar abajo en veinte minutos.
-Muy bien.- el pequeño se separó, corriendo fuera fuera del cuarto para ir a hacer su maleta.
El castaño suspiró, mirando por última vez esa habitación compartida en la que llevaba viviendo hace más de cuatro años. Una habitación de paredes gris oscuro con dos literas en cada lado de la pared, varios armarios y una alfombra azul celeste con algunas figuritas tiradas. Se dirigió a su litera, agarrando un peluche de un tamaño algo grande entre sus brazos.
Salió de la habitación, caminando por los pasillos del orfanato mientras se topaba con el resto de niños y niñas del lugar. Subió al siguiente piso, donde estaban los adolescentes de entre 12 y 17 años, sonriendo al ver la puerta con el número 146, tocando primero antes de entrar.
-Hey- el castaño asomó la cabeza para verificar si estaba la persona que buscaba, entrando al ver sentado en forma fetal a su amigo, el cuál levantó la mirada para mirarle-. Hola.
-Hola...- el chico apoyó su barbilla en sus rodillas, viendo al menor sentándose a su lado en la cama- Pensé que ya te habías ido.
-Aún falta A£!+- contestó subiendo los hombros, mordiendo el interior de su mejilla al encontrarse nervioso-. Quería verte antes de que nos lleven a la ciudad.
-¿Sabes, Ra#%? Debería estar alegre por ti, sonreír por que por fin encontraste unos padres que quieran que formes parte de su vida, pero no puedo- el chico cerró los ojos, apretando la tela de su sudadera grisácea con pequeños dibujos de estrellas y medias lunas-. Soy un egoísta, lo siento.
-No digas eso- el castaño se acercó hasta estar sentado a su lado, pegando codo con codo mientras miraba el peluche que tenía-. Yo tampoco quiero irme. Bueno, sí pero no, estaría más feliz si pudieras venir conmigo.
-Sabes que nunca va a pasar.
-Hey, ¿dónde está el chico optimista de siempre?- el mayor le miró mientras fruncía el ceño, haciendo reír al contrario- Prometo venir a verte lo más frecuente que pueda.
-Es 'seguido'.
-Me entiendes- ambos soltaron una risa, mirando a diferentes lugares con una sonrisa triste-. Hey B*€°×, antes de irme quería darte una cosa.
-¿Hum?
Ambos se levantaron de la cama, dejando que el más alto en estatura se riera levemente por sus 7 centímetros de diferencia.
-Oye, no te rías, soy un año mayor que tú.
-Ya, pero yo soy más alto.
-Espera dentro de seis años y ya veremos quién será más alto.
-Claro, sigue soñando- ambos rieron, olvidándose de la charla de antes. El más alto le entregó al contrario el peluche, un cerdo con un pañuelo azul en su cuello. El mayor agarró el peluche, mirando sorprendido a su amigo-. Quiero que cuides a Manolo, ¿vale? Y él también te cuidará. No dejes que los cara nabos-
-Hey, esa boca.
-El nabo es una verdura, calla. Como decía, no dejes que se burlen o se metan contigo, y si eso no funciona diles que les daré de puñetazos cuando venga de visita.
-¿Desde cuando eres tan agresivo?
Volvieron a reír, esta vez acercándose para abrazarse. Llevaban siendo amigos desde que el menor llegó al orfanato cuando tenía apenas 7 años, hace ya 4 largos años.
-Te echaré de menos- susurró el menor en el oído de su amigo, sintiendo como este lo abrazaba con fuerza, temblando levemente-. Prometo venir a verte, si a ser posible en todos tus cumpleaños, y si me mudo de casa o de ciudad vendré personalmente a darte la nueva dirección.
-Qué cursi- el mayor soltó una risa rota, separándose mientras limpiaba las lágrimas que querían salir de sus ojos-. Esperaré esos días. Cuídate, y cuida también de A£!&#¥^μ.
-Obviamente, seré incluso mejor hermano mayor que tú.
-¡Oye!- le golpeó en forma de broma el hombro, volviendo a sentarse en la cama- Deberías irte, no querrás hacerles esperar.
-Me da un poco igual, la verdad. Hasta pronto.- se despidió con su mano, saliendo de la habitación mientras cerraba la puerta, corriendo por los pasillos para bajar a la planta principal donde le esperaban el pequeño azabache y sus padres adoptivos.
El de sudadera miró la puerta durante varios segundos, para luego abrazar el nuevo peluche con fuerza, reteniendo el lloro que quería salir. Debería estar alegre por su amigo, era muy raro que padres adoptaran a niños de 11 años, sobre todo si eran algo traviesos como él, pero en el fondo no quería que se fuera. Quería que su mejor amigo se quedase ahí con él, pasando tiempo juntos y apoyándose mutuamente.
Pero le había prometido venir a visitar, y las promesas nunca las rompían.
No es justo, ¿por qué él no podía tener una familia como el resto de niños? ¿Por qué nadie le adoptaba? Tenía 12 años, aún era un niño.
No tenía la culpa de que su padre fuera un asesino.
.-.-.-.-.-.-.-.-
Mangel sintió sintió su estómago removerse, manteniendo la mirada en aquel chico albino que no paraba de sonreír. Había visto sonrisas más falsas en los monos de los zoo.
Su instinto le decía que había algo mal en ese chico. A simple vista no parecía peligroso, era un chico con bata verde y bastante sonriente, luciendo amigable.
Por si acaso, dio un paso hacia atrás, manteniendo distancia, pero se asustó al sentir algo sólido detrás suya.
-¿Qué haces aquí?- esa voz, era esa misma voz. Se dio la vuelta, viendo asustado a un fornido ojimorado con el pelo negro y hacia arriba, le recordaba a un personaje de una serie que veía de pequeño. A su lado estaba ese castaño con bata negra que prácticamente le cubría todo el cuerpo y rostro, mirando al de lentes con la cabeza ladeada.
-¿Lo conoces?
-Sí, es el depredador que estaba mirando a Rubius mientras dormía haciendo su trabajo.
-Oye, no he hecho eso desde hace cuatro semanas. Bueno, tres... dos y media- el chico de antes, el de ropas marrones, salió del cuarto, mirando a sus amigos-. Uy, ¿y este chico lindo?
-Un intruso- el ojimorado lo miró con seriedad, para luego mirar al albino, el cuál no paraba de sonreír-. ¿Y tú qué haces negociando con los intrusos, cabezón?
-Vamos Vegetta, hay que aprovechar las oportunidades.
-¿Vegetta?- Mangel miró al nombrado impresionado, extrañando al contrario- Con que tú eres el que me golpeó antes.
-Bueno, sé que tengo suficiente historial para que hablen de mí- el castaño rodó los ojos al ver al ojimorado señalándose con una sonrisa ladina, cruzándose de brazos-, pero, ¿cómo me conoces?
-El chico de blanco me lo dijo. Rubiuh era.- frunció el ceño al escuchar al de prendas verdes y marrones reírse, viéndolos con mala cara. El mayor se apoyó en el albino, sonriendo divertido mientras pasaba sus brazos por la cintura del de verde.
-Hey, ¿qué coño pasa?- un nuevo miembro se unió al grupo, dejando sitio para Auron en esa especie de círculo alrededor del de gafas- ¿Quién cojones es este tío?
-Un intruso que llegó hace tiempo.
-Oye, intruso nada, fue el viejo Merlon que me trajo aquí.
-Puto viejo verde.
-¿Hablas de mí o de Merlon?
-Pues de Merlon, cara nabo. Tú eres el fósil.- Fargan sonrió ante el apodo, apoyando su rostro en el cuello de Willy mientras acercaba sus manos peligrosamente a la parte baja de su abdomen, sonriendo ante la mirada enfadada del de ropas moradas.
-¿Podemos hablar del chico?- el castaño miró a un costado mientras señalaba a Mangel, el cuál empezaba a sentirse nervioso por esa situación.
-Yo...
-¿Puedo quedármelo esta noche?
Mangel se giró impresionado hacia Fargan, viendo su rostro emocionado como si fuera un niño pequeño.
Puto depredador sexual.
-Sabes que estoy presente, ¿no?- Fargan soltó a Willy, acercándose sonriente al de gafas, agarrando su mentón con sus manos para que le mirase a los ojos.
-Verás lindo, da igual la situación, yo nunca abandono- guiñó un ojo de manera coqueta, provocando una cara de asco en el nuevo-. Vaya, tenemos a otro difícil.
-Calvo, no veo al enano insufrible. No le has hecho nada, ¿verdad?- Auron se cruzó de brazos, mirando seriamente al mayor de todos.
-¿Qué crees?
-La madre que lo parió, me lo ha violado.
-¿Podéis cerrar esa bocaza vuestra y prestarme atención?- Vegetta los miró enfadado, suspirando- Es que estáis tontitos.
La cara de Mangel era todo un cuadro ahora mismo. ¿En dónde demonios le habían metido? Si le dijeran que estaba en un manicomio se lo creería.
-Yeeepa gente- la voz del pelinaranja se hizo presente, viendo al chico con sus manos llenas de bolsitas con dulces y, en su espalda, a aquel chico con orejas de oso-. ¿Qué sucede?
-¡Rubius, que te dije de sobornar a Lolito para que te cargara a los sitios!- todos empezaron a reír, viendo a un enfadado Vegetta regañando al nombrado y al de pelo largo.
-Bueno, veo que conocéis a Mangel- el de prendas blancas se acercó sonriente al contrario, abrazándolo por los hombros mientras le tocaba la mejilla con su dedo índice-. Merlon lo trajo aquí, al parecer tiene algo importante o algo así que hacer.
El nombrado tragó en seco, de repente empezó a sentirse muy nervioso. No lo entendía, hacía años que no actuaba así, con el tiempo aprendió a ser más neutro y frío con los demás, pero por alguna extraña razón ahora no podía estar así, su corazón no paraba de latir.
Su mente se perdió de las siguientes frases que iba a decir, mirando al suelo mientras seguía analizando su situación. No sabía que hacer, realmente no lo sabía.
-¿Pero eres retrasado o tu neurona dejó de funcionar?- Rubius sonrió con picardía ante el regaño de Auron, aguantando la risa al ver a Vegetta ponerse en medio de Fargan y Willy para que el mayor no empezara con sus escenitas.
-Vamos, mirarle a la cara, ¿enserio tiene pinta de mala persona?
-Tiene ropa de guerra, calvo tóxico. Nos matará un día de estos.
-Pues si nos matan nos morimos, así de fácil.
-¡LA MADRE QUE TE PARIÓ, VEN AQUÍ A LIARTE DE PUÑETAZOS CONMIGO!
-Auron para, recuerda cómo te pones si te alteras mucho.- Luzu se acercó al nombrado, mirándolo ligeramente preocupado.
Mangel vio todo eso, mirando seguidamente al techo con pena. ¿Esas eran las almas que debía purificar?
Voy a morir aquí.
OoOoOoOoOoOoOoOoOo
Halo gente~
Si, hoy es un cap algo más corto, pero ya se viene lo chido en el siguiente.
Otra cosa que olvidé aclarar: las primeras partes de los caps, el pasado, ocurren todas en el mismo tiempo.
Espero que os esté gustando, nos leemos pronto si el puto calor me deja escribir en condiciones. Bye~
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