.Cap 15.
El ruido de las sirenas de los coches policía le hicieron despertarse, pestañeando pesadamente por el sueño que aún tenía. Soltó un bostezo, sentándose en su viejo colchón que hacía su papel de cama. Miró por la ventana, notando que aún era de noche, seguramente eran las tres o cuatro de la madrugada.
Estiró su brazo para agarrar sus nuevas gafas situadas en el suelo, colocándoselos mientras se levantaba, tirando la fina manta verde oscuro al suelo. Caminó por su habitación , abriendo la puerta con cuidado de no hacer ruido. Asomó la cabeza, observando primero que no hubiera nadie por los pasillos.
Al ver que no había nadie salió, caminando de puntillas en mitad del pasillo repleto de botellas de cristal vacías y ropa sucia por el suelo, acompañado de envases de comida rápida vacías de hace ya varias semanas. Se dirigió a la cocina, abriendo la nevera para ver si había algo para comer. Nada, tan solo algunas latas de cerveza y un líquido transparente que, para el castaño, sabía raro. Cerró la nevera, viendo la enorme montaña de platos sucios y restos de comida esparcidos por la mesa y paredes. Suspiró, acercándose debajo del fregadero para sacar una bolsa de basura negra, empezando a limpiar la cocina tirando los envases y botellas vacías.
Un niño de siete años era más responsable que sus padres, vaya ironía.
No le gustaba limpiar, pero le gustaba aún menos el horrible olor de comida podrida. Su estómago empezó a rugir, recordándole que hacía más de diez horas que no probaba bocado de nada.
Veinte minutos después, la cocina estaba medianamente limpia, dejando a un somnoliento castaño subiéndose a una de las sillas para comer unos pocos cereales que sabía que aún quedaban. Una vez agarró la caja bajó con velocidad, corriendo con cuidado hacia su habitación para que su padre no le viera comiendo. No quería más marcas moradas en su brazo, dolían.
Se escondió debajo de las mantas, comiendo rápidamente sus cereales de frutas con bolitas de azúcar, la marca que le regalaba la dueña de ese supermercado que había en la esquina. Le gustaba, sabían ricas, pero a veces deseaba tener algo más de comer.
Su casa no era la más rica del barrio, pero al menos tenía casa. Una casa que siempre estaba sucia, desordenada y con muy pocos muebles, pero tenía ropa medianamente limpia y en buen estado, además de comida que era suficiente para vivir.
No le importaba que casi siempre estuviera solo, que sus padres casi no le prestaban atención por estar fuera de fiesta y consiguiendo dinero para pagar el alquiler. Tampoco le importaba sus peleas, cuando le involucraban para que resolviera algo, o cuando le pegaban por no ser un buen hijo. No hablaba, así su ojo no estaría morado, actitud que por desgracia mantuvo en la escuela. ¿Quién quería ser amigo de un niño tímido y asustadizo? Nadie, y se aseguró de entenderlo rápido.
Por suerte había veces en que su padre estaba de buen humor y no gritaba, hasta hubo un día donde se sentó a hablar con él sobre la juventud de su padre, un antiguo militar que tuvo que retirarse de sus servicios por un accidente en un conflicto. Ese día sintió algo de admiración de su padre.
No tenía buenos recuerdos de ellos, tan solo tres. El de la charla con su padre cuando ya tenía seis años; cuando su madre, una tarde donde estaba 'mareada' empezó a bailar por el salón con el menor, cantando levemente en mitad de su improvisada pista de baile, y cuando la misma le regaló unas gafas nuevas en su cumpleaños número siete.
Por suerte, cuando inició segundo de primaria, lo conoció.
Conoció a su mejor y único amigo.
Un castaño de ojos verdes y sudadera con capucha de orejas de oso, ofreciéndole parte de su merienda al verle sentado solo en una de las esquinas del patio. Aceptó confuso, ladeando la cabeza cuando el mayor se sentó a su lado, sonriente.
-¿Por qué hablas conmigo?
-¿Hum?- el ojiverde ladeó la cabeza confuso, dando un mordisco a su bocadillo- Pareces simpático, además de que también estabas solo. ¿Eres nuevo?- el de gafas negó con la cabeza, agachando la mirada.
-Es que... no les gusto. Es normal.
-¿Por qué? A mí me gustas- el de gafas se giró para verle sorprendido, sin creerse esas palabras-. ¿Quieres jugar conmigo? Los de mi clase están jugando al fútbol, y no me gusta mucho.
El de gafas asintió dudoso, bajando la mirada mientras se preparaba para el momento en que el contrario ya no quisiera estar con él.
Ese momento nunca llegó.
A partir de ese día empezaron a quedar siempre, jugando por las tardes en el parque durante varias horas. No tenía horario para volver a casa, podía jugar hasta el tiempo que quisiera.
Oficialmente se volvieron mejores amigos, siendo prácticamente inseparables durante dos largos años, los mejores de la corta vida del de gafas.
Ya no había más gritos, ni golpes, ni sentimientos que le hacían sentirse miserable (palabra que aprendió de la hermana pequeña de su amigo), solo había días alegres, divertidos, risas.
Hasta que llegó el día donde ocurrió el accidente.
Sus padres no dijeron nada cuando vinieron esos policías a su casa para llevarle a un sitio que no conocía, el único que hizo algo fue el ojiverde, el cuál intentó ayudarle mientras les gritaba a los policías.
Los escuchaba, los susurros de la gente juzgándole, diciendo que sabían que acabaría como un delincuente, dándose la razón.
Por suerte no fue todo tan malo, ya que conoció a Manuel, su niña. Él fue un gran amigo durante los meses que pasaron en esa casa de acogida, básicamente hermanos.
-¡Feliz cumpleaños, mi niña!- el pequeño de gafas de recién cumplidos 10 años sonrió enternecido por las palabras del pelinaranja, agarrando entre sus manos un pequeño sobre con un dibujo de ellos dos. Abrió su regalo emocionado, escuchando de lejos el resto de niños de aquella casa de acogida riendo divertidos por los globos que las dueñas compraron para su mini-fiesta.
Su corazón empezó a latir con fuerza al sacar dos billetes de autobús del sobre, viendo que tenía fecha para dentro de tres semanas y con dirección a su antigua ciudad.
-¿Manu...?- sus incrédulos ojos miraron al de ojos verdes, como esperando que el mayor confirmara lo que veía. La sonrisa del pelinaranja solamente creció.
-A partir de los once te dejan ir solo en bus. Cuando sea mi cumpleaños te llevaré a casa para que puedas volver a ver a tu amigo.
El castaño abrió la boca para decir algo, pero simplemente no podía, las palabras no le salían. Volvió a mirar los billetes, sintiendo cómo su cuerpo temblaba ante la emoción.
-¿De verdad... vamos a ir...?
El mayor asintió, acercándose al de lentes para agarrarle de los hombros, juntando la punta de su nariz con la ajena mientras sonreía.
-Ahora es una promesa. Pa' mi niña cualquier cosa.
Simplemente estaba feliz, demasiado, tanto que no pudo controlarse y se lanzó directo a abrazar al pelinaranja, cayendo ambos al suelo en medio de risas. Podría ver a su mejor amigo, disculparse por todo y despedirse como se manda.
Simplemente quería demasiado a su niña, por eso siempre estarían ahí para ayudarse mutuamente.
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Auron se quedó mirando fijamente a través del enorme ventanal del segundo piso al azabache, observando la interacción que este tuvo con Fargan. Llevó sus manos a su espalda, esperando pacientemente a que ambos salieran del lugar para irse a sus respectivos dormitorios, no quería toparse con nadie de camino al suyo.
Sonrió cuando no detectó señales de vida, bajando por las escaleras que dirigían al pasillo de la cocina y las habitaciones. A Auron le gustaba ir de vez en cuando a la biblioteca a leer algunos libros, sobre todo los que trataban temas psicológicos. No entendía por qué le gustaba ese género, simplemente le atraía bastante, además de que lo entendía con facilidad.
Se quitó los lentes que solía utilizar en secreto para leer, suspirando al ver su puerta al fondo del pasillo. Quería dormir de una vez y olvidarse de todo.
Sin embargo, un sollozo le hizo detenerse.
Alzó la cabeza para intentar escuchar mejor, frunciendo el ceño al no escuchar nada. Cerró los ojos, concentrándose en su mala hostia para enfadarse, apretando los dientes al sentir cómo su sangre empezaba a calentarse, sonriendo orgulloso al notar un pequeño calor por la zona de su frente.
Abrió los ojos, consiguiendo ver a su alrededor gracias a que transformó su mecha amarilla en una pequeña llama. Ventajas que tenía, siempre y cuando no se enfadara en exceso para convertirse en esa cosa viscosa y naranja.
Otra vez lo escuchó, guiándose a una de las puertas que conocía bien, extrañándose.
-Parad... please, stop...
Empujó con delicadeza la puerta, entrando lentamente a la habitación. La cama de sábanas grises estaba totalmente desordenada con la almohada tirada en el suelo, viéndose vacía.
Otra vez un sollozo, esta vez proveniente de una de las esquinas del lugar. Se acercó, viendo una bola negra apegada a la pared. Luzu.
-¿Luzu?- el castaño empezó a temblar, escondiendo su rostro entre sus rodillas mientras apretaba con sus manos su cabello. Los sollozos aumentaron de intensidad, sintiendo su respiración entrecortada y pequeños hipidos en señal de lloro. De repente el aire se sintió pesado, ¿estaba... llorando?
-Lie... it's a lie... li-liar, liar...- el de llama se arrodilló a su lado, estirando su brazo poco a poco con intenciones de tocar su hombro. En cuanto su piel tocó la piel contraria sintió cómo este empezó a temblar con más fuerza, tapando su cabeza con sus brazos-¡N-NO, LEAVE ME ALONE! ¡GET AWAY, GE-GET AWAY!
-Luzu, soy yo- el contrario empezó a negar con fuerza, transformando los sollozos en un llanto alto, sintiendo espasmos por todo su cuerpo. Auron frunció el ceño, agarrando por los hombros al castaño para sacudirle con fuerza- ¡LUZU COÑO, REACCIONA!
El ojo rojizo del mayor se abrió de golpe, mirando fijamente al de llama mientras unas pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Abrió la boca sorprendido, intentando inútilmente decir alguna palabra, pero al ver que no conseguía nada simplemente ahogó un pequeño sollozo, escondiendo su rostro en el pecho ajeno mientras seguía temblando.
-A-auron, por favor... po-por favor... haz que se callen...- su voz temblaba, agarrando débilmente la túnica del contrario con sus temblorosas manos. Aguantó la respiración, tosiendo seguidamente para seguir con su lento y bajo llanto- n-no quiero escuchar más... yo no... no... A-ayuda, por favor, por favor...
La sorpresa del momento le impidió reaccionar, la mezcla de sentimientos en ese mismo instante lo paralizó por completo. No sabía qué hacer, así que se dejó llevar, apoyando su mano derecha en la espalda del contrario para empezar a acariciarla levemente, sintiendo al contrario tensarse. Tragó en seco cuando su torso fue rodeado por los brazos ajenos, utilizando sus últimas fuerzas para que ese intento de abrazo fuera fuerte, duradero, y no era muy fácil que digamos.
-Hey, eh...- ¿qué debía responder? No entendía qué sucedía, no sabía cómo actuar ante esa extraña actitud del 'emo' del grupo. Ver a Luzu tan frágil, tan roto... como una mente atormentada- escúchame. Luzu, necesito que me escuches.
El contrario asintió, mordiendo sus labios para acallar sus gimoteos. Sentía su cara fría por las lágrimas derramadas, pero no podía importarle menos, sobre todo cuando ahí estaban esas voces para atormentarle.
You're just selfish.
You only know how to lie to yourself.
You are just like him, you have his blood.
Look, he's just a cowardly liar
Do you miss adrenamine? Do you want to do it again?
You are a madman, a murderer, a demon, his reincarnation.
Go back to the black hell that you deserve.
They don't help you out of love, but out of fear. He doesn't love you, he does whatever it takes to survive. No one will ever want you, freak.
You should have accepted the deal from the dark lords.
You shouldn't have been born, you shouldn't have had the opportunities they gave you.
They gave you their friendship, poor naive ones by trusting a madman.*
Decenas de voces atormentando su mente, haciéndole sentir impotente, inútil, aturdido por no tener control alguno en esa situación. Quería ignorarlas, hacerlas desaparecer para siempre, pero sabía que no podía deshacerse de ellas.
Luzu levantó la mirada para ver a un serio Auron, mostrando una imagen que congeló al de llama.
El ojo derecho rojizo de Luzu, brillando con intensidad ante la tenue luz de esa llama por culpa de las lágrimas.
Sin embargo, su ojo izquierdo era de un claro marrón chocolate que, a pesar de las lágrimas que aún estaban por salir, transmitía tranquilidad. Se perdió en esa tonalidad, admirándola.
'-Gracias por quedarte, Raúl.
-Nunca me iré mi niño, así que no te preocupes por eso, Borja. Todo saldrá bien.'
¿Por qué de repente le vino una conversación a la mente, encima con su voz y la de Luzu? ¿Raúl? ¿Borja?
-Lo si-siento Auron, y-yo...- el de piercing negó con la cabeza, siguiendo con los pequeños círculos en su espalda- Desde que llegó Mangel mis... Ha-han vuelto, y no paran. N-no me dejan en paz, simplemente no se-se van...
No dijeron nada en un buen rato, simplemente se mantuvieron ahí, juntos, incluso podían decir que escuchaban el latir de sus corazones yendo al mismo compás.
Esa fue una noche extraña para todos, sobre todo para Mangel. Acabó durmiendo en el cuarto de Lolito, teniendo extraños sueños difuminados.
Por ejemplo, esas personas de prendas negras y máscaras aterradoras, una especie de feria donde iba con un niño azabache y otro de pelo punta, una especie de 'escena' donde hablaba con un chico albino mientras se llevaba un palo blanco a la boca para después dejar salir humo de la misma, todo en una especie de callejón. Muchas imágenes borrosas como para recordarlas todas.
Se despertó ante el grito del pelirrojo diciéndole que ya era hora de desayunar, levantándose para acompañar al contrario a la cocina. Otra vez fue un desayuno silencioso, notando una gran tensión en el ambiente. El único que parecía despreocupado era Willy, disfrutando de sus gofres con miel.
Auron fue el encargado de romper el ambiente, tosiendo levemente para llamar la atención.
-Calvos, creo que debemos aclarar unos asuntos.
-No hay nada de qué hablar- Rubius habló seco y cortante, dejando su plato vacío lejos del borde de la mesa para levantarse-. Me voy a mi cuarto.
-Oye, que hoy te toca ordenar los libros de la planta de arriba.
-Vegetta, cómeme el coño.
-¡EH, ESA BOQUITA!
-Calvo tóxico, sabes que debemos hablar sobre lo de Mangel- el nombrado bajó la mirada, jugando con el trozo de desayuno que le quedaba-. Desde que llegó han estado sucediendo cosas extrañas.
-¿Te refieres a lo de la memoria?- Fargan ladeó curioso la cabeza, prestando atención a los chicos.
-Exacto, yo mismo creo haber recordado algo pasado.- la cara de sorpresa de los chicos no tenía precio, recibiendo todas las miradas.
-Yo también.- ahora las miradas se dirigieron hacia Luzu, viendo su mirada serie y cabizbaja.
-Ya tardaba en querer tener su dosis de atención.
-Willy, no le eches leña al fuego.
-Pero Vegetta, no he dicho ninguna mentira.
Un golpe en la mesa calló a los chicos, mirando a un enfadado Rubius con una expresión fría dirigida a Mangel, haciendo temblar al de cinta. Por instinto llevó una de sus manos a su cintura, como si quisiera agarrar algo.
-Como he dicho, estaré en mi cuarto- Lolito no le gustó nada esa escena, incluso dejó su quinto gofre en el plato para ver enfadado al híbrido-. Solo espero que ciertas molestias no se acerquen.
Rubius salió de la cocina dejando mudos al resto, tensando aún más el ambiente. El albino se levantó sin más de la mesa, dejando su plato y vaso vacío para lavar y seguidamente irse. Alexby no tardó en imitar su acción, caminando hacia su habitación para alimentar a Jimmy.
Vegetta miró preocupado a Mangel cuando finalmente quedaron ellos dos y Lolito, levantándose.
-Vámonos mi niña, Pipi Estrada tendrá hambre.
-... Sí, vamos.- el pelinaranja le agarró la mano para ir hacia el patio, dejando solo al ojimorado.
Suspiró, empezando a lavar los platos.
-¿Qué ocurre, Vegetta? ¿Te está afectando que no estén alimentando tu ego?
No fue necesario girarse para ver quién estaba apoyado en su espalda, suspirando cansado.
-Pensé que te habías ido, chiqui.
-Je, sigo sin entender por qué intentas eso conmigo. Puede que con Rubius funcionara al principio, pero conmigo no, así que ahórratelo.
Willy sonrió divertido ante ese comentario, mirando por encima del hombro al contrario.
-Willy, ¿tuviste algo que ver con el tema de Mangel y Rubius?
-Vegetta, tú estabas presente cuando eso ocurrió. Al menos que sea psíquico, la respuesta es no.
Obviamente algo tuvo que tramar, si no fue de forma directa fue indirecta. Ambos parecían llevarse bastante bien, no entendía por qué de repente la pelea.
Iba a alejarse para ir a su cuarto, pero el repentino abrazo del albino le paralizó. Era extraño esa actitud 'pegajosa', Willy solía ser más de mantener la distancia e intimidar que ir dando abrazos.
-¿No me crees, Vegetta?- esa sonrisa llena de confianza, subiendo su rostro hasta quedar al lado de su cuello. Su respiración chocó con su piel, sintiendo parte de su cuerpo erizarse- Pensé que éramos amigos.
Suerte que la cara del ojimorado estaba fuera de su vista, por que este sonreía, sonreía con soberbia. Sonreía por tener esa llamada de atención del contrario, el ser tratado así por ser una 'amenaza'.
El albino era como el caramelo caliente, a la vista te delitas, pero al sabor te dañas. Era un manipulador de primera.
-Se te da bien Willy, pero no te viene bien jugar conmigo- el ojimorado soltó una ligera risa, mirando al techo-, porque entonces se convertiría en una guerra sin ganador.
No había un destino en esa conversación, ni siquiera era necesario que se hablaran entero para entenderse, como si compartieran la misma mente.
Los labios del de boina se pegó a su piel, rozándola con delicadeza.
-Yo ya la gané hace tiempo, Samu.
El mayor no tuvo tiempo de reaccionar ante eso último, simplemente se giró para ver a un sonriente Willy saliendo de la cocina.
El de verde era como un niño, le encantaba jugar, y para su suerte, era un buen jugador.
Fue muy buena suerte tener ese recuerdo de él y Vegetta corriendo cerca de un gran manzano nada más llegó Mangel, porque desde entonces su memoria empezaba a ser más clara.
¿Quién diría que de pequeño conoció a varios amigos de esa enorme casa?
En el camino hacia el piso de arriba se topó con Fargan, el cuál tarareaba una canción a la vez que se iba al cuarto de limpieza con un montón de toallas en sus manos, parecía bastante feliz.
Fargan merecía un poquito de atención, ¿no? Y Willy conocía el método perfecto para recaudar información.
Después de todo, era el dueño del traje de corazón negro, rojo y blanco.
Por otro lado, Fargan empezó a colocar las toallas y ropa sucia de los chicos en la lavadora del cuarto de limpieza, sonriendo por su canción. Sin embargo se calló al verse en el espejo, sobre todo su máscara de búho.
'-David, mira mira, se parece a Fargan.'
Esa frase aún rondaba por su mente, teniendo dos grandes preguntas en ese momento. La primera, ¿sería él David, o Fargan? Y la segunda, ¿por qué escuchaba la voz de Alexby pero más aguda, como la de un niño? ¿Se conocían de antes? No tenía una respuesta clara, ni siquiera estaba seguro de qué era ese 'audio' en su mente cuando estuvo esa noche con Alexby.
También quería tener recuerdos, saber más acerca de su vida.
Para su suerte, pronto le sería concedido ese deseo.
*Para los que no entiendan lo que dice en inglés:
Eres egoísta.
Solo sabes mentirte a ti mismo.
Eres como él, tienes su sangre.
Mira, es solo un mentiroso cobarde.
¿Echas de menos la adrenalina?
Eres un loco, un asesino, un demonio, su reencarnación.
Vuelve al infierno negro que te mereces.
No te ayudan por amor, sino por miedo. Él no te ama, hace lo que sea necesario para sobrevivir. Nadie te querrá jamás, monstruo.
Deberías haber aceptado el trato de los señores oscuros.
No deberías haber nacido, no deberías haber tenido las oportunidades que te dieron.
Te dieron su confianza, pobres ingenuos, confiando en un loco...
Feliz Navidad <3
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