.Cap 1.

El incesante ruido de la lluvia chocando contra el frío pavimento de la calle inquietaba de cierta forma al niño, quedando parado enfrente de la enorme puerta de metal que daba acceso a la escuela mientras dejaba que la lluvia le mojara. Tragó en seco una vez ahí, jugando con sus manos sin apartar la mirada del lugar.

-¿Estás listo?- el chico se giró para ver al joven castaño a su lado, sonriendo ampliamente esperando una respuesta.

-No lo sé... ¿y si nos pillan? Prefiero volver a casa.

-Vamos Miguel, no pasará nada- el castaño apoyó una de sus manos en el hombro del pequeño con lentes, colocándose la capucha de su sudadera para cubrirse de la lluvia-. Será entrar, buscar lo que te quitaron en clase y salir. Será pan comido.

El contrario suspiró, asintiendo mientras se tapaba en rostro con su brazo.

-Vale, pero si nos pilla alguien la culpa es tuya.

-¿Mía? ¿Por qué?

-La idea fue tuya, y eres el mayor.

-Si, como digas.

Se acercaron a la puerta, mirándose cómplices mientras abrían la puerta con cuidado. Cruzaron el enorme patio delantero hasta llegar a la entrada de aquella escuela, escondiéndose detrás de una de las estatuas que había al lado de las puertas a modo de decoración.

-Vale, ¿ahora qué hacemos?- el de gafas asomó su cabeza para asegurar que no había nadie vigilando, frunciendo el ceño cuando las gotas de lluvia le mojaron las gafas.

-Creo que la puerta del comedor la dejan abierta para el reparto de la mañana- el castaño ladeó la cabeza, agarrando la mano del más bajo para empezar a guiarle a través del patio-. Desde ahí iremos al pasillo de los de primero y luego subimos las escaleras hasta nuestra clase.

-He-hey, más despacio.- el más joven sintió sus mejillas sonrojarse, dejándose guiar hasta el pequeño edificio al extremo de la escuela. Sonrieron al ver la puerta entreabierta, entrando rápidamente al interior.

Ambos niños se sacudieron como perros para quitarse el exceso de agua, soltando unas risas por eso. Una vez algo más secos caminaron por las mesas del lugar, entrando a la cocina que estaba al final del lugar, accediendo al pasillo central.

Caminaron con cuidado por el oscuro pasillo, estando atentos por si había algún vigilante por la zona. Ambos chicos se sentían como en una película de espías, sintiendo la emoción y al mismo tiempo los nervios de estar en un lugar que, en teoría, tenían prohibido ir a estas horas.

-¿Crees que tus padres se enteren que estás aquí?

-No lo creo, hasta las once no vuelven a casa, tenemos dos horas para hacer nuestra misión secreta- el castaño sonrió con alegría al encontrar las escaleras del primer piso, agarrando la mano de su amigo de lentes para empezar ambos a subir-. ¿Y los tuyos?

-Creo que les da igual si estoy o no en casa.- miró hacia un costado, intentando sonar lo más tranquilo y neutro posible.

-¿Por qué dices eso?- la preocupación en su voz era notable, mirando al menor con esa expresión.

-Nada, es que... tardarían en darse cuenta de que no estoy, es todo. Mira, nuestra clase.

Ambos menores entraron al aula con cuidado, acercándose a la mesa del profesor para abrir  los cajones de este. Empezaron a rebuscar entre los papeles y materiales que habían esparcidos por ahí.

-¡Miguel, lo tengo!- el castaño sonrió mientras sacaba del cajón el pequeño llavero que el profesor le quitó esa misma mañana, entregándoselo al menor.

-Genial- agarró el pequeño llavero de un osezno entre sus manos, mirando a su amigo con ojos brillantes-. Gracias por ayudarme.

-¿Sabes? Te podía haber regalado uno igual y nos hubiéramos ahorrado todo esto.

-No, me lo regalaste por mi cumpleaños a pesar de que te dije que no era necesario, no dejaré que ese profesor idiota me lo confisque.

-Hey, esa boca.

Ambos niños salieron del aula, el castaño siguiendo caminando hacia las escaleras mientras el de lentes cerraba la puerta. Corrió hacia las escaleras al escuchar un grito ahogado de su amigo.

-¿Qué demonios hacéis aquí?

La luz de una linterna le dio en toda la cara, colocando su brazo delante de esta para protegerse. El chico vio con miedo a su amigo siendo agarrado del brazo por la mano de un adulto algo corpulento con el uniforme de vigilante nocturno.

-L-lo siento señor, solo...- el menor miró al suelo nervioso, apretando entre sus manos el regalo- vinimos a por...

-Voy a avisar a vuestros padres de esto. Decidme vuestros nombres.- el castaño miró horrorizado al adulto, empezando a negar frenéticamente con su cabeza.

-¡No, a mis padres no!

-¡Quédate quieto niño!- el vigilante agarró con fuerza el brazo del niño, haciendo que este chillase mientras se seguía removiendo.

Miguel vio la escena estático, tragando saliva para seguidamente correr con todas sus fuerzas al adulto, dándole un empujón para que así soltase a su amigo y poder escapar.

-¡Ru#*&!

El plan funcionó, el adulto soltó el brazo del castaño, pero la gravedad jugó en su contra, haciendo que cayera escaleras abajo al encontrarse en el pie de estas.

Ambos cerraron los ojos al escuchar el ruido del cuerpo cayendo, terminando en un golpe sordo para dar paso al ruido de la lluvia. Abrieron los ojos, mirando el cuerpo inerte del hombre con una fina línea de líquido carmesí saliendo de su frente. El de gafas se quedó paralizado al ver eso, abrazando con miedo el brazo ajeno.

-Yo he... n-no quería...

-Miguel, vámonos.- la voz seria del mayor no fue suficiente para sacarle de ese trance, por lo que se vio obligado a agarrarle de la muñeca y empezar a correr hacia las escaleras de emergencia en caso de incendios. 

Ambos estaban asustados, teniendo miedo de lo que pasaría al día siguiente cuando tuvieran que regresar, pero ahora lo único en que se centraban era en salir de ahí.

A sus 9 años ya había manchado sus manos con sangre.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Mangel despertó exaltado, respirando con dificultad mientras se sentaba. ¿Qué pasó? Hace nada recordaba estar en una pequeña habitación llena de cajas y después... negro.

-Vaya, veo que despiertas- el de cinta azul giró asustado a su derecha al escuchar una voz desconocida, dándose cuenta de que estaba en una cama-. Eres de los que toman siestas largas. Me gusta.

-¿Qué?

Pudo ver mejor al chico. Era albino, pero con unas notables orejas de oso marrones sobresaliendo de su cabeza, una pequeña nariz algo más plana de lo normal y unos colmillos que parecían dignos de un lobo. Tenía una sonrisa cansada en su rostro, sin contar sus ojos que mostraban que recién acababa de despertar. Estaba apoyado en una mesa, o mejor dicho, tumbado boca abajo.

-Vege te dio un buen golpe en la cabeza, llevas durmiendo unas... tres horas, diría yo- el de túnica blanca soltó un bostezo, estirándose-. Por cierto, de nada.

-¿Por qué?- el castaño levantó una ceja confuso, sentándose en la orilla del mueble.

-Por conseguir que Vegetitta te dejase dormir aquí y no en la planta de las celdas. Es imposible resistirse a mis trucos de persuasión.- el albino se señaló divertido mientras reía, haciendo al contrario ladear la cabeza.

-¿Vegetta?

-Sí, el gorila que te golpeó mientras me espiabas durmiendo- el chico guiño un ojo, tumbándose por completo en la mesa-. La verdad es que me salvaste de un regaño por su parte, así que gracias.

-De nada... supongo...- Mangel se levantó, haciendo crujir su espalda.

-¿Cómo te llamas?

-¿Eh? Esto...

-Venga, romperé el hielo, Rubius.- el joven de prendas blancas estiró con pereza su brazo, sonriendo de lado al ver la cara de confusión del chico.

-Mangel- estrechó su mano con la ajena, mirándolo extrañado-. Oye, ¿dónde estoy?- preguntó mirando a su alrededor.

-Pues... no le apetece explicarlo, la verdad- el de gafas miró ligeramente enfadado al contrario, ganándose una risa de su parte-. Hey, tranquilo, es mi naturaleza, ¿sabes?

-¿Naturaleza? Ni que fueras un animal salvaje.

-A lo mejor lo fui.- Rubius se volteó para quedar boca arriba, cerrando los ojos.

-¿Cómo que... a lo mejor?- Mangel se sentó en la mesa, manteniendo cierta distancia entre ambos. Aprendió por las malas a ser siempre precavido con las personas.

-Tú hablaste con el viejo Merlon, ¿no?- vio al contrario asentir- Pues yo también pasé ese proceso. No recuerdo nada de mi 'otra vida', tan solo mi nombre y recuerdos básicos. Dijo que nuestra alma estaba corrompida y bla bla bla, no le presté mucha atención. Al parecer estamos en alguna especie de otro mundo o dimensión o algo así.

-Es decir, tienes amnesia y no sabes dónde estás. Cojonudo.

-Bueno, no me quejo, la verdad es que se vive bien aquí- el contrario bostezo como si fuera una especie de felino, estirando sus brazos y piernas con pereza-. Bueno, si quieres averiguar más cosas deberías seguir explorando la casa.

-Espera, ¿vas a... dejar que me vaya? ¿Sin más? ¿Y si fuera un ladrón?

-Por mí como si vienes a matarnos, me ahorro esfuerzo dejándome morir que avisando al resto- el de orejas cerró los ojos, quedándose de costado-. Por cierto, no entres en la habitación de puerta negra al menos que quieras perder tu virginidad.

-¿Que qué?

-Suerte~.

Mangel se levantó, caminando confuso hacia la puerta de la habitación, escuchando los leves ronquidos del contrario. ¿Y si era una trampa? Por si acaso salió con la guardia alta, cerrando cuidadosamente la puerta.

Miró a su alrededor, suspirando fastidiado al ver más pasillos blancos con columnas. Empezaba a estar hasta los cojones de todo esto, pero no tenía más remedio, por lo que empezó a caminar.

Sintió su estómago rugir, empezando a lamentar no haber mirado por la habitación del contrario en busca de comida. Miró al techo, planteándose darse cabezazos contra la pared para morirse de una vez.

-¿Cómo? ¿Un intruso?

Una voz conocida le llamó la atención, sintiendo su piel erizarse mientras se volvía a esconder detrás de una columna, esta vez agachándose al no escuchar un par de pasos andar, no. Eran dos, dos personas se acercaban.

-Exacto, iba a mirar a ver si el pedazo de vago terminó su trabajo y ahí lo veo, un chico extraño mirándolo con toda la tranquilidad del mundo. Por suerte lo noqueé con mi gran maestría en combate.

-Menos mal que supiste reaccionar a tiempo, tío.

-Lo sé, soy el mejor, y deja de mirar siempre al suelo Luzu, te caerás un día de estos.

-Cierra la boca, triple siete.

Cuando ambos estaban de espaldas y era imposible que le vieran, Mangel los pudo apreciar mejor. Eran el castaño que había visto antes y un chico algo más alto y de cabellos negros, vestido con una tela que únicamente le cubría la cadera y piernas de color morado. El de gafas suspiró, levantándose mientras volvía a caminar. Estaba empezando a tener un ligero patrón en estos momentos.

La luz que entraban por las ventanas empezaba a hacerse cada vez más débil, dando a entender que estaba llegando el atardecer. Mangel empezó a trotar, intentando buscar algún sitio nuevo. Y, para su suerte, ahí lo vio, por fin una bendita bifurcación.

Corrió alegre hasta él, escondiéndose detrás de una de las paredes para asomar su cabeza y primero comprobar que no había nadie. Menos mal que hizo eso.

Vio de pie delante de una puerta al pequeño azabache de antes. ¿Apex, se llamaba? No, era Ángel, o Alfred... Alexby, le sonaba ese nombre.

Tocó la puerta con su mano mientras miraba enfadado al suelo, quejándose en voz baja hasta que la puerta fue abierta. Su cara de desagrado aumentó, encogiéndose levemente de hombros ante esa sonrisa delante de su cara.

Mangel pudo ver un trocito de la puerta oscura.

-Bueno compañero, qué alegría verte.- Alexby soltó un quejido, entrando a la habitación ignorando al contrario. Sonrió divertido, pasando su lengua entre sus dientes mientras se giraba para seguir a su compañero dejando la puerta abierta.

La curiosidad de Mangel creció. ¿Era la puerta que le advirtió Rubius que no abriera? ¿Con quien estaría hablando el otro chico? Su cuerpo empezó a caminar solo hacia la puerta, apoyándose en ella mientras asomaba la cabeza para ver el interior.

-Toma, la próxima vez te las apañas tú solo, chaval- comentó ligeramente enfadado el azabache dejando una especie de sobre encima de una de las mesas de la habitación, ignorando al contrario-. Auron dijo que te ayudarían durante una semana antes de que ¡IIIH!

Sintió unas manos desnudas pasar por debajo de su túnica, una subiendo hacia su pecho mientras la otra bajaba peligrosamente hacia su muslo, sintiendo una pesada respiración en su cuello. Dio un codazo al chico que tenía detrás apoyado a la par se alejaba alterado, mirando enfadado al contrario.

-¡¿QUÉ COÑO TE PASA?!

-Vamos Alex, no te pongas así.

-¡NO ME TOQUES, JODIDO PERVERTIDO!

-Sabes que nunca te haría daño, podría hacerte disfrutar mucho, Alesby.

El de túnica marrón apoyó sus manos en la cintura del más bajo, sonriendo de lado mientras enseñaba sus dientes de forma coqueta. Alexby no tardó en empujarle con todas sus fuerzas y salir corriendo de ahí, ni siquiera notando a un asustado Mangel apoyado en la puerta.

El de lentes también creyó que vio suficiente, alejándose rápidamente de ahí y seguía el mismo camino que el menor, el cuál ya había perdido de vista.

¿Qué demonios acababa de ver?

Mangel negó con la cabeza, debía centrarse en el presente. Volvió a sentir su estómago rugir, soltando un quejido por el hambre que tenía.

-Parece que necesitas algo- Mangel se dio la vuelta al escuchar una voz, ya ni se asustaba después del espectáculo tan raro que acababa de ver-. Vaya, menuda cara. Has visto a Fargan, ¿verdad?

El de ropas azul oscuro no dijo nada, simplemente se quedó mirando al chico de pelo rubio claro y prendas verdes, el cuál le sonreía de una falsa amabilidad mientras en sus manos cargaba dos bolsas de cuero.

-¿Quién eres?- se atrevió a preguntar tranquilamente, conocía esa táctica. Hacerse el amable...

-Willy, encantado de hablar contigo. Puedo guiarte hasta la cocina si quieres, a un módico precio.- ... para luego buscar algo que llevarse.

Pecados encontrados

Ira

Gula

Envidia

Pereza

Soberbia

Lujuria

Avaricia

Empieza etapa de purificación.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo

Son las 5:10 en mi país y acabo de despertar de una pesadilla. ¿Qué mejor que actualizar esta vaina? Alv.

A partir del siguiente cap dudo poder actualizar todos los días, perdón por las molestias ;;

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