05.

Cerraba mis ojos y los apretaba con fuerza, me giraba en la cama hacia la izquierda, luego a la derecha pero sin importar la posición que tuviera, me sentía incómodo y en efecto no podía dormir.

Suspiré frustrado sin entender qué ocurría conmigo. Quería culpar a la liberación sentimental que tuve antes de ir a la cama pero me parecía ilógico que solo por contar algo de mi pasado estuviera tan inquieto. Solo había dicho esa tontería y ya, no era para tanto. Aunque lo que no tomaba en cuenta era que justo a mi lado estaba durmiendo el hombre que me había traído loco últimamente.

¿Acaso me sentía nervioso y mis instintos de colegiala enamoradiza salían a flote aún inconscientemente? No sabía, pero mi insomnio era denso.

Cansado de intentar dormir, decidí que quizá beber un poco de agua me haría bien así que traté de deslizarme de la cama sin hacer mucho movimiento, pues aunque no estuviéramos durmiendo pegados el uno al otro, si no tenía cuidado, acabaría moviendo mucho la cama e interrumpiría el sueño de mi chico soñado, pero cuando estaba justo por bajar mi pie de la cama, su mano tocó mi brazo y me asusté tanto, al punto de que salí de la cama de golpe y acabé en el suelo envuelto en la sabana.

Hyungwon ridículo creyendo que un fantasma lo había tocado= 1.
Hyungwon profesional, señor Chae y Mister labia= 0.

— ¿Estas bien? —preguntó el adormilado Wonho ayudándome a levantarme mientras que aún sin caer en cuenta de lo que había pasado, yo simplemente agarraba mi trasero quejándome.

Es decir, ese no era precisamente el dolor de trasero que quería sentir estando con él.

— Lo estoy... —respondí adolorido mientras salía de la habitación caminando como vaquero a punto de dar un duelo en el viejo oeste.

Me sentí mal al escucharlo venir tras de mí, porque estaba sucediendo justo lo que no quería. Entonces tuve una idea que no me resultaba agradable pero al menos no lo molestaría al dormir.

— ¿Qué ocurre? —cuestionó preocupado al verme tomar asiento en el sofá, aún envuelto en mi sabana— ¿tienes insomnio? ¿Te duele algo?

Pues si, me dolía el trasero pero sería atrevido de mi parte pedirle que me lo sobara. Ah no ser...

No. Que vergüenza.

— Solo es insomnio, tranquilo. —me obligué a sonreír hacia él, sin embargo su mirada me dijo que seguramente lucía como un mapache adolorido, entonces suspiré— en verdad no sé qué ocurre, solo que no puedo conciliar el sueño, así que decidí quedarme aquí para que puedas descansar tranquilo.

Por su expresión supe que de su parte venía una inminente negación pero no estaba dispuesto a negociar mi decisión.

— Oye, no... —respondió sin saber cómo sentirse— claro que no, ¿como podría dormir tranquilamente en tu cama mientras tú te quedas aquí totalmente incómodo? No, no y no.

Se cruzó de brazos como si eso fuera a convencerme de que su decisión tenía más peso, pero afortunadamente yo siempre fui un terco, esa era mi especialidad.

— Ya tomé mi decisión, ve a descansar... —le comenté recostandome y usando los cojines como almohadas, en busca de dar por terminada la charla de la madrugada.

Lo que no me esperaba era que en cuanto yo cerrara los ojos para fingir dormir, él tomara los cojines del otro sofá y se acostara en el suelo junto al sofá donde yo estaba. Al escucharlo tuve que ver y al ver, me sentí extraño.

A esas alturas ya no sabía quién era el terco.

— Wonho, ve a la cama... —le pedí pero él fingió no escucharme. El piso estaba frío, lo sabía porque pude sentir su frescura incluso a través de los calcetines de mi pijama, pero él estaba ahí tirado, sin una manta y con ropa bastante ligera. Entonces suspiré y me senté en el sofá— si no te levantas de ahí ahora mismo haré ruido y no te dejaré dormir a propósito. —amenacé como si fueramos niños de cinco años.

Él abrió los ojos y me miró casi con burla.

— ¿Ah si? —cuestionó con un sarcasmo infantil— ¿que harás?

Se sentó en el suelo, como si quisiera desafiarme a hacer cualquier tontería a esas horas de la madrugada. Yo busqué con la mirada algo a mi alrededor que pudiera ser útil para eso y sin pensarlo tanto dije cualquier cosa.

— ¡Voy a golpear un cucharón contra una olla, muy cerca de ti! —amenacé— también puedo... —pensé rápido— voy a gritar o mejor voy a mencionar tu nombre cada 30 segundos para que no puedas concentrarte en dormir y aún si eso no funciona, tocaré el piano sin un orden específico, haré chirridos con las sillas y si eso no es suficiente, entonces pondré la canción infantil más odiosa que hayas escuchado.

Él se rió ante mí verborrea y aunque no era mi intención, en su rostro se reflejó una idea cuando de repente su cara se tornó de la risa a la emoción.

— ¡Eso es! —exclamó poniéndose de pie y mirando a su alrededor.

Mi expresión seguramente debió ser única en aquel momento. De todas las personas de la tierra, me encontraba con la única que a su edad aún parecía emocionarse cuando le mencionaban canciones infantiles.

— No estas insinuando que te gustan esas... —hice una pausa por la extraña sensación de nauseas que me provocaba cualquier cosa relacionada con niños— esas... Cosas. —concluí.

Lo seguí con la mirada, esperando de todo corazón una respuesta negativa, pero no sabía qué esperar realmente de él.

— No es que me gusten... —comentó encontrándose frente a frente con mi piano en desuso— es solo que pienso que una canción de cuna podría ser ideal para acabar con el insomnio... ¿Puedo? —señaló el instrumento y finalmente asentí sin estar seguro.

Odiaba las canciones infantiles pero a esas alturas me di cuenta que sentía curiosidad por ver más cosas de él que quizá no hubiera podido ver en otras circunstancias. Sin duda quería ver esos dedos trabajando y por ese momento me conformaba con verlo tocar el piano, aunque quería que tocara algo más.

— No creo que funcione... —susurré advirtiéndole— pero...

Él no dejó que mi frase terminara, simplemente se sentó frente al piano y me miró para hacerme una petición.

— Necesito que te recuestes... Tocaré una canción de cuna y si te hago dormir, te llevo a la cama y dormimos tranquilos, pero si al final de la canción todavía estas despierto entonces hacemos las cosas a tu manera. —sugirió— es todo.

Claro que me pareció una tontería y al igual que cualquier persona normal pensé que aquello era perdida de tiempo y en general una tontería, así que asentí sin ganas de contradecirlo y me recosté en el sofá tal como me indicó.

Cerré los ojos sintiéndome incluso un poco molesto, quizá debido a lo ridícula que era la situación o quizá por el malhumor que tenía cada vez que no podía descansar correctamente, pero no quise expresarle nada, simplemente esperé.

— ¿Sabes tocarlo o simplemente piensas improvisar? —pregunté un poco impaciente— si no sabes podría enseñarte por la mañana, aunque no prometo que sea algo asombroso. Tengo mucho tiempo de no usarlo.

Hubo un corto silencio de su parte y luego el sonido al azar de varias teclas, como si estuviera probandolo antes de tocar.

— ¿Por qué? —cuestionó su suave voz a la distancia.

La pregunta me agarró desprevenido y me maldije una vez más por abrir la bocota solo para mencionar cosas de mi pasado. Era como si estando con él me abría demasiado y no de la forma que quería. Literal.

— Larga historia. —comenté abrazando un conjín y restandole importancia al asunto— te dije que pasaba la mayor parte del tiempo solo, así que el viejo se encargó de mantenerme entretenido con todo lo que estaba a su alcance... Música, cursos, idiomas... Lo que sea. —hice una mueca al recordar esos años— supongo que solo quería que su hijo no se convirtiera en un bueno para nada, lo malo es que le he perdido el interés a todo... —me sinceré mientras escuchaba como él empezaba a tocar las teclas emitiendo sonidos que aunque eran improvisados, estaban bastante bien coordinados— lo único que no he hecho hasta el momento son deportes. Y tampoco pienso hacerlo. Ni extremos ni normales. —solté una risita cansada al mencionarlo y suspiré— ¿lo harás?

En aquel momento esperaba una respuesta verbal, quizá continuar con la charla y olvidar la tontería, pero justo después de mi pregunta, la ridícula canción de la estrellita empezó a sonar en mi piano. Cosa que jamás pensé presenciar.

Pero si había algo que jamás me esperé, era que aquellas notas repetitivas lograrán darle algo de calma a mi cuerpo que aún se mantenía en reposo y con los ojos cerrados. Poco después su voz acompañó la canción y aunque quise comentar algo al respecto, decidí que dejaría que aquella ronca voz adormilada me arrullara, porque entre más lo oía, más tranquilo me sentía.

Esa noche dormí como un bebé
y casi podría jurar que sentí sus labios
dando un cálido beso en mi frente.

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