XXXIII. ☆ Karma y sus estrellas ☆
Cuando me empecé a plantear tener algo con Marco un par de meses atrás siempre supuse que debía ser muy cuidadosa porque él podría dañar todo haciendo que de algún modo la gente se enterase de lo nuestro, sin embargo, ahora, y con un golpe en mi orgullo, era yo la que atentaba contra el secretismo. Marco lo manejaba muy bien —aunque eso se debía también un poco a que no me había "perdonado" del todo por mi intromisión a su mente—, en cambio yo no era capaz de ser lo suficientemente sutil y pese a que lo sabía, no podía hacer gran cosa para cambiarlo.
Si estaba cerca me quedaba mirándolo de forma casi invasiva, si me hablaba por mucho rato seguido no escuchaba su voz por estar perdida en otras áreas de él, en artes e inglés, las clases que compartíamos, dejé de anotar cualquier cosa en los cuadernos por andar toda la hora pendiente de él.
Marco se había preocupado por obsesionarse conmigo, pero creo que en algún punto fui yo la que me obsesioné —en el sentido no psicópata— con él.
El jueves de la siguiente semana estaba sacando de mi pequeño casillero un cuaderno que había dejado abandonado desde la anterior clase de matemáticas, era hora de receso, pero no tardaría mucho en acabar. Sentí a Marco acercarse antes de que él llegara por el lado derecho del casillero, donde la puertilla abierta lo ocultaba.
—Hola, Marco —dije sin verlo aún, ni cerrar mi casillero.
Él mismo lo cerró, empujando la puerta con algo de fuerza y quedando descubierto. Su gesto era fastidiado pero igual sonriente.
—¿Sabes lo frustrante que es pensar en que nunca podré sorprenderte?
—Lo siento, yo no le veo lo negativo.
—¿Más o menos desde qué distancia me sientes llegar?
—Si estoy acá en mi casillero... más o menos desde el estacionamiento.
Estábamos en el extremo opuesto del estacionamiento además de en el segundo piso así que eso le dio una idea de qué tan pendiente podía llegar a estar de su latido. Admito que exageré pero solo un poco. Arrugó un momento el entrecejo, quizás intentando poner número a la cantidad de metros entre nosotros y el lugar indicado. Finalmente pareció dejarlo ir, apoyando la espalda en mi casillero para quedar frente a mí y darme su bella sonrisa.
—En fin. Vengo a dos cosas —anunció—. La primera, quiero que me prestes tu brazo.
—Los fines de semana me lo quito para lavarlo, ¿para cuándo lo necesitas?
Marco soltó una risa melodiosa y me observó ladeando su cara, entrecerrando sus ojos, casi en un gesto de reproche y suficiencia.
—Más o menos dentro de unas tres semanas. Gris encontró en Instagram un concurso de una escuela de arte y me etiquetó. Consiste básicamente en hacer una pintura o dibujo de cualquier modalidad y subirlo, al mejor le darán una mini beca para un curso en vacaciones. No es que tenga las expectativas por los aires, pero siempre me ha gustado participar. He pensado en pintura corporal y tu brazo me ayudaría un montón.
Me había cruzado de brazos, ya que Marco me cerró el casillero antes de que sacara mis cosas; sonreí al verlo a él hacerlo, de verdad le emocionaba el tema.
—De acuerdo, acepto.
—¡Genial! Te avisaré. Y la segunda cosa, quiero mostrarte algo en mi casa.
Enarqué una ceja, curiosa, pero sin querer dejar ver lo emocionada que esa sola frase me hacía.
—¿Qué es?
—Algo bonito, nada indecente —aclaró—. Y no te diré, con mi presencia no te puedo sorprender pero con esto sí. ¿Cuándo puedes ir a mi casa?
—Si por mí fuera, ya —respondí, elevando solo una de las comisuras de mi boca; había descubierto que ese gesto le gustaba a Marco, no me lo había dicho directamente, pero cada que lo hacía, sus ojos viajaban a mis labios en una expresión complacida—. Pero imagino que no te quieres fugar por dos horas.
—Supones bien, yo soy una persona de bien.
—Santurrón —solté en una mal disimulada tos—. Te hace falta malicia.
Me observó inmóvil por varios segundos y en su gesto se asomó de repente una sonrisa pícara como si se le hubiera ocurrido una respuesta muy ingeniosa... o muy atrevida, no lo supe, pero al final declinó de decir lo que fuera y no se dejó provocar.
—Entonces hoy será. —Marco me dio una mirada de pies a cabeza sin nada de recato, lo que me hizo reír entre dientes—. Te ves muy bonita en ese color.
—¿Cuál de todos? Llevo como seis tonos de azul y dos de morado.
Por más que suene a lo contrario, no lucía como un payaso. Llevaba un pantalón lila cuyos bolsillos eran de un morado más oscuro, mi blusa era un desvanecido del azul noche en la parte baja hasta un azul cielo en el escote no revelador, mis botas eran casi negras, pero seguían entrando en gamas de azul. Me pareció bonito al espejo y ahora me gustaba más porque a él le gustaba.
—El azul. Usabas azul el primer día que viniste a Midwest.
Su tono fue tan meloso que me empalagó hasta los labios, fue como si el comentario estuviera hecho de miel que de repente había aparecido en mi paladar. Me hizo sonreír con más naturalidad, de hecho, creo que hasta agaché la mirada, algo cohibida.
—Admito que me sorprende que recuerdes eso.
—Soy malo en deportes, pero mi retentiva es buena. —Sonrió—. Al menos con lo que me importa. ¿Quieres saber qué pensé cuando te vi entrando a aquella primera clase?
—Por supuesto.
—Pensé que eras una de esas chicas rebeldes, sin juicio y que se emborrachan los fines de semana mientras su novio malote fuma en un callejón. —Solté una carcajada que le fue contagiada—. Luego bastó con que me dijeras un par de palabras y supe que eras decente.
—¿Por qué pensaste eso?
—Soy prejuicioso —admitió sin culpa—. Vamos, llevabas botas negras con tachas, las uñas negras y eras altísima e imponente. Creo que muchos pensaron eso.
—Yo creo que no.
Y eso era más verídico; de los rumores que escuché de mí los primeros días ese no era uno de ellos. No supe si Marco bromeaba con su divertida forma de ser o si de verdad pensó eso, pero le abonaba su capacidad de alegrarme con una charla.
—En todo caso, traías una blusa azul y pensé que era un curioso contraste con tu color de ojos.
—¿Curioso?, ¿esa fue la palabra que pensaste?
Se encogió de hombros, culposo.
—"Extraño". Fue esa.
El timbre sonó y de a poco el pasillo se fue congestionando. Abrí mi casillero de nuevo para terminar de acomodar lo que debía llevarme, Marco esperó sin moverse de su lugar.
—No había pensado en qué primera impresión había dado, pero me complace saberla.
—Esa impresión me duró solo esa clase. Luego te hablé y ya cambió, ya no eras una rebelde con un novio de dudosa personalidad criminal.
—¿Qué fui entonces?
—Un encanto. Un encanto muy alto y seductor.
—Creo que ese es el piropo más extraño que he oído.
—Soy malo en esto —confesó, risueño, luego se tocó el pecho—. Si no tuviera este latido, no tendría oportunidad contigo.
—O si besaras mal. El latido no lo es todo.
—¿Si besara mal me habrías dejado?
—Oh, claro que sí. —Cerré mi casillero, acomodando mi mochila sobre mi pecho; Marco tenía los labios apretados en un intento de sonrisa. Ya debía partir hacia mi aula, pero antes de alejarme y de la forma más disimulada posible, me acerqué hacia su mejilla para hablarme muy bajito—: Por suerte se te da maravillosamente.
Marco estiró la mano conrapidez e interceptó mi antebrazo para no dejarme ir como había planeado. Yatenía un paso hacia afuera,pero le sostuve la mirada que se había vuelto juguetona. Juro que penséque me iba a besar ahí a mitad de pasillo y creo que sí tuvo la intención, pero ya se habíaprobado que él tenía una mejor capacidad de pensar antes de actuar que yo, asíque no lo hizo.
—Te veo a la salida, Karma.
Asentí y me dejó ir. Llegué al aula a perder el tiempo porque no puse nada de atención, pero al menos me motivaba la idea de que Marco me iba a dar una sorpresa, así que las dos horas pasaron volando.
☆☆☆☆☆
Cuando crucé la puerta principal para ir en busca de mi bici y esperar a Marco, miré hacia afuera y me sorprendí de ver a Ray ahí. Desvié mi camino para salir a saludarlo. Estaba sobre su moto apagada y sin casco; al verme, se bajó para caminar los dos pasos hacia mí y darme un cálido abrazo.
—¿Qué haces acá?
—Recibí tu mensaje.
—Y no me respondiste, eso me extrañó. ¿No puedes cubrirme hoy?
Le había escrito durante la última hora para informarle que estaría con Marco en la tarde, pero ni siquiera apareció el visto. Asumí que no estaba pendiente del teléfono, pero antes de salir noté que ya lo había recibido, aunque sin respuesta. Mi plan era llamarlo de camino a la casa de Marco; no se me había cruzado que quizás no podría cubrirme ese día.
—Sí puedo siempre. Saldré hoy, venía a pedirte que te quedaras hasta un poco más tarde, más o menos hasta las ocho. Sé que siempre nos vamos a eso de las seis, pero...
—No hay problema. Estaré en casa de Marco así que no estaré apurada de irme.
Raymond miró hacia un punto a mi izquierda tan fijamente y tan serio, que me hizo voltear a mirar también. Diego y Grishaild iban apenas saliendo hacia la moto de él, ella no nos había visto, pero él sí y destilaba tan enemistad en su mirada a Ray que hasta a mí me fastidió.
—Ese tipo tiene un serio problema con nosotros.
—Es inofensivo —dije, restándole importancia—. Solo es un tonto que no nos entiende y como no nos entiende, se asusta y como se asusta y eso no le gusta, prefiere odiarnos.
—Su novia es más accesible.
—Sí, ella es noble.
—¿Han hablado de algo respecto a ti y tu aura?
—No, lo he evitado. Ya lo sabremos luego.
Ray me hablaba, pero no le quitaba la mirada a la parejita mientras andaban tomados de la mano. Estaban siempre juntos sin falta de modo que ya nadie les prestaba atención a menos que fueran por ahí solos.
A mi radar interno entró el latido de Marco y mi postura cambió a una más animada, fue algo sutil de cuadrar los hombros y ensanchar la sonrisa, pero claro que Ray lo notó.
—Tu paraíso nos observa —comentó, risueño, sin apenas mover sus labios y mirando de nuevo hacia la entrada principal—. Creo que ahora sería grosero irme porque ya he hecho contacto visual así que voltéate y dile que se acerque con confianza.
La sonrisa tiesa y casual de Ray me hizo reír, pero obedecí, girándome. Elevé una de mis manos, sacudiéndola suavemente en un saludo, Marco me sonrió y moví mi palma para indicarle que se acercara. Ray sacó las manos de sus bolsillos a la vez que Marco nos alcanzaba, se sonrieron primero con curiosidad pero luego con más gentileza. Por algún impulso interno tomé a Marco del brazo, enganchándome a él, como si así pudiera presumirle a Ray que de verdad lo tenía conmigo.
Solo Ray sabía lo mal que la había pasado con el tema así que quería que viera lo bien que estaba ahora pese a todo.
—Marco, él es Raymond. Ray, él es Marco.
Se estrecharon la mano con una formalidad amistosa que me encantó. Ray le sacaba más de una cabeza a Marco, lo que, estando los tres, hacía lucir a Marco pequeñito. Ni a Ray ni a mí nos pasaron desapercibidas las miradas de varios estudiantes mientras buscaban también salida de Midwest, ni los cuchicheos, ni los comentarios despectivos o burlones, pero Marco era tan ajeno a todo que me dio igual.
—Karma no se ha cansado de hablarme de ti —comentó Ray, casual, aunque yo lo miré con reproche; ese comentario no lo esperaba. Marco se sonrojó un poco.
—Espero que no me haya hecho quedar mal.
Ray, para vergüenza mía, empezó a enumerar con un brillo divertido en su mirada.
—Que eres un imán de balones, que la rubia con el novio despreciable es tu mejor amiga, que te gusta el helado y que la tienes encantada. Hace más énfasis en eso último así que yo creo que eso no es hacer quedar mal a alguien.
—¡Ray!
Ray soltó una carcajada que Marco compartió, aunque creo que él fue más por cortesía o por incomodidad.
—Ay, perdón, ¿te estoy avergonzando?
—¿A qué viniste? —corté, molesta—. Pudiste decirme que sí y todo eso por mensajes y ya.
—Solo quería visitarte, qué grosera.
—Adiós, Ray.
Halé a Marco por el brazo que le sostenía para que entrásemos por mi bici; la risa de Ray me retumbó en los oídos.
—¡Hasta pronto, Marco! ¡Me la cuidas!
Marco no respondió, pero sí noté que se reía por lo bajo, como si considerara que hacerlo en tono alto me ofendiera. De camino a las bahías de bicicletas noté que Diego nos observó por un segundo, pero luego volvió la atención a Gris, con quien estaba preparándose para salir. Vi de reojo que le daba los dos cascos a Gris y entraba de nuevo a Midwest, posiblemente se le había quedado algo adentro. Lo ignoré y saqué pronto mi bici, ignorando a Marco y con maneras bruscas porque Ray me exasperó.
—¿De verdad le dices a Ray que te tengo encantada? —picó Marco.
Lo fulminé con la mirada y salí rodando mi bici sin montarla; él iba cerquita de mí, casi trotando y riendo; Ray ya no estaba por ahí.
—Si no tuviera mucha curiosidad de lo que me vas a mostrar, me iría ya a mi casa.
—Vamos, Karma, no te enojes.
—¿Me puedo quedar hasta las ocho en tu casa? —gruñí. Fue curioso el contraste de mi pregunta y el filo de mi voz—. Ray tiene algo que hacer y hasta esa hora me puede recoger.
Ya con un par de calles de distancia de Midwest, Marco consideró que no sería inapropiado pasar su mano por mi cintura así que lo hizo sin dejar de caminar. Con su dedo me hizo cosquillas en esa zona hasta que a regañadientes sonreí sin soltar mi bici, entonces se estiró para dejarme un beso en la mejilla.
—Te puedes quedar en mi casa hasta la hora que quieras.
☆☆☆☆☆
Seguí a Marco en silencio camino a su habitación, y luego, por la escalera que daba a su refugio del ático. Cuando estuve totalmente arriba, noté que las dos mini ventanas de las paredes y el tragaluz del techo estaban cubiertos con plástico negro. Era de día y hacía sol, pero como las entradas de luz eran relativamente pequeñas, esos plásticos bastaron para dejar una habitación nocturna.
—No es para nada raro que cubras todas las entradas de luz —murmuré, señalando con mi dedo alrededor.
Marco rio, recogiendo la escalera y cerrando esa puerta del suelo también, dejándonos casi a oscuras pues aún había una bombilla encendida; mientras me fui acomodando en las almohadas, él trajinó con una cajita que había en una esquina.
—Solo para que sepas, compré esta cosita mucho tiempo atrás. —Sacó una especie de media bola de cristal, oscura y con un cable que le salía de la parte inferior—. Bueno, no muchísimo, como cinco meses no más, pero es para que sepas que antes de conocerte ya lo había pedido por Internet. No preguntes por qué tardó tanto en llegar.
—¿Por qué tardó tanto en llegar?
Me observó con reproche.
—Si te digo que no preguntes es porque no sé. Lo pedí en una de esas páginas extranjeras de dudosa confianza, así que es una suerte inmensa no haber perdido el dinero.
—¿Y qué es?
—Ven, recuéstate acá. —Me señaló el lugar sobre las almohadas más alejado de la puertecilla. Una vez más, obedecí, moviéndome a donde pedía—. Apagaré la luz ahora.
Estiró la mano luego de conectar la media esfera y la habitación estrecha quedó a oscuras. Lo escuché moverse hacia mí y luego recostarse a mi lado, lo suficiente para que sintiera su presencia pero no tanto como para tocarme. Era prudente.
—¿Es tu manera de buscar un rato a solas y a oscuras conmigo?
—No, pero si así fuera, habría funcionado muy fácilmente. No te opones mucho que digamos.
Sonreí, pensando con seguridad que no le diría que no a nada que él me pidiera.
—Te seguiría al fin del mundo —bromeé.
—Fuertes declaraciones para alguien tan llena de secretos y límites —replicó—. En fin, no te traje a echar en cara las tristezas.
Amaba de Marco que podía tomárselo todo a broma. Le había dicho que le rompería el corazón de hacerlo más que mi amigo antes de que supiera todo y a él solo le causaba gracia lo dramática que yo podía llegar a sonar al prevenirlo.
—¿Entonces?
—Aguarda. —Lo escuché moverse un poco y presionar un botón en la media esfera—. Mira...
Mi cabeza había estado ladeada en su dirección pese a no ver nada, pero de inmediato mudó al techo, al cielo estrellado nocturno que se proyectaba en cada centímetro.
—Wow...
El murmullo me salió ahogado y mi boca se abrió tanto como podía. El cielo se movía, proyectando diferentes constelaciones y un par de planetas que conocía de nombre e imagen, brillaban y rotaban dando paso a más, siendo expulsadas por la esfera. Levanté la mano en reflejo, como si quisiera tocar esos puntos brillantes y la luz negra con manchas blancas envolvió mi muñeca, me maravillé y la bajé de nuevo. Nunca antes me había sentido tan sorprendida por una cosa tan normal. Una sensación de júbilo me invadió y quise llorar sin dejar de sonreír; era lo más cerca que había estado de esos cielos que tanto me fascinaban.
—Karma de Estrellas merece su propio firmamento —susurró Marco luego de unos segundos en que aguanté la respiración.
Sentí sus ojos sobre mí, más yo era incapaz de quitar la vista de las imágenes inquietas. Lo percibí tan crudamente mágico que no podía creer que todo fuera obra de un aparato tan humano.
En un segundo giré a mirar a Marco y aunque apenas unos esbozos de luz reflejada del techo lo iluminaban, pude ver su gran sonrisa y entonces supe que él era el motivo de que un simple proyector se sintiera como magia.
La magia era él, la magia era lo que él hacía dentro de mí sin darse cuenta.
—Yo... —balbuceé, sin levantar mi cabeza de la almohada—, yo no... esto es... Marco, es hermoso.
—¿Verdad que sí? —respondió, emocionado—. Lo vi en internet y supe que debía tenerlo. Luego te conocí y cuando llegó ayer el paquete supe que debías verlo conmigo. Es como un aparatito hecho para ti.
No sé si fue precisamente en ese momento en el que ocurrió esa supuesta chispa mágica humana del enamoramiento. Creo que nadie puede saber realmente en qué instante se enamora, solo abres los ojos un día y sabes que estás enamorado por una suma de pequeños puntos previos, puntos que Marco había ido anotando desde que me dio aquel primer dulce de estrella unas semanas atrás.
La necesidad fiera de mi interior de amarlo me hizo un hueco en el estómago, un vacío que dolía, que fastidiaba desde que lo había besado en el bosque, desde que había conocido el sabor de su boca, de su corazón y me había obsesionado con la idea de no alejarme nunca.
Solo que en ese momento la situación no fue suficiente. El "quedarme a su lado" no parecía ser justo comparado con todo lo que yo deseaba de él. Ser su amiga era un castigo por un pecado que no había cometido. No quería seguir pugnando una falta que no me correspondía.
Si me iba a hundir en la miseria cuando el día de separarnos llegase, me hundiría con justa causa, no con posibilidades limitadas por la culpa.
—Marco, ¿estás dispuesto? —susurré, siguiendo el hilo de mis ideas sin recordar que él no estaba al tanto de cada una.
—¿Dispuesto a qué?
—A darme tu corazón para que lo rompa.
Soltar las palabras me costó menos que pensarlas y eso me complació porque daba fe de la seguridad con que las decía. No quería más juegos del gato y el ratón, no quería más tira y aflora entre Marco y yo, no quería seguir sufriendo ese deseo de besarlo cada día en vano. Totalmente en vano.
El corazón de Marco se aceleró, apremiando mi urgencia también. Las manos me temblaron mientras las estrellas seguían su movimiento de un lado a otro, como si fueran tan reales como lo que sentía en el alma.
—Sí.
—¿Seguro?
—No sé por qué tienes la idea de que tengo alternativa en esto.
—La tienes. Puedes escoger no sufrir.
La voz de Marco sonó queda.
—No, no puedo. Ya estás tan metida en mi vida como es posible, Karma. Y no es queja, es un apunte necesario. Así que tómalo. Toma mi corazón y haz lo que quieras con él.
Mi cuerpo a punto de explotar se giró solo para buscarle los labios. Me recibió sin hacer más preguntas y me respondió el beso.
Llevaba menos de una semana sin besarlo, pero sentí que mi memoria no le había hecho justicia a la sensación. El placer cálido me recorrió de pies a cabeza, mi piel se erizó en cada centímetro, mi respiración se aceleraba en cada roce. Tuve tanta necesidad de él como él de mí y lo sé porque la urgencia se dejaba ver en sus manos que me recorrían en una mezcla de apuro y recato.
Buscando comodidad me ubiqué sobre él, cegada por sus palabras, por el firmamento sobre nosotros, por el hormigueo de mis palmas y de mi abdomen. Sentía sus dedos crisparse contra mi cintura, sus yemas desvistiéndome despacio, sus besos desnudándome las dudas y dejándolas lejos.
Cuando pareció faltarle demasiado el aire desocupó mis labios, pero no había obtenido suficiente de él así que mis caricias bajaron a su cuello hasta su clavícula, Marco echó la cabeza hacia atrás a la vez que sus dedos ejercían más presión en la parte baja de mi espalda.
Le mordí suavemente el lóbulo de la oreja y entonces Marco se impulsó para sentarse, aferrándome con fuerza. Mis piernas rodeaban su cintura y él buscó mis ojos; enrosqué mis brazos en su cuello.
—Tus labios son adictivos —susurré.
Apenas lograba ver una silueta de su cara, pero la imagen medio iluminaba me daba a un Marco alterado, excitado, con los ojos brillantes y la expresión salvaje.
—¿Te arrepentirás de esto en un rato? —preguntó, jadeando—. ¿Me vas a decir que seguimos igual porque aún tienes secretos?
Rocé sus labios sin besarlo, un movimiento de izquierda a derecha que lo hizo suspirar.
—No me arrepentiré, pero aún hay secretos. ¿Te arrepentirás tú, sabiendo que esto a largo plazo no va a ningún lado?
—Nunca he escuchado a alguien tan seguro al hablar de algo que tú al decir que me romperás el corazón.
Pasé con suavidad mis manospor su mejilla, intentando darle firmeza y calma a lo que decía, a la gravedadde la situación. Quise poder dejarle claro que la decisión era suya y queestaría bien si decidía ser solo mi amigo. La mirada de Marco lucía algocompasiva, pero másconsigo mismo queotra cosa, sus cejas bajaron a los lados a la vez que sus manos se entrelazaroncon firmeza a mi espalda y se quedaron quietas.
—Aún estás a tiempo de retractarte.
—Yo creo que no.
—Si no te retractas ahora, estás aceptando que soy temporal para ti.
Marco me analizó con fijeza, tal era su cercanía que pude detallar los contornos de su rostro; me pregunté si él detallaba los míos en esa semi oscuridad. Subió su mano para enredar sus dedos en mi cabello, me atrajo a él para besarme, esta vez con más calma, con más dulzura, con pausas lentas, con permisos y promesas en el roce.
—Sé mía, Karma —susurró sobre mis labios—. Hoy, mañana, dentro de dos días. Sé mía el tiempo que puedas, el que quieras darme, el que dispongas.
—Ya he sido tuya desde nuestro primer beso.
Sonrió antes de buscarme los labios y avivar ese fuego que nos incendiaba el cuerpo.
Errores he cometido muchos, antes, durante y después de Marco, sin embargo, no me había arrepentido de ninguno en ese momento porque cada uno me dio felicidad. Ese, en especial, el error de ceder a mi corazón, la equivocación de permitirme sentir, nos trajo sufrimiento como siempre lo predije, pero valió cada segundo porque los momentos a su lado me revelaban nueva magia en cada encuentro.
Esa noche fue la primera dicha real que había sentido en toda mi vida, la primera vez que probé la felicidad es estado puro, en esa tarde me entregué a Marco tanto como lo recibí y empecé a amarlo tanto como yo pedí internamente que él no lo hiciera conmigo.
Me había resistido tanto tiempo a la colisión de nuestros mundos que cuando finalmente el impacto llegó, creó un big bang que reinició mi universo, creando planetas nuevos de emociones y sensaciones lunares tan mágicas que distaban de ser humanas.
Sabía que estaría en problemas tarde o temprano, sabía que el tiempo me alcanzaría derrumbando todo, que su corazón se rompería y que el mío estaría partido en mil estrellas que no se podrían juntar después, sabía que mi libertad de amarlo era limitada y, sin embargo, con sus caricias bajo el firmamento que me había obsequiado, parecía que cada preocupación se disipaba como una nube al viento.
Ya había cruzado una frontera con Marco, una en la que subía y subía a los sueños que solo se logran ver con la luz apagada, iba a caer algún día, pero no esa noche, no las siguientes, no prontamente.
Así que disfruté. Saboreé cada centímetro de su piel, gocé esa sensación de éxtasis que me invadiría de ahí en adelante, me arriesgué y lo hice arriesgarse a él, pensando solo en el presente.
Todo iba a salir mal algún día, pero mientras tanto, todo estaba maravillosamente bien.
Y con esa certeza me quedaría.
☆☆☆☆☆
¡Hola, lectores!
¿Qué les ha parecido el capítulo?
Les cuento, por si no se han enterado, que esta novela está dividida en 3 partes (todo acá en el mismo libro). La primera termina acá. La segunda es más corta y estará narrada por Marco. La tercera será de nuevo con Karma y no sé qué tan extensa será.
Espero que hayan disfrutado todo hasta acá y que lo se sigue les guste aún más <3 conoceremos más a Marco, a Gris, a su padre, y sus sentimientos :')
Nos leemos pronto <3
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