XXIX. ☆ El energía de Karma ☆
El jueves de esa semana salí de clases a buscar mi bici para irme; no podría quedarme con Marco esa tarde porque debía ir a visitar a Ray a su casa pues al parecer por educación era necesario ir a hablar un rato con sus padres, además Marco tenía partido así que estaría hasta tarde en Midwest.
Mientras quitaba la cadena, escuché acercarse un latido conocido, pero no me giré deinmediato, sino queesperé hasta que llamara mi atención. Grishaild intentó sonreírme, aunque le salióintencionadamente forzado.
—Hola. ¿Podemos hablar un rato?
Enarqué una ceja y observé detrás de él esperando encontrar a Diego por ahí, fulminándome con lamirada. No lo hallé.
—¿Sobre qué? Si se puede saber.
—Tomaré eso como un sí —dijo a cambio—. Siéntate, por fa.
Ella lo hizo primero en el andén junto a las bahías de bicicletas; si no fuera porque a pesar de todo Gris era una persona amable, no habría accedido. Puse la cadena de mi bici en la mochila y me senté a su lado, un poco curiosa pero sin demostrarlo.
—Esta es la parte donde hablas —apuré.
—Es sobre Marco, obviamente. ¿Qué pasa entre ustedes?
Su tono autoritario, como si tuviera todo el derecho de saber o como si yo tuviera la obligación de contestar me hizo reír con ganas y hasta a mí me sonó rayando en lo ofensivo.
—¿Acaso eres su madre? Eso no es asunto tuyo.
La noté enrojecer de vergüenza o de rabia, no sé, pero no iba a permitir que viniera con sus aires elevados a hablarme. Gris tomó aire y eso pareció devolverle la calma, intentó sonreírme, esta vez con más ganas de tregua.
—Te diré el motivo de que Diego y yo tengamos nuestras reservas contigo —anunció. Quise decirle "no me importa" solo por orgullo, pero la verdad sí me interesaba—. Sé que puede sonar algo extraño, no sé si me creas, de hecho, pero es verdad. Diego y yo tenemos... una capacidad que no todas las personas tienen. Nosotros somos empáticos, ese es el término que mi suegra nos ha dado. Podemos sentir, literalmente sentir y percibir las energías de las personas. Sus sentimientos, su humor...
Cada palabra le salía más dudosa que la otra, quizás creyendo que sonaban ridículas a mis oídos —como sonarían para cualquier humano—, sin saber que, si había alguien que conociera de temas extraños y anormales, era yo.
Tuvo algo de sentido lo que dijo; yo nunca había conocido a una persona que dijera sentir energías, pero sería hipócrita de mi parte asumir que no existían. Entre los humanos y la magia hay mil ramas que no son del todo conocidas, así que yo ya no dudaba de cualquier don o capacidad que algún humano o brujo tuviera. Yo veía el futuro, los demás de mi familia no. Era tan enorme el grupo de dones que era imposible negarme a creer en uno.
—De acuerdo...
—No me crees —dijo, no era pregunta—. Sé que es algo raro, ¿sí? Ni siquiera Marco lo sabe, pero es cierto. Las energías de las personas son como voces que solo nosotros podemos escuchar, si alguien está muy feliz, o muy triste, esa sensación nos invade. No lo podemos evitar y a veces es tedioso... No es...
—Para, Gris. Te creo, no necesitas explicarme con lujo de detalles. Son empáticos, comprendo. No soy escéptica. Dime eso qué tiene que ver conmigo.
Grishaild pareció realmente sorprendida de que le creyera, más aún de que usara un tono firme y amistoso. Admito que el conocer su secreto sí hizo que mermara mi desconfianza; ahora, si bien Diego me había dicho antes que lo que le molestaba era mi mala energía, quería saber más al respecto porque... bueno, yo no creía ser de las que tienen mala energía, yo soy dentro de lo que cabe buena persona.
—Tu energía es extraña, Karma. Y es extraña de forma negativa. Haz de cuenta que cada persona tiene una energía de un color vivo, todos son distintos, sí, pero la tuya... es negra, muy oscura. Y nos pesa. Físicamente nosotros sentimos lo que sienten los que nos rodean, pero cuando tú llegas nos sentimos cansados, frustrados, enojados, como si tu energía no solo nos invadiera, sino que nos aplastara el pecho.
—¿La sientes así ahora?
Asintió, puliendo por primera vez una mueca de disgusto.
—Me duele. No siento dolor físico, sino dolor emocional. Estás cerca y ese peso de tu energía me consume, más porque vine sola, cuando estoy con Diego es menos incómodo. Entonces el problema es que no sabemos si tus sentimientos son así de oscuros, o si tú completa eres así.
Reflexioné eso y me pregunté si mi oscuridad se debía a los miles de inconvenientes que me provocaban frustración en la vida, o si mi magia era algo que personas como ella sentían oscuro y pesado. Ambas posibilidades parecían viables.
—No sabía que mi energía era así...
—He discutido con Diego —soltó, tomándome desprevenida—. Él sigue viéndote con los peores ojos, sigue convencido de que eres algo malo.
—¿Y tú no?, ¿ahora seremos amigas? —ironicé.
—Puede que amigas no, pero no enemigas; sé que soy prejuiciosa, pero también me dejo llevar mucho por acciones. Llevas acá ya un buen tiempo y no has hecho nada malo. Discutí con Diego porque le dije que quizás te estábamos juzgando mal, que podríamos darte el beneficio de la duda, intentar resolver el misterio y ya... y él no está de acuerdo. De hecho, si no está conmigo ahora es porque se puso furioso y se fue.
No lo dudé, eso sonaba muy Diego.
—Vale, en pro de mantener la banderita blanca, te confieso que no sé a qué se deba, aunque puedo pensarlo y podemos barajar teorías. Solo tengo seguro que no soy malvada ni cualquier cosa que Diego imagine, así que, partiendo de ahí, es posible investigar juntas.
—Eso quiero creer, Karma. Diego me dijo que soy tonta por venir a, y cito, "meterme en la boca del lobo esperando que él me confiese que me va a comer". —Ambas soltamos una risa ante el comentario—. Es decir, tiene razón, si tuvieras malas intenciones no me las dirías, es obvio. Pero suelo ser transparente y quería que me escucharas.
—Asegúrale a tu novio que no muerdo.
—No me creerá. Pero en fin... ahora el tema por el que vine: Marco. Te lo dije la vez pasada, es mi mejor amigo y lo amo mucho... y por eso me preocupa.
La semi amabilidad que ya había cultivado en esa conversación se me disipó y de nuevo mi mente estuvo en alerta desconfiada.
—¿Qué te preocupa?
—No sé qué tienes con él, pero no me gusta. Tu energía no es tan pesada cuando estás con él...
—¿Y eso no es bueno?
—No, porque a la vez que la tuya mejora, la suya se pudre. —Las palabras no fueron dichas sino escupidas y eso me incomodó—. Karma, yo la única garantía que tengo contigo es tu palabra, entiéndeme eso, y con tu sola palabra no puedo hacer demasiado. Y mucho menos cuando las cosas se están dando así. Incluso cuando no estás, la energía de Marco ya es distinta, es como si la tuya se estuviera traspasando a él y eso me tiene mal. Te pedí que no lo lastimaras...
—Y no lo haré —interrumpí—, no estoy acá para herir a Marco... o a nadie.
—Entonces necesito respuestas, Karma. Yo no puedo controlar las accionesde Marco, pero siesto sigue acá, tendré que contarle todo y suplicarle que se aleje de ti. Puedeque no funcione, perono tengo nada más con qué defenderlo.
En su voz dejó de haber recelo y ahora solo quedó la llana preocupación por su mejor amigo. Pensé que en realidad yo estaba de acuerdo con Diego, ellos pensaban que yo era malvada y de serlo, Gris era una estúpida por venir a decirlo así, por meterse en la boca del lobo esperando compasión. Tenía la suerte de que mis intenciones no fueran malas, pero me dije que ella sería una terrible compañera en una guerra.
Además... otro motivo de que no la mandara a volar por lo que decía era porque dentro de todo sí me entraban muchas preguntas por lo que planteaba. Lo de mi energía negativa tenía posibles explicaciones, pero ¿la de Marco? En teoría no debería cambiar y me pregunté si el tema pseudo-obsesivo que él sentía por mí (y por mi culpa), tenía algo que ver con eso.
Como sea, la idea de estar contagiando un aura pesada a Marco no me gustaba.
Razoné también que conocer las razones de que Gris me percibiera así era algo que me convenía, tenía curiosidad y sería un tema que no había tocado antes en todos mis años de conocer la magia. No le diría de inmediato sobre mi naturaleza, aunque ya no me incomodaba tanto la idea de que ella lo supiera por fines... digamos formales.
Antes de hacerlo, sin embargo, debía averiguar si era realmente relevante el que yo fuera bruja, así que pensé que podía presentarle a Ray y que me dijera qué sentía con él. Si su energía era oscura también, quizás solo era que sus sentidos humanos se colapsaban con los nuestros; pero ya si la energía de Ray era buena... habría que ver opciones.
—De momento no te puedo dar más que mi palabra, Gris, y esa es que te juro por lo más sagrado que no tengo malas intenciones con Marco. Hagamos algo, mañana llega temprano y yo vendré con un amigo, ¿sí? Te lo presento y me dices qué sientes de él. Dependiendo de tu respuesta, podremos avanzar con el misterio de mi energía.
—¿Quién es?
—Es alguien muy cercano a mí —medio mentí—. Tú solo llega temprano y ya luego de que lo conozcas te digo el motivo. Si quieres tu novio puede estar ahí, solo serán unos segundos.
Gris pareció dudarlo un poco pero finalmente asintió.
—De acuerdo. Creo que no es más, entonces me voy ahora.
—Adiós.
Sin ceremonias se levantó y se fue; noté que entre más pasos dejaba entre nosotras, podía respirar con más facilidad, con alivio y me pregunté qué tan difícil había sido para ella conversar ahí conmigo. Imaginé que mucho y aunque seguía sin agradarme demasiado, me gustó que se preocupara tanto por Marco.
☆☆☆☆☆
La señora Walls me recibió en su casa con una amable sonrisa, fue ella quien abrió la puerta y me dio paso hasta la sala donde tenía lista una jarra con limonada y tres vasos. Me pidió sentarme y eso hice, dejando mi mochila a un lado y fingiendo que estaba sumamente cómoda allí. Escuchaba a lo lejos el palpitar de Ray, pero no parecía acercarse aún.
—¿Cómo has estado, Karma?
—Muy bien, señora Walls, gracias.
—¿Qué tal el estudio?
—Rutinario —repliqué en una sonrisa—, muchos temas ya los conozco, pero es divertido ir a la preparatoria; me distrae mucho y siento que no es tiempo perdido.
—Raymond piensa parecido. Sabe que no es obligatorio asistir a estudiar como las personas comunes, pero le gusta, yo digo que lo hace por las fiestas, es un chico muy extrovertido.
—Eso he notado.
La señora Walls se veía muy joven para sus más de cuarenta años; tenía el cabello oscuro y al sol lucía azulado, sus ojos tenían un aire jovial que parecían pedirte que confiaras en ellos. Era un poco más baja que yo, pero siempre andaba en tacones y eso le daba la ventaja de altura. Era una mujer muy amable, muy hogareña, orgullosa de su hijo y de la familia que tenía. Era el ejemplo de una bruja ideal.
Me sirvió limonada en uno de los vasos y la bebí de dos tragos porque era un día caluroso, además de que me inquietaba un poco estar a solas con ella. Por fortuna eso no tardó mucho porque Ray llegó a nuestro encuentro; igual que cuando iba a visitarme a mi casa, se sentó muy cerca de mí y me colocó una mano en la rodilla para que yo colocara la mía encima, como dos personas muy enamoradas. Noté que la señora Walls observó nuestras manos y sonrió, satisfecha.
—Me pareció escucharte desde arriba —dijo Ray en mi dirección, sonriente—. Me alegra que hayas venido.
—Bueno, hay que equilibrar un poco, tú vas muy seguido a mi casa.
Eso le sacó una risita baja a la señora Walls que evidentemente me aprobaba con cada mirada. Por un momento me sentí culpable de estar engañando a tantos con el tema de Ray, pero me sirvió tenerlo al lado rebosando amabilidad y confianza para mermar mis nervios.
La señora Walls se inclinó un poco hacia delante en su sofá de cuero fino, cruzó sus delgadas piernas una sobre otra con una elegancia propia de una dama, su espalda recta, su mentón firme, sus uñas perfectamente arregladas. Era como ver una imagen de revista sobre decoración en la que incluso la persona va perfectamente a juego.
—¿Y cómo van, chicos? Sabemos que para algunos puede ser complejo el tema de los matrimonios arreglados, pero a mi esposo y a mí nos ha complacido mucho la forma en que ustedes lo llevan. Queremos saber qué piensan de todas formas.
Eso en definitiva era mucho más amable y puntual que la actitud de mi padre que se limitó a preguntármelo una vez (a solas) y con un tono que dejaba claro que mi respuesta debía ser positiva.
Ray y yo éramos conscientes de que la señora Walls escuchaba nuestros corazones y agradecí que ninguno de los dos se acelerara con nervios, por lo que nuestras respuestas, al menos a nivel técnico, no salieron como mentiras.
—Aún creo que necesitamos conocernos más —empecé yo—, es decir, hace dos meses apenas nos presentamos. Pero está bien, yo estoy muy cómoda con Ray. —Lo miré de lado, sonriéndole con el mayor de los cariños—. Él me entiende y sabe escuchar. Tenemos mucho tiempo, ¿no? Y me alegra el comienzo que hemos tenido.
—Karma es muy divertida —anunció Ray, también con seguridad—. Su corazón es enorme y no dudo de lo feliz que podrá ser nuestra vida.
La señora Walls asintió, complacida, exhibiendo una sonrisa de muchos dientes blancos y alineados.
—Eso es bueno de oír. Hoy en día es más el número de brujos que están renunciando a su deber, entre más pasan los años hay menos sentido de honor y muchos se dejan llevar por impulsos para dejar su vida planeada de lado.
Ray y yo nos miramos, impasibles.
—Que mal —terció Ray.
—Por eso es tan importante la unión de jóvenes como ustedes. El número de brujos puros ha descendido mucho en la última época, así que procurar una unión así nos llena de regocijo. Con eso en mente, hemos hablado con tus padres, Karma y decidimos hacer una reunión para celebrarlo.
Involuntariamente me tensé un poco en mi lugar.
—¿Celebrar... qué exactamente?
—Su unión.
—Eso se llama boda y aún no es momento, ma —dijo Ray, riendo, aunque sé que a ambos nos tomó por sorpresa—. Karma ni siquiera ha cumplido dieciocho.
—¡Oh, no es la boda! Es una pequeña fiesta para que nuestros amigos y familiares sepan que ustedes se casarán dentro de un par de años.
—¿Y es necesario? —pronuncié, risueña para que no sonara a ofensa—. Mi hermana ya tiene su prometido hace mucho, pero no le han hecho una fiesta de esas.
—Es algo que nosotros como familia Walls queremos hacer, no es que sea protocolario. No se preocupen, no es sinónimo de adelantar la boda ni de que deben apresurar algo. Solo es una celebración.
Dentro de mí busqué objeciones válidas para declinar, pero no hallé ninguna. Era una fiesta por nosotros, ¿bajo qué excusa nos íbamos a negar si asegurábamos que todo iba de mil maravillas en nuestra relación? No había manera.
—De acuerdo. ¿Y cuándo sería?
—Dentro de un mes más o menos. Aún no tenemos fecha porque recién ayer se nos ocurrió. Pero no te preocupes, todo va de nuestra cuenta y organización, ustedes solo deben vestirse elegantes y asistir.
—¿Cómo negarse a eso? —replicó Ray, bromista, aunque sé que por dentro era en serio—. Gracias, ma. Ahora, ¿puedo salir un rato con Karma o la necesitas para algo más? Hace un día precioso.
—No, está bien, salgan. Pero vuelvan, estoy preparando galletas.
Asentimos y nos pusimos de pie. Dejé la mochila sobre el sofá como una garantía de que regresaría y de que no iríamos lejos para luego salir de la casa tomados del brazo. Un par de calles después, Ray resopló.
—Una fiesta... no te ofendas, pero creo que fue idea de tu padre, no de los míos. Es él quien quiere estar siempre seguro de que no le vamos a quedar mal, que tontería.
Eso era cierto. Las veces que Ray, mi padre y yo habíamos coincidido, mi padre era mucho más insistente que la señora Walls, además de que de forma sutil presionaba siempre a Ray con sus palabras, era como si quisiera meterle en la cabeza igual que hizo conmigo que nuestra unión no solo era necesaria sino obligatoria. Llegaba a ser frustrante su obsesión con el tema, pero Ray nunca se había quejado, ni siquiera cuando mi padre me invisibilizaba pues cuando empezaba a hablar de ello, colocaba a Ray en una posición de mando y a mí solamente como una figura que debía obedecerlo.
Ray no me lo había dicho directamente, pero desde que le conté mi historia con Andrew, yo sabía que él ya no tenía aprecio o respeto alguno por mi padre, entonces cada cosa que hacía como esta tontería de la fiesta, solo sumaba a su descontento general.
—También lo creo. Mi papá desconfía de mí... aunque ha estado más tranquilo desde que nos ve saliendo casi a diario.
—Se pondría verde si se entera de que apenas nos vemos cuando te llevo a casa.
—Por eso mejor que ni se entere. En fin, una fiesta no daña a nadie, ¿verdad? Vamos, sonreímos, me tomas de la mano y todos felices.
—Sí, así será. —Ray se soltó de mi agarre para pasar su mano sobre mi hombro y atraerme a él—. No es ideal, pero me alegra que seas mi compañera. Cuando no te conocía, temía que fueras una chica con la idea del amor a primera vista, siempre pensé que de ser así iba a ser muy duro todo porque tú estarías siempre inconforme y a mí me fastidiaría tener que fingir contigo que intentaba enamorarme. Nuestro arreglo me encanta, me complace que puedas ser honesta conmigo y poder serlo contigo; necesitaba una esposa, pero me has dado una buena amiga y eso creo que vale más, al menos por ahora.
—Gracias, Ray. Luego de lo de Andrew creí que iba a odiar a mi futuro esposo porque él sería el motivo de lo que mi padre hizo, pero a como se dieron las cosas, no está mal. No te odio.
—Gracias, me siento muy honrado —ironizó.
—Hablando de otro tema, ¿podrías llevarme mañana hasta Midwest?
—Claro, ¿y tu bici?
—No es por eso. Es que necesito presentarte a alguien.
Tuve que contarle sobre Gris con detalle para que comprendiera el dilema; le dije que era la mejor amiga de Marco, que desde el primer día me había odiado, nuestra conversación de tregua, varios encuentros con ella y finalmente que me había confesado ser empática. Le dije mi teoría sobre las opciones para que mi aura fuera oscura y le encontró perfecto sentido.
—Bien, entonces paso por ti temprano.
Dimos otro par de vueltas por la manzana y regresamos a casa. El señor Walls ahora estaba ahí; Ray y yo entramos con ellos a la amplia cocina y tomamos asiento para comer un par de galletas.
Miré de reojo al matrimonio Walls, ella intentaba sacar una bandeja más del horno y él le hacía espacio en la encimera para que la colocara, luego entre los dos quitaban las galletas para pasarlas a un plato. El señor Walls le tocaba la cintura con seguridad, ella le sonreía ampliamente, eran la definición de un matrimonio feliz y enamorado aun luego de veinte años de unión.
Su relación había sido también organizada por sus familias y me pregunté cómo habían sido las cosas en aquella época, si se habían enamorado a primera vista o si habían existido conflictos de rebeldía por parte de alguno. Quise preguntarles si albergaron en su momento alguna duda como yo, si quizás pensaron que su deber era un sacrificio muy grande o si en algún momento quisieron desistir.
Se veían tan felices que finalmente no quise saber cómo había iniciado todo y solo me pregunté si esa imagen de juegos inocentes en la cocina haciendo galletas era una que Ray y yo proyectaríamos en veinte años frente a nuestros hijos.
Por más que quise visualizar ese escenario, no lo conseguí.
☆☆☆☆☆
Mil gracias por leer <3
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