XI. ☆ Códigos y confesiones ☆
Eran casi las cuatro y tenía dos bolsos colgados en mi hombro, además de dos perchas reposando en mi antebrazo mientras esperaba a Beth afuera del vestidor. El plan había sido repentino, pero al menos me gustaban ese tipo de actividades, era la primera vez que las compras las hacía con una amiga, pero siempre iba con Divine o con mi madre así que era cómodo estar rodeada de ropa.
—Karma, ven —siseó Beth,asomando apenas la nariz por la puerta del vestidor. Entré en el mismo espacio,no era un vestidor gigante,pero sí lo suficiente grande para que cupiéramos las dos con comodidad—.No entiendo estas malditas tiras.
Beth resopló y yo solté una risa al verla con más de diez tiras del vestido en desorden, unas alrededor de su cuello y otras sueltas sin orden alguno. En el maniquí el vestido dorado de seda lucía cómodo y sereno, mas al verla echa un nudo con él, lo dudé; eso era de todo menos sereno.
—A ver, alza los brazos y miramos.
La acalorada Beth obedeció y esperó con paciencia mientras yo le buscaba las tiras que debían ir en su cuello y las dividía de las que debían ir en sus brazos. Fui acomodando una a una en donde correspondían y enderezándolas porque de tanta lucha de Beth varias estaban al revés. Sin querer le enterré una uña en media espalda y Beth dio un respingo.
—Perdón.
—¿Cómo mantienes las uñas tan largas?, ¿son acrílicas?
Nos mirábamos a través del espejo y negué con la cabeza sonriendo. Eran más que naturales, pero era cierto que las mantenía tan bonitas con un poco de magia, les cambiaba el color con frecuencia sin necesidad de esmalte y lograba mantenerlas fuertes y libres de fracturas.
—No, son mías. Tengo uñas fuertes. Te daré un esmalte buenísimo que conseguí en las vacaciones, las ha hecho crecer mucho. Creo que ya está.
Beth se acercó más al espejo y se miró el vestido desde varios ángulos, ahora sí se veía tan mágico como en el maniquí y se sonrió a sí misma.
—Este me gusta.
—Se te ve precioso, mejor que al maniquí.
—Requiere ayuda para ponerse pero me gusta. —Beth giró para mirarme directamente—. ¿Te molesta si miramos algunos otros? Si no me gusta más otro, venimos por este.
—No me molesta. Te espero afuera.
Salí de nuevo y me senté en una larga banca que servía para toda la hilera de vestidores. Miré el reloj; no eran las cinco aún. Pensé en la primera cita camuflada de Ray cuando estuve en casa de Marco y me pregunté si de haberle pedido refugio de nuevo a él, habría accedido; algo me decía que sí, que nunca se negaría a pasar un rato conmigo. Me entró la duda de si había hecho su lista de sueños como dijo o si todo había quedado como un buen chiste; eso me hizo sonreír.
Beth salió pronto y dejó el vestido dorado en el lugar de donde lo tomó, me recibió su bolso y salimos de ese almacén, dispuestas a entrar a otro. No dejé de pensar en Marco y se me ocurrió que podría preguntarle a Beth respecto a él, tenía un par de dudas de las que no se resuelven preguntándole a la persona en cuestión, era más un deseo de un par de chismes y después de todo, Beth lo conocía desde mucho antes que yo.
—Beth, ¿te puedo hacer una pregunta y que quede entre nosotras?
—Sí, claro. ¿Sobre qué?
—Sobre Marco. —Noté por el rabillo del ojo que arrugaba la frente. En pro de no ser tan obvia, pregunté algo cuya respuesta sabía a medias—. ¿Tiene novia actualmente o tuvo recientemente?
—No que yo sepa. Le he conocido dos pero la última fue ya hace mucho, como a principio del año pasado, creo.
—¿Es mujeriego?
Beth rio sinceramente y negó con la cabeza.
—No. Marco es... —Chasqueó la lengua—, no lo sé, es medio atolondrado si soy sincera, es decir, es de esos chicos que tienen siempre buenas intenciones, es solo que es torpe y medio tonto. —Rio con más fuerza—. Pero un tonto bueno. Es muy noble y caballeroso, no te negará nunca un favor si está en sus manos. Lo encuentro muy gracioso a veces, pero si hay algo que se le puede destacar es que siempre le pone buena cara a cualquier tiempo.
—Resulta un poco infantil a veces —concedí, con media sonrisa en mis labios—. Es tierno.
—Gris suele decir que es un polo porque va de extremo a extremo, nunca a medias. Si se emociona por algo se le nota en la mirada, igual si algo lo pone triste lo demuestra muy externamente, o si está enojado, ofendido... —Beth hizo una pausa significativa y me miró fijamente hasta que le devolví el gesto— y también cuando alguien le gusta.
Me tensé de nervios y odié el sonrojo que Beth me hizo aflorar, estaba segura de que ella lo había dicho a propósito y sentirme tan... humana me incomodaba y emocionaba a partes iguales.
—¿Ah, sí?
—No había querido sacar el tema porque me dijiste que estabas saliendo con alguien, pero, ya que tú lo sacaste, no me contengo. —Y siendo literal, Beth expandió la sonrisa y se colgó a mi brazo con entusiasmo aniñado—. A Marco le gustas un montón, es tan obvio.
Reír entre dientes y agachar la mirada era la respuesta más reveladora de todas, pero fue la única que me halló. Yo ya sabía eso de Marco, pero escucharlo de otra voz me aceleraba el corazón como si él fuera el primer chico que conocía en mi vida por el cual me interesaba.
—¿Obvio del tipo "yo lo noto porque lo veo a diario" o del tipo "hasta el señor del bus se da cuenta"?
—Creo que una mezcla de ambas. Sí, yo lo veo a diario y lo conozco, pero en general creo que basta verlo por cinco minutos consecutivos cuando estás con él... aunque —Beth se lo pensó un par de segundos— Gris no lo ha mencionado y si ella no se da cuenta puede que no sea tan obvio; es su mejor amiga y sé que me lo diría si lo sospechara. Bien mirado puede ser que no lo note porque ella casi no está cuando tú estás, pero como sea, es evidente.
—Sí, creo que no le agrado mucho a Gris.
Beth rio, sabiendo que eso era más que cierto. Mantuve mi sonrisa hasta que ella volvió a hablar:
—Y a ti te gusta Marco. Y que conste que lo digo por esta conversación específica, de ti no lo había notado, pero uno no pregunta esas cosas sino cuando un chico le interesa.
Sí... quizás mi misión de sonar casual e indirecta no me había salido ni pizca de bien.
—No creo que sea algo como un "gusto, gusto" —dije, con el sabor de las mentiras en la lengua—. Solo me atrae un poco, nada grave. Desde la semana pasada me da cositas pequeñas cada día, a veces un dulce, o un sticker de esos que salen en las paletas de caramelo que dicen algún halago. —Me mordía el labio inferior tras dos palabras dichas; era una sensación nueva esa de sincerarme con una chica sobre temas tan adolescentes como esos, pero me agradaba. Pensé con culpa que, si me sentía demasiado avergonzada luego, podría borrarle a Beth la conversación del recuerdo y nadie perdería—. Ya tengo dos que dicen "Eres perfecta" y uno que dice "En tus ojos hay más dulzura que en esta paleta". Vamos, sé que salen por defecto en esos caramelos, pero es tierno que los guarde y me los dé.
—Sería mejor que te diera el caramelo completo —bromeó Beth—. ¿Y si te invita a salir?
Mi sonrisa se esfumó lentamente y suspiré.
—Le diría que no. Ya salgo con alguien, ¿recuerdas? Y como te digo, solo me atrae un poco pero no al punto de querer salir con él... ¿crees que lo haga?, ¿que me invite?
—Creo que, si le das oportunidad, sí. No sé qué está esperando, pero se ve muy atontado por ti y si lo digo de él que ya es atontado de fábrica, es porque es cierto.
—Entonces la clave está en no darle la oportunidad de que lo pregunte —musité, más para mí misma, sintiendo un vuelco en el corazón.
—Supongo. No me gustaría que las cosas entre ustedes se pusieran raras si le dices que no, me gusta estar con los dos y estar en medio de eso es horrible.
—Tranquila, tu comodidad está a salvo —ironicé—. Si te llegara a preguntar él sobre mí...
—Le diré que no estás interesada en absoluto —Se adelantó Beth y me guiñó un ojo—. No te preocupes, conozco el código de amigas.
Yo no conocía ese código porque las amigas en mi vida no habían sido muchas, al menos no había tenido una tan linda, dulce y directa como Beth. Le agradecí con una mirada y seguimos caminando hacia la siguiente tienda.
La sensación cálida que tenía en el pecho gracias a la charla y a Beth se enfrió rápidamente al sentir en mis poros un riesgo cercano. En mi oído captaba voces de adentro de los almacenes, música de algunos parlantes, el latido de Beth a mi lado y dentro de todo, el rugido de una moto desconocida acercándose hacia nosotras. Era Beth quien iba del lado que da a la calle y por eso no me percaté del peligro antes, mas ahora que lo reconocí, actué en automático y con imprudencia.
Ya que íbamos enganchadas, halé a Beth con fuerza hacia el muro haciéndola trastabillar a tiempo antes de que el pasajero de la moto le arrebatase su bolso. En los cinco segundos que duró la acción y actuando por reflejo involuntario, levanté mi mano con la palma abierta hacia la moto y esta se corrió hacia el muro de la calle de enfrente haciendo chirriar las llantas que se movieron de manera imposible y horizontal, como si la hubieran empujado con fuerza y a las malas.
El estrepitoso choque contra el lateral de uno de los almacenes creó el caos inmediato: la confusión de los ladrones, que si bien estaban conscientes, era claro que estaban heridos, los ojos de todos en el extraño accidente, la frenada rápida del tráfico, y mi miedo nervioso ante lo que había hecho involuntariamente con magia. Tomé a Beth de la mano, usando la confusión general para meternos en un almacén sin llamar mucho la atención de nadie.
Por fortuna todos estaban tan concentrados en la moto antinaturalmente estampada en el muro que ni siquiera se enteraron de que la intención inicial de ellos era robar a dos adolescentes que ya estaban lejos del ojo público, así que nadie nos buscaba con la mirada.
Nadie, menos Beth, que sí me miraba porque lo había visto todo.
En los ojos de ella había asombro y miedo, pero por razones diferentes a las del resto de personas que se acumulaban alrededor del accidente. La arrastré hasta el fondo del almacén al que entramos al azar, era de ropa y la mayoría de clientes habían salido a chismosear el alboroto así que caminamos sin problemas a través de los escaparates hasta que no hubo más adentro.
Cuando nos detuvimos, la solté y con una inexpresiva tensión, le di una mirada. Esperaba preguntas, shock, miedo, pero lo que salió de su boca me tomó desprevenida:
—Eres una bruja.
¡Gracias por leer!
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Esta es la última parte gratuita de esta historia, espero que haya podido engancharte lo suficiente como para continuarla.
Aún si no es así, te agradezco haberla leído hasta acá y te invito a leer alguna de mis historias gratuitas si te ha gustado mi manera de escribir. Un abrazo inmenso, gracias por el apoyo ♥
☆☆ Nos leemos ☆☆
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