III. ☆ En busca de paz ☆


El sonido de llamada del teléfono me desesperó tanto que lo tuve que apagar y lanzarlo al otro lado del lugar. Estaba harto de su insistencia en llamarme. Cincuenta mil llamadas de Gris, otras tantas de Denny —el hermano de Diego—, algunas de Beth y como dos de mi padre. A ese último le mandé un mensaje de que quería dormir y que no se preocupara, pero a los demás solo los ignoré.

Yo sabía lo que querían. Teníamos una semana entera faltante de vacaciones y todos ellos tenían planes. Marco, vamos a la bolera del centro. Vamos a la piscina del club de natación. Vamos a la feria a tres pueblos de acá. Vamos al sendero del norte, la caminata es grupal y el aire fresco es vigorizante.

Al parecer mis planes de la primera semana de vacaciones de quedarme en casa todos los días no fueron suficientemente claros para ellos en cuanto a mis deseos. Yo no quería nada, solo quería estar solo.

Yo solo quería a Karma conmigo y era lo único que no podía ser.

Los primeros días luego de su despedida la buscaba con los ojos en los pasillos de Midwest aún consciente de que no estaría. Inútilmente le preguntaba a los demás si la habían visto por ahí e incluso gasté mucho tiempo mirando todas las puertas a la espera de que cruzara alguna. Le escribí, la llamé, intenté comunicarme por todos los medios que conocía y al final concluí o que bien le quitaron la comunicación o bien ella me ignoraba sabiendo que era lo mejor para ambos.

Yo entendía en el fondo de mí la importancia de mantenerme lejos y de que ella fuera indiferente a mis llamados (si es que era esa opción) pero eso hacía que la extrañara menos.

Cada día tenía mi llavero de helado en las manos y estando solo, lo abría con mi latido, más que nada porque al despertar cada mañana temía que todo con Karma hubiera sido solo un sueño muy largo mío. Ver el llavero dividido en dos y con La inscripción interna me recordaba que ella existía realmente y que muchas veces estuvo conmigo sobre las almohadas de mi ático, riendo, hablando, besándome, haciendo magia... Y ahora mi ático era gris y permanecía vacío.

Ya había olvidado lo que era dormir en mi cama porque cada noche prefería dormir arriba, de algún modo la sentía más cerca estando ahí. No sé cuánto lloraba porque las lágrimas me llegaban inesperadamente y asimismo no notaba cuando se iban, solo sé que el pecho me dolía al levantarme, la cabeza me retumbaba y la garganta la sentía rasposa.

Durante esa última semana las clases, el horario escolar me mantuvo centrado y atento, sin embargo, la primera semana de las dos de vacaciones sin la necesidad de madrugar ni de tener rutina, perdí la noción del tiempo y su correr. Dormía a ratos, comía cuando ya el hambre me ganaba, hablaba con mi padre lo suficiente para hacerle entender que "solo tenía un mal de amores" y que él se lo tomara con calma, pero por lo demás, me volví un ser inerte con necesidades humanas básicas.

Nunca había pensado que extrañar a alguien podía llegar a ser tan lacerante.

Esa tarde de lunes, el inicio de semana según el calendario, bajé casi a mediodía a buscar algo de comer. Mi padre ya estaba fuera de casa y el silencio alrededor era lúgubre a la vez que reconfortante... hasta que el timbre irrumpió el silencio.

Supuse que era Gris y no quise abrirle. Amaba a Gris como a una hermana, pero con el tema de Karma su compañía se resumía a palabras de consuelo que apuntaban a un "ya lo vas a superar" y no deseaba sus discursos motivacionales, especialmente cuando yo era consciente de que, en el fondo, a ella le alegraba que Karma se hubiera ido. Jamás lo diría, pero era algo obvio.

Mi plan fue quedarme quieto en la cocina hasta que asumiera que yo no estaba y se fuera, pero una voz distinta sonó del otro lado de la puerta.

—¡Marco, sé que estás en casa! —Era Beth, se notaba en voz chillona—. ¡Sabes lo perseverante que puedo ser, y timbraré hasta que se dañe el timbre, se me caiga el dedo o me abras la puerta! ¡Vamos, vine sola hasta acá, ten la decencia de abrir!

El "vine sola" y el recordatorio a su conocida insistencia me hizo resignarme y caminar hacia allí con una manzana a medio comer en la mano. Abrí despacio y con un gesto obvio de "no eres bienvenida ahora".

Beth llevaba un vestido amarillo y una coleta alta, un atuendo muy apropiado para el día soleado que había y que contrastaba con la imagen apagada que yo supuse que tenía encima. Traía un bolso pequeño, una caja mediana de pizza y una sonrisa amable que no respondí.

—No estoy de humor, Beth.

—Se nota de solo verte. ¿Cuánto llevas usando esa sudadera?

—No sé, ¿cuánto llevamos de vacaciones?

Beth frunció el ceño e inclinó la caja de pizza hacia mí.

—Traje pizza.

—Escucha, Beth, te agradezco la intención, en serio, si Gris te envió dile que también agradezco a ella, pero...

—¿Gris me mandó? —interrumpió, casi indignada—. No sé en qué momento te empezaste a creer el centro del mundo, pero no lo eres. Karma se ha tenido que alejar, pero ella no solo existía para tu disfrute, ¿sabes? Es mi amiga, la mejor que he tenido en la vida, a mí también me fastidia que su padre sea tan malnacido. Nadie me ha mandado acá, ni vine a decirte que lo superes, idiota, vine porque no solo tú la extrañas.

La frente de Beth se fue frunciendo a medida que hablaba en un intento de mantener la voz firme. Bajé la mirada al suelo porque en realidad tenía razón: ella también la extrañaba.

—Lo siento —dije, abriendo más la puerta—. Pasa. Puedo hacer limonada si quieres.

Beth elevó el mentón como si lo sintiera necesario para su orgullo.

—Gracias. —Cruzó el umbral y fue hasta la cocina para dejar la caja en el mesón. Vio el tazón que acababa de usar para comer cereal y de nuevo me miró a mí de pies a cabeza. Me sentí demasiado incómodo como para mirarla a los ojos—. Sé que es duro, Marco, sé que duele y sé también que aunque no lo puedo corroborar en persona, Karma también te echa de menos.

—¿Pero?

—¿Pero qué?

—Eso pregunto, ¿pero qué? Todos los que empiezan así terminan con "pero debes superarla", "pero ya pasará", "pero eres muy joven y novias tendrás muchas", "pero no te eches a morir por eso", "pero no exageres, solo es una chica". ¿Dónde está tu pero?

—No tengo ninguno. ¿Quieres hundirte en la miseria? Dale, es tu derecho. Debe ser tu pago por haber sido tan feliz por unos meses con Karma. Nada en la vida es gratis. No soy adivina para decirte que con el tiempo mejorará ni soy una mierda para decirte que ella solo es "una novia de muchas". Tu dolor es tuyo y nadie debe decirte cuánto debe durar o que tan intenso puede ser.

Mi mano derecha estaba apoyada sobre el mesón y de reojo la vi; temblaba, mis uñas estaban más largas de lo normal y al bajar más la mirada vi el estado deplorable de mi sudadera. No quise ni imaginarme cómo tenía la cara o el cabello o los ojos, pero de repente me sentí desnudo ante Beth porque era la primera que no me decía que yo exageraba y no quería que me viera siendo miserable adrede.

—Deberías explicarle eso a Grishaild —musité con la voz ronca.

Beth se encogió de hombros.

—Gris no ha perdido amores, ella no entiende, no sabe y por ende, no puede consolar correctamente.

Hubo un largo pero cómodo silencio en que respiré hondo y agradecí mentalmente a Beth por estar ahí sin ser bienvenida.

—Gracias por la pizza. Dame un rato y me doy una ducha y comemos, ¿te parece?, ¿tienes tiempo?

—Tengo todo el día.


☆☆☆☆☆


Cuando el primer lunes de clases llegó, me sentía mejor. Beth estuvo conmigo durante esa segunda semana de vacaciones —pues en la primera estuvo fuera de la ciudad, visitando a la familia de su novio— y no me presionó ni una sola vez a nada, sin embargo, su mera presencia hacía que yo tuviera la necesidad de al menos ducharme a diario y no ser tan cortante con todos. Beth se volvió un excelente apoyo durante esos días y fue gracias a ella que mi semblante fue más normal para el regreso a la preparatoria.

Cuando me bajé del autobús la primera cara que me recibió fue la de Beth y traía esa sonrisa que solo mostraba cuando estaba con nosotros en el comedor. Me codeó a modo de saludo y noté que me miraba de reojo más de la cuenta, como si intentase adivinar cómo estaba mi humor ese día.

—¿Listo para otro semestre de clases? —musitó sin mucho interés—. Escuché por ahí que la señora Brown se dedicó en las vacaciones al yoga y que viene menos estresada que de costumbre.

—Ya se estresará luego de la primera semana —comenté; Beth rio—. ¿Te cortaste el cabello de ayer a hoy? Lo veo distinto.

—Gracias por notarlo, y sí. Anoche mi novio me acompañó al salón porque quería despuntarlo un poco a último minuto. —Asentí—. Oye, anoche hablé con Gris.

Gris dejó de intentar llamarme durante la semana cuando supo que Beth me acompañaba; no como un gesto de mala amiga sino como uno que yo mismo le pedí a través de Beth: que me diera espacio. Recordé que Gris tenía su don empático y por lógica supuse que estar a mi lado cuando me sentía tan mal no le sentaría bien así que no era conveniente para ninguno de los dos. Beth no sabía esa razón, a ella solo le dije que no quería su compasión y Beth me creyó.

—¿Sí? ¿Qué te dijo?

—Yo le dije a ella —aclaró—. Ya sabes, que no te mire como si viese a un perrito lastimado, que estabas bien, pero que no querías hablar de... bueno, de ella, entonces que procurase no sacar el tema.

Una parte de mí se sentía estúpida de necesitar esas advertencias y esa protección de parte de Beth, pero otra lo agradeció porque conocía a Gris lo suficiente para saber que para ella todo se solucionaba hablando y dejando las emociones salir, así que sacaría el tema a la primera oportunidad.

—Gracias.

—Ahí llegaron —informó, mirando hacia atrás sobre su hombro, donde la moto de Diego estaba estacionando con Gris detrás—. ¿Quieres apostar a que Gris hace lo que le dije? Yo apuesto a que no, ya te sacará el tema eventualmente.

Su tono socarrón me hizo reír así que cuando Gris se acercaba con su novio, la primera imagen que vio de mí fue una sonriente. Se soltó de la mano de Diego un momento para acercarse y abrazarme; no la había visto durante los últimos catorce días y aunque me sentí mal al pensarlo, creo que ella me extraño más a mí que yo a ella.

—¿Qué tal sus vacaciones? —preguntó Beth de inmediato al notar que Gris no sabía qué decirme—. Por lo que veo nada de sol, ambos están igual de pálidos que siempre.

—Siempre eres un encanto, Beth —le dijo Diego sin expresión alguna en su voz.

—Pues fueron buenas —contestó Gris—, fui con la familia de Diego a unos termales, algo divino. También fui con mi mamá a la Reserva Natural del norte. Y Diego me llevó a una feria de libros usados a un par de horas; gasté todo mi dinero y fui feliz.

—Sí, y todo tuve que cargarlo yo —espetó Diego blanqueando los ojos—. No te vuelvo a llevar a esas ferias.

—Eso dices después de cada feria —dijo Beth, haciendo que todos, incluso Diego, riéramos—. Te las das de bravucón pero Gris te da tres vueltas con un dedo. Eres un encanto —repitió lo que él le dijo.

La amistad de ellos dos era así: un cariño receloso lleno de insultos... aunque sé que en el fondo se querían y se apoyaban.

El timbre del fondo sonó y eso nos obligó a retomar camino hacia adentro. Notaba con el rabillo de ojo que Gris me observaba con suspicacia y con el deseo de hacer la pregunta "¿estás bien?" atorado en la lengua, pero por fortuna se contuvo.

Mi primera clase no los incluía a ninguno de ellos así que partimos camino al entrar. Una sombra permanente me perseguía al ver cualquier punto de los pasillos en que Karma hubiera estado conmigo, pero me había propuesto a no afligirme más de la cuenta, así que solo dedicaba dos segundos al recuerdo y seguía buscando concentrarme en cualquier otra cosa; no era fácil, pero no me resultaba imposible y sabía que, de ser necesario, podría llamar a Beth y pedirle que hablara conmigo un rato en cualquier momento. 

Pensé en Karma y me pregunté si para ella su apoyo y ayuda era Ray; esa idea me supo agria y la dejé pasar al sentarme en el último lugar del salón de mi primera clase.

Necesitaba normalidad, necesitaba seguir.

☆☆☆☆☆

En el receso en la cafetería me encontré solo; Gris estaba en la dirección pues empezaban a hablar sobre los planes para la celebración de Halloween de ese año y Gris siempre procuraba ayudar con la organización; de Beth no supe, pero no la hallé en el comedor.

Me senté solo en la mesa de siempre para dar vagos mordiscos a una galleta que no me supo a nada, tenía la mente tranquila, en blanco, apenas pensaba en la acción de llevarme la galleta a los labios y morder, y entonces alguien se sentó a mi lado. Con un vistazo noté que era Diego; le asentí sin mucha emoción a modo de saludo, sabiendo que no diría nada, que solo se sentaba ahí para esperar a Gris o a que sonara el timbre.

Sin embargo, aclaró su garganta y sin mirarme, habló:

—¿Cómo estás, Marco?

Con un gran esfuerzo pude evitar girar mi cabeza con brusquedad, así que solo mis ojos mostraron mi sorpresa ante su interés.

—Emmm... ¿bien?

No sé para cuál de los dos ese cruce de dos frases fue más incómodo; me pregunté si Gris le pidió que hablara conmigo, pero a diferencia de con Beth, me pareció muy grosero echárselo en cara; pudo ser porque no le tenía la confianza suficiente como para cuestionar sus actos.

—Cristal no es la única empática, ¿sabes?

Recordé vagamente que él también lo era y de nuevo tuve esa sensación de estar desnudo y vulnerable frente a alguien que no debería verme así. Me removí en mi lugar, dejando la insípida galleta sobre la mesa.

—¿Y quieres que te diga en voz alta que me siento como la mierda? —solté, procurando sonar divertido, aunque en realidad me salió muy brusco el tono. Por fortuna Diego no es de los que se afecta por ese tipo de cosas—. Eso no es muy amable de tu parte.

—No soy uno de esos que alardean de amabilidad.

Sonreí un poco, y supongo que él también lo hizo, pero no giré a verificarlo.

—Lo he notado.

—No soy bueno dando rodeos, Marco —dijo en tono serio, un tono que me invitaba a mirarlo y prestarle más atención—, así que no lo haré. No me interesa escuchar si estás bien o mal, ya sé con certeza que estás mal y no soy Cristal, que quiere siempre hablar de sus sentimientos. Y nunca oculté mi desdén por Karma, lo sabes, sin embargo también sé con certeza que tú la amas y no lo cuestiono. Beth ha hablado conmigo y me ha... contado partes del motivo de que Karma se fuera y de nuevo, no me interesa, pero a ella sí le interesa y a Cristal también porque te quiere y aunque me es indiferente lo que pase en tu vida o en la de Karma, puedo comprender lo que te sucede al imaginar cómo me sentiría yo si Cristal tuviera que irse de mi lado.

Lo dijo todo tan deprisa y sin apenas tomar aire que se puso colorado al terminar... pudo ser eso o que de verdad no se le daba muy bien lo de hablar con algo de empatía. Que ironía.

—Si es tu forma de dar consuelo, es terrible.

—Ni tú ni yo esperaríamos consuelo de mi parte.

—Entonces, ¿a qué se debe tu discursito?

—Beth y yo iremos a visitar a Karma mañana —dijo como si nada, pero yo casi me caigo de la silla y abrí mucho los ojos. Él blanqueó los suyos—. Me sigue dando repelús el tema de Karma y su... ya sabes, su forma de ser, y no es que me enamore la idea de ir a su casa, pero ella me dijo alguna vez que a mí no me podía manipular la mente y todo eso... —Diego carraspeó, como si solo mencionar a Karma le revolviera el estómago e imaginé que así era dada la forma en que Karma se dio a conocer con él y con Gris— y Beth dice que en ella tampoco funciona, así que suponemos que no nos va a pasar algo como que nos borren la memoria o algo así, lo peor que puede pasar es que nos cierren la puerta en la cara.

—¿Y para qué van a ir?

—Yo pregunté lo mismo. —Diego blanqueó los ojos. Cero tacto—. Pero según Beth ha sido más duro de lo normal para ti porque no sabes nada de ella, porque se fue de repente. E imagina que para Karma es igual, así que quiere ir para poder decirte que ella está bien y para decirle a ella que tú lo estás. Las palabras de Beth fueron "ambos deben estar en luto como si de verdad se hubiera muerto el otro porque quedaron incomunicados", cree que con esto ambos estarán un poquito en paz. —Diego bajó la mirada a sus manos, cuyos dedos jugueteaban unos con otros—. Así que...si le quieres enviar algún mensaje o algo, es tu oportunidad. Solo iremos una vez... y lo hago por Cristal, no por ustedes.

Omití su último comentario. Por un momento me pregunté si de verdad saber que ellos dos la iban a ver y yo no, me iba a hacer sentir mejor que no saber nada de ella. Era yo quien quería verla, tocarla, besarla, no solo saber de ella. Sin embargo las posibilidades realistas no me dejaban muchas opciones.

A lo mejor que me dijeran "Karma está bien, su padre no está tratándola mal y avanzará" sí era lo que necesitaba para buscar tranquilidad.

—¿A qué hora irán? —pregunté.

—Después de clases, mañana.

—Ya pensaré en algún mensaje para ella.

Diego asintió sin demostrar interés alguno, de nuevo pensé que Gris lo obligaba, pero por una vez no me molestó esa idea. Obligado o no, él iba a visitarla y yo iba a estar más calmado.

—Como quieras.

Se levantó de la silla y sin ceremonias salió, dejándome la mente llena de Karma, solo que por primera vez en tantos días, no había solo tristeza al pensar en ella. 

☆☆☆☆☆

☆ Gracias por leer 

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