I. ☆ Un capricho imposible ☆
Fingí no notar que Grishaild me observó por un buen rato antes de hablarme.
—Marco, ¿todo está bien?
Más que bien, pensé.
Compartía esa hora de clase con Gris, pero por problemas con la maestra la teníamos libre así que habíamos llegado al gimnasio a matar el tiempo ahí y ver a otro de los grupos en clase de educación física. No era coincidencia que Karma fuera una de las que estaba en esa clase... quizás Gris no lo sabía, pero yo había propuesto el gimnasio solo para verla a ella.
En mi mente me veía a mímismo mirándola de reojo,pero la verdad puede que la haya perseguido con los ojos por mucho rato.Me tenía estúpido, a falta de un mejor término. Desde que teníamos nuestroacuerdo de ser todo en la clandestinidad de mi ático, pero ser nada en el resto de sitios,parecía que me obsesionaba más y más con ella al punto de que a veces me eradifícil creer que en serio estaba conmigo.
—Sí, ¿por?
El entrenador había puesto a esa clase a estirar luego de darle varias vueltas a la cancha y sé que fue adrede el que Karma decidiera inclinarse de forma de su trasero quedara en mi línea de visión. Ella era consciente de mi presencia, de mi charla con Gris, de mi latido cardiaco... era aún algo confuso para mí el que tuviera tan buen oído, pero había descubierto que usaba eso para alterarme cada que podía. Era como su jueguito personal y me provocaba más cuando me veía a solas con Gris, a veces creía que me ponía a prueba a ver si le contaba a mi mejor amiga sobre lo nuestro.
—¿Tienes algo con ella? —preguntó, usando un leve despectivo en el pronombre.
No era la primera vez que Gris me preguntaba aquello y yo tenía siempre la duda de si era tan tremendamente obvio para todos en Midwest o si solo ella lo notaba por ser mi mejor amiga y porque Karma en específico no era de su agrado. No negaré que me era un poco incómodo el mentirle, pero ya tenía la confianza de Karma y no la iba a perder ahora.
—No. Es mi amiga.
—Le morboseas cada parte del cuerpo —me reprendió, con molestia. La miré con una ceja enarcada pues ese tipo de expresiones no eran usuales en ella. Gris lucía realmente incómoda—. Es asqueroso.
—Tú eres peor con Diego.
—Diego es mi novio. Y si no tienes nada con Karma, es asqueroso.
Recapacité en que su forma de hablarme era en realidad un intento de sacarme lo que Gris consideraba como verdad: que Karma y yo teníamos una relación.
—"Asqueroso" no es la palabra que yo usaría. Karma es muy bella y lo sabes. ¿Qué quieres que te diga? Me parece preciosa, es todo. —Volteé a mirar a Karma y noté que sin vernos, sonreía como si estuviera frente a mí; estaba escuchando muy atentamente mis palabras—. Me encanta demasiado.
—¿Y estás saliendo con ella?
—Tú serías la primera en saberlo —dije, con un ligero regusto a culpa—. Ya te dije que ella sale con alguien.
—¿Y no te parece grosero comerte así con la mirada a alguien comprometida? —objetó.
Consideré entonces que quizás su recelo era por ese sexto sentido femenino que hace que las mujeres se defiendan entre ellas se agraden o no, y si era así, era normal que le incomodara que su mejor amigo mirase con lascivia a una compañera no disponible. Debí lucir como un salido a sus ojos.
—Lo siento. Sabes que no soy así...
—Pues con ella sí eres así.
—Ya se me pasará. Sabes como soy cuando me encapricho con alguien y peor si ese alguien es un imposible.
Gris pareció verles lógica a mis palabras porque destensó su frente y asintió con más gentileza. Para ella no era un secreto que Karma me gustaba, pero en su versión yo no había cruzado ningún punto más allá del amor platónico inalcanzable.
—Si hubieras seguido saliendo con Helena, quizás habría funcionado con ella.
—Eres una ultra defensora de Helena, ¿sabías?
—Ella me agrada... más que la peliteñida.
Miré a Karma y noté que observaba a Gris de reojo con un desdén inmenso, llegué a pensar que se acercaría a hacer reclamo por el apelativo casi ofensivo que salió de sus labios.
—No seas grosera —reprendí—. Tú nunca eres tan ofensiva, te desconozco.
Grishaild se sonrojó porque sabía que yo tenía razón. Ella no era un ser rencoroso, menos grosero y seguía sin comprender su odio natural a Karma. Dejé de preguntármelo mucho tiempo atrás dándolo por perdido, pero de vez en cuando me entraba la duda.
—Tienes razón, borra lo que dije. Karma no es mala persona.
—No, no lo es.
—Aun así, no me agrada.
—Y estás en tu derecho. Yo ya me hice a la idea de que no serán mejores amigas, no te preocupes. Tú tampoco eres santa de su devoción.
Gris rio, negando con la cabeza.
—Solo... procura no mirarla así. Te ves como un pervertido. Yo soy tu mejor amiga y sé que no lo eres, pero los que te vean pensarán lo peor. —Gris miró a Karma que estaba de espaldas a nosotros—. Y ojalá te pase pronto ese capricho.
Mis ojos se clavaron en Karma cuando quedó de frente a mí, pero sin levantar la mirada, lucía muy concentrada en su compañera de ejercicios, pero yo sabía que me prestaba atención y que en ese lenguaje silencioso disfrutaba de mi presencia.
Gris desvió la atención para tomar su mochila con la disposición de irse, lo que no me dejaba otra que irme con ella. Antes de salir del gimnasio Karma me miró a los ojos con una sonrisa ladeada y juro que hasta yo pude escuchar mi corazón.
☆☆☆☆☆
Karma me mandó un mensaje a mitad de clase diciendo "Tengo que hablar contigo, te veo en mi casillero. Ahora.". En primera teoría temí que estuviera molesta por algo de lo que escuchó de mi conversación con Gris un par de horas atrás, lo supuse por la sequedad y extrañeza de su mensaje.
Pedí el permiso para salir al baño y me desvié casi trotando porque estaba lejos de su casillero; subí las escaleras tan rápido como pude y pasaba lentamente cuando iba junto a una puerta para que ningún maestro se alertara de verme corriendo. Cuando giré la esquina que daba al pasillo de su casillero no la vi ahí, pero seguí caminando lo que me faltaba en esa dirección.
Antes del lote que ocupaba su casillero había una puerta que se abrió a mi paso y unas manos de uñas largas me halaron adentro. El susto fue momentáneo, pero se apagó rápidamente cuando sentí los labios de Karma presionando los míos y su aroma a perfume frutal rodeándome.
—¿Un capricho? —reclamó luego, en tono alto—. ¿Soy un capricho?, ¿no pudiste decir algo mejor?
La abracé por la cintura y la empujé hasta que su espalda tocó la puerta. Era uno de esos cuartos pequeños donde guardan las cosas de limpieza y estaba oscuro, con un olor penetrante a cloro y lavanda. No la besé, pero sí le mordí el labio inferior por un par de segundos, lo halé sin soltarle la mirada para luego dejarlo libre.
—Un capricho imposible —maticé.
—Eso no lo arregla.
—Oye, yo fui el que quedé mal. A ojos de Gris me vi como un salido por mirarte así.
—"Un pervertido" fueron sus palabras —recordó—. Y no es mi culpa que tus ojos sean de pervertido.
Adiviné una sonrisa amplia y burlona en su rostro, uno de esos gestos con que yo sentía la necesidad interna de fotografiar para guardar por siempre.
—Le diré a la próxima que te miro como te deseo —aseguré, acariciando suavemente su espalda baja—. Que me tienes tan idiota que solo pienso en besarte, lo que me bajará el promedio académico porque no me concentro en clases. Le diré a Gris que eres un capricho salvaje y que me disculpe por mirar tan morbosamente. ¿Suena mejor para ti?
Karma me atrajo para besarme con una lentitud dolorosa. Sus dos labios retuvieron uno de los míos con tal inocencia que cualquiera diría que jamás en su vida había besado y que estaba nerviosa. Con la punta de su lengua delineó mi labio inferior, pero fue tan pausadamente que tuve la sensación de que yo no debía moverme nada para no dañar el momento, sino dejar que hiciera conmigo lo que quisiera.
Hay besos que prenden y otros que solo calientan el alma hasta muy adentro, que logran hablar y confesar la comodidad en la que se sienten, la felicidad que contienen, que pueden congelar segundos y hacerlos eternos, esos llegan a ser mejores que los arrebatados porque son íntimos, personales, de los que se reservan solo para algunas personas con suficiente paciencia y cariño para ganárselos. Karma me estaba dando uno de esos, robándome el aliento y un pedacito más del corazón.
—Tus labios pueden decir lo que quieran, siempre y cuando sigan besando tan bien.
—¿Y mis ojos? Esos no los controlo mucho.
—Que me recorran —susurró—, que me acaricien. Si no te molesta que te vean como un pervertido, yo no me enojo. Fingiré que no me doy cuenta.
—Pero procura no provocarme.
—¿Y dónde está la diversión en eso? —Me guiñó un ojo con picardía—. Deberíamos volver a clase ya.
Asentí y di un par de pasos atrás; a media luz Karma lucía como un espejismo con su cabello plata y sus ojos claros. Era en definitiva la criatura más bonita que había visto en mi vida y lo afortunado que me sentía de poder besarla y tocarla era algo inigualable.
—Olvida lo que dije. Provócame lo que quieras.
Karma, desde su lado del pequeño cuarto, me sonrió.
—Eres precioso, ¿sabías?
Solté una risa.
—Eres la primera que me da halagos tan... directos. Nunca en la vida me habían llamado precioso a excepción de mi madre cuando era bebé.
—Los humanos no tienen bien visto recalcar que un hombre pueda ser de buen mirar; al parecer eso no es muy masculino. Irónico, ¿no crees? Yo soy más mujer si soy bella, pero tú resultas menos hombre si lo eres.
Su forma de decir los humanos sonó a una declaración directa de que ella no formaba parte de ese grupo, lo cual me hizo sonreír. Karma seguía siendo de muchas formas un misterio para mí, sin embargo, conocía de momento parte de su naturaleza y eso me hacía quererla aún más.
Con un tono condescendiente, respondí:
—Que raros somos los humanos.
—Suerte para ti que no soy humana.
—Y que nada me hace sentir más hombre que tú —bromeé.
Karma asintió riendo. Puso una mano en la perilla de la puerta.
—Gracias por venir.
—A charlas de este tipo vendré siempre que quieras.
☆☆☆☆☆
Notaba que mi padre nos daba a Karma y a mí fugaces miradas de reojo. Él estaba en su computador en la mesa alta de piedra de la cocina, pero desde su lugar era posible una imagen directa del sillón negro de la sala, donde nosotros disfrutábamos de una película.
Karma lucía muy concentrada en la pantalla, pero yo dividía mi atención entre la mirada sospechosa de mi padre y el rostro de ella, enmarcado con los lacios mechones de su cabello y su flequillo.
Papá se levantó un momento al baño del primer piso, que estaba en el espacio bajo la escalera; era un baño pequeño, los grandes estaban arriba, pero supongo que le dio flojera subir. Cuando la puerta del baño se hubo cerrado, Karma ladeó la cara para verme con una burla implícita en su gesto.
—Siento que tengo chaperón con tu padre mirándonos tanto.
—Lo notaste, ¿eh?
—Literalmente escucho lo que está haciendo en este momento, ¿cómo no me voy a dar cuenta de sus miradas?
Un gesto de asco me apareció en la cara, entonces pensé en lo desafortunado que podía ser tener tan buen oído, y lo incómodo que podía llegar a ser para los humanos que eran conscientes de eso, es decir, para mí. Omití comentar al respecto.
—Le extraña que estés acá tanto tiempo.
—¿Es una forma de tu padre de decirme que le incomodo? Dime la verdad.
Solté una risa.
—No, no en ese sentido. El día en que lo conociste no le pasó desapercibido que tú y yo... ya sabes, habíamos tenido algo en la cocina, así que asumió que salías conmigo. Le juré que no, no me creyó pero lo mantuve. Ahora estás acá con frecuencia, pero siempre eres solo mi amiga, eso es lo que él ve y está algo confundido.
Mientras mi padre estuviera presente, Karma era la persona más formal del mundo conmigo. En el sofá se sentaba siempre en un extremo, poniendo su mochila a su lado para obligarme a guardar distancia; rara vez cruzaba mirada directa conmigo, hablaba poco y sus sonrisas eran solo de aire cortés. A veces cruzaba un par de palabras rutinarias con mi padre, siempre educadas y distantes, pero eso era todo. Papá sabía que aparte de las tardes luego de clases, yo no me veía con Karma nunca así que era obvio que no salíamos. Era una mentira bien elaborada.
—Quizás debo dejar de ser tan invasiva —musitó en voz baja—. Es cierto que paso demasiado tiempo acá.
—No sería invasivo si vienes a escondidas a mi habitación... papá ni se enteraría.
Karma me miró con reproche divertido y a lo lejos sonó la cadena del baño, luego mi padre salió para volver a su lugar en la cocina. Nuestra charla terminó de momento.
Dar pasos con Karma a veces se sentía como dar una excursión por un campo minado; yo sabía que le gustaba que fuera coqueto con ella, que le hablara con picardía y la mirase desde lejos con admiración, sin embargo, había una fina línea invisible que yo procuraba no tocar. Con Karma era cuando ella podía, cuando quería, cuando lo insinuaba. Ella tomaba la iniciativa del ochenta por ciento de los besos y ponía los límites donde quisiera; yo, sabiendo que de dar un mal paso podría ahuyentarla, le seguía el juego.
Habían pasado dos semanas desde que nuestro acuerdo cambió a uno más libre, desde que estuvimos juntos bajo la luz del proyector de estrellas y, aun así, había un acuerdo silencioso de vamos con calma; era irónico pensarlo dado que ya nos habíamos acostado, pero de nuevo, todo iba al paso de Karma y yo estaba perfectamente bien con eso.
No sabía si era por ese límite invisible de Karma que no había accedido a lo de volver a meterse a mi habitación, pero no se lo pregunté nunca tampoco, cuando se lo proponía lo decía en tono bromista y ella me respondía con una sonrisa apretada hasta zanjar el tema.
Noté a Karma leyendo un mensaje de su teléfono, luego miré al reloj de la pared que ya marcaba más de las ocho, lo que significaba que era momento de que se fuera. Se levantó del sofá y caminó hasta mi padre.
—Debo irme ya, señor Alan, así que hasta luego.
Le dio la mano con la misma formalidad de siempre, dedicándole una sonrisa.
—De acuerdo, que te vaya bien.
—Gracias, que tenga buena noche.
Karma volvió a mí para tomar su mochila, yo me puse de pie para acompañarla a la salida sintiendo la intrusiva mirada de mi padre sobre nosotros. Al llegar a la puerta, salí un momento dejando entreabierto con nosotros afuera; Ray no demoraría en llegar.
—Te veo mañana —musitó.
Karma bajó uno de los escalones del pórtico, lo que me hizo quedar a su altura y entonces me entró una interrogante aleatoria.
—¿De verdad mides uno setenta y ocho?
Yo sabía que el escalón medía más de ocho centímetros y con ella abajoquedábamos casi iguales; mis matemáticas no eran muy buenas, pero la diferenciadebería ser más a mi favor. Una de las comisuras de su boca se elevó, pero con un aire detravesura que no le cabía en el rostro. Me había mentido.
—Pasé por el uno setenta y ocho... como a los catorce.
La moto de Ray llegó rugiendo desde una calle antes; en mi rostro había una incredulidad que hizo reír a Karma.
—Me mentiste.
—Una mentirilla blanca.
No me enojé, al contrario me dio risa su gesto, era como si ella considerase ese mini engaño algo muy divertido y travieso.
—¿Cuánto mides?
—Es de mala educación preguntarle eso a una mujer.
—No es cierto, es de mala educación preguntar cuánto pesa o cuántos años tiene, no su altura.
Su seriedad se acentuó más.
—Es de mala educación preguntarle eso a una bruja.
A menudo pensaba que Karma me tomaba por un tonto, no en mal sentido, sino que me veía como alguien muy impresionable desde el día en que casi se me salen los ojos cuando hizo levitar unas hojas secas. Se burlaba cariñosamente de mí y esa ocasión fue una más porque siendo que el tema de su naturaleza me tomaba a veces desprevenido y lo sentía como algo muy personal, le creí y de inmediato tuve la necesidad de disculparme.
—¿En serio? Ay, por Dios, discúlpame, no creí que fuera ofen...
Me calló con un beso que escondía una risa y entonces supe que yo había caído en su mentira. Me separé indignado y Karma pudo soltar su carcajada a gusto; lo que más me molestó en ese momento fue pensar que Ray aún a su distancia, lo escuchó todo. Debía estar riéndose de mí también.
—¡Eres tan dulce! —exclamó riendo.
—Eres una tonta. Te burlas de mí.
Karma intentó tomarme por la camiseta, pero disfruté del momento de resistirme, como si la verdad no quisiera besarla por mucho rato. Karma insistía sin dejar de reír.
—¡Ven! Dame un beso que debo irme.
—Te lo daré mañana.
Karma irguió el mentón, orgullosa, dejando de lado sus manos. Enarcó sus cejas, incrédula pero indispuesta a pedirlo una vez más.
—Pues tú te lo pierdes. —Al ver que no dije nada, bajó el otro escalón, mirándome de reojo para que yo cambiase de opinión. Me crucé de brazos—. Aún puedes decir que sí.
—No, gracias.
—¿Seguro?
—Seguro.
Karma me dio una última mirada casi de advertencia, pero no flaqueé, lamentando que mi corazón estuviera en situación opuesta porque eso le delataba la verdad a Karma: que era duro negarle un beso.
—Bien, adiós, Marco orgulloso.
Jugó a la indiferente y dio media vuelta para echar a andar hacia la moto. Los pies me picaron por ir tras ella, pero esa minidiscusión era ahora un tema de orgullo, de o cede ella o cedo yo y yo no iba a perder. Tragué saliva cuando la vi montarse en la moto, pero no me moví hasta que se fue.
Al entrar a casa, exhalécon pesadez y solté una risa, feliz. Caminé hacia la cocina porque de repentetuve mucha sed, y como era de esperarse, papá me interceptó.
—Entonces... ¿sales con ella?
Gris y papá podían competir por quién preguntaba eso más veces y creo que empatarían.
—¿Lo preguntarás a diario? Porque la respuesta a diario seguirá siendo no.
—Es linda.
—Sí, lo es.
—¿Va en tu mismo curso?
—Sí. Y le rinde mejor en varias materias, es muy lista.
—Ya.
Saqué una jarra con agua de la nevera y serví un poco en un vaso, la bebí a tragos lentos ante la mirada de mi papá. En algún momento durante esos días empezó a ser divertido el dejarlo confundido y con mil preguntas, por suerte, con el tema de Karma se me daba muy bien mentir.
—¿Quién viene a recogerla cada noche?
—Un amigo suyo.
—¿Por qué?
—Porque vive algo lejos y hace días que no carga su bici.
—Me refiero a que por qué viene acá —corrigió con tacto. No había reclamo en su voz, solo llana curiosidad—. Es decir... viene casi cada día a mirar televisión toda la tarde, ¿y ya?
Cuando papá llegaba ya era frecuente verla conmigo así que yo creo que, en su mente, las horas desde la salida de estudiar hasta su llegada en la noche debían ser usadas de forma romántica sí o sí, así que el que yo se lo negara le era chocante. No es que mi padre fuera de los que me prohíben mucho, pero yo siempre le contaba todo, así que en este caso se sentía engañado; le gustaba tener una relación buena conmigo.
—Papá, no hacemos nada malo antes de que tú llegues.
—No tiene que ser malo —dijo con intención.
Me sonrojé y terminé mi agua para luego blanquear los ojos.
—Papá, Karma y yo no tenemos nada, solo es mi amiga.
—Ya. ¿Y de dónde viene?
Iba a responderle con el mismo tono bromista de toda la conversación, pero cuando no supe qué responder, me enserié. ¿De dónde venía Karma? En pro de respetar sus tan preciados secretos e ir a su ritmo, había dejado de lado prácticamente todo lo que debería saber sobre ella. Es decir, éramos una especie de pareja por horas, pero yo no sabía dónde había nacido, dónde vivía, había mencionado una vez a una hermana, pero no sabía si era mayor, menor, si tenía más hermanos, si tenía mascotas, sabía el nombre de su antigua preparatoria porque Gris se lo preguntó cuando la conoció, pero no tenía idea de por qué se había cambiado ese año... en realidad no sabía nada de Karma, nada que una persona que sale con otra debe ir sabiendo. Ella sí lo sabía todo de mí, y eso era más curioso aún.
Yo quería a Karma mucho másde lo que podía aceptar en voz alta dadas las circunstancias, pero solo entonces caíen cuenta de que no sabía quién era ella y ese pensamiento me inquietó. ¿No meinteresaba en ella lo suficiente o me interesaba tanto que prefería no saberpor temor a que una de las respuestas me incomodara? Luego de saber lo de sumagia, podía esperar cualquier cosa y en ese momento noté que en realidad esome asustaba un poco.
—No seas curioso, pa —dije, algo consternado internamente—. Karma es una amiga, es linda, amable y la recoge su amigo porque vive lejos, es todo.
Dejé a mi papá con la palabra en la boca y fui a mi habitación, haciendo una lista mental de todo lo que quería saber de ella.
☆☆☆☆☆
Gracias por leer <3
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