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El siguente relato no tiene como objetivo hacerle alguna especie de homenaje al asesino en serie Carlos Eduardo Robledo Puch.
Únicamente está inspirado en la película "El Ángel", que salió en 2018. Así como en algunos otros relatos de esta película aquí en Wattpad, y la letra de la canción "WILDFLOWER" de Billie Eilish, que dejé en multimedia.

Sin nada más que decir, muchas gracias por estar aquí, y recuerden dar click en la estrellita si les gustó.

El diablo no tiene por qué ser feo.
Constantemente, las personas parecen olvidar que Lucifer fue un ángel, el más bello de todos, y el favorito de Dios.
Luego fue enviado a la Tierra para causar el mal, porque su rebeldía fue tanta que, en busca de su propia libertad, fue expulsado del reino de los cielos por su propio creador.
Su padre.

Por otro lado, también existió la leyenda de un ángel llamado Cupido, encargado de flechar a las personas con amor en sus corazones, para que se enamoraran entre ellos. Ese ángel tenía la piel muy blanca, el cabello rizado y rubio, y un rostro que reflejaba inocencia e ingenuidad.

Así era Carlitos.

Pero él no se consideraba Cupido en ningún aspecto.
Nunca tuvo mucho interés en las relaciones románticas, y a pesar de que era bastante guapo, solo tuvo un par de novias a lo largo de sus 19 años de vida.
En ese momento tenía una, de hecho.
Una chica linda llamada Marisol, que nunca podía ver.
Puesto que se encontraba todo el tiempo trabajando con su mejor amigo, Ramón Peralta.

Ramón, por su parte, era un chico de 21 años, y ladrón por tradición. Tenía el cabello bastante oscuro, unas cejas espesas, era ligeramente más alto que Carlos y siempre andaba muy bien vestido. Vestía con camisas de botones, chaquetas de cuero, pantalones de vestir y zapatos. Y eso sí, nunca le podía faltar su reloj en la muñeca y un cigarrillo entre los dedos.


Hacía un tiempo que se conocían. Su primer encuentro no fue muy ameno, puesto que se conocieron gracias a que Carlitos lo provocó tanto que Ramón le propició una golpiza. Pero fue justamente esa actitud tan retadora que llamó la atención del mayor, y terminaron haciéndose cómplices en los robos.
Conforme fueron trabajando juntos, su relación mejoró, y terminaron haciéndose tan unidos que incluso podían dormir en el mismo espacio.
Y era justamente lo que estaban haciendo desde hacía ya varios días.

Ese día en específico era 14 de febrero, día del amor y la amistad.
Carlitos había ido a visitar a su novia por la mañana, y le regaló unos pendientes carísimos que había robado de una joyería recientemente junto a Ramón.
Recordar ese hecho le sacó una sonrisa.
"Parecés Marilyn Monroe" fueron las palabras que retumbaban en su cabeza cada vez que miraba esos pendientes.
Cuando Marisol se los puso, Carlos pensó que se miraba muy bella, pero debía admitir que le quedaban mejor a él.

Después de haberle dado ese regalo, Carlitos regresó a la habitación de hotel que estaba alquilando con Ramón. Habían hecho un depósito para quedarse durante 100 días.
A Carlos le parecía extraño que Ramón no estuviese en la habitación. Puesto que él no tenía novia, (es verdad que hubo un tiempo en el que coqueteó con la hermana de Marisol, pero nunca llegó a algo más) y no solía salir a robar sin él.

Pasaron las horas y Carlos estaba cada vez más aburrido, hasta que por fin observó como Ramón entraba por la puerta.

Ese olor...

-¿Dónde estabas?- Fue lo único que salió de su boca al verlo.

Ramón se tambaleó y dejó la chaqueta sobre la cama.

-Estaba ocupado.- Dijo, y Carlitos pudo oler también su aliento a alcohol.

Apretó los labios con molestia. En cuanto abrió la puerta le había dado el olor al perfume de Federica. Pero considerando que también estaba borracho, ya se podía imaginar el tipo de ocupación que estaba cubriendo.
Sobre todo por la fecha.

-Me voy a duchar.- Fue lo último que dijo, y se fue al baño.

Carlos se recostó sobre la cama, pensando en un montón de cosas.
¿Ramón tenía sexo con Federica? ¿O sólo se la dejaba chupar?
¿Será que Ramón también se la chupaba a él?
¿Y ahora qué le habrá prometido Federica a cambio del pete?

Carlitos había llorado pocas veces durante su vida.
La primera, cuando murió su perrito, a sus 8 años.
La segunda, cuando se quemó accidentalmente mientras intentaba hacerse de comer.
Y, la tercera...
No recordaba una tercera.

Pero al parecer, todas esas preguntas estaban cerca de ganar ese lugar. Sus ojos comenzaron a picar, amenazando con derramar un par de lágrimas, las cuales se limpió arrebatadamente antes de que pudieran salir.
Odiaba sentirse así. Odiaba sentirlo tan lejos. Odiaba a Miguel, y odiaba a Federica.
Maldijo el día en que lo dejó solo en aquella comisaría.
Desde ese entonces, todo entre ellos se había vuelto más frío que nunca.

Todos esos pensamientos fueron interrumpidos tras escuchar la puerta de la ducha abriéndose.
Y puedo ver algo que lo dejó anonadado, completamente distraído.
Ramón en toalla.

No era la primera vez que lo miraba, pero aún así siempre se quedaba mudo ante el cuerpo trabajado de Ramón. Su masculinidad tan marcada en él, y tan ausente en sí mismo, era algo que siempre le había llamado la atención.

El mayor le pasó por un lado y buscó su ropa, luego se cambió tras de él.
Al parecer la ducha le había bajado lo borracho, pero la molestia de Carlitos seguía presente.

-Estabas con Federica.- Dijo girándose a verlo, no como duda, sino como afirmación.

Ramón exhaló, un poco irritado por su insistencia, tomó un cigarro del buró y lo encendió.

-Y bueno, ¿Qué querés que te diga? Es laburo.

-¿Laburo? ¿Que te chupen la pija es un laburo? Habérmelo dicho antes...

Ramón lo miró con una ceja alzada.

-¿Por qué te molesta? No es de tu incumbencia. Además, ya lo conocés. Ya sabés lo millonario que es.

Carlitos endureció sus facciones, y se puso de pie frente a él.

-¿Y ya por eso te vendés?

Ramón exhaló nuevamente, esta vez con todo y humo.

-¿Estás molesto porque te dejé todo el día acá o porque no te cae el marica ese?

Carlitos tragó saliva.

-Y mirá que no dijiste nada. Es día de la amistad también, ¿Lo sabías? No solo del amor.

-Controlá esa boquita.-Dijo Ramón, apuntándole con un dedo, amenazante. -Yo no hago esto por gusto. Lo sabés. Yo no soy maricón.

Se alejó y comenzó a caminar por la habitación, todavía fumando de su cigarrillo. Carlos lo seguía con la mirada, atento a todos sus movimientos.

-Me dió mucho vodka. Era del bueno, así que todavía sigo un poco mareado.-Confesó.

-Mm, ya.

-¿Qué carajos querés de mí?- Le cuestionó Ramón, ya desesperado.-¿Querés que te pida perdón de rodillas por no haberte felicitado por San Valentín el día entero? No seas tan sentimental...

Carlitos no dijo nada, solo se sentó en la cama de nuevo.
Ramón se acercó y tomó otro cigarro, y se sentó junto a él.

-Ten.-Le dijo, extendiéndoselo. -Ya. Feliz día de la amistad.

Carlos le dedicó una mirada blanda, y lo aceptó.
Lo encendió y comenzó a fumar junto a él, ambos en silencio.

-¿No me vas a hacer un pete también? Digo, para celebrar.

Ramón lo miró desconcertado, y aunque Carlos pensó que se enojaría aún más, este prefirió tomarlo por el lado del humor, y se comenzó a reír.

-¿Yo a vos? Primero muerto. En todo caso tendrías que hacérmelo vos a mí.

Carlitos sonrió de lado, contagiado por la risa de Ramón.

-¿Ah sí? ¿Y qué me darás a cambio? ¿También me llevarás a París?

-Mejor.-Contestó Ramón. -A las estrellas, Carlitos.

En ese momento, ambos chicos se voltearon a ver a los ojos. Estaban a escasos centímetros, y lo que parecía haber sido una broma traviesa sin mayor importancia, desapareció sin dejar rastro, dejándolos a ambos con semblantes muy serios.

-Me gusta más este olor.-Confesó Carlos, sin dejar de mirarlo.

-¿El del tabaco?

-El de tu shampoo.

Ramón frunció un poco el ceño. No era novedad que Carlos dijera cosas extrañas, pero siempre lograba tomarlo desprevenido.

-A mí me gusta más el olor del jabón de acá que el de mi casa, sinceramente.

Al escuchar esta respuesta, Carlos se inclinó hacia Ramón y pasó la punta de su nariz por su cuello, tratando de oler la esencia del jabón anteriormente mencionado.
Esta acción tomó por sorpresa a Ramón, pero el roce en su cuello lo hizo cerrar los ojos.

-Huele bien...- Respondió Carlos, volviendo a mirarlo como al principio.

Tanta cercanía hizo inevitable que Ramón posara su mirada por todas las facciones del rubio. Miró sus cejas, que eran rectas, luego su pequeña nariz, y por último, sus prominentes labios.

Al notar su mirada, Carlitos se mordió el labio inferior.
Esto hizo a Ramón sonreír levemente.

-Eso...

-¿Qué?

-Fue exactamente el mismo gesto que me hiciste la primera vez que nos conocimos.

Carlos sonrió también.

-¿Aún te acordás?

-¿Cómo olvidarlo? Te puse tremenda ñapi...

Carlos negó con la cabeza, ligeramente divertido.

-Me pegaste como una nena...

La tensión entre ambos seguía aumentando, y, sin darse cuenta, como si de inercia se tratase, ambos jóvenes se comenzaron a acercar.
Cuando Ramón sintió los rulos de Carlos rozandole las pestañas, cerró los ojos, y bajó un poco la cabeza.
Carlos lo siguió observando, lo tenía tan cerca que incluso podía ver las raíces de sus vellos faciales recién rasurados.

Ambos se quedaron así por unos instantes, a milímetros de distancia, hasta que Carlitos dió el primer paso.

Y, en ese instante, Ramón sintió como unos labios suaves se reposaron tímidamente sobre los suyos.

No se quitó, pero tampoco se movió. Se quedó estático, aún con los ojos cerrados, concentrándose en la sensación.
Pero al notar que el contrario tampoco hacía nada, decidió abrir un poco su boca, para que sus labios encajaran perfectamente.

Y así fue.

Carlos comenzó a besarlo con una lentitud y cuidado increíble, fue tan delicado que ni siquiera él mismo se reconoció.
Nunca había besado así a ninguna de sus novias, pero con Ramón era diferente.
Sentía que tenían todo el tiempo del mundo.

Y Ramón, bueno, no hizo más que seguir el beso.
Pero a él le gustaba un poco más rudo, así que le correspondió con un poco más de intensidad, pero sin dejar de ser cuidadoso en ningún momento.

Él sabía que Carlos era un ladrón y un asesino, en ningún momento lo había visto tentarse el corazón por nadie. Pero para Ramón, Carlitos parecía tan frágil, tan niño, que sentía que si iba muy rápido podía romperlo.

Ambos estuvieron así un rato, besándose, explorándose, sintiéndose. Habrían seguido así por muchos minutos más, pero tuvieron que separarse por falta de aire.

Y fue ahí donde el mundo de Ramón se derrumbó.

Acababa de besar a un hombre.
A Carlitos.
Su mejor amigo.

Lo miró totalmente desconcertado, como si fuera un completo extraño.
Pero Carlitos, lo miraba con una ternura inmensa, y parecía bastante tranquilo.
Como siempre.
Siempre lo miraba de la misma maldita manera.
Esa mirada tan femenina y angelical que lo derretía por completo, aunque sus prejuicios nunca lo dejaron admitir eso.

-El vuelo para irme con Federica a París es dentro de tres semanas.-Dijo con voz firme, derrumbando por completo toda la fantasía de Carlitos.-Debemos terminar los robos pendientes antes de esa fecha.-Se puso de pie, y Carlos lo observó, sintiendo como su pecho se oprimía.-Llévame a casa de mi viejo, tengo que entregarle una plata que le debemos. No puedo manejar yo, recordá que te dije que sigo un poco mareado.

Ramón se dió la vuelta y tomó su chaqueta, luego abrió el armario y sacó una bolsa de tela con billetes.

Carlos se sintió paralizado, era mucho que procesar.
Pero no quiso verse débil, así que tomó su chaqueta también y las llaves, y ambos salieron de la habitación, para atravesar todo el hotel y salir por el auto.

Durante todo el camino estuvieron callados, pero a Ramón le ganó el cansancio.
Lentamente fue cerrando sus ojos y se quedó dormido en el asiento del copiloto, confiando plenamente en que su amigo podría encargarse de entregar el dinero cuando llegaran.

Pero Carlitos tenía otros planes.

Mientras conducía por el túnel, los pensamientos volvieron a atacarlo.
¿Entonces era real? ¿Ramón se iría a París para perseguir sus sueños de ser artista y abandonaría su trabajo de ladrón junto a él?
Encima se iría con Federica, ¿Qué tantos favores extras le tendría que hacer durante todo ese tiempo?
Y, hablando de tiempo, ¿Cuándo se supone que se volverían a ver?

El joven sintió como poco a poco le hervía la sangre, y volteó a ver a su acompañante.
Se veía tan tranquilo, tan bello.
Tan ajeno.

Carlos puso su dedo índice dentro de la boca de Ramón, sintiendo su cálida saliva una vez más.

No.
Ramón sería suyo, o de nadie más.

Finalmente, y con el corazón frío que lo caracterizaba, Carlos quitó la mano y volvió su vista al camino, viendo como venía un auto en sentido contrario por el carril de a lado.
Y sin dudarlo ni un segundo, giró el volante violentamente, causando un estruendoso choque entre ambos carros.
Así, morirían los dos juntos, y Ramón sería suyo, para siempre.

Pero Carlitos estaba equivocado.

El único que murió por segunda vez en esa noche fue Ramón, sin Carlos.
Y digo por segunda vez, porque en realidad el chico ya había muerto muchos meses atrás, y no en esa curva del túnel.
Sino en aquella curva que habían formado los labios de Carlitos, cuando este le sonrió por primera vez.

Obligando a Carlitos a vivir el resto de su vida sin él, la única persona de la cuál ese frío criminal se había enamorado de verdad.

Siendo este su karma divino, su karma de ángel.






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