37

Carolina despertó al día siguiente aún con las palabras de Agustina en mente, la noche anterior no había querido creer lo que su hermana le dijo.

¿Tenía dudas sobre su relación con Cristian? No lo sabía, y el no poder responderse a sí misma esa pregunta la inquietaba.

Quería despejarse hoy, no pensar en ese tema por otras veinticuatro horas que honestamente le daba un poquito de miedo. Pero le iba a ser imposible no pensar en Cristian ese día cuando acababa de invitarla al predio donde estaba junto al resto de la selección para festejar.

―¿Y qué le digo a mi papá y mamá? ―dijo Carolina a través de la línea de llamada.

―¿No saben de mí todavía? ―el silencio fue la respuesta que obtuvo Cristian y con eso entendió todo. ―Bueno, está bien si no podes, no te hagas problema.

―Pero quiero verte.

Una sonrisa adornó el rostro de Romero al escucharla decir aquello, con lo ocupado que había estado la última semana no habían tenido tiempo de verse como cuando estaban en el mismo hotel.

―Yo también quiero verte, coshita ―dijo Cuti en un intento de voz tierna, sin saber que detrás suyo estaban Dybala y Paredes tentados.

Carolina contuvo su carcajada del otro lado de la línea, se estaba acostumbrando a los apodos cursis de Cristian y no quería que se contuviera de llamarla como le saliera del corazón.

Era tierno como a ella le decía los apodos más cursis y sobrecargados de amor y después salía a la cancha para hacerlos cagar a todos.

―Bueno, quédate tranqui que ahora veo la forma de ir.

―Dale, te espero amor.

Carolina colgó la llamada aún con una sonrisa en el rostro y soltó un suspiro.

¿Por qué tenía que ser ella la que ahora arruinara todo? Por fin estaban bien, Cristian se veía más enamorado que nunca y a ella le hacía feliz verlo de tal forma.

Pero algo faltaba, en alguna parte había un vacío que no podía evitar notar. Y estaba harta de ser la única en sentirse de esa forma.

―Necesito que me cubran.

Fue lo primero que dijo al entrar a la habitación que compartía con sus hermanos.

Justamente Fabián también estaba ahí dentro y la miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos, Carolina lo miró con miedo.

―Me voy con Cristian ¿Me pueden hacer la segunda? ―preguntó, rezando que su mejor sonrisa los convenciera.

―¡Obvio! ―Gabriel fue el primero en saltar.

Agustina y Fabián compartieron una mirada, Caro mordió sus labios, ansiosa en espera de la respuesta de los mayores.

―Papá nos esperaba para almorzar ―le recordó Agustina.

Cualquier esperanza en Carolina desapareció, no le gustaba para nada dejar a sus padres esperando, pero está vez quería estar con Cristian.

Quizás si lo veía y pasaba el día con él, aquellos pensamientos la dejarían en paz.

―Yo hablo con el viejo y le digo que te sentís mal, Gabriel y Agustina se encargan de mantenerlo lejos de la habitación.

Carolina festejó, Gabriel imitó tomar la orden tal cual un soldado y Agustina soltó un bufido por quedar atrapada otra vez en los planes ajenos de sus hermanos.

―Pero yo te llevo a donde vayas.

Y con eso los tres menores a Fabián se quedaron callados y mirándolo fijamente. Carolina aceptó dudosa, no le quedaba otra opción si quería ir.

¿Qué podía salir mal? Todo, considerando que hasta hace poco Fabián estuvo dispuesto a bajarle los dientes a Cristian, pero Carolina prefirió fingir demencia.

―¿Puedo ir también? ―saltó Gavo, Agus le dio un golpe para que se callara. ―Ey, yo quiero ver si Fabi se le planta al Cuti.

―Nadie se le va a plantar a nadie ¿Cierto, Fabián? ―Agustina miró a su hermano seriamente, éste miraba a Carolina que tenía ojitos de cachorro mojado y un brillo singular.

―Nadie se le va a plantar a nadie ―repitió Fabián.

Caro sonrió mínimamente hacia su hermano mayor, eso era un buen comienzo.

Agustina asintió y se acercó a susurrar. ―Nadie se le va a plantar a nadie sin que yo esté presente.

Fabián la miró por sobre su hombro con una sonrisa y le dio un empujón.

Mientras, Carolina estaba empezando a ordenar sus cosas y guardar otras en una mini mochila con ayuda de Gabriel.

―Acordate de recordarle a los chicos que se tocar el bombo, la guitarra y lo que ellos quieran, que estoy disponible las veinticuatro horas para ellos ―la menor caminaba de acá para allá tratando de alejarse de él. ―Carolina ¿me estás escuchando? Pásame el número del Cuti y se lo digo yo mismo...

Fabián y Agustina los miraban sentados desde la cama de la chica, pensando en los buenos tiempos cuando solamente eran ellos dos sin sus hermanos menores insoportables.

(...)

Al cabo de una hora habían salido en un auto que recientemente habían alquilado, Fabián conducía más que concentrado y de vez en cuando pidiéndole indicaciones a Carolina.

―Acá dobla a la derecha y mándale ―dijo la morocha mirando su celular. ―Dice que nos están esperando así que nos dejan pasar.

Fabián volteó rápidamente a ver a su hermana.

―¿Nos dejan pasar? ¿A los dos? ―preguntó entusiasmado, Caro asintió mirando su celular sin darse cuenta de la emoción del mayor. ―¿Voy a conocer a la selección?

Caro soltó una risita. ―Capaz, no sé.

Dicho y hecho, al llegar a la puerta de rejas los dejaron ingresar tras decir sus nombres y Fabián aceleró.

Una sola persona estaba parada a unos metros de distancia, ambos hermanos Sosa sabían de quien se trataba así que fueron hacia él.

Carolina fue la primera en bajarse, sin darse cuenta de que Fabián había desabrochar su cinturón de seguridad para bajar con ella.

Sosa prácticamente corrió a los brazos de Cristian y esté la recibió con una sonrisa rodeando su cintura con sus brazos, casi levantándola del suelo para darle un beso en el cachete (porque ya había visto que Carolina venía acompañada y no quería ser desubicado).

―¿Qué pasa? ―preguntó Caro con sus brazos enredados en el cuello del jugador que tenía la mirada clavada en ella.

―¿No nos vas a presentar?

Dijo en voz alta Fabián apoyado sobre la puerta del auto, estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido una vez más.

¿Tenía que presentarlos?

Cristian fue quien tuvo la valentía de dar el primer paso, tomó la mano de Carolina y caminó en dirección a su cuñado.

Una vez que estuvieron frente a frente, ninguno dijo nada pero se miraban de tal manera... Carolina rodó los ojos por la incomodidad, queriendo terminar con el momento de una vez.

―Ya se conocen, no se hagan los otros ―dijo la menor cansada. ―Cris, él es mi hermano Fabián. Fabián, él es Cristian mi... novio.

Los dos interrumpieron su guerra de miradas para ahora ver directamente a la chica a su lado, Carolina sintió una vergüenza terrible recorrerla de pies a cabeza y se acercó más a Cristian para entrelazar sus brazos y tomar su mano.

Romero sonrió de costado al sentir tal ternura por su novia estando avergonzada. "Su novia" era la primera vez que la llamaba así y la primera vez que ella lo presentaba de la misma forma.

Fabián levantó su mano para estrecharla con Cristian, quien enseguida la tomó y se dieron un apretón. Carolina nuevamente rodó los ojos, harta de su actitud de hombres.

―Me la cuidas, Romero ―fue lo único que dijo el mayor.

Cuando en realidad quería decirle "Le rompes el corazón y te rompo la cabeza".

―Siempre.

Sin más que decir rompieron contacto visual y esta vez Fabián miró a su hermana.

―Cuando quieras irte llámame, yo vengo a buscarte.

Carolina asintió y Fabián se acercó para darle un beso en la frente.

Se despidieron y una vez que el auto arrancó, Cristian y Carolina caminaron hacia donde todos estaban.

―¿Y? Viste que no es malo mi hermano ―dijo Caro con una sonrisa.

Caminaban tomados de la mano y ella tenía su cara medio apoyada en el brazo de Cristian lo que hacía que tuviera que levantar la cabeza para verlo a los ojos.

―Menos mal que me agarraste, Carolina, porque de la manera que me temblaban las piernas me hubiera caído al piso hace rato.

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