32
El día del partido contra Países Bajos había llegado, no había argentino en ese estadio que no estuviera muriendo de los nervios a pesar de la confianza que sentían en los seleccionados argentinos.
Los Sosa no eran menos, Carolina había estado mordiéndose las uñas desde el inicio del juego.
Gracias a Dios, y los rezos de Carla Sosa podría decirse, Nahuel Molina hizo el primer gol en el minuto 35, y Carolina casi se arruina las cuerdas vocales gritando al igual que en todos los partidos.
Se fueron al entretiempo con el marcador uno a cero, Argentina llevando la ventaja.
―Es nuestro, es nuest...
Gabriel fue silenciado por la mano de Carolina en su boca.
―Cállate, Gavo ―le dijo seria. ―Agradece que yo estoy al lado tuyo y no papá porque él no te lo hubiera pedido de una forma tan amable.
El chico lamió la mano de Carolina para que ella lo suelte, cosa que hizo más que asqueada y se limpió la palma de la mano con la camiseta de él. Cuando Gabriel le empezó a reclamar, y antes de que Carolina respondiera, Carla les dedicó una mirada asesina y se quedaron callados.
El juego volvió a empezar, no había persona en la tribuna que no se quejara del árbitro. Ni bien empieza el juego, Cristian se come una tarjeta amarilla.
―¡Ni lo tocó, hijo de puta!
Carolina niega con la cabeza.
―Como lo defiende al yerno ―suelta Gabriel para sus tres hermanos.
Los cuales lo miraron con cara de culo y Carolina le dio un golpe en la nuca.
Sale De Paul y en su lugar entra Leandro. A los pocos minutos Argentina recibe un penal, pateado por Messi y, como esperaban, entra al arco.
2-0. No faltaba nada para que termine el partido, sin contar los minutos adicionales.
Relativamente iban bien aunque con alguna que otra amarilla. Lisandro fue otro en recibir la tarjeta color amarillo, a los minutos entró Tagliafico. Romero salió de la cancha de juego a cambio de Pezzella.
Carolina lo vio agotado, pero sabía que él quería seguir jugando, aun así fue a la banca a refrescarse y mirar todo igual de nervioso que los hinchas.
El equipo contrario logró marcar un gol, ya pasaban los ochenta minutos, con que resistieran unos minutos más sin ser empatados estaban joya. Pero todo se fue a la mierda cuando el árbitro dio diez minutos de tiempo adicional.
Ese día Carolina se dio cuenta de lo ingeniosa que podía ser al momento de putear. Y, la verdadera pregunta era ¿Quién en esas tribunas no había bardeado al pelado?
En esos diez minutos Países Bajos logró empatar, llevando el juego al tiempo extra. A pesar de los jugadores argentinos tener múltiples oportunidades de marcar el gol de desempate, parecía que el arco estuviera embrujado porque no lograban que ninguna pelota entrara.
Y el miedo de Carolina se volvió realidad, llegaron los penales. Estaba que se tiraba por las escaleras a su lado.
―Me voy a matar, no hay otra solución, si perdemos te quedas viuda, Carla ―David se puso como loco. ―yo no viaje hasta acá para perder contra unos holandeses culo roto, volvemos a Argentina con la tercera o no volvemos.
Carolina, Gabriel y Agustina lo miraban con el ceño fruncido, obviamente no querían perder tampoco. Pero a ver su progenitor decir aquellas cosas y más en un tono tan serio, sabiendo lo loco que era por el futbol, dirían que fue raro pero estarían mintiendo.
―Cállate pelotudo, deja de decir pavadas que asustas a los nenes.
Román y Valentín miraban a su abuelo de reojo, Romina y Fabián los sostenían por los hombros.
Afortunadamente, o no, la ronda de penales empezó y las tribunas como nunca se quedaron en silencio.
Virgil van Dijk fue el primero en patear y el capo del Dibu se la atajó. La esperanza y vida volvía a esas tribunas.
―¡Vamos la puta madre! ―Carolina gritó cuando Messi hizo el gol.
Otra vez el Dibu les salvaba el culo al cubrir el gol de un jugador del equipo contrario. Paredes logró hacer el gol y otra vez gritaron todos.
La preocupación comenzó después del primer gol de parte de Países Bajos, aunque Montiel tampoco erró dejando las cosas en un 3-1.
Weghhorst, quien había hecho los dos goles para empatar, pudo hacerles un gol y luego de él seguía Enzo Fernandez, que lamentablemente lo erró.
Otro gol más de Países Bajos, Carolina ya se estaba preparando para tirarse de las escaleras, les quedaba un solo tiro y estaban empatados.
Gabriel se había arrodillado, Romina y Carla se persignaban, Fabián y Agustina estaban abrazados mirando a la cancha.
Y toda preocupación se fue cuando la pelota pateada por Lautaro Martínez entró al arco, las tribunas nuevamente recuperaban vida ante los gritos y saltos. Los jugadores corrían por la cancha a abrazarse, mientras los contrarios se tiraban al piso o lloraban.
―¡Casi se me para el corazón!
Valentín gritó a su familia y Carolina río, estaban todos iguales.
Ahora habían ganado y eso significaba que estaban en la semifinal, la puta madre.
―¡No vas a ser viuda, má!
Gritó Agustina siendo abrazada por su padre, ya que fue la primera persona que se cruzó en el camino de David que estaba al borde de las lágrimas.
(...)
―Carolina ¿Qué hacemos acá? ―Agustina miraba sus alrededores mientras caminaban juntas.
―Ya te dije que me invitó Cristian ―le respondió la morocha por milésima vez.
―¿A vos sola? ―preguntó alarmada la mayor.
―Dios, no, o sea sí ―Caro suspiró y se detuvo cuando llegaron a las rejas que cortaban su camino. ―Mira, le pedí si podía invitarte porque sola no venía ni en pedo, y dijo que sí. Así que tranqui, solo no digas boludeces.
―La que dice boludeces no soy yo ―soltó Agustina rodando los ojos.
―Cállate tarada.
―¡Caro! Llegaron.
Un Cuti muy feliz le pedía a la seguridad de la universidad que usaban como predio que abrieran las puertas para las Sosa.
Sí, Carolina volvía al predio después de más de una semana del "accidente".
Romero la había invitado, después de pedir permiso. Estaban en la semifinal, les habían dado la noche y el siguiente día libre antes de empezar a entrenar a full.
La cuestión era que, las familias de todos los jugadores estaban ahí para cenar y pasar un buen rato. Cristian estaba solo en Qatar, y en una noche tan feliz no quería estar solo o de mal tercio con alguno de sus compañeros. Por eso invito a Carolina, que se moría de los nervios desde que le pidió asistir.
―Hola.
Caro lo saludó con una sonrisa, Cristian se acercó a dejar un beso en su cachete y por fin conocer a su amada futura cuñada.
―Ella es mi hermana, Agustina ―Carolina los presentó para romper el tenso silencio. ―Agus él es...
―Sí, ya sé quién es.
No hacía falta presentación y Agustina iba de frente, le caía mal Cristian y no iba a mentir, se lo hizo notar desde el minuto uno. Estrecharon manos mirándose fijamente, Romero se sintió incómodo por la intensidad con la que lo miraba la hermana de Carolina.
―Vamos pasen, los chicos nos están esperando.
Agustina fue la primera en caminar, dejando a los otros dos atrás.
―¿Puede ser que le caiga mal? ―dijo Cristian caminando junto a Carolina.
―A Agustina le cae mal todo el mundo, ni siquiera estoy segura de que yo le caigo bien.
Ambos rieron, era un caminito medio largo sobre el pasto hasta llegar a la parte trasera del edificio, donde los paparazis no podían verlos.
Carolina se mordía el labio, ya los conocía a algunos, pero era diferente ahora que iban a ser muchas más personas. Con los amigos de Cristian se llevaba bien, además tenía a Leandro y Lisandro, lo que le daba miedo era causar una mala impresión a las mujeres.
―Quédate tranquila ―Cuti aprovechó para tomarla de la mano, Caro miró su agarre y después lo vio a los ojos. ―No te voy a dejar sola.
Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Carolina, y en cuestión de segundos toda mala sensación desapareció. Eligió creerle a Cristian.
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