30
Maratón 3/3
Los días habían pasado más rápido de lo normal, el viaje de los Sosa y la experiencia única de presenciar su primer Mundial llegaría a su fin en algunos días. Al día siguiente Argentina iba a jugar contra Países Bajos.
Carolina y sus hermanos estaban en la terraza, disfrutando del sol y la pileta, con sus sobrinos y cuñada. Carla y David dormían la siesta, algo sagrado para todos.
―¿Qué vas a hacer?
Agustina se sentó junto a Carolina en las reposeras. Las dos estaban tomando sol mientras tomaban jugo de naranja. Los otros estaban en la pileta.
―Podrías no responderle e ignorarlo, pero por tu cara...
Sí, Caro le había contado a su hermana mayor sobre los mensajes con Cristian. No se había dignado a responderle todavía, seguía pensando que hacer.
Una parte de ella le decía que lo ignorara, disfrutara el viaje con su familia y no volver a saber de él, la otra parte le decía que por lo menos lo escuchara, la curiosidad le picaba por saber que diría.
―¿Qué tiene mi cara? ―Carolina volteó a verla.
―Y que lo estás pensando mucho, Carolina ―Agustina se bajó los lentes de sol para verla. ―si lo estás pensando tanto es por algo.
―Quiero saber, tengo curiosidad...
―La curiosidad mató al gato.
Fue lo único que le dijo Agustina seriamente. Carolina se sentó en silencio a pensar ¿Aceptaba verlo o no?
―Merezco saber lo que pasó ¿o no?
―Ya sabemos lo que pasó, te metió los cuernos dos veces porque una no le fue suficiente ―Agustina se sentó, comenzaba a desesperarse. ―así son todos los futbolistas, se creen lo más y que pueden estar con cuantas minas quieran.
―No sé...
Ni siquiera sabía que decir de tantos pensamientos que se le cruzaban por la cabeza, entendía que Agustina quería protegerla, pero está vez sentía que no debía hacerle caso.
―Hace lo que quieras, Caro ―Carolina casi se encoje en su lugar al oír el tono tan serio en la voz de su hermana, la necesitaba. ―acá voy a estar yo, podrás ser medio boluda, pero sos mi hermana y muy a mi pesar te quiero.
Carolina le sonrió con los labios apretados y saltó sobre su hermana para abrazarla, sabiendo que esto la iba a molestar.
―¡Ay, Carolina! Tenés esa bikini empapada.
Caro río y la abrazó con más fuerza.
Segundos después Valentín y Román corrieron hacia ellas para sumarse al abrazo haciendo que la tía Agus quisiera ahogarlos en la pileta.
(...)
Al atardecer decidieron salir a pasear, definitivamente la ciudad no dejaba de sorprenderlos y era más que divertido cruzarse a diferentes hinchas.
Los Sosa no salían de ese hotel sin algo que gritara que eran de Argentina, en este caso Carolina llevaba su mate y termo en mano con su camiseta de la selección.
¿Hacía calor? Obvio, pero los mates los tomaba igual, además de que a la noche empezaba a refrescar un poco.
―¿Me das un mate, linda?
Sus ojos se abrieron demás cuando le hablaron al oído y la abrazaron por los hombros, volteó encontrándose con un rostro más que conocido y lo puteó.
―Ay pelotudo, pensé que eras un random, me cagué toda.
Le dio un empujón a Fabián cuando éste empezó a reír. Los qataríes se habían acercado a las mujeres Sosa a pedirles fotos múltiples veces, por lo cual se sentía un toque perseguida.
―Dame un mate dale ―Carolina hizo lo que le pidió su hermano, éste puso cara de asco apenas chupó la bombilla. ―amargo como tu corazón, hija de puta.
―No voy a contaminar mi mate y mi yerba con exceso de azúcar, Fabián.
El mayor se terminó el mate forzadamente y se aseguró de que Carolina entendiera que no quería volver a tomar mates cebados por ella.
Continuaron caminado, algo separados de su familia, todos estaban en su mundo mirando diferentes cosas ya que estaban en una especie de mercado al aire libre donde había banda de gente.
Carolina se dio cuenta de que Fabián quería decirle algo cuando él colocó sus manos detrás de su espalda y empezó a caminar un poco más lento.
―Agus me dijo lo que pasó ―la menor se hizo la boluda, mirándolo confundida. ―con el Cuti.
Pretendió tomar de su mate para no tener que responder y que su hermano continuara hablando.
―Trato de entenderte, Caro, te lo juro. Pero no puedo, ¿Por qué le das tantas vueltas para decirle que no a ese flaco? O sea yo no soy quien para decirte que hacer, pero me parece que es bastante clara la respuesta que tendrías que darle.
―Es que no sé, Fabi ―nunca iban a entenderla porque ni ella misma se entendía. ―no sé cómo explicarles el sentimiento este que tengo en el pecho, es como si algo me empujara a él. Quiero saber la verdad, quiero por lo menos entender la razón para las cosas que hizo.
Fabián se pasó una mano por la cara, estresado, él no tenía esos problemas de amor desde los dieciséis años que fue cuando conoció a Romina y supo que no quería estar con ninguna otra mujer que no fuera ella.
―Sabes que voy a estar para vos sea cual sea la decisión que tomes ¿o no? ―Carolina asintió. ―hace lo que sientas que es lo correcto.
Carolina lo abrazó, un abrazo medio incomodo por las cosas que tenía en manos.
―Gracias, Fabián.
―No me agradezcas, ya hablamos de esto, sos mi hermanita.
Ese fue el último empujoncito que necesitó para tomar una decisión.
"Nos vemos a las diez en la playa"
Fue lo único que le dijo, el corazón casi se le sale del pecho cuando Cristian vio el mensaje al instante. Sin embargo, no respondió nada.
Cenaron comida callejera, aún había mucha gente por todos lados. Igualmente David y Carla fueron los primeros en volver al hotel, según el padre de Carolina quería descansar mucho para el día siguiente tener fuerza para cantar en la cara de los holandeses.
Eran las nueve y media, Carolina iba a despedirse de sus hermanos, tenía un largo camino hasta la playa.
Agustina y Gabriel no dijeron nada, la mayor estaba algo molesta con la decisión que había tomado pero no dijo nada. Gavo le daba igual lo que hiciera Carolina, él quería chisme.
―Vamos.
Fabián caminó con ella.
―¿A dónde vas vos? ―Carolina lo detuvo.
―A acompañarte, está lejos para que vayas sola.
Carolina lo miró preocupada, se acordaba muy bien de lo que Fabián había dicho cuando volvió al hotel llorando ese horrible día.
"El Cuti sabe romper piernas, pero yo sé bajar dientes."
Temió por un segundo por la dentadura del cordobés.
No se atrevía a decirle nada a Fabián, hasta que subieron al uber.
―Vos sabes que podes ir preso por empezar una pelea ¿cierto?
Fabián se río.
―Tranqui, me voy a portar bien ―Carolina suspiró aliviada. ―pero ir preso por una pelea sería el menor de mis problemas si puedo cagarme a piñas con el Cuti.
―Fabián.
Lo miro rápidamente, pidiéndole que se comportara. Logró que prometiera que no iba a saltarle al cuello a Cristian, la verdad que si quería que le diera uno que otro golpe, pero no estaban en el mejor lugar para ellos.
Además que aún tenían un partido que jugar (y ganar).
Por más que salieron media hora adelantados a la hora que Carolina había dicho, llegaron un poco tarde. Ya era de noche y por ese lado sí que no había tanta gente, hacia más frío.
Fabián le dio su buzo a Carolina.
Mientras la menor se abrigaba, Fabián aprovechó a buscar con la mirada al famoso jugador cordobés. Y efectivamente lo encontró.
Cristian estaba parado a unos metros de ellos, apoyado en una baranda mirando a la playa. Carolina siguió la mirada de su hermano, dejó de respirar un segundo cuando vio a Cristian voltearse hacia ellos.
El cordobés dio un paso adelante, pero se detuvo enseguida al ver que Carolina no estaba sola.
―Ya podes volverte, después vuelvo en uber, no te hagas problema ―le avisó Carolina.
A pesar de estar a unos cuantos metros de distancia. Fabián y Cristian se miraban fijamente, el cordobés lo conocía solo por fotos, podía decir por el ceño fruncido del mayor de los Sosa que el trece no era su número favorito de la selección.
―Fabi ―Carolina lo llamó agarrándolo del brazo.
―Bueno, ya me voy.
Por fin rompió contacto visual con el jugador.
Cristian vio a Carolina despedirse de su hermano con un beso en la mejilla, y éste le dedicó una última mirada como advirtiéndole que no se hiciera el vivo con su hermana.
Dos minutos después tenía a Carolina caminando en su dirección, nervioso metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón mientras mordía su labio inferior.
―Hola.
Nunca creyó extrañar tanto la voz de una porteña. Carolina le daba vuelta el mundo sin siquiera intentarlo.
―Hola ―Cristian dio un paso adelante a ella. ―¿Vamos?
Señaló con la cabeza a la arena, iban a tener que sentarse porque tenía mucho que decirle como para hacerlo estando de pie, además había visto que Caro andaba con su juego de mate.
Carolina asintió. Los dos caminaron juntos, bajo la luz de la luna y con el sonido de las olas rompiendo en la orilla de la playa. Los esperaba una larga noche.
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