27
―Carolina ¿Qué te pasó?
Al llegar al hotel, con la suerte que ella tenía, se encontró con sus tres hermanos y cuñada en el lobby tomando mates.
Había tratado de limpiar sus lágrimas, sin éxito, y detener su llanto a la fuerza haciendo que no pudiera respirar correctamente. Respiraba por la boca, debido a lo tapada que tenía la nariz.
¿Se acuerdan cuando dije que Carolina una vez que largaba el llanto ya no paraba? Esta era una de esas veces, y cuando Fabián le preguntó que le pasaba fue casi un incentivo para llorar más fuerte.
Agustina y Fabián se acercaron enseguida a su hermana menor, sabían cómo se ponía, cuando Caro no dijo nada ante el tacto de ambos, la llevaron al sofá.
Gabriel había corrido por servilletas al buffet, Romina le hizo un lugar a su lado y le correspondió el abrazo cuando la menor por poco se tiró sobre ella.
Nadie dijo nada, salvo Fabián después de unos minutos. Se agachó a la altura de su hermana, para que lo viera a los ojos, colocó una mano en la pierna de Carolina y le habló.
―¿Qué pasó? ¿Querés hablar? ―Carolina negó, no tenía ganas de hablar.
Se sentía traicionada, como si le hubieran clavado un cuchillo por la espalda mientras ella caminaba con los ojos vendados y confiando en la persona a sus espaldas. Cuya persona era Cristian Romero.
¿Le acababa de hacer lo mismo que le había hecho hace un año? No podía creerlo, no podía creer que hubiera personas tan sin vergüenzas.
Lo peor de todo, es que Carolina había vuelto a confiar en él sin siquiera darse cuenta y cuando su corazón se rompió al verlo salir de aquel cuarto de una forma bastante comprometedora, se dio cuenta que aún lo quería por más que había tratado de negarlo todo ese tiempo.
―Caro, hermanita, nos preocupas ―Gabriel se sentó junto a ella, el chico tenía un nudo en la garganta al verla de esa forma.
Todos sabían que Carolina era la más "débil" de los cuatro hermanos, pero también sabían que era muy buena ocultando lo que realmente sentía. De esa forma ninguno se dio cuenta del augurio por el que pasó el año pasado, en esa misma situación.
―Caro, ¿Querés hablar solo conmigo? ―le preguntó Fabián preocupado, se notaba por como la miraba.
Él pensaba que quizás su hermanita no se sentía cómoda contándole a más de una persona, Fabián siempre había sido el hombro de Carolina para llorar cuando colapsaba.
Solo que está vez él no sabía todo, y Carolina no estaba segura de decírselo. Quería hablar, quería desahogarse, quería gritar con todas sus fuerzas.
―No, no, no quiero ―dijo ella con la voz rota.
―Déjala, Fabi ―Agustina le tocó el hombro a su hermano, todos la miraron. ―yo después hablo con ella.
Y si, Agustina sabía dónde había estado Carolina toda la tarde y con quien. Podía hacerse una idea de lo que podría haber pasado, e igualmente no entendía por qué Carolina estaba tan mal con algo relacionado al cordobés cuando se suponía que no tenía que sentir nada por él.
Aun así, la rabia le corría por las venas y en ese momento firmó la sentencia de muerte del número trece del seleccionado argentino. Cristian iba a pagarle a Agustina cada una de las lágrimas de Carolina.
―Caro, ¿querés que yo me vaya así hablas con tus hermanos más cómoda? ―Romina le dijo abrazándola por los hombros y pegándola a ella.
―No, Ro, está bien ―Carolina se sorbió la nariz. ―vos también sos mi hermana, somos familia.
Romina sonrío y asintió, le había llenado el corazón de alegría oírla decir eso por primera vez. Carolina trató de sonreír en un vago intento que terminó fracasando.
Pasó casi media hora, lograron que Carolina se calmara después de llorar una última vez. Los pocos huéspedes que pasaban por ahí mirando mal, se ganaron los insultos de Gabriel.
Los cuatro habían centrado su atención y cuidados en la menor, Fabián había tomado el celular de Carolina cuando este no dejaba de vibrar sobre la mesita blanca. Se preguntó ¿Quién mierda es Cristian R. y por qué llama tanto?
Al igual que Agustina, hizo sus propias cuentas y llegó a la conclusión (o intuición, mejor dicho) de que el tal Cristian era el relacionado al estado de su hermana.
―Es el chico con el que me estaba viendo ―soltó Carolina comiendo una galletita, Fabián apagó el celular de su hermana al ser descubierto. ―me cagó otra vez, recién me enteré, por eso estoy como la llorona.
Obviamente, ahora que se sentía arrepentida y avergonzada, iba a enfrentar esa situación con una pizca de humor y sin filtros, ya no tenía caso esconder algo que había terminado de una vez por todas.
―¿Te cagó otra vez? ―le dijo Agustina con el ceño fruncido por el enojo.
―¿Vos sabías? ―Fabián saltó ahora, mirando mal a su hermana. ―¿Y vos?
Ahora volteó a ver a Gabriel, el cual abrió los ojos con falsa sorpresa.
―¿Yo? Nunca...
―Estás haciendo la misma cara que cuando mentís, Gabriel ―lo cortó Fabián.
―En mi defensa, me enteré hace unos días ―dijo rápidamente a su hermano mayor. ―además me dijeron obligadas porque el chabón le dio like a la foto de Caro donde casi se le escapaban las lolas y yo enloquecí y me di cuenta que algo pasaba porque era el mismísimo Cuti Romero.
Todos se quedaron en silencio ante el último nombre y el vómito verbal de Gabriel, con cada segundo que pasaba más se fruncía el ceño de Fabián al terminar de procesar las palabras de su hermano.
―¿El quién le dio like a tu qué? ―fue lo único que dijo, creyendo haber escuchado mal.
―¿Sos pelotudo o te tiraron de la cama Gabriel? ―Agustina casi le grita. ―deja ni respondas porque ya sé la respuesta.
Carolina se cubrió la cara con ambas manos, sabía que era mala idea contarle a Gavo. Ese, a diferencia de ella, era malísimo para mentir y enseguida soltaba todo.
―A ver, retomemos ―Romina los cortó y sostuvo la mano de Fabián, sabía que en cualquier momento explotaba eso. ―¿El Cuti Romero no es el de la selección?
Agustina, Gabriel y Carolina asintieron.
―¿Y anda con vos? ―preguntó lentamente, los tres volvieron a asentir.
―Andaba, me imagino que lo dejó si la cagó otra vez ―soltó Gabriel. ―que boluda, Caro, viste que no hay que darle segundas oportunidades a los infieles.
Carolina le dio un golpe y quiso volver a llorar.
Todo estaba tenso en el ambiente, ninguno decía una palabra. Fabián se sentía traicionado por sus propios hermanos, en especial por Carolina que le había contado la verdad a medias.
¿Lo veían como el hermano mayor forro? No quería convertirse en eso, no quería darles esa imagen a sus hermanos. Quería que siguieran confiando en él para contarle sus secretos, como cuando eran pendejos.
―Caro ―la llamó, ésta no lo miraba. ―Carolina, mírame ―ahora obedeció. ―¿Vos estás bien?
―Sí, o sea no, pero sí creo.
―Bueno, eso es todo lo que me importa a mí ―Fabián la miró con ojos comprensivos, Carolina quiso sonreír, pero le salió más que nada una mueca. ―lo único que me importa es tu bienestar, el de todos por igual.
Caro se paró y fue hasta donde su hermano mayor estaba sentado. Lo abrazó por el cuello con fuerza, Fabián siempre había sido comprensivo con ella y la amaba con todo su corazón.
―¿Querés seguir hablando de esto? ―le preguntó el mayor de los hermanos Sosa, susurrando.
―Ahora no ―Carolina respondió de la misma forma. ―perdóname por no decirte las cosas como eran, y por no poder conseguirte un autógrafo de Messi.
Fabián río y se separó de ella, le secó la única lágrima que corría por su mejilla.
―Ahora decime donde queda el predio o donde poronga se está quedando la selección. El Cuti sabe romper piernas, pero yo sé bajar dientes.
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