26

Caro estaba sentada sobre el pasto artificial del predio de la Selección Argentina. Miraba como algunos de los jugadores jugaban un partidito y de paso se cagaban a palos entre ellos.

¿Se sentía real? Para nada. Jamás se imaginó estando ahí, viendo a los jugadores y hasta riendo con ellos.

―¡Penal! ¡Penal, Cuti hijo de puta!

Rió cuando escuchó como volvían a gritar el apodo de Cristian, era el único al que habían estado gritado toda la tarde.

―Bue, re maricón nos salió la joya ―se burló de Paulo mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

―Te haces el bonito porque está tu novia, culiado ―se defendió Paulo saliendo de la cancha.

Carolina alzó sus cejas ¿novia? Estaba a una distancia considerable para que no la vieran hacer aquella acción, ¿Cristian les había dicho que era la novia?

―¿Qué haces, Carito?

Leandro la asustó cuando apareció a su lado de la nada y tomó asiento junto a ella, Carolina colocó una mano en su pecho y lo miró mal.

―¿A dónde vas, Paulo? ―dijo Romero.

―No juego más, animal.

―¡Ahora nos falta uno, gil! ―Otamendi le dio una cachetada en la nuca a Cristian.

Paulo llegó a sentarse junto al dúo de amigos.

―¿Agua? ―Carolina le ofreció de su botella.

Dybala tomó y se la devolvió vacía a Carolina haciendo que lo mirara mal disimuladamente, cosa que solo Leandro se dio cuenta.

―Gracias...

―Carolina ―Paulo asintió al saber su nombre. ―o Caro, como quieras.

―¿Carito?

Paulo borró su sonrisa cuando agua helada le cayó en la cara, Leandro acababa de tirarle agua de su propia botella.

―Carito no, gil, ese apodo es mío ―dijo abrazando a la chica por los hombros. ―y del boludo de Licha, pero con ese no tengo opción. Nosotros la conocimos antes.

Carolina río, jamás había visto a Leandro así y le divertía. Sí, cuando pasaba más tiempo con él y Lisandro vivían peleando por ella, pero no se esperaba eso.

Mientras que del otro lado de la cancha, Cristian los miraba con una cara de culo terrible.

―¿Qué pasa, amigo?

Martínez se acercó al verlo así, siguió su mirada y río al ver lo mismo que Romero. Era un celoso de primera.

―Es amigo Lea, todos somos amigos.

―Qué me importa, le voy a cortar las manos al pelotudo ese.

Sin más que decir se encaminó en dirección a Carolina y los dos jugadores que estaban con ella. Cuando se quedaron callados porque él había llegado casi le agarra un ataque de ira.

―Vamos, Carolina.

―¿A dónde? ―dijo ella confundida aún con una pequeña sonrisa en el rostro.

―A jugar, nos falta uno.

Carolina lo miró con el ceño fruncido, era un queso para jugar ella. De pedo sabía correr sin tropezarse.

―La van a hacer pollo, Cuti ―le dijo Leandro.

Los muchachos podían ser medios brutos cuando se emocionaban jugando.

―Nah, yo la cuido ―Romero la abrazó por los hombros, mirando mal a Paredes. ―jugas conmigo, vamos.

―Bueno ―Carolina comenzó a caminar no muy convencida. ―¿Sabes el número del Same de acá?

Cristian río, Carolina lo miró preocupada por su vida.

Ni cinco minutos después el juego comenzó y Carolina hacía lo posible para mantenerse alejada de la pelota. Había visto cuando Julián Álvarez la agarró y casi se le tiran todos encima más o menos, no gracias ella pasaba de eso.

―¿Todo bien, amor? ―Cristian le preguntó con ironía.

―Boludo, me van a matar.

―No ―Cristian recibió el pase de Julián, y sin dudarlo, la pateó despacio a los pies de Carolina que estaba a su lado, ella lo miró con terror. ―¡Corre, culiada!

Carolina, con miedo de terminar en el hospital, corrió hacia adelante sin mirar atrás porque sabía que todos los monos iban tras ella.

―¡Cristian, la puta que te parió!

―¡Es para el otro lado el arco, Caro! ―Julián le gritó.

―¡La puta que me parió!

Fue muy tarde cuando quiso cambiar la dirección de sus movimientos, se dio la vuelta justo cuando Otamendi y Lisandro estaban detrás de ella con todas las intenciones de quitarle la pelota. Ninguno midió sus movimientos y así fue como terminaron cagándola a patadas a la pobre Carolina.

Dos golpes en su pierna fueron suficiente para derrumbarla, soltó un grito y cayó. Puteando en todos los idiomas que conocía. Los jugadores se acercaron rápidamente.

―¡Uh, discúlpame, nena! ―gritaba Ota con las manos en la boca, ni siquiera él sabía cómo había pasado eso.

―¡Carito! ―Lisandro se tiró al piso junto a ella para checar que estuviera bien.

Cristian se acercó en silencio, pero rápido. Carolina apenas lo vio le soltó una cachetada en el brazo, que era su extremidad más cercana a ella.

―Ay, loca.

―Te dije gil, que me iban a matar ―lo retó sentándose en el pasto. ―menos mal que me ibas a cuidar ―le dijo después de ver el moretón en su pierna.

―¿Te duele? ―Leandro también se acercó y le tocó la zona que poco a poco se ponía violeta.

―¡No toques!

Gritaron Carolina y Cristian al mismo tiempo, ambos por diferentes razones. A uno le dolía la pierna y al otro le daban celos.

Carolina volvió a tirarse al piso cuando escuchó como empezaban a gritar todos.

(...)

―Despacito, me duele.

Cristian la dejó sentada en un banco cerca de la cocina, habían entrado a la edificación del lugar para buscar hielo. Los otros se quedaron afuera boludeando, aunque le dijeron que si necesitaba algo que los llamara.

―No está el hielo de mierda acá ―se quejó Cristian buscando en el freezer. ―ya vengo, no te muevas.

―Aunque quisiera no puedo ―le gritó cuando lo vio yéndose.

Se le estaba empezando a hinchar la zona del tobillo, le daba hasta impresión verlo. Que hijo de puta esos dos que la cagaron a patadas, ahora le dolía pero en el momento no sintió nada.

Pasaban los minutos y Cristian no daba señales de volver muy rápido, encima que la dejaba sola en un lugar que no conocía y en el que creía que no podía estar, no podía caminar para escapar si alguien la veía.

―La puta que lo parió.

Se puso de pie y empezó a caminar, apenas apoyando su pie derecho debido al dolor.

―Cristian ―dijo en voz alta. ―¿Dónde te metiste pelotudo?

Siguió caminando, ni siquiera sabía dónde estaba parada. El lugar estaba medio oscuro, sabía que ellos hoy tenían el día libre así que no andaba mucha gente por ahí.

Entró a una sala de juegos, eso parecía por la play y el televisor además de las luces led que cambiaban de color a cada segundo. Vio otra puerta y ahí se dirigió al escuchar más voces.

Antes de que pudiera abrir, de ahí salió una chica rubia. Ésta venía limpiándose los labios con el dorso de la mano.

Oh, hi ―una gringa, pensó Caro.

Hi ―Carolina le respondió el saludo confundida ¿y esa quién era?

No le dijo más nada y se fue del lugar, dejando el triple de confundida a Carolina. Y cuando volteó para irse también, volvió a escuchar la puerta de donde había salido aquella rubia.

―Caro, ¿Qué haces acá?

Lo vio salir de ahí con la camisa desarreglada y el pelo despeinado. Claramente sus pensamientos no ayudaron después de ver a aquella rubia.

Fueron dos segundos los que le tomó atar cabos, y enojarse a más no poder.

―Ah, sos un hijo de puta.

Quiso irse de ahí, sin embargo, fue inútil porque caminaba a la velocidad de una tortuga y Cristian se interpuso en su camino, cerró la puerta de la sala con su cuerpo para no dejarla ir.

―Lo que hayas visto, no es lo que parece, te lo juro que te lo puedo explicar.

―No te quiero escuchar ahora, sos un caradura.

―Para, hablemos.

Carolina trataba de correrlo del camino para salir de ahí. Cristian la tomó de los brazos para que dejara de forcejear con él.

―Escuchame, es un malentendido ―el cordobés la miraba con miedo, no quería volver a perderla. ―te juro que no es lo que parece.

―¿No es lo que parece? Entonces, decime que es ―se cruzó de brazos.

Sin darse cuenta su mentón empezó a temblar, señal de que estaba conteniendo el llanto, y ambos lo sabían. Ni siquiera creyó que podría llegar a afectarle de esa forma, se suponía que estaba con él para lastimarlo pero le estaba saliendo el plan como el culo hasta ahora.

―Porque por lo que yo veo, esa flaca te comió hasta las palabras por lo callado que estás ―Cristian negaba. ―menos mal que me pediste otra oportunidad e ibas a cambiar.

―Para, déjame hablar...

―Me cansé de escucharte, estás haciendo lo mismo que la última vez.

―¿La última vez?

Cristian le hizo montoncito con la mano, trataba de hablar, pero Carolina lo interrumpía apenas abría la boca.

Se había esperado ese momento, sabía que Carolina seguía pensando en lo que había ocurrido el año pasado. Y cómo para no hacerlo, si él se había ido dejándole solo un mensaje.

―Sí, la última vez, no te hagas el pelotudo ―ahora que había empezado, nada iba a poder detener todo el vómito verbal que tenía.

―No sé de qué me hablas, Caro, yo nunca te...

Fueron interrumpidos por el golpe de la puerta.

―¿Todo bien ahí? ―reconocieron la voz de Leandro.

―Sí, ándate.

―No, abrí la puerta, Leandro.

Ambos hablaron al mismo tiempo. Paredes no esperó un segundo más, abrió la puerta que curiosamente se abría hacía afuera y vio la situación.

―¿Qué pasa? ―dijo confundido.

―Nada, yo tengo que volver al hotel con mi familia.

Por más que quería decirle sus verdades a Cristian, no iba a hacerlo frente a sus amigos. Además necesitaba calmarse, tenía las emociones a flor de piel y cuando subió al taxi que encontró en la calle se rindió a tratar de retener sus lágrimas.

―¿Qué pasó? Caro se fue re mal ―Lisandro apareció junto a sus dos amigos.

―Qué les importa.

Cristian se fue re enojado de ahí. Leandro se encogió de hombros, él sabía menos que Lisandro.

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