18
El día del partido había llegado, Argentina y Polonia se enfrentarían en la cancha (y probablemente también en las tribunas).
Carolina se había adelantado esa tarde antes de que salieran a la cancha, en el lobby del hotel había pintado los rostros de sus familiares con los colores de la bandera argentina.
Román y Valentín habían accedido gustosos, a los que le costó convencer fue a David y Carla. Pero al final aceptaron y todos los Sosa y Romina se reunieron para una foto familiar luciendo sus banderas.
Camino a la cancha se mezclaban con la hinchada de su país como siempre.
―El tío Gabi tiene olor feo ―dijo Valentín en los hombros de Gabriel.
Los adultos rieron.
―Ya te dije Gabriel que laves esa camiseta o no venís más con nosotros ―lo retó Carla.
―No vendré más con ustedes, má. Primero mi país, la cábala y últimos ustedes ―se encogió de hombros. ―¡Agárrate, Valen, que nos vamos!
En menos de dos segundos Gabriel salió a toda velocidad con su sobrino sobre sus hombros para mezclarse con la hinchada, Carolina negó con la cabeza.
―¡Cuídalo, Gabriel, ponele la gorra! ―le gritaron Romina y Fabián al mismo tiempo.
―¿Vos que haces tanto con ese celular?
―Nada ―enseguida apagó la pantalla cuando Agustina quiso mirar.
Mentira. Carolina y Cristian llevaban hablando desde la salida a la playa, él había tenido la iniciativa a preguntarle si llegó bien a su habitación y Carolina le respondió que deje de preguntar boludeces. La respuesta era obvia a su vista.
Más allá de Cuti sentirse molesto por su respuesta, se río, una respuesta normal no esperaba de ella. Y desde esa noche continuaron hablando, ya sea durante el desayuno, almuerzo o cena, que eran los horarios más o menos libres del jugador.
―No me mientas a mí ―Agustina le dijo con un dedo bajo su ojo. ―me tenés que contar cosas todavía.
―¿Qué querés que te diga? ―Carolina le preguntó fingiendo desinterés.
―Y cosas como por qué no me dijiste que te pusiste en pedo con el Cuti y, más importante todavía, por qué no me dijiste que saliste con el antes de ayer.
―Ah ―Carolina se hizo la boluda, buscaba una salida. ―bueno, fueron cosas que pasaron. Ya te expliqué.
―Sí, pero quedamos en que lo ibas a hacer cagar no físicamente.
Carolina río, Agustina quería hacerlo cagar más que la propia ex novia de Cristian.
―No te rías, pava, todavía no entiendo cómo se supone que lo vas a lastimar ¡estando con él!
Carolina le tapó la boca ante el grito, su hermano mayor volteó a verlas. Carolina fingió abrazar a Agustina y las dos sonrieron hasta que Fabián miró hacia adelante otra vez y se separaron enseguida.
―Deja de gritar, idiota.
―¿No le habías contado ya a Fabián?
―No todo ―aclaró Carolina, Agustina abrió la boca sorprendida.
Carolina se adelantó, no quería hablar de ello ahora, estaba emocionada por el partido, y en el fondo también por verlo a él.
―¿Le mentiste a Fabián? ―Agustina se colgó de los hombros de su hermana, se notaba la emoción en su voz, Carolina solo asintió y la ignoró. ―te amo, Carolina, por fin te llegó la rebeldía.
―Callate, no fue mentir, fue ocultar información nomás.
―Sí, sí, lo que vos digas. Fue tu primera mentira a Fabián, debería hacerte una fiesta.
―¿Ah, sí? ¿Querés festejar? Mirá, vení conmigo ―Carolina tomó la mano de Agustina.
―¿Adónde? ―dijo confundida su hermana siguiéndola.
―A comprar agua.
Agustina aceptó sin rechistar, le creía a Carolina.
―Agus sabe que están la mayoría de los comercios cerrados ¿o no? ―Fabián le preguntó a sus padres.
―No creo, hijo, viste que es media media, igual que ustedes tres. Ya la vamos a escuchar gritando entre la gente.
Y efectivamente, ni cinco minutos después escucharon los gritos de Agustina al quedar atrapada entre un gran grupo de personas que saltaban al ritmo de "Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar"
―¡Carolina la puta que te re parió!
(...)
Más tarde dentro del partido, Carolina y Agustina llegaron juntas y encontraron a su familia ya en la tribuna.
La menor venía con una sonrisa de oreja a oreja y charlando con una pareja que le habían caído muy bien dentro de uno de los pogos que hicieron. Mientras que la hermana mayor llegaba acomodándose los cabellos y con una cara de cansancio infernal, apenas vio a sus padres corrió con ellos.
―¡Nos vemos chicos! ¡Gracias por el agua! ―Carolina se despidió y se acercó a su familia. ―de lo que se perdieron, nos cruzamos a Gavo y Valen y andaban con un bombo.
Romina negó y Fabián río.
―Hablando de Roma.
Voltearon y allí venían tío y sobrino, también con un grupo de personas que se llevó la atención de varios al oír el ruido que causaban.
―Sos una tarada, nunca más me pidás que te acompañe a algún lado ―le dijo Agustina mientras se abrazaba a su mamá.
Carla río mientras la peinaba con una mano. Carolina le sacó la lengua infantilmente.
No era un secreto para nadie en la familia que a Agustina no le iba mucho eso de los gritos o festejar tan brutamente, pero estaba en Qatar así que era acostumbrarse o quedarse en el hotel.
―¡Eh, familia! ¡Acá estamos!
Valentín subió a la tribuna corriendo y abrazó a su mamá diciéndole cuanto la había extrañado.
―El tío Gabi no me quiso convidar de la coca que unos chicos le compartieron, pá ―dijo Valentín acusándolo con un dedo.
―Me imagino que era otro tipo de coca cola, hijo, por eso. Ahora con mamá te compramos una para vos y tu hermano ―Fabián besó la frente de su hijo.
Valentín y Román asintieron más que contentos.
Las personas iban a comprar sus bebidas o terminaban de buscar sus asientos mientras los jugadores se encontraban en la cancha entrando en calor y practicando un poco.
―Romi, Valen, ¿quieren que nos acerquemos un poco a la cancha? ―Carolina les preguntó, la respuesta obviamente fue positiva.
Así que mientras Fabián y Romina iban a buscar bebidas para sus hijos, éstos fueron con sus dos tíos más jóvenes a acercarse un poco a la cancha para ver a los jugadores.
―¡Tía! ¡Tus amigos! ―Román señaló contento ―¿Te acordás que Rodri me dijo que podía ir cuando quiera?
―Sí, me acuerdo, Romi ―Caro le sonrío. ―vos y tu bocota ―susurró.
Román volteó a verla con una gran sonrisa y ella volvió a sonreírle.
―¿Yo también puedo ir, madrina?
Valentín la llamaba de esa forma siempre que quería algo, como para hacerle acordar que no solo era su sobrino sino que también su ahijado. Para hacerla sentir que tenía responsabilidad sobre él.
―Sí, ahijado mío. Pero no hoy ―le respondió con un tono burlón, ya lo conocía y conocía ese jueguito mental de él. Valentín sonrío haciendo que sus ojos casi se cerraran.
―¡Miren! ¡Messi!
Gabriel parecía un nene más. Aprovechando lo distraído que estaban los tres varones, Carolina sacó su celular para enviarle un mensaje a Cristian que sabía no lo vería hasta tarde.
"Suerte, cordobés, salí a romper piernas"
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