08

Los minutos pasaban y nadie podía encontrar a Román, la familia se encontraba en el pasillo, enloquecidos.

―¿No estaba con Fabi y Ro? ―preguntó Gabriel.

―No, no, ellos salieron de la habitación y cuando volvieron no estaba ―explicó Caro.

―¿Y ahora dónde están? ―Carla y David habían sido despertados por la bulla y salieron de su habitación en pijama.

―Fueron a recepción a decir que había desaparecido, seguro tienen cámaras ya lo vamos a encontrar.

Por suerte Valentín seguía dormido en la habitación de sus padres, Agustina había ido a quedarse con él por las dudas que despertara y no encontrara a nadie.

Carolina miraba su celular cada cinco minutos esperando noticias. Tenía un nudo en la garganta, Román no era de irse sin supervisión jamás lo había hecho ¿Cómo podían haberlo perdido en el hotel y no en la cancha llena de miles de personas?

―Preocupándonos no vamos a hacer nada, Gabriel anda a los baños del primer piso y revisa por ahí. Carolina vos anda piso por piso, a mí me dijo el otro día que el ascensor le daba miedo así que capaz está atrapado. Mamá y yo nos quedamos acá por si vuelve.

Los hermanos asintieron y emprendieron marcha, el hotel era gigante y el lobby aún más. Esa era la tarea de Gabriel, Carolina esperaba que la cumpliera porque era medio distraído su hermano.

El hotel tenía dieciséis pisos sin contar la terraza y el sótano, así que iba a tardar un rato.

―Me llamas Gabriel si lo encontras.

―Sí, vos también ―Gabriel miró a su hermanita antes de dejarla sola. ―debe estar por ahí, Román es inteligente no dejaría el hotel sin nosotros.

Carolina asintió y subió al hasta el último piso. Desafortunadamente no tuvo éxito, el piso trece tuvo que saltarlo por obvias razones donde tenía la entrada prohibida.

Quince minutos después estaba en el piso doce, donde ellos se hospedaban.

―¿Y?

Fabián y Romina saltaron sobre ella al verla cuando las puertas del ascensor se abrieron.

―No, no lo encontré, vine a ver si ustedes sabían algo.

―Dios mío ―Romina abrazó a Fabián, estaba desesperada por encontrar a su bebé.

―Todavía me faltan los pisos de abajo, seguro está ahí, ¿a ustedes que les dijeron?

―Están revisando las cámaras ―respondió Fabián serio. Caro asintió.

Y una vez más se montó en la caja metálica para continuar con su búsqueda, sin embargo, la vibración de su celular en el bolsillo trasero de su pantalón la distrajo.

Enseguida lo tomó en manos, sorprendiéndose al recibir mensajes de Instagram de un antiguo chat.



leoparedes20

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Me dicen por la cucaracha que tenemos algo tuyo
Subí ya hablamos con seguridad




Y en ese instante fue como si el corazón le hubiera vuelto a latir y podía respirar con normalidad.

Apretó el botón con el número trece y fueron los segundos más largos de toda su vida mientras esperaba que aquellas puertas color gris se abrieran. Y en cuanto éstas se abrieron lo primero que vio fue dos espaladas enormes de hombres vestidos de negro.

―Hola...

Carolina saludó sin saber que decir, estos temibles seres solamente se apartaron del camino para dejarla pasar y no dijeron ni una palabra. Lo cual volvió todo mucho más tenso.

Una de las últimas puertas se abrió, y de ésta salió el mismísimo Lisandro Martínez.

―¡Carito! Acá, vení ―gritó, apurándola con un movimiento de mano.

Carolina sonrío, hace muchísimo no lo veía.

―¿Qué es de tu vida nena?

Se saludaron con un beso en la mejilla y él se apartó para dejarla entrar a la habitación.

―¿Qué es de mi vida? Yo tendría que hacerte esa pregunta, estás jugando en el Mundial.

Ambos rieron.

―¡Tía Caro!

Aquella reconocible voz para la nombrada resonó en toda la habitación, pronto sintió el pequeño cuerpo de Román estrellarse contra sus piernas mientras la abrazaba con fuerza.

―¡Román! ¿Por qué te fuiste así, nene? Casi haces que me agarre un infarto a mí, a tus papás y todos.

El pequeño no supo que responder, afortunadamente alguien saltó a su rescate.

―Deja de retarlo al nene. Mejor vení a saludar, cuando te conocimos eras más educada.

Leandro Paredes apareció de la nada y ahí Carolina se dio cuenta que las habitaciones de ellos eran considerablemente más grandes, porque se encontró con un grupo de jugadores.

Saludó a todos ahí mismo parada, tenía a Román sujetado de los hombros como lo había hecho en la cancha. A Lisandro y Leandro los conocía ya, pero ahí también estaban Alexis, Rodrigo, el Tucu Correa, Romero (ignorado por Carolina). Y quiso desmayarse ahí mismo cuando vio a Messi.

Palideció completamente, estaba en la misma habitación que Messi. Lo estaba viendo a los ojos, él reía por algo que dijo Rodrigo mientras tomaban mates.

―¿Viste tía? Cumplí lo que dije, vine a decirle a Leo que gane el próximo partido por vos.

Carolina no sabía dónde meterse cuando todos los jugadores la miraron, en ese momento quería que la tierra se la tragara.

―Sí, Roma nos contó que llorabas mucho ―De Paul le habló.

―¿Cómo qué lloraba, Roma? ―le siguió Correa.

¿Roma? Qué era ese apodo por Dios ¿Encima por qué los jugadores tenían un apodo para su sobrino? Carolina estaba en shock.

―Como la llorona, Joaco. Hasta que yo la abracé ¿o no, tía?

Los jugadores rieron, para ser un nene tan chiquito hablaba hasta por los codos. Y lo que les había charlado esa media hora que estuvo con ellos.

―Sí, Romi...

La verdad que Carolina estaba sin palabras, ¿estaba quedando como una tonta? Probablemente sí ¿le importaba? Absolutamente no.

―Tenemos que irnos, Román, tus papás te están buscando como locos ―recordó la chica cuando su celular vibró otra vez y lo miró rápidamente, iban a ser las dos de la mañana.

―Uh, bueno. Menos mal llegaste, porque no sabía cómo volver pero al menos pude decirle a Leo que gane y que lo quiero mucho ¡Me firmaron la camiseta los chicos!

Carolina sonrío igual de emocionada que él, era literalmente algo increíble. Se despidieron del grupo, quienes hasta se veían tristes de que el niño se fuera.

―¡Chau Roma! Podes venir cuando quieras.

―¿Con mi hermano? ―preguntó emocionado, sujetando la mano de su tía.

―¡Román! ―Carolina le dijo entre dientes, había agarrado demasiada confianza.

―Sí, obvio, tu tía también puede venir ―dijo Leandro con una sonrisa divertida.

Carolina quiso darle una cachetada en la cabeza pero se contuvo. Finalmente salieron de la habitación y Carolina sintió que podía volver a respirar.

―Ay, Románcito, lo que te espera ahora cuando lleguemos con tus papás.

Román caminaba tranquilo, en su mente él no había hecho nada malo.

―Tía ¿vos ya los conocías a ellos?

―No, no ―enseguida negó.

Román no dijo nada, la miró dudoso por un segundo de su respuesta.

―¡Carolina!

Ambos voltearon al oír el nombre de la chica.

―El Cuti Romero, tía ―Román dijo emocionado sacudiendo el brazo de su tía.

―Espérame allá al lado del ascensor, Romi, te llegas a ir y cuando te encuentre te cambio por camellos.

El niño la miró con una mueca, Carolina soltó su mano y lo dejó ir mientras el aclamado Cuti Romero se acercaba a ella.

―¿Qué? ―fue lo único que dijo una vez lo tuvo frente a frente.

―Es un nene re bueno ―dijo él mirando detrás de la chica, saludando a Román. ―quise escribirte yo, pero...

―Te tengo bloqueado.

―Eso ―rascó su nuca, estaba nervioso, no la recordaba tan cortante. ―no paraba de decir que quería hablar con Messi por su tía Carolina. Por eso y el diente que le falta me di cuenta que era tu sobrino.

―Gracias.

Carolina se volteó dispuesta a irse, no contaba con que iba a tomarla del brazo para detenerla. La chica miró el lugar donde la mano de él se encontraba.

―Perdón ―soltó tras un silencio algo incómodo donde se habían estado mirando a los ojos fijamente. ―fui un tarado, te pido perdón.

La chica lo miró a los ojos, realmente se veía arrepentido. Pero Carolina lo conocía, al menos un poco, siempre volvía con esa mirada de arrepentimiento después de mandarse cagadas que terminaban lastimándola cada vez más.

―No, el daño ya está hecho, no te perdono.

―Pasó un año ya, Caro.

―Que me importa, te dije que no te perdono. Esforzate más. ―se volteó dispuesta a irse. ―Soy Carolina para vos, bobo.

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