Verdades amargas


Yamato no supo que sentir en el momento en que el sobre amarillo fue tendido en su dirección. Había estado ansioso toda la semana esperando por ese momento y ahora, teniendo la respuesta a todas sus preguntas no estaba para nada deseoso de terminar con su suplicio.
Así que en lugar de abrir el sobre que Ken Ichijouji dejó frente a él, Matt tomó su celular y se entretuvo haciendo la transacción monetaria para el pago de sus servicios.
El timbre de notificación en el teléfono de Ken le hizo levantar una ceja de manera escéptica. Luego se puso de pie y sin agregar absolutamente nada salió del local dejando a Yamato para que se entendiera con sus propios demonios.
¿Cuánto tiempo estuvo ahí solo contemplando aquel sobre? La respuesta no sabría darla con exactitud, lo único seguro es que llegó un poco antes del medio día a la discreta cafetería y en este momento estaban por cerrar, y seguía mirando el maldito sobre como si este fuera a morderlo.
Así que sin querer llamar la atención, más de lo que seguramente ya lo había hecho al permanecer tanto tiempo ahí, salió rumbo a su casa.
Necesitaba apoyo moral y nadie mejor que su hermano para brindárselo, aun cuando eso significara tener que confesarle todo lo ocurrido.
Aparcó el auto sin problemas, bajó del vehículo y tomó el elevador hasta el ático. La puerta estaba sin seguro y supuso de manera correcta que Tk ya había llegado a casa y lo esperaba para cenar.
Entro arrastrando los pies, y Tk le noto ese aire deprimente que arrastraba apenas cruzar miradas. Estaban por hablar un tema delicado y espinoso. Por eso Tk con paciencia lo condujo a la cocina, colocó la pizza y dos cervezas en la isla, tomó asiento y esperó paciente a que su hermano lo imitara.
—Hace cinco años salía con Sora, ¿la recuerdas?
Tk le dio un mordisco a su rebanada de pizza y asintió con la cabeza. Matt tomó un trozo y también lo mordió como mero pretexto para no hablar, pero eventualmente desapareció de su boca y tuvo que continuar.
—Por ese entonces me fui al extranjero, ¿no? —agrego Tk como queriendo ubicar bien el tiempo del que le estaban hablando.
—Si —confirmó Matt bajando la mirada. —Unos días después de tu partida, terminé con Sora.
—Y nunca supe por qué, es decir parecía que se llevaban muy bien. Hasta pensé que no tardarían en casarse.
—Y así era. Nos llevábamos de maravilla. Ella era fabulosa, pero...
—No la amabas —concluyó Tk queriendo ahorrarle a su hermano palabras dolorosas.
—No exactamente, en ese tiempo pensé que la amaba. Que estábamos hechos para estar juntos, pero... bueno, la disquera... La disquera dijo que mi canción había sido un Hit. Tu sabes lo que es eso, me la pasaba cantando en lugares de poco renombre y en eventos sin importancia, y de repente me ofrecen un contrato... giras... conciertos... era mi sueño hecho realidad.
—Y en ese sueño no estaba ella incluida.
—Quizás si, quizás no. Realmente no tuve mucho de donde escoger. Una de las primeras clausulas del contrato era nada de relaciones románticas. Cuando pedí una explicación, me dijeron que las parejas absorben mucho tiempo, que son una distracción, en especial después de una pelea y no necesitábamos eso; éramos don nadie intentando abrirse paso. Y en cierta medida lo entendí años más tarde. O te entregas en cuerpo y alma a la música, o estas destinado a fracasar.
—Pero te fue bien. Mira todo lo que has logrado. ¿Acaso te arrepientes? —para cuando terminó de formular esa pregunta Tk iba por su cuarta rebanada y su segunda cerveza.
—No, y de hecho no volví a pensar en todo lo que dejé atrás hasta hace un par de semanas. Cuando me llegó a mi correo una foto.
—Foto, ¿qué foto? —preguntó Tk comenzando a molestarse con el infeliz que buscaba hacerse seguramente de dinero a expensas del esfuerzo de su hermano.
—Esta —dijo sacándola de su chaqueta para mostrársela.
—Ese niño... —jadeó Tk sintiendo que el estomago se le revolvía.
—Contraté a un investigador, justo acababa de entrevistarme con él, cuando tu llamaste para que te recogiera en el aeropuerto y... hoy me entrego todo lo que le pedí.
—¿Es el sobre que traías en las manos cuando llegaste? —No era una pregunta a pesar del tono en que fue pronunciada.
—Si.
Tk apenas logro escuchar la respuesta, en ese momento era como un caballo de carreras que apenas escuchar la señal sale a todo galope espoleado por la curiosidad. Sus pies casi patinaron en el piso y sus dedos se aferraron al sobre como si su vida dependiera de ello.
Lo abrió sin contemplaciones, porque entendió que eso era lo que Matt quería, le había dicho todo eso porque no tenia el valor para comprobarlo por sí mismo, así que recurría a él.
Paso casi todo el reporte solo leyendo entre líneas algunos datos sin relevancia hasta llegar a lo que le interesaba, la prueba de paternidad. Vaya que ese tipo debía tener contactos para poder realizar dicha prueba saltándose los protocolos legales.
Sus ojos vagaron por las líneas hasta el dictamen que en negritas recalcaba: Positivo.
—Joder —remilgo Tk arrugando la hoja y peinando su cabello de la frente a la nuca con fuerza. Zapateó y volvió a repetir —Joder.
—Es mío, verdad —acotó Matt mirándolo desde la cocina. Su semblante parecía el de un muerto recién sacado de la fosa.
Y como no había forma de tapar el sol con un dedo Tk respondió.
—Si, es tuyo.
Y Matt se desplomo ahí mismo.
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Sora Takenouchi vivía en un modesto complejo de departamentos, no muy lejos de la parada del autobús, a una cuadra de la estación del metro. Actualmente era dueña de una pequeña florería y parecía irle bien en la vida. Su pequeño hijo de cuatro años era su luz, su razón de existir.
La florería a estas alturas ya gozaba con una buena reputación y clientes asiduos, como el Dr. Joe Kido quien miraba las petunias intentando decidirse cual tomar. Por lo que sabía el galeno era viudo desde hacia varios años y su único hijo rondaba los once o doce años.
—Me acaba de llegar en la mañana un bouquet de claveles preciosos, por si le interesa doctor —ofreció ella amablemente.
—Podría verlos, gracias señorita Takenouchi.
Sora sonrió antes de recordarle que podía llamarla por su nombre. El medico se ruborizo antes de asentir con la cabeza y verla desaparecer por la puerta que daba a la trastienda.
La campanilla de la tienda se escuchó antes de que un bólido rubio mejor conocido como Yoshino entrara a la florería gritando: Mamá, a todo pulmón.
—Buen día Doctor Kido —saludo al notar su presencia, hizo una inclinación de cabeza y continuo con su perorata mientras agitaba su boleta de calificaciones.
—Déjame adivinar, volvió a tener un excelente —dijo Joe sonriendo con ternura, luego se giró para saludar al hombre que como si fuera ley seguía a todas partes al pequeño rubio.
—Más que eso —respondió Taichi con la mirada luminosa.
Joe miro a Tai de arriba abajo sin encontrar la razón del porque este hombre no tenia pareja. Era amable, amaba a los niños, de carácter alegre y palabra fácil, además de un buen empleo. Su rostro era agraciado y sus facciones fácilmente podrían catalogarse de elegantes. Su porte era sereno y cada gesto parecía medido para llamar la atención de hombres y mujeres. Y sin embargo ese magistral espécimen prefería hacerla de niñera que salir con las bellísimas mujeres que día tras día frecuentaban la agencia de modelaje para la que trabajaba.
—Bueno, tengo que volver al trabajo. Me despide de Sora y Yoshi.
Joe asintió con la cabeza. Taichi se tomaba dos horas de comida exactamente a la una de la tarde, lo que le daba un margen estrecho, pero suficiente para ir por Yoshino a la escuela, dejarlo en la florería y luego conducir de regreso a d'Xim con un sándwich en la boca y un jugo de fruta en la mano.
Para cuando Sora volvió a la tienda llevaba entre sus manos un ramo enorme de violetas y otro de claveles blancos.
—¿Taichi se ha ido? —pregunto ella, aunque sabia muy bien la respuesta.
—Llevaba prisa —respondió el médico.
—Espero que llegue a tiempo para cenar.
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Matt llevaba aproximadamente dos días vigilando la florería, esperando el momento en que Sora estuviera libre, pero entre su decidía, y porque no, su cobardía se le estaba haciendo casi imposible acercarse.
Quizás se debía al horario que había elegido para acecharla. Siempre llegaba después de las cinco de la tarde y para entonces ella comenzaba a meter los arreglos en exhibición mientras saludaba amablemente a cuanta persona pasaba cerca.
Pero ya estaba harto.
Bajo del vehículo y encendió un cigarrillo mientras esperaba que Sora saliera, sus ojos estaban fijamente clavados en la puerta de la tienda, así que, cuando tomo valor y camino rápido y decidido nunca noto a la persona que iba pasando.
El choque de ambos cuerpos resulto en un par de sacos manchados pues el otro hombre cargaba dos vasos de café que acababan de derramarse.
—Yo lo siento, no lo vi —se disculpó Matt sin atreverse a levantar la cabeza para evitar que le reconocieran.
—Dios, va a salir cara la tintorería —se quejó el otro observando la enorme mancha en su ropa. —Pero nada comparado con eso —dijo señalando la chaqueta de piel del musico. —Aunque... quizás...
Y sin pedir permiso o ser considerado tomó la mano de Matt para arrastrarlo al otro lado de la calle, justo a la puerta de la florería.
Yamato se quedó mudo, ¿qué estaba pasando?, ¿en qué mundo paralelo había ido a caer? Unos segundos antes de que entrara en pánico se dio cuenta de que no estaba siendo arrastrado a la florería, sino a una puerta aledaña, la entrada al edificio departamental y de ahí a las escaleras por las que subió hasta el tercer piso.
Con rapidez su secuestrador saco un manojo de llaves que Matt juraría solo San Pedro podría igualar, y abrió la puerta del modesto departamento.
El lugar era apenas suficiente para ser ocupado por una pareja, y a lo más un niño. Aunque por la distribución de los muebles y el color de las paredes daba la sensación de amplitud.
—Quítate la ropa —ordeno el otro.
—Disculpa —dijo Yamato sin saber si había escuchado bien.
—¡Oh! Vamos, quítate la chaqueta, si la limpio en este momento puede que aun tenga remedio —y prácticamente arranco la prenda del cuerpo de Matt.
Mientras el otro trataba de salvar la costosa chaqueta, Matt no pudo evitar detallarlo. Tenía delante de si a un hombre un par de centímetros más bajo que él, pero de cuerpo excelsamente esculpido, y lo decía expresamente por el redondo durazno que tenía por culo, y era abrazado descaradamente por el pantalón. Era como una invitación descarada a darle una buena nalgada.
Tras ese pensamiento Matt prefirió mirar al techo buscando moscas. Aunque la distracción no le duro mucho, pues su vista volvió a recaer en la otra persona en la estancia. De hombros y pecho cuadrado, no muy exagerado, solo lo suficiente para denotar masculinidad, y su cabello. ¡Dios! ¿ese color de cabello sería natural o lo teñiría? Porque hasta ahora no recordaba haber conocido a nadie con ese tono de castaño tan... tan pasional.
—Creo que ya quedo —menciono orgulloso mostrándole la prenda a su dueño y una sonrisa, de las que muestra un niño que cree haber hecho algo bueno y espera una felicitación.
Yamato rio bajito. La mancha seguía ahí, de hecho quedo peor porque ahora debido al agua se había extendido, pero no tenía corazón para matar esa sonrisa que llegaba hasta los ojos chocolate de ese hombre tan maravilloso.
—Gracias — respondió tomando la prenda.
Taichi se mordió el labio inferior y asintió.
—No hay de que —dijo feliz y luego...
—Tai, estas en casa —se escuchó decir a Sora desde la puerta.
Cuando ella los vio no supo que pensar. Sus manos perdieron fuerza y las bolsas que llevaba cayeron con un ruido sordo.
—Sora —Taichi se apresuró a ayudarla porque parecía que en cualquier momento iba a desmayarse.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto ella con un hilo de voz.
Matt estaba sacando conclusiones apresuradas y ninguna le estaba gustando.
—Papá, papá mira lo que tía Kari me enseñó a hacer —exclamo Yoshino entrando con un par de flores de papel en sus manitas regordetas. Sus ojitos azules miraron a su mamá, luego a su papá y al final al hombre rubio que parecía estar petrificado.
Matt dio un brinco, sintiendo el sudor frio comenzar a escurrirle por la sien, los ojos del niño sobre él eran peor que si Sora se hubiera puesto a increparle todos esos años de abandono.
Así que hizo lo único que se le ocurrió. Huyo de ahí.
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Tk torció la boca a disgusto, sobre el escritorio de su cubículo había siete flores, todas habían estado destinadas a Hikari, sin embargo, desde el día en que se conocieron y comieron juntos, no había vuelto a verla.
Sabia en donde estaba su escritorio, lamentablemente era un espacio compartido con otras dos chicas, y Tk no quería dejar su presente y luego tener que aclarar malentendidos si se diera el caso. Y siempre que la buscaba recibía la misma respuesta, había salido por algún encargo, estaba en el cuarto obscuro o simplemente no estaba disponible.
Lo cual comenzaba a parecerle muy raro a Tk.
Una semana y no había conseguido verla otra vez.
—Entonces Yoshi comenzó a cantar —dijo una melodiosa voz que Tk reconoció al instante. —Fue tan dulce. Tai corrió por su celular y cuando volvió, con las prisas resbalo con el jabón y...
—Hikari —nombro Tk sujetándola del brazo.
Kari prácticamente sintió que el alma se le iba del cuerpo. Había estado tan metida en la conversación que se olvidó por completo de cuidarse de ese tipo.
—Señor Takaishi —respondió ella evitando mostrara el desagrado en su voz.
—He estado buscándote, quería...
—Lo siento, pero esta semana he estado muy atareada y... bueno, en este momento me dirijo a una reunión. Si me disculpa.
—Si claro, pero quizás por la tarde... o tal vez mañana, podamos ir a...
Hikari apretó los labios. Luego miro directamente a los ojos a Takeru antes de decir.
—Me temo que ni hoy ni mañana. Vera, van a transferirme por un par de meses a otro lugar. Así que por favor no insista. Con su permiso.
Tk se quedó de piedra, ¿acaso ella acababa de rechazarlo? ¡Y sin ni siquiera haber comenzado a salir!
¡¿Qué había pasado?!
Una risita déspota se escuchó a su espalda y Tk reconoció sin lugar a dudas a Daisuke Motomilla de la sección de imprenta.
—Así que fuiste tu —reclamó Tk molesto acercándose al otro con aura intimidante. —¿Qué fue lo que le dijiste? —pregunto aguantándose de asestarle un bien merecido puñetazo en la cara por capullo.
—Él no necesito decirle nada. Su fama le precede señor Takaishi —respondió una chica de lentes redondos bastante alta.
—Miyako —murmuró Daiske sorprendido que ella tomara cartas en el asunto, aunque tenía sentido ya que Hikari era su mejor amiga.
—Y si busca un culpable, puede desquitar su ira en mi —agregó lanzándole a la cara tres cuartillas con una larga lista en ellas. —¿Reconoce alguno de esos nombres, o no merecen la pena?
Tk miro las hojas y se quedó sin habla al leer el interminable directorio de personas, de entre los cuales a duras penas lograba acordarse de dos o tres.
—Eso pensé. Así que le sugiero señor Takaishi que busque aventura por otro lado. De lo contrario le aseguro que deseara nunca haber vuelto a Japón —amenazo Miyako muy en serio antes de dar media vuelta.
—Si yo fuera tú le haría caso a la jefa de edición. Miyako es peligrosa —rio Daisuke despidiéndose de Tk con un gesto al aire.
Takeru apretó las hojas en sus manos. Hay el karma. Te alcanza cuando menos lo esperas.
—Bueno, Roma no se hizo en un día —dijo dándose ánimos, no pensaba dimitir tan pronto.


N. A. 

Un duda, sé que llevo un rato escribiendo en esta magnifica pagina, pero aun no entiendo ciertos aspectos, como los ranking. ¿qué es un ranking? y ¿de que sirven? o ¿los votos?

Si alguien tuviera la amabilidad de ilustrar a este neófito, se lo agradecería enormemente. 

Les envió un saludo y les recuerdo que en esta cuarentena deben tomar muy enserio las medidas de protección, y si están en posibilidad de no salir, quédense en casa. 

Nos leemos en el siguiente capítulo.

Atentamente su amigo y escritor incondicional. 


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