CAPITULO 7. Te propongo algo...


La parte preferida del día de Susan, era que yo le contase todo lo que había hablado con Peyton la noche anterior. Mucho más si el cuento implicaba que la noche anterior había estado encerrada en un baño con él, con nuestras lenguas enredadas.

Así que por supuesto cuando me levanté casi a las 12 del medio día del sábado, tenía varias llamadas perdidas de mi amiga y algunos mensajes intimidantes que me hicieron reír. Volví a bloquear el teléfono y me acurruqué para dormir un poco más.

—Tienes el sueño muy pesado.

Su voz me hizo saltar en la cama. Susan estaba sentada en mi escritorio, al parecer estudiando, pero sobre todo esperando pacientemente que despertara. Tenía dos horas esperando que me levantase, así que en cuanto abrí los ojos y pasé el pequeño infarto que me había ocasionado, me levanté.

Con muy poca paciencia esperó a que fuese al baño, me cepillase los dientes y buscase algo para comer. La estaba molestando un poco, solo por placer personal. Finalmente mientras me comía un emparedado con jamón y queso, y degustaba mi enorme taza de café con leche, procedí a contarle todo lo ocurrido desde que entramos a aquel baño hasta que nos despedimos en la madrugada.

Susan ahogaba sus gritos contra uno de mis cojines, con su cara enrojecida y con una inmensa sonrisa en el rostro.

—¡Tienes que decirme cómo besa! No es por ningún fin morboso, en realidad quiero saber si fue así como lo habías planeado; si fue cariñoso, salvaje. ¿Dónde estaban sus manos y las tuyas? —hablaba tan rápido que me costaba entenderle.

—El beso fue...—y grité emocionada lo que no había gritado anoche. Si me concentraba podía revivir la sensación de su lengua enredada con la mía—. Y cuando me apretaba las caderas ¡casi me derrito!.

Gritamos como locas, tanto que mi papá tocó la puerta y entró un poco alterado.

—¡Dios! Chicas, casi me matan de un infarto. ¿Qué tanto gritan?

—Es que... renovaron nuestra serie por una temporada más—mintió Susan. Mi papá rodó los ojos y se fue, mientras nosotras reemprendíamos nuestras risas y gritos.

—¿Cuál es el siguiente paso? —preguntó Susan, una vez nos calmamos—. Podríamos mandar una nueva rosa, con tu nombre y así acabar con ese misterio, porque considerando que ya se conocen las muelas, quizás deberías presentarte y ya.

La sola idea me llenó de miedo y ansiedad. No podía asegurar que yo le gustase solo por esos minutos en el paraíso, después de todo pudo haberse besado con cualquiera a la que la suerte le hubiese tocado.

—Creo que sí podría dejarme ganar un poco para darle otra letra, pero no quiero aun revelarle mi identidad. Quiero conocerlo un poco más primero

—¿Qué más lo puedes conocer siendo Nocturna, que siendo Karim?.

—A veces es más fácil hablar con extraños, lo sabes. Además ¿y si no es quien creo que es? —me sinceré con mi amiga, exponiendo uno de mis miedos más recurrentes—, a veces creo que he imaginado por completo a Peyton, y cuando descubro cosas nuevas de él, cosas que creía que eran de otra forma, me da miedo pensar que lo he idealizado y que me enamoré del Peyton que hice en mi cabeza y no del real.

—¿Y eso qué importa? Lo vas conociendo cómo una persona normal conoce a su pareja.

—Si no es quien he imaginado que es, se me romperá el corazón y no está listo aún para eso, el pobre aún lidia con la muerte de Andrea.

—Gigi dice que no podemos tenerle miedo a las cosas solo porque Andrea murió, que no debemos tener miedo a la vida. Estoy segura que permitirte conocer a un chico lo incluiría en esas cosas a las que no debemos tener miedo. Amar no siempre implica perder—me recordó

—La teoría siempre suena muy bien—bufé.

—Síguelo pensando, porque no tienes un nombre muy largo como para que ese juego te de todo el tiempo que quisieras.

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Mi papá tenía un fin de semana con los chicos en la casa, haría una barbacoa con sus compañeros de trabajo, así que subió a avisarnos y a invitarnos a participar por si queríamos, pero nos negamos porque Susan debía seguir estudiando y yo tenía tareas que hacer. En cuanto la comida estuvo lista, nos subió el almuerzo.

Claro que nada de eso impidió que no espiáramos de vez en cuando a los chicos.

Después de que Susan terminara de estudiar y yo me pusiese al día con los deberes, decidimos salir de la casa.

Antes de que Andrea muriese, ocupábamos nuestros fines de semana yendo al centro comercial, al cine, tratando de descubrir cosas nuevas en la ciudad. Andrea era muy buena para encontrar esos pequeños sitios, joyas escondidas. Habíamos ido a un restaurante donde te dejaban destruir los platos contra las paredes o pisos; fuimos a una clase de cocina italiana, de allí que aprendiese a hacer tantas salsas para pasta; fuimos a un café que era todo rosa y a otro que era en blanco y negro, como si fuese 2D. Vimos demasiadas obras de teatro gratuitas de grupos novatos y exposiciones de arte que nunca entendimos lo que querían expresar sus creadores.

Cuando murió Andrea era muy difícil evitar su fantasma cuando estaba por toda la ciudad.

—Tengo algunas ideas para hoy—me dijo Susan—, vayamos al viejo centro comercial.

—Está cerrado—le recordé por si lo había olvidado—, con varios candados en la puerta.

—Creo que se cómo entrar—ella iba caminando, marcando la ruta y el paso, conmigo atrás siguiéndola sin dudar—. El otro día leí una noticia de que planeaban recuperar la zona y el reportero tenía fotos de adentro. Se veía sumamente lúgubre.

—Este plan tuyo cada vez suena mejor—bufé.

—Lúgubre y con muchas paredes donde podemos practicar nuestros grafitis.

—Hubieses empezado por allí— respondí mas animada

Hace muchos años atrás, antes de que la ciudad fuese lo que es hoy en día, existió un centro comercial de solo dos niveles con pocas tiendas en su interior, pero suficientes para que fuese la atracción del fin de semana. Pero cuando abrieron el primer hypermall de la ciudad, nadie quiso volver; sus tiendas fueron cerrando una a una hasta que el comercio murió por completo. El sitio permanece cerrado desde entonces, con los espacios vacíos, sucios y mohosos.

Era una estructura que parecía sacada de alguna película distópica de fin de mundo. No daba miedo, solo tristeza.

Se ingresaba por su estacionamiento, el mismo que estaba cerrado con una gran reja y un enorme candado.

—¿Qué buscan? —el guardia de seguridad nos asustó. Era un joven, algunos años mayor que nosotras.

—Queremos un sitio donde hacer grafitis—respondió Susan con sinceridad—. Nunca hemos hecho uno.

—Y pensaron que podrían venir a vandalizar este sitio, a traspasar propiedad privada.

—Pudimos haberlo hecho sin que te enteraras—crucé mis brazos sobre mi pecho—, pero preferimos preguntarte. En realidad, no buscamos problemas, solo practicar.

—¿Y qué planean escribir? —su curiosidad no era propia de alguien que fuese a decir que no.

—Queremos hacer estos soles—Susan le mostró el modelo que habíamos estado haciendo—, y la pintura dorada y amarilla que pensábamos usar.

—Tienen que hacer el molde más grueso o la pintura se correrá. ¿No han pensado en pintarlo con esponjas?.

—Queremos una pintura que no sea fácil de cubrir—reconocí.

—Tienen que darme más explicaciones si quieren que las deje pasar.

—Te contamos si prometes no decir nada.

—Si las dejo pasar es porque fingiré que nunca las he visto. Estaré poniendo en riesgo mi trabajo, no podría delatarlas, así que espero que sea por un buen motivo.

Miré a Susan y en silencio acordamos contarle. Le hablamos sobre Andrea, sobre su muerte, sobre su cabello rubio y como había querido ver el instituto lleno de soles dorados.

—No podemos cumplir todos sus sueños, pero este si—finalizó Susan.

El chico, Simón, como dijo que se llamaba, nos dejó pasar, nos dijo por donde ir y lo mejor, nos dio una hora para practicar.

Entramos por el costado sur de la edificación, la salida de emergencia estaba abierta porque era por donde él debía entrar a hacer sus rondas. El edificio estaba considerablemente limpio, había esperado conseguir sucio y basura por donde pasábamos, pero al parecer luego de aquel reportaje donde se esperaba la recuperación del sitio, habían empezado a trabajar.

Caminamos por el pasillo, siguiendo las instrucciones de Simón, hasta que llegamos a las antiguas escaleras eléctricas, nos advirtió que no las usáramos porque no sabía en que estado se encontraban, así que subimos por las escaleras regulares que estaban a un costado. El segundo piso si estaba como lo esperábamos, sucio, oscuro, con muchos escombros en el piso. Algunas de sus tiendas no estaban del todo vaciadas, así que quedaban algunas partes de maniquíes, cajas que sus dueños nunca fueron a buscar, ganchos de ropa, vitrinas, escritorios.

De ese piso podíamos escoger cualquier sitio, como nos dijo Simón, siempre y cuando tuviésemos cuidado de no lastimarnos.

Entramos al espacio de lo que parecía que había sido una peluquería a juzgar por los carteles desvencijados que estaban en la pared, con fotos antiguas de chicas con peinados ochenteros.

Soltamos los bolsos. Susan sacó los moldes y las pinturas que había llevado, me dio algunos y pusimos manos a la obra. Las primeras que hicimos se chorrearon por un costado, quedando derretidas, exactamente como no queríamos. La lata se me resbala de las manos y a Susan le costaba mantener apretado el botón del spray de forma constante.

Necesitábamos que quedase bien además de hacerlo rápido si queríamos llenar todo el colegio de soles. Tendríamos una sola oportunidad de hacerlo. Claro, que entrar al colegio para vandalizarlo sin ser detectadas, era un plan que aun no elaborábamos.

La hora pasó volando. Recogimos nuestras cosas y comenzamos a salir del edificio. Algunos de los modelos se habían dañado porque el cartón se humedeció tanto con la pintura que perdió la forma.

—¿Y cómo les fue? —preguntó Simón. Le mostramos nuestras manos manchadas y los moldes destruidos—. Pueden hacerlos más gruesos y forrarlos con cinta plástica, eso servirá. Y tienen que usar guantes, porque dejaran las huellas como evidencia.

—¿Podemos regresar otro día? —le preguntó Susan mientras Simón nos daba alcohol gel para tratar de limpiar un poco la pintura de nuestras manos.

—Si, pero estoy solo los fines de semana. Mi otro compañero dudo mucho que acepte dejarlas entrar, es más estricto y tiene complejo de FBI.

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Cuando cayó la noche y Susan se marchó a su casa, no sabía si hablaría con Peyton. Traté de distraerme jugando, concentrada en subir de nivel. Si fuese una amistad mas normal le hubiese mandado un mensaje para saber que estaba haciendo, pero no me atreví a hacerlo sentir incómodo. Había perdido toda esperanza de hablar con él, cuando cercana a la media noche me llegó un mensaje a través del juego. Peyton me saludó.

—No sabía si tendrías planes para hoy—escribió.

—Pensé que tu tendrías planes. Los míos fueron temprano.

—¿Qué hiciste? —preguntó mientras me invitaba a una partida en conjunto.

—Traspasé propiedad privada en un edificio abandonado—respondí como cualquier cosa, segura de que no me creería—. ¿Y tu?.

—Nada tan emocionante como tu día, definitivamente, quizás debas invitarme para la próxima invasión de propiedad.

Peyton me contó que pasó el día durmiendo y en la tarde llevó a su hermano al parque. También me dijo que se había quedado pensando en todo lo que hablamos la noche anterior sobre la universidad. Con ese tema, nos volvió a recibir la madrugada mientras conversábamos sobre todas las becas que estuvo investigando, incluso evaluó la posibilidad de estudiar en el exterior. Me encontraba fascinada con todas las cosas que aprendía de él, feliz de que no lo había idealizado como temía, por lo menos en este tema.

Le gustaba redactar tanto, que solía leer artículos para encontrar las fallas en la redacción. Se le hacía fácil hablar con las personas y encontraba fascinante el mundo del marketing digital, entre muchas otras cosas. Creo que lo que más le gustaba era leer, porque tenía gustos muy variados, todos conectados con la psicología y la historia, pero en realidad me dijo que lo que le gustaba era aprender cosas nuevas, útiles. Se describió a si mismo como un ser curioso por naturaleza y me confesó que por esa parte de su personalidad era que me había escrito.

Lo último que escuché fue sus buenas noches, con una voz tan somnolienta como la mía.

El domingo no supe de Peyton, pero tuvo la consideración de enviarme un mensaje avisándome que pasaría el domingo visitando a unos familiares, por lo que no podría conectarse a jugar. Y a pesar de eso, intercambiamos algunos mensajes.

Aproveché de ponerme al día con los objetivos de Duty Comes First, algunos fueron más difíciles que otros y me llevaron más tiempo lograrlos, pero lo hice, por lo que logré subir mi puntaje.

Desde el anuncio del campeonato, todos jugaban aguerridamente para subir los puntos y el nivel, por lo que tenía que esforzarme el doble para mantener mi posición. Me dediqué exclusivamente a jugar sin parar, sin descanso. Y por eso, los puntos de los objetivos diarios eran tan importantes, porque me ayudaban a recuperar tiempo.

Me quedé dormida tarde en la noche, con la satisfacción de un buen día de victorias.

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El lunes no me asustaba tanto, hasta que caí en cuenta que vería nuevamente a Peyton después de aquellos tórridos besos. Me había atormentado la cabeza pensando en todos los posibles escenarios, lo que haría, lo que me diría. Susan tenía la creencia que en cuanto me viese me volvería a besar, yo no creía que eso fuese posible.

Llegué temprano y me refugié en el salón de clases, con miedo a encontrarme a mi futuro esposo, porque esa valentía pasajera que me llevó a besarlo como si no hubiese un mañana, había desaparecido y se había convertido en vergüenza, pena. Y como mi cabeza era tan contradictoria, quería besarlo otra vez, muchas veces más en realidad, pero no quería ser la chica de besos fáciles, no quería ser solo un ligue pasajero para él.

Entonces lo que más temía era que para él hubiese sido algo insignificante. ¿Cuántas veces habían jugado eso antes? ¿Con cuantas otras había ido al cielo?.

—Sabía que te encontraría acá— su voz me hizo saltar. Comencé a sudar de inmediato y tartamudeé un pequeño hola que se ahogó por completo en mi garganta cuando Peyton estampó un beso en mi mejilla para saludarme—. Quería hablar contigo, bueno en realidad lo que quería era cerciorarme de que las cosas no fuesen raras entre nosotros, después de aquellos minutos en el cielo.

Sentí como si un balde de agua fría me recorriera la espalda. ¿Se arrepintió?. Sé que fue un juego lo que nos hizo terminar en ese baño y puedo comprender que quizás para mi significó mucho más que para él, pero sus palabras hicieron que todo sonase tan insignificante, tan nada. Y me dolió, lo que hizo que mi chulería apareciera una vez más.

—Ya te dije que aquello no había sido el cielo, que no habíamos llegado ni a las puertas de San Pedro—cerré mi cuaderno, sin ningún motivo más allá de dar un impacto a mis palabras—... todavía.

Él enarcó una ceja y recé a todos los santos que conocía para que el gesto que hice con mi cara, fuese una ceja enarcada.

Una pequeña sonrisa se comenzó a dibujar en su boca y cuando quiso hablar Susan entró con un gran estrépito.

—KiKi—gritó y mi chulería, así como toda mi sangre, me abandonó—ki...iero seguir durmiendo— y para hace más creíble su tartamudez repentina la imitó en el resto de la frase que dijo—, e-estoy ta-tan ca-cansada.

Si Peyton lo notó o no, no lo pude saber, porque me negué a mirarlo, asustada de que hubiese quedado expuesta.

—Los lunes son los peores—Peyton se estiró cuan largo era en el escritorio, sin intenciones de marcharse.

Y yo quería que se marchase, para que mi presión arterial volviese a su normalidad.

Él y Susan comenzaron a hablar sobre cuál era la peor materia para ver cuando mas sueño se tenía, mi amiga no dejaba de fingir que tartamudeaba, y ambos coincidieron que esa materia era Física. Los escuché hablar por unos minutos, asintiendo de vez en cuando para lucir menos petrificada de lo que estaba.

Y como si las cosas no pudiesen empeorar, Peyton sacó su teléfono y tecleó un mensaje. Un mensaje que vibró en mi bolso.

Vibró como un terremoto de 9.9, me agarré con fuerza a mi pupitre para no caerme, me mareé como ocurre en esos eventos y pude haber vomitado todos mis órganos en ese instante.

Pero Peyton, no cambió su rostro. No me miró con cara triunfante de haberme descubierto, ni siquiera lo hizo cuando envió un segundo mensaje y volví a creer que la vibración había sido tan poderosa que el piso se abriría bajo mis pies.

El resto de estudiantes comenzó a llenar el salón y entonces Peyton se levantó.

—Hablamos luego, cielo—y me dio un beso en la mejilla.

Solo entonces comencé a respirar con normalidad.

—No lo notó, no lo notó—repetía Susan, tan asustada como yo, ambas miramos al frente como si fuésemos las que más atención prestábamos en las clases, pero en realidad estábamos aterradas.

—Me envió dos mensajes.

—¿A ti? — se sorprendió mi amiga, pero cuando negué ella comprendió que me refería a mi yo, Nocturna.

Y lo que eso podía significar era que ese "Kiki" no había pasado tan desapercibido como creíamos. Pero si mi amiga no había escuchado esa vibración quizás Peyton tampoco.

—Te dijo cielo— Susan se giró en su escritorio.

—Lo hizo— reconocí, asombrada. Las dos habíamos estado tan asustadas de que mi identidad se hubiese descubierto que no habíamos analizado ese apodo nuevo.

—Susan, por favor—dijo el profesor y mi amiga se giró. Me pasó una hoja de su cuaderno con la palabra cielo escrito en la primera línea y luego muchas rayas locas, garabatos, líneas sin sentido.

Entendí claramente el significado: estaba gritando emocionada. Giré la hoja y la llené igualmente de líneas locas en distintas direcciones, y escribí "cielo" al final de la hoja. Susan se contuvo de reír cuando la vio.

Cuando el profesor se volteó al pizarrón a explicar un nuevo ejercicio lo noté lo suficientemente distraído como para atreverme a sacar el teléfono y leer los mensajes que me había escrito. El primer mensaje fue de buenos días y el segundo mensaje era un sencillo "¿qué estás haciendo?". Para mi, esos mensajes expresaban duda.

Quería responderle porque quería una nueva dinámica donde nos escribíamos en el transcurso del día, no solo en las noches, pero opté por dejarlo en espera un poco, para asegurarme de que mi impulsiva respuesta no dejara en evidencia mi desespero.

Le respondí después de la segunda clase, diciéndole que estaba desayunando cuando evidentemente no era así. En realidad, estaba mirando a Peyton desde la distancia, mientras él conversaba con algunos chicos y se tomaba un té helado. Quería analizar la respuesta que tendría al ver mi mensaje, ¿sonreiría como yo cuando él me escribe?, eso quería creer.

Entonces le di enviar y pocos segundos después el sacó el teléfono de su bolsillo trasero. Estaba de espaldas a mí cuando lo leyó así que no pude ver su rostro, sin embargo decidí creer que si sonrió. Y entonces se giró sobre sus talones, buscando entre las personas del patio. Tecleó una respuesta rápida: "Buen provecho" y le dio enviar mientras veía a las persona a su alrededor.

Estaba buscando a Nocturna.

—¿Qué clase te toca ahora?—escribió en un segundo mensaje.

Y siguió buscándome entre las personas. Quería ver si alguien recibía el mensaje y le respondía. Me volví a asustar, ese pequeño inconveniente de la mañana le había sembrado la posibilidad de que la chica que le envió las rosas, estuviese en su mismo colegio.

Susan coincidió conmigo cuando le conté mi teoría y me animó a responderle

—Kari, no puedes mantenerle el secreto por mucho tiempo, mucho menos después de ese beso, creerá que juegas con él, que lo engañas. Si hubiese sido al revés, te sentirías burlada por Peyton. Creo que debes decírselo—y cuando notó mi cara de terror agregó—, o dejarle pistas para que él te descubra.

¿Qué hubiese hecho Andrea? Andrea no hubiese mandado las rosas sin su nombre, Andrea no hubiese quedado en el anonimato, asustada. Ella se lo hubiese dicho, porque era valiente, temeraria incluso.

Y yo quería este año honrar a mi amiga, con lo mejor de ella. Y su valentía y coraje, eran de sus mejores cualidades.

—No te diré que clase tengo ahora, pero si te diré que el té helado por si solo, no es un buen desayuno, deberías comer algo más nutritivo.

Volvió a girarse, buscando entre las personas, ahora con más desespero. Si antes tenía una sola duda, ahora estaba más que claro que Nocturna si estudiaba en el mismo instituto que él, y que en ese momento se encontraba lo suficientemente cerca como para verlo. Yo casi me trago el teléfono con miedo a que pudiese sospechar de mí. Me escribió "no es justo que puedas verme y yo a ti no. Quiero verte", pero no respondí a pesar de que mi corazón se saltó varios latidos con la última frase.

—Bueno es un paso—me concedió Susan cuando le mostré los mensajes.

—Lo haré, le diré que soy yo, pero poco a poco, a mi ritmo.

Había suplica en mi voz, un puchero en mis labios y los ojos más tristes que podía hacer, quería que mi amiga me entendiese, me apoyara, aunque quizás no fuese la mejor opción.

—¿Qué es lo que temes? Ya se besaron, es obvio que físicamente le gustas.

Le conté lo que habíamos hablado en la mañana, antes de que ella llegara, y aun así no cambió de opinión.

—Sigo creyendo que le gustas físicamente y más allá de eso porque si no fuese así, no se hubiese molestado en acercarse a hablar contigo sobre lo ocurrido. Si en verdad para él hubiese significado tan poca cosa, no te hubiese hablado.

Pasé el resto del día pensando en las palabras de mi amiga, sin volver a responderle a Peyton.

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—Entonces estudias en mi instituto—confirmó—. ¿En cuál curso? —preguntó directamente.

En la seguridad de mi casa, con las sombras del atardecer, pude responderle.

—Si— confirmé y solté el teléfono, en un ataque de vergüenza, miedo y emoción.

—¿Por qué no quieres que te conozca? ¿o es que acaso ya te conozco?

Medité por mucho tiempo la respuesta que debía darle, tanto que se hizo de noche y mientras jugábamos una partida, activó su micrófono.

—Entonces... ¿ya te conozco? —su tono era jovial, no había molestia, una de las cosas que temía.

—Si, ya hemos hablado. Y... tú eres popular y atractivo y yo...

—Eso es demasiado cliché—dijo interrumpiéndome—, y en esta época es hasta un poco tonto creer que las parejas puedan seleccionarse por popularidad. Tiene que haber una mejor razón que esa porque no creo que seas así de superficial.

—Me intimidas, me da un poco de miedo no... no gustarte o caerte bien.

—Entonces, temes al rechazo basado en que yo estoy con el grupo de populares y tu no—y mi silencio lo confirmó—. Me encasillas sin conocerme.

Comenzamos una partida en silencio, uno que no me agradaba para nada. Era un silencio donde me sentía juzgada y casi podía escuchar como su cerebro se manchaba de decepción hacia mí. Y no quería que pensara que era superficial, porque no lo era.

—No soy superficial, soy realista—dije al cabo de unos minutos, cuando la partida terminó y antes de comenzar la nueva—. Las personas suelen emparejarse con otras que están en su mismo círculo social. ¿Acaso ves a un policía casado con una mujer de la alta sociedad?. No, porque la mujer o el hombre de la alta sociedad solo están con personas de su mismo círculo. No creo en el cuento de cenicienta, porque en la vida real cenicienta termina casada con el hijo de algún granjero, y el príncipe con alguna noble para que la corona siga creciendo. Y eso es lo mismo en el instituto. ¿A cuántos conoces fuera de tu círculo de amigos?.

—A pocos, lo reconozco, porque seguramente piensan que esos círculos existen y no se integran.

—O porque no los integran. No digo que tu seas así, me refiero es que así es como funciona la sociedad aunque no sea lo mejor. Y cuando alguien quiere salir de su propio circulo, da miedo. ¿Acaso a la fiesta de Georgina fueron invitados todos?.

—No es mi casa para decidir a quién invitar, pero si hubiese sido en mi casa, hubiese invitado a todos—contestó y le creí—. Entonces tú no eres superficial, pero yo si doy la apariencia de que lo soy. Que soy inalcanzable y quizás engreído, porque me junto con los populares.

—Tampoco es correcto creer ese dicho de "dime con quien andas y te diré quien eres", pero nuevamente como cada uno anda en su propio circulo, es mas probable que entre si todos se parezcan a que no. ¿Eres inalcanzable y engreído?.

—Claro que no lo soy—contestó ligeramente ofendido y ahogando un pequeño grito indignado que me dio risa.

—Se que no lo eres, quiero decir, lo sé ahora, pero lamentablemente muchos de los chicos con los que sueles pasarte si son engreídos y bastante cerrados en sus grupos de amigos, así que pensé que tu podrías serlo.

—Y ahora qué sabes que no soy así, ¿por qué no me dices quién eres?.

—Porque quiero conocerte un poco mejor. Quiero saber si lo que creía de ti y que hace que me gustes, es real y no solo producto de mi imaginación.

—¿Por qué no conocerme en persona?.

Y entre tantas preguntas di con la respuesta verdadera.

—Porque he perdido a personas que amaba y entre todo el dolor que eso significa, es horrible cuando la gente murmura de ti y te señala. Entonces si he de quererte y perderte, será más sencillo si no tengo a todo el instituto hablando a mis espaldas, considerando que eres uno de los chicos más populares.

Por supuesto que hablaba de Andrea y de lo difícil que fue ser vista con lástima por todos, señaladas. Los rumores absurdos de los que muchos se hicieron eco, era sal en nuestra herida. Hubiese querido que la gente fingiese que todo estaba bien, que nada había pasado, para que nosotras hubiéramos podido fingirlo hasta creerlo.

Pero sé que sonó como si hablase de algún ex novio y un rompimiento público y doloroso. Y tampoco quería que creyese que aun no superaba a un ex.

—¿Te han roto el corazón alguna vez? —no esperé que Peyton me respondiera, me daba un poco de miedo escuchar su respuesta porque no quería saber si había amado o si aun amaba a Georgina—. A mi si, y duele mucho. No quiero volver a pasar por ese dolor, me da... miedo— entender eso me llevó demasiadas sesiones de terapia con Gigi; y es que quizás solo era posible que lo entendiera las personas que hayan pasado por una pérdida como la mía—. Así que no es temer al rechazo, es temer conocerte y que no seas quién creo, quién he imaginado, y que eso me rompa el corazón.

—Pero si tu te hiciste una idea equivocada de mí, ¿Por qué sería yo el responsable de romperte el corazón? —no sonaba enojado, sino genuinamente curioso

—No dije que tu me lo romperías, solo que se rompería— respondí y no hizo falta explicar más.

—Eso lo puedo entender—dijo al cabo de pocos segundos—. Te propongo algo... sigamos como estamos por lo que resta del mes, podremos hacernos todas las preguntas que queramos y deberemos siempre responder con la absoluta verdad, sin límite, sin mentir, salvo para proteger tu identidad. Pero en 2 semanas nos conoceremos, sin excusas.

—¿Nos caigamos bien o no? —pregunté y Peyton confirmó—. Acepto entonces.

—¡A menos que te descubra primero!— gritó emocionado cuando me ganó la partida, la tercera de la noche, acercándose un poco más a la meta

El nuevo arreglo me gustaba, quitaba mucha presión de mis hombros. Sin embargo, me acosté a dormir con el pecho apretado, con mis pulsaciones aceleradas

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No había logrado descansar, llena de ansiedad y miedo porque para que finalizara el mes restaban 16 días, no era mucho cuando lo pensaba mejor. Ese día, no pude ir al colegio, no quise levantarme. Le mentí a mi papá diciéndole que tenía calambres por mi periodo, pero mi mejor amiga no me creyó ni un poco. Así que apenas terminaron las clases se presentó en mi casa.

—Pero Karim, ¿Por qué te da tanto miedo conocerlo? Tu no...

—Si, lo sé, yo no soy así—gemí frustrada y con un naciente malestar en el pecho que seguía desbocado..

—Primero no pienses que tienes que enamorarlo en 16 días o algo así, no estás metida en ninguna película cliché.

—Amo las películas cliché—le recordé usando mi mano para masajear mi pecho, como si eso pudiera ayudarme.

—Y yo también, pero este no es el caso. Además, eso pone demasiada presión para ti. Deja que fluyan las cosas. Concéntrate en las cosas buenas, en lo positivo—Susan lo había dicho imitando a Gigi, algo que le salía bastante bien, pero también lo había dicho con seriedad.

El miedo que sentía era muy real en mi pecho, en mi cabeza, en mi cuerpo. Me sentía acalorada y temblorosa. La respiración se me dificultaba un poco y el martillar del corazón lo sentía intenso en mi cabeza y en mis oídos. Comencé a ver un poco borroso cuando las lágrimas se asomaron. Susan dejó de imitar a Gigi y me abrazó.

—No quiero volver a pasar por una pérdida. Cuando perdimos a Andrea... no quiero volver a sentirme así en mi vida.

Mi corazón quería huir, salir huyendo de mi pecho. Estaba asustado. No quería volver a sentir ningún dolor.

—¿Pero por qué te sentirías así otra vez?

Negué, porque no podía hablar. Las lágrimas quemaban mis ojos y cerraban mi garganta.

Seguí llorando sobre sus hombros, desconsolada, asustada cada vez mas por los latidos imparables, acelerados e intensos de mi corazón.. Pasaron algunos minutos sin que pudiese calmarme y entonces Susan, asustada, llamó a Gigi. Le explicó rápidamente lo que estaba pasándome y cuáles eran los pensamientos que me tenían así de afectada. Mi amiga estaba angustiada porque después de la muerte de Susan, no paré de llorar en semanas. Y hoy, en sus brazos lloraba igual que en aquellos días, donde la muerte de mi amiga se sentía como un vacío devorándome los órganos. Un dolor atormentador y constante.

¿Y si mi corazón decidía dejar de latir? ¿Y si era tan fuerte su latido que colapsaba?. La idea me aterraba y nada ayudaba a mi malestar. Podía escuchar la voz de Susan y la Gigi, pero sobre todo escuchaba la voz de Andrea, pidiéndome que me calmase.

La extrañaba a todo momento, incluso cuando no pensaba en ella, mi mente sentía su presencia, sus palabras que se grabaron para la eternidad en mí. Tener que acostumbrarme a estar sin ella, sin sus palabras, sin su esencia, sin su sonrisa, sin su compañía había sido doloroso, físicamente doloroso, lento y difícil.

—Explícame un poco más, Karim—me dijo Gigi a través del teléfono, no sé cuantas veces lo había repetido. Me pidió imitar su respiración cuando Susan le dijo que estaba respirando con dificultad. Me costó calmarme lo suficiente como para poder hablar y entonces, con dificultad, la puse al día de lo que ocurría en mi vida.

—Estás enamorada de este chico Peyton—respondió con seguridad.

—No, no lo estoy—imité su misma confianza mientras sorbía mi nariz y secaba las últimas lágrimas, mi corazón había bajado sus revoluciones y aunque el pecho dolía, ya no me sentía ahogada— es solo un crush.

—¿Cómo te sientes cuando estás cerca de él o cuando hablas con él?

Medité la respuesta y tratando de ser lo más sincera posible respondí:

—Feliz—, resumí en una palabra lo que me pasaba en presencia de Peyton—. Él me da nervios en el estomago, me hace reír otra vez. Me gusta lo que conozco de él y lo que me he imaginado también. No quiero dejar de sentirme así por él, pero también hace que me duela el corazón.

—Estás enamorada de él—insistió—, y por eso temes su rechazo, su pérdida. No quieres más pérdidas en tu vida. Todo este juego que estás llevando con él es una forma de cuidarte de una pérdida y es válido siempre y cuando ambos tengan las reglas claras del juego. En el momento en que se besaron esas reglas se quebrantaron, pero no por eso lo vas a perder, porque al final de todo, él también aceptó jugar. Y ese dolor en el corazón, suena mucho más a ansiedad y miedo que a cualquier otra cosa.

Asentí varias veces hasta que recordé que ella no me miraba y tuve que usar palabras para que supiera que la escuchaba, que le entendía.

—Karim, eres una chica joven, muchas personas entrarán y saldrán de tu vida. Tendrás amistades que irán a universidades quizás distintas a la tuya, que se mudarán. Tú irás por un camino distinto a esas personas y no por eso el mundo acabará. En la vida perderás a muchas personas porque así es la vida, no todas las personas que perderás serán por muertes tan difíciles, repentinas o traumáticas como lo fue la muerte de Andrea, pero la muerte es una parte de la vida. Debes vivir tu vida sin miedo a la muerte o a la pérdida. No puedes dejar que eso te limite.

>>Si resulta que Peyton no es el chico que creías, quizás descubras que esa persona que es también te encanta, y si no es así ya no te sentirás enamorada de él, y quizás pases un tiempo de tristeza, pero vendrá otra persona que vuelva a hacerte feliz y de quien te vuelvas a enamorar. Pero si te quedas paralizada por el miedo al rechazo, no experimentarás las maravillas de ser correspondida. Tienes que darle la oportunidad a él, tanto como te la das a ti misma.

—También está el otro tema—agregó Susan y cuando no entendía a qué se refería, bufó y habló—. Su papá se ha reunido con su mamá.

—Oh... bueno sí—respondí, respiré profundo porque era un tema del que no quería hablar, no aún, pero sabía que Gigi no lo dejaría pasar, así que le conté a Gigi lo que hablé con mi papá.

—Ahora entiendo mucho más por que tuviste ese ataque de ansiedad. Karim, no perderás a tu papá porque tu mamá ahora quiera estar en tu vida y tú la aceptes, en dado caso ganarás a una persona más. Es perfectamente normal que todos estos cambios que estás teniendo en tu vida en estos momentos te despierten esa ansiedad, pero recuerda todos los ejercicios que hemos practicado porque te ayudarán a mantenerla en control. Quisiera verte mañana, le avisaré a tu papá.

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Susan estaba emocionada por el acuerdo al que llegué con Peyton y a pesar de mi conversación con Gigi, seguía con mucha ansiedad y miedos, aunque tomaba en cuenta todos los ejercicios que me había enseñado para controlarla, pero nuestra mente es nuestro peor enemigo.

Después de la conversación de ayer con Gigi, me pidió que asistiera a una sesión con ella en la tarde, para que tratáramos de poner en control esa ansiedad. Y aunque me hubiese negado mi papá me hubiese llevado a rastras, porque si algo tenía Gigi es que una vez que agendaba una hora con alguna de nosotras, avisaba a nuestros padres, y si algo tenían ellos era que nos llevaban, aunque no quisiéramos.

Como aquella vez que Susan se había negado a bajar del auto para ir al consultorio de Gigi y terminó igualmente recibiendo la terapia en el auto; o como cuando Gigi fue hasta mi casa e hicimos la terapia mientras yo estaba sentada en la ducha y ella sentada sobre la tapa de la taza del baño.

La sesión fue de gran ayuda, sobre todo en lo referente a mi mamá, porque según lo que me dijo Gigi, mi principal ansiedad venía por esa situación, una que se salía de mi control y con la que tampoco quería lidiar, pero que prefería colocar esa carga de ansiedad en mi relación con Peyton, porque de esa situación si podía huir.

Podía huir siempre y cuando él no supiese quien era Nocturna y de allí que no quisiera decirle. En el momento en que supiese que yo era Nocturna, no podría huir de él.

Comprenderlo me ayudó, por eso cuando llegó la noche y me conecté con Peyton para jugar, me sentía un poco más tranquila. Ayer fue el día número 16 de nuestro acuerdo, o número 1, depende de cómo se viese. Yo quería llevarlo en cuenta regresiva, pero Peyton no.

Peyton inició la conversación con preguntas, algo que me sorprendió y agradó en la misma media. Su meta era que nos conociéramos mejor, así que descargó un cuestionario de casi 50 preguntas, que iban desde el color favorito hasta posturas e ideologías políticas y religiosas. La noche la pasamos entre el juego y respondiendo su cuestionario. Eran casi las 4 de la mañana cuando nos despedimos para dormir.

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—Su idea es genial, en realidad, ¿Qué mejor forma de conocer a alguien que con preguntas directas? Es muy inteligente de su parte—Susan tomaba un almuerzo ligero mientras yo estaba tumbada en el césped de aquel jardín, muriendo de sueño. Le había contado mi noche anterior con Peyton.

—Esta noche me toca a mi llevar las preguntas—recordé— y se me ocurrió algo distinto. Quiero hacerles preguntas de cultura general. Ya las he estado buscando.

—Eso es tan Andrea, que de verdad me sorprendes.

Susan estaba tomando notas de unos de los libros. Ayudándome con las tareas que ayer no había hecho por faltar a clases.

—¿Recuerdas a Ivonne, de mis clases de guitarra? —lo dijo rondando los ojos, una de las tantas clases que sus padres le habían hecho tomar cuando mostraba el más mínimo interés extracurricular—. Me invitó a la feria de CrewVille, este fin de semana. ¿Y si vamos?.

CrewVille quedaba a tres horas y media en auto desde nuestra ciudad. Era un pueblo pintoresco al que había ido en algunas ocasiones con mi papá en nuestras escapadas de fin de semana.

—¿Nos quedaríamos en su casa?, sabes que si debo pedir el permiso necesito hasta el gps de donde nos quedaremos. Mi papá quería que fuésemos este fin de semana a acampar, pero creo que preferiría ir de pesca.

—Te conseguiré todos esos datos para que saques el permiso—respondió emocionada mientras le escribía a Ivonne—. Este año colocaran juegos acuáticos en el lago y...

—No tienes que venderme la idea, esa feria siempre es muy buena, y podremos bañarnos en el lago, así que quizás podríamos aprovechar de nadar un poco, broncearnos.

—Por supuesto, lo mismo dijo Ivonne. Nos vamos el viernes en la tarde y nos regresamos el domingo.

Arrugué el rostro, no había pensado que ese pequeño viaje significaría dos días sin conectarme a jugar, y dos días sin hablar con Peyton.

—¿Redbull, cielo?

—Ay por Dios, ¡si! —tomé un gran sorbo del envase que me ofreció Peyton con la familiaridad de haber pasado toda la noche hablando con él, ni siquiera sorprendida de su repentina aparición, como si lo hubiese estado inconscientemente esperando.

Por supuesto que el "cielo" no me pasó desapercibido y mi corazón dejó de latir. Intenté disimular lo mejor que pude.

—¿A dónde irán? —preguntó Salvador cuando se tumbó también a nuestro lado.

—Al festival de CrewVille—respondió Susan—. ¿Y tú por qué estás desvelado?.

Salvador llevaba largas y pronunciadas ojeras y su propia bebida energética en las manos.

—Problemas en casa. Fui el año pasado a ese festival, es muy bueno. ¿Cuándo nos vamos?.

Él acababa de auto invitarse, Peyton alzó su mano con su pulgar hacia arriba, auto invitándose también, mientras descansaba la vista, acostado en el césped.

Me encantaba saber que estaba tan cansado como yo por haber estado hablando conmigo hasta tarde.

Todo pasó tan rápido que no reaccioné a tiempo. Salvador intercambió números de teléfonos con Susan para organizar mejor el viaje a CrewVille, dejando claro que él nos llevaría. Susan, como si no tuviésemos unos padres bastante protectores, aceptó encantada y siguieron hablando sobre detalles del viaje. Le contó que nos quedaríamos con su amiga Ivonne y que sonaba mejor irnos con ellos que en autobús; y hasta hicieron planes para poder disfrutar juntos de la feria sin que los padres estrictos de Ivonne nos arruinaran los planes. Yo estaba atónita.

—No viniste ayer— me dijo Peyton, acostándose de lado, mirándome a los ojos. No era una pregunta.

—¿Me extrañaste?— respondí con cierta burla, no esperaba en realidad una respuesta.

—Si —respondió con seriedad y me dejó enmudecida—. ¿Por qué no viniste? Susan no me quiso decir.

Miré a mi amiga, no sabía que él había preguntado por mi. Ella se encogió de hombros en respuesta. Quizás no supo qué decirle, porque después de todo "tiene un ataque de pánico porque te ama" no era la mejor opción.

—Calambres— repetí y él asintió.

Entonces así como llegaron, también se marcharon.

—¿Preguntó por mí?— esperé que estuviesen lejos antes de preguntar.

—¡Si! y no le quise decir nada, para que te preguntara él mismo. Yo estaba en el salón porque ¿para que bajar hasta acá sola? cuando él llegó. Me saludó y me preguntó por ti. Le dije que no sabía por qué no habías venido, y aunque lo juré no me creyó. Antes de irme, Salvador me preguntó también por ti, estoy segura de que Peyton lo envió y le volví a decir que no sabía nada de ti, pero que iría a tu casa.

—Wow...— fue lo único que pude responder, con una sonrisa tan grande que me hacía doler las mejillas.

—Lo sé, Kiki, y tú dudas aún...— bufó.

Me quedé acostada un rato, meditando en lo que ella me había dicho y lo que había ocurrido hasta que por fin comprendí la magnitud de este repentino viaje juntos.

—¿Estás loca? —murmuré con mis labios apretados, con mi corazón martillando con fuerzas—. ¿Qué se supone que le diga a Peyton esta noche? ¿"Oye no podremos hablar el fin de semana porque me voy de fin de semana contigo y tu amigo"?.

—Karim, escucha, le gustas a Peyton en el anonimato y le gustas fuera del anonimato. Si queremos que esta relación funcione y que puedas estar casándote con él necesitamos sacarte de la relación virtual que tienes con él, a una en el mundo real. Y le vas a decir al Peyton de la consola, que vas a ir con unos amigos a acampar, y así quedará justificado que tengas mala señal y que tardes en responder.

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La siguiente reunión del Centro de Estudiante era en casa de Darryl, en el grupo de Whatsapp que habíamos creado para mantenernos comunicados, envió la dirección. No era lejos, así que decidí irme caminando al salir de clases.

—¡Karim! — gritó Peyton y detuve mi avance. Llegó trotando hasta donde estaba y reemprendimos el camino—. De haber dicho que vendrías caminando, te hubiese acompañado. No sé como sentirme de que vayas caminando sola

—No pensé que... Es un lugar seguro—le recordé, en respuesta él se encogió de hombros y me sonrió.

—No es una mala zona, pero prefiero que no camines sola, cielo— y para mi sorpresa Peyton me quitó mi bolso y lo colgó sobre sus hombros.

Y allí estaba otra vez ese "cielo" que me derretía.

—Pensé que vendrías con Salvador—respondí.

—Así iba a ser pero se retrasó con algunas cosas. De regreso te llevaremos a tu casa— me advirtió sin darme oportunidad de negarme—. ¿No sabes la cantidad de locos que hay por allí sueltos? Gente sádica, enferma, morbosa. Deberías ver más documentales de asesinos en serie y secuestros— había una sonrisa en su boca mientras lo decía, pero también había seriedad en sus alegatos.

Su sonrisa, como siempre, me deslumbró.

—Bueno, si me dejarán tan paranoica como a ti, quizás no deba verlos—burlé.

—No es ser paranoico, es saber cómo piensan y evitar los posibles riesgos—respondió con absoluta seriedad.

—Te bromeo—recalqué—. Suelo ver algunos de esos documentales con mi papá mientras él me habla de toda clase de estadísticas que muchas veces me quitan el sueño.

—Por cierto, te traje algo— Peyton buscó en su bolso y sacó una bolsa de pequeños chocolates en forma de triangulitos, Kisses, se llamaban—. Para ti, he leído que cuando las chicas tienen calambres, de alguna forma el chocolate ayuda.

Tomé la bolsa, sorprendida y conmovida.

—Gracias— murmuré mirando la bolsa—, son muchos kisses.

—Creo que son pocos para los que quiero darte— respondió con una enorme sonrisa que me robó el aliento, las palabras y una parte de mi vida—. Aquí es— anunció sin esperar mi respuesta y agradecí por eso, porque estaba enmudecida.

La casa de Darryl tenía una linda entrada, con muchos árboles altos en el jardín delantero. Era blanca con su techo gris oscuro. Peyton tocó el timbre y un sonriente Darryl nos recibió.

—Estaba pensando que la próxima vez nos venimos todos juntos desde el instituto, almorzamos acá, a mi mamá no le importará— nos dijo mientras nos conducía al comedor, donde estaríamos realizando la reunión, agradecimos el ofrecimiento y saludamos a Georgina que ya había llegado. Su cara cuando nos vio llegar juntos se contrajo por un pequeño segundo.

La mamá de Darryl nos trajo algunos refrigerios y nos pusimos de inmediato a trabajar. Peyton y Darryl comenzaron a trabajar en la creación de la primera encuesta que necesitábamos enviar, era indispensable que pudiéramos definir lo que queríamos como graduados, si una fiesta o un viaje, para poder avanzar en el resto de nuestros proyectos.

Mientras tanto Georgina y yo trabajábamos investigando los distintos destinos que ofreceríamos como opción para el caso que escogieran un viaje, no podíamos ponerle muchas opciones y teníamos que mantenerlo económicamente realista. Descartamos Europa por los altos costos, pero Centro América era una buena opción. Para cuando los chicos enviaron la encuesta teníamos definido 3 destinos dentro del país y 3 fuera de él.

Para nuestra sorpresa en una hora tuvimos la respuesta de todos, habían escogido un viaje fuera del país. Así que mandamos la segunda encuesta y aunque los resultados fueron reñidos, ganó Costa Rica.

Con la decisión tomada, comenzamos a investigar todo lo que podíamos en esa tarde. Consultamos con varias agencias de viaje, pidiendo presupuestos para poder comparar los montos.

—Creo que igual podríamos definir algunas de las otras actividades de recolección que podríamos realizar— comentó Peyton—. He pensado en las clásicas: una feria de comida, un evento de lavar autos.

—Yo he pensado que, si los bailes ya están siendo organizados por los profesores, ¿Qué tal si cobramos una entrada simbólica para cada baile? —Georgina lo había dicho con cierta timidez, quizás a que su idea fuese rechazada, pero en realidad, era una muy buena. El valor de la entrada debía ser bajo, pero además podríamos vender algunas cosas de alimento y bebida, para incrementar los ingresos.

Yo apuntaba todas las ideas que decían y colocaba algunas observaciones personales a cada lado. Por ejemplo con la idea del lavado de autos, debíamos buscar una buena ubicación, quizás el estacionamiento del viejo centro comercial, podría ser un buen sitio.

—Tengo otra idea— anuncié

Pero antes de decirla primero les leí las observaciones que tenía hechas y coincidieron conmigo. Peyton comentó que el papá de Salvador podía conocer a los dueños del antiguo centro comercial donde podríamos llevar a cabo el lavado de autos. Sentí un poco de miedo y vergüenza de pensar que Salvador y Peyton pudieran enterarse de nuestras prácticas secretas de graffiti.

—Aun no termino de darle forma—reconocí dudosa y apresurada

—La idea de la biblioteca es muy buena, de seguro esta también lo será— me animó Georgina.

—¿Cuántos seguidores tenemos entre todos los graduados? ¿y entre sus familiares?. Creo que tendríamos suficientes seguidores como para que podamos ofertar a alguna de las empresas que necesitamos para el viaje, intercambio de publicidad por algún buen descuento. Creo que si nos enfocamos en algún hashtag podríamos darle visualizaciones y posicionar a esa empresa o marca entre todos. Tendríamos que generar mucho contenido, pero entre todos no debería ser difícil.

—Es una excelente idea—Peyton y Darryl comentaron entusiasmados.

—Podríamos lograr incluso una participación masiva de todos los estudiantes del instituto, no solo limitarnos a nosotros. ¿Alguno sabe cómo podríamos elaborar un proyecto más formal para las empresas? —preguntó Peyton.

—Creo que mi papá podría conocer a alguien que nos ayude—respondió Georgina igualmente entusiasmada—. Le preguntaré y daré respuesta en la próxima reunión. Es una idea brillante Karim.

Salvador llegó mas retrasado de lo que esperaba, se disculpó con todos y lo pusimos al día de todo lo conversado. Con el grupo completo comenzamos a desglosar los planes que teníamos hecho y a anotar lo que necesitábamos para poder llevar a cabo cada uno.

Dimos la reunión por terminada cerca de la noche, cansados. La mamá de Darryl nos había traído algunas bebidas y unos emparedados para que comiésemos.

Notaba ocasionalmente la mirada de Georgina sobre mi, inquisitiva y curiosa. Éramos las únicas dos mujeres del grupo que estaban hoy y como los chicos estaban conversando entre ellos, me sentía en el compromiso de hablarle, aunque no sabía de qué.

Fue Peyton quien me sacó de ese momento incómodo, pero para ponerme en uno un poco peor.

—¿Me das un kiss?— me preguntó en voz muy baja—. Si quieres claro.

Sonreí aunque por dentro gritaba como loca. Rebusqué en mi bolsa y le di no uno, sino varios.

—¿Y uno en español?— sonrió con picardía con su labio inferior atrapado entre sus dientes delanteros.

Le quería decir que sí, que le daba todos los que él quisiera, pero entonces Georgina se levantó abruptamente.

—Llegaron por mí— anunció con excesiva fuerza, nerviosa y apresurada.

—¿Segura? no veo a nadie afuera— Darryl miraba por la ventana.

—Si, está girando en la esquina. Nos vemos chicos.

Miró a Peyton con cierto dolor en su mirada y sentí un poco de pena por ella, quizás Peyton no había hablado tan bajo como yo creía.

Georgina no me caía bien, pero no me había hecho nada como para que yo me alegrase de su dolor.

Ella salió de la casa con rapidez y entonces Salvador anunció que era hora de marcharnos.

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En cuanto llegué a la casa, le pedí ayuda a Susan para poner en marcha la biblioteca de Andrea, bueno la biblioteca que sería donada por el Centro de Estudiantes, así que a los pocos minutos llegó a la casa con todo lo que necesitábamos.

—Muy bien, tengo la lista que había armado Andrea—anunció Susan mostrándome el documento que había impreso

Revisé la lista colocando algunas notas, para diferenciar a las que podríamos escribir un e-mail y a las que debíamos hacer llegar la carta en persona.

—Creo que deberíamos tener el mismo modelo para todos. Busqué algunos en la web y creo que con esto podemos armar algo mejor redactado.

Comenzamos a perfeccionar el modelo y solo cuando nos sentimos conformes se los pasamos a nuestros papás. Queríamos su opinión.

—Me encanta, Kiki, haré unos folletos para que podamos ponerlos por la ciudad y que la estación de bomberos sirva de acopio.

Esta nueva idea la avisamos al Consejo y se sumaron en la distribución de los folletos. Sumando algunos puntos adicionales como centros de acopio.

Finalmente, con el modelo de carta definitivo, comenzamos a enviarlas por correo y a imprimir las que teníamos que entregar en persona. Susan le pediría el favor a su mamá para entregarlas. No podíamos hacer todo nosotros, porque eran muchas actividades y además seguíamos estudiando.

Era bastante tarde cuando el papá de Susan vino a buscarla y no habían pasado ni cinco minutos cuando me llegó un mensaje de Peyton.



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Nota de autor:

La ansiedad afecta demasiado a Karim, y esa dualidad de vida que lleva no la está ayudando para nada! 

Recuerda compartir, comentar y regalarme una estrellita!

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