CAPITULO 6. Así no es el cielo.


Vi la botella con tanta intensidad que creí que la rompería. Mi corazón martilló con fuerza, mi boca se secó repentinamente. Me sentí más acalorada que nunca y rogué que ese calor no se me fuese a las mejillas y que me dejara en evidencia. Estaba incrédula pero sobre todo temerosa de ver su rostro y descubrir que podía reflejar la decepción, la tristeza, la ira, el rechazo. Sentí que el cuerpo me temblaba. ¿Qué gesto debía tener yo en mi cara? No quería que me viese con la emoción que me embargaba, no quería tampoco lucir indiferente. Tenía miedo de verlo y de que me viese porque las probabilidades estaban en mi contra, de seguro él sabría que me gustaba cuando viese mi felicidad y yo sabría que no le gusto cuando...

Y su mano apareció en mi campo de visión, ofreciéndomela para ayudarme a ponerme en pie. La tomé con nerviosismo, ansiosa, asustada. ¿Cómo podía sentir tantas cosas al mismo tiempo?, esperaba que mis manos no estuviesen temblorosas, o peor, sudadas. Susan estaba con una sonrisa de oreja a oreja, tan inmensa que debía ser dolorosa. Peyton, sin soltarme la mano me llevó hasta el baño, dejándome entrar de primero. Los chicos comenzaron la cuenta regresiva y Peyton cerró la puerta.

Se recostó del lavamanos, con sus brazos apoyados en él.

—¿Cómo te imaginas el cielo?.

Definitivamente no era la pregunta que esperaba que me hiciera. Pensé que diría algo como "¿qué es lo que quieres hacer?" o "Si tu no quieres no tenemos que...". Eran las típicas frases para esta situación. Pero Peyton, definitivamente no tenía nada de típico.

—Porque no creo que San Pedro diga "buenos días, adelante, por aquella nube comienzan los besos" —prosiguió y me hizo reír. Mis músculos se relajaron un poco.

—Una eternidad dando besos, no suena mal— reconocí.

—¿Con cualquiera? — exageró el rostro de asco y volví a reír.

—No con cualquiera, sino con quien te guste.

Él se me quedó mirando, mientras mordisqueaba la piel interna de su labio inferior.

—Entonces estos 7 minutos en el cielo no son para besar a cualquiera—sus ojos estaban fijos en mí. Su mirada era tan intensa que, aunque me encontraba recostada de la fría cerámica del baño, me sentí acalorada, y con ese temor que te genera la misma osadía, asentí en respuesta.

Peyton se acercó con excesiva lentitud hacia mí, y lo imité, no quería que le quedase duda alguna de que deseaba ese beso tanto como intuía que él lo deseaba. Lo había fantaseado tantas veces que me moría por probar sus labios y ver si eran tan suaves como en mis sueños. Había besado mi almohada pretendiendo que era él, usado mi mano para emular sus labios en contacto con los míos; cerraba mis ojos con fuerzas e imaginaba su rostro con tanta claridad que, aunque no estaba allí, podía sentir el beso, uno suave y tibio, ese que tanto deseaba de Peyton.

Nuestras manos rozaron nuestros brazos, su perfume me tenía embobada y su cercanía me seducía. No sé quién tocó primero a quien, solo podía sentir el hormigueo en mi piel, al contacto.

Peyton acabó con nuestra distancia, unió nuestros labios en lo que sería un pequeño beso, un beso quizás exploratorio. Estaba segura de que él no movería los labios a menos que yo lo hiciera antes, a menos que yo lo autorizara.

Lo que yo no imaginé ni en mis mejores sueños, es que ese beso despertaría en mí una sed incontrolable, unas ansias de mi futuro esposo, tan intensas, tan ardientes, que me desinhibiría por completo.

Su perfume, su contacto, su aliento, su beso, era una droga para mi, se convirtieron en un afrodisiaco que nubló cualquier posible pensamiento de sensatez.

A la mierda el mundo, es hoy, no hay mañana.

Me acerqué más a él, con mis manos apoyadas en sus hombros. Era un poco más alto que yo, no era necesario estar parada en puntillas, pero así me encontraba, le hubiese saltado encima si hubiese podido. El pequeño besó lo intensifiqué, usé mi lengua sin saber si era la forma correcta de hacerlo, lamí sus labios, acaricié su lengua y pensé que lo estaba devorando sola, cuando entendí que, en esa danza de labios, él también estaba participando. Sus brazos estaban abrazándome con fuerza, si hubiese recuperado mi cordura y hubiese querido separarme de él, no hubiese podido.

Sus manos estaban en contacto directo con mi piel gracias a mi camisa, que con mis brazos encima de sus hombros, ahora era significativamente más corta. Internamente sentía que mis órganos comenzaban a derretirse.

Donde yo lamía, él lamió. Donde yo besé, él besó y cuando yo mordí su labio, él suspiró y mordió también.

Me dejé llevar como si el mañana no existiera en mi vida, porque si algo había aprendido de la pérdida de mi amiga era a aprovechar el presente, sobre todo si la oportunidad se me presentaba. ¿Y qué era esto si la mejor oportunidad de besar al chico que me encantaba?.

Enredé mis manos en su cabello y él hizo lo mismo con el mío, halándolo con suavidad. El peso de su cuerpo me hizo retroceder contra la pared y noté que usó uno de sus brazos para calcular el espacio y que no me lastimara. Sus manos bajaron a mi cintura desnuda. Si no hubiese estado quemándome por dentro, me hubiese retorcido de cosquillas cuando apretó mis costados, pero en el frenesí que éramos, era imposible que su tacto me hiciera reír.

Y entonces, un ruido lejano que tenía rato sonando en mi cabeza, comenzó a acercarse cada vez más. Era el golpeteo de la puerta y las risas detrás de ella. Se que Peyton también los escuchó porque nuestro beso apasionado comenzó a disminuir su rapidez, hasta que terminamos con unos pequeños roces de labios, quizás lo que se esperaba de este juego.

Unimos ahora nuestras frentes. Mis manos aún estaban enredadas en su cabello, las de él seguían en mi cintura. Respiramos agitados, con nuestros alientos calentando nuestros rostros.

No quería abrir los ojos y darme cuenta de que había sido un sueño más.

—10 minutos y contando—gritaron desde afuera.

Pero la curiosidad me pudo más, quería saber si Peyton seguía allí y no se desvanecía con el amanecer. Y entonces espié entre mis pestañas, solo para verlo saborear sus labios, unos que ahora lucían más rojos e hinchados, de seguro como estaban los míos.

Torció su sonrisa y abrió los ojos, mirándome, tan fijamente como yo lo miraba a él.

Peyton no desapareció y eso fue motivo más que suficiente para sonreír.

Quizás él pensaba lo mismo, porque también sonrió con amplitud.

El espacio reapareció en nuestros cuerpos en la medida en que comprendíamos lo que había pasado. No sentí ni una pizca de vergüenza, por el contrario, me sentí orgullosa de mí misma, por mi valentía, por mi coraje, incluso por mi ligereza. Y me sentía feliz, porque después de todo el tiempo que había anhelado y suplicado por este momento, había ocurrido.

Fuera de nuestro pequeño cielo seguían las risas y el conteo del tiempo que ahora anunciaban 12 minutos.

—Dejen tiempo para los demás que queremos seguir jugando—bufó uno de ellos.

Y ambos nos reímos. Froté mis brazos, el calor de segundos antes había desaparecido, lo había consumido en ese beso.

—¿Tienes frío? —me preguntó y asentí—. Te prestaré mi chaqueta, yo me siento... caliente.

Entendí sus palabras y lo que implicaban. Peiné mi cabello con mis dedos, disimulando la sonrisa que eso me había producido. Peyton me consultó si ya estaba lista para salir y asentí, aunque hubiese querido quedarme más rato con él.

Sin embargo, él me miró de arriba a abajo y se acercó a mí. Se inclinó un poco y me alisó la camisa. Se había quedado más arriba de lo que debería. Aprovechó la oportunidad de rozar delicadamente la piel de mi costilla y suspiró.

—Ahora sí estás lista—y me dio un pequeño beso para luego relamerse sus labios al tiempo que, con su dedo, limpiaba mi pintura labial corrida. Hice lo mismo con su boca.

Pasó sus manos por su cabello y me sonrió, colocándose detrás de mí.

—Si así es el cielo...—susurró a mi espalda, cosquilleando en mi oído, sin perder su sonrisa.

—No, Peyton, así no es el cielo—me giré y respondí con total seguridad—, no te llevé ni siquiera a las puertas de San Pedro.

Me giré con toda la chulería recorriendo mis venas y finalmente abrí la puerta.

¿De dónde había sacado ese coraje? No tenía ni idea, pero me sentía feliz de no haberme quedado petrificada

Todos estallaron en aplausos, gritos, burlas y vítores, todos menos Molly y Georgina, la primera lucía visiblemente enojada pero la segunda, estaba triste, tanto que hasta sentí su dolor.

Sin embargo, no podía dejar de sonreír, porque así es la felicidad. Los chicos vitoreaban a Peyton, como si acabase de ganar un gran premio, y francamente lo había hecho, porque yo no era cualquier cosa y eso lo había dejado bien claro.

Susan fue la primera que llegó a mi lado, y bastó solo una pequeña mirada para confirmarle que sí, que nos habíamos besado. La vi gritar en sus adentros, contener su emoción y explotar en la misma felicidad que yo tenía.

—Chica suertuda, mira que tocarte con el papacito de Peyton—me dijo Carmen—. ¿Qué tal besa?.

No respondí, no porque la regla de que lo que pasaba en el cielo se quedaba en el cielo sino porque no quería que ninguna de ellas suspiraran con mi futuro novio y los maravillosos besos que daba. Sentí la chaqueta de Peyton sobre mis hombros y un ligero apretón, se había acordado de prestármela, me dio una sonrisa y volvió con sus amigos.

No volvimos a girar la botella, Georgina decidió que era mejor que aprovecháramos lo que quedaba de la noche para bailar, pero fue solo una excusa. Quedaba claro que ya ella no aspiraba a besar a Peyton, por lo menos no esta noche. Colocó música, pero nadie bailó, en cambio el humor de la fiesta cambió, se sosegó.

El reloj marcaba casi las 12 cuando Peyton anunció que se marchaba, por lo que de inmediato Susan y yo emprendimos nuestro plan para irnos. Su papá era quien nos vendría a buscar, sin embargo cuando mi amiga comenzó a teclear el mensaje, la detuve.

—¿Ya se van? — me preguntó Peyton y asentí—. Podemos llevarlas, si quieren.

Salvador tenía auto, era el único de nuestro curso que lo tenía. Susan asintió y comenzamos a despedirnos de todos.

Ya en el auto, Salvador colocó nuestras direcciones en el gps para establecer una ruta.

—Entonces, ¿nos dirán que fue lo que pasó en esos 12 minutos? Porque es mucho tiempo para solo estar conversando— Salvador se reía mientras me miraba por el espejo retrovisor. Peyton, en el asiento del copiloto río y se giró a mirarme.

—Fue una conversación muy intensa—agregó finalmente y me guiñó el ojo—, sobre el cielo, la eternidad, las puertas de San Pedro.

—Aunque no llegamos ni a las puertas de San Pedro— le recordé y Peyton soltó una sonora carcajada que me hizo reír.

—Me dejó muy intrigado lo que hay al pasar esas puertas

—Pues para no haber llegado al cielo, los dos salieron con los labios hinchados—agregó el conductor.

—¿Qué habrá pasado con Ben y Molly? — preguntó mi amiga tratando de desviar la conversación, presintió mi creciente timidez.

Susan nos contó que mientras Peyton y yo nos quedábamos sin aliento en ese beso tan profundo, afuera Molly discutía en una esquina con Ben. Pudieron haber pasado desapercibidos si no fuese porque ella terminó llorando y él se fue de la fiesta sin despedirse de nadie.

—Ben y Molly estaban saliendo por tercera vez. No había nada formal todavía, pero creo que ya no lo habrá después de que él accediera a entrar al cielo con Carmen—nos explicó Salvador—. El año pasado estuvieron un tiempo de novios, pero terminaron porque se la pasaban discutiendo.

—¿Para qué estar en una relación donde solo se discute?— Peyton negaba con la cabeza.

—Pero este año volvieron a ese círculo vicioso de salir, pelear, terminar, reconciliarse, salir, pelear...—continuó Salvador

—Pero nunca habían discutido por un tercero. Creo que ahora Ben si cruzó la línea—Peyton señaló a su amigo donde virar, estaban llevando primero a Susan.

—Estamos de acuerdo, pero no tardarán en reconciliarse, ya verás. Ambos son muy tóxicos y cuando se tienen relaciones así se acostumbran a ese caos—lo miré extrañada, definitivamente no era el comentario maduro que esperaba de él—. Mis papás vivían discutiendo demasiado en el pasado, era realmente exasperante, hasta que decidieron buscar ayuda y ahora están de una quinta luna de miel, o la sexta, no recuerdo. Fueron a terapia individual pero también fuimos a terapia familiar— explicó.

—Nosotras también vamos a terapia—comenté—, al principio no pensamos que serviría de algo, pero si funciona.

—¿Van a terapia por lo de su amiga Andrea? —Salvador fue cuidadoso con sus palabras, como si temiese despertar algún mal recuerdo entre nosotras.

—Si, no fue nada fácil para nosotras, algunos días siguen siendo muy duros—reconoció Susan y yo apreté su mano, recordándole que yo seguía acá y que ella estaba aquí, juntas aún.

Salvador estacionó frente a la casa de Susan y agradecí que esa interrupción acabó con el tema de conversación, porque pasamos muy rápidamente de reírnos a profundizar en las relaciones y la muerte, y yo quería mantener la euforia de mi beso con Peyton por todo el tiempo que pudiese.

Fui la siguiente en la ruta y en esa parte del trayecto solo conversamos de algunos episodios bastantes complicados que habían tenido que vivir con Ben y Molly. Llegué a mi particular opinión que lo mejor había sido que Ben besara a Carmen, quizás así Molly lo dejase de una buena vez por todas, para romper ese círculo tan vicioso y peligroso en el que estaban.

Cuando Salvador estacionó frente a mi casa, agradecí el traslado y me despedí, pero rápidamente a mi lado apareció Peyton. Caminó conmigo los pocos pasos que separaban la calle hasta la puerta de mi casa, con sus manos en los bolsillos, tenía frío.

—Muchas gracias— le dije mientras comenzaba a quitarme su chaqueta, aunque quería quedarme con ella, no regresarla nunca y que fuese mi nueva pijama.

—Me gustaron mucho nuestros 12 minutos en el cielo— a pesar de estar oscuro, vi su radiante sonrisa—. Aunque si tu no hubieses querido, también me hubiese gustado el tiempo contigo.

—¿No esperabas ni un beso? —me sorprendí, estaba segura de que él sí quería un beso, si no era así, había pasado de ser una chica empoderada y valiente, a ser una lanzada y fresca, en cuestión de segundos.

—Claro que sí, pero reconozco que uno mucho menos digno del paraíso.

Quería darle un nuevo beso, uno que me dejara los labios ardiendo, pero mi papá encendió la luz de la entrada y fue el momento de que Peyton se marchase, sin darme mi beso de buenas noches.

Entré en la casa y anuncié que había llegado. Mi papá preguntó quién me había traído y no quise mentirle, si esperaba que me levantara el castigo del internet, más me valía no créelo tonto, como si él no hubiese estado asomado en la ventana esperando mi regreso.

—¿Son compañeros de clases? —preguntó, la radio de la estación crepitaba en la sala, había estado revisando las comunicaciones.

—Si, pero de otra sección, se ofreció a traernos porque quedaba en el camino.

—La próxima vez avísame, tú los conoces, pero yo no.

Me salvé de un regaño únicamente porque su concentración estaba en la radio. Estaban llamando a la tercera compañía para apoyar a la primera, en un incendio que no podían controlar. Mi papá no era solamente el capitán de la compañía, era también amigo y familia de esos chicos.

—¿Todo bien? —pregunté notando su preocupación.

—Si, pero si no logran controlar ese incendio en los próximos minutos, tendré que ir para allá—me avisó—. Roy, adelante con reporte—pidió por la radio. Le di un beso rápido y me fui a mi habitación.

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Esperé el mensaje de Peyton por varios minutos, pensé que quizás ese momento conmigo haría que no siguiese escribiendo a Nocturna, aunque éramos la misma persona. Era un poco confuso los sentimientos que tenía, porque no podía sentirme decepcionada si Peyton perdía interés en Nocturna y feliz porque tenía interés en mí en persona.

Era muy confuso. Y antes de que pudiese seguir pensando en ese paralelismo, me llegó un mensaje de mi futuro novio.

—Hola Kiki, ¿despierta?

—Si, pensé que te habías quedado dormido— quería morbosamente saber que tendría que decirme sobre su noche.

—Fui a una fiesta, disculpa la tardanza. ¿Jugamos?

—Por supuesto. ¿Qué tal estuvo la fiesta? — insistí.

—Divertida. ¿Lista para perder y decirme tu nombre?.

Divertida... la fiesta había estado divertida. Quería creer que yo había sido la causante de que hubiese sido divertida.

Había seguido las sugerencias de Peyton para continuar acumulando puntos, en cualquier momento del día me conectaba hasta en la aplicación del teléfono y revisaba los objetivos diarios para acumular más puntos. Aún no avisaban cuando harían la clasificación de los participantes, pero debería estar preparada como si la clasificatoria fuese mañana.

Después de 3 muy largas batallas gané la última partida apenas con una diferencia de puntos y una racha inmensa de suerte que tuve que reconocer. A Peyton le había fallado el juego en el último segundo, lo que me dio la ventaja para dispararle.

—Reconozco que fue suerte—le dije—, así que te daré una letra, pero no será la primera.

—Lo acepto, pero no puedes decirme la letra A, porque todos los nombres de mujeres llevan una letra A.

—Claro que no.

—La gran mayoría. Dime tres nombres de mujer que no lleve una letra A, y no son válidos nombres mezclados, inventados o ambiguos.

Me quedé pensando un momento, pero me rendí, era muy tarde para que mi cerebro pudiese dar con la respuesta.

—M, mi nombre lleva una M.

Escuché por un rato a Peyton decir varios nombres que incluyeran M, en el inicio, en el medio y en el final. ¿Cómo su cerebro podía seguir funcionando así?.

—Son casi las 4 de la mañana, yo no pude pensar ni siquiera en un solo nombre de mujer que no tuviese la letra A, y tú me has dicho como 30 nombres distintos que incluyen la M. ¿Te drogas?.

Él soltó una sonora carcajada

—No, tengo cero tolerancia a las drogas, incluyendo el cigarrillo. De hecho, ni siquiera bebo.

—¿Jamás has tomado una cerveza?

—Si, he probado algunos licores, pero no me gusta lo que le hace al cerebro. Creo que lo único que consumo que se le parece es el redbull.

—¿Eso es lo que has estado tomando?

—Por supuesto, cuando necesito permanecer despierto es lo único que me ayuda. Aunque contigo, no me da sueño. Por lo general me tomo uno cuando tengo algún examen importante así puedo estar hasta tarde estudiando

—¿Cuál es tu materia preferida?

—Geografía, Historia y Psicología. Cualquiera donde aprenda de otros países. Me encantaría viajar un día por todo el mundo. Y el comportamiento humano siempre me ha llamado la atención.

— Hay tantas ciudades que yo también quisiera conocer. Me da hasta ansiedad cuando pienso mucho en eso, porque no sé si podré conocerlas. ¿Cómo hacen los adultos para saber que no irán nunca a Londres, a Paris, a Italia, y seguir tranquilos, como si nada?.

—No lo sé, pero entiendo el sentimiento. Cuando me gradúe del instituto trabajaré por todo un año y viajaré hasta donde me alcance ese dinero, aprendiendo de todas las culturas. ¿Has sentido alguna vez que naciste en el país incorrecto?

—Algunas veces, cuando veo situaciones de injusticia o discriminación, pero creo que eso existe en todas partes, así que quizás debí nacer en la luna.

—Otro de los sitios que me da ansiedad, pero creo que no guardo tanta esperanza de llegar hasta ella, me conformo con llegar a otro continente.

—¿Y la universidad? —le pregunté tratando de que no se me notase mi sorpresa de que la universidad no estuviese en sus planes cercanos.

—Quisiera—respondió al cabo de unos segundos de silencio, quizás meditaba su respuesta o dudaba si dármela—, pero mi papá no puede pagarla. Me dijo que si yo deseaba seguir estudiando me apoyaría en todo lo que pudiera, pero sé que no podría darme ni siquiera la mitad del semestre y ningún trabajo que consiga me permitiría pagar la universidad si además debo contribuir a la casa.

¿Su papá le había pedido que contribuyese a la casa? Sé que era lo correcto a hacer cuando conseguíamos trabajo. Aliviarles la carga económica a los padres, pero si estudiaba, la carga económica se aliviaba cubriendo nuestros propios gastos. Me sorprendió un poco su respuesta.

—Tampoco sabría qué estudiar—continuó diciendo—, no me veo sentado detrás de ningún escritorio hasta que me tenga que jubilar. Me gusta hablar con las personas y no estar encerrado en una oficina todo el tiempo.

—¿No te gusta ninguna carrera?

—Me gusta psicología, pero es absurdamente costosa, no sabría qué otra cosa estudiar que se acerque lo suficiente y que pueda pagarla. ¿Y tú qué harás cuando te gradúes?.

—Mi papá tampoco puede pagarme una universidad, sé que tendría que endeudarse mucho para poder hacerlo y no quiero eso. Así que por mucho tiempo no supe qué estudiar y como tampoco podía hacerlo por el tema del dinero, tampoco me dispuse a averiguarlo. Hasta que mi amiga me ayudó a darme cuenta en cuáles carreras podría ser buena. Ella me vio un día jugando y su cerebro que era, es—me corregí apresuradamente para no descubrirme—, muy veloz, me dio como 10 carreras que podía estudiar donde podía aprovechar mis conocimientos de videojuegos. Solo entonces me permití soñar con una carrera universitaria, pero al final del día es solo un sueño, son muy costosas.

—¿Y qué quieres estudiar entonces? — insistió.

Medité mi respuesta, tuve una pequeña lucha interna sobre si decirle o no, sobre si abrir mis sentimientos hacia él o reservármelos un poco más.

Pero Peyton me había contado algo personal y lo lógico y más justo era que yo hiciera lo mismo

Así que le conté cómo adoraba jugar y como quería vivir de eso. Le conté aquella conversación con Andrea, teniendo mucho cuidado de que nada de lo que dijese me descubriese, le hablé de las carreras que ella me había mencionado, a cuáles podía postularme y la investigación de Andrea sobre el costo de cada una. Le conté todo y sentí como si un peso desapareciera de mi espalda. Era la primera vez que se lo decía a alguien distinto a mis amigas y no sé si era porque se trataba de Peyton, el chico que me gustaba, pero se sintió bien.

—... por eso quiero entrar en el torneo mundial. El ganador se llevará un puesto de trabajo y con ese dinero podría pagar mi carrera—finalicé y esperé su reacción con algo de miedo.

—¡Wow! — repitió varias veces sorprendido—. Eso es fantástico Kiki, en serio que lo es. No sabía que había tantas carreras relacionadas a los videojuegos. Cuando te hablan en el instituto sobre las carreras te hacen creer que son tan pocas las opciones: medicina, derecho, ingeniería, arquitectura, odontología... una carrera más costosa que la otra. Y las carreras técnicas que te enseñan tampoco son muchas entre todas las que existen. Entonces te hablan de todas las opciones que tenemos, pero no te dan las opciones más realistas. El año pasado hicieron un examen de vocaciones, ¿sabes que me salió? Que debía estudiar psicología. En ninguna parte del cuestionario me preguntaron sobre mis calificaciones y posibilidades económicas, porque si lo hubiesen hecho sabrían que ninguna de las dos me ayuda a ingresar a la facultad de psicología de la universidad con una beca completa. Es absurdo.

—Yo también tomé ese examen, me salió una carrera en artes plásticas. Completamente absurdo, a duras penas se recortar derecho y pintar sin salirme de la línea—Peyton rio a carcajadas, pero era cierto—, y creo que ese resultado me salió porque hubo una pregunta donde la respuesta que escogí era que prefería trabajos de campo, manuales, creativos. Y pensé igual que tú, no consideran el factor económico, ni siquiera geográfico, porque las universidades donde podría estudiar eso quedan en otros estados y te aseguro que mis capacidades creativas no me harán ganarme una beca tampoco.

Nos reímos por un tiempo, reírnos para no llorar como decían mis amigas.

—Te propongo algo: Yo te ayudaré con tu torneo y tú prometes llevarme a alguna de tus giras mundiales cuando ganes.

Y acepté gustosa.

Terminamos de hablar cuando el sol comenzó a colarse por mi ventana y me quedé dormida aun con la sensación que su voz retumbando en mis oídos. 

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