CAPITULO 3. No éramos nada buenas para elaborar planes

—Empiezo a arrepentirme—murmuré a Susan.

—No sabrá que eres tú y es un excelente detalle.

Miré la rosa roja que tenía en la mano y la olisqueé, su aroma me encantaba aunque esta no desprendía mucho olor, y sin embargo, me recordaba momentos felices en mi vida y en muchos de esos momentos aparecía Andrea, pero también aparecía Peyton y su sonrisa sincera.

Aquel crush que tuve con él antes de la muerte de Andrea no había desaparecido, ni siquiera por el duelo o por el tiempo que pasé sin verlo, creí que el dolor que me consumió había acabado con todo dentro de mi. Y no sabía que esos sentimientos seguían allí hasta esta primera semana de clases donde mis sentimientos por Peyton llegaron a mi como una avalancha, que me golpeó con fuerzas y que me aturdió.

Ya no usaba aquellos aparatos de ortodoncia que tanto me gustaban, seguramente se los quitó durante las vacaciones, pero si usaba un retenedor, que veía que se quitaba para comer o cuando hacía deporte. Su cabello ahora lo lucía un poco más largo y eso si que me encantaba.

Las mujeres tenemos debilidades por los hombres de cabellos largos, es una realidad, hay que vivir con ello.

También había crecido algunos centímetros y ya no se veía tan delgado como antes, había ganado algunos kilos que le sentaban muy bien y dejó atrás esa figura desgarbada de su delgadez. Seguía siendo el mismo chico simpático y carismático de siempre, ahora más atractivo. Seguía costándole algunas materias y como prueba de eso, no había aprobado la materia de física, por lo que recibía clases adicionales del profesor Williams para poder aprobarla este año. Su círculo de amigos, eran los más populares, así que la popularidad de ellos se le contagiaba a él. Pero los chicos querían ser como Salvador, su mejor amigo, y las chicas querían ser como Georgina, su aspirante a novia, porque para ella tampoco habían pasado desapercibidos sus cambios.

Suspiré al pensar en Georgina, mi competencia.

Era una chica adorable, amable, hermosa, voluptuosa. No podía conseguir algo malo en ella y me hubiese gustado poder hacerlo, se me haría más fácil. Era una rival que me caía bien. Ojalá ella hubiese sido la típica chica popular presumida y pretenciosa, pero no era así.

Me enteré que durante las vacaciones, ella y Peyton habían tenido algo. Los rumores iban desde un beso, hasta un noviazgo secreto, pero no podía saber a ciencia cierta lo que había ocurrido entre ellos, solo que cuando ambos estaban juntos había una familiaridad que antes no existía, pero también cierta tensión que no sabía cómo interpretar.

Por eso mi plan con Peyton no podía ser cualquiera, porque necesitaba ser competencia para Georgina.

—Bien, hagámoslo. Repasemos el plan otra vez—dije reanimada.

—Peyton debe estar en las clases de física, su mamá llevó a su hermano pequeño a clases de karate, su papá está trabajando. Tocaremos la puerta y le entregaremos la rosa al recepcionista para que se la entregue a Peyton y saldremos corriendo de allí. Y mañana lunes en el instituto él se acercará hasta a ti, agradecerá la rosa y comenzarán a hablar, se enamorarán, irán juntos a la universidad y se casarán. Yo seré la madrina de tu boda y nuestros hijos serán también mejores amigos. Fácil

El plan se veía fácil, una gran tontería eso sí, un impulso de borrachera aunque no bebimos ni una gota de alcohol cuando lo ideamos, lo que lo hace peor, porque si todo sale mal, no tendremos a quién o a qué echarle la culpa. Con Andrea solo habíamos ideado entregar la rosa a Derek, pero el cómo se haría nunca llegamos a elaborarlo.

Nos pusimos las gorras de nuestros padres para tratar de ocultar nuestros rostros adolescentes y parecer dos chicas haciendo delivery de flores, y cruzamos la calle corriendo. Si este plan salía bien definitivamente sería un milagro, una intervención divina o de Andrea, ayudando en nuestras tonterías, porque si algo tenía nuestra amiga, era que sabía hacer muy bien los planes. Susan y yo... bueno queda claro que no es nuestro fuerte.

Susan sujetaba mi mano con fuerza, se aseguraba de que no me arrepintiera en último momento; yo en cambio, sujetaba con fuerzas la rosa y la pequeña nota que le declaraba mi amor de forma sutil a uno de los chicos más atractivos del instituto.

Cruzamos la puerta del edificio donde Peyton vivía y el recepcionista, con su ceño fruncido, nos preguntó lo que queríamos. Susan fue la que habló, yo estaba petrificada, pero esto no era raro en mí, sobre todo cuando de Peyton se trataba, porque solía petrificarme delante de él, balbucear como tonta o reír como descerebrada, pero yo no solía ser una chica de pocas palabras, que se intimidara fácilmente.

¿Qué hacía Peyton en mi que me transformaba por completo?

—Trabajamos en la Floristería Dulce Clavel y tenemos una entrega— Susan habló con una voz confiada y segura, el recepcionista no dudó ni un momento.

—¿Qué número de departamento?—preguntó y Susan me codeó para que respondiera, sin embargo en todo mi trabajo investigativo sobre la vida de Peyton, el número del departamento no lo había descubierto.

Porque si, lo había seguido algunas veces hasta su casa, pero no del modo acosador, su casa quedaba de camino a la mía y... bueno si, de un modo acosador, ¿a quien pretendo engañar?

—Perdimos el número del departamento, ¿no puedes ubicarlo con el apellido? —pregunté recuperando mi voz.

El recepcionista torció los ojos y la mirada, estaba claro que no quería hacer nada que no formará parte de sus funciones o que implicase ser proactivo.

—Yo las puedo ayudar—una voz masculina acabó con el sufrimiento del recepcionista, pero inició el mío.

Susan comenzó a balbucear mientras miraba al hombre que había hablado y apretaba mi mano buscando mi reacción.

—La rosa es para Peyton Blake—respondí tratando de modular mi voz y de esconder mi rostro lejos de la mirada inquisidora de mi futuro suegro.

Porque obviamente entre todas las personas del edificio, el que tenía que salir a ayudar era el papá de Peyton. Lo espié a través de la gorra que tenía puesta para ver la misma sonrisa socarrona y sincera que tenía su hijo. En su mirada bailaba la diversión mientras trataba de ver mejor mi rostro.

—Mamá—agregué apresurada—. La mamá de Peyton Blake. La señora Blake. Payton Blake ordenó la rosa para la señora Blake.

Mis palabras salieron apresuradas, torpes, pero con la suficiente certeza de que había logrado convencer a mi suegro. Su sonrisa pasó de ser divertida a reflejar la ternura y su mirada ya no miraba a la posible fan enamorada de su muy atractivo hijo, sino a una chica cumpliendo con su trabajo.

Extendí con demasiada violencia la mano que sujetaba la rosa, sin esperar una respuesta de mi suegro, bien pude haberle pegado la rosa por el pecho. Si de verdad fuésemos una empresa de delivery nos darían una muy mala calificación por la entrega. Quería salir corriendo de aquel edificio antes de que la vergüenza que comenzaba a sentir me dejara en evidencia la enorme mentira que había dicho.

Fue mi turno de arrastrar a Susan por varias calles hasta que consideré que había puesto suficiente espacio entre mi cuerpo avergonzado y la escena más humillante de la peor idea que habíamos tenido.

—No fue tan malo— jadeó Susan, correr no era su fuerte, tampoco el mío—. Piensa que es un buen regalo para tu suegra para el día de las madres.

—¿Qué he hecho? ¡No, no, no!— me quité la gorra y la estrujé entre mis manos—. Susan, Peyton no tiene mamá, sino madrastra. ¡Y no estamos ni cerca de celebrar el día de las madres!

—¿Y qué tiene de malo? Sigue siendo un buen detalle— Susan guardó las gorras de nuestros nada elaborados disfraces y pasó sus manos por su cabello, tratando de acomodar esas ondas tan rebeldes que siempre odiaba, una herencia mixta de su madre afrodescendiente y su papá caucásico.

—¿Y si no le dice mamá? ¿Y si lo adelanté a un momento para lo que no está listo?—comencé a divagar entre todos los posibles escenarios donde uno era más catastrófico que el anterior.

—Karim, no seas exagerada, vamos, relájate. Estás sobre pensado las cosas otra vez. Lo único que va a pasar es que mañana Peyton no llegará a buscarte al instituto, no se enamorará de ti por entregarle la rosa y tendremos que aplazar la boda una vez más.

Susan sonaba genuinamente ofuscada por aplazar la fecha de mi boda ficticia. A veces de verdad creía posible que tuviese un salón pre reservado como solía decirme

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Me desperté agotada, con el cuerpo adolorido y sin haber dormido mucho. Pasé la noche con pensamientos contradictorios, donde me reprendía a mí misma por esa idea tan tonta, pero a la vez arrepintiéndome de que no hubiese salido como lo habíamos planificado, porque la idea de Peyton entrando a mi salón para agradecerme el gesto y comenzar nuestro proceso de enamoramiento, era la fantasía que más me gustaba recrear en mi mente.

Esa y el deseo de verme ganando el campeonato.

—¿Despierta hasta tarde otra vez?—preguntó mi papá mientras veía cómo me arrastraba por las escaleras hasta la cocina—. Te lo he dicho varias veces, no debes quedarte hasta tarde jugando, Karim. Tendré que desconectar el internet en las noches con tal de que no luzcas como zombie en día de clases.

—No estaba jugando pero tuve un poco de insomnio—mentí, porque cuando mi línea de pensamientos me llevó hasta esa mujer idéntica a mi que se reunió con mi papá, entendí que debía aplacar mis pensamientos, encendí la consola para jugar un poco. Un poco hasta las 4 de la mañana.

Mi consola había sido un regalo para mi cumpleaños número 13. Al principio no le había prestado mayor atención, tenía varios juegos que solo servían para unas pocas horas de distracción a la semana, pero cuando encontré Duty Comes First, representó un reto tan grande superarlo, que una vez que comencé a jugar no pude parar de hacerlo, menos con cada actualización del juego. Y con mi amor por el juego también llegaron mis desveladas, después de todo pasaba muchas horas sola en la casa cuando mi papá estaba de guardia y la consola se volvió en una fiel amiga más.

A mi papá no le gustaba que pasara tanto tiempo jugando, menos cuando veía mis notas que no eran en definitiva las mejores. Así que con el tiempo aprendí a ocultar mis juegos nocturnos, para evitar las discusiones, los reproches, pero sobre todo evitar sentirme juzgada.

Llegué al instituto una hora antes de la hora de entrada, era lo que ocurría cuando mi papá me llevaba, después de todo debía llegar temprano a su trabajo y a mi no me gustaba usar el transporte público. Había cierto placer en llegar tan temprano, me gustaba caminar por los solitarios pasillos del instituto, como si fuese la única estudiante en un mundo distópico. No debía pelearme en la fila del comedor porque era la primera y Nelson, el encargado, ya sabía lo que me gustaba desayunar. Comía sentada en la tranquilidad de mi salón, mientras escuchaba como poco a poco comenzaban a llenarse los salones y pasillos.

—¡Karim, Karimba, Karim!— gritó Susan mientras se sentaba apresurada en el escritorio que compartíamos—. Escuché a P. decirle a S. lo de la rosa—murmuró.

P. era Peyton, obviamente, y S. era Salvador, su mejor amigo, pero considerando que existían una gran cantidad de chicos con nombres que comenzaban con la P y con la S, nos sentíamos protegidas dentro de la simpleza del seudónimo.

Ya dije que no éramos nada buenas para elaborar planes ni para colocar apodos o nombres claves..

Susan comenzó a contarme cómo escuchó a Peyton contarle a Salvador que había recibido una rosa el día de ayer. Que las chicas que la habían entregado dijeron que era para su madrastra, pero que su papá estaba muy seguro de que había sido para él, solo que se asustaron.

—¿Y qué más le dijo?— pregunté alarmada. No creía que mi suegro hubiese sido capaz de darle una descripción tan detallada de nosotras

—¡Que le gustó! Dijo, y cito: "que le había parecido un buen detalle" y lo sentí un poco decepcionado cuando dijo que no sabía quién la había enviado.

Mi corazón palpitó con fuerzas y ahogué pequeños grititos que Susan compartió conmigo. Nuestro plan había sido un éxito parcial.

—Tienes que enviarle otra rosa—sentenció Susan.

—¿Qué? ¡No!, me libré de ésta por muy poco. Claro que no. ¿No aprendiste nada de ese plan tan estúpido?

—Aprendí que somos patéticas para elaborar planes, pero Kiki, tienes que hacerlo, el detalle le gustó. Quizás no estamos siendo realistas de querer enamorarlo con una sola rosa, quizás se necesiten dos rosas y otras cositas.

—Claro, no estamos siendo realistas— bufé.

—Andrea solía decir que las cosas importantes necesitan de muchos intentos para que funcionen. Y tu matrimonio con Peyton es importante.

Me negué en todas las oportunidades en que Susan intentó contarme su plan, queriendo evitar exponerme a más humillaciones y vergüenzas. Si quería dar un paso sutil, pero no quería lucir desesperada. Odiaba sentirme así de temerosa cuando de Peyton se tratase, me molestaba lo intimidada que me sentía en su presencia, aunque creo que es normal sentirme así delante de mi futuro esposo.

—Escuchame primero—insistió Susan mientras caminábamos por el instituto.

Me giré para zanjar el tema de una buena vez por todas, cuando noté a Peyton caminar detrás de mi amiga.

Venía sonriendo junto con Salvador. Su cabello oscuro ya no lucía tan húmedo como en la mañana, pero mantenía aún la forma del peinado que Peyton le había dado. Llevaba la camisa del instituto desabrochada, dejando ver la playera blanca de deporte un poco sudada. Como siempre me aturdí cuando lo vi y más ahora que ocultaba este secreto, porque sentí que podía descubrir la verdad tatuada en mi frente.

¿Qué diría si me descubriese en este momento? Mi mayor temor era que yo no le gustase, que se riese y que le pareciera una ridiculez. Claro que a la luz de los nuevos acontecimientos donde parecía que yo le agradaba a Peyton se hubiese creído que el miedo sería menor, pero en cambio me sentía peor. Si la rosa no le gustaba, era una anónima de la que no sabría, pero si ahora me descubria, habría un nombre y un rostro en su mente

Escuché a Peyton hablar y callé mis pensamientos.

—Si te mandó una rosa, seguramente hará un nuevo movimiento. ¿Para que mandarte una rosa si nunca planea decirte quien es? Solo debes esperar—le dijo Salvador.

—Creo que solo fue una broma, de lo contrario hubiese venido con alguna nota—respondió Peyton.

Susan me animó a seguirlos en cuanto pasaron por nuestro lado y lo agradecí en silencio porque quería escuchar el resto de la conversación, pero mis pies no podían moverse cuando quedaban bajo el embrujo que Peyton hacía en mi. Su perfume de aroma cítrico, llegó hasta mi olfato y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para disimular el suspiro que di.

—¿Me vas a decir que no tienes curiosidad de saber quién envió la rosa?.

—Claro que sí—respondió—. Me hubiese gustado un nombre o quizás un número de teléfono a donde escribirle. Si mandó una rosa anónima, quizás no esté lista para revelar quién es.

Susan me murmuró un te lo dije justo en el momento en que Peyton y Salvador se unían al resto de los chicos y se olvidaban de la conversación que estaban teniendo.

—¿Lo ves? Tienes que hacer algo y pronto. Lo tienes intrigado, el pez mordió el anzuelo, es ahora o nunca. Karim, por favor, ya hasta sé el color del vestido que usaré en la boda de ustedes.

—Está bien—concedí aún aturdida por su perfume, por su voz y por ese trasero redondo que tenía mi futuro novio—. ¿Qué tienes en mente?.

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—Debo decir que la participación en las votaciones fue mayor a la esperada—la voz del director del instituto, reverberó en cada espacio a través de los parlantes—. También tuvimos más votos nulos de los que hubiésemos querido, pero a esos graciosos que solo perdieron su tiempo para intentar sabotear este proceso, les digo que no funcionó. En cuarto lugar de votación está Darryl, quien ocupará el cargo de secretario, en tercer lugar está Georgina, quien ocupará el cargo de tesorera, contarás con el apoyo y asesoramiento del profesor de economía, Euclides. El primer y segundo lugar, con un empate, se encuentran Peyton y Karim, quienes deberán decidir quién será el presidente y vicepresidente, considerando que ambos obtuvieron la misma cantidad de votos.

No podía creerlo. Susan me zarandeaba por los hombros, emocionada, los chicos de mi salón aplaudían, pero yo seguía sin poder creerlo.

—Por favor, los integrantes del nuevo consejo estudiantil, deberán quedarse. Nos reuniremos en la sala de profesores. Felicidades.

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—Destronaste a Salvador—me decía Susan—, oficialmente estás en el grupo de los populares, amiga. Lo lograste.

—Estás exagerando. Hasta donde sabemos los votos válidos pudieron ser solo 10.

—Y uno de esos fue de Peyton—susurró en mi oído haciéndome sonreír.

Caminábamos a la sala de profesores, Susan me acompañaba porque temía que me arrepintiera de entrar. También porque el director había anunciado que todos aquellos que quisieran participar en el consejo como voluntarios, podrían asistir. Y considerando todo lo que debíamos hacer, necesitaríamos mucha ayuda.

A veces, me molestaba conmigo misma y con la misma Andrea por todo lo que había cambiado por haberla perdido. Si bien nunca había sido la más extrovertida de las tres, jamás había sido una persona tan introvertida, tan miedosa, tan ansiosa.

Estaba por darle respuesta cuando Peyton apareció a mi espalda, colgó su brazo encima de mis hombros y me felicitó por mi victoria. Me encantó la confianza con lo que lo había hecho como si fuese algo común entre nosotros.

—Primero, no me destronó—respondió el aludido, que caminaba frente a mí, dejando más que claro que nos habían estado escuchando—, segundo en realidad no quería ganar, así que me hiciste un favor; y tercero...

—Si dices que no ha entrado al grupo de los populares...—Susan destiló rabia en su frase, sabía que en sus pensamientos lo estaba insultando por snob, clasista, presumido y muchas otras cosas menos civilizadas.

—Y tercero, fueron mucho más de 10 votos y este de aquí—y señaló a Peyton—, pidió que votaran por ti. Hizo más campaña en tu nombre, que en la de él. De hecho fue el único que hizo campaña para estas votaciones.

Lo miré sorprendida y como él seguía colgando de mis hombros, nuestros rostros quedaron a escasos centímetros de distancia. Peyton no retrocedió ni un poco, en cambio me sonrió mientras se mordisqueaba ligeramente el labio inferior, su sonrisa poco a poco se volvió más ladina, pícara.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunté desviando la mirada, haciendo gala de una enorme fuerza de voluntad.

Su sonrisa se torció hacia un lado pero no pudo terminar su frase porque llegamos a la sala de profesores, donde el director nos daba la bienvenida a todos.

Georgina no pudo disimular su sorpresa cuando me vio llegando con Peyton colgado de mí, pero esquivó rápidamente su mirada en un intento de ocultar su ceño fruncido y su boca apretada.

Entramos a la sala de profesores y nos sentamos en la mesa de reuniones, con Susan sentada a mi derecha y Peyton a la izquierda. Su cercanía me hacía temblar de pies a cabeza. La siguiente hora se me hizo bastante eterna porque sentía aún el calor del brazo de Peyton sobre mis hombros mientras el profesor nos contaba cómo funcionaba el centro y cuáles serían nuestras funciones.

—En resumen chicos, la organización de los bailes escolares quedarán a nuestro cargo, porque están planificadas desde el año anterior, así que solo quedarán bajo su responsabilidad las actividades de recolección de dinero para lo que sea que quieran hacer como graduados. El dinero que recolecten tendrá doble destino: primero cubrir los gastos que se generaron y se generarán, como eventualidades de último momento en los bailes del año; y además cubrir los gastos para el evento de fin de curso que escojan.

—Aún no decidimos si queremos un viaje o una fiesta de graduación; o ambos— agregó Darryl.

El curso del último año, donde estábamos, podía escoger para finalizar su paso en el instituto entre una fiesta de graduación, distinta a la celebración que organizaba el instituto; un viaje o ambos. La generación anterior había escogido la fiesta, y la anterior a esa un viaje a Las Vegas. Nuestro curso, aún no se terminaba de poner de acuerdo.

—Cuando logren definir qué es lo que desean, entonces deben comenzar a buscar presupuestos—habló el profesor Euclides, de economía—, y allí podrán ver cuán viable es el plan, cuánto deben reunir. Es decir, supongamos que deben reunir 10mil dólares, entonces deberán determinar si hacer 10 actividades con meta económica de recolección de mil dólares cada una, o de hacer menos actividades con metas mayores, les recomiendo la segunda opción, porque organizar una actividad quita tiempo y es laborioso.

Georgina tomaba notas de todo lo que decía el profesor, estaba muy concentrada y preocupada por todo el trabajo que se nos avecinaba. Y no era la única. Yo estaba consciente de lo que se tenía que hacer, Andrea estaba muy ilusionada de formar parte del centro de estudiantes, de allí que me inscribiese, y nos hablaba sobre los estatutos del centro, de las cosas que quería cambiar, de las actividades que quería hacer para recolectar el dinero, pero sobre todo para dejar una buena marca como generación.

Así que el plan de gobierno del centro estudiantil, Andrea ya lo había ideado.

—Lo único que falta para poder terminar esta reunión es que decidan quién será Presidente y Vicepresidente, es mera formalidad, porque espero que todos trabajen en conjunto y mutuo apoyo— nos recordó el director.

Peyton y yo nos miramos, sin saber qué hacer con ese empate de elecciones.

—No tienen por qué decidirlo en este momento. Háblenlo y avísenme lo más pronto posible.

—Que sea ella la Presidenta, no tengo ningún problema—respondió y el profesor tomó nota.

Con esa frase el director dio por terminada la reunión y nos apremió a salir de la sala. Ya en el pasillo, Georgina tomó la palabra para seguir organizándonos.

—Creo que debemos reunirnos esta semana, mañana preferiblemente, para comenzar a trabajar. Lo primero es que debemos establecer una encuesta clara para que podamos definir qué queremos hacer como fin de curso, si dejamos respuestas abiertas nunca llegaremos a un consenso, así que creo que es mejor respuestas cerradas y de tres opciones

—Estoy de acuerdo—respondí—. Cuando preguntemos si prefieren un viaje la respuesta debería ser: si, no, y la oportunidad de que escriban el destino. Y luego con los destinos que más hayan sido votados, volver a realizar una encuesta.

—Puede hacerse de forma electrónica—agregó Peyton— podrán responder en media mañana, tendremos los resultados en la tarde y podríamos realizar una segunda encuesta al día siguiente. Antes de que termine la semana tendríamos una respuesta definitiva.

—El otro punto en discusión es que dejaremos de legado al instituto—habló Darryl—, me gustaría hacer algo bastante significativo, más que la estatua que donó la generación anterior que ya comienza a deteriorase.

—Significativo no es útil—agregó Salvador—, las pizarras que donaron hace casi 7 años han servido al instituto y a los estudiantes. No debería importar que generación las donó, pero si definitivamente que sean de utilidad para todos.

—Podría ser unas nuevas computadoras para el laboratorio de computación de los grados pequeños—ofreció Georgina—, el donativo no tiene que ser para los que ya estarán próximos a irse.

—Un donativo así sería costoso y no sabemos en realidad cuánto dinero debemos recolectar para nuestra actividad de graduación. Creo que lo más sensato es que esperemos a ver cuánto dinero debemos reunir y en función de eso organizamos el legado—dijo Peyton.

—Quizás por eso la estatua que donaron es tan mala. No les alcanzó para algo mejor—se burló Salvador y nos unimos a su risa.

—Yo, tengo una idea...—y allí estaba otra vez, mi voz nerviosa y asustadiza, cuando hasta hace poco segundos hablaba con gran seguridad. ¿Acaso era bipolar? —. Sé que cada vez se usan menos los libros en físico para investigar las tareas, los exámenes, los trabajos, lo que ha traído como consecuencia que baje la cantidad de lectores en etapa escolar. Podríamos renovar los libros de la biblioteca.

—¿Libros de texto? —preguntó Georgina un poco confundida.

—No, libros de cualquier tipo. Romance, aventura, ficción, biografías, fantasía, Romance juvenil, novelas de época—enumeré—. Aunque también podría haber una sección de textos escolares, para los que lo prefieran así.

—Esa es una gran inversión y existen demasiadas plataformas de lectura online—me recordó Peyton.

—Si, pero a esas plataformas solo ingresan los que ya tienen el hábito de leer. ¿Y cómo empezaron ellos?, lo hicieron un día con un libro físico. Si les creamos el hábito de la lectura, no importa si luego continúan haciéndolo en una app, lo importante es que sigan leyendo.

—Es una idea muy buena, pero costosa—repitió Darryl.

—No lo sería si pedimos donativos. Podríamos pedir donativos dentro del mismo instituto, pero también a otros institutos, a sus estudiantes. A instituciones del gobierno, editoriales. A Todos. Solo tendríamos que enviar muchas cartas e insistir.

—La verdad es que suena muy buena tu idea, Karim—concedió Georgina—. Podríamos comenzar haciendo un listado de todos los sitios a donde podríamos enviar las cartas.

—La tengo—respondí, esa lista la había hecho Andrea como parte de su plan de gobierno—, también tengo algunos formatos para la carta de solicitud.

—¿Y si la biblioteca abre al público en general? —preguntó Salvador—. Cualquier otro estudiante, con su respectivo carnet por supuesto, podría venir y sacar un libro.

—Podría tener una sección de erótico—agregó Darryl, dio gracia su comentario, pero lo había dicho con genuina sinceridad.

—¿Por qué no? Claro que tendría acceso restringido, pero al final de cuentas sigue siendo literatura.

—Pareciera que tienes una idea bastante clara de lo que quieres hacer y sobre todo del cómo. No creo que haga falta someterlo a votación, porque creo que a todos nos agrada. Eso generaría un legado útil, para toda la población, y de muy bajo costo para todo lo que de por sí, ya debemos recolectar—Peyton apretó mi mano por encima de la mesa—. Comencemos desde ya a enviar esas cartas.

Sonreí satisfecha, feliz de que la idea de Andrea, haya sido recibida de forma tan positiva. había esperado negativas e incluso burlas, pero no fue el caso.

—Mi papá es amigo del dueño del cine que está en la cuarta avenida, me dijo que habló con él para que proyectemos alguna de las películas de las que ya tiene, ninguna de estreno, y aceptó siempre y cuando nosotros seamos los encargados de todo el trabajo que eso conlleva—Darryl en ese momento nos envió por whatsapp un listado de todas las películas que podríamos escoger. Había algunos títulos realmente antiguos, clásicos por decirlo de mejor manera—. Creo que para asegurarnos de que la gente vaya, tendríamos que hacer una encuesta.

A todos nos pareció genial la idea por lo que Darryl hablaría con su papá para poder definir la fecha de la proyección de la película.

Para ser una pequeña reunión, había sido bastante productiva

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Nota de autora:

Quiero leer sus opiniones hasta ahora!

¿Creen que el interés de Peyton en Karim es genuino o es solo coquetería generalizada?

Recuerden darle a la estrellita, comentar y compartir!

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