Capítulo 3: En Busca de la Verdad
Abro los ojos con lentitud, todavía aturdida y confusa. Me encuentro tumbada en una camilla mirando al techo blanco de una habitación, la luz tenue se filtra a través de las cortinas, pintando una débil sombra en la habitación. El suave murmullo de voces me llega desde lejos, como si estuviera bajo el agua, y mi mente lucha por despejarse y entender lo que está sucediendo.
– ¿Dónde estoy? – pregunto mientras parpadeo, tratando de recordar lo que pasó. Mi cabeza late ligeramente como un eco lejano y entonces, como piezas de un rompecabezas, los recuerdos empiezan a encajar en su lugar.
– Estás en la enfermería, Luna. Tus amigos te trajeron después de que desmayaras. No te muevas, ahora que estás consciente voy a comprobar tus constantes vitales para ver que todo está en orden – dice la enfermera girándose para trastear con unas máquinas. Inmediatamente miro a Val y Bruno atónita y con miedo por si descubrían mis habilidades.
Val me cogió la mano, guiñandome un ojo para que me relajase y no me preocupase por ese asunto.
– Luna, ¿cómo te sientes? – me pregunta algo preocupada por mi estado.
Antes de que me diera tiempo a responder la enfermera que había terminado de revisar mis constantes vitales dice.
– Está bien, será solo una bajada de azúcar, tiene que descansar en la habitación, acompañadla – dice ayudándome a levantarme de la camilla.
– Gracias – dijimos los tres mientras salíamos de la enfermería en dirección a mi habitación.
Al llegar a mi habitación y comprobar que nadie nos seguía, cerramos la puerta y me senté en mi cama.
– ¿Te acuerdas de lo que hiciste ayer... no es normal? – me dice.
Asiento lentamente, aún abrumada por todo lo que ha sucedido.
– Lo sé. Nunca antes había experimentado algo así, antes que me despertara en la enfermería al ponerme el collar tuve una especie de recuerdo pasado – digo intentando asimilar lo que me había sucedido ayer.
Val me da la mano con cariño y me dice.
– Sea lo que sea, lo averiguaremos juntos, los tres. Sois toda la familia que me queda – dice al final con un tono angustioso al recordar la muerte horrible de sus padres.
– Igualmente, sois todo lo que conozco como familia, no sé que sería de mí sin vosotros – digo mientras Bruno emocionado se nos une a lo que era un abrazo fraternal.
– Bien, Luna, cuéntanos qué pasó ayer antes de que te desmayaste – dice Val.
– Pues resulta que creo que mis padres siguen vivos y me mandaron aquí para protegerme, ah y puede que sea diosa... – digo dudando de lo que estaba diciendo y dejando a mis amigos atónitos.
– Pero en plan, ¿qué tipo de diosa? ¿una de esas buenas o malas? – pregunta Bruno preocupado.
– Bruno, tranquilo, sea lo que sea yo sé que soy buena persona y jamás haré daño a nadie – digo convencida de mis valores.
– ¿Viste a tus padres? – pregunta Val.
– No, pero los escuché y los noté muy preocupados – respondo.
– Bien, esto hay que abrir una investigación y llegar al asunto de esto, sin que nadie más sepa de tus habilidades. Si han dicho que eres diosa eso signifique que tal vez tengas más poderes... – menciona Val.
– Chicas, os dejo, voy a descansar un rato – dice Bruno con aire de cansado.
– Vale, descansa Bruno – respondemos ambas.
Después de que Bruno se retirara a descansar, Val y yo nos encontramos en mi habitación, listas para investigar en busca de pistas que nos ayuden a entender mejor lo que está sucediendo. Me siento ansiosa y emocionada al mismo tiempo, pero Val y su actitud decidida me inspiran a seguir adelante.
– Comencemos por tus padres, ¿sabes sus nombres? – me pregunta.
Asiento respondiendo – Apolo, mi padre y Minerva mi madre. Por cierto creo que es Apolo el dios griego – digo con algo de inseguridad y desconcierto por mis palabras.
– Bien – dice sacando una libreta de mi habitación. – Apuntemos aquí las ideas, las pistas y demás que estén conectadas para resolver el misterio – añade concentrada.
– Creo que deberíamos informarnos sobre los dioses y la mitología griega – sugiero.
– Comencemos por Apolo y Minerva. ¿Hay alguna historia en la mitología griega que se relacione con ellos? – pregunta Val escribiendo en la barra de búsqueda de su móvil.
Mientras ella investiga, comienzo a sentir la presión de la responsabilidad. Si realmente soy una especie de diosa, ¿qué significa para mi vida y la de mis amigos? Estoy nerviosa por lo que podamos descubrir.
Val encuentra algunos resultados, pero no parece haber ninguna historia clara que relacione a Apolo y Minerva como pareja en la mitología griega. Sus cejas se fruncen mientras revisa la información.
– Luna, esto es extraño. No parece haber ninguna historia que relacione a Apolo y Minerva de la forma en que mencionaste – dice confundida.
– Estoy segura, que debe haber algo más – digo empezando a buscar con mi móvil en foros y demás con ansias de saber lo que me está sucediendo.
– Luna, no hay nada – dice cogiéndome el móvil para calmarme dándome un abrazo. – Sé que estás ansiosa de saber como lo estamos nosotros, pero poco a poco seguro que damos con la clave – me dice logrando que me calme.
– Lo más probables es que como la mitología griega es antigua puede que algunas historias hayan quedado en el olvido – sugiere encogiéndose de hombros.
– Escuché que dijo algo mi padre sobre que conocía a alguien que me podría ayudar a entender las cosas cuando llegara el momento. Tal vez sea el custodio que me entregó mis cosas y me ayudó a integrarme en el orfanato – digo después de recordar la conversación que tuvieron mis padres.
– Pero, Luna, ese custodio se pasa encerrado el día en un sitio donde no podemos entrar, en una biblioteca llena de reliquias religiosas guardándolas y limpiándolas. ¿Estás seguro que quieres ir a verle? – me pregunta asombrada por mi actitud.
– Por supuesto, vamos a colarnos sin que nadie lo sepa para hablar con él – digo segura de mí misma. – Usando mis poderes – añado mirando mis manos mientras recuerdo el suceso de ayer.
– Pues habrá que planificarlo bien – responde Val sacando de su mochila un mapa completo del orfanato.
La miro atónita y ella me explica antes de que yo haga ninguna pregunta.
– Llevo años queriendo escapar de este orfanato, está muy bien, pero Paula y su reinado del mal debe acabar y como no tienen consecuencias sus acciones, hace meses que estoy ideando un plan de huida, reuniendo provisiones, amigos etc, esperando al momento adecuado. Y uno de mis muchos contactos que apoyan esta causa me pasó este mapa – me explica. – Se lo robó al director – añade susurrando.
– Vaya, ¿quiénes lo saben? – pregunto intrigada.
– A la gente que he reunido y les he contado, lo saben brevemente, tú eres la única por ahora que lo sabe con detalle – explica para añadir con determinación extendiendo el mapa por el suelo de mi habitación. – Ah, pero de esto... ninguna palabra a nadie – añade.
– Por supuesto, rezar no es lo mío, lo hago más bien por respeto – digo apoyando su causa.
A partir de ahí pasamos toda la tarde planeando meticulosamente nuestra incursión en la biblioteca del custodio. Sentadas en el suelo de mi habitación, rodeadas de anotaciones, mapas y esquemas, Val y yo debatimos sobre cada detalle. Bruno optó por mantenerse al margen, prefiriendo no involucrarse directamente en lo que podría considerarse un acto de rebeldía. Su miedo a las posibles represalias era evidente, y respetábamos su decisión de mantenerse neutral.
Después de una cena ligera, estábamos listas para llevar a cabo nuestro plan. Cerramos la puerta de la habitación con cuidado y nos miramos con determinación. El destino parecía empujarnos hacia la revelación, y estábamos dispuestas a descubrir la verdad detrás de mi herencia divina.
Era medianoche y todo el mundo en el orfanato estaba durmiendo menos nosotras que habíamos planeado colarnos en un lugar que nos estaba prohibido entrar.
—Recuerda, Val, nuestra prioridad es no ser descubiertas. Actuaremos con sigilo y rapidez. Si notamos algo sospechoso, abandonaremos la misión —le recordé, preocupada por los riesgos que estábamos tomando.
Val asintió en acuerdo y sacó de su bolsillo un pequeño mapa que habíamos preparado durante la tarde. En el mapa, habíamos marcado la ubicación de las cámaras de seguridad, las patrullas de los cuidadores y todos los posibles obstáculos que podríamos encontrar en el camino hacia la biblioteca.
—Primero, debemos asegurarnos de desactivar las cámaras que cubren el pasillo hacia la biblioteca. He investigado y sé que hay un cuadro eléctrico cerca de allí. Si logramos desactivar las cámaras temporalmente, tendremos una oportunidad mejor de llegar a nuestro destino sin ser detectadas —explicó Val mientras señalaba el lugar en el mapa.
Con el mapa en las manos y nuestros corazones latiendo con nerviosismo, nos deslizamos silenciosamente por los pasillos del orfanato. Al llegar al cuadro eléctrico Val comenzó a trabajar en la desactivación de las cámaras.
Cuando finalmente las cámaras quedaron temporalmente inactivas, intercambiamos una mirada de triunfo y continuamos hacia la biblioteca del custodio. Con la puerta de la biblioteca frente a nosotras, nos miramos y Val asintió para apartarse y dejármelo a mí.
– Val, ¡¿qué quieres que haga?! Apenas sé usar mis poderes – susurro encogiéndome de hombros.
– Tú haz lo que sea, en las pelis funciona. Mueve tus manos, haz cualquier gesto – responde inquieta.
– Pero esta es la vida real, no una peli, se supone que en la vida real no existe la gente con poderes – replico.
– Shh, habla más bajo que nos descubren – dice Val invitándome a intentar abrir la puerta con mis poderes.
La puerta de la biblioteca del custodio está cubierta por un fino polvo dorado. Suspiro resignada e intento concentrarme en abrir la puerta y para nuestra sorpresa consigo abrirla sin ningún ruido, revelando un interior repleto de estanterías, libros antiguos y objetos misteriosos.
– Extrañamente esta vez no estás envuelta en esa aura divina – dice Val entrando tranquilamente a la habitación. Ella estaba en su salsa, le encantaba meterse en situaciones arriesgadas y desenvolverse ella sola.
La sigo adentro y en el centro de la habitación, una mujer custodio se encuentra absorta en su trabajo de limpiar una antigua reliquia. Sus ojos se elevan al vernos entrar, y muestra una expresión de sorpresa, seguida de una sonrisa amable.
– Luna, Valeria, no esperaba veros por aquí – dice el custodio cerrando la puerta para tener más privacidad. – Sentaos – añade mostrándonos unas sillas frente a su escritorio.
– Necesitamos respuestas. Queremos saber la verdad – digo con determinación, deseando que este custodio tenga las respuestas que estamos buscando.
– Es hora de que conozcas la verdad – dice cogiendo una tiza para explicarnos algo en una pizarra.
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