NUEVE
A sus pies había varias mujeres desnudas, tocándose entre si y, algunas, lamiendo los pies de este hombre que no se inmutaba.
-Onigumo, la has traido – Su voz era grave, como el gruñido de un animal y eso me causaba mucho temor.
- Mi señor – El demonio parado a mi lado hizo una reverencia y yo, sin saber que hacer, copie su acción. Como fuese, era un rey, ¿No?
- Que bella dama tan educada – Murmuro mirándome fijamente. Yo no lograba verlo debido a que seguía inclinada hacia delante, pero podía sentir su mirada clavada en mi – Puedes levantarte. Kaghome, ¿No?
- Si... Señor – Murmure desconfiaba, sin saber si lo llamaba de manera correcta.
- Me agradas – Con rapidez se puso de pie y, en un abrir y cerrar de ojos, lo tenia frente a mi, sonriéndome con soberbia – Me conto un pajarito que estas enamorada de mi sirviente – Con uno de sus dedos, los cuales tenían largas uñas, coloco uno de los mechones de mi cabello tras mi oreja.
- Si, señor. Estoy enamorada de Inuyasha – Su sorpresa se pinto sus facciones cuando le conteste con pura sinceridad. Luego de unos segundos, comenzó a reir mientras pasaba su brazo por sobre mis hombros.
- Eres sincera. Me gusta la sinceridad – Su risa continuo un instante, pero luego se corto y me miro fijamente – Pero, ¿El te amara? – Esa pregunta fue una puntada a mi corazón adolorido, que casi logra que comenzara a llorar como una niña.
- No. Él no me ama – Murmure, mirando al suelo.
- ¿Por qué no le preguntamos a él? – Dio un paso hacia atrás y, al chasquear los dedos, unas ramas negras comenzaron a brotar a mis pies, apresándome las piernas y los brazos. Un dolor agudo atravesó mi cuerpo al sentir como me apretaban con fuerzas, pero ni un solo grito broto de mi. No lo daría con el gusto a Naraku, que me veía con soberbia. Esa misma mirada que tenia Kouga, como la odiaba – Onigumo. Llamalo – Volvio a chasquear los dedos pero, a pesar de esperar un nuevo dolor, nada llego.
Se acerco nuevamente a su trono, de donde tomo una copa de vino. Bebio un trago largo sin dejar de mirarme, pero el ruido de la puerta abrirse me hizo girar mi rostro.
Mi cuerpo se tenso de sobremanera al ver entrar a Inuyasha, con esas alas negras abiertas en todo su esplendor y su pecho descubierto. Sus rasgos demoniacos se dejaban ver, incluidas unas marcas violáceas en sus mejillas.
Era tan guapo como lo recordaba.
-¿Me llamaba, señor? – Se arrodillo a sus pies, mientras sus alas desaparecían en su espalda.
- ¿Sabes? Estoy completamente agradecido de tus servicios de todos estos largos, largos, largos, largos, largos, largos, laaaaaargos años – Mientras le hablaba, comenzó a girar a su alrededor y por un instante pude ver el rostro lleno de frustración de Inuyasha – Y como últimamente te he visto deprimido, quise alegrarte un poco tu dia – Tomo su hombro y lo giro a un lado para que viera directamente hacia donde yo me encontraba.
- Que emocionante. La nada misma – Murmuro con burla y fastidio, mientras giraba su vista. Pero su mofa se detuvo cuando Naraku volvió a chasquear sus dedos y su rostro se transformo al verme – Ka... Ghome – Mi cuerpo volvió a tensarse cuando mi nombre broto de sus labios y sus ojos me desmostraban temor. ¿Qué sucedia? - ¿Qué hace ella aquí?
- Pense que te agradaría verla, ¿No era la razón por la cual estabas triste y tenso? – Me miro a mi y luego volvió a mirar a Inuyasha, que no podía apartar la vista de mi. Pero al instante su mirada se torno dura y se giro hacia Naraku.
- No se de donde has sacado esas ideas absurdas.
- ¿De verdad no era ella el motivo de tu tristeza? – Se acerco hacia mi, acariciando mi brazo con suavidad, mientras esas ramas volvieron a apretar mi cuerpo, logrando que el dolor vuelva a invadirme.
- Claro que no – Gruño por lo bajo, sin quitar sus ojos de mi cuerpo, recorriendo cada parte que estaba atada.
- ¿Acaso no la amas? – Al escuchar esa pregunta ambos miramos a Naraku, que tenia una mueca de falsa duda - ¿Me habre confundido? – Mi corazón comenzó a latir con rapidez esperando la respuesta de Inuyasha. Ya sabia lo que diría, pero aun asi, la respuesta seria desoladora para mi. Mi alma estaba destrozada, pero ese demonio terminaría por desgarrármela.
- Si, te equivocaste. Dejala ir porque no la amo – Sin quererlo, mis lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas y mi corazón comenzó a latir con rapidez. Ni el dolor que sentía en mis extremidades se comparaba con escucharlo decir, otra vez, que yo no le importaba.
- Que pena – Nuevamente Naraku fingio desilusión, mientras se colocaba delante de mi y me miraba – Mirala como llora – Por el rabilo del ojo, pude ver como Inuyasha se tensaba al mirarme, pero no me atrevi a levantar mi rostro.
- No me interesa que llore, dejala ir, Naraku – Un nuevo dolor volvió a atravesarme en el pecho como una flecha dolorosa.
– No sabes lo que me excita que llore asi – Mis ojos se guiaron hacia ese demonio que comenzaba a tocar sus partes por encima de su túnica, lo que causo que un gran escalofrio lleno de repulsion recorra mi cuerpo. Camino hacia mi, colocándose tras mi espalda. Pude ver como la mirada de Inuyasha lo seguía, pero ni siquiera se detenia en mi – Las mujeres que me has traido últimamente ya me aburrieron, pero con esta...
-Dejame – Murmure asqueada, mientras mas lagrimas seguían saliendo de mis ojos. No quería mirar a Inuyasha, sabia que no le importaba y solo lograba que me sintiera aun mas abandonada. Queria irme de allí. Queria tirarme a mi cama y desaparecer.
- A pesar de que él no te ama, tu si lo amas, ¿No? – Se paro delante de mi y yo corri mi rostro, queriendo huir de allí – Contestame, mujer – Sus garras se clavaron en mi mentón, logrando que mis ojos se peguen a los de él - ¿Lo amas a pesar de todo? – Mis labios se fruncieron por el dolor que sentía en mi corazón y son suavidad asentí - ¿No es una pena que él haya jugado con tu tonto corazón?
- Naraku, dejala. Me molesta su presencia aquí – Gruño Inuyasha. Tanto dolor me hacia muy mal.
- Callate – Siseo Naraku y, tras un chasquido de sus dedos, todo parecio detenerse a nuestro alrededor - ¿No quieres que lo haga sufrir por ti? – Esa proposición me tomo por sorpresa y cuando gire la vista hacia ese demonio, pude ver como estaba rodeado de unos espinos gigantes que brotaban del suelo. Rozaban su cuerpo perfecto, casi lastimándolo.
- No – Jadee con temor – Por favor, no.
- Te hizo sufrir. Aun duele, ¿No es asi? – Claro que dolia. Dolia como mil demonios, pero aun asi, no deseaba que sufriera.
- Por favor, no le hagas nada – Rogue y una sonrisa enorme llena de diversión se pinto en el rostro de Naraku.
- Que pena – Esos espinos comenzaron a acercarse mas al cuerpo de Inuyasha, el cual estaba totalmente quieto por la magia de Naraku – Porque tengo muchas ganas de ver sufrir a alguien – Un espino aun mas grande apareció sobre la cabeza de Inuyasha y con rapidez comenzó a bajar hacia él. Mi cuerpo se tenso y un dolor invadio mi estomago. Lo estaba por lastimar gravemente.
- ¡Torturame a mi! – Grite y al instante ese espino se detuvo. Naraku me miro fijamente y su sonrisa se agrando – Dejare que hagas lo que desees conmigo, pero déjalo, por favor.
- Aun después de todo lo que te hizo, ¿Deseas que este a salvo?
- Si, ya sufrio mucho con la maldición – Susurre sin dejar de mirar a Satan – Dejalo, por favor – Una gran carcajada escapo de ese hombre, que disfrutaba de mis palabras como si fueran un chiste. Estuvo asi largos minutos, en los cuales no podía quitar mi vista de Inuyasha. Esos espinos poco a poco comenzaban a ocultarse, lo que me alivio.
- No logro comprender si eres muy noble o simplemente eres estúpida – Se burlo una vez que su risa se terminaba – Pero como tu lo desees – Chasqueo sus dedos y de esas ramas brotaron espinas que se enterraron en mi piel, rasgandola. Aguante el dolor lo mas que pude, pero cuando se ajustaron aun mas, un grito desgarrador broto de mi garganta, al tiempo que el hechizo se rompia e Inuyasha volvia a moverse. Me miro fijamente y sus orbes casi escapan de sus cuencas. Su rostro estaba lleno de confusión y sabia muy bien que estaba perdido, sin saber como reaccionar – Dime que no lo amas y todo terminara. Él sufrirá por la eternidad, pero tu podras volver a tu vida y olvidarte de todo – Las espinas se clavaron aun mas en mi, pero aun asi negué con mi cabeza. No dejaría que Inuyasha sufra por mi culpa.
- Jamas – Jadee, en medio de mi dolor inevitable.
- Todo terminara con rapidez si solo me pides que lo torture...
- ¡No! – Grite con rencor, mirando con odio a Naraku - ¡No lo dire! – Un leve calor comenzó a inundar mi cuerpo y pude notar como grandes hilos de sangre comenzaban a manchar mi ropa. El suelo empezaba a teñirse de rojo bajo mis pies.
- Entonces, sufre – Murmuro ese demonio, con una sonrisa por demas de divertida. Las ramas comenzaron a calentarse, quemando todo a su paso. Mi cuerpo dolia horrores y, aunque intente no caer delante de Naraku, un grito lastimoso volvió a brotar de mi. En mi mente comencé a pedirle a Dios que me ayudase, aunque sabia que era imposible.
- Ka... Ghome – Escuche como mi nombre brotaba de sus labios con suavidad – Basta – Dio un paso hacia mi, sin dejar de mirarme y, al instante, corrió hacia mi lado - ¡Basta! – Rugio e intento soltarme, aunque le fue imposible.
- ¿Qué sucede, Inuyasha? ¿Por qué te interesa lo que pase con esta mortal? - Con un movimiento de sus manos, Naraku logro que me eleve por los aires. Las ramas envolvieron mis brazos extendiéndolos sobre mi cabeza, ajustándose aun mas.
- Dejala. Por favor, Naraku – Suplico, pero aun asi ese demonio lo ignoro.
- ¿Ves como sufre? Y todo por tu culpa – Lo pincho con saña. Inuyasha volvió a mirarme sin saber que hacer y pude notar preocupación en su mirar, ¿Por qué? ¿Por qué se preocupaba si no me amaba?
- Por favor, Naraku – Suplico mientras se arrodillaba a sus pies, apoyando su frente en el suelo – Por favor, dejala.
- Me sorprendes, mi pequeño hijo, ¿Acaso era mentira todo lo que me dijiste?
- Si. Es mentira – Miro fijamente a ese hombre, lleno de determinación – La amo, Naraku. La amo como nunca ame a nadie – Al oir esas palabras, mi corazón comenzó a latir con velocidad. Inuyasha me amaba y, aunque aun seguía presa de las espinas, un calor inundo mi cuerpo, logrando que por un momento me olvide del dolor. La felicidad me invadia, a pesar de mi situación.
- Interesante – Naraku comenzó a caminar alrededor de él, y volvió a su punto inicial - ¿Mas que a Kikyo? – Por una milésima de segundos vi como Inuyasha abria sus ojos con rapidez, sorprendido, confundido, pero luego volvió a su semblante preocupado.
- No me interesa Kikyo – Respondio con rapidez – Solo quiero que liberes a Kaghome, por favor. Dejala.
- ¿No te interesa lo que ocurra con Kikyo? – Juro que pude sentir como Naraku saboreaba esas palabras en su boca, logrando que un escalofrio recorra mi espalda – Entonces, dicelo a ella. En la cara – En ese instante, tras el chasquido de sus dedos, una joven de largos cabellos negros apareció a espaldas de Inuyasha, el cual no pudo evitar girarse con rapidez. No sabia porque, no conocía a esa joven, pero un gran nudo se formo en mi estomago y en mi garganta, impidiendo que el aire atraviese.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top