DOS
-¿Qué haces aquí? – Susurre, notando como mi cuerpo no se movia.
- ¿Esa es manera de recibir a tu novio, preciosa? – Me contesto con ese tono altanero que tan desquiciada me ponía.
- No eres mi novio, Kouga – Le gruñi, muy molesta.
- No digas eso, bella – Puso un pie dentro de mi casa, logrando que no pudiera cerrar la puerta. Solo podía ver su rostro, que no dejaba de sonreir soberbio - Solo porque te engañe alguna que otra vez, ¿No vas a permitir que sea mas tu novio? Piensalo bien, bella.
- Eres un imbécil detestable – Volvi a gruñir – Vete de mi casa – Empuje con mas fuerzas la puerta, pero de un golpe, la abrió, logrando que perdiera el equilibrio y cayera sentada en el suelo. - ¿Qué demonios haces?
- Sabes que no me gusta que me hagas la contra, preciosa – Se acerco a mi, y antes de que yo pudiera alejarme, tomo los cabellos de mi nuca, logrando que me quejara por el dolor – No me hagas poner nervioso, perra – Me miro fijamente a los ojos, y logre notar lo mal que se encontraba. Lo conocía lo suficiente como para darme cuenta que estaba drogado. Sus pupilas estaban dilatadas y rojas. ¿Cómo lograría salir de esta situación? De solo pensar en que podría terminar con lo que habia comenzado hacia mas de un mes, lograba que mi cuerpo se estremeciera de pánico.
- Dejame, Kouga. Me lastimas – Le pedi, con suavidad, mientras tomaba su mano, pero era inútil.
- Amo que uses este pijama, ¿Te lo he dicho antes? – Murmuro sobre mis labios, pero sin rozarlos. Yo me maldije internamente. Lo sabia, siempre me decía que con este pijama me veía sensual y "comestible", pero yo siempre le sonreia sin importancia. Constaba de un mini short, rojo con rosas blancas, una remera musculosa de la misma tela y yo, para protegerme del frio, me ponía unas medias largas hasta medio muslo de lana, y una campera vieja, que solo la usaba para estar en mi hogar.
- No me toques, déjame – Tiro con mas fuerza de mi cabello, logrando que un pequeño grito escapase de mi garganta. Su mano libre subio por mi pierna, hasta llegar al borde de mi media, y comenzó a bajarla, rozando mi piel.
- Nunca me has dejado que te pruebe, ¿Por qué?
- Porque no queria hacerlo contigo, sabiendo que todos los días te acostabas con una diferente.
- Pero yo te amo, Kag – Me susurro, escondiendo su rostro en mi cuello, lamiéndolo levemente – Sabes que no puedo vivir sin ti.
- Lo hubieses pensado antes, Kouga – Tome nuevamente su mano que tenia mi cabello y trate de aflojar su agarre – Es tu culpa que yo me haya alejado de ti.
- Mirame, Kag. Estoy hecho una piltrafa. No puedo dejar de fumar, ni de tomar alcohol, hasta me drogo mas que antes – Alejo su rostro de mi cuello y me miro fijamente – Vuelve conmigo. Te necesito – Lo mire fijamente, logrando que un poco de pena aflore en mi pecho. Lo queria mucho, eso lo sabia. En los momentos que estábamos bien, era el joven mas dulce sobre la tierra, y me trataba como a una princesa, pero eso no quitaba el hecho de que casi me habia violado y me golpeo varias veces. No queria estar con un hombre asi.
- No, Kouga – Le dije firmemente. Grave error. Esa mirada que, hasta ese momento habia sido penosa, se convirtió en una llena de ira.
- Eres una maldita perra – Tiro mas fuerte de mi cabello, causándome un gran dolor – Volveras conmigo, quieras o no.
- ¡Sueltame, maldita sea! – Grite sobre su rostro, muy enfurecida, pero él solo rio.
- Eres mia, Kaghome Sue Higurashi – Murmuro con locura, recostandome sobre el suelo. Tomo mis manos sobre si cabeza y sus piernas trabaron las mias.
- No. Dejame – Intente escaparme de su agarre, pero era imposible – Maldicion, que me dejes – Volvi a ordenar, pero era inútil. Su boca viajaba por mi cuello, y su mano libre comenzaba a deprender mi campera. Mis lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas, y mi fuerza se perdió. Esta vez me violaría, y no podía hacer nada para detenerlo – Sueltame, por favor – Rogue y sentí como su peso se desvanecia.
- Sueltala – Una voz grave y nada familiar se dejo oir, antes de escuchar un golpe sobre mis pies. Abri mis ojos, encontrándome con un joven que si conocía. Era alto, con cabello plateado y ojos dorados.
- Imposible – Murmure, logrando que él me mirase fijamente. Esos ojos... Por el Angel. Esos ojos eran de ensueño.
- ¡¿Quién demonios eres?! – Rugio Kouga, mientras se ponía de pie. Ese joven tomo mi brazo, logrando que yo hiciese lo mismo.
- Tu... ¿Qué haces aquí? Es... imposible – Tenia que sea una broma. No podía ser que se joven demonio estuviera en mi hogar.
- ¡Eres una maldita ramera! – Gruño Kouga, mirándome fijamente. Al escuchar su grito, logre romper mi transe y fije mi atención en él, notando como el pánico volvia a inundar mi ser. Con miedo, di un paso hacia atrás, casi cubriéndome con el peli plata. Era un demonio, pero lo preferia antes que a mi ex novio enojado - ¡No acabas de dejarme que ya metes a otro en tu cama!
- No es lo que piensas – Intente razonar con él – El no es... No estaba... - Pero me calle. No sabia que decirle si ni siquiera sabia como habia entrado a mi casa.
- No puedes ni decir una excusa coherente, perra – Senti un frio helado recorrer mi cuerpo cuando note la mirada de Kouga. Me mataria, lo sabia - ¡Maldita zorra! – Salto sobre mi, y yo cerre mis ojos por terror, pero antes de poder sentir su peso sobre mi, escuche un ruido raro. Abri mis ojos, notando como el joven peli plata lo tenia suspendido en el aire, tomándolo del cuello.
- ¡Lo mataras! – Grite al ver como Kouga comenzaba a respirar muy débil - ¡Dejalo!
- SI lo dejo, él te matara a ti – Me dijo seriamente, y un nuevo escalofrio recorrio mi espalda. Me acababa de confirmar lo que yo sospechaba.
- No lo hara – Tome su brazo, tirando con fuerzas – Dejalo, por favor – Intente razonar, sin dejar de ver a Kouga que aun pataleaba hacia todos lados.
- Si lo hara. Lo vi en sus ojos. Son oscuros y malignos.
- No importa – Tire mas fuerte de su brazo, pero no se inmuto - ¡Dejalo, Inuyasha! – Cuando grite su nombre, automáticamente abrió su mano, logrando que Kouga cayese al suelo, tosiendo como loco. No me acerque a ayudarlo, pero me alivie de que no lo hubiese matado – Vete, Kouga – Ordene, pero sus ojos se fijaron en Inuyasha, como si fuera su presa.
- Eres un maldito enfermo – Se paro con dificultad, tomando su garganta, y su voz estaba rasposa – Te matare.
- Intentalo – Lo desafio con una sonrisa igual de arrogante que la que siempre tenia Kouga.
- Eres hombre muerto – Me puse entre ambos, dándole la espalda a Inuyasha. Lo sabia. Estaba completamente loca al confiar mas en un demonio que en mi ex novio, pero le temia mas a Kouga que a él.
- Nadie va a matar a nadie. Kouga, por ultima vez, vete de mi casa.
- Tu, maldita zorra – Comenzo a amenazarme, sin dejar de mirarme fijamente. Tanto su sonrisa como sus ojos destilaban maldad – Cuando te encuentre sola, no te salvas. Te follare tanto, que no desearas que ningun otro hombre toque tu cuerpo – Dio un paso hacia mi, y yo retrocedi, chocando con el cuerpo del peli plata. Instantáneamente, este paso su brazo por mi pecho y me giro, logrando que quedase tras él.
- Vete, ahora – Siseo muy molesto, y pude sentir como su cuerpo se tensaba.
- Me ire, esta bien – Al escuchar esa afirmación, mi cuerpo se relajo por completo – Pero si tanto quieres a esa zorra, no la dejes un minuto fuera de tu vista, porque cuando tenga la oportunidad, será mia y no la volveras a ver – Pude sentir como la puerta de mi casa se abria, y respire profundamente al saber que ya se iba. No podía verlo, ya que el cuerpo de Inuyasha me tapaba, pero sentí la risa ironica de Kouga – Bueno, al menos no viva – Y con esa amenaza, que me helo la sangre, se fue, cerrando la puerta tras él.
Senti como el pavor comenzaba a recorrer mi cuerpo, logrando que mis piernas fallasen, y cai de rodillas, aun con mi brazo entre la mano del peli plata. Rapidamente él se arrodillo a mi lado, colocándome su saco sobre mi cuerpo. Estaba caliente, pero mi cuerpo no lograba calentarse.
-No te hara nada – Me aseguro y yo lo mire. No le temia. ¿Por qué no le temia?
- ¿Qué haces aquí? – Pregunte como autómata, sin poder olvidar las palabras de Kouga.
- Te vi y me gustaste – Fue su escueza respuesta, mientras me tomaba de los hombros para levantarme del suelo.
- ¿Me llevaras al infierno?
- Mientras no me digas que si, no puedo hacerte nada – Comenzamos a caminar hacia la sala de estar, donde me sento en el sillón, tomando asiento al lado mio.
- Entonces, ¿Qué piensas hacer?
- Quedarme aquí.
- Ah bueno - ¡Paren! Un demonio, que es capaz de llevarme al infierno, ¿Piensa quedarse en mi casa? ¡Reacciona Kaghome! ¡Quiere llevarte al infierno! - ¡¿Qué?! – Me pare de un salto al analizar su idea y lo mire fijamente - ¡Jamas! ¡Sobre mi cadáver! ¡No te quedaras aquí!
- ¿Me echaras para que me congele, solo, en la interperie, mientras nieva? – Su voz, justo con sus ojos eran los de un perro abandonado. Lo mire fijamente y note como unas pequeñas orejas blancas, se bajaban, casi pegándose sobre su cabeza, ¿Orejas de perro? ¿Por qué no me sorprendia? ¡Demonios! No podía decirle que no.
- Maldicion – Murmure – Si intentas algo, te apuñalare con lo primero que encuentre – Lo amenace, logrando que el sonriera con arrogancia.
- Claro – Permanecimos en silencio, mirándonos mutuamente. Me sentía completamente examinada por él, pero no podía dejar de mirarlo también. Mis ojos viajaban de sus ojos, hacia su cabello y sus orejas.
- Oye... - Comence a preguntar, arrodillándome al lado de él - ¿Tus orejas son reales?
- Claro - Contesto como si no tuviera importancia y, aunque intente contenerme, no pude hacerlo. Me acerque mas a él y comencé a tocarlas levemente - ¿Qué haces? – Me pregunto con su voz algo ronca, pero no me detuvo.
- Necesito tocarlas – Confese, sin mirarlo – Son muy suaves.
- Basta – Me gruño levemente, pero lo ignore – No sigas porque terminaras mal.
- ¿Mal? – Lo mire, notando como sus ojos tenían un destello levemente rojizo - ¿Por qué?
- Porque cuando lo haces... - Tomo mis manos y las dejo sobre mis piernas – Me excita – Mi rostro se volvió completamente rojo cuando escuche eso y mire hacia el suelo.
- Per... Perdon – Murmure con vergüenza.
- No te preocupes – Tomo mi mano para llevarla a su boca y lamer la punta de mi dedo índice, logrando que me sonroje aun mas – Algun experimentaras lo que es el placer carnal, y yo me encargare de eso.
- No... No me llevaras contigo al infierno – Tartamudee, intentando parecer segura. Intente mover mi mano, pero sus ojos me cautivaban.
- ¿No me temes? Si quisiera, podría violarte – No entendia bien porque, pero sus palabras no me asustaban. Era cierto que podría hacerlo, porque evidentemente era mucho mas fuerte que yo, pero no le temia.
- No tendría sentido que lo hagas, porque perderías a una candidata para Satan, ¿No? – Senti su lengua paseando por mis dedos, logrando que un leve jadeo escape de mis labios. Su lengua estaba caliente, al igual que su piel. Mi respiración comenzaba a agitarse. Tenia que huir de allí.
- Touché, mon ami – Murmuro con una leve sonrisa y solto mi mano. Un frio invadio mi cuerpo al sentir como se alejaba de mi, para recostarse en el sillón – En fin, me quedare aquí contigo por algunos días – Antes de poder contestarle, escuche el timbre de mi casa, logrando que mi corazón comience a latir desbocado.
- Kouga – Murmure para mirar hacia la entrada, sintiendo como el pánico comenzaba a invadirme.
- No lo es – Me tranquilizo tomando nuevamente mi mano – Es una mujer.
- Sango... ¡Maldicion! – Me pare rápidamente, comenzando a caminar de un lado a otro - ¿Qué le digo? ¿Qué le digo?
- ¿Qué vas a decirle con respecto a que?
- A ti – Lo mire, notando sus orejas – Y oculta tus orejas, por favor.
- Que soy tu novio – Dijo como si nada, una vez ocultos sus rasgos de demonio.
- Imposible – Volvi a sentir el timbre, sabiendo que Sango estaba impaciente - ¡Voy, panda! – Grite y volvi a mirar a Inuyasha – Me matara si se entera que tengo novio y no le conte nada.
- Ve a abrirle, yo le explico – Lo mire desconfiada, pero no tenia opción. No sabia que decirle.
- No vayas a hechizarla o algo por el estilo – Amenace, y él me miro incrédulo, como si tuviera dos cabezas.
- Soy un demonio, no un hechicero – Refunfuño pero lo ignore. Camine hacia la puerta y le abri a mi amiga, que tenia mala cara. La paciencia no era una de sus virtudes.
- Hola San.
- ¿Por qué tardaste tanto en abrirme? – Me regaño, pero luego miro mi atuendo – Son las 12 del medio dia, ¿Qué haces aun en pijama? – Paso directo a mi sala y mi corazón comenzó a latir con fuerzas debido a los nervios de saber que pasaría cuando se vieran con Inuyasha – Tengo hambre, ¿Qué podríamos co... Quien eres tu? – Pregunto al instante que miro al peli plata sentado en mi sillón, viendo una película.
- Hola – Saludo parándose para darle la mano a mi amiga – Soy Inuyasha, un gusto.
- Sango – Devolvio el saludo, muy desconfiada - ¿Quién eres?
- Soy un amigo de Kaghome – Mintio descaradamente, sorprendiéndome lo seguro que sonaba – Nos conocimos cuando eramos pequeños, y sus padres me dieron su dirección, asi que vine de imprevisto.
- Claro – Salte en su defensa, para que la historia sonara verídica – Nos conocimos cuando vivía con mis padres. Hace mucho tiempo.
- No me habias dicho que tenias un amigo tan guapo – Murmuro y le sonrio coqueta. Maldicion, no.
- No empieces, Sango – Tome su brazo, arrastrándola hacia la cocina - ¿Qué quieres comer?
- No me preguntes sobre la comida. Cuentame mas sobre ese adonis que tienes en la sala – Me susurro, sin dejar de ver al peli plata que estaba sentado, mirando la televisión.
- Solo puedo decirte que no te acerques a él – Maldicion. Su mirada era de las mas retadoras que conocía, si le decía que no hiciera algo, lo haría solo para joderme – Si lo haces, le contare a Miroku.
- Eres una... - Y se callo, al ver mi sonrisa ganadora. Miroku era su punto débil, lo sabia mejor que nadie.
- Ire a comprar algunas cosas al mercado, ¿Vienes?
- Claro que no, Inuyasha estará mas que complacido de acompañarte – Susurro, sonriendo con coquetería.
- Claro, no me molestaría – Se dejo oir tras nosotras, sorprendiendo a Sango, mas no a mi que suponia podría hacer cosas mas extrañas que esa.
- Tiene excelente oído – Me murmuro y se giro hacia él – Genial. Tema solucionado. Ve a cambiarte – Camine con desconfianza hacia las escaleras que daban al segundo paso, sin quitarle la vista al peli plata. No estaba nada segura de dejar a mi amiga con él.
– Tu, mucho cuidado con lo que haces con mi amiga.
- Tengo ojos solo para ti, preciosa – Me guiño un ojo, logrando que me sonroje.
- Lo tienes como loco, osita – Continuo molestándome, mientras tomaba asiento al lado de él.
- Deja de decir incoherencias – Le gruñi y camine hacia mi habitación, aun con algo de miedo de que ese demonio pudiera decirle algo comprometedor a Sango. Ella era un chica muy inteligente, lo suficiente como para saber que alguien le mentia.
Luego de cambiarme con un jean ajustado, un puloveron blanco y una campera negra abrigada, baje nuevamente, para encontrar a Sango hablándole constantemente y a él que solo le contestaba con monosílabos.
-Osita, Inuyasha esta super enamorado de ti – Me dijo con sus ojos brillantes, mientras caminaba hacia mi – Es muy tierno.
- ¿Qué le has dicho? – Volvi a gruñirle y luego me dirigi a mi amiga – Y tu, no creas una sola palabra de lo que te dice.
- Solo dije la verdad, preciosa.
- Callate – Ordene y tome mi bufanda, junto con mi bolso – Vamos.
- Claro – Camino hacia mi, tomando un saco, junto con un gorro y una bufanda. ¿De donde habia sacado todo eso? Lo mire fijamente, notando lo alto que era, y lo brillantes y profundos que eran sus ojos. Con todo lo sucedido con Kouga, no habia logrado fijarme bien en esos detalles.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top