DIECIOCHO

Hola hola hola, mis bellxs hanyou's!!!

VOLVIIIII!!! 

Por fin pude recuperar mi computador, luego de estar a las vueltas con el chico que me la tenia que arreglar, al final termine llevandosela al hijo de mi peluquera, que esta estudiando ingeniería computacional y me lo soluciono en menos de media hora. Me quiero volver changoooooo!!! Jajajajaja

Espero que me hayan extrañado mucho, y que no me funen porque hacerlas esperar tanto por este capitulo :)

Por si a alguna le interesa, mi operación salió bien. Veo medio borroso, lo que me hace agarra migrañas mas seguido de lo que me gustaría, pero estoy super bien. Por suerte, fueron solo un par de días de molestias en el ojo, pero ya estoy mucho mejor. 

Bueno, no las entretengo mas por aquí. 

Muchas gracias por el aguante de siempre! 

Lxs amo mucho mucho mucho!!! 

Lin!


****

Al salir de la habitación de Inuyasha, y luego de calmar mi llanto ya que estaba segura que me secaría cual pasa si seguía llorando, tome asiento en la sala de espera. Aun sabiendo que mi amado demonio se encontraba fuera de peligro, no podía dejar de pensar en Kouga y en lo que estaría haciendo. Temia, mas por la vida de Inuyasha que por la mia, y quería que lo encontrasen cuanto antes.

Realmente sentía mucho miedo de lo que pudiera hacer.

-Señorita Higurashi – Voltie al oir mi nombre, encontrándome con un oficial de policía que me sonreía amablemente. Mi corazón comenzó a latir con fuerzas. Por fin habían encontrado a Kouga, lo presentia.

- Hola, oficial. ¿Qué sucede?

- Necesito que me acompañe a la estación – Lo mire fijamente, ansiosa por saber el motivo – Hemos encontrado a Wolf.

Me pare dispuesta a seguir al oficial, no si antes mirar hacia donde se encontraba mi amado demonio, rezando a quien fuese, porque estuviera despierto cuando yo volviera. Realmente necesitaba ver sus hermosos ojos.

Al llegar a la estación, me hicieron esperar al sargento Joanh en una sala privada. Solo esperaba que me dejaran decirle unas cuantas cosas en la cara a ese maldito miserable que había dejado tan al borde de la muerte a Inuyasha. Todo el miedo que sentía hacia minutos, se había convertido en un odio inmenso.

-Señorita Higurashi – Levante la vista para ver a ese hombre de entrada edad, con su cabeza cubierta en canas – Hemos logrado localizar a Wolf.

- Me lo comento el oficial. ¿Dónde lo encontraron? Necesito hablar con él y decirle unas cuantas verdades a ese maldito.

- Lamento decirle que eso será imposible – Mi rostro cambio automáticamente cuando escuche eso. Kouga provenia de una familia pudiente, su padre tenia una empresa, no recordaba de que, pero se que tenían suficiente dinero como para poder comprarle la libertad a este imbécil.

- ¿Por qué no? ¿Acaso están protegiendo a ese hijo de puta? – El sargento negó con su cabeza, mientras tomaba mi mano con compresión. Podia leer en sus ojos que, de verdad, me entendia.

- Tengo una hija de su edad, señorita Higurashi. Seria incapaz de proteger a ese maldito hijo de perra. Pero no lo encontramos como usted cree – Hizo silencio unos segundos, mientras mi mente maquineaba en su respuesta, llegando a una conclusión.

- Lo encontraron muerto...

- Lo encontramos muerto...

Repetimos ambos al mismo tiempo, como si estuviéramos sincronizados. Me calme automáticamente al oir eso, sintiendo como mi mente y mi odio se enfriaban con una rapidez increíble. ¿Muerto? ¿Kouga estaba muerto?

-Para ser mas específicos, Wolf se suicido. Se disparo a si mismo en la cabeza. Murio en el acto – Acto seguido, me alcanzo un pedazo de papel, lo que parecía una carta – Dejo esto para usted – Con mi mano temblando la tome y lo primero que lei fue "Para mi amada Kaghome" – La dejare sola. Puede irse cuando lo desee – Me saludo con su cabeza y yo imite su acción. La verdad era que su muerte me había tomado por sorpresa.

"Mi querida Kaghome: Cuando leas esto de seguro yo ya no me encontrare con vida.

Se que quizás pienses que solo son palabras sin sentido y puede que sea asi, pero en estos momentos de mi vida, donde me encuentro solo, drogado, completamente desquiciado, solo puedo pensar en ti.

La vida me puso en mi camino a la mejor mujer del mundo, la mas amable, la mas bondadosa, la que nunca te falla, la mujer perfecta, pero yo como un verdadero imbecil, la deje ir.

Sabes que siempre me crei el mejor por el hecho de ser hombre. Creia que tenia que demostrar mi hombria estando con cuanta mujer pueda, pero en ningun momento se me ocurrio pensar en lo que tu sentirias.

Recien hoy admito que siempre he tenido problemas con el alcohol, hasta llegar al punto de pegarte o querer abusar de ti, pero no sabes todo lo que me arrepiento, me gustaria volver el tiempo atras para arreglar las cosas, para saberte valorar, para hacerte la mujer mas feliz del mundo, para ser un poco mas como esa maldita bestia que en este momento seguramente esta rebiendo tus hermosas y preciadas lagrimas.

El fue capaz de matar por ti, porque ese maldito dia en que lo vi besandote, no le importo tomarme del cuello y matarme, si con eso te dejaba en paz. En cambio yo, siendo un maldito desgraciado, un maldito infeliz guiado por los celos y el alcohol, fui capaz de apuntar un arma contra ti, y hasta dispararte. El fue capaz de recibir esa bala, sin que le importe su vida, y yo solo pude darte miserias y hasta una muerte segura.

Soy un maldito alcohólico drogadicto que no tiene nada mas en la vida que unas cuantas putas y algo de dinero que ni siquiera es mio, porque es de mi padre. Solo tengo los recuerdos de cuando me llamabas, diciendome que me amabas y yo solo te decia que no tenia tiempo para eso. De cuando me decias que me necesitabas y yo solo te despreciaba. Te juro que de verdad te ame, y mucho, pero hoy ya no puedo mas. Entendi que ese maldito desgraciado merece tu amor mucho mas que yo, y si vos no estas, de nada vale vivir.

Por favor, no te culpes, porque se que lo vas a hacer, tu eres bella y perfecta, yo fui el maldito infeliz que no te supo apreciar.

Te amo mi bella Kaghome. Te amo como nunca ame ni amare.

Kouga"

Al terminar la carta me sentí confundida cuando sentí mis mejillas mojadas por mis propias lagrimas. Era cierto que era un maldito desgraciado, pero muy en el fondo de mi corazón, seguía teniendo un minimo cariño por ese miserable.

Arrugue la carta contra mi pecho, rogando porque Naraku no fuera muy duro con él, a pesar de que se lo merecia. Y, aunque sentía algo de rabia porque se había ido de este mundo sin pagar todo lo que me había hecho, sabia que en el infierno pagaría, aunque sea, un poco de todo esto.

Seque mis lagrimas y, antes de poder guardar esa carta en mi bolso, sentí como olor a quemado brotaba de ella. La abri con incertidumbre encontrándome con unas letras pequeñas de un color rojizo como la sangre, que comenzaban a brotar sobre el papel.

"Nadie lastima a mi sirviente y se sale con la suya. No te preocupes, bella Kaghome, como pediste, no sere muy duro con el, solo por ti. Naraku"

Sin quererlo, una sonrisa se pinto en mi rostro al saber que, aun después de que Inuyasha había dejado su mando, lo seguía cuidando como si fuese un hijo. Mucho o poco, mi hermoso demonio se encontraba a salvo.

Con una nueva esperanza que crecia en mi, me volvi al hospital. Al llegar fui directo a la habitación de él y, a pesar de que aun no despertaba, no me desespere. Tenia que descansar y ponerse fuerte para poder volver a mi lado y, por fin, poder vivir nuestra vida con tranquilidad.

Me acerque a él acomodando levemente su cabello que se encontraba algo sucio debido a la transpiración y a la operación. Me sente a su lado, tomando su mano nuevamente y comencé a acariciar sus nudillos, mientras lo miraba fijamente. No era porque fuese mi novio, pero realmente era muy guapo. Aun mas ahora que ya no tenia todos esos cables, ni la mascara de oxigeno, lo que era muy buena señal. Mire hacia todos lados, como niña que estaba a punto de hacer una travesura, y me acerque para besarlos.

Estaba tibios, lo que me tranquilizo aun mas, y no había perdido ese hermoso sabor dulce que tanto me gustaba. Todo estaba saliendo bien. Por fin, luego de tanto temor y desolación, todo se encaminaba.

Me volvi a sentar a su lado, apoyando mi cabeza sobre su mano, queriendo que pudiera moverse para acariciar mi cabello como solo él sabia hacerlo.

-Despierta pronto, mi demonio – No se en que momento logre dormirme, pero me desperté al sentir como me acariciaban. Al principio me removí levemente al sentir ese mimo, pero al caer que el único que podía hacer eso era Inuyasha, me desperté de un salto. Alli se encontraba él, sonriéndome con alegría, mirándome fijamente con sus hermosos faroles azules que transmitían una paz que jamas crei sentir.

-Eres como un gatito, te acarician y sonries – Sin poder reaccionar sentí como mis ojos comenzaban a aguarse. Mi cuerpo temblaba levemente al verlo allí, despierto, sano y salvo - ¿Kag...? – Sin dejar que terminase su pregunta, me pare con rapidez para besarlo con desespero, como si hubiesen pasado años desde que lo hubiese hecho. Sus manos tomaron mi cintura, mis brazos rodearon su cuello con suavidad. Podia sentir el gusto salado de mis lagrimas.

- No puedo creer que estes despierto – Me separe de él, sonriéndole pero automáticamente mis labios se arrugaron, sintiendo como todo el miedo que sentía al estar sola, se hacia presente - ¡Eres un idiota! – Le grite, mientras tomaba con fuerza sus manos - ¿Por qué hiciste eso? No sabes el miedo que sentía, Inuyasha – Tire mi cabeza sobre su regazo, sabiendo que su cuerpo aun estaba delicado – No sabes como te extrañe, tonto. Te amo. Te amo mucho.

- Lamento haberte hecho preocupar, pequeña – Senti sus manos en mi cabello, acariciándome con suavidad – La bala era para ti, pero si tuviera que volver a hacerlo, lo haría sin dudarlo – Me levante para mirarlo fijamente, mientras sentía como mi cuerpo convulsionaba levemente por el llanto – Ya sufriste mucho por mi culpa, mi niña. No te merecias pasar por esto.

- Pero tu tampoco, Inuyasha. Lo que pase con Naraku no se compara a lo que tu viviste tantos años, Inuyasha.

- Shhh, pequeña – Senti sus dedos sobre mis labios, acariciándomelos con amor, lo que fue un bálsamo para mi – Te amo demasiado, como jamas pensé amar. Eres la que me devolvió la vida, literalmente – Mis ojos estaban fijos en los de él, mientras sentía como sus manos me acariciaban el rostro con cariño – Solo quiero que seas feliz y si para eso tengo que arriesgar mi vida, lo hare, ¿Has entendido? Todo esto es culpa de aquel maldito hijo de perra que me las pagara cuando salga de aquí.

- No es necesario que hagas eso, cariño – Le comente, aun analizando todo lo que me había confesado. Un calor intenso se alojo en mi pecho, prometiendo internamente que yo haría lo mismo y mas para proteger a Inuyasha.

- ¿Cómo que no es necesario? No puedo creer que aun lo defiendas...

- No, cariño – Lo interrumpi, mientras besaba su mano – Kouga se suicido – Confese, notando la misma mirada de confusión que seguramente yo tuve – Me dejo esto – Le entregue la carta.

- Esto es obra de Naraku – Gruño algo molesto. Sabia mejor que nadie que él quería su propia venganza.

- Lo se. Cuando termine de leer la carta, aparecieron unas letras rojas con un mensaje que decir algo de que "nadie toca a mi sirviente".

- Una vez que hizo algo bien, ese maldito inepto.

- No digas eso, Naraku se preocupa por ti – Inuyasha me miro fijamente como si hubiese perdido la cabeza y yo solo pude reir de su actitud – Te extrañe mucho, mi hermoso demonio.

- Y yo a ti, mucho mas, mi pequeña – Con rapidez me acerco mas a él, y con mucho amor me beso. Mis manos quedaron apoyadas en su pecho, mientras sentía como las mariposas volvían a revolotear en mi estomago. ¿Cómo era posible que fuese tan feliz en ese mismo momento? No lo sabia, pero no quería que terminase jamas – Ya quiero irme a nuestro hogar, para poder dormir junto a ti – Me murmuro sobre mis labios. Por todo lo lindo de este mundo, que este momento no terminase jamas.

Luego de llamar al medico y de, nuevamente, tener que salir para que pudieran revisarlo, tomen esos minutos para llamar a Sango la cual estaba muy preocupada. Al escuchar que todo estaría bien y de convencerla que no era necesario que fuese a hacerme compañía a esa hora de la noche, me prometio que al otro dia a primer hora vendría con ropa para que Inuyasha pudiese volver a casa.

Esa misma noche dormi junto a Inuyasha, los dos acurrucados en esa pequeña cama de hospital que, en ese momento, era el lugar mas romántico del mundo.

Al dia siguiente, y luego de estar una hora junto con Sango y Miroku, los cuales regañaron a Inuyasha como si fuese un crio, el medico me dio el permiso para poder llevar a Inuyasha a casa. Y luego de ir a firmar los papeles de su alta, llego el momento mas tenso de mi dia.

Tenia que ayudar a Inuyasha en su ducha.

Con cuidado se puso de pie pero, debido a que tenia una gran herida en su vientre, no podía hacer fuerza y, mucho menos agacharse. ¿Qué significaba eso? Que no podía quitarse la ropa por si mismo. ¿Y que significaba eso? Que tenia que hacerlo yo. La virgen Kaghome tenia que desvestir a un chico.

Maldicion.

-Permi... Permiteme que te ayude con la... la ropa – Murmure con mucha vergueza y pude ver el rostro de ese maldito demonio, como se regocijaba con mi timidez.

- ¿Me quitaras la ropa, pequeña? – Lo mire fijamente y me dieron ganas de darle un puñetazo cuando vi su sonrisa socarrona.

- Solo porque tu no puedes – Gruñi y, con mi rostro rojo como un tomate, le quite el pantalón de pijama que tenia. Con suavidad lo lleve hasta el baño donde lo sente en un banco para que no tuviera que mantenerse en pie.

Abri la ducha y comencé a lavar su cabello y, prontamente, descubri mi nueva debilidad por él. Era suave y sedoso. Lo amaba. Me sentía como una niña con su muñeca enorme.

Pero el verdadero problema llego cuando tuve que lavar su cuerpo. Su cuerpo desnudo. Mojado.

Maldicion. Otra vez.

-No es necesario que me laves el cuerpo, Kaghome – Tomo mi mano, quitando la esponja de ella – Yo lo puedo hacer. Tu te encargas de mi espalda, ¿Quieres? – Solo pude asentir con mi cabeza, ya que estaba por morir de vergüenza.

Al cabo de unos minutos, y luego de terminar con todo el proceso de lavado, llegaba la parte que mas nerviosa me traía. Tener que ayudar a vestirlo. Tome la ropa, dejándola a un lado y mire el cuerpo de Inuyasha, prestando atención a cada gota que caia sobre esa piel tan blanquecina. Mis ganas de lamerlas comenzaban a picar mi lengua.

Tome una toalla y envolví su largo cabello para que comenzara a secarse. Con otra que tenia allí, comencé a secar su espalda. Podia sentir cada uno de sus musculos tensándose bajo mis dedos. Empece a bajar, llegando a su firme trasero, en el cual no puse demasiada atención debido a mi vergüenza. Continue con sus piernas, terminando en sus pantorrillas, y pude jurar que sentí un leve jadeo escapando de los labios de él.

Una vez terminado, me pare frente a él. Tenia sus labios entre abiertos y sus ojos llenos de lujuria. La misma mirada que me había regalado mas de una vez siendo un demonio. Sin dejar de mirarlo inicie a secar su pecho, con una lentitud que hasta mi sorprendia a mi misma. Segui bajando y, aun contra mi voluntad, mis ojos bajaron hacia esa parte de su anatomía que tanta curiosidad me daba.

Estaba parada, dura como roca. Grande y venosa.

Mi respiración se corto, pero al instante arranco con velocidad. Mis dedos picaban y sentía como mi propio sexo comenzaba a humedecerse. Era una completa virgen, pero la polla de Inuyasha me llamaba a arrodillarme delante de él y saborearla.

-Lo lamento, pequeña – Intento disculparse, pero su voz era ronca, llena de lujuria – Sabes que desde siempre te deseo – Tomo mi rostro con una de sus manos, logrando que un jadeo escapase de mis labios. Lo mire fijamente y su dedo pulgar acaricio mi labio como si de verdad quisiera comerme en ese instante.

- Yo también... Inuyasha – Jadee y esa fue señal suficiente para que él se acerque a mi, encerrándome entre sus brazos. Su boca se acerco a la mia. Sentia su miembro duro apretando contra mi vientre, logrando que la temperatura de nuestros cuerpos suban aun mas.

- Deseo tenerte – Murmuro contra mis labios – Ahora, Kaghome – Me exigió y mis piernas temblaron, al mismo tiempo que mi intimidad comenzaba a palpitar por la excitación.

- Si – Gemi levemente, aceptando cualquier cosa que él me diera...

- ¡Inuyasha! ¡Kaghome! – Escuchamos el grito de Sango del otro lado de la puerta, logrando que ambos nos despegásemos como si fuésemos contagiosos. Ambos nos quedamos mirando, sin saber muy bien que hacer. Nuestro deseo seguía palpanta, y mi zorra interior me gritaba que no le contestara a mi amiga y que solo me arrodillara delante de ese demonio para cumplir sus fantasias.

- Aquí, Sango – Le conteste con mi voz lo mas normal que podía – Inuyasha esta terminando de cambiarse.

- Ok. Miroku esta esperando en el auto para llevarlos a casa. ¿Necesitan ayuda?

- No, amiga. Muchas gracias – Volvi a contestar, mientras mi respiración volvia poco a poco a la normalidad e Inuyasha intentaba colocarse su ropa interior – En un minuto ya salimos.

- Esta bien. Acomodare todo aca para que nos podamos ir cuanto antes. Estoy segura que Inuyasha ya desea volver a su hogar.

- Asi es, Sango. Deseo dormir en mi propia cama – Bromeo, mientras yo ayudaba a subirle el bóxer y el chándal. Aun podía sentir como él me comia con la mirada, pero en ese momento en que mi amiga se encontraba del otro lado de la puerta, y razonaba que estábamos en un hospital, mi vergüenza volvia a apoderarse de mi.

- Pronto estaremos alla – Rio Sango – Llevare estas cosas al auto – Tan pronto ella se fue, termine de ayudarlo con su remera y comencé a peinarlo. Todo en el mas intimo silencio. Mi pudor no me dejaba decir una sola palabra.

- Ya esta, Inuyasha – Murmure para tomar las cosas que estaban allí y huir de ese cuarto, pero antes de poder siquiera abrir la puerta, sentí como él me encerraba entre la misma y su cuerpo.

- Se que tienes vergüenza, pequeña. Pero no me arrepiento de nada de lo que estaba a punto de hacer. Prometo que cuando me encuentre en mi mejor forma, te tomare de todas las maneras posibles y te hare disfrutar como nunca jamas te imaginaste – Mi mente se nublo al sentir esas palabras. Lo único que reacciono fue mi cuerpo porque mi sexo comenzó a humedecerse nuevamente, mas aun al sentir como él tomaba mi mentón, tirando mi cabeza hacia atrás y pasando su lengua por el costado de mi cuello – Eres deliciosa, pequeña – Murmuro y, luego de darme un beso en mi mejilla, se alejo dejando un frio en mi espalda que pensé que moriría.

Tomo mi mano libre y nos guio nuevamente hacia la habitación, donde Sango ya nos esperaba con una enorme sonrisa. Totalmente feliz de ver a mi novio sano y salvo.

-¿Listos para irnos? – Pregunto la pelinegra y ambos asentimos con nuestra cabeza.

- Asi es. Dejemos este lugar horrible de una vez por todas – Aseguro mi demonio mientras tomaba mi mano y me guiaba hacia la salida.

- Un gran almuerzo nos espera. Miroku ya se encargo de todo.


***

En el próximo capitulo, que será el ultimo, tendrán su ansiado lemon, pervers jajajaja

Espero que la espera haya valido la pena. 

Un besasoooo 

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