Capítulo 5

+18


Lunes - Tarde/Anochecer - Residencia de Kalen


—¿Estás arrepentido de haberlos matado? —preguntó Briana, acostada sobre mi pecho, acariciando mi mejilla.

Luego de la masacre en el Criadero, todo ese asesinato y muerte habían activado en mí cierto frenesí. Mis impulsos hubieran acabado con la vida mis humanos. Pero había tenido el control suficiente para ordenar que se encerraran y no salieran hasta nuevo aviso. La única que podía soportar mis urgencias era Brianna. Para bien o para mal.

—En absoluto —contesté, haciéndola a un lado y sentándome en la cama.

Cada una de mis acciones eran calculadas fríamente, y el arrepentimiento no tenía lugar en mí. Ya no. Había sido despojado de aquellos sentimientos hacía mucho tiempo.

Brianna sonrió, mirándome con sus intensos ojos azules.

—A puesto a que esa zorra de Eva no lo vio venir. Hubiera pagado por ver su rostro en ese momento —dijo, mordiéndose los labios—. Cuéntame otra vez, Kalen, cómo cortaste su cabeza.

Sacudí la cabeza y no pude evitar soltar una risita. Brianna, dada su rivalidad con mi ex secretaria, pensaba que había ganado cierta batalla. Y que yo mismo la hubiera llevado a cabo parecía excitarla aún más. Brianna no tenía remedio.  

Aparté las sábanas y me senté en el borde de la cama.

—Puedes quedarte si quieres. Debo irme a una reunión ahora —dije, e inmediatamente sus brazos me rodearon por detrás. Apoyó su mentón sobre mi hombro.

—No es un "Gracias", pero es bastante cerca —dijo y besó mi mejilla—. Y supongo que no vas a contarme de qué se trata esa reunión tampoco. ¿Tiene que ver con lo que pasó anoche, verdad?

—De cierto modo —concedí, girando mi cabeza para mirarla—. Pero no quiero involucrarte en esto. Y espero que mantengas distancia de mis asuntos. Es una orden.

Brianna suspiró y se apartó, volviendo a recostarse en mi cama.

—Está bien, está bien —dijo, sonando ofendida—. Ve a encargarte de tus asuntos, yo me quedaré aseando y criando a tus hijos, como buena ama de casa.

Una montaña rusa. Eso era Briana.


* * * * * *


Caminé hacia la habitación de mis humanos y me detuve al escuchar ruidos dentro. El bajo murmullo de gritos y pataleos. Una pelea.

Al abrir la puerta, Sonia y Gabriel tenían a Arabella en el suelo, golpeando su rostro y jalando su cabello, mientras Camilla observaba anonadada en un rincón. En cuanto Camilla me vio, corrió hacia mí, aferrándose a mi brazo.

—Traté de detenerlos, Señor, pero...

Gabriel y Sonia se detuvieron y se apartaron de Arabella.

Drama. Con los humanos siempre había drama.

—¡¿Qué significa esto?! —grité, los cuatro humanos se estremecieron ante mi voz. Gabriel y Sonia estaban agitados, aún cargados de ira. Arabella sollozaba en el suelo. Miré a Camilla—Ayúdala y ve que esté bien.

—Señor... —susurró Gabriel.

—¡Silencio! —dije, adelantándome a ellos y abofeteándolos— Estoy decepcionado de ustedes. Esta es tu segunda pelea en una semana, Gabriel. Te lo advierto, no querrás llegar a la tercera. A partir de ahora tienen prohibido dirigirme la palabra, mirarme directamente a los ojos y servirme. Camilla, te encargarás de llevar las riendas de la casa. —Miré a Arabella, quien mantenía su mirada baja—. Y tú, Arabella, comenzarás a servirme.


* * * * * *


Martes - Inicio de la madrugada - Residencia de Hadrien



Necesitaría más que el conocimiento de un simple humano proveniente de las ruinas para infiltrarme en los grupos rebeldes, y el único vampiro poderoso, además de digno de mi confianza, era Hadrien.

Estaba esperándolo en su oficina, observando la ciudad por la ventana, observando la oscuridad inminente que se extendía del otro lado de las murallas, cuando él llegó, tan energético como siempre.

—¡Kalen! —saludó, acercándose y dándome un abrazo.— ¿Extrañándome, amigo? —Me alejé y procedí a sentarme en uno de sus sillones. Hadrien me siguió.— Noche complicada en el criadero, eh.

La masacre en el Criadero ya era público, todos lo sabían, los vampiros en las calles me dedicaban una reverencia y huían de inmediato. Pero no me extrañaba que Hadrien hubiera sido el primero en saberlo. Era los ojos y oídos del Imperio, nada escapaba de él, tenía conexiones de gran extensión, tenía toda la información. Y la información era poder.

Decidí obviar detalles, e ir directamente al punto, aquello no era una visita casual.

—Tengo órdenes del Rey de infiltrarme entre los grupos rebeldes, Hadrien —expliqué, inclinándome hacia adelante—. Y alguien trató de incriminarme en un posible atentado contra el Rey. Lo cual hace mi misión más personal. Pero para poder  te necesito a mi lado.

—Extraña confesión de amor —dijo sonriendo, y luego me miró con determinación—. ¿Qué necesitas? Sabes que tienes mi apoyo.

Le conté todo lo que el Rey me había dicho, sus sospechas, sus órdenes, además de la visita de Trestian y el arreglo de reunirnos en su casa esa misma noche. Hadrien aceptó entrar en la misión e involucrarse en ese mismo momento. Pero por supuesto, con Hadrien todo tenía un precio.


*****


Martes - Madrugada - Residencia de Trestian.


—¿Qué te hace pensar que no te traicionarán estos nuevos guardias? —preguntó Hadrien, mientras entrábamos a la propiedad de Trestian.

—El Rey mandó a los guardias más leales —contesté, mirando alrededor. Ya no me fiaba de nada.

—El Rey sospecha incluso de su propia familia, Kalen. ¿Qué harás si vuelven a traicionar su voto? ¿Matarás a todos nuevamente?

—Si debo...

Al entrar a la mansión, uno de sus sirvientes nos condujo a una sala. Allí nos esperaba Trestian, junto con Saphir y otro humano joven del cual no recordaba el nombre.

—Kalen, Hadrien... —dijo Trestian, sorprendido de ver a Hadrien a mi lado.

—Hadrien está al tanto de la situación —me adelanté a explicar.

Hadrien saludó a cada uno, incluso a los humanos. Yo mantuve una rápida cortesía con Trestian, y solo me limité a inspeccionar a los humanos. Saphir lucía igual de confiada que la noche anterior, pero esta vez tuvo la decencia de no tomarse libertades conmigo. En cambio el otro humano... lucía tieso, nervioso.  

—Bien, creo que podemos comenzar —dijo Trestian, señalando los sillones que lo rodeaban—. Por favor, siéntense. ¿Gustan una copa de  vino? ¿Whiskey? —preguntó, mirándome, captando mi gusta por aquella bebida.

—Estoy bien, gracias —contestó Hadrien, recostándose con confianza en un diván.

—No —contesté, y me acerqué a ellos, aunque manteniéndome de pie—. Y, Trestian, preferiría hablar sólo con las personas que necesitan estar involucradas en esto.

Trestian entendió y pidió a Shaphir que se retirara.

—El es Lion —presentó una vez solos, señalando al joven humano—. Él es quien nos ayudará.

Trestian palmeó en la espalda a su humano y asintió, infundiéndole confianza. Lion suspiró, y nos miró.

—He pasado toda mi vida en las ruinas —dijo, moviendo sus manos con impaciencia. Al parecer, el tema removía sentimientos en él—. Mi padre fue un líder de los rebeldes, me he criado con ellos. Conozco las ruinas como las palmas de mi mano, se todo lo que hay que saber para sobrevivir allí afuera. No será fácil volver a tener la confianza de los rebeldes, pero podemos captar su atención, podemos lograr que escuchen.

—¿A cambio de qué? —preguntó Hadrien— ¿Cuál sería el precio de su colaboración?

Lion se tomó un segundo para pensar.

—Bueno. Para empezar, evitar que los guardias capturen a los miembros del grupo —dijo, mirándome a mí por un segundo—. Allí afuera, no solo deben enfrentar a los guardias del Imperio en sus cacerías, también a los vampiros renegados al Imperio, y otros humanos enemigos.

—Desde luego, veré que se detengan las cacerías —dije, pensando en la cantidad suficiente que teníamos de humanos. Podíamos prescindir de algunas rondas de cacería—. Empecemos entonces. Trestian, hay algo que...

Lion miró a Trestian rápidamente, y el vampiro asintió.

—Aún falta mi precio —interrumpió.

Lo miré, levantando las cejas. Podía ver el nerviosismo en él, estaba dibujado en su rostro, en su postura, pero debía reconocer que estaba logrando juntar coraje para hablarnos, para hacerse escuchar.

Sonreí.  

—Claro. ¿Cuál es tu precio, humano? —pregunté, acercándome más a él, quedando frente suyo.

—Una humana.

No dejaba de asombrarme.

—¿Una sirviente para otro sirviente? —dije, sonriendo por el absurdo del pedido. Pero si era lo que quería, no estaba en mí cuestionarlo. Después de todo, sobraban humanos en mi Criadero— Está bien, si Trestian está de acuerdo en tomar otro humano... Aunque asumo que ya lo han conversado, si me hablas con tanta ligereza.

—No cualquier humana. —Aclaró—. Una amiga: Bel.

En ese momento alguien llamó a la puerta y Trestian dejó que entraran. Era otro de sus humanos.

—Señor, la señorita Scarlett ha llegado.

Trestian frunció la frente, sorprendido de tener a la más reciente Consorte del Rey en su casa.

—Justo a tiempo —dije, metiendo mis manos en los bolsillos, intrigado.

—Hazla pasar —dijo Trestian, notando que había un propósito en su visita.

Segundos después Scarlett entró en la oficina. Elegante, con su rostro serio y radiante. Y si bien adivinaba su nerviosismo, al contrario de Lion, Scarlett no titubeaba al mirarnos, al dirigirse a nosotros.

Hizo una reverencia a cada uno de los vampiros.

—Señores, perdonen mi retraso —dijo, en voz confiada.

—Por favor, toma asiento. —Le indicó Trestian.

Scarlett aceptó el ofrecimiento caminó hacia los sillones, pasando frente a mí. Sus ojos cruzaron los míos, y contuve una sonrisa de satisfacción.

Hadrien se encargó de poner a Scarlett a ritmo de la discusión y luego me miró.

—Volviendo al tema central de nuestro encuentro —dije, comenzando a caminar lentamente—. Sabemos que hay grupos rebeldes que quieren acabar con el reinado, con el Imperio.

—Y hacerlo en cubierto, incriminando a personas pertenecientes a la nobleza —dijo Trestian, quizás recordando su intento de asesinato.

—No olvidemos que en esto —agregó Hadrien—, hay humanos y vampiros rebeldes por igual.

—Con la ayuda del humano y la tuya —dije a Hadrien—, debería ser posible infiltrarnos sin mucha dificultad. Pero antes de comenzar, deben saber toda la verdad.

Trestian me miró algo confundido.

—¿Y cuál sería esa?

Dejé de caminar y me senté a los pies de Hadrien, al borde del diván.

—El Rey no está ajeno a la situación, es por eso que ha enviado a Scarlett. Ella nos acompañará en su nombre. Lorenzo tiene la sospecha de que uno de sus hijos está metido en un grupo rebelde. Me ha encomendado, ordenado —aclaré—, averiguar sus planes y desbaratarlos. Es necesario que crean, humanos y vampiros rebeldes por igual, que estoy de su lado. Además, de otra forma, seguirían incriminándome en sus intentos de asesinatos. O incriminando a otros miembros de la nobleza.

—Quieren terminar con el Imperio desde adentro —dijo Trestian, entendiendo—. Ponernos en nuestra contra. Crear desconfianza.

—No van a lograrlo. Tenemos que actuar ahora —dijo Hadrien, sentándose normalmente—. Hablaré con mi contacto cuanto antes. Trestian, tu humano debería ponerse en contacto con su grupo también, empezar de a poco. ¿Cuántos años han pasado desde que los has visto? —preguntó a Lion.

—Tres.

—Necesitamos una base de operaciones —siguió Hadrien, pensativo.

—Podemos reunirnos aquí, desde luego —dijo Trestian.

—Sería demasiado sospechoso —contestó Hadrien, sacudiendo la cabeza—. Necesitamos un lugar que pase desapercibido, lejos del pueblo.

Tenía razón. Trestian no vivía solo, vivía con su hermano y su padre. Eran personas notorias. Además de que poseía varios sirvientes. No era seguro para ninguno, los espías podrían notar el movimiento en su casa y descubrir el complot. Y quizás Trestian confiaba en sus humanos, pero no nosotros.

—Encontraremos un lugar —dije, tratando de pensar en algún edificio abandonado dentro del Imperio— .  Por lo pronto, seguiremos aquí.

—¿Señorita Scarlett? —dijo Hadrien, mirándola— No ha dicho una sola palabra.

Scarlett pareció despertar de sus pensamientos y levantó la mirada.

—No veo cómo podría ayudarlos en los planes, el Rey me ha enviado como medio de comunicación, porque sus movimientos nunca pasan desapercibidos. En cambio los míos...

Hadrien la miraba con intensidad. Aunque no por atracción, lo conocía. Aquella mirada significaba otra cosa, se le había ocurrido algo.

—¿Crees que el Rey te dejaría salir a las ruinas? —preguntó sin más.

—No estoy segura —contestó ella.

—No —contesté yo, al mismo tiempo que Scarlett.

—Quizás, Lion pueda necesitar de otra presencia humana para hacer el encuentro con los rebeldes más fácil —explicó Hadrien, con inocencia.

No era mala idea. Después de tres años de vivir entre vampiros, los humanos de las ruinas no volverían a aceptar a Lion como si nada hubiera pasado. Aquellos humanos no escucharían a un vampiro, pero quizás, quizás, sí a dos humanos. ¿Y qué mejor humano que Scarlett?

—No irán solos. ¿Trestian? —dije, buscando apoyo en la idea.

—Claro que no.

Scarlett asintió.

—Veré qué puedo hacer —dijo Scarlett—. Hablaré con el Rey.

Surgió un silencio. El trato estaba hecho, nos uniríamos a los rebeldes.

—Bien, esperaré tener sus noticias —dije, levantándome.

—Ahora sí aceptaría algo de beber, señor Conde de Venon —dijo Hadrien a Trestian, volviendo a recostarse en el diván.

Scarlett se levantó, cruzando una mirada con Lion.

—Déjame acompañarte hasta la puerta —dije sonriendo, interrumpiendo el momento. Scarlett me miró y tardó unos segundos en digerir mi ofrecimiento. Su expresión serena, se tornó seria, casi altanera.

—Claro —contestó. Saludó a los vampiros y se encaminó hacia la puerta. La seguí.

Me adelanté y tomé su mano para colocarla alrededor de mi brazo. Podía sentir la desconfianza en la forma suelta que tenía de agarrar mi brazo, pero aún así no se apartó. Su mirada estaba al frente, alta, tratando de demostrarme firmeza, pero continuaba tragando saliva.

Mi presencia la incomodaba. Quizás por la masacre que había desatado en mi propio Criadero. ¿Me creería aún más una bestia?

Eso esperaba.

Sonreí.

—¿Cómo se encuentra Lorenzo? ¿Está a gusto con su última compra? —dije, tratando de lograr que me mirara.

Scarlett me miró, pero en lugar de ofensa, sus ojos mostraban orgullo.

—A juzgar por  sus demostraciones, creo que muy a gusto, Señor —dijo, y sonrió.

Estaba jugando, la dulce y obediente Scarlett estaba jugando. Pero si estaba intentando asustarme con su nuevo título, estaba equivocada, acababa de alentarme aún más.

Nunca había visto una humana creyéndose vampiro, una humana casi sin miedo, una humana que se consideraría de nuestro lado de manera genuina. Me hacía preguntar cuánto aguantaría en una noche. ¿Podría mantener un ritmo parecido al de Brianna, al de cualquier otra mujer vampiro?

Me detuve en la puerta principal y, en ese momento, noté una marca en su cuello. Un tatuaje. El sello del Rey marcándola como suya.

No había nada más excitante que una fruta prohibida. Me acerqué a ella y recorrí mi nariz por su cuello, a penas rozándola, sintiendo su aroma, logrando que su piel se erizara.

Ella tragó saliva y sonreí. Sí, tanta proximidad la intimidaba. Yo, particularmente, la intimidaba, pero no me detenía, ni se alejaba. Y predecía que su sexo había comenzado a humedecerse.

Al apartarme, sus ojos estaban cerrados y sus mejillas sonrosadas. Abrió los ojos y desvió la mirada, humillada por haber disfrutado mi pequeña inspección.

—Piensa en mí cuando estés con él —susurré en su mejilla—, serán mis manos las que te toquen, mi boca quien te bese, mi sexo quien te lleve al clímax. —Me aparté, guardando mis manos en los bolsillos, y solté una risita—. Buenas noches, Scarlett.


* * * * *


Martes - Primeras horas de la mañana - Residencia de Kalen


El día había resultado agotador, incluso más luego de haber cumplido horas en el Criadero, supervisando a los nuevos empleados, manejando humanos histéricos. Por fortuna, Brianna había tomado a Sonia y Gabriel a su habitación.

Me senté en mi sillón y froté mis ojos.

—¿Quiere alimentarse, Señor? —preguntó Camilla, acercándose con un vaso de whiskey. Sonreí, complacido de sus actos.

Acepté el vaso y bebí el whiskey en un sorbo. Dejé el vaso sobre la mesa junto al sillón, y tomé la mano de Camilla.

—Ven aquí —dije, sentándola sobre mi regazo y apartando su cabello rojizo.

Camilla giró su cabeza y besé su piel, que presentaba múltiples moratones, algunos más recientes, azules, otros ya difusos. Nuestra mordida dolía, pero pronto se acostumbraban al dolor.

Mi humana ni siquiera se sobresaltó al sentir mis colmillos perforando su piel. La sangre era deliciosa, su sabor metálico era intoxicante, adictivo. Si no nos controlábamos, podíamos drenarlos.

Me aparté luego de unos segundos. Y, al levantar la mirada, vi a Arabella parada en el umbral de la sala.

—Ve a vendarte —dije a Camilla, y relamí mis labios.

Camilla se tapó la herida y se levantó.

—Lo lamente, Señor, yo... —Se excusó Arabella.

Me levanté rápidamente, a velocidad imperceptible a ojos humanos, y la levanté en mis brazos. Arabella soltó un pequeño grito de sorpresa al sentirse elevada, y se sostuvo de mis hombros, mirándome asustada.

—No temas. No tienes nada que temer. —Le aseguré, y subí a mi habitación con ella en brazos


(ADVERTENCIA: +18)


Deposité a Arabella sobre mi cama y comencé por quitarme el saco, la corbata y los zapatos. Ella quedó inmóvil en el mismo lugar, mirando al techo, sin poder enfrentar mi mirada. Sus manos estaban apretadas en puños junto a su cuerpo. Sabía lo que significaba.

Me preguntaba si habría estado pensando en ello desde esa tarde, al anunciar que comenzaría a servirme. Seguramente que sí.

Después de décadas y décadas, tenía en claro cómo la primera vez afectaba a los humanos. No todos se comportaban igual en el momento, pero sus nervios eran los mismos. Hombres y mujeres.

—Tensar tus músculos no te ayudará —expliqué, quitándome finalmente la camisa y los pantalones. Ella abrió sus manos.

Me recosté sobre ella, sosteniéndome en una mano, mientras con la otra acariciaba su rostro. Arabella aún seguía mirando el techo, paralizada.

Sonreí, sin poder evitar notar las diferentes personalidades entre mi humana y Scarlett. Arabella sí nos temía, no se atrevía a desobedecer, era sumisa. Delicada, frágil, bella.

—Mírame —ordené, trazando uno de sus brazos con mi mano. Sus ojos encontraron los míos y me di cuenta de su brillo. Lágrimas—. ¿Quieres saber por qué, entre todas aquellas humanas, te elegí? —dije, ella sacudió su cabeza.— Tu mirada. Dejas ver tus emociones a través de tus ojos. —Era verdad, en cuanto había levantado su mentón, aquella vez en las duchas del Criadero, cubierta de sangre, su rostro había trasmitido todo el dolor de su alma.

Pero la verdad detrás de mi confesión, era una táctica. Esperaba que mis palabras lograran relajarla, para poder dominarla no por fuerza. Para acentuar y reforzar su educación y lealtad, tenía que sentirse valorada. Si resultaba, la tendría en mis manos en menos tiempo de lo que había tardado con mis demás humanos.

—Eres hermosa. Luces como un ángel, recién caído del cielo —susurré, y la besé. Ella contestó tímidamente, aún sin atreverse a tocarme.

Me aparté de sus labios y recorrí su cuello, su pecho, su estómago, y aparté sus piernas, para posarlas sobre mis hombros. Dándole una última mirada a su rostro, hundí mi boca y lengua en su sexo. La besé lentamente, apenas lamiendo, enviando pequeñas olas de placer a su cuerpo.

Pocos minutos después sus piernas y su cadera comenzaron a moverse, buscando más.

Levanté la cabeza y vi su pecho subir y bajar, su respiración comenzando a agitarse.  

—¿Quieres que me detenga? —dije, ella no dijo nada— ¿Arabella? Contesta.

—No —dijo, entre un suspiro.

—No, ¿qué? —presioné, sonriendo.

—No, Señor, no se detenga.

Metí mi lengua en ella, saboreándola, humedeciéndola aún más. Estiré mis brazos y alcancé sus pechos, masajeando y  apretándolos en mis manos. Y, para mi sorpresa, Arabella apoyó una mano en mi cabeza, previniéndome de parar.

Podía escuchar su respiración agitada, sus músculos comenzar a tensarse, llegando al orgasmo.

Su espalda se arqueó y soltó un suave y continuo gemido. Entonces me detuve, apartando su mano de mi cabeza.

Ella levantó su cabeza, alarmada. Quizás por temor de haber hecho algo mal, quizás en forma de reclamo por haber dejado de besar su sexo.

Me quité los boxer y volví a posicionarme sobre ella, con sus piernas abiertas. Listo para entrar en ella.

Tomé su mejilla con una mano y la besé con la misma intensidad con la que había besado su sexo.

—Olvídate de todo, ángel —susurré en su oído—. Solo siente.

Bajando mi mano a su hombro, para poder sostenerla en su lugar, entré.

Ella contuvo la respiración e instintivamente apoyó sus manos en mi pecho, tratando de soportar el dolor.

Húmeda, tibia y estrecha. Tratando de controlar mi fuerza, y mis deseos, entré de a poco, dándole tiempo a acostumbrarse al tamaño, hasta estar completamente dentro.

Ella mantuvo sus ojos cerrados, dejando escapar lágrimas por las esquinas de sus ojos.

—Tranquila —dije, limpiando sus lágrimas con mi pulgar—. Aún no hemos terminado.

Comencé a penetrarla una y otra vez, apretando su cadera contra la mía. Y lo que primero comenzó despacio, luego de varios minutos, fue tomando ritmo, rapidez.

Nuestros cuerpos sudaban, mis gruñidos eran cada vez más fuertes, al igual que sus suspiros y pequeños gemidos, la cama rechinaba, las sábanas comenzaban a caer. Debía terminar rápido para no lastimarla más de lo normal, siendo que las humanas sangraban.

Aún no estaba lista para sexo anal, pero verla por detrás me ayudaría a terminar rápido.

Me aparté de ella y la ayudé a darse la vuelta, sobre sus rodillas. Arabella pareció algo nerviosa, y me miró por encima de sus hombros.

—No te preocupes. No esta noche —le aseguré, y entré nuevamente en su sexo, observando la unión de nuestros cuerpos, su espalda sudada, disfrutando el sonido de cada embestida.

Aferrando su cadera y uno de sus pechos, solté un gruñido al mismo tiempo que mi cuerpo explotaba en un clímax y acababa dentro de su cuerpo.

Luego de unos segundos me aparté y caí sobre la cama, Arabella me imitó, haciendo el menor ruido posible, tratando de recuperar su respiración.

Limpié mi frente y la conduje a apoyarse sobre mi pecho.

—Tu cuerpo me pertenece, ángel —dije, besando el tope de su cabeza y acariciando su espalda—. Eres mía. Para siempre.

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