Capítulo 4



Domingo - Noche - Residencia de Kalen


Me quedé observando por la ventana de mi habitación, desde allí podía verse la tenue ciudad y parte de la casa del Rey. Apoyé un brazo en el vidrio y suspiré, empañándolo. Nunca había sentido que mis deberes eran una carga,  les dedicaba toda mi atención hasta el punto de la obsesión. Era lo que Briana me criticaba: pasaba el tiempo tan absorto en mi trabajo, que olvidaba otros aspectos que mantener. El dinero y el poder eran el motor de mi larga vida.

Ser una persona de plena confianza del Rey me posicionaba alto en la escala de poder, lo sabía, pero era secreto. Y peligroso. Lorenzo me había pedido que lo traicione a propósito: infiltrarme entre los grupos traidores y sacar información. Eso requería de tiempo y mucha cautela. Por un lado, los traidores no creerían en mí desde un principio, siendo director del Criadero bajo la orden del Rey. Por otro lado, los traidores estaban siendo cazados continuamente, el Barón Dankworth y su séquito eran prueba de ello. El riesgo era doble y no podía retractarme, no podía desobedecer a nuestro Rey.

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos y miré hacia la puerta. Era Sonia. Al mismo tiempo, Briana despertó, estirando su cuerpo enredado en mis sábanas.  

—Buen día, Señor —dijo mi humana, con la cabeza baja—. ¿Está listo para desayunar?

Me despegué de la ventana y caminé hacia Sonia, levantando su rostro con ambas manos.

—Has llegado en el momento preciso —dije en voz suave y luego miré a Briana, que se incorporaba—. Tú, Camilla y Gabriel servirán a Briana por el momento. ¿Entendido?

Sonia dibujó muy bien su rostro neutro ante la noticia, pero la conocía bien para saber que la idea no le agradaba, su cuerpo se estremeció.

—Sí, Señor.

Briana se acercó hasta la punta de la cama y tomó la mano de Sonia, conduciéndola a sentarse junto a ella.

—¿Arabella no? —preguntó, contrariada. Sonia apartó su cabello negro y expuso su cuello.

—No, ella no —dije, tajante—. Y no te atrevas a torturar, lastimar, abusar, de mis humanos. ¿Haz entendido?

Briana rodó los ojos y, a rápida velocidad, tumbó a Sonia en la cama, sentándose a horcajadas sobre ella. Luego me miró sobre su hombro.

—No les haré nada, Kalen. Te quedarás ahí, gruñendo, ¿o desayunarás conmigo? —dijo, sonriendo con malicia, contenta de volver a compartir nuestra comida.


* * * * *


Estaba tomando un baño junto con Arabella, cuando Sonia llamó a la puerta.

—Señor, lamento interrumpirlo —dijo, bajando la mirada, apenada de verdad—, pero el Duque de Venon está en la sala y quiere hablar con usted. Dice que es un asunto de suma importancia.

Suspiré, no muy contento de tener que terminar de manera abrupta. Arabella estaba comenzando a rendirse, a bajar su guardia. Su respiración aún estaba agitada, podía ver su pecho subir y bajar. Ya no me miraba, parecía haber despertado de un trance y estar avergonzada de ella misma.

—Bien, en seguida iré.

Debí bajar a la sala donde me esperaba el Duque de Venon, Trestian. Su presencia en mi hogar me resultaba extraña, inesperada. Si bien nuestro trato era correcto, nunca habíamos compartido más que saludos formales. Trestian raramente salía de su residencia, raramente se relacionaba con los de su jerarquía, su verdadera personalidad era todo un misterio.

Bajé junto con Arabella, que me seguía sin saber qué hacer después de nuestro momento juntos. La dejé seguirme, quería infundirle confianza. Ya no era cualquier humana del Criadero, era mí humana. Si quería que ella confiara en mí, primero debía hacer una demostración de mi parte.

Cuando bajamos, Trestian estaba junto a una de sus humanas: Saphir. La recordaba. Había sido una de las mujeres más bonitas en su época en el Criadero, con su cabello negro y ojos azules intensos... la puja por comprarla había resultado todo un espectáculo. Y veía que Trestian había usado bien su adquisición, Saphir lucía bien cuidada y elegante.

—Duque de Venon —dije, extendiendo mi mano para saludarlo—. ¿A qué debo su visita?

Era imposible leer las facciones de Trestian, después de nuestros años de vida era fácil, casi natural, enmascarar nuestros pensamientos. Pero Saphir, con sus fervientes emociones humanas, lucía preocupada y asustada.

Trestian estrechó mi mano y luego Saphir me extendió la suya. Trestian no se inmutó ante su gesto. Debí suponer que Trestian no educaría a sus humanos de la misma manera que muchos de nosotros lo hacíamos. Plantando una diminuta sonrisa en mis labios, tratando de ser amable y respetar las decisiones del Duque, estreché la mano de la humana.

—Kalen, puedes referirte a mi como Trestian. Lo preferiría así. Los formalismos son cosa de mi padre y el título no me hace mejor que tú —dijo, llamando mi atención, irritándome un poco. Si bien yo era un Marqués, por lo tanto, perteneciente a una jerarquía mayor, él era hijo de uno de los Príncipes—. Ella es Saphir, una de mis sirvientes personales.

—Es un placer volver a verlo, Marqués Kalen —dijo, mirándome con una sonrisa, y luego posó sus ojos en Arabella, que aún permanecía detrás de mi—. Encantada de conocerte a ti también.

—Por favor, tomemos asiento —dije, señalando los sillones. Tomé a Arabella de la cintura y la conduje a sentarse a mi lado—. No lo tome como una rudeza de mi parte, Trestian, pero debo preguntar, ¿a qué debo su visita?

Dudaba que viniera a pedirme otro humano fuera de término, ya había adquirido una humana en el último evento del Criadero.  

—Preferiría narrarle estos hechos en confianza —dijo Trestian, y miré a Arabella. No quería tener que alejarla, arruinaría mis planes, pero quizás lo que el Duque quería decirme era un asunto demasiado privado para sus oídos.

—No hace falta que aleje a su compañera. —Intervino Saphir—. Debe tener en claro que desde que la compró ella también es parte de esto.

Que insolente.

Miré a Saphir fíjamente y traté de calmarme. Desvié mi mirada hacia Trestian, haciendo caso omiso de Saphir, no sabía si resistiría otro de sus comportamientos.

—¿A qué te refieres? —dije a Trestian, aceptando la informalidad.

—Anoche un rebelde trató de asesinarme. Obviamente no cumplió su cometido, pero solo gracias a... —Dudó, pensando sus próximas palabras—. Gracias a uno de mis compañeros sigo con vida. Y estoy aquí, no por mi casi asesinato, sino, porque el rebelde salió del criadero y terminó como uno de los sirvientes contratados por mi padre. El hecho de que este mismo fuera un obsequio para mi padre, me hace pensar que solo me pusieron a mí de objetivo cuando el rebelde dejó de estar en manos de mi padre. —¿Obsequio? No existen los obsequios en mi Criadero—. El asesinato de una persona tan cercana al rey podría dejar un hueco por el que fácilmente los rebeldes pueden atacar, pero sobre todo si se señala como culpable a una persona con influencias.

Estaba pensando cómo habrían podido burlar mi vigilancia, cuando sus últimas palabras resonaron en mi mente. Alguien había querido matar a Trestian para crear una distracción y matar a Lorenzo, a mi costa, dejándome como sospechoso.

—Yo —dije, mi ceño frunciéndose cada vez más, mi ira subiendo.

—No estamos señalándote, obviamente. Sin embargo creo que alguien quiere ir tirando las fichas de dominó que somos para llevar a cabo un golpe que podría acabar con todo —dijo la humana, saliéndose nuevamente del protocolo. Y, además, considerándose una de "nosotros"—. Por ello no hemos comunicado aún el ataque. Este podría ser usado por otros para camuflar otros intentos, y no queremos más culpables de los que ya tenemos.

Volví a hacer caso omiso de Saphir.

—¿Y el rebelde? —pregunté a Trestian.

—Está muerto —contestó él, y luego se miró con Saphir. La humana asintió—. Ahora me gustaría hablar contigo a solas, Kalen. Tengo un tema mas serio que compartir contigo.

Miré a Arabella. Ella entendió mi mirada y se levantó para marcharse, haciendo una reverencia a Trestian. Al menos ella sí tenía modales.

Saphir se levantó y la siguió.

Una vez solos, me levanté a buscar un vaso de whisky. La información de Trestian poco a poco comenzaba a ponerme más furioso. Y, al parecer, aún tenía más que decir.

—¿Quieres uno? —dije, levantando la botella. Él negó con su cabeza. Serví una medida, dos, tres, y las terminé en un segundo.

El alcohol no tenía gran efecto, igual que las drogas, al menos no en poca cantidad. Lo que a un humano lo dejaría en coma, para nosotros no era nada.

—Como te dije antes, uno de mis sirvientes me salvó. Lion. Y él reconoció a mi asesino —dijo, mientras volvía a sentarme en mi lugar—. El humano pertenecía a un grupo de rebeldes, provenientes de las ruinas.

Era inaceptable, era una burla. ¿Cómo un humano, de las ruinas, había logrado infiltrarse? ¡En mi Criadero! Tenía los mejores y más entrenados guardias,  mis empleados eran eficientes en todo su trabajo... ¡Y tenía traidores en mi edificio!

No se quedaría así.

—¿Kalen? —llamó Trestian. El vaso de vidrio que sostenía en mi mano explotó, al haberlo apretado con fuerza. Tiré los pedazos de vidrio a un costado y me incliné, mirando fijo a Trestian.

—Deben haberlo estado planeando todo este tiempo, y nos confiamos demasiado. Pero puedo asegurarte, Trestian, que no ocurrirá otra vez. Y tú y tu humano van a ayudarme.  

Me levanté y comencé a caminar, pensando, ideando. Ese tal Lion me ayudaría a infiltrarme, él debía saber algo acerca de los humanos rebeldes fuera del Imperio, y los humanos de las ruinas debían saber acerca de los vampiros rebeldes dentro del Imperio. Era una cadena. Una cadena que rompería, pieza por pieza.

Ya no era una misión encomendada por el Rey, no, se había convertido en algo personal. Su equivocación más grande.

—Claro. Puedes venir a mi residencia —dijo Trestian—. Podemos hablar más tranquilos ahí. Eres bienvenido.

—Mañana. Hoy... debo arreglar algunas cosas —dije. Trestian se levantó y extendió su mano.

Calmándome, igualé el saludo, apretando su mano más fuerte de lo que había querido.

—Arreglaremos esto —dijo, quizás, tratando de demostrar su apoyo.


* * * * *


]Lunes - Madrugada - Residencia del Rey - Oficina


—¡Kalen! —dijo Lorenzo, levantándose de su escritorio con una sonrisa en los labios y abriendo sus brazos.

Caminé hasta él y dejé que me abrazara, y me golpeara la espalda con afecto. Al separarse, tomó mis brazos, e inspeccionó mi rostro.

—Mi Señor... —empecé.

—Ven, ven —interrumpió, guiándome hacia los sillones de su oficina—, ya veo que algo está causándote problemas. ¿Ya has podido hacer contacto con algún rebelde? —dijo, tomando asiento frente a mi.

—No del todo, pero primero debo informarle algo. Algo que, así como usted confía en mí, espero pueda guardar entre nosotros.

Trestian no había querido informarlo, pero esto no podía dejarlo pasar. El Rey debía saberlo. Debía enterarse que había sido una emboscada en mi contra, que yo no había obsequiado al traidor, incluso si él sabía que yo no era capaz de traicionarlo.

—Por supuesto, dime que es lo que te preocupa.

—Hubo un intento de asesinato. Durante la subasta en el Criadero, un humano de las ruinas se infiltró. Y consiguió que uno de mis empleados lo obsequie a su hijo, en mi nombre. El humano trató de asesinar a Trestian, para causar disturbio, inseguridad, y así poder matarlo a usted.

Contrastando mi seriedad, Lorenzo sonrió.

—¿Un humano queriendo matarme? —dijo, sacudiendo la cabeza—. Necesitarían más que eso para derribarme. Y estoy seguro que tampoco le resultó fácil con Trestian.

—Piénselo —dije, impacientándome—. No se trata solamente de un humano, sino también de los traidores en nuestra raza. Alguien, un vampiro, ayudó a ese humano a entrar, a infiltrarse. Así como lograron hacerlo con uno, pueden volver a intentarlo con más de ellos.

Mis palabras lograron llamar su atención, hacerlo pensar.

—Ambos grupos se están aliando —dijo luego de unos segundos—. Debemos saber sus intenciones, Kalen, debes infiltrarte cuanto antes. Scarlett está al tanto de la situación, puede ser de ayuda en la misión.

El hecho de que hubiera involucrado a Scarlett me resultaba extraño, pero no lo cuestioné. Quizás él también estaba tratando de educarla, formando parte de sus Consortes.

—Trestian me ayudará, uno de sus humanos perteneció a un grupo de rebeldes. Él podrá darme la información necesaria para llevar esto a cabo. Iré a su residencia mañana en la noche, Scarlett puede unirse.

Lorenzo pareció complacido de mi aceptación.

—Le diré.

—Antes de irme, debo pedirle un favor. Necesito nuevos guardias y nuevos empleados, ahora todos son sospechosos. Entenderá, mi Señor, que no puedo dejar que mi imagen se manche. Hay que mantener las apariencias.

Él asintió.

—Haz lo que debas hacer, Kalen. Tienes mi permiso.


* * * * * *


Lunes - Madrugada - Criadero


—Buenos días, Señor —saludaron los guardias de la entrada, mirándome entrar. Seguí caminando, sin mirarlos, hasta entrar al edificio.

Todo parecía marchar bien, no se escuchaban gritos, ni revuelos de los humanos. Eva estaba conversando con la recepcionista, como siempre. Y, al verme entrar, me dedicó una de sus radiantes sonrisas. ¿Habría sido ella?

—Kalen, buenas noches. Estaba a punto de dejar estos documentos en tu oficina, han llegado...

—Comunica a todos, absolutamente todos, los guardias y empleados a una reunión en el patio trasero.

Eva me miró extrañada.

—¿Pero por...?

—¡Ahora! —grité, logrando exaltarla y ponerla en movimiento sin discusión.

Seguí mi camino hacia el patio trasero, posicionándome en uno de los extremos, aguardando a cada uno de los vampiros bajo mi comando.

Poco a poco, el lugar comenzó a llenarse. Eva fue la última en entrar al patio. Caminó hacia mi lado y me miró, abrazando un anotador contra su pecho.

—Están todos, Kalen.

—¿Estás segura? —pregunté, tanteando su lealtad. Ella me miro extrañada y algo ofendida.

—Sí, todos, como lo ordenaste.

Muchos estaban en silencio y algunos murmuraban por lo bajo, intuían que algo ocurriría, nunca los había llamado a todos. Me fijé en sus rostros, tratando de identificar a alguien sospechosamente asustado, pero todos lo estaban. Y por ese mismo motivo, había llegado a la conclusión de que debía matarlos a todos. De esa forma no correría riesgos de dejar a ningún traidor con vida.

Justo a tiempo, los nuevos guardias comenzaron a inundar los balcones que nos rodeaban. Los demás vampiros estaban atrapados como ganado.

—Kalen, ¿qué está pasando? —preguntó Eva, pegándose más a mi, con miedo.  

—Te diré qué está pasando. Esta noche, Eva, todos sabrán que no deben meterse conmigo. Al parecer, no fui lo suficientemente claro.

—¿De qué estás hablando? —preguntó y, de una maniobra rápida, capturé su cuello con una de mis manos, apretando fuerte. Eva trató de zafarse, pero le fue imposible. Saqué de mi pantalón una daga de plata y corté su cuello con profundidad.

La sangre brotó de la herida, empapándome por completo, y todos los presentes comenzaron a gritar. No tuve que alzar mi voz para dar la orden, los nuevos guardias ya sabían que hacer. Y así, lanzando el cuerpo inerte de Eva a un lado, di comienzo a la masacre.




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