Capítulo 14
Atardecer
Ciudad del Imperio
A lo largo de los años habían probado y disfrutado de los excesos de la vida mundana para mitigar a mi mente del recuerdo de Alana, recordaba inyectarme medio litro de cocaína líquida si estaba de humor u heroína si necesitaba desconectarme del mundo. Había dejado de consumir después de convertir a Briana puesto que ella me necesitaba lúcido para enseñarle los trucos de su segunda vida. Pero en aquel momento, luego de la muerte de Arabella, y con la voz de reprimenda de Alana perforando mi cráneo, sabía que ni siquiera las drogas podrían con la culpa. Alana había muerto por causa de humanos, Gabriel por los celos de Briana, pero Arabella estaba en mi lista. Si no la hubiera comprado, si no hubiera asumido la responsabilidad del Criadero, si no hubiera seguido al pie de la letra a Lorenzo, quizás nada hubiera ocurrido, me recriminaba Alana. ¿No aprendiste nada de mí?, insistía en mi consciencia.
Una pequeña parte del Imperio se quemaba y todos aquellos vampiros que intentaban escapar se enfrentaban al letal rayo del sol que era lo que finalmente los mataba. Y nadie más podía ayudarlos tan temprano en el día, tendría que extinguirse solo. Sabía que no era una buena imagen, el humo se vería desde las ruinas, pero no me importaba. Estaba cabreado de estar cabreado, porque no era como debía sentirme por la muerte de un humano, no debía siquiera sentir.
"No somos máquinas como él piensa, Kal, tenemos sentimientos nobles además de sed de sangre y una increíble estamina", dijo ella una vez, junto a mí en la cama, estirada boca abajo y mirándome con ese fuego característico en sus ojos. "Habremos nacido de él pero no somos iguales, calculadores y fríos. No lo olvides".
No podía ocultarme más, él quizás ya lo sabía, no tenía caso ocultarme. Una cosa era matar a todo personal que yo mismo había contratado para el Criadero por una traición en mi dominio, otra cosa era incendiar su Imperio. Debía responder por mis actos y ver a Lorenzo.
—No vas a entrar. —Briana me esperaba cerca de la mansión y me interceptó al verme llegar, sabía que quien había incendiado el Imperio había sido yo, no necesitaba que nadie se lo informara.
—Lorenzo me espera, es por eso que no ha mandado a su guardia a buscarme —contesté, volviendo a caminar en dirección a la mansión. Briana me siguió.
—Kalen, el fuego que empezaste se extendió durante todo el día y quemó una buena porción de la ciudad. ¿Estás demente o qué? —Estaba preocupada de verdad, sus ojos lo decían. Si bien una parte de ella había terminado conmigo, Briana nunca podría apartarme del todo, arrancarme de raíz, estábamos ligados el uno al otro de una manera que solo creadores y creados sabían.
Suspiré.
—Eso creo.
** ** ** **
Noche
Mansión del Rey
Briana me siguió a la mansión a pesar de pensar que era una locura, me dijo que no me dejaría solo, que cuidaría mi espalda contra cualquier idiota que intentara ponerme una mano encima. Después de colgarla de cabeza y mutilar su cuerpo hasta el punto de desgarrarla ella seguía defendiéndome, me amaba demasiado y temía que eso la llevara también a la muerte. Era una constante: todo lo que tocaba terminaba mal.
Los guardias de la mansión me dejaron entrar y me informaron que el Rey me esperaba en el hall de entrada. Y así fue, Lorenzo estaba parado en las escaleras del gran hall principal. Las escaleras estaban cubiertas por una alfombra roja y el suelo de cerámica resplandecía, él se veía joven y letal, parado con las manos en los bolsillos y ni un rastro de su carácter risueño. Por primera vez lo veía un tanto enojado conmigo.
—Más de doscientas casas quemadas —comenzó, bajando las escaleras lentamente, su mirada de hielo fija en mí, su voz retumbando en las paredes como un trueno—, más de mil civiles y más de cincuenta nobles muertos, sin mencionar las fábricas y todo el trabajo perdido. Tendrías que haber sabido que no podría dejarlo pasar, cualquiera haya sido tu motivación, hay consecuencias, mi querido amigo.
A mi espalda, Briana soltó el gruñido de un lince amenazado, a punto de atacar si se lo provocaba. Su postura me conmovió, acababa de declarar que su lealtad estaba solo conmigo y no con el Rey. Pero Lorenzo estaba inafectado por la amenaza de Briana, no la miraba, no le prestaba atención, aunque sabía que si quería sería capaz de matarla en un segundo. No podía permitir eso, por lo tanto levanté una mano en señal de calma.
En aquel momento Hadrien, la princesa Kath y las consortes, entre otros, hicieron acto de presencia en el descanso de la escalera detrás de Lorenzo. Traté de no mirarlos, era humillante.
Usando su velocidad, Lorenzo apareció frente a mí pero Briana de inmediato bloqueó su paso.
—Vas a tener que pasar sobre mí —dijo ella, sin respeto alguno, lista para pelear con uñas y dientes. Lorenzo simplemente la tomó de un brazo y la arrojó a un lado como si fuera un simple adorno que no pesa, Briana chocó contra una de las paredes haciendo un hueco y luego cayó al piso. Pese a eso, se levantó y le volvió a gruñir.
Miré a Hadrien y él entendió el mensaje: "Detenla". Mi amigo rápidamente apareció junto a Briana y la tomó de sus brazos, abrazándola, reteniéndola para que no hiciera más estupideces.
—Quieta —pedía Hadrien, pero ella se sacudía con violencia.
—No te atrevas a tocarlo —gritaba a Lorenzo—. Voy a patear tu maldito trasero real. ¡Quítate, Hadrien!
—Te ruego que no la juzgues —dije al Rey, llamando su atención nuevamente—, sus acciones no son más que producto de mi negligencia. —Lorenzo asintió, indicando que el exabrupto de Briana no tendría repercuciones—. He venido por propia voluntad, como sé que esperabas, lo que decidas como castigo por mis acciones estará bien, no me opondré.
El Rey me miró serio y esperé a que me arrancara el corazón de un solo movimiento, era lo menos que podría hacer..
Alzó su mano y me dió un cachetazo, logrando que el chasquido resonara en el silencio del hall y que mi rostro se ladeara con el impacto.
—A partir de este momento quedas relevado de tus servicios, estás despedido como director de nuestro Criadero. —Hubiera preferido que me destrozara con sus propias manos, el Criadero era mío, era mi segundo hogar. Yo lo había erigido, lo había construido y cuidado para ser la cúspide del Imperio, era mi esfuerzo y dedicación—. Ahora ven, no hemos terminado.
** ** ** ** **
—¿Escocés? —preguntó cuando entramos a su oficina. Su rostro se veía igual de serio pero sin ese toque asesino, estaba molesto pero no haría nada más para castigarme. No me quitaría el título de nobleza. Sirvió un trago para ambos y me extendió el vaso, señalándome que me sentara en su pequeño living. Obedecí—. Lo lamento, sinceramente. El Criadero significa mucho para tí pero no podía dejarte ir sin una consecuencia. Piensa antes de volver a actuar, no me obligues a tener que quitarte el título o desterrarte del Imperio. Eres un amigo, pero soy el Rey y debo ser justo con mi gente. Además hubiera sido extraño dejarte ir sin más, hay ojos y oídos por todos lados. —Él se sentó frente a mí y soltó un suspiro, condescendiente—. Ahora explícate, Kalen. Quiero escuchar lo que tienes para decir.
Entonces lo hice, dejando de lado la voz y los recuerdos de Alana; eso era privado, eran mis más preciados momentos por más que me volvieran loco. Lorenzo entendió mis actos, por supuesto, él también hubiera hecho lo mismo por sus consortes, eran su propiedad, estaban bajo su cuidado y el único que podía disponer de sus vidas era él.
—Podemos sacar provecho de esto —dijo más tranquilo—, haber sido el causante de un incendio dentro del Imperio te hace ver como un rebelde, puedes ocultar los verdaderos motivos, decir que el Duque había descubierto tus planes de derrocarme.
No me importaba mucho sus planes con los rebeldes al momento, mi mente estaba en otros asuntos. Pero debía admitir que mis actos lo habían beneficiado, quizás por eso tampoco me había castigado tan severamente, podría haberme torturado y luego desterrado, muchos otros habían pasado por ello por mucho menos de lo que yo había hecho.
—¿Quién será el nuevo director? —pregunté, tratando de no apretar el vaso y hacerlo añicos.
—Estará en buenas manos. Ian, el jefe de guardias, se hará cargo.
Mierda.
—Excelente —dije, tomando un sorbo de mi whiskey. Podía imaginar la sonrisa socarrona de ese guardia insulso con complejo de superioridad. Qué humillación—. Volverá a reabrir las cacerías. —Mi punto no pareció molestarlo.
—Que lo haga. Los habitantes de Las Ruinas han sobrevivido con nuestras patrullas sobre sus talones todo este tiempo, sabrán volver a la normalidad —contestó y luego se inclinó, apoyando sus antebrazos en las rodillas y apuntándome con su vaso de whiskey—. Ahora tendrás que ser aún más cauteloso, no debes dejar que los guardias te atrapen con los rebeldes y te traigan ante mí.
—¿Scarlett? —me atreví a preguntar, hasta el momento ella seguía mis pasos como si fuera mi sombra a pedido de Lorenzo.
—Sabrá manejarse.
Eso había pensado al mandar a Arabella sola a la ciudad y había terminado muerta. Me pregunté si Lorenzo se daría cuenta de ello, si se preocuparía de que le ocurriera lo mismo o era un simple lacayo que adornaba con ropas bonitas y le susurraba palabras humanas para mantenerla leal. Como yo había hecho con mis humanos para asegurar su lealtad.
"Mi padre... nunca voy a entender a mi padre —suspiró Alana, con una sonrisa triste—. Nunca sé cuál es la verdad en él, es un camaleón, un experto en manipular y hacerte sentir en un laberinto. ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Lo que me está diciendo de verdad lo cree o hay un mensaje oculto que no estoy descifrando? Tienes que pensar dos veces con él, Kal, tendrás que hacer trabajar ese cerebrito tuyo si alguna vez lo conoces", había dicho ella, riéndose. Después de un siglo por fin entendía lo que me había querido advertir.
Estaba tan confundido.
** ** ** ** ** **
No tenía humor para nada, por primera vez en mi vida me sentía en blanco. No había ira, no había venganza, no había deseo. Caminaba por el patio trasero de la mansión sin una meta, sin pensar, sin prestar atención. La noche estaba en su auge, las estrellas resplandecían y el viento arrastraba con él el humo de mi ensañamiento. Me había cobrado la vida de miles, por una mía. ¿Estaría Alana en desacuerdo con eso también? ¿Estaría celosa? No, claro que no, nunca nadie podría igualarla.
—Se lo merecían —interrumpió una voz a mi espalda, era Scarlett. Su rostro era lo más cerca a las lágrimas que la había visto en su vida: tez colorada, ojos brillosos, mirada triste. No habían sido amigas pero intuía que Scarlett veía a Arabella con mucha ternura, siempre rodeada de los niños del Criadero como una hermana mayor, tan amable y servicial—. Espero que hayan sufrido y sigan sufriendo en el infierno.
Así que ahí creía ella que íbamos los vampiros, no me sorprendía, es más, lo aceptaba. Quizás hasta tenía razón, no éramos santos. No había otro lugar mejor para nuestra raza.
—Deberías volver adentro, Scarlett. —Prefería estar solo pero no quería ser tan brusco con mis palabras, herirla más de lo que evidentemente ya sufría. Además, hasta había corrido el riesgo de compartir sus pensamientos: su ira contra vampiros que tomaban la vida de humanos inocentes. ¿No éramos todos así?
—No te encierres, sé lo que sientes.
Ella se acercó y tocó mi brazo para que no me marchara. Había algo extraño en ella, en el brillo de sus ojos y no era por Arabella.
—Te dije muchas veces que dejaras de humanizarme, no te hagas una idea equivocada.
Le llevaba una cabeza de altura incluso con sus tacones pero su presencia, la energía que emanaba, la hacía destacar; por un segundo no hubo distancia o diferencia entre nosotros, ambos estábamos conmocionados, conectados, por una misma razón.
—Lamentas haber perdido a Gabriel y mucho más a Arabella, y no por ser una simple propiedad, los apreciabas. Lo sé, puedo diferenciarlo. También sé que ahora, más que nunca, necesitas compañía. —De seguro era Lorenzo otra vez mandando a Scarlett a jugar a la casita, pensando que me volvería loco y estropearía sus planes—. El Rey no me ha mandado.
Verla preocupada por mí, tratando de consolarme, debía haberme complacido pero, al contrario, me repugnaba. ¿Qué habíamos hecho al lavarles el cerebro de tal manera que se preocupaban por nosotros? Lo lógico era luchar en nuestra contra como hacían los humanos fuera del Imperio. Alana los hubiera ayudado, hubiera estado encabezando su movimiento junto a Diana y todos los demás.
"Somos más parecidos de lo que crees: nosotros y ellos", susurró Alana otra vez.
Me acerqué a Scarlett y tomé su rostro entre mis manos. ¿Éramos parecidos? ¿Tenía yo también ese fuego que ella, humana, guardaba en lo profundo de su ser, escondiéndolo para sobrevivir en el mundo frío y calculador que le había tocado vivir? Llegado el momento, ¿sería Scarlett capaz de revelarse y pelear por su libertad? ¿Podía yo volver a ser ese hombre que una vez había sido con Alana? ¿Era eso lo correcto, o posible siquiera?
—Kalen... —susurró ella, quizás asustada de mi mirada y cercanía. Scarlett miró mis labios y sentí los latidos en su carótida aumentar, estaba nerviosa.
—Quizás tengas razón sobre mí —admití en voz baja, luego me acerqué a su mejilla para hablarle al oído—. Creo que estoy dando marcha atrás, Scarlett, a un punto peligroso y sin retorno.
—¿De... de qué hablas?
Me separé un poco y besé su frente. Me hubiera gustado comprarla, tenerla para mí pero el Rey había ganado. Aunque quizás podría hacer más por ella de lo que él lograría, a Scarlett y a todos los humanos.
—Tú misma lo dijiste, debo vivir por ella, no olvidarla. Y esta vida no es lo que ella hubiera querido para mí. Puedo imaginarla, brazos cruzados, mirada fatal, su pie moviéndose rítmicamente, furiosa conmigo y lo que he hecho todos estos años.
Su rostro demostraba que poco a poco entendía mi línea de pensamiento y eso la asustaba.
—¿Quieres decir que...? —Miró a ambos lados, cersiorándose que no había nadie cerca. No necesitaba terminar la frase, sabía que lo había entendido.
—Si tuvieras la oportunidad de vivir en libertad, ¿qué estarías dispuesta a sacrificar? —Ella simplemente me miró, pensativa—. ¿Es en verdad la comodidad lo que buscas de esta vida, Scarlett? ¿Joyas, vestidos, ser tratada como una falsa reina? —Quizás era demasiado para ella, quizás era muy pronto o muy tarde dependiendo del ángulo que se lo mirara. Me separé y me pasé una mano por el rostro—. Olvídalo
Me marché sin nada más que agregar, ignorando los llamados de Scarlett. Me sentía caminar sobre una nube, extraño, temeroso y a gusto al mismo tiempo.
Alana, siempre había sido Alana, mi motor, mi ruina. Aún muerta aquella mujer lograba volverme loco y cambiar mis costumbres, hacer de lo suyo algo mío. Era un misterio cuánto tiempo había logrado permanecer sordo a sus llamados de atención. O quizás no...
Allí, en la ventana de una habitación, Lorenzo me observaba. Nos miramos unos segundos y luego sonrió, no sabía si era una sonrisa genuina o un silencioso mensaje de que intuía la tormenta en mi mente.
"Siempre lo verás sonriendo porque todo es un juego a su parecer. Si algo aprendí bajo su techo es que no hay que jugar a las escondidas con él, es su juego favorito, lo ha estado perfeccionando desde el comiezo. De eso también es el rey".
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