Capítulo 12



Estaba parado esperando en el recibidor de la mansión mientras Alana terminaba de arreglarse, sintiéndome preocupado, o mejor dicho ansioso y expectante. Iríamos a una fiesta de humanos en un orfanato ya que ella era quien lo mantenía en pie, se encargaba de todos los gastos de aquel lugar, de los empleados, de los suministros, del bienestar de todos. Tenía un corazón bondadoso y transparente. En la sociedad era respetada y aunque algunos sospechaban de sus buenas intenciones, porque resultaba una incógnita de dónde sacaba tanto dinero una mujer joven y sin esposo o familia aparente, su compañía siempre era solicitada por su carácter risueño y su mente brillante. Me había prometido que sería divertido y que lograría entender mejor su postura hacia los humanos si acudía con ella; no estaba tan seguro de ello pero Alana tenía el poder de mandarme al mismísimo infierno y yo iría con gusto.

—Lamento la tardanza —se disculpó, bajando las escaleras. Verla me provocaba una sonrisa y su belleza natural me deslumbraba, no podía explicarlo con palabras exactas pero todo mi cuerpo se sentía diferente a su lado. Mi corazón daba vuelcos constantes, mi piel se erizaba, mi mente y mis sentidos se agudizaban para absorber cada detalle de su persona: su perfume, el hoyuelo que se formaba al costado de su sonrisa.

Extendí mi mano cuando ella terminó de bajar y la acerqué a mi cuerpo, tomándola por la cintura, aprovechando el tiempo solos. Acomodé un mechón de su cabello atrás de su oreja y le sonreí.

—¿Te dije que te amo? —pregunté, ella soltó una risita y me empujó un poco, de manera juguetona.

—Veremos si sigues amándome después de la fiesta. Si sobrevives.

—¿Hay algo que no me hayas comentado acerca de esta fiesta? —dije, enganchando su brazo al mío.

—Ya verás —contestó simplemente, dándome un beso en la mejilla.

La fiesta resultó ser algo que no esperaba. Había acudido pensando que vería decadencia, niños y personas demacradas, que debería sonreír a la fuerza para no parecer rudo, que sería aburrido, lúgubre, pobre y triste. Fue todo lo contrario. En esa fiesta me acerqué más a Alana, a su forma de ver las cosas. Ella decía que no había olvidado que alguna vez había sido humana y que ser vampiro no significaba ser mejor, que aquellos niños y personas del orfanato, por ejemplo, tenían algo que nosotros no: verdadera vida eterna. Cada una de esas "insignificantes" vidas se grabaría en nuestras mentes gracias a su naturaleza, su verdadera naturaleza, aquella libre, espontánea, inocente.
Ese día Alana logró acercarme un poco a los humanos, a compartir con ellos e incluso jugar con los niños.


***

Criadero
Atardecer


Suspiré y me tapé los ojos con un brazo. No había recordado a Alana y mi antigua vida con tanta intensidad como ahora en mucho tiempo, y no sabía por qué. O sí. Tenía en claro que mi cercana muerte había revuelto algo en mi interior pero no podía aceptarlo, todos esos recuerdos habían regresado y en lugar de rencor sentía dolor. Por ella y por mí. La autocompasión no era mi fuerte y menos por los humanos. Pero sospechaba que si Alana pudiera observarme estaría destrozada por mis actos, y no sabía qué hacer ni cómo sentirme.

—¿Sucede algo, Señor? —preguntó Arabella, sacándome de mi estupor. Sonreí débilmente.

—No es nada. ¿Tu como te sientes?

Estábamos llegando al Criadero y mis tres humanas iban conmigo. Sonya y Camilla se quedarían en el festival, mientras que para Arabella sería su primer día fuera de la casa; luego del festival debería ir a la ciudad sola y volver a casa sin mí.

La idea no le había hecho mucha gracia, sus miedos se mezclaban debido a que nunca había estado en una ciudad y porque podría volver a cruzarse con Briana. Le había recordado que todos reconocerían su capa azul y su tobillera de plata, y que nadie la molestaría, pero aun así se notaba nerviosa.

—Un poco mejor —contestó y se aferró a mi brazo. Arabella poco a poco había derribado su cautela al tratarme, ya no le daba vergüenza o no le incomodaba tanto tenerme cerca. Al contrario, mi figura le daba seguridad y buscaba mi compañía.

Cuando llegamos aun era temprano y los guardias y empleados estaban preparando todo para recibir a los diferentes vampiros nobles que asistirían al evento. Todo se llevaría a cabo en un salón grande que antiguamente había servido como una sala común en donde los enfermos pasaban la mayor parte de sus días, lo había cambiado todo para que quedara una especie de arena, con palcos alrededor, cubiertos de vidrios polarizados. Así, los humanos no se cohibirían demasiado y los nobles tendrían privacidad para mirar.

Al entrar al hall principal del Criadero llamé a uno de los guardias para que escoltara a Sonya y Camilla hacia el área de enfermería, donde se reunirían todos los humanos antes del comienzo. Ellas se despidieron de Arabella con un abrazo y luego se pegaron a mi por varios minutos hasta que logré hacerlas obedecer. La verdad yo tampoco quería dejarlas, eran mis humanas y jamás se habían separado de mi techo en años, pero las reglas eran las reglas, y solo el Rey estaba exento de ellas.

—¿Señor? —interrumpió Arabella luego de la partida, aferrándose con sus dedos a la manga de mi saco.

—Ven, iremos arriba, tengo algunas cosas que terminar en la oficina —dije, comenzando a caminar y luego me detuve. Era muy posible que estuviera Briana en mi oficina, lo cual no sería bueno para sus nervios—. A menos de que quieras ir a otro lugar.

—¿Puedo? —La tomé de la barbilla y la obligué a mantener su mirada en mí.

—Eres mía, ya no perteneces a este lugar, y eso, Ángel, te concede algunos privilegios. Déjame adivinar. Quieres ir a la guardería. —Ella sonrió, haciendo que sus ojos se iluminaran de emoción. Arabella había pasado la mayor parte de su vida allí, de niña y luego como ayudante de ese sector—. Ve, entonces, te iré a buscar en cuanto termine.

—Mi Señor —llamó un soldado, acercándose a nosotros. Era Ian, el jefe de guardias.

—Justo a tiempo, soldado —dije a modo de saludo—. Necesito que acompañe a mi humana, Arabella, hacia la guardería.

—Con todo respeto, Señor, no soy niñero de nadie. Menos de un humano —contestó, mirando a Arabella con desprecio.

—Que gracioso, puesto que ese es su trabajo: cuidar de todo el edificio. Eso implica también cuidar de cientos de humanos —respondí de manera calmada, ganándome su escrutinio—. Estarás bien —dije a Arabella y me marché.


***

Briana efectivamente se encontraba en mi oficina, arreglando archivos y maldiciendo por lo bajo algo inentendible. No se percató de mi llegada hasta que aclaré mi garganta y me acerqué al otro lado del escritorio para sentarme en mi silla.

—Kalen —dijo sorprendida, levantándose de la silla y esquivando mi mirada.

—Siéntate, Briana, no hay necesidad de actuar así.

Ella suspiró y volvió a sentarse, conocía su lenguaje corporal al detalle para darme cuenta que se estaba mordiendo la lengua para no contestar algo que quizás pudiera ponerla en problemas. Era una buena señal, estaba pensando antes de reaccionar.

—Todo está listo para el evento, no tienes que preocuparte de nada. —No me sorprendía su eficacia, pero su tono de voz no me gustaba. Me incliné en el escritorio y la miré más de cerca, manteniendo el silencio por unos segundos.

—¿Cómo has estado? —pregunté. No habia pasado mucho tiempo, solo dos días, pero era mucho para nuestros estándares. Briana siempre había estado a mi lado, en cada momento. Ella soltó una risita irónica y miró hacia arriba, como si mi preocupación no fuera genuina.

—Maravilloso, perfecto, genial, nunca mejor —contestó, cruzándose de brazos. Sonreí, ella no podía evitar sus ironías.

—No me dejaste opción, Briana. Excediste el límite —traté de razonar.

—Era solo un humano.

—Mi humano, mi propiedad.

—¿Y por eso debiste colgarme y despedazarme? —dijo mirándome por fin, dejando ver sus ojos llorosos y llenos de emoción. Nunca me había mirado así, con tanta intensidad—. Te he dado más que cualquiera lo haría, humano o vampiro. Has jugado conmigo, me has mentido, me has ilusionado, me has desecho. Tú eres quien ha excedido el límite, Kalen.

—¿A dónde quieres llegar? —inquirí, era la primera vez que Briana mostraba tanta rebeldía y oposición. Ella suspiró y se limpió las lágrimas.

—Que estoy cansada, Kalen. A veces me pregunto si fue buena idea el haberme convertido, quizás debiste haberme dejado morir, quizás ese hubiera sido un mejor destino que vivir como una sombra en tu vida.

Eran pocas las veces en que Briana hablaba desde lo más profundo de su ser y era algo que reservaba solo para mi, sus inseguridades, sus miedos, sus deseos. Sentía remordimiento por lo ocurrido, mas había sido necesario para poner sus pies sobre la tierra.

—Esto es más de lo que puedo soportar y no voy a volver a meterme en tu camino, por más que para mí sea un desafío. A partir de ahora voy a alejarme. Seguiré trabajando aquí, cumpliré mis promesas y tampoco diré nada sobre tus asuntos con el rey. Pero mi relación contigo será puramente profesional. Por primera vez haré algo por mí y no por ti. Espero que lo entiendas.

Sin nada más que decir, Briana se levantó y me dejó solo en la oficina, completamente estupefacto.

Solté una risa irónica en el silencio de la oficina y me pasé una mano por el cabello. Si estaba en lo correcto, acababan de "romper" conmigo.


** *


Bajé hacia a la guardería aún en un estado de confusión por la conversación con Briana, aunque a decir verdad ni siquiera me había dado derecho a réplica. Sacudí la cabeza y empujé las puertas que daban al área de niños.

Las paredes eran blancas, no había dibujos, ni color. Sus juguetes eran básicos y con un riesgo de peligro muy bajo: muñecos de trapo, pelotas de material blando y figuras geométricas de plástico. Los niños humanos eran hiperactivos, sin sentido del peligro, y eso los hacía vulnerables a lastimarse. No queríamos accidentes dentro de la unidad. Estaban divididos igual que los adultos y tenían un mayor tiempo de recreación en su patio interno.

En cuanto entré, todos estaban en su recreación: algunos jugando en grupo, otros solos o acompañados de sus tutores humanos, y otros sentados en el piso rodeando a Arabella mientras ella les contaba un cuento. Cuando ella me vio su sonrisa y su concentración en los niños se detuvo para testear mi reacción. Le devolví una breve sonrisa y me acerqué. Los niños, al verme, se levantaron en silencio y de forma ordenada para dejarnos solos.

—Lamento haberlos espantado, parecías entretenida —dije, sentandome a su lado en el banco—. ¿Cómo la has pasado?

—Bien, Señor. Gracias por... permitirme visitarlos —contestó, con un dejo de tristeza. Algo en su mente estaba procesando pero no indagué—. ¿Usted se encuentra bien?

No me di cuenta que había comenzado a mover un pie de manera rítmica, nervioso o ansioso por algo. Los recuerdos de Alana en el orfanato habían vuelto a invadirme al entrar en el área de los niños.

—Si.

—Esta noche parece muy disperso. ¿Hay algo que pueda hacer?

Sonreí y besé su frente.

—No mucho, Arabella. Voy a confesarte que cuando has vivido tantos años, no puedes evitar que los recuerdos de un tiempo pasado te atormenten de vez en cuando.

—¿Recuerdos malos? —insistió, estudiando mis facciones.

—Recuerdos muy buenos. Y eso es lo que los hace malos, incluso peligrosos.

—¿Tiene que ver con su herida? —preguntó en voz baja. Sacudí la cabeza y palmeé sus manos entrelazadas sobre su regazo.

—No. Pero es una consecuencia de ello. Ahora vamos, tengo que recibir a la nobleza.


***


Condes, Duques, Marqueses y otros miembros de la nobleza comenzaron a llegar, vestidos de gala y con una sonrisa que reflejaba su entusiasmo. Éramos así, los excesos, la violencia, lo salvaje, nos producía un éxtasis imposible de describir a los humanos; venía de nuestra genética, una pequeña parte de la esencia de nuestro rey. No me imaginaba lo que Lorenzo había de sentir al dejarse llevar por su naturaleza pura.

Con Arabella cabizbaja y aferrada a mi brazo, fui dando la bienvenida a los vampiros. No se relajó hasta el momento en que una voz conocida se nos presentó. Scarlett junto con Aeryn.

—Buenas noches, Kalen —saludó Aeryn con respeto y su característica voz dulce. Luego tomó la mano de Arabella, quien la miraba atontada o prendida de su belleza—. Buenas noches, Arabella, es un placer verte.

—Igualmente —contestó más relajada, aflojando su agarre de mi brazo.

—Scarlett —saludé, y pude ver cómo tragaba saliva al escuchar mi voz. Ella asintió y no emitió palabra. Me volví hacia Aeryn—. No estaba informado que asistiría al evento. ¿Viene nuevamente a... intentar?

—No, esta vez no —dijo con una sonrisa triste—. Solo quería venir y le pedí, o mejor dicho convencí, a Scarlett de que me acompañara. Espero no sea una molestia.

—En absoluto, las acompañaré a su palco.

Caminamos hacia la arena a paso lento, siguiendo a la muchedumbre, nuestras conversaciones un murmullo más entre la gente. Luego Aeryn tomó del brazo a Arabella y lideraron el camino, dejándonos a Scarlett y a mí detrás. No emitimos palabra alguna, hasta que noté su cuello: dos pequeñas marcas rojas rodeadas de un tono azulado. Estaba bien oculto, puesto que llevaba su cabello suelto, pero desde de mi ángulo podía notarlo con claridad.

Solté una risita, ella me miró con una expresión poco divertida.

—No empieces —dijo en voz baja, sin mirarme y con total confianza.

—¿Que no empiece qué cosa, Scarlett? —pregunté, pretendiendo ignorancia— Ah, lo del b...

—¡Ni lo digas! —Susurró y me miró exaltada, luego miró a los lados vigilando que nadie estuviera prestándonos atención. Sonreí.

—No estaba pensando en eso, en realidad. Aunque parece que tú sí. Más bien estaba notando tu cuello —contesté y ella inmediatamente se acomodó el cabello—. No tiene sentido que lo ocultes, es perfectamente normal. Todos saben quién eres y quién te muerde, no deberías tener vergüenza de que te miren los demás.

—No tengo vergüenza de los demás —contestó sin mirarme.

—¿No? ¿Entonces de quién? ¿De mí, quizás?

—Ja. No eres el centro del universo, Kalen —No pude evitar reírme.

—Relájate, Scarlett, solo estoy bromeando. Aunque —dije, deteniéndome para hablarle al oído. Mis labios y mi mejilla rozando su oreja—, tengo que admitir que besas muy bien.

Su cuerpo se inmovilizó por unos segundo, no lo pasé por desapercibido. Me alejé un poco y mantuvo su mirada fija en mí, pensativa y algo asustada. Quizás temiendo que Aeryn escuchara o que Lorenzo se enterara eventualmente, había quebrantado un pacto con su dueño después de todo.

—¿Lord Kalen? —llamó Aeryn, interrumpiendo. Guiñé un ojo a Scarlett y luego me volví a la otra Consorte— Arabella es un encanto, ¿consideraría algún día permitirle visitarnos en la mansión?

—Lo consideraré —dije, acercándome y tomando a mi humana por la cintura—. Arabella está empezando a salir al mundo, justamente hoy es su primera excursión. Más adelante, quizás.

—Claro.

El palco del rey estaba en la mejor ubicación y al lado estaba el mío. Solo nos separaba una pared. Cuando llegamos dejé a Aeryn y Scarlett a sus asuntos y entré a mi sector privado. Era como entrar a un estadio hecho cámara gesell con acomodaciones de hotel: adentro cada sector tenía un sofá amplio, negro, el ambiente iluminado por velas aromáticas.

—Siéntate —ordené. Ella obedeció, mirando con curiosidad a través del vidrio. Los humanos comenzaron a entrar, como si fueran gladiadores, a paso lento y mirando a sus rivales. Me senté a su lado y me recliné, pasando un brazo a lo largo del respaldo.

—Les aplicamos una inyección que aumenta su deseo, hace que logren deshinibirse y pasen un buen momento —expliqué. Poco a poco los humanos se iban acercando unos a otros para explorarse y dar rienda suelta a sus instintos—. No te asustes por lo que veas, el deseo y la violencia están fuertemente ligados.

Mujeres y hombres, hombres y hombres, mujeres y mujeres, unos peleando por otros, formando grupos o aislándose a los rincones. Caricias suaves, otras intensas y rudas. Pronto todo era sudor, gemidos y el sonido de cuerpo contra cuerpo. Imposible de evitar sentirse afectado.

Arabella no despegaba su mirada de los humanos y podía ver su cuerpo temblar, inquieta. Estaba inclinada hacia adelante, dándome la espalda, y sus manos estaban apretadas entre sus piernas, conteniendo los sentimientos que la visión delante de sus ojos le provocaban.

Puse una mano en su hombro, desconcentrándola.

—Déjame ponerte cómoda —dije, inclinándome para quitarle la capa azul. Su piel estaba caliente y sus respiración agitada. Soplé uno de sus hombros y ella ladeó su cuello dándome más acceso, aceptando el gesto refrescante—. ¿Mejor?

Ella asintió y se levantó para acercarse al vidrio.

—¿Qué es lo que me ocurre? —preguntó en voz baja.

Me levanté detrás de ella y puse mis manos en su cadera, acariciando su piel.

—Ese es tu cuerpo despertando, Ángel. Envidioso de lo que está ocurriendo allí abajo. Pero no te preocupes, nos encargaremos de eso ahora mismo.


***


—¿No debería haber... salido a despedir a la nobleza, Señor? —preguntó Arabella en voz baja, desplegada sobre mi cuerpo. El evento había terminado hacía quince minutos atrás y no había tenido ganas de salir, estaba cómodo y relajado.

—No creo que se hayan percatado de mi ausencia. A esta altura no debe quedar nadie —contesté, y la aparté a un lado para levantarme y vestirme. Mientras volvía a colocarme la camisa, toqué las cicatrices hechas con plata que aún no habían desaparecido por completo.

—¿Qué sintió? —habló ella en voz baja, temerosa de estar cruzando algún límite.

—Como si tuviera el sol bajo la piel, quemándome por dentro, destruyendo cada partícula de mi ser. —Terminé de vestirme y la ayudé a levantarse—. Pero no volverá a ocurrir, me aseguraré de ello.

Arabella me miró preocupada.

—¿Qué hará? Si estas personas lograron hacerle daño una vez... ¿Qué pasaría si...?

Suspiré y acaricié su mejilla, tranquilizándola. Entendía su punto, lo único que la protegía en el Imperio era mi presencia, ser mi posesión. Si algo me ocurría a mí, ¿qué sería de ella? Mas me ofendía un poco su falta de fé, aunque claro... ella no sabía que había sido necesario que me hirieran.

—No volverá a ocurrir. Ahora ponte la capa y alístate para tu vuelta a casa, confío en que sabrás hacerlo sola.

Dejé a Arabella y salí del sector privado, encontrándome con los pasillos vacíos. Todos debían haberse marchado ya o quedado en los privados, no me importaba. Lo que sí me importaba era completar lo que me había propuesto una vez que me recuperara por completo: volver a las ruinas. Tenía ganas de visitar a Diana y exigir respuestas.

Seguí caminando, con la idea fija en mi cabeza, y bajé las escaleras hacia la planta baja, hasta que descubrí una figura al final de los escalones, de espalda. Su cabello y vestimenta eran imposibles de no identificar: Scarlett. Seguí mi camino, pasando por su lado como si no la hubiera visto.

—Kalen —llamó y comenzó a seguirme. Sus tacones sonando contra el piso de marmol—. Me gustaría que habláramos.

—Deberías estar de regreso a la mansión junto con Aeryn —dije sin detenerme.

—Solo será un minuto.

—Tienes treinta segundos.

—¿Podrías detenerte al menos?

—¿Problemas con los tacones? Recuerda: tacón, punta. Veinticinco segundos.

—¡Sé cómo caminar! Estoy tratando de tener una conversación contigo.

Me detuve en seco y ella casi chocó contra mi espalda.

—Ten cuidado, Scarlett, puede que te hayas puesto cómoda a mi alrededor, pero no olvides tu lugar. —sentencié y luego suspiré— Habla rapido, tengo una misión pendiente. O acaso todo esto es una excusa para pasar más tiempo a mi lado. ¿Quieres besarme otra vez?

—¡No hice tal cosa! —bramó. Estaba logrando hacer que perdiera su cabeza.

—Extraño. Yo no lo recuerdo así —contesté pensativo.

—Además, de qué misión hablas. No acordamos ninguna misión —preguntó alzando sus cejas y cruzando sus brazos.

—No sabía que te debía explicaciones.

—Me las debes cuando el rey me ha ordenado ser parte de esto. No dejaré que hagas ninguna locura. Quieres vengarte, ¿no es así?

La miré unos segundos, asombrado por su temperamento, Scarlett no tenía miedo de lidiar con nosotros. O no tenía miedo de lidiar conmigo.

—No puedes hacer nada para detenerme —respondí.

—Es por eso que voy a acompañarte. Y tú tampoco puedes hacer nada para detenerme.

En realidad sí podía hacer algo, podía salir en ese mismo momento a toda velocidad sin que ella se percatara.

—Vas a retrasarme —contesté en su lugar.

—O puedo hacer que Diana y su grupo acepte una reunión sin previo aviso, sin que intenten clavarte una daga de plata en el pecho —dijo altanera—. Tómame como tu pase de seguridad.

—No puedo garantizar la tuya.

—Pues más te vale que lo hagas, o tendrás que explicarle a Lorenzo tus caprichos de venganza.

Odiaba admitirlo pero había algo de verdad en sus palabras. Sacudí la cabeza, exasperado.

—Vamos.


***

Las Ruinas
Noche


—Tendría que haberme cambiado de ropa —comentó Scarlett, siguiéndome de cerca mientras caminábamos por las ruinas.

No teníamos antorchas debido a que eso llamaría la atención y sólo me guiaba por la tenue luz de la luna. Por fortuna el cielo no estaba tan cubierto de nubes y la contaminación se había disipado lo suficiente.

Seguimos andando con cuidado, resguardandonos en las sombras de los edificios y restos de autos y escombros hasta dar con el antiguo centro comercial que Diana y los suyos utilizaban.

—Vamos —dije, caminando decidido hacia la puerta principal.

—¿Qué haces? —llamó ella, susurrando y tomándome de un brazo— Van a pensar que se trata de un ataque.

Me detuve y miré su mano. Ella inmediatamente me soltó.

—Entraremos mostrando las manos y a paso lento. Si quienes custodian son humanos, les hablas tú. Si son vampiros, me encargaré yo mismo. ¿Entendido?

Ella suspiró y asintió. Cuando llegamos a la puerta, cuatro humanos nos interceptaron de frente, apuntandonos con armas. Scarlett levantó sus manos y se adelantó un poco para que la escucharan.

—Buenas noches, señores —saludó.

—¿Qué quieren? —preguntó uno, observando a Scarlett con labia y curiosidad.

—Esa ropa es del Imperio —dijo otro.

—¡Vienen del Imperio!

Escuché cómo quitaron el seguro de sus armas y me concentré en cada uno de los hombres. En dos milésimas de segundo podía derribarlos, antes de que intentaran disparar a Scarlett. Estaba listo para la acción, lo deseaba, y sentía electricidad correr por mis brazos.

—Solo queremos hablar con Diana —se adelantó Scarlett—. Queremos solicitar una reunión con ella.

Los jóvenes se miraron y el más seguro de sí mismo se adelantó, tratando de imponer algo de autoridad. Era cómico.

—Diana no está aquí, pero le diremos que vinieron —contestó con el mentón en alto. En ese momento, un hombre seguido de un pequeño séquito salió del lugar. Lo reconocí y sonreí satisfecho.

—Creí haberte dejado bastante muerto, chupa sangre —dijo el hombre riéndose y luego se dirigió a su grupo—. Son como cucarachas.

Los chicos custodiando la entrada se retractaron confundidos, sin saber bien lo que ocurría pero con el instinto suficiente para darse cuenta que las cosas se pondrían sucias. Había personas mirando por las ventanas y los huecos del edificio.

Tomé la mano de Scarlett y la tiré hacia atrás. Escaneando la zona no veía que tuvieran refuerzos que pudieran dispararle a la consorte, estos hombres estaban solos. Solos contra mí.

—Esto será rápido —murmuré a Scarlett. Y así sucedió.

Los hombres no tuvieron tiempo de reaccionar o siquiera gritar o implorar por sus vidas, terminaron muertos, desmembrados, al pie de las escalinatas en cuestión de diez segundos.

Cuando todo acabó, ningún humano o vampiro dentro del edificio dijo nada. Ninguno se metió, lo cual demostraba que tenían sensatez, sabían que el problema había sido solo con ese grupo de hombres y que de intervenir terminaría con sus miserables vidas y que, además, se acabaría mi buena voluntad de quitar las patrullas de sus calles.

—La deuda está saldada —dije en voz alta, mirando a cada lugar del edificio—, pero no toleraré otra falta de su parte. Podríamos ser aliados, tendrían incluso más beneficios, pero depende de ustedes. Quiero una respuesta de Diana. Urgente.

Sin más que decir, me marché a paso lento junto a Scarlett, sin mirar atrás, demostrándoles que confiaba lo suficiente para darles mi espalda. Por fortuna, nadie disparó, aunque seguramente tenían ganas.


***

Madrugada


—¿Satisfecho? —preguntó Scarlett, rompiendo el silencio en nuestro regreso al Imperio.

—Podría decirse. Aunque cada vez va a ser más difícil tratar de hacer las paces con ellos. Ahora tenemos que esperar el mensaje de Diana. Si quieren nuestra ayuda tendrán que dejar de amenazarnos, y viceversa.

—¿Crees que aceptarán?

—No tienen otra opción.

Escuché ruidos no muy lejos de donde caminábamos y agarré la mano de Scarlett para ocultarnos detrás de unos escombros. Le tapé la boca con una mano y le dije al oído que no dijera ni una palabra. Ella asintió, entendiendo. Lentamente alejé mi mano y nos asomamos para ver qué sucedía.

El amanecer estaba cerca y se podía ver con un poco más de claridad, era un grupo de cuatro hombres... golpeando a una mujer. Scarlett me miró alarmada.

—Esto te enseñará a no robar lo que no te pertenece —gritó uno de ellos, golpeando a la mujer en el estómago. Ella se arrastró hacia otro hombre y se aferró a sus piernas.

—¡Tenía que alimentar a mis hijos! ¡Ustedes se quedan con todo! —se quejó ella y luego de ligarse una patada habló en tono de súplica— Por favor.

Era increíble o no, que la raza humana fuera la única especie en atentar con sí misma siendo la portadora por excelencia de la moral. La hipocresía de su naturaleza siempre me había resultado graciosa, pero ver a la mujer siendo molida a golpes entre cuatro hombres... me hacía ruido. No era justo.

—Quédate aquí —dije a Scarlett y salí de mi escondite.

Decapité a los cuatro hombres en solo cinco segundos, arrojando sus cuerpos inertes a un lado, acumulándolos uno sobre el otro. La mujer, anonadada e incapacitada de ver lo que sucedía a tan rápida velocidad, se quedó en un rincón de un edificio, apenas pudiendo moverse.

En cuanto terminé y me detuve, Scarlett salió a socorrer a la mujer.

—No se mueva o será peor, ya está a salvo —le dijo, acuclillándose a su lado. Cortó la tela de su falda y vendó uno de sus brazos que presentaba una cortada.

—¿Quienes... quienes son? —preguntó mirándonos a cada uno y luego reparó en nuestra vestimenta, asustada— Vampiros del Imperio.

—No te haremos daño —explicó Scarlett.

—Vete, vuelve con tu grupo. O mejor busca a tus hijos y encuentra a una humana llamada Wuaira o una vampiro llamada Diana, ellas podrán ayudarlos —dije, tomando a Scarlett de un brazo y tironeándola para marcharnos.

—No podemos dejarla así, no lo logrará —discutió—. Tenemos que llevarla directamente con Diana.

—No. Mis hijos —interrumpió la mujer.

Miré al cielo, no me quedaba mucho tiempo. Si llevaba a la mujer a cualquier lugar, no podríamos volver al Imperio.

—Kalen —pidió Scarlett.

Gruñí mentalmente y cargué a ambas en mis hombros. Llevaría a la mujer a buscar a sus hijos. Luego debería ingeniárselas ella misma, no haría más.


***


Como había predicho, el sol salió y debimos ocultarnos en un edificio abandonado. Tomamos refugio en un departamento de dos habitaciones, mas nos quedamos en el living, era mejor permanecer juntos.

Me senté en el suelo, contra la pared, observando en un espejo cómo las quemaduras del sol que tenía en el rostro se regeneraban.

—Eso que hiciste allá afuera fue muy noble —interrumpió Scarlett, sentándose a mi lado. Solté una risita.

—Nuevamente, Scarlett, ten cuidado con lo que dices o piensas. Que los pequeños gestos no te disuadan de lo que en verdad somos —advertí.

—Estás siendo muy duro contigo mismo.

—Últimamente... —Comencé, pero me detuve. ¿Qué estaba haciendo?

—¿Qué ocurre? —insistió ella.

Era la quinta vez que alguien lo preguntaba, que notaba que algo iba mal conmigo, y comenzaba a cansarme de esquivar la respuesta verdadera. Nadie podía meterse en mi cabeza, quizás solo Hadrien.

—No lo entenderías —contesté con sinceridad.

—Crees que por ser humana no entiendo.
—Parecía molesta, ofendida. Y no sabía por qué.
—Lo que quiero decir es que no has vivido tantos años, no has cambiado tus ideales, no te has reinventado una y otra vez, y mucho menos te han roto el corazón.

Mencionar que se trataba de una cuestión amorosa provocó un cambio en ella, su postura y su mirada se relajaron. Prefería su mirada molesta que su mirada de pena.

—No, tienes razón. Pero quizás, si me dices, pueda tratar de entender. ¿Es sobre la princesa, verdad? —soltó sin más, dando en el clavo—. ¿Cómo era ella?

Sonreí al imaginarla y desvié mi mirada, tratando de ocultar mi sonrisa de la humana.

—Tenía una personalidad explosiva, nadie podía pasarla por desapercibida. Era bondadosa, divertida, una rebelde sin causa. Iba contra la corriente, nuestra corriente, la del rey —dije sin pausa, dejando que mis palabras fluyeran—. Y cuando se le metía algo en la cabeza no había nada que pudiera pararla. Además era hermosa. Su rostro y cada parte de su cuerpo es algo que nunca logré olvidar. Era fuera de este mundo.

El ambiente quedó en silencio por unos segundos, y sentí un dolor extraño en medio del pecho.

—La amabas mucho —dijo Scarlett, afirmándolo.

—Más que mi vida. —Asentí.

—Entonces no deberías esforzarte en olvidarla. Cuando hablas de ella...

—¿Parece que tengo sentimientos? —pregunté alzando mis cejas. Ella sonrió.

—No es una burla, es en serio. Deberías mantenerla viva en tu memoria, vivir por ella —contestó, como si fuera lo más obvio del mundo.

—Eso es algo que no puedo hacer, Scarlett, y esa es justamente la parte que no entenderías. Va mucho más allá de mi amor por Alana. Pero agradezco tu intención.

—Seguro —dijo levantando los hombros y noté su piel erizada.

—¿Tienes frío?

—No. —Comenzó a frotarse los brazos.

—Ven aquí —indiqué, a la vez que la acercaba a mi cuerpo y la abrazaba contra mi pecho. El calor corporal la mantendría abrigada—. Ya te he puesto en suficiente peligro, Lorenzo me empujará al sol si enfermas.

—No lo haría —comentó sin levantar su rostro, estaba tensa—. Nada de lo que hagas podría ponerlo en tu contra, se preocupa mucho por ti, no quería que estuvieras solo.

Se detuvo de seguir hablando.

—Así que era eso —acusé—. Lorenzo te manda a vigilarme.

—A hacerte compañía —corrigió—. Cree que estás pasando por un momento difícil luego de aquel encuentro con los rebeldes. Te quiere ver bien, centrado para la misión.

—¿Y tú? —pregunté, curioso.

—Solo sigo sus órdenes —contestó sin titubear y apoyando una mano sobre mi pecho.

Sonreí, ¿estaba alucinando o sus movimientos indicaban otra cosa?




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