*Capitulo Único*

La luz de la luna llena entraba a través de la ventana, iluminando parcialmente a aquella figura. Había aparecido ante sus ojos de manera silenciosa, como surgido de las sombras de la habitación directamente, igual que si de un fantasma se tratase. Snake gruñó por lo bajo al reconocer el estilo de la ropa de Kaitou Kid, aunque le sorprendió ver que ahora el ladrón se vestía con colores negros y rojos como la sangre. No pensó mucho en ello.

- Creía que la última advertencia que te hicimos sería suficiente para que te rindieras y fueras a a esconderte en algún agujero.

Aquel Kid no dijo nada, permaneciendo apoyado en la ventana. Torció ligeramente la cabeza y dejó que la luna iluminara su sonrisa, la cual se hizo más ancha y prepotente.

- Está bien - siguió hablando Snake con un encogimiento de hombros - Si quieres morir, estaré encantado de ayudarte a pasar al otro mundo. Muchachos...

Los hombres que acompañaban a Snake sacaron sus armas y se prepararon para abrir fuego contra el ladrón en cuanto su jefe se lo ordenase. Al ver esto, Kid dejó de sonreír, sus labios se cerraron con tensión, y un aura asesina pareció rodearle. Cambió de postura y se movió, poniéndose de frente a ellos, dispuesto a luchar. La luna pareció reaccionar también, su limpia luz blanquecina cambió, y los cristales de las ventanas empezaron a filtrar ligeros tonos rojizos. Un viento frío salido de ninguna parte hizo que los cuerpos de los hombres de la organización se estremecieran, dejando su piel fría como el hielo.

- ¡Disparar! - ordenó Snake con un gruñido feroz. No entendía del todo qué causaba su inquietud, éste Kid parecía ser el mismo de siempre, y sin embargo había algo que le hacía desear apartarlo de su vista lo antes posible.

El sonido de los disparos llenó el aire. Uno tras otros, los hombres dispararon sus armas, pero sorprendentemente ningún impacto dió en su objetivo. El ladrón levantó una de sus manos y las balas se detuvieron en el aire a pocos centímetros de él sin llegar siquiera a rozarle la ropa.

- Oh, vamos, creí que podríais hacerlo mejor. Esto no es nada emocionante - comentó con aburrimiento el mago bostezando perezosamente. Bajó la mano y las balas cayeron al suelo con un tintineo metálico.

Murmullos consternados surgieron entre los sicarios. Snake en cambio soltó una blasfemia y vacío su cargador contra él. El ladrón chasqueó la lengua y levantó la otra mano, desviando las balas como si espantase moscas, haciendo que se incrustasen en las paredes a su alrededor.

Magia

Pero no una ilusión como solía crear Kid en sus robos, no. Aquello era magia de verdad, hechicería. Tales cosas no podían ser reales, ¿verdad? En éste mundo era imposible que algo así como un hechicero existiese. Y sin embargo, era lo que podía explicar lo que estaba sucediendo.

Sintiendo que el pánico les encogía el estómago, los hombres de Snake empezaron a retroceder dispuestos a echar a correr para salvar sus vidas, ninguno estaba preparado para enfrentarse a un demonio. El ladrón se dio cuenta de esto y volvió a sonreír.

- Ahaha... ¿A dónde creéis que vais? - río divertido.

A un nuevo gesto de sus manos, los cuerpos de los hombres se contrayeron en formas grotescas, mientras sus huesos crujían escalofriantemente. Gritos y súplicas se elevaron salvajemente cuanto más y más eran torturados, pero eso no le detuvo, al contrario. Oh dios, estaba disfrutando tanto de todo aquello, lo había ansiado por demasiado tiempo. Saborearía cada momento hasta quedar satisfecho, hasta que él hiciera que el suelo se tiñiese de rojo con su sangre.

Cuando los gritos cesaron, y no había ningún tipo de movimiento, finalmente el mago decidió que era el momento de liberarlos del hechizo. Cayeron al suelo con un ruido seco, sólo quedó Snake en pie. Había sido dejado a propósito para el final.

- ¿Quién eres? - escupió con rabia, intentando que no se notara el temblor de sus manos, incapaces de seguir sujetando la pistola. Era imposible que fuera el ladrón al que se había enfrentado ya varias veces, aquel desgraciado no tenía esos poderes.

- ¿Quién soy yo? - tarareó aquella persona en un tono burlón.

Avanzó unos pasos hacia él, quitándose el sombrero de copa y el monóculo dejando que la luz de la luna le iluminase ahora completamente su rostro sin reservas. Era joven, de unos 18 años, cabellos oscuros y bien peinados, con un gracioso remolino que salía de su coronilla. Pero lo que hizo que Snake contuviera la respiración fueron sus ojos, tan rojos como el más brillante rubí y con tanto odio que parecía que podía quemarle con solo su mirada.

- Mm... Ella solía llamarme "Demonio de la Luz". Pero tú puedes llamarme... Kaitou Evil.

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Un mes antes...

Breve, seco, y a la vez creando un ritmo constante, como el tambor de una banda de música que guía a sus componentes y les marca cuando tienen que unirse a la melodía, así sonaba el continuo trabajo de las palas moviendo la negra tierra del cementerio de Tokio. La triste banda sonora que despide a los muertos y rompe el corazón de los vivos. Aquel día, sin embargo, también podía oírse otro ruido llenar el aire. El familiar llanto desconsolado por un ser querido que acaba de partir de este mundo.

Una nueva tumba fue levantada en la parte más alejada del recinto, una tumba sencilla en decoración y sin demasiados lujos, con una simple caligrafía grabada en el mármol que indica de manera breve a quién pertenece. Y sin embargo, si alguien pasaba por aquella zona en particular del cementerio podía afirmar sin equivocarse que pese a todo, aquella persona había sido muy querida en vida. Numerosas personas, en su mayoría estudiantes de secundaria, estuvieron acercándose a presentar sus respetos y a despedirse desde primera hora del día. Un flujo constante de amigos y conocidos que recordaban con tristeza viejas anécdotas y lamentaban con todo su corazón no volver a verle nunca más.

Era ya tarde, el cielo se estaba oscureciendo con nubes grises que presagiaban lluvia, cuando finalmente sólo quedaron 3 figuras solitarias frente a aquella sencilla tumba. La primera era una elegante mujer, de cabellos cortos y expresión suave, vestía ropa de elegantes marcas estadunidenses y algo en sus maneras indicaba que se estaba conteniendo para no romper a llorar, como si ya hubiera pasado por algo así antes y supiera cómo actuar. A su lado, una joven de pelo castaño y revuelto y ojos tan azules como los zafiros no disimulaba en absoluto su tristeza, tapaba su rostro con las manos y gruesas lágrimas se deslizaban entre sus dedos. Un anciano que permanecía unos pasos por detrás de las mujeres completaba el trío, mantenía la cabeza gacha en una media reverencia y sus labios se fruncían con lo que podría ser una mezcla de ira contenida y arrepentimiento.

- ¿Por qué? - sollozaba la joven, mientras pequeños hipidos hacían que las palabras le salieran entrecortadas - ¿Por qué tuvo que pasarle eso a Kaito? ¿Cómo pudo tener un accidente con su motocicleta?

Chikage pasó una mano por sus ojos, le picaban cada vez más y amenazaba con empezar a llorar ella también sin remedio. Sabía lo que le había pasado a su hijo, por supuesto, sabía que no había perdido la vida en un estúpido accidente de tráfico. Pero no podía decirlo, no podía contarle al mundo que Kaito Kuroba era en realidad el famoso ladrón Kaitou Kid, y que había sido asesinado por los esbirros pertenecientes a una cruel organización mientras intentaba hacer justicia y vengar a su padre, quién también había sido asesinado por ellos hacía 10 años. No, no podía decirlo. Esa verdad debería guardarla para ella y dejar que la verdadera identidad del ladrón y su leyenda muriesen también ese día.

- Incluso el más experto conductor sufre accidentes... - suspiró amargamente por tener que mentir así, y pasó un brazo por los hombros de Aoko, quién se acurrucó al contacto - Vamos, él no querría vernos tristes, siempre le gustó que la gente a su alrededor sonriese.

- Pe-pero... Es que yo le amaba... - suspiró Aoko, mientras se abrazaba a sí misma - ¡Y ya no se lo podré decir nunca!

Al oír aquellas palabras, Jii levantó con brusquedad la cabeza. Oh no, había algo que el joven Kaito no había tenido tiempo de contarle a nadie, de modo que la ama Chikage tampoco lo sabía. El pobre anciano miró con tristeza a Aoko que seguía lamentándose por su amor perdido, un amor que él nunca habría podido corresponder si ella se le hubiera declarado, porque el corazón del mago había sido ya atrapado hacía tiempo. Sin que estuviera preparado y sin que lo viese venir, poco a poco sus sentimientos habían ido derivando en un amor tan profundo y tan grande como el mismo océano. Jii había descubierto a los dos enamorados una noche de luna llena, después de uno de los robos del joven amo y ante las súplicas de los jóvenes había jurado que lo mantendría en secreto hasta que fuera el momento de revelarlo al mundo.

Un pequeño ruido captó su atención y se giró a mirar en dirección a unos arbustos que adornaban una de las esquinas del cementerio. Fue algo rápido, casi podría haber asegurado que se lo había imaginado. Pero estaba seguro de que había visto una pequeña silueta escondiéndose rápidamente tras los matorrales. No pudo evitar que las esquinas de sus labios subieran en una sonrisa, al parecer alguien importante también quería despedirse del mago.

- Ama Chikage, joven Aoko... Debemos irnos ya... - susurró Jii con ternura.

Chikage asintió en conformidad, y aunque Aoko estaba reticente a irse, terminó aceptando también. Con una última mirada de despedida a la sepultura de Kaito, los 3 abandonaron el lugar.

Conan esperó a que sus pisadas se alejaran hasta dejarse de oír en el silencio que ahora reinaba en el cementerio, y salió de su escondite. Conforme sus pasos le acercaban a la tumba, sus ojos comenzaron a picar con las lágrimas que querían salir y que estaba reteniendo. Aún así se detuvo a pocos pasos de la lápida, y agitando su puñito cerrado, hizo que de entre sus dedos apareciera una rosa. La flor era fresca, con algunas gotas de rocío atrapadas en sus pétalos, los cuales presentaban un brillante y vivo color azul, el mismo tono que los ojos de Kaito.

- ¿Sorprendido? - habló a la nada, mientras depositaba la flor sobre el mármol - No es un truco tan difícil cuando se practica un poco...

Un intento de sonrisa de superioridad se dibujó en sus labios, pero murió enseguida.

- Lo estuve ensayando durante 2 días para conseguir que me saliera tan natural como a ti. Haibara se burló de mí durante una tarde entera hasta que al final aceptó ser mi público improvisado. Yo... Yo quería demostrarte que también podía hacer este truco, para que dejaras de ser tan fanfarrón y no presumieras más de tus habilidades.

Una punzada de dolor se centró en su pecho y empezó a subirle por la garganta.

- Siempre me regalabas una rosa, cuando nos encontrábamos tras un robo o cuando nos cruzábamos "casualmente" por la calle. Entonces hacías esa expresión que tanto me molestaba, esa tan... tan Kid, y me tendias la flor para luego desaparecer como si fueras un sueño o un producto de mi imaginación. - con el dedo trazó distraídamente los caracteres grabados en la piedra del nombre de Kaito, aunque sus pensamientos estaban muy lejos - En serio, ¿quién va por la vida cargado de rosas en los bolsillos? Tooonto... Claro que, ya que eras un coqueto perdido, no me debería sorprender de que fueras preparado por si se presentaba la ocasión de quedar bien ante tus muchas admiradoras. Tan típico de ti.

Las ultimas palabras fueron dichas con un tono agrio. Sus ojos se desviaron un momento de la tumba de Kaito, y se dirigieron hacia el lugar por donde Chikage, Aoko y Jii se habían marchado. Frunció los labios al pensar en la declaración que había hecho Aoko de que amaba a Kaito. Sabía que Aoko era su amiga de la infancia, Kaito le habló de ella, y que no debería tener celos, pero no podía evitarlo.

- ¿Sabes? Aún guardo cada una de las flores que me regalaste entre las páginas de mis libros de Sherlock Holmes. Ran me enseñó hace tiempo a secarlas para conservarlas, cuando le expliqué de mis sentimientos hacia otra persona que no era ella. - el pequeño apretó los labios y se sintió de pronto muy avergonzado. En sus oídos casi podía oír al mago reírse y tararear "mmm Tantei-kun, no sabia que eras tan romántico". Un ligero rubor tiñó de rosa sus mejillas - No te atrevas a burlarte de mí. Además, si lo hice, fue porque cada una de ellas era como una promesa de que pasase lo que pasase nos volveríamos a encontrar, que algún día estaríamos definitivamente juntos...

Su mano dejo de recorrer las letras y permaneció apoyada en el mármol. Las lágrimas brotaban ya de sus ojos sin que lo notase, humedeciendo sus mejillas.

- Pero ya no seremos capaces de cumplir esa promesa, ¿verdad? Ahora que te has ido y me has dejado solo... - un sollozo brotó desde lo más profundo de su pecho, justo del punto donde más le dolía, como si le hubieran arrancado algo muy importante que estaba ahí - ¿Por qué lo hiciste Kaito? Dime ¿por qué?... Teníamos un plan, ¿no? Íbamos a darle un fuerte golpe a los hombres que quieren a Pandora para debilitarles... ¿Por qué entonces volviste a buscarme? ¿Es que acaso no confiabas en mí?

Una expresión de horror cruzó su rostro, retrocediendo unos pasos conforme un pensamiento empezó a adquirir forma en su mente.

- F-fue eso... Fue que pensastes que con este pequeño cuerpo no iba a poder defenderme cuando me arrinconaron en la azotea, y por eso Snake fue capaz de pillarte con la guardia baja y atacarte a traición. ¡Yo provoqué que te dispararan!

Un rayo iluminó el cielo en ese momento a la vez que gruesas gotas de agua caían sin piedad golpeando con dureza, pero Conan lo ignoró. En un momento todo había vuelto a él: Kaito llamándolo desesperado, las risas de los hombres que se burlaban de un niño mientras corría, el estruendo del arma al ser disparada para a continuación sentir el peso del cuerpo del mago sobre él, cubriéndolo, el olor a sangre llenando sus fosas nasales... Sujetaba su pecho con fuerza ahora, y su respiración era costosa. La tristeza y la culpa era un veneno que dolía más que el APTX.

- Debería ser yo el que estuviese muerto - murmuró mientras agachaba la cabeza ocultando sus ojos tras su flequillo, desde un árbol cercano se oyó el graznido de un cuervo, agudo y malicioso - Solo he traído desgracias a todo aquel que se enamoraba de mí desde que la Organización me encogió. Primero a Ran, y ahora a tí...

- ¿Y no preferirías buscar venganza contra quienes te arrebataron la felicidad, en vez de estar aquí llorando ante una tumba? - se oyó una voz femenina.

Conan se giró rápidamente, sobresaltado por lo repentino de la voz. Una chica se acercaba a él. Sus pasos eran fluidos y tranquilos, como si de una bailarina de ballet se tratase. Era hermosa, muy hermosa, su cabello pelirrojo caía en cascada sobre sus hombros, y su rostro parecía tallado en alabastro. Llevaba el uniforme de Ekoda, de modo que el detective dedujo que era una de las compañeras de Kaito que habían ido a presentar sus respetos a la familia.

- Di, ¿no quieres ir a buscar a esos hombres que mataron a Kuroba y hacer que sientan el dolor que tú estás sintiendo ahora mismo? - volvió a hablar cuando llegó a su lado. Su voz era fría, sin sentimientos, de alguna manera hacía que Conan se estremeciera, y no porque sus ropas estuviesen ya empapadas por la lluvia.

- No sé a qué te refieres, yo sólo vine porque Kaito-niichan era amigo de la familia... 

- No tienes que fingir conmigo con ese aire infantil, sé todo lo relacionado a que Kuroba era Kid en realidad, así como también lo sé todo sobre tí Shinichi Kudo.

El mini detective retrocedió unos pasos, no era normal que él tuviera miedo de una chica (bueno, si, con Haibara y Sonoko había aprendido a temer a una mujer de mal carácter) pero es que todos sus instintos le estaban avisando para que se alejara lo antes posible de ella. ¿Quién era en realidad?

- ¿C-cómo sabes eso? - aún así se atrevió a preguntar.

- Digamos que alguien que puede conseguir que vuelvas a ser tú, y darte la fuerza necesaria para buscar a esas personas a las que hasta ahora no has podido atrapar. - Akako se cruzó de brazos, y una sonrisa de superioridad se dibujo en sus labios.

- No te creo, es algún tipo de trampa - Conan apretó sus puños, no era posible que ella conociera la formula del antídoto de la droga que le encogió.

- Tú eres el que decide si me cree o no, a mi me da igual - se encogió de hombros la bruja en un gesto indiferente - Pero tal y como yo lo veo, ahora mismo solo tienes dos opciones: aceptar mi oferta sin cuestionarte si digo la verdad o no, o bien permanecer siendo un niño, esperando que un milagro te devuelva a tu cuerpo original, mientras lloras para siempre la muerte de tu amado sabiendo que sus asesino siguen sueltos orgullosos de haber acabado con la vida de Kid.

Conan miró dudoso la tumba de Kaito, mientras apretaba los labios. Era palpable la lucha en su interior. Akako encontró toda esa situación muy divertida. En el pasado, cuando le hacía algún tipo de proposición a Kuroba, éste la rechazaba inmediatamente, daba igual la naturaleza de la oferta, nunca quería involucrarse demasiado con la bruja. Sin embargo, Kudo era diferente, era más... más inocente por decirlo de algún modo. Aunque también parecía resistirse a sus encantos, como pasaba con Kaito, sin embargo la bruja no dudaba en que había dado con los puntos exactos para hacer presión y hacerle flaquear.

- Si acepto tu oferta... - Akako se rió para sí misma, "aah, así que a esto es a lo que se refieren cuando dicen que por amor siempre se hacen grandes locuras" pensó para sí misma mientras Conan continuó hablando - ¿Qué ganas tú con ello? Es decir, no creo que me ayudes sin obtener nada a cambio...

- Mm tienes razón, mi oferta tiene un precio. Pero lo que quiero es muy sencillo - la bruja avanzó unos pasos hasta que se puso delante suyo, Conan intentó alejarse nuevamente pero esta vez no pudo. Era como si sus pies estuvieran pegados al suelo - Te quiero a tí.

- ¿¡Qué!?

- Quiero que seas mío, Shinichi Kudo - la bruja le tomó por el mentón y le obligó a mirarla fijamente a los ojos - Quiero que me sirvas, que obedezcas mis órdenes, que solo me mires a mi y a nadie más... Hazlo y yo te daré todo el poder que necesites para vengar a tu amado y derrotar definitivamente a los hombres que te quitaron tu vida.

Akako dejo de sujetarle, y suavemente acarició una de sus mejillas retirando las lágrimas que aún quedaban. Tan parecido a Kuroba, pensó, el mismo espíritu, la misma terquedad... Si le tenía a él, ¿no sería como si hubiera conseguido finalmente tener al mago? Por otro lado, siempre había considerado a Shinichi un demonio de luz, sería también divertido apagar su brillo y hundirle en la oscuridad, incrementar esa llama de odio que había empezado a crecer en su corazón por la muerte de Kuroba, y hacerle quemar todo a su paso.

- Pero te aviso, si me sigues, todos tus seres queridos se olvidarán de tí, nadie recordará que te conoció alguna vez, serás un fantasma en este mundo.

Conan cerró los ojos y se dejó arrullar por la voz de la chica. Nadie se acordaría de él. Ni sus padres, ni el profesor, Ran o Hattori... ¿Realmente quería eso? En realidad, hacia ya un año que Shinichi Kudo había desaparecido, escondiéndose de la Organización. Si desaparecía definitivamente, ¿no sería mejor? Así ninguno de ellos estaría nunca más en peligro, no habría temor de que los Hombres de Negro fueran a por ellos por haberle escondido en ese tiempo. Haibara estaría también a salvo ya que nunca se sabría que ella encogió...

- Acepto - la palabra brotó de sus labios antes de que fuera del todo consciente de haberse decidido.

Akako sonrió triunfante y le tendió la mano. Conan dirigió una mirada de despedida a la tumba de Kaito, y con un breve "te amo, Kaito" tomó la mano de la bruja para juntos abandonar el cementerio.

Un trueno retumbó en la ciudad de Tokio. Los cristales de las ventanas de los edificios vibraron con la intensidad de la onda sonora. Y para cuándo la tormenta pasó, nadie recordaba el nombre de Shinichi Kudo.

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Feliz cumpleaños con retraso, Shinichi (4 de mayo)

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