10
El cielo está oscuro, un manto grisáceo lo recubre y ha estado así desde que partió aquella noche para dirigir a su ejército.
Es como si la luna se hubiera escapado a un lugar mucho mejor, negándose a presenciar los destrozos y las desgracias que las espadas y los cañones traían consigo, sin embargo, esta noche hay algo diferente. Las estrellas comienzan a brillar para él por primera vez en mucho tiempo y el gran astro en el cielo regresa para ser testigo de algo maravilloso.
Su reencuentro.
Sólo fueron unas cuántas veces cuando él tuvo que atravesar ese enorme bosque que los separaba, sin embargo parecía que se hubiera pasado la vida recorriendo esos caminos. Estaba sorprendido al ver que recordaba el trayecto a la perfección incluso con esa ligera capa de oscuridad encorvándose sobre él.
Tuvieron que dejar el carruaje en las afueras del bosque, ya que atravesarlo con eso llevaría horas, y Jae Beom no puede esperar tanto.
Su respiración se agita con cada paso que da, no puede describir cómo se siente sabiendo que está a punto de ver nuevamente a su querido príncipe. Escalofríos recorren su espalda y lo envuelven por completo, pero bien sabe que no es por causa del frío.
Lo único que Jae Beom se pregunta es si en algún momento el príncipe pensó en él, si lo extrañó tanto como el Káiser lo hacía.
Sus pensamientos han estado llenos de los recuerdos que creó junto a JinYoung, no puede evitarlo. Fluyen como una corriente que crece hasta desbordarse y abarcar todo por completo.
El crujir de las hojas se hace más constante al igual que el boom boom que nace de su pecho y llega a escucharse retumbando con vigor en sus oídos.
Falta poco, sólo unos cuántos metros por recorrer.
Sólo poco más.
Unos pasos más.
Hasta que finalmente puede ver su destino surgir entre los árboles. El castillo aparece frente a él, con sus enormes columnas que mantienen cautivo al príncipe. Oculto por los arbustos cercanos al lago donde lo vio lanzando pergaminos por primera vez, Jae Beom suspira ansioso y lleva la mirada a las cortinas que ocultan lo que hay detrás de esa ventana. Sabe que está ahí, vigilado por guardias que abundan fuera de su alcoba y que también merodean los enormes jardines. Era de esperarse que los reyes trataran de impedirle llegar a él, colocando más obstáculos como lo han hecho todo el tiempo y a pesar de su inminente derrota, no dudan en hacer su última jugada.
Pero Jae Beom está un paso delante de ellos, siempre lo estuvo. Sale de las sombras con confianza porque sabe que los hombres que vigilan los jardines son en realidad soldados de las tierras prohibidas que se infiltraron hacía mucho tiempo. Todos se detienen al verlo caminar con decisión y tras una reverencia hacia su majestad imperial, se encaminan a la siguiente tarea que les fue asignada, antes de que puedan marcharse a su tierra. Deben encargarse de los demás guardias.
Tiene que tener cuidado con los que están dentro, ya que aquellos no pertenecen a los suyos y no dudarían en delatarlo tras el mínimo indicio de su presencia en el "reino enemigo". Por derecho, las tierras que está pisando deberían pasar a las filas que gobierna, pero Jae Beom no las quiere, no las necesita. Sólo planea cumplir con el protocolo y haciendo uso de su poder, hará una excepción para que él pueda beneficiarse sin tener que tomar decisiones extremas que afecten más de lo que deberían.
Sigue siendo un tema delicado y desconocido para el mundo que fue ajeno a la lucha. A pesar de que está a punto de marcar el fin de la disputa, si no se maneja con cuidado esto podría acabar en una situación mucho más desastrosa. No debería causarle gracia algo que podría costarle demasiado, pero aún así se divierte con sólo imaginarlo.
"El Káiser se infiltró al reino de los Park y tuvo la imprudencia de escalar los muros para entrar a la alcoba del príncipe".
Un verdadero escándalo sin duda, pero que poco le importaría al igual que todo lo que se ha dicho sobre él.
Si por él fuera, haría que los rumores se esparcieran para que cada persona sepa que en realidad, llegó al reino con un sólo propósito; llevarse a JinYoung con él. Jae Beom rescatará al príncipe cautivo y lo llevará a un lugar donde pueda ser él mismo sin importar la opinión de los demás, un lugar donde no tenga que cuidar el tono de su voz ni sus ademanes, donde pueda leer novelas y versos sin tener que ocultar sus gustos, donde además, pueda cumplir el sueño que le arrebataron; dirigir un reino.
Jae Beom sabe que JinYoung lo hará muy bien. Puede ver ese indicio de liderazgo connatural en cada tramo de su persona. Dotado de inteligencia y carácter inquebrantable, así como acreedor de todas las capacidades que todo monarca envidiaría, el emperador confía en que será un espléndido soberano.
La idea de que las tierras prohibidas tendrán un nuevo líder aún se siente como una ilusión. Con todas las vivencias experimentadas, nunca imaginó que llegaría a forjar lazos significativos con otra persona que no perteneciera a la sangre imperial de los Káiseres o que no fuera parte del comando de su reino. Toda opción se veía tan lejana y difícil de hacer realidad. Jae Beom tampoco lo había anhelado tanto. ¿Para qué hacerlo? Él sabía perfectamente que no era el bueno, por lo tanto, recompensas como esa estaban fuera de su alcance.
Pero a pesar de todo, ahí se encontraba, repitiendo una y otra vez en su mente que él había obtenido más de lo que merecía, porque alguien como él no era lo suficientemente digno para el príncipe Park, un hermoso ser angelical que iba sentarse a su lado en un trono hecho especialmente para él, no sólo como monarca de su reino, sino también como compañero de vida.
El castillo del emperador perdió su brillo desde el momento en el que tuvo que dirigir las tierras sin nadie que estuviera a su lado para alentarlo. Antes de partir, ordenó a sus empleados que limpiaran cada recoveco del lugar como si la vida se les fuera en ello, él no duda de que al regresar verá su hogar como solía ser antes, pero sólo la presencia de JinYoung podrá devolverle ese brillo especial.
Ahora está listo para recuperar aquella parte de si mismo que se había quedado junto a JinYoung.
Lo único que los separa es esa cortina que se mueve al ritmo de la suave brisa. Jae Beom se mantiene quieto por un momento e imagina lo que el príncipe podría estar haciendo detrás de ella, sabe que a JinYoung le encanta leer sus novelas a altas horas de la noche, aunque bien, tomando en cuenta que sobrepasan las dos de la mañana sería más probable que se encontrara durmiendo, y el lamenta con anticipación que lo que está a punto de hacer interrumpirá su descanso.
—¿Estás seguro de esto?—el general Wang pregunta. Hay un ligero nerviosismo en su voz, él más que nadie sabe con lujo de detalles que todo está a punto de cambiar.
—Después de todo lo que hice para llegar hasta aquí, ¿crees que cometería la estupidez de retractarme?
—Sólo quería ayudar en caso de que te sintieras nervioso.— y al Káiser le resulta divertida su respuesta, entre ellos dos el general es quien mueve los dedos de las manos en un estado inquieto.
Jackson carraspea y se aferra a su espada, regresando a su puesto serio como general del emperador y antes de desaparecer por la ventana, le dice a Jae Boem: "No entres hasta haber despejado el área por ti".
¿Qué podría haber de peligroso en la alcoba del príncipe? No debe haber nadie más que el chico durmiendo sobre la cama. La situación lo pondría en un estado indefenso, pero entonces recuerda que JinYoung no es precisamente una bella rosa sólo por su apariencia, si no porque sabe defenderse a la perfección. Su formación en la lucha es sutil, pero es como si estuviera armado con pequeñas espinas que cortan hasta dejar herido al adversario.
Hay un breve momento de silencio desesperante, y de pronto, escucha cómo Wang desenvaina su espada y para su sorpresa, alguien más le imita.
—¿Quién demonios es usted?
Esa voz... No es la de Wang.
Después de que el hombre desconocido preguntara con tono volátil, una serie de murmullos y ruidos amortiguados se filtran a través de la ventana y cuando cree escuchar la voz de la princesa Park, Jae Beom entra con una evidente confusión que se plasma en su rostro.
—Baje la espada, alteza.— el príncipe Choi no obedece a Jackson.
—Está demente si cree que lo haré.
Tras un rápido análisis, Jae Beom se pregunta si están en la habitación correcta. El príncipe Choi tiene una pequeña riña verbal con el general y la princesa los observa con sorpresa en sus lindas facciones. Quizás... Quizás se equivocaron de habitación. Hay poca luz y no puede ver gran cosa- tener el ojo cubierto por el parche no ayuda para nada- sin embargo, siente la presencia de alguien más.
Tiene que voltear la cabeza para conseguir un mejor plano del lugar y es cuando se da cuenta de que el rey Tuan también está ahí. El evidente alivio hace que las líneas frías de su cara se suavicen.
Muy en el fondo, Jae Beom lamenta haber amenazado al hombre, pero no había tenido otra opción. Más adelante iba a pagarle el favor, porque no le gustaba deber nada a nadie, y además, Tuan se lo merecía. En el pasado hubo una extraña rivalidad entre ellos que surgió por algo de lo que ni siquiera se acuerda. Era obvio que aceptó formar parte del espectáculo en contra de su voluntad, Tuan pudo haber revelado todo, más sin embargo no lo hizo. Y eso es algo que Jae Beom apreciará siempre.
—¿Se le perdió algo, Káiser?
Es la primera vez en mucho tiempo que Tuan lo llama sin que el sarcasmo se combine en sus palabras. Eso lo confunde y por tal motivo mantiene la vista en su cara serena. Incluso cree ver que sus labios se curvan con ligereza, pero no puede asegurar nada.
Se siente perdido. No entiende por qué todo el mundo está en la que debería ser la habitación del príncipe. Justo cuando estuvo a punto de dar la vuelta para tratar de remediar el enorme problema en el que se habían metido, se congela al oír esa voz que lo acompañó en cada uno de sus sueños y ahuyentó sus pesadillas. Antes no se sentía nervioso, pero ahora las rodillas están a punto de fallarle.
—¿Jae Beom?
Fue un pequeño susurro que pudo haberse perdido en el ambiente, pero a pesar del tono casi inaudible, sus sentidos desesperados y llenos de anhelo le permitieron escuchar aquel dulce llamado, que aunque también se nota confundido, sigue siendo dulce. Porque la voz del príncipe es suave y siempre, siempre es cálida.
En la habitación hay un solo candelabro encendido, pero en el momento que logra ver a JinYoung pararse de la cama y dirigirse a paso rápido hacia él, Jae Beom puede jurar que todo se ilumina a su alrededor.
Se quedó en blanco por completo y todo ocurrió tan rápido que ni siquiera se percató de la intención de JinYoung, hasta que recibió el duro impacto de la mano del príncipe contra su mejilla.
—¡Jin!— murmura tocando la zona que palpita con dolor. Aún puede ver puntos blancos esparcidos por la habitación. Demonios, fue tan fuerte que llegó hasta la herida sobre su párpado. La sangre moja levemente la tela negra y él se encarga de limpiar un rastro que bajaba por su mejilla. —Tienes mucha fuerza, cariño.
Cuando finalmente los puntos blancos dejan de opacar su visión, puede ver cómo una ola de emociones ataca a JinYoung. Evidentemente, está sorprendido pero también está confundido. Su pecho se agita y sus ojos almendrados se llenan de lágrimas que caen en el momento que Jae Beom extiende la mano y toma la de JinYoung para dejar ese sutil beso en el dorso, como acostumbraba hacer cada vez que se encontraban.
Sólo que esta vez no sólo es uno, son varios besos en ambas manos, un beso en la frente cuando el príncipe cierra la distancia entre ellos y se recuesta contra su pecho.
—Volviste.
Jae Beom puede sentir el aliento de JinYoung haciéndole cosquillas sobre la piel de su cuello. El ligero contacto entre ellos es ahora más personal que antes, ocasiona que su cuerpo se encienda y retome la vida que por poco se le escapa de las manos.
—Hice una promesa. Sé que me demoré en cumplirla, pero nunca quebrantaría una, mucho menos una que hice en honor a mi príncipe.
Entre sus brazos JinYoung se estremece ante sus susurros llenos de afección sincera. Lo sintió tan frágil por primera vez, y sus lágrimas se veían más pesadas de lo que fueron aquellas que derramó a la orilla del lago la noche en la que debió ser desposado por uno de los hombres presentes en esa habitación.
Su semblante luce agotado, sus mejillas han perdido color y además de las ojeras, tiene los ojos hinchados. Al verlo de esa manera supo que había llorado de manera frecuente. Jae Beom sintió una opresión en el pecho, porque entre sus intenciones jamás había estado preocuparle a tal grado.
Fue inevitable lanzar un quejido cuando JinYoung lo apretó con fuerza. Sus lindos ojos de color avellana brillaron con alarma y Jae Beom se reprendió mentalmente por causar más disgustos en su príncipe.
—¿Estás bien?— preguntó con miedo.
Físicamente no se había recuperado por completo. Le dolía todo, pero eso no se podía comparar con el terrible dolor que sintió cuando tuvo que dejar al chico. Ahora que por fin lo veía, se sentía como nuevo por dentro. Y qué importaba si aún tenía heridas físicas, eventualmente se iba a recuperar.
—No te preocupes, estoy bien.
—Oh, Jae Beom. Mírate.— podía ver a la perfección cómo es que su estado actual le afectaba, por un lado lo entendía, ya que sabía que tenía el aspecto de un sanguinario derrotado, con la diferencia de que no había ido por el camino de la derrota. —No deberías estar de pie.
Era obvio que JinYoung no iba a permitir que permaneciera parado ni un segundo más, así que le hizo sentarse sobre las suaves colchas de su cama. Él se sintió ligeramente cohibido por cómo estaba siendo tratado. Era el Káiser, temido por su aspecto frívolo, aborrecido por las acciones egocéntricas de la dinastía a la que pertenece, las cuales salvaron el reino bajo su yugo. Tan indiferente y malvado, pero tan falto de cariño.
En esos momentos se sentía como un conejo tembloroso y confundido.
—Estoy bien, de verdad.— dijo intentando pararse pero fue impedido por unos ojos fieros que le dijeron con claridad: "De aquí no te mueves".
JinYoung retiró con cuidado el parche que tenía manchas de sangre y soltó un jadeo al ver que aún habían rastros frescos alrededor.
—¿Te duele mucho?-preguntó mientras que con toques delicados limpiaba la herida con agua y una tela limpia que Mark le había pasado.
Tan suave, tan cálido, nadie lo había tratado de esa manera en años. Podía sentir cómo cada roce era hecho con intención inocente. El toque de JinYoung era divino.
En su interior, Jae Beom sentía corrientes de una inexplicable ola de cariño que exigía salir a la superficie.
—He vivido situaciones peores, puedo lidiar con esto.
—¿Cómo puedes decir eso? Estás herido de pies a cabeza y sigues sangrando.— JinYoung nunca había tenido que vivir experiencias de guerra, por eso no sabía que para Jae Beom era tan común tener una cicatriz nueva en cuestión de meses, y que él estaba acostumbrado a esa vida.—Me inquieta verte así.
—Lamento ser el causante de tu inquietud, pero no podía esperar ni un minuto más por verte, así que corrí hacia aquí. — tomó las manos del príncipe y las cubrió con sus dedos que terminaron entrelazados como hacía tiempo había deseado. —Estuve contando los días para poder verte de nuevo. Sólo podía pensar en ti. Eras lo único que podía ver entre sueños y sobriedad, sólo veía tu silueta, tus ojos, tus labios y tu hermosa sonrisa. Cada uno de tus simples detalles me mantuvo cuerdo, porque me convencí a mi mismo que no podía ser derrotado sin haber visto esos detalles que adoro, al menos, una vez más.
JinYoung se mantuvo callado durante varios minutos. Jae Beom no lo iba a presionar para responder, no era necesaria una respuesta. En su lugar, el emperador se encargó de acariciar su espalda, tratando de consolar al joven que nuevamente había flaqueado tras sus palabras.
—Lo siento.— murmuró con pesar. —Lo siento. Hice todo por mantenerlo oculto, mi deber sólo era hacer eso, resguardar nuestro secreto y mostrarme firme, pero fracasé. Nos descubrieron.
—Eso no tiene importancia.
—Fue mi culpa.
—No es cierto. No lo fue.
—Tú fuiste a luchar arriesgando todo y yo me quedé aquí, sin aportar nada. Debí enfrentar las cosas cara a cara como tú lo hiciste.
—Te mantuviste firme en todo momento, te mostraste valiente y luchaste también con todo lo que tenías. Jamás hubiera permitido que me acompañaras para batallar. Nunca hubiera permitido que tus preciosas manos se hirieran y mancharan de sangre por algo tan ruin como lo que yo suelo hacer. Ahora más que antes, no permitiré tal cosa.
Jae Beom había recibido las heridas físicas y ambos recibieron las emocionales, pero JinYoung fue quien tuvo que lidiar con las peores. Aún así, se mantuvo firme y no retrocedió por nada. JinYoung era un guerrero más osado y valiente de lo que él fue alguna vez. Jae Beom no iba a descansar hasta ver la mejora del menor, devolverle la confianza y reparar todo aquello que por el momento se encontraba roto.
—Me mantuviste con vida, JinYoung. Tú fuiste la clave en todo esto. De no ser por ti, quizás no hubiera reunido el coraje suficiente para continuar. No vuelvas a menospreciarte, amor mío. Tú realizaste el papel más importante.— dijo acariciando la tersa piel de su mejilla. —Eres la pieza más valiosa, mi consorte.
—¿Consorte?
Por más increíble que pudiera verse, Jae Beom se dio cuenta de que la sorpresa en el tono del príncipe era sincera, y aunque por un mínimo instante se vio descolocado, Jae Beom no pudo sentir más que ternura al ver aquellos ojos brillantes de emoción y ligero asombro.
—Creí que mis intenciones fueron claras al mencionar que volvería por ti. Si no me di a entender lo suficiente, te pido una disculpa y al mismo tiempo te ofrezco toda la sinceridad con la que soy capaz de mostrarme. — El emperador sintió como su pulso salió disparado hacia el cielo cuando las palabras correctas surgieron desde su corazón para ser emitidas al responsable del repentino temblor en su cuerpo. —Te necesito en mi vida. Te quiero para toda la vida. Deseo compartirla contigo, sólo contigo. ¿Me concedes ese honor?
Todo un centenar de emociones se estrelló contra JinYoung, pero el chico ni siquiera dudó en responder. El príncipe sólo tuvo que asentir efusivamente para que el miedo que había corrido por las venas de Jae Beom se drenara por completo.
JinYoung se acurrucó contra él, cuidando en no lastimarlo. Se aferró a sus hombros con la gracia de una bella flor y tembló como una que era acariciada por el frío viento tras murmurar.
—Te extrañé mucho, Jae Beom. Por un instante creí que no volverías, que no te vería nunca más...
El emperador vio prudente intervenir cuando la voz de su amado amenazó con quebrarse de nuevo. Tenía tantas ganas de besarlo hasta el amanecer, de dejar salir el fuego en su interior, pero se contuvo por las cuatro miradas penetrantes que caían constantemente en ellos. Ya habían presenciado su confesión, algo muy personal. Jae Beom quería que sus belfos se fundieran en una danza íntima, sin que fuera espectáculo para alguien más.
—Escúchame.— con sus labios le acarició el rostro por todos lados, borrando con besos los rastros de su tristeza para dar paso a un sentimiento mejor. Cuando las lágrimas se disiparon finalmente, todo lo que veían eran los ojos del otro como reflejo de su alma, y el alma de Jae Beom gritaba una sola cosa.
—Estoy aquí.
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Liviano. Confortable. Correcto.
Así se sentía estar junto al hombre que había ganado su corazón.
JinYoung lo había abrazado con cuidado y se apoyó contra el mayor, buscando su toque. Se mantuvo así durante un largo tiempo en el que se vio seguro y cómodo entre los brazos de su amado Káiser, mientras que sus propias manos se escabullían debajo del saco y le regalaban caricias suaves, tratando de no tocar demasiado para no herirlo más.
Su corazón se removió con dolor tras verlo de esa manera, sin embargo, JinYoung pensó que era mil veces mejor verlo herido que imaginárselo sin vida. Había pensado en eso durante largas horas que le parecieron interminables, desde que lo escuchó salir de las frías bocas aristocráticas hasta el instante en el que comenzó a resignarse hundido entre sábanas.
Fue por eso que no se había despegado de su lugar. No había querido hacerlo. JinYoung necesita sentirlo para hacerse la idea de que Jae Beom estaba ahí con él y no iba a desaparecer cuando el sol despertara. Había visto cómo su hermana y el príncipe Choi lanzaban miradas de incredulidad al presenciar tal escena íntima que nadie tenía el derecho de observar, pero a JinYoung le tenía sin cuidado. Todos los presentes desaparecieron, sólo podía oler la fragancia inconfundible del emperador, sólo podía verlo y sentirlo a él. Eso era todo lo que le importaba.
Con la punta de los dedos rozó un objeto que estaba resguardado en uno de los bolsillos del saco de Jae Beom, fue entonces cuando Lim rompió el confortable silencio que había reinado en la alcoba.
—Debo enseñarte algo.— susurró sacando un pergamino con ornamentas doradas para después entregárselo. JinYoung lo tomó pero no se dignó a abrirlo hasta que Jae Beom le indicó que lo hiciera.
El sello del dragón decoraba el papel y había un sinfín de nombres y garabatos desde el inicio hasta el pie de la hoja.
—¿Qué es todo esto?
—La proclamación de una nueva ley. —JinYoung miró con asombro a Jae Beom cuando dio inicio a la explicación del pergamino.— Cualquier miembro de la realeza que no esté de acuerdo con su compromiso nupcial tendrá derecho a objetar o romperlo. Ese papel demuestra que todos los miembros de la corona que aún no han contraído matrimonio están de acuerdo con esta nueva ley. Se necesita evidencia que demuestre cuán aceptada será, de lo contrario no se tomará en cuenta. No fue sencillo conseguir la firma de todos, pero no hay nada que mi grandioso general no logre.— Jae Beom señaló el espacio al final del pergamino. —Como puedes ver, sólo falta una.
JinYoung se acercó al candelabro en su buró para observar con más detalle los grabados en el papel y sonrió tras ver que el primer nombre que encabezaba la lista era el del rey Tuan y el último en firmar hasta ese momento había sido el príncipe Kim.
Con esto, tanto Mark como él podrán enviar una solicitud para anular su compromiso sin ser ignorados o tildados de traidores por sus familias. Ese pergamino se convertiría en la clave para que pudieran ser libres. El simple pensamiento ocasionó que el enorme peso sobre sus hombros desapareciera. Los días y las noches de tormento acabaron cuando JinYoung escribió su nombre y firmó sobre aquél espacio en blanco reservado para él.
Lleno de anhelos por un futuro mejor, el pergamino estaba listo para ser entregado. JinYoung lo dejó en manos del general Wang, quien luego de una reverencia recogió un sobre que resguardaba la solicitud para la ruptura de su compromiso con el rey Tuan.
—¿Estás listo para partir?
La realidad no lo había golpeado tan fuerte hasta ese instante.
Santo cielo. Él iba a ir al castillo de Jae Beom en las tierras prohibidas, no de visita, sino de manera permanente... Y eso era algo que lo tenía a punto de dar saltos de emoción, porque JinYoung no estaba siendo obligado, era una decisión que había tomado sin la intervención de alguien.
—¿JinYoung?—Jae Beom lo miró sin saber qué hacer, probablemente pensando que le aterraba la idea de acompañarlo hasta su reino.— Si no estás de acuerdo en ir...
—¡No! Quiero ir, sólo que no estoy preparado.— Una ingrávida decepción afloró en la mirada de Jae Beom. JinYoung se encargó de hablar antes de que se hiciera más ideas erróneas.
—Me refiero a mis cosas. No están listas.
—Vendrán a recoger tus pertenencias por la mañana. No podremos transportar todo en un solo carruaje.
—¿Carruaje?
Eso sólo podía significar una cosa. Iban a partir de inmediato.
—Hay uno aguardando por nosotros. El rey Tuan ofreció el suyo.
—¿Seguro que no lo amenazaste?
—Te doy mi palabra al decir que no hice tal cosa. No en esta ocasión. —Por primera vez vio al gran Lim Jae Beom con el rostro avergonzado mostrando culpabilidad. —¿Qué es lo que quieres llevar ahora?
JinYoung no perdió el tiempo, se apresuró en tomar un par de prendas, zapatos y productos de su tocador. No sabría con exactitud cuánto tiempo podrían tardar en llegar sus pertenencias a las tierras prohibidas.
—Oh, no. ¡Mis libros!
—Kunpimook seleccionará tus favoritos y los llevará abajo.— dicho esto, el rey Tuan salió en busca del heredero al trono tailandés.
Su hermana y Choi se acercaron para ayudarlo a acomodar las pertenencias elegidas en unas maletas de tamaño medio. -Nos encargaremos de que todas tus cosas lleguen a salvo a tu nuevo hogar.
Nuevo hogar. Ni siquiera él podía creerlo.
Su corazón se llenó de calidez al ver cómo todos ayudaban. A pesar de la conmoción por los acontecimientos recientes, Jimin no dejaba de sonreír mientras que YoungJae parloteaba sin parar.
"No puedo creer que esto esté pasando".
"Mark lo sabía y apuesto que Kunpimook también. ¿Por qué no me dijeron nada?".
"Siempre soy el último en enterarme".
"Al menos quiero ser el primero en saber cómo son las tierras prohibidas, así que asegúrate de enviarme una carta".
Lo último que tomó fue lo que más valor tenía. La pequeña caja con las cartas y todos los obsequios que Jae Beom le dio. Una vez que la tuvo en sus manos, salió de la habitación siguiendo a Jae Beom por el pasillo y luego por las escaleras hasta llegar abajo. El emperador sostenía firmemente la maleta con sus cosas. La pareja casada los seguía por detrás.
JinYoung se aferró a la caja. Tuvo miedo de que algún guardia se interpusiera y alertara a los demás, pero en vez de eso miró con asombro cómo todos se detenían y hacían una reverencia al ver pasar al emperador, quien con su inigualable aura fuerte se pavoneó victorioso.
Sintió un enorme alivio de no ver a los reyes impidiendo el paso, en su lugar, Mark y BamBam esperaban por ellos en la entrada, luego de haber metido dos cajas de fina madera a la carroza, ambas repletas de sus libros favoritos.
No se sintió mal cuando entró al carruaje, ni cuando la puerta se cerró tras ellos, mucho menos cuando los caballos comenzaron a galopar. Observó como los futuros reyes se despedían de él con las manos, Mark se mantenía con su porte característico sin moverse y Kunpimook agitaba un pañuelo blanco en el aire, cada uno deseándole un feliz viaje a su manera.
Se sintió más que bien alejarse del castillo y ver cómo este se hacía más y más pequeño bajo el manto de la madrugada. No despegó la mirada de la pequeña ventana, era la primera vez que se dirigía al reino del emperador y no pensaba perderse cada minúsculo detalle. Las estrellas en lo alto brillaban de una manera espectacular, haciendo que su travesía dejara de ser una despedida gris y en su lugar se convirtiera en un mágico viaje que marcaba el inicio de una vida prometedora. La vida que siempre quiso.
La historia del príncipe que se enamoró del villano había acabado bien después de todo. Su preciado dragón lo llevaba lejos, a un lugar donde nadie cuestionaría su unión.
—No puedo creer que resguardaras mis regalos con tanto fervor.
JinYoung llevó su atención a la voz que lo llamaba. Jae Beom tenía en las manos las cartas que le dedicó, las analizaba con detalle como si no pudiera creer que las hubiera conservado todo ese tiempo.
—El príncipe Buhwakul hizo un buen trabajo ordenando las piezas, aunque no pudo hacer mucho por la cajita musical.
Estaba infinitamente agradecido por tenerlas aún, pero continuaba sintiendo melancolía al ver las líneas que mostraban la hoja en partes irregulares. Le había encantado sentir la textura suave del papiro, ahora sus dedos se deslizaban por una capa de barniz que mantenía los pedazos en su lugar.
Y en cuanto a la cajita musical, aún añoraba infinitamente la melodía del vals que bailaron la noche en la que se conocieron.
Era una melodía preciosa que calmaba su ansiedad cuando lo necesitaba y lo arrullaba cuando era necesario. Justo en ese momento escuchaba el tintineo peculiar de las notas que iba a un compás de tres por dos.
Uno, dos, tres. Uno, dos, tres.
Con asombro, JinYoung miró cómo Jae Beom había dado cuerda a la caja después de arreglar las piezas de cobre y metal en el interior. Y así como así el uno, dos, tres que temió no escuchar jamás, llenó cada espacio dentro del lugar.
Su corazón latía desenfrenado al presenciar lo que tenía al frente. Un hombre magnífico que hizo todo por estar junto a él. Movió cielo y tierra, literalmente se enfrentó a más de mil hombres para demostrar la fuerza de su afecto y llegar hasta su lado.
Todos veían en el Káiser a un hombre sin escrúpulos, con el mal corriendo por sus venas, cegado por el poder. Mientras que él sólo veía a un ser calmo, justo y bondadoso que había hecho una promulgación que beneficiaría incluso a los que aborrecían a Jae Beom. Todo en honor a los sentimientos mutuos entre amantes incomprendidos.
El emperador creía que nadie más debía pasar por algo como lo que ellos tuvieron que enfrentar solos. JinYoung se sentía orgulloso del dragón al que quería, pero por otro lado, su corazón dolía al saber que probablemente nadie agradecería a Jae Beom como debía ser. Al mayor no le importaba pero a JinYoung no le parecía justo que siguieran tratándolo de esa manera aún después de todo lo que hizo.
En los ojos ajenos que lo miraban como si de un diamante se tratara, JinYoung podía ver un atisbo de impotencia por la melancolía que él sentía.
—No estés triste por eso, vida mía. De ser necesario escribiré cartas todos los días y haré un sinfín de cajas musicales para recordarte cuán profundo es el amor que siento por ti.
Y eran esa clase de palabras y acciones las que le hacían profesar un amor puro hacia Jae Beom. Nadie escucharía las frases emotivas provenir desde su alma, no verían al mismo ser benévolo que JinYoung, y eso le hacía apreciarlo mucho más.
Tenía a ese villano en busca de cariño, dispuesto en cuerpo y alma sólo para él.
JinYoung apartó la caja que el mayor sostenía y se atrevió a sentarse sobre los muslos contrarios. Dejó que el Káiser lo envolviera en caricias y se aferró a los fuertes brazos cuando dio el paso que ambos estuvieron esperando. JinYoung se inclinó para que sus labios se amoldaran a los de Jae Beom, haciéndole saber con roces llenos de pasión -en lugar de palabras- que el amor que sentía por su adorado Káiser era igual de profundo.
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"El blanco se torna gris, la luz se apaga y el cielo de donde escapa la luna es cada vez más oscuro.
Ligeramente se abren las grietas, y a través de una pequeña me iluminas como un rayo de sol. Incluso cuando la noche se vuelve negra, tú logras hacer que brille.
Fuiste el único que me sacó de las sombras. Esa vez que caí profundamente, la luz de la noche se fundía con las estrellas. No puedo dejar de escuchar aquella canción. Todas las noches te sueño y pienso.
Cuando el viento duerme, las cortinas se mueven al compás de nuestro aliento que se eclipsa en el aire. Solo somos nosotros dos en el mundo, todo lo que vemos son los ojos del otro".
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Knock. Knock.
Dos toques en la puerta alertaron a Jae Beom. Dejó a un lado la tinta y guardó la carta inconclusa en su bolsillo cuando el general Wang entró al despacho del emperador. Lo miró expectante con el ojo descubierto antes de oírlo hablar.
—Lamento importunarlo, señor, pero llegó un telegrama del príncipe Buhwakul. Supuse que querría responder enseguida.
Retiró el listón que mantenía seguro el papel y sonrió satisfecho luego de leer la petición del príncipe. Solicitaba quedarse unas semanas en el reino. Ahora el viaje duraba más que antes para BamBam y las tierras tailandesas no estaban precisamente a tres días de su reino.
Él no vio por qué debía negarse, inmediatamente firmó la petición y le ordenó a Jackson que enviara devuelta el telegrama junto con una respuesta más cálida, en donde le agradecía de antemano el viaje cansado que haría por el cumpleaños de JinYoung.
A Jae Beom le había agradado Kunpimook. A pesar de ser el próximo en la línea de sucesión real para el trono tailandés, al chico no se le habían subido los humos a la cabeza. Tuvo la dicha de conocerlo cuando fue a la ceremonia nupcial que tuvo lugar en las tierras alemanas de su familia.
Había sido uno de los invitados de honor junto con el rey Tuan, el príncipe Kim y los monarcas de las tierras Park, próximos a ser coronados. Después del exilio de los anteriores, Jae Beom dejó el reino a cargo de la princesa y su esposo. Ambos se desempeñaban bien y hacían un trabajo excelente, mejor de lo que se había esperado, así que el pueblo no podía estar en mejores manos.
Él había querido que JinYoung se sintiera cómodo en la ceremonia y a pesar que había estado feliz por ser aceptado con los brazos abiertos por los Lim, lo fue aún más cuando vio rostros familiares llegar al palacio.
Jae Beom fue muy cauteloso en escoger la fecha, la hora y el lugar. Le dio a JinYoung esa boda de ensueño que soñó con tener junto a su más grande anhelo.
Ciertamente, los demás monarcas comenzaron a mostrarse más abiertos respecto a él y su papel como emperador después de conocer la historia problemática con el reino Park. No habían tenido altercados en un largo tiempo y las tierras prohibidas fueron más prósperas gracias a cierta persona que se sentaba entusiasmada junto a su trono.
En un principio Jae Beom temió por la reacción de JinYoung ante el reino. Todo resultaba confuso y extraño para él, pero el valiente príncipe no se dejó influenciar por las historias sobre las tierras prohibidas. Al bajar de la carroza, JinYoung se encontraba somnoliento por el viaje, que resultaba más tardío si se tomaba el único camino legal. Recuerda cómo caminó firme y decidido hasta las puertas del castillo y cómo este se tornó en todo aquello que Jae Beom esperó con su llegada.
Un hogar.
JinYoung aportó su toque y llenó de vida cada espacio. Con sus carcajadas, su melodiosa voz, sus juegos y su presencia.
—Mis deberes han terminado por hoy, Jackson. Puedes retirarte también.
Jae Beom se puso de pie y caminó por los pasillos y salones hasta llegar a la zona de los dormitorios. Las pinturas en las paredes altas y las esculturas en los rincones dejaron de verse sombrías, los grandes ventanales con las cortinas retraídas se alzaban en lo alto y los últimos destellos de la tarde hicieron su camino más fácil.
Con la agilidad de un felino, entró a la habitación principal sin hacer ruido. JinYoung estaba de espaldas mientras que las damas de compañía que le había asignado revoloteaban a su alrededor ayudándole a cambiar su atuendo por uno más adecuado para ir a la cama. Igual de parlanchinas que JinYoung, reían con sutileza ante lo que sea que su adorado esposo les estuviera contando.
Jae Beom carraspeó para que su presencia fuera tomada en cuenta. JinYoung se agitó al oírle y las damas se reverenciaron inmediatamente.
—Hola— saludó JinYoung una vez que llegó hasta él. —No te he visto desde la mañana.
—Estuve ocupado, mi cielo.— se excusó.— Pero eso no me impidió pensar en ti durante todo el día.— susurró sobre sus labios para después besarlo castamente.
Las damas se voltearon cohibidas para darles privacidad, como todos los sirvientes del castillo que precensiaban actos cariñosos entre ellos.
—Jae Beom.— JinYoung reprochó también con las mejillas ligeramente pintadas.— No he terminado de cambiarme.
—No hay problema con eso.— Jae Beom se volteó para hablarles con claridad a las mujeres en la habitación. —Pueden retirarse. Seré yo quien ayude a su alteza a cambiarse.
Tras unas últimas reverencias para ambos, las damas los dejaron solos en la habitación. Jae Beom llegó hasta la puerta y la cerró, asegurándose de deslizar el pestillo.
Al darse la vuelta, vio a JinYoung mirarle cómplice a través del espejo. Podía leer con claridad lo que deseaba, y Jae Beom no estaba dispuesto a declinar sus órdenes.
Paso tras paso, no despegó la mirada hasta llegar detrás de él. Envolvió el cuerpo del menor con toda la gentileza posible, recargó la barbilla en sus hombros y se dispuso a terminar el trabajo de las damas.
—¿Cómo estuvo tu día?— preguntó deslizando las manos sobre los firmes muslos, llevando abajo los pantalones hasta dejarlos caer al suelo.
Ambos se estremecen. JinYoung por el contacto y Jae Beom por el recuerdo de la primera vez en la que cumplió sus fantasías al besar y tocar todas las partes sensibles del pelinegro.
—Agitado.— respondió JinYoung. —Tuve una rutina pesada. Aunque no tanto como la tuya, supongo.
—Desde luego, también tuve un día agitado pero nada que los besos de mi adorado consorte no puedan remediar.
Lo siguiente que Jae Beom supo fue que se había perdido en JinYoung, admirando cada centímetro a su disposición. El pelinegro sólo tenía que sonreírle o mirarlo como lo hacía en esos instantes y él perdía la noción de todo; del tiempo, el espacio y el lugar.
JinYoung le tomó el rostro entre sus suaves manos y lo arrastró consigo, dejando que ambos reposaran sobre las sábanas que compartían. Lentamente abrió los botones de la camisa de JinYoung, arrastrando los dedos con veneración para provocar estremecimientos en su compañero. Su piel era igual que los delicados pétalos de flores que ponía en su bañera, su esencia embriagante se mezclaba con las mejores fragancias cosechadas únicamente para él.
El cuerpo de Jae Beom vibraba con anticipación por verse preso entre sus brazos, por encontrar el calor y los arrullos que necesitaba para dormir contento.
JinYoung le retiró el parche y Jae Beom se estremeció. No había dejado que nadie más lo viera con el ojo descubierto a pesar de que la herida estaba a punto de cicatrizar por completo como las demás, pero no significaba problema alguno cuando se trataba de JinYoung. Él era la única excepción, no sólo en ese aspecto.
JinYoung era el único a quien recitaba versos de amor en su oído cuando cabalgaban juntos o descansaban en el jardín, tomando el té y comiendo postres. Era el único que recibía sus sentimientos en forma de cartas, roces y suspiros. Sólo por él se desvelaba haciendo cajitas musicales o cualquier cosa que el chico le pidiera, como bailar juntos bajo las estrellas y la luna como únicos testigos. Sólo él podía verlo en su estado más vulnerable y ofrecer lo que a Jae Beom le hacía falta, llenando los espacios correctos hasta lograr que las emociones indeseadas desaparecieran.
Los dulces labios de JinYoung acariciaron su párpado, ocasionando que Jae Beom suspirara al sentir cosquillas. Todo su cuerpo se estremeció por los pequeños besos de JinYoung sobre su rostro, besos que revoloteaban por todas partes y pintaban sus mejillas hasta hacer que su cuerpo se fundiera con el calor que su precioso consorte desprendía.
Y ahí, mientras recibía caricias sutiles y escuchaba el ladito adormecedor de su corazón, Jae Beom encontró las palabras perfectas con las que terminaría la carta.
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Toco a tu ventana a media noche, como una serenata de amor. Toco a tu corazón y lo sacudo con un dulce amor.
Sin que nadie lo sepa, me acercaré y dejaré que me escuches toda la noche. En tus brazos soy como un niño que probó un dulce por primera vez. Mi adicción es la dulzura que probé de los labios de un príncipe, mientras me escondía de todo el mundo a su lado.
Espero que el tiempo se detenga para siempre. Quiero que vueles hacia mí como una pequeña mariposa y me derritas una vez más.
Eres lo mejor que he tenido, te veo incluso cuando cierro los ojos.
Aunque parezca patético, elegí el amor verdadero. Ahora mi cielo está lleno de estrellas azules que aparecieron tras una mirada tuya.
Te amé antes, ahora te amo más.
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The end. 👑 💞
Comencé esta historia el 06 de enero de 2020 y un año después con dos días de diferencia está oficialmente concluida.
Fue curioso que la publicara antes de que saliera DYE, ese álbum me cayó del cielo y a partir de ahí los capítulos estuvieron inspirados en las canciones, pero la historia surgió en mi mente gracias a una canción de Johann Strauss, "Kaizer-Walzer" o "Emperor Waltz".
Gracias a todos por haberla leído, sobre todo por ser pacientes.
Si les gustó esta temática de la realeza, entonces pasen por mi perfil en el futuro porque definitivamente escribiré más.
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