Trois

En aquel entonces a Jungkook le hubiera gustado reírse en su cara, decirle que su maldición a él no le afectaba en lo más mínimo; podía muy bien seguir acostándose con quien le pareciera, él liberaba tensión mientras que la otra persona terminaba encontrando a su alma gemela en exactamente siete días.

Era un ganar-ganar para ambos, obviamente eso no tenían por qué saberlo.

Él podía sobrellevarlo, aunque Jimin lucía en verdad preocupado, el podía manejarlo. Su corazón no se estaba haciendo pedazos como esa loca afirmó que haría.

Él podría vivir con eso.

Al menos, eso pensó.

Sin embargo, cuando el tiempo pasó y su mentalidad joven se tornó un poco más juiciosa y prudente, sintió en toda su plenitud el peso de aquellas palabras; cuando quiso apostar por alguien y por primera vez tuvo una relación seria, pero como era de esperarse sucedió lo que tantas otras veces.

Cuando algunos años después se enamoró de alguien y quiso entregarse por completo a ella, sin restricciones, con la promesa de un mañana, juntos. Trató de postergar la intimidad lo más que pudo, sin embargo cuando se casaron y la noche de bodas llegó, no hubo nada que pudiera hacer para seguir evitándolo.

Días después –siete días– lo había sentado con la intención de hablar y le había explicado con los ojos empañados que había encontrado a alguien más por quien comenzaba a encariñarse y no era justo para los dos seguir en su incipiente matrimonio si ya ella no lo amaba igual que antes. Jungkook le secó las lágrimas mientras luchaba por mantener las propias y ella sollozaba que no sabía cómo había pasado tal cosa. Pero él sí lo sabía, había pasado por esto demasiadas veces como para entender que él no era la persona destinada a permanecer en su futuro.

Claro que lo sabía, pero eso no quitaba el hecho de que esta situación lo estaba matando por dentro. No anesteciaba el dolor.

Así, su primer amor y la persona que el creyó sería el amor de su vida, ahora no eran más que recuerdos punzantes que algunas –muchas– veces emergían en forma de pesadillas.

Ahora, a sus 27 años de edad, había logrado graduarse con honores y pudo dedicarse completamente a la compañía que su difunto padre dejó en sus manos.

Era un CEO hábil, inteligente y competente por lo que en poco tiempo hizo crecer la empresa y su patrimonio hasta tres veces más, atrayendo potenciales inversionistas e inaugurando nuevas filiales en otras partes del país y Hong Kong.

Se había vuelto –aun más– asquerosamente rico, mas su vida sentimental, la que nunca pensó en tener, era una completa ruina. Estaba solo.

En las frías noches cuando llegaba del trabajo y la calefacción no hacía bien su trabajo, abría una botella de whiskey y se recostaba en su sofá en espera de que el alcohol hiciera lo suyo.

Habían muchas de esas noches, como la anterior, cuando se quedó dormido y ebrio en la sala de estar, sólo que esta vez no esperaba que lo primero que viesen sus ojos al despertar fuese el rostro inquieto de Jimin mirándolo con disgusto.

"No puedes seguir de esta forma, Jungkook. No es sano" le reprendió para luego encaminarse hacia la cocina por una bolsa de basura.

Jungkook había hecho bastante desastre esta vez; no había una, sino tres botellas de vodka desperdigadas por la sala, un vaso roto en el piso y otro tirado en medio de la alfombra con el poco líquido que le quedaba derramado sobre esta.

Después de que hubo recogido todos los pedazos de vidrios rotos, limpiado la mancha y dejado todo lo más decente posible, se sentó en la pequeña mesita de madera frente al sofá mirando a un Jungkook –a duras penas– despabilado.

"¿Pasó algo hoy?" tocó su brazo con cautela. "Habla conmigo, Kook"

"¿Qué quieres que te diga?" repuso con la voz opaca, mientras se sobaba la frente en un vago intento de disminuir la jaqueca. "¿Que cada vez que entro a esta casa siento como si las paredes me tragaran vivo?, ¿Que la única forma que tengo para no ver sombras negras cuando duermo es ahogándome en alcohol y que me siento como la mierda? Todo eso ya lo sabes"

Jimin tragó duro. Su amigo llevaba un tiempo así, pero cuando su esposa le hizo llegar el acta de divorcio simplemente terminó por quebrarse.

"Escucha, seguiremos buscando ¿Sí? Encontraremos a alguien que pueda ayudarte, solo tienes que esperar un poco más y..."

"Es fácil para ti decirlo mientras vas por ahí tan campante y no eres tú quien está maldito" gruñó.

"Estás siendo injusto, Jungkook" le reprendió con el ceño fruncido.

Arrepentido, suspiró pesado. Jimin no merecía su enojo. No era su culpa, no era culpa de nadie, más que de sí mismo.
Años después lo entendía.

Pero aveces el positivismo de Jimin lo agotaba. Los últimos cinco años habían estado buscando por una solución; indagaron en internet, visitaron un sin fin de personas que aseguraban ser expertos en lo suyo, pero muchos de ellos terminaban sin saber qué hacer y otros pocos lo estafaron. En serio quería tener la misma fe ciega que su mejor amigo cuando aseguraba que todo iba a mejorar. Pero no hallaba una forma en la que pudiera hacerlo, y definitivamente no podía esperar más tiempo como Jimin le estaba pidiendo.

"Lo siento. Me excedí. Creo que lo mejor será que te marches, yo..."

"Tú tomarás un baño mientras te hago una sopa, y te la beberás toda" dijo su amigo en ese tono que utiliza cuando no admite un No por respuesta.

A Jungkook no le queda de otra que ceder al mandato de Jimin y, muy a su pesar, despegarse del sofá, no sin antes dedicarle una cara de pocos amigos que evidenciara su disconformidad.

Su mejor amigo no había cambiado en lo absoluto en esos años, y eso confortaba a Jungkook, que al menos una pequeña pero impotante parte en su vida siga siendo permanente.

Al día siguiente se encontraba en su oficina, agradeciendo mentalmente que la junta directiva que había presidido no se haya extendido más de lo previsto.

Estaba un poco extenuado y con un leve dolor de garganta que no sabía si se debía al vodka de la noche antes pasada o a la humedad y frialdad del clima esa mañana. Había logrado dormir medianamente bien gracias a unos somníferos que le había dado Jimin antes de irse. Al menos no tenía dolores de cabeza y eso era un punto a su favor.

Un sonido familiar le hizo desviar su atención un segundo hacia su móvil, al ver que era su mejor amigo quien llamaba contestó.

"Buenos días, Jimin" saluda mientras repasa los contratos de ventas que esperaban por su firma. "Estoy ocupado, si no es nada ur..."

"¡Jungkook! ¡Dios, no creerás esto!" escucha la voz eufórica de Jimin interrumpirlo desde el otro lado de la línea.

"¿El qué? ¿qué ocurre?"

"Por fin, después de tanto tiempo..." empezó a divagar impacientándolo.

"Jimin, no tengo toda la mañana. Si no me dices ahora voy a col..."

"¡Lee Ji Eun regresó a Seoul!"

Después de eso, hubo varios segundos de silencio en el que Jimin pensó que Jeon había cortado la llamada.

Lee Ji Eun... ¿Había escuchado bien?

Jungkook sintió como su cuerpo se tensaba y el agarre sobre los papeles que mantenía en su mano se apretaba. Soltó el aire que no sabía que retenía y tomando una respiración profunda intentó calmarse a sí mismo.

Hace años se había marchado ¿Por qué decidió volver?

"¿Jungkook? ¿Jungkook, sigues ahí?" preguntó inquieto.

"S-sí" se aclaró la garganta. "Sí, aquí estoy. Que Ji Eun regresó... ¿cómo lo supiste?"

"Porque tengo un amigo que contrató a su..." un Jimin ansioso por la pregunta ilógica de su amigo cambia de tema a lo primordial del asunto "Eso no importa ahora. Estás en la empresa ¿verdad?"

"Sí, qué vas a..."

"Paso por ti en quince minutos. Tengo su dirección"

"¿Qué? ¡No, espera! " pidió alterado.

"Tranquilo, no me agradezcas. Nos vemos en quince minutos" se escuchó su risa de fondo.

Y antes de que pudiera reprochar nuevamente, ya Jimin había cortado.

Para este instante, Jungkook se sentía al borde de la ansiedad.

Esto era bueno, sí, más que bueno, de hecho. Era lo mejor que habían tenido en años, si había alguien que podría ponerle fin a todo esto, era ella ¿Quién si no?

Por lo que una parte de él estaba emocionado, pero había esta otra parte que lo ponía intranquilo. No sabía qué esperar una vez la viera. Probablemente lo seguiría odiando, probablemente lo echaría a patadas una vez lo viese. Era improbable que ella accediese a ayudarlo. Aún así iría para hacer lo correcto por una vez en su miserable vida.

Se lo debía.

Todavía con esos pensamientos rondándoles en su cabeza, se subió al auto de Jimin y se pusieron en marcha.

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