Sept

Una vez todo aclarado, ambos chicos emprendieron su rumbo hacia la ciudad cuando Taehyung hubo asegurado que aprovecharía ese día para investigar una manera efectiva de deshacer el Égrègore.

Y así lo hizo; pasó lo que quedaba de la mañana y parte de la tarde enterrado entre viejos libros y polvorientos tratados de Magia Negra antigua, muchos de ellos mencionaban dichas entidades y explicaban cosas que él ya conocía, pero no decían una solución en concreto. Como último recurso, aún sabiendo que no serviría de nada, decidió urgar en su propio grimorio, lo cual terminó igual que las búsquedas anteriores: infructífero. El único resultado que obtuvo fue la frustración latente que le recorría.

Al menos la clienta que Yoongi le había recordado que tenía minutos después serviría para distraerlo un poco.

Revisando en su agenda encontró su visita confirmada para esa misma tarde.

Song Hae Ji___3:00 pm estaba escrito.

Y debajo de aquel nombre se veían unos tres más.

Contrario a otras personas que se dedicaban a lo mismo, él no cargaba su día de clientes, de hecho hoy era uno de los días que más cargado tenía. Tampoco aceptaba visitas sin una cita previa de por medio, ni promocionaba sus servicios por Internet o algún que otro triste volante pegado a los postes. Ese tipo de propaganda le resultaba invasiva a su privacidad.

Su clientela se basaba en los mismos viejos clientes de siempre y otros tantos que llegaban nuevos guiados por las referencias de conocidos. Todos en edad legal.

Cuando la tal Hae Ji llegó, le informó que venía por algún hechizo que le permitiese conseguir el corazón de alguien. Al oir esto, Tae tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no rodar los ojos; casos como estos son los que más patéticos le parecían, y más aún cuando la misma aseguró estar en sus veintidos recién cumplidos. Una chica en la flor de la vida.

Patético, pero no era su problema.

"¿Son cercanos?" trató de sonar lo más neutro posible. No quería parecer indiscreto, pero necesitaba ese dato.

"Sí. Somos amigas" asintió la joven con timidez. "Pero ella tiene pareja. Un chico"

Complicado... pensó Taehyung, mas no lo dijo, en su lugar se apresuró a ir al verdadero asunto.

"En la noche recogerás en el bosque setas frescas que sean comestibles" explicaba mientras machacaba en un pequeño mortero una raíz de textura similar al jengibre, creyó la joven. "En casa, córtalas y mézclalas con dos gotas de tu propia sangre. Puedes pincharte el dedo con una aguja o extraerla de tu menstruación. Lo que más práctico te parezca" aconsejó ignorando la torcedura en el gesto del rostro de la chica. "Invítale a cenar, o a un almuerzo y sírvele dicha mezcla a la chica con la que quieres estar. Debes velar que la acabe toda. Antes de eso, espolvorea esto sobre la comida" le entregó en un pequeño sobre transparente una ínfima cantidad de un polvo casi anaranjado que había conseguido del mortero.

Raíz de Mandrágora; no eran fáciles de conseguir pero eran muy efectivas.

Las siguientes horas transcurrieron tan rápido que Taehyung no las sintió pasar. Cuando quiso darse cuenta ya eran pasadas las ocho.

Lo único que había agradecido mentalmente a los nueve círculos del infierno era que los últimos tres trabajos hayan sido un poco más emocionantes que el primero; un preparado que albergaba en un su interior un hechizo destinado al fraccionamiento progresivo de la lucidez mental, una maldición por fotografía y la confección de un muñeco vudú, aunque por supuesto, le había pedido a su cliente que regresara en unos días a recoger su pedido. Tomaban su tiempo, y en efecto, había estado trabajando en su relleno cuando sintió que sus discos lumbares pedían por un descanso y su estómago exigía algo de comida.

Había permanecido demasiado tiempo encorvado con los codos sobre su mesa, en la misma posición. Así que, cediendo a los reclamos de su cuerpo, salió del pequeño cuarto dedicado especialmente a sus trabajos de magia negra no sin antes estirar un poco su espalda.

Llegó hasta la cocina y agarró del refrigerador un envase de sopa instantánea para meterla al microondas; estaba cansado y no tenías ganas de ponerse creativo.

Miró de soslayo a Yoongi arrellanado sobre el sofá mirando lo que parecía ser un documental sobre el Tiburón de Lezmas con expresión somnolienta y otro envase de sopa a medio terminar a sus pies. Sintió invadirle una oleada de cariño hacia el chico.

De los dos, quien cocinaba era Taehyung, este conocía lo torpe que era el mayor en la cocina, mas al verlo tan ocupado y concentrado en lo suyo decidió no molestarlo y prepararse algo por su cuenta. Yoongi era realmente considerado, cuando quería al menos.

Después de una charla breve junto al peliblanco mientras se terminaba su improvisada cena, Taehyung dio las buenas noches para tomar una ducha y abrazar finalmente su cama.

Cuando el mayor le había preguntado qué tal iba con lo de Jungkook, no pudo evitar hacer una mueca; toda la frustración y el desoriento le vino de golpe.

Mientras el agua empapaba su cabello y descendía por su piel se preguntó cómo manejar ese asunto, que ya de por sí separados le causaban suficientes dolores de cabeza; Jeon Jungkook, y su maldición.

Y ahora con la cabeza recostada sobre la almohada y su habitación sumida en completa oscuridad, se permitió pensar a fondo acerca lo que actualmente provocaba Jungkook y la proyección de su persona en otro universo alternativo, uno donde no estuviera condicionado por cadenas invisibles e inseguro de sí mismo.

En la época de instituto, se dedicaba a observarlo desde lejos lo más discretamente posible.

Al ser el pelinegro dos años mayor que él, no compartían materias en común, por lo que sólo podían coincidir durante un breve recreo o en el almuerzo. Y estaba bien para él, se conformaba con eso.

Ni siquiera supo con seguridad qué fue con exactitud lo que le atrajo del chico; Jungkook poseía en ese entonces –y ahora– un aura cautivante e imponente que hacía, estuviese donde estuviese, a cualquiera voltear en su dirección. Y por supuesto, él no fue la excepción.

Entre más lo miraba, más lo deseaba, más fantaseaba y pronto su rutina de admirarlo desde lejos se le había vuelto insuficiente.

La idea de encantarlo o realizarle algún hechizo de amarre le parecieron tentadoras, mas se retractaba al instante; sabía que Jungkook estaría a su lado, sí, pero su amor sería como un cascarón vacío: palpable y consistente, pero sin nada en el interior. No quería ese tipo de amor superficial y hueco.

Pensó en que tal vez podría acercársele de algún modo, confesarse quizás.

Entonces las palabras y los valores que su abuela le repetía incansablemente se hicieron presentes aplastando su ilusión de golpe.

Personas como ellos no podían amar a alguien. No debían. Porque quién en su sano juicio querría estar con alguien así. Apenas viesen las sombras entre las que se desenvolvía, saldrían huyendo.

Según la anciana, el amor era algo puro además de una debilidad, tal pureza no iba acorde con ellos y esa debilidad podría significar grandes problemas.

Su trabajo, y lo que era correcto, era seguir con el legado familiar y rendirle respeto a la sangre antigua de bruja que corría por sus venas. Entonces una vez llegara el momento, encontraría a alguien no tan desagradable a la vista, procrearía un hijo que lleve su sangre y continúe con la herencia familiar.

Siendo gay, la sola idea le revolvió el estómago.

Pero así lo habían hecho sus antepasados y su abuela. Él no sería menos y eso era lo que se esperaba de él, a fin de cuentas.

Por lo que con lágrimas contenidas y el corazón pesado, se obligó a guardar todos los bonitos sentimientos que tenía hacia Jungkook en una caja con candado y enterrarla en el fondo de su memoria y con el tiempo, dejó de pensar en él.

Al principio fue bastante difícil viéndolo todos los días, pero luego de que el mayor se graduara en unos pocos meses finalmente, nunca más volvió a saber de él.

Jungkook era el hijo de un empresario de renombre, inteligente, apuesto y con un futuro brillante por delante. Él sólo era un chico de campo con una beca financiada que ni si quiera podía soñar con ir a la universidad porque el único trabajo que le esperaba era uno no tan convencional y mal visto ante la sociedad.

Eran tan diferentes...

Que no volviera a verlo sería lo mejor desde luego.

Por eso no supo qué pensar ante la vorágine de sensaciones que se acumularon en su estómago al ver a Jeon Jungkook, nueve años después, en la sala de su propia casa. Eso era lo único que su cerebro fue capaz de registrar por unos minutos.

Y la caja que creía inexistente ya, emergió orgullosa desde lo más recóndito de sus recuerdos.

Me gustaría saber llegados a este punto intermedio, qué opinan de los personajes.

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