Dix
Por los próximos días, Jungkook se asignó a sí mismo la tarea de visitar a Taehyung con más frecuencia y pasar más tiempo juntos e ir conociéndose.
Dado que prácticamente eran perfectos extraños no quería que llegado el momento de concretar el ritual –o lo que sea que eso fuese– hubiese cierta incomodidad en el ambiente.
Tampoco olvidaba en el hecho de que el chico era virgen, lo que lo ponía aun más nervioso. Un hombre. Y virgen.
Tendría que hablar con Jimin luego.
Esa tarde, Jungkook tardó un poco más en llegar hasta la cabaña, el trabajo se había extendido más de lo previsto.
Cuando abrió la puerta que conducía al patio –después que Yoongi le indicase donde se hallaba el menor antes de marcharse al trabajo– se quedó parado en el umbral, admirando la bonita imagen que presenció.
Había un pequeño cultivo de arándanos y en el sector izquierdo un jardín lleno de flores lilas que Jungkook creyó eran Peonias, y en medio de estas estaba Taehyung, podando las hojas sobresalientes; llevaba unos vaqueros anchos con una camisa de cuadros varias tallas más grandes con un sombrero de paja que sostenía sobre la nuca por una fina cuerda amarrada a su cuello.
Otras personas creerían que lucía ridículo. Jungkook lo encontraba hermoso, una hermosura distinta a todas las que había presenciado antes, mucho más natural y más genuina; los tenues rayos del atardecer revelaban mechas doradas en su cabello castaño que combinaba a la perfección con su piel acanelada. Largas pestañas recubrían sus ojos, casi mieles, y un singular lunar en la punta de su nariz.
Realmente hermoso.
Ante el rumbo que tomaron sus propios pensamientos, se impresionó un poco; no pensó nunca encontrarse admirando a otro hombre desde lo lejos y retratando en su mente cada perfecto detalle, como ahora.
¿Era incorrecto pensar que quería sentir el tacto de esa piel bajo sus manos?
Luego de que Taehyung terminara con sus improvisadas labores de jardinería, decidieron sentarse en el pasto mientras charlaban; Tae le contó sobre su infancia, sobre el hecho de que no conocía a su padre y que su madre había huído cuando tenía diez años al enamorarse de un hombre, cosa que su abuela no aprobó. El castaño aseguró que entendía sus motivos, mas no la perdonaba.
Habló sobre el día que conoció a Yoongi en la funeraria cuando falleció la única persona que le quedaba, y Jungkook pudo notar que su relación parecía ser bastante similar a la que él mantenía con Jimin; ambos significaban más que simples amigos para ellos.
A juzgar por lo que Tae le había explicado, a medias, el peliclaro era una especie de nigromante según dijo, pero a diferencia del primer mencionado, Yoongi no vivía de estas prácticas, prefería usarlas para sí mismo y, desde luego, no zombificaba cadáveres como otros dedicados a esta rama del ocultismo.
Él se decantaba más por lo onírico; retazos de visiones futuras mediante la invocación de espíritus.
Jungkook sintió la piel de sus brazos erizarse; aquello le había espantado tanto como le había intrigado. Sin embargo, no quiso ahondar en el tema.
En un pasado seguramente se hubiese mostrado escéptico, pero después de él mismo haberlo experimentado en carne propia, ese era un privilegio con el que ya no contaba.
Taehyung, en cambio, mostró curiosidad por los otros familiares del pelinegro y Jungkook no pudo relajar la mueca de disgusto que se le formó en el rostro.
La nula relación que mantenía con las hermanas de su padre por el hecho haberlo dejado solo cuando únicamente tenía 16 años y la enfermedad del mismo estalló, era inquebrantable.
Ellas siempre habían vivido en Busan, y Jungkook entendió la lejanía perfectamente, pero un viaje o dos al mes no afectaría mucho a sus inexistentes agendas, aunque por supuesto eso era pedir demasiado cuando ni siquiera levantaban el teléfono para realizar una mísera llamada.
Su vida se había reducido a una habitación –de lujo, pero igual de fría– de hospital, citas con abogados debido a la demanda judicial que enfrentaba la empresa para ese entonces y mantener sus buenas notas en el instituto.
Tres años después cuando su padre falleció, dichas arpías fueron las primeras en tomar asiento para la lectura del testamento.
Su único consuelo ante esto fue quedar como único dueño de la compañía y accionista principal; la satisfacción que le recorrió al ver sus caras bailando entre el asombro y la indignación casi aminoró la rabia creciente contra ellas. Casi.
No era una época que le gustara recordar, francamente. Y Taehyung pareció notarlo al presionar su mano sobre la suya y mostrar tímidamente esa sonrisa cuadrada que solo él poseía.
Entonces, el pelinegro decidió preguntar algo que lo intrigó desde el momento en que lo escuchó.
"¿Es cierto eso que dijo Yoongi aquella vez?" inquirió agarrando una de las flores del jardín. "Sobre que yo te gustaba" aclaró. La mirada esquiva y el sonrojo de Taehyung le dieron la respuesta. "¿Por qué nunca te acercaste?"
"¿Me hubieses correspondido, entonces?" bufó. "Pasabas tanto tiempo con Jimin que llegué a pensar que tal vez eran más que amigos. Y alguien como tú estaba a años luz de mi alcance de todas formas"
"No te hubiera correspondido" se sinceró, atrayendo de golpe la mirada dolida del castaño. "Pero no por las razones que crees. Yo ya tenía un futuro planeado. Cualquier cosa que se saliera del esquema de mi padre era no grata para él. Después de su muerte, fue que comencé a vivir realmente"
"¿Por eso asumiste el mando de la compañía también? ¿Por tu padre?"
La pregunta le hizo analizar cosas del pasado internamente.
A decir verdad, se sintió un poco culpable porque el sentimiento de alivio fuese superior a la tristeza. Cuando conoció a Mingyu y Jaehyun sintió que no había vivido en lo absoluto antes de sus diecinueve años. Su padre nunca fue alguien fraternal, reemplazaba el amor con exigencias, muchas responsabilidades y todavía más exigencias sobre sus hombros que le hacían sentir asfixiarse constantemente. Lo que él deseara no importaba. Sólo fue coincidencia que amara tanto el mundo de los negocios como su padre le impuso hacerlo.
"En parte, pero realmente amo mi trabajo, disfruto de lo que hago" contestó divertido al cabo de un rato. "Además, me gusta mandar"
Tae rodó los ojos aunque no pudo evitar sonreír también.
Si bien el castaño parecía contento a su lado, Jungkook notó el brillo opaco que relució en sus ojos. Y reconoció al instante esa mirada. La había visto tantas veces frente al espejo, cuando no se sentía libre.
Jungkook no estaba del todo bien con las prácticas de magia negra de Taehyung y todo lo que tuviese que ver con estas, eso era un hecho. Aún así, le gustaba estar junto al chico, paradójicamente, le gustaba su compañía y lo cómodo que se sentía a su lado.
Esa tarde, entendió el por qué; Taehyung y él no eran muy distintos. Ambos tuvieron un único pilar durante toda su vida, quienes los moldearon según la forma de sus expectativas, suprimiendo deseos que ni siquiera sabían que tenían.
La única diferencia era que, mientras él consiguió salir de su jaula de oro, Taehyung aún vivía anclado a creencias que no eran del todo suyas sólo porque así se lo impusieron.
Y eso era triste.
Porfa, si hay algún error de corrección o párrafos repetidos no duden en decirme.
Por cierto el próximo cap contiene smut, pequeño aviso y advertencia.
Lindo día!
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