26. PRIMAVERA.

[CAMERON]

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Un mes pasó.

Vi a K preocupado por mí, llorando por noches enteras en el silencio de la noche, sin decir nada. En ocasiones lo veía sentarse solo en uno de los sofás de la casa mientras se quedaba pensativo y triste.

Sufrí por él y por mí. Sufrí por las cosas que pudo decirle mi padre, pero no quería escucharlas todavía, no quería confirmar lo mucho que odiaba que fuera feliz al lado de un hombre y tampoco lo mal que K debería sentirse por todo lo ocurrido.

Sabía que estaba cometiendo un grave error al dejar las cosas así, pero era incapaz de confirmar lo mucho que mi padre podría ocasionar con tan solo unas palabras.

K se mudó conmigo después de ese mes, era verdad que él y yo pasábamos la mayor parte del tiempo en aquel departamento que cada vez se volvía más sombrío y frío, cuando él llevó sus cosas me sentí mejor, porque entendí que no huiría de mi lado y porque K era sin lugar a dudas el hombre que más amaba y estaba bien con ello.

Vi a K conseguir un empleo de medio tiempo en una cafetería cercana a casa, lo vi sonreír y me sentí orgulloso de poder ser parte de cada una de sus sonrisas y logros.

Lo vi esforzarse a diario por ser mejor persona, y salir adelante sin mi ayuda, realmente me hizo feliz saber que podía llegar a ser lo que él deseara.

No llamé a mi padre durante ese tiempo tampoco, me sentí triste y angustiado, pero también me sentía tranquilo y un poco menos culpable por ocultar lo que pasaba en mi vida.

Estaba bien al menos lo suficiente.

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—¿Quieres que volvamos a casa, cariño? — pregunté a K mientras rozaba su mejilla fría con mis nudillos.

Volteó a verme y el azul de sus ojos me atrapó de nuevo, sonreí y él me observó durante un segundo antes de besar mis labios. Amaba la forma en que ahora me besaba sin pensarlo demasiado, solo dejándose llevar por el momento sin pensar en nada más.

—No. Gracias por venir conmigo hasta aquí, Cam — fue lo que dijo cuando se alejó de mí, recorrí cada una de sus facciones como la primera vez que lo vi en aquel vagón de tren.

K era realmente hermoso de una manera aterradora, sus ojos azules siempre estaban mirándote de una forma sincera y sus labios se mantenían en una línea firme, pero cuando sonreía sencillamente era lo más hermoso de mi vida. Tenía unas largas pestañas oscuras que proyectaban pequeñas sombras sobre sus mejillas algo sonrojadas que contrastaban con su piel blanca. Un pequeño lunar cercano a su cuello que era difícil de notar a menos que le prestaras demasiada atención, una nariz recta y cabello oscuro demasiado desordenado, pero que sencillamente era precioso en él.

Suspiré y él alejó la mirada de mí, lo cual siempre me hacía sentir solo, como si algo me hiciera falta. Tomé su mano con la mía y rocé sus nudillos con mis labios, también estaban fríos. Seguí el rumbo de su mirada de nuevo hacía el río Han y hacia el puente iluminado en sus tonos azules.

Cerré los ojos un segundo porque amaba ese lugar, por Hye, por K y por mí. Era el lugar que más amaba visitar después de los brazos y los labios de aquel chico de ojos azules algo pensativos y duros.

—Sé que llevamos mucho tiempo juntos, Cam — susurró abrí los ojos y volteé a verlo, aun miraba al frente, pero no parecía realmente ver algo en específico, solo a un punto sin relevancia, no dije nada así que sencillamente continuó—: Lamento todo lo que hemos tenido que pasar, han sido demasiados problemas que deseaba evitar mientras estuviera contigo.

—No tienes que preocuparte por eso — dije, él volteó a verme y una media sonrisa se extendió por su rostro, pero tan pronto como apareció volvió a perderse en la oscuridad.

—Lamento muchas cosas, Cam. Lamento no contarte mi pasado antes y sobre todo quiero que me perdones por no haber dicho mi nombre hasta ahora, sé que es una estupidez, pero es algo que no podía evitar.

—No tienes que darme explicaciones, cariño. —Mentí, pero en el fondo me hacía feliz escuchar aquellas palabras.

—Claro que sí, al final sé que mereces que lo diga. Usaba esa letra porque no tenía mucho significado para mí, era sencilla y fácil, en algún momento de mi vida se volvió irremplazable y nadie realmente estaba interesado en saber mi nombre real porque todo lo que hacía era buscar personas por una noche, no había más.

—Está bien...

—Sé que lo has pensado. Sé que puedes creer que soy alguien un poco cruel y que no tengo confianza en ti, y quizá tengas un poco de razón. —Soltó mi mano y se puso de pie mientras me lanzaba una pequeña mirada avergonzada y triste—. Sé que tampoco sabes mucho de mi vida y planeo contarte todo lo que quieras siempre que así lo desees, Cam. —Sonrió.

—¿En verdad?

—No puedo esconder muchas cosas de ti de nuevo, Cam, no es correcto para ti o para mí. —Me puse de pie y tomé su mano.

—Vamos a casa.

—¿Por qué la prisa? Creí que te gustaba este lugar.

—Tú me gustas aún más, cariño. Ven.

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[K]

Cameron me arrastró con él, las luces del puente Dongjak quedaron detrás de nosotros, sonreí, porque Cameron era de alguna forma impredecible y amaba eso.

Me llevo a casa.

Cameron mordió mis labios con fuerza, un gemido escapó de mi garganta y ató con fuerza la venda de color negro sobre mis ojos, sonreí y escuché su respiración junto a mi oído mientras sus manos recorrían con gentileza mi cuerpo.

No sé cuándo fue la última vez que había dejado que alguien vendara mis ojos, pero justo ahora todas las sensaciones eran diferentes en aspectos tan comunes para mí que me asustaron, pero no deseaba que aquello terminara, no estando con él.

Los labios de Cameron besaron los míos con más fuerza de la que imaginé, su lengua caliente se abrió paso por mi propia boca, sabía al café que había tomado antes de arrastrarme a nuestra habitación y cerrar la puerta tras él.

Lo escuché gemir suavemente cuando mis manos tocaron la erección que se apretaba contra mi pierna por encima de sus pantalones. Sus labios temblaron en los míos y se alejó con un suave jadeo que me hizo estremecer.

—Amo todo de ti. Tu cuerpo, tu presencia, el sonido suave y firme de tu voz. Si me lo pidieras ahora, viviría solo para amarte todos los días. Te amo, K — susurró.

Toqué su rostro con una mano temblorosa, él levantó un poco la venda que cubría mis ojos, sus mejillas sonrojadas me hicieron volver a besar sus labios con insistencia. Me quité la venda definitivamente y la arrojé al suelo de la habitación, Cameron me miró de nuevo sin decir nada, pero ya no necesitaba hacer aquello.

Anteriormente lo hacia para que los demás no pudieran ver mi rostro mientras tenía sexo con ellos, pero eso era parte del pasado que ya no quería volver a vivir, no con él y no en ese momento y lugar. Amaba ver el rostro de Cameron cuando hacíamos el amor y me gustaba que él viera cada una de mis expresiones y la manera en como yo lo amaba por encima de todo.

—Entonces, por favor, Cam, vive para amarme todos los días — susurré, Cameron sonrió y besó la punta de mi nariz.

—Lo haré, cariño. Lo prometo.

—Si tú me lo pidieras... me quedaría toda mi vida contigo — dije, me regaló una sonrisa brillante y asintió levemente.

—¿Podrías entonces quedarte conmigo toda la vida? — preguntó, acaricié con ternura su mejilla y la besé.

—Lo haré, Cam, te lo prometo.

—Gracias.

Sus caderas se presionaron con las mías, un gruñido bajo escapó de sus labios entreabiertos y sus manos siguieron el lento recorrido sobre mi abdomen, gemí en respuesta y sus labios húmedos besaron mi barbilla y mi cuello, sus dientes rozaron mi piel un par de veces, me estremecí con aquel sutil contacto.

Sus manos recorrieron mis muslos una y otra vez, enredó sus manos en mi cabello y jaló con fuerza, su labios y los míos volvieron a unirse con firmeza y volví a besarlo apresuradamente, porque amaba el sabor dulce que siempre llevaba consigo.

Siguió besándome, mis labios, mi cuello, mi pecho, mi abdomen, sin pensar en nada más de lo que había ocurrido, sin pensar en el futuro que podrías tener, porque al final en ese momento, ese pequeño momento que podía ser cruelmente efímero solo estábamos él y yo.

Cameron me tocó suavemente porque con él, estando ahí en esa habitación que era de ambos ahora, no necesitábamos ir de prisa, no necesitábamos detenernos o pensar en algo más.

Cameron era tierno.

Cameron era todo lo que nadie más pudo ofrecerme durante mucho tiempo.

Cameron era ahora y deseaba fuera por un largo tiempo —toda mi vida— lo único que necesitaba y estaría bien.

Un fuerte y sonoro gemido escapó de mis labios cuando él se deslizó dentro de mí, sus ojos cafés me observaron por más tiempo del que creí que fuera posible antes de moverse, su cuerpo ligeramente sonrojado y perlado en una fina capa de sudor  y sus manos oprimiendo con fuerza las sábanas de la cama, afuera la lluvia caía con fuerza tras las ventanas cerradas.

Repartí besos suavemente entre sus labios y su barbilla, escuchando los sonoros gemidos que lanzaba contra mi propio cuello haciendo que me estremeciera en respuesta, mis uñas se clavaron contra su espalda, gruñó, pero no dijo nada.

Sus caderas empujaron aún más fuerte contra las mías, pequeños espasmos recorrieron mi cuerpo, me mordí los labios y él sonrió, sus labios susurraron un "Te amo" y mis piernas se presionaron aún más fuerte contra sus propias caderas.

Sus gemidos y los míos se volvieron un poco más insistentes, cerré los ojos disfrutando de la paz que me otorgaba su cuerpo. Besó mis labios y con un suave y último gemido él terminó dentro de mí y yo lo seguí después.

Cameron me observó un momento, el rubor y el sudor cubrían sus mejillas, pasé una mano por su rostro mientras se retiraba de mi interior con cuidado, en silencio. Podía escuchar su respiración entrecortada y su voz susurrando algo más en aquella oscuridad, su voz diciendo lo mucho que me amaba. Las lágrimas cayeron por mis mejillas sonrojadas y él se encargó de limpiarlas con sus labios.

Guardamos silencio.

Cameron deslizó suavemente las cobijas hasta cubrir mi cuerpo, luego me tomó en sus brazos y me llevó hasta la bañera, la llenó con agua tibia y me pidió que entrara en ella, él se unió segundos después.

Pude sentir lo cansado y feliz que se sentía mi cuerpo, cerré los ojos y apoyé mi cabeza contra Cameron, él acarició mi cabello con una mano. En ese momento entendí que no podía seguir mintiendo, por mucho que odiara ese nombre, por mucho que trajera más y peores recuerdos consigo, no podía seguir de esa manera, no con él.

—Jo Haruka. Ese es mi nombre — susurré.

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