20. K, estoy enamorado de ti.

La mochila negra resbaló de mi hombro cuando entre a la habitación, la tomé del suelo y observé el lugar. Una cama con sábanas blancas, un sofá y una mesa de centro, todo en colores bastante elegantes, no había mucho aparte de esos sencillos muebles, un par de cuadros adornando las paredes y un ramo de rosas rojas en un florero de cristal.  

La venda roja se deslizó suavemente entre mis dedos, la dejé caer sobre las sábanas y observé la puerta que aún continuaba cerrada, el reloj marcaba las 21:08 horas. Me senté sobre el borde de la cama y enterré el rostro entre mis manos, esperando que nada malo sucediera ahora o que no fuera tan estúpido como para arruinar esta noche.  Le había contado la mayor parte de la historia a Cameron, pero aun cuando quisiera explicar lo que hacía aquí, era mejor que lo viera por él mismo.

El reloj marcó las 21:30 horas., me mordí ansiosamente el labio y tomé de nuevo la venda roja contra mis manos, su suave textura acarició mi piel, hacía mucho tiempo que no la utilizaba, las últimas veces que estuve con alguien fue en lugares diferentes y al alzar y me limitaba a cerrar los ojos con fuerza mientras alguien desconocido tomaba mi cuerpo. 

Vi las manecillas del reloj pasar de 21:31 al 21:32, volví a morder mi labio y cerré los ojos un segundo, un par de pasos en el corredor me hicieron colocar la venda sobre mis ojos, la anudé con fuerza. 

Escuché la puerta abrirse con cuidado, las bisagras emitiendo ese sonido chirriante, mi cuerpo se tensó y mis manos se aferraron a la sábana. La puerta volvió a cerrarse y pude oler la menta junto con el tabaco flotando en la habitación, tragué con fuerza. 

No dijo nada.

Lo escuché moverse dentro de la habitación a pasos lentos y tranquilos, al menos es lo que me pareció. Escuché el sonido de un encendedor y el olor a cigarrillo flotó ahora más intenso sobre la estancia en silencio, me encogí de hombros, su suave mano acarició mi mejilla con ternura y uno de sus dedos se introdujo bajo la tela roja, y pude ver la camisa negra a la altura de su abdomen. 

—Hey, ahí estás. —Me regaló una pequeña y tímida sonrisa, lanzó el humo gris sobre su hombro y yo volví a acomodar la venda sobre mis ojos. 

—Me dijiste muchas cosas ese día, supongo que esto también es parte de ello, ¿verdad?

—Cuando... Cuando te vi por primera vez, esa primera vez solo me concentré en tus manos y en la mancha de tinta entre tus largos dedos y lo tonto que me resultó la forma en como tus nudillos sobresalían. No sabía cómo se veía tu rostro o el color de tus ojos, nada de eso me importó. Ese día simplemente iba a darte esa tarjeta que ahora tienes y esperarte aquí para ver si llegabas, pero no pude hacerlo. Conocí a Adam en ese lapso de tiempo hasta que volví a verte de nuevo. La segunda vez, tú me viste también y eso quizá lo cambió un poco, vi tu rostro y pensé que eras hermoso, que quizá no solo fueron tus manos lo que llamó mi atención o probablemente estaba alucinando. No lo sé... Fue el día que te seguí y estabas con Leah.

—¿Cuántas personas han estado aquí antes de mí? —Su respiración cálida sopló sobre mi mejilla, pude sentir lo cerca que estaba de mí, tocó con suavidad mi rostro de nuevo. 

—No... no sé.

—¿Muchas personas? ¿Hombres? ¿Mujeres? 

—Creo que sí... Hombres... 

—¿Podrías mirarme? — preguntó. 

Desanudó la venda roja de mis ojos y cayó sobre mi regazo, la luz brillante de la habitación me deslumbró un poco, parpadeé un par de veces, Cameron me miró y sonrió de nuevo. Su sonrisa se quedó grabada en mis pupilas, dolía ver lo cerca y tranquilo que se mantenía. 

—K, ¿por qué estoy aquí? — preguntó, tragué con fuerza de nuevo y tomé la venda roja contra mi puño, la apreté con fuerza. 

—Yo... 

—Gracias por decirme todo. —Tomó mi mano y besó suavemente el dorso, siguió hablando—. No estabas obligado a hacerlo, pero te agradezco que lo hayas hecho. Sé que no es fácil para ti y significa mucho que lo estés intentando, pero no quiero que hagas este tipo de cosas, ¿sabes? Venir a lugares que han sido malos o han dejado huellas difíciles de borrar en ti, no está bien. 

—No, estoy bien — susurré, él tomó mi mano hasta ese momento y no había notado que temblaba con fuerza. 

—¿Seguro?

—... 

—Ven, vístete y salgamos de aquí. —Sonrió de nuevo, mis ojos se llenaron de lágrimas que corrieron frías sobre mis mejillas.

—No llores, K. No llores, cariño. No lo hagas. 

❁❁❁❁❁❁

Su cálida mano acarició mi cabello con ternura. Me encogí dentro de mi abrigo y miré por la ventanilla del auto las calles pasar tras ella. Suspiré pesadamente, quizá simplemente estaba muy equivocado sobre todo lo que creía de Cameron, él sonreía y tomaba mi mano sin sentir asco o vergüenza, aun cuando sabía gran parte de mi historia de la forma en que había vivido durante todo este tiempo. 

Cameron decía que todo iba a mejorar, que estaría conmigo hasta el final, hasta que pudiera convertirme en alguien mejor, pero ¿y después? ¿Él seguiría conmigo después de todo eso? No podía solo aferrarme a él y esperar que todo cambiara y estuviera bien, yo quería ser alguien mejor por mí mismo, alguien que Cameron amará sin preocupaciones, alguien a quien llegar y ser confiable. 

¿Cuándo podría volverme alguien así? ¿Cómo? ¿Y si después simplemente veía un par de manos que llamaran más mi atención? ¿Y si Cameron quería formar una familia? 

Maldita sea. 

Observé su perfil mientras manejaba de regreso a su casa, como algo bastante normal. Su nariz recta, sus cejas bien definidas sobre las largas pestañas oscuras que enviaban sombras a sus mejillas, el contorno suave de sus labios delgados, la forma en cómo su cuello y la piel blanca de él contrastaban contra su camisa negra. La forma en que sus manos sujetaban el volante  y sus largos dedos moviéndose al ritmo de una canción inexistente. 

Volví la mirada hacia la ventana, pero eventualmente mis ojos volvieron a él, a la forma en cómo sus mejillas se salpican de un leve rubor en forma de pequeñas manchas de color rosa, sonreí y él volteó a verme.

—¿Está bien si te quedas en mi casa hoy? — preguntó, miré a través del cristal del parabrisas como el semáforo cambiaba a rojo, el auto se detuvo. 

—...Sí.

—¿Estás bien? 

—...Sí. 

—¿Puedo pedirte una cosa? —Miró de nuevo al frente, la luz roja cambió a la verde de nuevo y nos pusimos en movimiento.

—¿Qué?

—...Bueno, ¿podrías dejar de buscar más personas? —Sus manos apretaron con fuerza el volante, pude ver sus venas marcarse aún más bajo su piel ahora tensa.

—¿A qué te refieres? 

—Al llevar gente que conoces en el tren a ese lugar — detuvo el auto frente al edificio, me mordí el labio, él esperó en silencio.

—Cameron... 

—Sé que es la forma en que has vivido hasta ahora, pero me gustaría ser la única persona en tu vida, K. Porque tú eres la única persona en la mía. —Su sonrisa fue tímida, se mordió el labio también y espero en silencio. 

—Quiero... Me gustaría ser alguien del cuál no tengas que avergonzarte, Cameron. 

—¿Qué? No me avergüenzo de ti, K. 

—Yo... Sé que mi vida es un asco y hago cosas desagradables y que está mal que ni siquiera te haya dicho mi nombre, yo... 

—Hey, está bien. Olvídalo, ¿sí? Todo está bien, cariño.

—¿Y si...? ¿Y si no puedo dejar de hacer cosas desagradables? ¿Y si te cansas de esperar a que cambie? — susurré,

Cameron tomó mi mano con la suya y la apretó con fuerza. 

—Esperaré por ti tanto como sea posible. Pero, no vuelvas a separarte de mí, por favor, ¿sí? 

—Sí.

—Tuve alguien a quien amé mucho, sabes que Hye lo fue todo para mí. Esperaba mucho de nosotros y quería formar una vida a su lado y ahora que no está más conmigo ocupa un lugar muy importante y querido en mi corazón. No espero llenar el vacío y tampoco olvidarla. Sin embargo, si deseo enamorarme de nuevo, vivir una vida a lado de alguien que también lo desee. Y nada tiene que ver que seas hombre igual que yo, sencillamente fue algo que ocurrió. No espero que sientas lo mismo que yo, pero al menos espero poder brindarte un poco de la calidez que te hace falta. Espero ser alguien especial en tu vida por mucho o poco tiempo y también deseo ayudarte a que tipos como Adam o Tanner no vuelvan a lastimarte.

Sonrió y sus nudillos recorrieron de nuevo mi mejilla con suavidad.

—K, estoy enamorado de ti.

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