We can't outrun our Destiny
Crow ciertamente entendía poco lo que había hecho en los últimos días. Sora había alardeado mucho sobre muchas cosas, le había pedido que hiciera una cosa, que vigilara en esta calle, en la otra y más. Siempre decía que Yuya estaba cerca y que en cualquier momento iba a verle. Si era sincero, lo máximo que había llegado a ver era a un gato haciendo de las suyas. Pero lo hacía de todas maneras.
Confiaba en el de ojos verdes desde que había tomado una o dos fotos de Yuya mirando a la cárcel de Yuri. Se había entregado casi con una devoción absoluta a eso tras serle reveladas dichas fotos. Shinji también estaba en las mismas, confiaba en el menor y a diferencia de él, sí había visto al de ojos rojos. Muy brevemente y casi había parecido un sueño. Pero lo afirmaba, y también confiaba en él, así que el de ojos rojos debía estar por allí, en alguna parte. Se escondía mucho mejor que una rata de alcantarilla, debía admitirlo.
Habían hecho muchas cosas para ayudar, entre ellas, cubrir varias de las huellas de Yuya, aunque no parecía necesario, el chico parecía un fantasma de por sí. No sabían cómo hacía el chico para comer. Pero encontraban algunos rastros de comida en los lugares que creían había estado. Siempre eran fideos instantáneos, comidos hasta la última gota. Sora siempre intentaba seguirlo, pero siempre le perdía la pista tras un par de calles. Shiji lo había intentado una o dos veces, pero lo perdió apenas unos metros después de empezar a seguirle. Todo fue bastante frustrante.
Todo fue una rutina que estaba dispuesto a aceptar por el bien de su amigo, hasta que llegó ese día. Se preparaba para una nueva noche que se perdería entre buscar a un fantasma que poco o nada se sentía cuando Sora irrumpió en su casa con una cara de casi horror y mucho pánico. Shinji estaba allí con él, habían estado discutiendo sin ganas sobre que sería mejor comer esa noche. Evidentemente, Crow tuvo que admitir al final que tendrían que atragantarse unos buenos fideos instantáneos antes de dormir profundamente y levantarse al otro día. Trabajar y después, en la noche, perseguir. Pero el de ojos verdes les cambió todos los planes en una sola frase.
—¡Yuya ha entrado en la cárcel!
Ambos chicos pararon sus cuerpos de un solo latigazo. Agarraron todas sus cosas de volada y manejaron como fieras hacia el lugar de la cárcel. Sora les explicó con pocos detalles que es lo que había pasado con Yuya, les dio unos intercomunicadores y al llegar les ordenó que fueran por caminos distintos. Siguieron las instrucciones por inercia durante un largo rato. Consiguieron trajes de guardias de seguridad y radios de los verdaderos guardias del lugar. Estando disfrazados, se dirigieron a varios lugares de la prisión y vigilaron el camino que, según Sora, Yuya seguía. Los llevó por varios lugares, a Shiji y a Crow de manera separada; a este último le tocó seguirlo justo cuando llegó al panel de control. El de ojos verdes le dijo que perdió la señal que lo había guiado hasta Yuya y no había cámaras en el interior de la sala. Que debía entrar y ver que ocurría adentro. Que quizá su objetivo estaba allí adentro y podrían dialogar con él.
Y todo eso, llevó a Crow a uno de los momentos más impactantes de su vida.
—¿Y-Yuya?
Apenas había alzado la voz. Pero eso fue suficiente para llamar la atención de Yuya que se encontraba en medio de un silencio sepulcral. Este le levantó la mirada que antes tenía en el cadáver de Leo Akaba y se fijó en Crow. Este se quedó pálido, los ojos amarillos del otro estaban sobre él, pero no mostraban emoción alguna. De seguro había escuchado que había abierto la puerta y su voz, por algo le estaba mirando. Podía imaginarse muchas cosas por las que el chico lo estaba mirando tan prolongadamente.
—¿Crow? ¡¿Crow?! —Sora casi gritaba en su oreja por medio de la radio. Yuya seguía mirándolo directamente—¿Estás bien? ¿Lo encontraste?
La mejilla de Yuya estaba manchada en sangre al igual que parte de su ropa. No sabía si era de Leo o de los otros cuerpos sin nombre que estaban a su alrededor. Solo podía ver como ese chico que había venido a detener había cumplido con su cometido. Una idea, fruto de la confusión y el desconcierto, salió a flote en su mente. Ese chico en frente suyo podría matarlo allí mismo. Eran al menos 8 personas caídas a sus pies. Él solo era uno, ¿qué es lo que le impedía hacerle algo a él también. Tragó grueso y rezó a cualquiera que estuviera allí arriba que lo escuchara y tuviera piedad.
Sin embargo, el otro lo hizo nada de nada. Después de revisar que no iba a hacer nada en contra suya, los ojos amarillos se retiraron de él y pasó de largo. Aún quedaba algo bueno en él.
Miró hacia las distintas partes de la prisión, Crow se cayó detrás suyo sobre sus rodillas y miró a los ocho cadáveres que había en la sala. Sintió nauseas instantáneas. Yuya escuchó como la alarma empezaba a ensordecerle los oídos. Podía olvidarse del plan de Zarc, de la sala de energía. Podía olvidarse de ser discreto. Podía olvidarse de que los demás creyeran que estaba muerto. Su bestia, sus impulsos harían lo que necesitaban hacer. Si eso era acabar con todo ese lugar lo haría. Valdría la pena, sentirse completo, al fin y al cabo, hacía que valiera la pena. Tomó mucho aire y lo expulsó con mucha calma. Miró su disco de duelo y sacó una carta en especial. Esta prisión había contenido a su ser querido, le había hecho deprimirse y sufrir.
Pero más importante
El chico de pelos naranja aún estaba mirando al frente sin saber que hacer cuando se escuchó la invocación de Odd-eyes Pendulum Dragon. Se volvió al chico con una cara de horror. Se alejó un poco al ver que dicho movimiento había hecho que se destruyera parte de la prisión. Por su parte, el dueño de dicho monstruo no se inmutó en lo más mínimo, seguía con su mirada helada como el centro del universo. En cambio, pareció decirle algo a su dragón y este rugió haciendo estrepitar a sus oídos. Cargó un láser en su boca abriendo la mandíbula. Yuya se montó sobre él mientras hacía esto. Crow reaccionó tarde y cuando esos ojos anómalos se fijaron en la sala en la que estaba, no pudo hacer sino correr.
—Rasen Strike Burst! —gritó Yuya con cierta pasión. Estaba enojado, furioso. Rostizó sin remordimientos la sala del panel de control. No tenía argumentos científicos ni pruebas, pero Crow estaba seguro de que no habría poder en ese mundo que lograra encontrar alguna de las cenizas de Leo.
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Hubo un temblor momentáneo y las alarmas, si bien antes era pasables, ahora se volvieron ensordecedoras. Yuri paró su andar y se le aceleró el corazón. Zarc hizo lo mismo y miró alrededor. Estaban en medio de uno de los pasillos. Los guardias que custodiaban la puerta del de ojos fucsias habían acudido adentro de la celda para intentar moverle de lugar, dado que el centro de control no contestaba. Su plan era llevarlo a otra sala que tenían para que no escapara del recinto. Pero ese momento fue aprovechado en creces para el escape. Ahora el exprisionero se estaba imaginando cosas y eso no era bueno. Si no se volvía concentrar en su fuga podrían volver a atraparle. Solo que era difícil concentrarse. Otro temblor más hizo que Yuri tuviera la ligera sensación de que ese plan del que había hablado Zarc estaba saliendo terriblemente mal. Temió por Yuya.
—Creo que algo no anda bien —murmuró Zarc. Yuri se volvió a mirarlo con cara de aburrimiento.
—¿Me estás jodiendo?
—Yuya era el primero que quería que todo esto saliera bien —analizó arrugando el ceño. Algo en su interior empezó a removerse. No reconocía nada de ese sentimiento. No lo sentía ajeno, pero tampoco su memoria no le permitía recordar que era—, no creo que se haya dejado comer por los nervios.
—Pero si han entrado en una cárcel —le reclamó—¿Cómo no se va a poner nervioso?
—Lo que tenía que hacer era muy fácil —se mofó—, la parte difícil la he hecho yo. Y me ofrecí a hacer esto por él, pero... —se enmudeció al instante. Miró hacia alguna de las pareces y abrió la boca.
—¿Pero...? —preguntó Yuri. Miró de un lado a otro al ver que se demoraba en responder, no quería que ningún guardia se le apareciera de la nada.
—Mi niño —murmuró suavemente. Un pequeño rayo de emoción salió de él y sonrió como maniaco—. Odd-eyes.
—¿Qué me estás diciendo? —preguntó. Zarc lo miró a él con una cara de felicidad absoluta.
—Lo invocó, ha invocado a mi niño —sonrió aún más, pero después se dio cuenta—. Tenemos que ir a verlo, tenemos que ir a su encuentro.
—¿Yuya esta con el dragón? —preguntó Yuri de manera algo inocente. Zarc se rio en su cara a manera de respuesta.
—No preguntes tonterías y muévete —dijo mientras le atravesaba para seguir moviéndose por el pasillo. El de ojos fucsias le hizo caso a regañadientes. El de ojos amarillos iba un par de pasos adelante suyo y se paraba momentáneamente a mirar de un lado a otro en cada esquina. Cada vez que veía a alguien corriendo por allí, Zarc le detenía y lo llevaba por otro pasillo para rodearlo. Todo eso, hasta que llegaron a unas escaleras de seguridad. Con algo de duda, empezó a bajarlas. Había muchas cosas en su cabeza en ese momento y no estaba seguro de poder con todas al tiempo. Estaba intentando tener su mente alejada de cualquiera de esos pensamientos. Solo importaba que Yuya y, de alguna manera, ese fantasma, estaban ayudando a escapar. Tenía que contenerse y hacer las preguntas más tarde. Mucho más tarde. Justo cuando estaba a la mitad de las escaleras, hubo otro temblor, esta vez muchísimo más fuerte que los anteriores, casi hizo caer a Yuri de no ser porque se agarró del barandal.
—¿¡Por que está temblando tanto?! —exclamó Yuri mientras soltaba su apoyo y seguía bajando. Zarc ya estaba en la puerta con la cara afuera mirando si había alguien en el pasillo. Pero se volvió a mirar al de ojos fucsias con una rapidez abismal de la nada.
—Es Odd-eyes —dijo él tratando de encontrar palabras para explicarse claramente—, Yuya debe de estar...
Sin aviso alguno, las escaleras que bajaba Yuri desaparecieron de súbito y lo hizo estamparse contra el piso de manera estrepitosa. Zarc abrió los ojos de sobre manera al verle. El grito que dio no fue muy masculino por lo repentino de la situación y fue muy ruidoso. Pero se quedó corto comparado con los demás gritos que hubo a sus alrededores. Había muchos guardias que ahora estaban gritando asustados de muerte por su caída de un piso de altura. Ellos se destrozaron diversos huesos en la caída, se golpearon entre ellos y se amontonaron con otros que estaban en la planta inferior. Todas las plantas y macetas de Yuri se estrellaron contra el suelo y partieron en mil pedazos. Fue una lluvia de cuerpos y cosas por unos segundos. Solo Zarc y Yuya fueron dignos espectadores de la masare.
Yuri se levantó a mirar lo que había ocurrido y se encontró adolorido en medio de un montón de gemidos dolorosos y cuerpos poco móviles. La prisión en la que había estado anteriormente, por más de un año, había desaparecido. Solo veía un montón de cuerpos a su alrededor y al final, muy al final, estaba Yuya mirándolo. Odd-eyes estaba un poco más atrás. Se veía turbio todo. Tuvo el miedo atravesado en él corazón. Se levantó con torpeza. El de cabellos rojos y verdes empezó a correr hacia él con un ritmo bestial. El Dragón empezó a cargar de nuevo en el aire.
Allí fue cuando Yuri se dio cuenta de que Yuya no era el adorable chico que había conocido.
Sus ojos brillaban en un ardiente amarillo, la idea de que Zarc le poseía de alguna manera fue repentina en su mente. La furia que cargaba parecía ser milenaria, se sentía hasta el lugar donde estaba. La sangre bajaba por sus brazos y manchaba sus ropas. La determinación de llegar a él era palpable, pero los sentimientos negativos le estaban llegando al alma también.
La muerte era un olor invasor en su nariz. Pero un antiguo rencor nació en su pecho y le sobrecogió. Sintió lo mismo que Yuya en menor escala. Era extraño, le estaba envenenando con su mera presencia. Tenía ganas de participar, de estar lleno de sangre también. Hacerles ahogarse destruir todos y cada uno de sus huesos. Le pasó un escalofrío por la espalda y su mente se enredó como cables en una cartera. Se quedó quieto mirando totalmente atontado al chico que venía tras él. Pensando en miles de cosas al mismo tiempo. Aunque quizá solo había una importante entre todo ese enredo mental.
¿Por qué sentía que todo eso estaba bien?
Lo único que le despertó fue el fuerte sonido del dragón de Yuya al lanzar un rayo. Este destruyó por completo la única estructura real del complejo. La muralla calló abajo detrás suyo como castillo de cartas con viento. Yuri miró hacia atrás por un instante y después de nuevo al frente. Desplomados y tristes se vieron los cimientos de la cárcel del muerto. Odd-eyes empezó a correr en la misma dirección de Yuya. En unos pocos pasos alargó el cuello y con los dientes agarró el cuerpo de su otra mitad. Lo levantó sin perder el paso o dejar de aplastar cráneos; y lo puso sobre su espada. El de ojos rojos se compuso con facilidad y fijó su mirada en el de ojos fucsia.
Este ultimo temió por su vida por unos segundos.
—Este chico está loco —murmuró Zarc a su lado. Yuri se sobre saltó y le dio una mirada rápida. Casi se había olvidado de su presencia. Pequeños temblores lo hicieron volver a mirar a Yuya y este ya estaba muy encima suyo.
Solo miraba a Yuya. No detalló como el dragón abría sus enormes fauces, mostrando sus innumerables colmillos y espesa saliva. Solo veía los ojos de Yuya, llenos de rabia, dolor e incluso, sin que pudiera creerlo, preocupación. Le agarraron al vuelo de sorpresa. Toda la sangre se le bajó de sopetón a los pies y el miedo apretó su corazón con dolorosa fuerza. Apenas pudo jadear de la sorpresa mientras su cuerpo era movido contra su voluntad hacia el cuello de la temible criatura.
Yuya le agarró allí, con ambos brazos y le ayudó a estabilizarse en unos pocos segundos. Yuri quería decir algo, cualquier cosa. De verdad que quería gritar por la confusión de no saber que pasaba. Pero el de ojos amarillos fue mucho más rápido y decidido.
—¡Agárrate! —ordenó. Era la voz de Yuya de siempre. Pero el tono era brusco, salido de las fauces de una bestia. El miedo encogió su corazón hasta tal punto en el que no pudo sentirlo. Luego, Odd-eyes golpeó con su propia cabeza la estructura que tenía adelante y se abrió pasó por esta. El de ojos amarillos le hizo agacharse en el lomo de la bestia. Miles de trozos y escombro volaron alrededor suyo. El dragón rugió fuertemente, ensordeció sus oídos como nunca y, por si fuera poco, no parecía afectado por el tremendo golpe que acababa de dar.
Rompiendo todo a su paso, el monstruo se hizo camino hacia la superficie. A plena calle a la luz de la luna. La criatura se vio majestuosa a los ojos se Zarc, pero temible para los pocos testigos que había cerca. Empezó a correr calle abajo a toda velocidad. Yuya se alzó en el lomo a mirar mejor la calle y el panorama. Su equilibrio sobre la bestia en movimiento era admirable, como si hubiera hecho el mismo proceso miles de veces sin esfuerzo alguno. Ambos homólogos lo veían admirados. Sus ojos brillaban anormalmente en la noche y su ceño fruncido estaba demasiado pronunciado. No cambio de expresión mientras revisaba los alrededores, hasta que lo vio.
Yuya abrió los ojos en sorpresa y abrió suavemente la boca. Yuri, a pesar de los mareado y perdido que estaba, también dirigió sus ojos hacia ese lugar. Sora estaba allí, mirándolos mientras corría con habilidad por los tejados. Zarc hizo una mueca. Todos veían que movía la boca y gritaba, pero nadie prestaba atención o le alcanzaba a oír. El chico portador de Odd-eyes flaqueó al verle. La cabeza le dio vueltas y sintió un ligero mareo que lo hizo tropezarse ligeramente en sí mismo. Los ojos dejaron de brillarle tan intensamente y empezó a parpadear mucho. Una sola palabra salió de él.
—¿Sora? —murmuró. Yuri, de milagro puro. Logró escucharle, se volvió a él. Vio como casi se cae y le agarró de la cadera. Fue lo único que se le ocurrió.
—No te caigas —ordenó sin autoridad. Fue más una petición desesperada. El chico lo miró de vuelta, con un ojo cerrado. Sintió que las aguas se habían apaciguado. Había confusión y remordimientos en él, algo había cambiado, algo le estaba calando el corazón. Pero duró muy poco, el fuego volvió a él como una llamarada. Fijó ambos ojos en Sora y los arrugó como si fuera un animal molesto. Yuri pensó que solo le faltaba gruñir. Con un movimiento rápido agarró una carta en su mazo de cartas. Alzó su mano y con los ojos fijos en el de cabellos celestes activó la carta.
—¡Violet Flash! —gritó. Yuri supo a lo que se refería mientras ocurrió. La intensa luz violeta inundó las miradas de todos y los hizo desaparecer.
Sora se cegó momentáneamente y tuvo que parar su paso para que no se fuera a caer. Maldijo internamente varias veces mientras trataba de volver a ver.
—¡¿Sora?! —sonó el intercomunicador en su oído. Era Shinji, se había retirado del lugar sin dar explicación alguna, normal que le gritaran con tal desespero. Jadeó del cansancio y se estabilizó aún con la visión limitada—¡Sora, contesta!
—¡Salí a perseguirlos! —gritó al intercomunicador, su frustración estaba desbordante hasta de él mismo. Parpadeaba seguidamente como loco y luego sacudió su cabeza—¿No los vieron! ¡Salieron con Odd-eyes por toda la avenida! —abrió los ojos de nuevo y ahora podía ver mucho mejor. Reanudó su camino—¡Los estoy persiguiendo! —Empezó a jadear por el cansancio mientras corría—¡Pude ver a Yuya y Yuri sobre él! ¡Pero perdí contacto visual! —Saltó de nuevo y fijó sus ojos en la lejana figura de Odd-eyes y se puso a perseguirla de nuevo. Nada evitaría que volviera a encontrar a su amigo—¡Lso volveré a alcanzar! —aseguró mientras se alejaba corriendo.
Yuya miraba fijamente a la dirección en la que Sora se había ido. Estaba oculto con Yuri en uno de los callejones esperando ver al de cabellos celestes pasar. El otro estaba restregándose los ojos suavemente, lo había tomado desprevenido y llevaba mucho sin usar ese truco. Le dolían un poco los ojos. Pero solo usaba una mano para eso. La otra estaba siendo fuertemente sostenida por Yuya quién lo apretaba como si fuera lo único que lo aferrara a la lluvia. Cuando vio, a la luz de la luna, como el otro pasaba de ellos por seguir corriendo hacia Odd-eyes, el de ojos rojos se puso en marcha arrastrando al otro con él.
—¿Crees que sea suficiente para engañarle? —Ah, claro. Lo olvidaba. Zarc también estaba allí, flotando a su alrededor, sin razón de ser. Yuya no respondió, Yuri solo volvió a abrir los ojos con cierta dificultad.
—¿Qué? ¿Qué? —preguntó Yuri mientras era halado—No entiendo, ¿Qué pasa?
—Correr —murmuró Yuya apenas a tiempo. Yuri no lo escuchó a tiempo, solo corrió con él cuando fue halado a hacerlo. Zarc rodó los ojos y los siguió flotando.
Era la parte final del plan más desastroso que habían tenido la osadía de armar. Llegar a la base. Volver a casa. Al menos les había resultado, o eso suponía Zarc. Yuya estaba arrastrando a Yuri hasta allí y suponía que eso era lo único que importaba. Solo que se estaba haciendo muchas preguntas ahora mismo. Preguntas que rondaban su mente y la pinchaban con dolorosa curiosidad. Yuri, de seguro, debía estar como el o incluso peor. En sí, el tercero en cuestión ni siquiera tenía mente para pensar. Solo acciones para realizar. Su mente, llena de humo y de un solo objetivo.
Salvar a Yuri.
Salvar a Yuri incluía muchas otras acciones muy lúdicas y divertidas. Tales como matar a Leo Akaba en un momento de debilidad y dolor. Como acabar con la vida de testigos y posibles amenazar. Pulverizar sus huesos, carne y piel. Hacer que un montón de guardias, que no tenían la culpa del trabajo que llevaban, cayeran de un segundo piso de sopetón al suelo. Claro que todo estaba justificado. Todo era por Yuri.
Todo lo había llevado a salvarlo. Todas y cada una de sus acciones estaban echas por ese fin. Estaba bien que lo hiciera. Además, había regocijo en su corazón. Algo de su eterna furia y desprecio se había apaciguado. Las aguas, tan tormentosas y turbulentas, estaban pasando por mejores tiempos. Remolinos ocultos y maremotos eran menos habituales. Pero los tiburones, hambrientos depredadores, aún no dejaban la playa de su pensamiento. Ese era el problema.
Su apetito había probado la sangre nuevamente. Estaba lejos de estar saciado, de ser suficiente. Pero su mente aún no era propia, actuaba por un solo objetivo. Este era apenas un aperitivo. Cuando tuviera el control que tanto deseaba y anhelaba por milenios, tragaría tanta sangre que se hartaría de ella. Solo desearía que no tuviera que esperar tanto para que eso ocurriera. Solo desearía tener la certeza de que eso iba a pasar.
Tantas cosas que desearía en ese momento.
Pero se tenía que conformar con el alivio de llegar a casa sanos y salvos. Yuri entró a tropezones al lugar, lo miro con asombro. Era un hueco feo y viejo. Apenas acomodado. Yuya le soltó y se quedó mirando a un punto indeterminado de la pared. Cuando el de ojos fucsias se estabilizó un poco y trató de acercarse a él, flaqueó ligeramente. El otro arrugó los ojos y trató de ver que ocurría.
—¿Yuya? —preguntó con duda. Este le miró arrugando los ojos. Casi incapaz de hablar—¿Yuya, estás bien?
—Estamos bien —murmuró apenas, los ojos amarillos estaban perdiendo la brillantez y el color. Se empezó a desplomar en el suelo sin aviso alguno.
Yuri lo vio venir desde quilómetros antes. Estaba cansado y probablemente había hecho un esfuerzo descomunal. Lo agarró de la espalda y la cadera. El susto se lo llevó totalmente al ver la cabeza del otro caer casi sin vida. Lo cargó al estilo princesa como pudo y miró a la habitación en busca de dos cosas: una cama y/o a Zarc.
—Está bien —dijo el de cabellos grises detrás suyo. Yuri se sobre saltó y se volvió a él. El fantasma simplemente se acercó al chico y lo vio analíticamente—. No es la primera vez que esto ocurre —miró de manera intuitiva a los pies que descansaban en el aire.
—¿Qué? —preguntó Yuri asombrado, pero después sacudió su cabeza—No, me contarás más tarde —declaró—. Ahora me enseñarás donde hay una cama para dejarle.
—Pues donde la ves —dijo Zarc alejándose un poco y mirando a su contraparte de Fusión con ojos inexpresivos. Este arrugo las cejas y volvió a mirar el pequeño hueco que tenían por casa.
—No veo ninguna cama aquí —dijo Yuri confundido. Zarc no se contuvo y sonrió con sorna.
—Exactamente —dijo con burla. Yuri rodó los ojos y se volvió a una esquina donde había un par de periódicos.
—Serás idiota —murmuró el otro. Zarc solo se rio un poco más. Aligerando lo que ocurría.
Yuri dejó a Yuya en el suelo con cuidado y casi mimo. Arregló un poco los periódicos. Más tarde, cuando divisó la maleta del de ojos rojos, la inspeccionó. De lo poco que encontró agarró una camiseta medianamente sucia que había. La sacudió un poco, la dobló y se acercó a su chico nuevamente. Con mucho cuidado le levantó la cabeza y puso la prenda como su fuera una almohada. Zarc solo lo miro desde lejos, viendo el amor que desbordaba de sus ojos y el alivio que había en él. En su alma. Fue un largo rato de silencio, no se atrevió a interrumpir. No solo no le pondrían cuidado, sino que sería como ganarse el desprecio de Yuri casi asegurado. Un año sin verse no es cualquier cosa. Aunque no iba a negar lo extraño que era verle agarrar la mejilla del otro y sonreír como tonto.
Al cabo de un rato, el de ojos fucsias tomó aire y lo expulsó con detenimiento y calma. Se volvió al ser fantasmal con mirada fría.
—Ahora, ¿qué mierdas es lo que te traes, imbécil?
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