This is Just My Luck

¡Hola, hola¡

Antes de empezar quiero dar una pequeña aclaración. Querido lector, este fic es una continuación de otro fic mio llamado Oscuridad, por ende, muchas de las situaciones de aquí no se entenderán si nose ha leído Oscuridad primero. Así que, sin más preámbulo, vamos todos en a ver si este barco puede sobrevivir.

A Lex, por echar la leña al fuego.

A ustedes, por seguir aquí.

—Deberías dejarme salir —resonó la voz de Zarc en su cabeza. Los ojos del otro se cerraron, ¿en qué momento se había aparecido detrás suyo? La forma fantasmal del de ojos amarillos era de las cosas que más le atemorizaban. Además, aún le costaba familiarizarse. El de ojos amarillos había aprendido eso hace poco. Le había dicho ya varias veces que al menos le hablara en susurros con alguna palabra clave para avisarle que estaba allí. Pero pasaba de esa sugerencia. No tenía problema en simplemente ir, aparecerse en frente suyo, hablarle de la nada o simplemente estar por mucho tiempo en algún lugar, hasta que, inevitablemente, cruzaban miradas.

—No, no te dejaré salir —dijo decidido. Puso una mano en la ventana que tenía. Estaba llena de barrotes y la vista era apenas unas tenues montañas que realmente no le decían dónde estaban. Todo visto a través de un grueso cristal, era de las pocas horas del día en la que este no estaba empañado y se podía ver algo. El resto del tiempo era apenas visible lo de afuera. Era demasiado frío como para que se pudiera distinguir algo—. Pensé que ya lo había discutido contigo.

Zarc pareció encogerse de hombros.

—No podría hacer nada, aunque quisiera, ¿recuerdas porque se construyó esta celda? —parecía sonreír, con esa sonrisita de haber ganado ya—¿Para "Contenernos"? Mi maldad quedará totalmente contenida. Eso te lo dejaron casi que tatuado.

—No vas a salir, Zarc —le reiteró. El tono, como en muchas otras ocasiones, era algo grosero y agresivo. Típico de alguien que necesita algo de sexo, en palabras de Zarc.

—Aceptaré tu enojo por mi insistencia, solo porque considero que deberías desquitarte con alguien —el otro suspiró. Quitó sus ojos de la ventana y se dirigió a la cama, una de sus pocas pertenencias allí—. Después de todo te sigues sintiendo culpable. Y no hay otro con el que desquitarse —él suspiró. Tenía razón después de todo, el de ojos amarillos a veces los leía mejor de lo que esperaba.

—Soy idiota —se abrazó a sí mismo—, ¿cómo dejó que me golpeen de esa forma? —y entonces se toca la frente, allí en la sien, donde hay una cicatriz.

—¿Y por qué no haces nada? —preguntó tras un rato. Yuya frunció los labios—Sentirte miserable es inútil y lo sabes.

—No tengo ganas de hacer nada —dijo a susurros—. No me quiero sentirme... peor.

—A este punto creo que solo la muerte nos puede hacer peor —dijo Zarc encogiéndose de hombros—. Así que, ¿para qué esperar? Deberías matarte ya.

—¿Qué? No —dijo Yuya negado—, ¿de qué diablos hablas?

—Si no vas a hacer nada mejor que estés en un estado de hacer nada —suspiró—, al menos así tendrás una buena excusa.

—¿Y una especie de complejo militar vigilado 24/7 no es suficiente? —Yuya alzó la ceja.

—No, no para nosotros —dijo Zarc sonriéndole un poco—. Si me dejarás salir... he encontrado un par de defectos en este lugar, nos pueden ayudar, pero necesito que...

—Ya te lo dije, no —Yuya se abrazó más a sí mismo—. No quiero causar más problemas, tú tampoco deberías. Además, ¿hace poco no me habías dicho algo sobre qué no podrías hacer nadas aún si lo quisieras?

—¿En serio? —preguntó después de una pausa. Pasó totalmente de su último comentario. El de ojos rojos no se atrevió a mirarlo—Después de todo esto que nos hicieron, ¿realmente crees que se lo merezcan?

—No se trata de merecer —Yuya habló convencido—, no podemos hacerle daño a la gente solo porque nos han herido antes.

—Convencerte es más difícil que comprender la relación que tenían ustedes cuatro —Zarc se cruzó de brazos—. Pero bueno, ¿al menos puedo pedir que me dejes seguir con mi lectura?

—¿Qué es lo atractivo de ese libro? —preguntó Yuya—Apenas se entiende.

—Me identifico con Juan Preciado —admitió—. Es un buen hombre que solo buscaba cumplir con su promesa...

—¿Tú también hiciste una promesa? —Yuya le miró, era de las pocas veces que mencionaba el pasado que tenía.

—No, me identifico porque él tampoco sabe en qué momento dejó de tocar el mundo que lo rodeaba —Zarc miró a Yuya también—y pasó a ser solo un espectro.

Yuto no podía dejar que eso pasara,

—Pero me aburro mucho —el de ojos rojos casi hace puchero—, mejor leamos el que yo tengo.

—La vez anterior leímos el tuyo —rodó los ojos—, ¿por qué lo podemos leer el mío?

—Porque de por sí ya es raro que haya pedido esa novela —le dijo mientras se movilizaba a agarrar el libro azul que poco a poco se comía. A veces las paginas eran algo interminables, a veces se divertía con algunos chistes algo viejos, pero sin duda, era mil veces mejor que soportar a esas voces intercaladas de Juan Preciado—, ¿qué pasaría si la terminó rápido? Los guardas ya saben que me cuesta leer. Lo sabrían. Reiji ya consiguió que no pusieran micrófono ni cama aquí adentro. Solo signos vitales. Pero no puedo levantar sospechas.

—Está bien, está bien —Zarc suspiró—, te leeré como un niño el libro que quieras.

—Aún parezco niño —murmuró el de ojos rojos. El otro, muy a su pesar, prefirió pasar del tema.

—Pero ni se te ocurra que leamos iBoy —gruñó mientras el chico buscaba en su pequeña biblioteca. Cuando Zarc vio que iba a sacar un libro azul de inmediato se puso a la defensiva—. Te dije que no, no. Me niego.

—Es Percy Jackson —dijo mientras se levantaba con el libro en manos. Se dirigió al puf en una esquina de su habitación—, el otro día dijiste que había sido soportable.

—Soportable es diferente a que me guste —Zarc suspiró. Se quedó mirando la colección de libros que tenían. No pudo evitar pensar que Yuya tenía los mismos gustos suyos cuando tenía 10 u 11 años.

—Pero no es malo —le dijo mientras se sentaba en su puf—, al menos a este no lo quieres quemar como a iBoy.

—Como sea, empecemos —Yuya le sonrió.

Poco tiempo después ambos estaban concentrados en la trama del libro, Zarc leyéndole en voz alta a Yuya. Este prestaba atención, aunque a veces cabeceaba ganándose los llamados de atención. La tarde avanzaba con mucha lentitud, ya que a veces se veían forzados a interrumpir, tomar una pausa o ver algún acontecimiento de páginas anteriores. Pues, aunque la trama era muy simple, Yuya a veces necesitaba volver a ver. Lo bueno era, al menos, que el de ojos amarillos se reía de los chistes tontos y las situaciones en la que se metían los personajes. El de ojos rojos siempre estaba algo sonriente, aunque la voz de Zarc era algo inexpresiva. Sin embargo, cuando estaban más o menos pasando la mitad del libro, el de cabello gris vio caer el libro de las manos del otro.

Yuya se había dormido.

Zarc reflexionó un momento antes de suspirar. Miró al chico tranquilamente mientras le ponía una mano en la cabeza. Podría tocar al chico, sentir su textura y saber la temperatura, pero jamás cambiar nada de él. Yuya no lo sentía, no había calor en su toque o dureza en sus guantes. No había nada. Por ello quería cambiar de puesto, forzar una posesión sobre Yuya y hacer algo, lo que fuera. Su conciencia había estado por más de 14 años inactiva. Apenas había logrado hablar con alguien hace varios meses, cuando se encontró con Yuya y lo convenció de dejarse llevar por sus impulsos. Meses habían pasado desde entonces.

Solo quería hacer algo allí afuera, cualquier cosa. Tomar agua, golpearse, comer, caminar, respirar o vivir. Todo era mejor que ese estado, Yuya le hablaba y le hacía sentir vivo, pero no era nada. Le frustraba no ser nada. Le frustraba que una de sus partes fuera tan maldiciente condescendiente. Le frustraba no hacer llegar el Karma a los que los metieron en eso. Y, por encima de ello, le frustraba que todos sus fragmentos tuvieran esas horribles marcas en la cabeza, producto estar un mes secuestrados.

Al cabo de un rato chasqueó con la lengua. Observó el libro caído durante un rato y se cruzó de brazos.

—¿Cómo te atreves a dejarme en la incógnita de que ocurrirá con Percy? —murmuró para sus adentros.

.-.-.-.-.-.-.-.

—Hagas lo que hagas, no te atrevas a abrir los ojos.

Esto fue lo primero que Yuya escuchó al recobrar la conciencia. Había dormido profundamente, y apenas escuchaba a su alrededor. Pero las palabras de Zarc fueron las que lo devolvieron. También oyó cómo alguien se aclaraba la garganta. Arrugó un poco los ojos.

—No te atrevas Yuya —dijo Zarc de nuevo—, no te conviene.

Pero El de ojos rojos fue apenas consciente de lo que le decía. Así que abrió los ojos y vio en primera plana los ojos de Yusho, mirándole con ligera tristeza y calidez.

—Buenas noches, hijo —dijo los más ameno que pudo. Lo único que recibió como respuesta fue un bufido. Fue brusco y mal intencionado.

—Te lo advertí —soltó Zarc lavándose las manos. Yuya gruñó, más por acto reflejo que porque realmente quisiera ser grosero con el de ojos amarillos.

Sin embargo, Yusho sonrió.

—¿Cómo has estado? ¿Has podido realizar todas las actividades que te había propuesto? —Yuya agarró entonces una almohada que estaba cerca de su puf. Era pequeña y azul, apenas era más grande que su pecho.

—Contrólate, quieres arreglar nuestra situación, ¿no? —preguntó. Yuya bajó un poco su mirada—Entonces no creo que un ataque a tu padre con una almohada ayude de mucho.

El de ojos rojos hizo caso y soltó lo que tenía entre manos. Habló un poco después.

—¿Cómo está mi madre? —preguntó lo más entendible que pudo.

—Ella está de maravilla, yo también lo estoy, por cierto.

—¿Alguna vez la podré ver?

—¿O esa es otra cosa en la que te pondrás del lado equivocado? —preguntó con desprecio—No sé, quizá ver a Yoko vaya en contra de lo que tu amo y señor Leo Akaba quiere para nosotros, ¿no?

—No lo sé hijo —a Zarc le ardió la lengua sólo de oírlo. Yuya apenas reaccionó. Increíblemente, buena parte de sus emociones se iban a Zarc, el solo era capaz de sentir tristeza. Todo lo demás, era cosa de su extensión fantasmal—, he hablado con los directores y.... no he logrado demasiado.

—Oh, oh si —Zarc alardeó—. Por supuesto que te has esforzado, apuesto a que tu exesposa no ha hecho más que tú. ¿Realmente te crees tus propias mentiras? —Yuya miró al de ojos amarillos, era una mirada de advertencia. La reacción ya se había vuelto exagerada—Solo digo la verdad —el de ojos rojos se levantó del sillón y se dirigió a su cama. Fue tentado a golpear a su padre en el hombro al pasar al lado de él, pero solo lo ignoró. Se acostó mirando hacia la pared.

—Me imagino que hoy tampoco quieres hablar conmigo —dijo con cierto aire cansado. Yuya apenas se removió, Zarc rodó los ojos, Yusho agarró la silla del escritorio y se sentó.

—No hay nada de qué hablar —susurró Yuya.

—Claro que si lo hay Yuya —dijo su padre sonriendo—, hay muchas cosas de las que me gustaría platicarte.

—No quiero hablar contigo —Yuya habló entre dientes—. No quiero escucharte.

—Hijo —Zarc casi que rechinó los dientes—, sé que no he tomado las mejores decisiones. Pero, es por eso por lo que quiero restablecer nuestra relación padre e hijo —lo dijo con una sonrisa amena. Zarc se paró en frente de él y con un bufido le miró fulminante.

—Tú no eres su padre, ni siquiera eres el mío —se puso un mano en el pecho—, eres un aparecido de mier... —se detuvo. Recapacitó y volvió—No, tú no te mereces ni mi atención. Es más, no sé ni porque me enojo tanto si desde que te vi con claridad supe que no valías la pena. No mereces nada.

—No, déjalo así —dijo simplemente tomándose las cosas tranquilo. Solo iba despacharlo y todo volvería a estar en calma, en unos días cumpliría su sanción y le traerían de nuevo su consola, jugaría hasta la saciedad. Cuando viviera a visitarlo pasaría de él. Sería una solución cobarde, pero, al menos, pacífica.

No quería otra sanción. No quería que se dejara llevar por lo que decía Zarc.

—Yuya, yo quiero llevarme bien de nuevo contigo —parecía acercarse poco a poco—. Quiero que me perdones.

—Yo... yo no. Sinceramente no podría —dijo el de ojos amarillos—, no aceptaría que volvieras de nuevo a la vida de Yuya después de tirarlo contra el mundo de esa manera. Y vale que es verdad —el de ojos rojos puso una expresión afligida—. Pero sabias que, si decías que sí, ibas a condenarnos. A todos. Lo hiciste, y tú crees que no lo sabemos. Pero lo hiciste porque creías que nosotros éramos los culpables de haberte quitado a tu retoño. Agh, ¿para qué repito esto?

—Para —dijo Yuya con suavidad.

—Yo —empezó Yusho pasando de lo que dijo su fantasmal compañía—te traje algo. Algo de los viejos tiempos. Quizá te pueda gustar. O quizá lo extrañarías.

—No lo aceptes Yuya —dijo Zarc, advertía—, esto no es, para nada, una buena idea. Esto a mí me huele a trampa.

—Quisiera poder regalarte tu péndulo —sonrió—, me gustaría volver a verlo sobre tu pecho.

—No quiero nada tuyo —Yuya lo dijo con suavidad, más para sí que para su padre. Yusho no pareció alejarse. El que tenía una cicatriz en la cabeza sintió como ponían algo sobre su cama.

—¿Ni siquiera si eso incluye ver a un viejo amigo? —Yuya se imaginó al de ojos naranjas sonreír. Pensar que quizá lo tenía. Lejos de emocionarse, el de ojos rojos sabía que Zarc era muy precavido. Ya les había puesto algunas trampas en el pasado. Así que supuso que esa sería una de esas ocasiones.

—No quiero tus trucos —Yuya agarró su otra almohada y la puso sobre su cabeza. Aún tenía sueño. Siempre tenía sueño.

—No es un truco —negó—, es solo tu antiguo Deck. Pensé que quizá te gustaría recuperarlo.

Hubo un silencio enorme. Yuya no se esforzó en buscar palabras. Solo pensaba en nada, lo mismo que hacía para tratar de dormirse todos los días. Al final, al mero final, Yusho se rindió y se fue. Se despidió a duras penas. Yuya no dijo nada. Se había quedado dormido de nuevo. Momento en el que encontraba algo de paz y tranquilidad. Zarc, cual perro guardián, lo miró dormir, algo afligido también. No mentiría si dijera que realmente le frustraba la situación de Yuya.

Un chico de su edad, atrapado en una celda por algo que a fin de cuentas no era su culpa y que dormía todo el día. Lloraba a veces. Gritaba algunas otras, de pura frustración. Se volvería loco o algo si él no estuviera constantemente hablándole y haciendo algo para que hablara con alguien más. No se imaginaba cómo estarían los demás. Se preguntaba con qué tanta suerte correría. Pero también maldecía a Leo, todos los problemas venían y se originaban en él. Sin él y si plan, aún seguirían todos en esa montaña. Alejados de todos.

Miró el Deck, de todos cuatro, tenía que admitir que ese era su menos favorito. Funcional, pero sería el último que elegiría. Se acercó un poco más a verlo.

—La estupidez de este hombre no tiene límite...

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

—Y... ¿me vas a decir algún día porque te gusta partes de ti mismo?

La pregunta fue lanzada después de un largo rato. Yuya llevaba ya varias partidas en las que poco o nada había avanzado. El RPG era demasiado denso. Apenas avanzaba.

—¿Otras partes de mí? —preguntó sin quitar la vista de la pantalla. Tenía unas gafas de cristal amarillo para proteger los ojos. Yuya había sesiones muy largas, así que para evitarle problemas le pedían que se las pusiera para jugar—¿A qué te refieres?

—A los otros tres —soltó con simpleza.

Yuya paró un momento de mover botones, tomó aire y respondió.

—No lo sé, simplemente sucedió —volvió a sus controles. No iba a ver al otro de ojos amarillos—. Con Yuto fue el único con el que ocurrió... bueno, un poco desde antes. Estuvimos mucho tiempo juntos. Aunque él dice que fue más del que yo recuerdo.

—Sí, me enteré de uno que otro de esos encuentros —dijo Zarc sin mucho que agregar—. Fue interesante cuando se dio cuenta de que no te acordabas de lo que había pasado.

—¿Tu no oías?

—No realmente, era un poco más cercano a Yuto porque él estaba cerca de mí. Escuchaba... sus pensamientos más a menudo —dijo sin demasiada importancia—. Lo de los demás seguía siendo lejano, pero tenía algunos momentos.

—Supongo entonces que sabes algo de mi historia entonces.

—Más o menos, cuando fue tu primera... invocación Péndulo casi pude verlo todo —Zarc tenía cierto aire de fascinación—. Fue la primera vez en años que, aún si fuera por simple nada, me sentí vivo de nuevo. No fue demasiado, y tampoco es como si conociera el contexto de lo que estaba pasado. Pero en 14 años... fue más de lo que pude desear. Pero volviendo al tema, Yuto fue el primero entonces.

—¿Y las otras veces? —preguntó curioso—Cuando se me paraba el cabello y eso, eras tú, ¿no?

—Eh... ¿Sí? Digo, me has contado algo de todas esas veces, pero la verdad es que creo que es otra cosa. Porque, sí, yo sentí esa ira y quise hacer algo al respecto, incluso si no entendía lo que eso era. Pero no creo que solo los deseos me hagan capaces de hacer, algo, en la realidad.

—¿Quizá fuera la parte de los dragones? Ellos también deseaban... ser uno y, bueno, no lo sé.

—Quizá, pero, volviendo al maldito tema —suspiró Zarc—, Yuto fue el primero, de verdad.

—Sí, luego Yugo... y creo que al final... Yuri.

—Bueno, eso lo puedo entender, tiene hormonas después de todo, pero, lo que no entiendo es como todos hicieron para... estar juntos sin tener problemas.

—Bueno... cuando me metí con Yugo, no creía que hacía nada malo, porque éramos nosotros cuatro. Solo nosotros cuatro. No creía que quizá... eso pudiera molestarle a Yuto.

—Pero de todos modos lo normal es creer que solo tienes una pareja al tiempo.

—Bueno, sí. Pero... no lo sé. No pensé que fuera algo malo, así que simplemente lo hice y ellos... bueno aceptaron...

—Y no solo contigo...

—¿No?

—No, Yuri y Yuto se estuvieron besuqueando el día en el que estuvieron de paseo por el río. Ni sé cómo llegaron a eso, pero llegaron, casi me daba ganas de decirles que se consiguieran una habitación. Y eso que yo he visto algunas cosas que son peores. Es solo que, bueno, sin ustedes. Ustedes son un parte de mí, de alguna manera.

—Pero para nosotros no, somos... o creemos ser otra cosa.

—¿Y por eso pueden andar por allí besándose entre los cuatro? Porque a eso iban a llegar.

—Bueno, no sé cómo explicarlo tampoco, simplemente en vez de parecerme controversial —dio una ligera pausa. Miró mejor al juego que traía. Iba perdiendo—, me parecía lo correcto. Así que los demás tampoco lo vieron mal. O supongo que ellos lo vieron colmo yo.

—Sigo sin entender cómo, pero no es como si tuviera que entender nada. Ustedes son... algo independientes de mí.

—¿Algo?

—Todos se parecen a mí en algo, o eso creo. Tú, por ejemplo, tienes mucho de mis gustos cuando era pequeño.

—Nunca hablas de tu pasado, antes de volverte...

—¿Este ser fantasmal? No hay mucho que contar, simplemente fui como Yuri casi al final, cuando estaba obsesionado con la idea de... de ser más fuerte y obtener más poder.

—Supongo que no dirás mucho entonces.

—¿Y tú no dirás mucho de cómo diablos te enamoraste se otras partes de mi alma? Porque tú, Yuya, estabas tragado por todos ellos. Ósea, si tuviera que definir persona enamorada y rendida a los pies de alguien más, eres tú. Prácticamente tirabas corazones.

Yuya estaba ligeramente sonrojado.

—No es como... si pudiera...

—Los otros también. Ellos estaban también tragados por ti. No sonrías como idiota, vas a perder.

—Sí, sí. Lo siento —Yuya se reconcentró en su partida. Zarc solo lo miraba, entre poco y nada interesado en lo que allí pasaba.

—Estaban muy enamorados uno del otro...

Yuya dio un suave suspiro. Zarc tocó suavemente sus mejillas, había sentido esa repentina tristeza.

—Lástima que... yo no tenga más chance de volverlos a ver —apretó su control de juego.

—Podríamos salir —soltó Zarc—, podría ayudarte.

—No, sé que a ti también te urge salir, pero... no es lo correcto —Yuya dejó su mando sobre la mesa—. Ellos nos temen, aún si salimos, solo seremos un monstruo que a todo el mundo le teme. Así que... estamos mejor aquí dentro. Nadie nos molestará ni nos hará daño. No tendremos que ver la cara de nadie encogiéndose en miedo, solo por nuestra presencia.

—Sabes que no tiene por qué ser así.

—Lo es... nos temen de verdad. Como si realmente hubiéramos...

—Lo hicimos, lo sabes. O bueno, casi, tres veces. No temen lo que hemos hecho sino lo que podemos llegar a hacer.

—Palabras de Reiji.

—Él tiene razón. No vamos a salir de aquí a menos que la gente de afuera se tranquilice y lo pida. Nosotros no podemos hacer nada. Pusieron todo en contra de nosotros. Así que... no podría haber nada afuera que nos haga sentir mejor.

—Las cosas no tienen que ser así. Puedes cambiar eso, hay algunas dimensiones que no los quieren encerrados.

—Es fácil decirlo cuando a ti no te ven —Yuya, un poco destruido, empezó a dar vueltas por la zona, en vez de avanzar—. Pero tú siempre estás oculto a los ojos de los demás, cuando estuve en los juicios y veía a las personas en la entrada yo... yo vi a las personas allí. Todos tenían un gran desprecio por mí. Me odiaban. Y las madres de las víctimas en academia... ellas...

—No tienes que estar a la vista de nadie. Podemos ir a alguna parte.

—No es tan fácil, vivimos en una isla por si no lo recuerdas. Y fuimos noticia nacional, no creo que quede nadie que no nos conozca ya.

—Veo entonces que solo queda una opción —dijo el de ojos amarillos después de tomar aire con algo de cansancio.

—¿Cuál?

—Veo que has avanzado mucho —dijo una voz en su espalda. Yuya se tensó de inmediato. Zarc también abrió un poco los ojos, miró a Yusho. Se dio cuenta de que había entrado silencioso. El muy maldito—. Y que aún tienes amigos imaginarios.

Yuya entró de inmediato en pánico. Los había escuchado. Y ahora no sabía qué diablos debía de responder. Maldición, maldición. Debió pedir que el TV se lo pusieran mirando al menos de reojo a la puerta.

—Dile que estabas hablado con el juego, ¡que no estabas prestado atención! —Yuya no movió un músculo—¡Habla, mierda!

—No tengo amigos imaginarios —dijo apenas. No se volteó. Yusho sonrió suavemente.

—No veo porque eso es malo, después de todo no hablas con nadie más más.

—No tengo amigos imaginarios —volvió a decir seguro. Zarc miraba al chico, que por primera vez en días se mostraba tenso al hombre que decía ser su padre—. ¿Por qué estás aquí?

—Porque eres mi hijo. Y me preocupa que mi hijo prefiera hablar con su amigo imaginario que con su padre —tiró para poder ver si golpeaba algo en esa inmensa masa oscura que era Yuya. Pero lo tocó nada, solo hizo que el chico volviera a reanudar su juego. Como si nada.

—Deberías dejar de venir —anunció mientras seguía jugando—. Nunca voy a responderte bien, no voy a ceder. No quiero, y no deseo una relación contigo —lo había dicho muy bajo. Quizá demasiado bajo. Yusho se acercó al otro y se sentó a su lado.

—Veo que tampoco has tocado tu disco de duelo —observó el adulto. Hubo una pausa algo prolongada. Yusho siguió mirando a su hijo. Esperaba algo de él, cualquier cosa. Así fuera como la reacción de hace un tiempo. Porque al menos en ese momento, había expresado todo lo que sentida de manera sincera. Había agarrado todo cuanto había y lo había lanzado contra él, molesto. Muy molesto. Casi tanto que la ira le costó hasta el mismo dolor. Al menos en ese instante se sabía permitido romperse y dejar fluir sus sentimientos.

Ahora todo eso era escondido y arrebatado de su vista. Yuya no demostraba nada, salvo que no lo quería. Yusho solo quería ayudar.

—No lo quiero —dijo suavemente. Con timidez en realidad—. Ni siquiera sé cómo lo tienes.

—Tengo mis mañanas todavía. Aunque no lo creas —dijo sonriente. Yuya no dijo nada. Simplemente volvió a jugar su RPG, haciendo una nueva side quest. Yusho tomó aire, asumió que el chico no quería ver su Deck ni en pintura y quiso intentar algo más. Quizá tomar al toro por los cuernos una vez más sea una buena idea—. Lamento que las cosas hayan ocurrido de esa manera.

—Es algo tarde... —dijo apenas. Yusho tomó aire—¿no crees?

—Yo quiero arreglar todo esto. Por eso vengo tan seguido, porque quiero que las cosas vuelvan a la normalidad entre nosotros —habló un poco con las manos. Yuya frunció los labios.

—Quiero a mi madre —dijo. Al menos, si no podía ver a los otros 3, podía ver a su madre, ¿verdad?

—Ella vendrá en cuanto se pueda —le anunció. Yuya apretó más sus manos y ojos. No quería llorar. No porque Zarc tuviera ya lagrimas sobre sus mejillas iba a llorar él también.

—Eso es mentira —declaró. Abrió los ojos—, es mentira. Me lo has dicho ya varias veces. Dices que es difícil convencer a las personas que manejan el complejo, pero eso es mentira. Tú no has querido ni has intentado. Porque si se lo pides a Leo seguro que él puede hacer algo. Es él el que maneja todo esto.

—Yuya, aléjate de Yusho —advirtió Zarc mientras intentaba dejar de llorar, limpiarse las interminables lagrimas que le caían.

—Yuya, te pido paciencia, de verdad estoy haciendo lo que puedo porque tú madre venga verte —Yusho trató de ponerle una mano en el hombro al de ojos rojos.

—No —y se alejó un poco.

—Ten confianza en tu padre, ¿sí? —le sonrió como si fuera a funcionar.

—No lo eres —dijo a susurros. Yusho volvió a intentar ponerle una mano en el hombro. Pero el más joven se levantó de allí, no lo miró, simplemente se hizo a un lado, dándole la espalda—, yo perdí a mi padre cuando prefirió apoyar a un criminal antes que a su propio hijo.

—Es cuestión de hacer lo correcto, y sé que no es lo que te gusta, pero tenía que decir la verdad. Nunca lo hice para condenarte —Yuya apretó los puños.

—Pero lo hiciste —replicó—. Todos los demás lo defendieron, ¿sabes? Todos. Y luego llegas tú, no solo alegando que casi destruye Academia, sino que te hechas la culpa. ¿Tienes que robarte el público siempre? —soltó Zarc. Pero no miraba a Yusho, sino a Yuya. Tenía una expresión algo afligida.

—No tengo padre —declaró, subiendo un poco su cabeza—. Tengo una madre, tres compañeros de habitación y un hogar —enlistó. Yusho se levantó también—. Un par de amigos, pero no tengo un padre.

—Eso no es cierto, yo estoy aquí.

—No tengo padre —se puso una mano en la frente—, no parece que tenga madre ya, siquiera.

—Sí tienes una —Yusho, por última vez, trató de tocarlo, cualquier cosa, el pelo, el hombro, la nuca, la espalda, cualquiera—, tienes una y te ama. Te ama mucho y ella, como yo queremos...

Se dejó tocar. Estaba reacio, totalmente reacio. Pero se había dejado tocar.

—Yo lo sé, pero sí tanto me amas, tienes que entender que tenerte cerca no es de mi agrado —Yusho apretó su agarre sobre el hombro—. Si insistes...

—Está bien —Yusho cedió al final. Se alejó un poco de Yuya, que no se a mirarlo siquiera. Abrió la puerta y antes de que saliera del todo, se volvió a su hijo—. Pero volveré. No puedo dejar que esto se quede de esta forma.

Y cerró la puerta. Yuya apretó los labios y puños, se tiró sobre la cama y se puso la almohada en cabeza. Zarc no resistió más, y con todos los sentimientos que Yuya guardaba gritó a pulmón.

—¡No vuelvas! ¡No vuelvas nunca imbécil! ¡Quédate con tu gran amigo Leo haciendo proyectos estúpidos y déjalo en paz! ¿¡Separarlos a ellos y hacerlo quedar como monstruos a la sociedad no te parece suficiente?! ¡Al menos discúlpate! ¡Discúlpate de verdad! ¡No porque sean padre e hijo! ¡Es lo correcto! ¡ES LO ÚNICO MALDITAMENTE CORRECTO QUE PUEDES HACER!

—Zarc, para.

—No llores —suspiró Zarc—, no va a mejorar nada.

—Es frustrante. Él es frustrante. No quiero que siga viniendo a recordarme que nunca más podré verlos. Y que ni siquiera podré saber nada de los demás.

—No le des más importancia. Si lo haces dolerá más, y sobre los demás, hay algo que puedes saber con certeza, están todos vivos.

—Al menos, eso es algo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top