Prison gates won't open up for me

—El día de ayer se presentó un atentado contra la cárcel del adolescente Yuya Sakaki en las horas de la noche —sus oídos se agudizaron un poco y paró a mirar esa televisión de la tienda. Se acercó con cierto recelo—. El atentado se dio por un grupo de 10 ex alumnos de Academia quieres con un disco de duelo de visión sólida atacaron al recinto hacia las 8:02 pm. El ataque fue coordinado y ejecutado por los mismos. Los presuntos criminales destruyeron toda la cárcel en 10 minutos y se dieron a la fuga dejando atrás 5 heridos, 2 desaparecidos y una muerte —tragó saliva y tembló. Se acercó un poco más al televisor. Absorto —. 8 de los presuntos criminales ya fueron capturados mientras que los otros dos aún siguen siendo buscados por la ley. Las familias han dado su veredicto ante la prensa, alegando que ellos solo estaban siguiendo las ideas de muchas personas creían que era lo correcto. En las otras dimensiones, sobre todo en XYZ, las opiniones han sido de crítica, no solo hacia los estudiantes, sino al manejo de las autoridades de los instrumentos de visión sólida. El que más a criticado este asunto es el reconocido hijo de Leo Akaba, Reiji Akaba, quien no contento con dar su opinión de disgusto a través de redes en la mañana, también decidió dar una opinión pública.

La imagen cambió al chico de ojos morados y cabellos grises. Este estaba en frente de su compañía, sin una sola hebra fuera de lugar, son sus gafas rojas de siempre, sin embargo, tenía un porte mucho más adulto y una mirada tenaz. Casi se podía ver el aura de rabia que había a su alrededor. Estaba en frente de muchos micrófonos y periodistas.

—Es irresponsable lo que ha hecho la dimensión Fusión con su manejo de la visión sólida, esta tecnología nació como medio lucrativo y así debe de quedarse, no podemos dejar que en otras dimensiones se fomente el caos. Esta tecnología es relativamente nueva —decía en frente de las cámaras—, esto hace que no sepamos los alcances que puede tener esta sobre nuestras vidas o que más podamos hacer. Los usos de visión sólida deberían de estar prohibidos en los lugares públicos y debería de haber un control mucho más riguroso sobre quieres tienen un disco de duelo portátil incorporado con esta tecnología —dio una ligera pausa para tomar aire e intentar no hablar tan deprisa—. Si hay alguien culpable del atentado de anoche, de las 8 personas afectadas, no solo son los que lo ejecutaron, sino también quieres dejaron que esto pasara.

Con ello, el noticiero regresaba a la presentadora quien seguía mirando seria a la cámara.

—Hasta ahora, no hay noticias de los desaparecidos y el cuerpo que fue entregado a la policía no ha sido identificado. La familia de Yuya Sakaki pide que se haga justicia por lo ocurrido y demás, se identifique o se encuentre el cuerpo de su hijo —hubo una ligera pausa para dar una transición—. En otras noticias...

—Veo que ya entiendes como es ser un fantasma —dijo Zarc de repente. Yuya se sobresaltó y se llevó una mano a corazón. Estaba algo cardiaco desde el día de ayer. Sentía a cada momento que su pecho le iba a explotar en la cara. Estaba demasiado nervioso por muchas cosas—. No te asustes, solo soy yo —Yuya asintió algo incómodo y sin saber cómo responder exactamente—. Es increíble que intentasen matarnos, ¿no?

—Nos odian —dijo el otro en tono bajo. Se mordió la lengua y miró a su alrededor. Solo era carretera y pocas personas poniendo atención a algo.

—No, solo creen que eres culpable de mi —Zarc alzó los hombros.

—Eso...

—No tiene sentido —Zarc le completó—, pero ahora es cuando les vas a demostrar que eso vale huevo, ¿no?

Yuya tomó aire. ¿Cómo es que se había dejado convencer de esto? Estaban a la maldita deriva en medio de un pueblo que no tenían ni idea de donde demonios era. Estaba exhausto, había caminado toda la noche. Casi le estaban sangrando los pies y todo lo que hacía era únicamente por que se había dejado influenciar. Pero las palabras de Zarc, lo habían dejado sin argumentos. Había visto a una o dos personas debajo de los escombros. Él le había dicho que, si los demás estaban de esa manera, entonces él también podría haber quedado así. Las autoridades podrían intuir que él salió muerto o desaparecido. Pasarían semanas antes de que se dieran cuenta de que realmente había escapado. Para entonces el ya estaría tan lejos que nunca podrían atraparlo. Y, como si no fuera suficiente, Yuya podría ingeniárselas para liberar a los otros.

Maldito sea el momento en el que se lo pensó dos veces.

—Oe, muchacho —dijo de repente el señor de la tienda. Yuya se espantó un momento. Tragó saliva y se puso tenso—, ¿vas a querer algo? —el anciano miró al chico directamente. No era lo más normal del mundo tener una capa de lluvia con un sol tan fuerte a las 12 del día. El de ojos rojos dio un paso hacia atrás,

—No, no señor —dijo como pudo. Zarc le observó levantando una ceja. ¿No se suponía que era capaz de fingir bien? —, gracias. Estoy bien.

El señor anciano también levantó una ceja al mirarlo. Casi parecía... casi parecía que estaba reconociéndolo.

—Un momento...

—A-Ah, ¡muchas gracias! —dijo mientras se retiraba de la casa—¡Que tenga buena tarde! —y corrió a otra parte del pueblo esperando a que el anciano no lo hubiese reconocido. Zarc negó suavemente mientras estaba del lado del otro flotando. A veces Yuya se le hacía demasiado... tonto —Tenemos que irnos de aquí —murmuró cuando llegaron a un callejón solitario—. No quiero creer que nos reconoció. ¿Por qué tenemos que intentar robar una bicicleta? ¿No ves que es mucho más complicado si nos ven?

—Tu fuiste el del plan de venir hasta acá, yo te dije que deberíamos ir de una vez a Domino para poder irnos a otra dimensión rápidamente —dijo mientras rodaba los ojos—, pero tu insististe en venir.

—El dinero también es importante —dijo Yuya mirando de lado a lado en la calle antes de pasar la calle y llegar a los límites del pueblo. Se escondió detrás de un par de arbustos—, si él no resistiremos mucho sin comer y lo sabes.

—El dinero no nos servirá de nada cuando vayamos a otra dimensión —le reprochó.

—Pensé que ya habíamos discutido esto —le dijo mientras decidía hacia donde ir—, solo llevaremos las provisiones.

—Pensé que solo me lo habías impuesto —suspiró entonces—, tu cuerpo, tú decides. A mí no me escuchas siquiera.

—Te escucho —dijo Yuya—, no confió en ti y no hago casi nada de lo que me dices, pero te escucho.

—Es lo mismo que nada —Yuya hizo una mueca—. Pero bueno, al menos puedo intentarlo —Zar se alzó de hombros restándole importancia—. ¿Sabías que la casa del viejo al que acabamos de ver tenía una bici detrás del patio?

—¿Cómo sabes eso?

—Vi la llanta cuando estabas escuchando las noticias —le dijo. Yuya tragó saliva de solo pensarlo—. Oh, no. Ni pienses en decirme que no es buena idea o lo ético que puede ser, debemos tener una bici, sino no vamos a poder avanzar. Lo sabes, ¿no?

—No quiero robársela a un viejito.

—¿Y por qué la utilizaría? —preguntó—No parece tener nietos o el cuerpo para irse en bici, no hemos vista ninguna otra tan fácil en los otros pueblos.

—No debería...

—Sólo hazlo y ya —suspiró—, tienes que afrontar lo que sea que hayas decidido.

Yuya se lo pensó un instante. No podría negar que lo consideró por un momento. Agarrar esa bicicleta de ese viejo serpia muy fácil. No se daría cuenta hasta que fuera demasiado tarde. Podría llegar a su destino más rápido, no era un gran cambio, igual se demoraría horas antes de llegar a alguna parte. Pero descansaría un poco, la bicicleta le ayudaría a avanzar. A sentir que lo hacía. Solo que negó con la cabeza, volvió a caminar en dirección contraria a la casa.

—No. Iré a pie —dijo Yuya al final—, no voy a robarle. No debería. Además, tenemos que evitar llamar la atención, ¿no? No podemos dejar que nos persigan por... por escapar y por una bici.

Sería el momento perfecto para que Zarc mostrara una mueca de reproche, o que le insistiera en conseguirla. Pero en cambio, el chico fantasmal solo rodó sus ojos amarillos.

—Como quieras, te arrepentirás después de un par de horas, ya verás... —dijo con tono algo lejano.

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Y vaya que se arrepentía de eso.

El avance había sido lento y tortuoso. El estómago le rugía sin parar una y otra vez. Pero al menos a cada paso que daba sentía que estaba un poco más cerca del pueblo, de donde tenía que ir. Maldecía cada 5 pasos. Sus pies ardían como demonios, sentía que las ampollas estarían allí por siglos antes de dejarlo en paz. Los árboles y arbustos se le hacían siempre familiares y sentía que eran los mismos. Ubicarse era uno de sus puntos débiles y lo tenía tan malditamente grabado en su mente que le daba igual si Zarc se lo repetía siempre. Hablando del chico, este estaba en su mente, explorando los recuerdos que podía o quizá solo estaba pasando en rato en medio de sus cosas. A Yuya no le molestaba el silencio, le parecía antes reconfortante. Tanto tiempo teniendo a Zarc hablándole le solía cansar, no porque el chico fuera especialmente irritante, sino porque cuando le escuchaba se sentía más como si fuera un eco de su interior.

Ahora en medio de la nada, con hambre y siguiendo el camino. No era como si realmente pudiera quejarse de algo y eso fuera más importante que el dolor que sentía. Eso combinado con el cielo oscuro. Sentía que podía ser robado y secuestrado en ese bosque en cualquier momento. Había un caserío un par de kilómetro más adelante. Podría parar, recostarse en alguna parte cerca de las casas y dormir como si fuese un vagabundo. Ese era su plan, de no ser porque tenía la paranoia de que, quizá, alguien se le acercara, lo reconociera y llamara a la policía. Así que iba a caminar hasta que ya no pudiera más.

Miró a la luna y pensó un poco. Se arropó con sus brazos del frio y pensó en el pasado. No solía tocar sus memorias muy seguido, puesto que realmente no quería sentirse demasiado triste durante el día. Pero a la vez le gustaba tanto volver a pensarlo, sentir aquella sensación en el estómago de que aún seguían allí, de que estaban cerca suyo, a unos metros de distancia. Sonrió casi de inmediato. La calidez de cada uno de ellos era algo a lo que él se aferraba en cada noche desolada o en cada momento en el que el frio lo abrumaba. Era su sol recordar los labios de los otros sobre los suyos, era lo que más confort le daba.

Pero con ellos venía el tormento de que aquello era su culpa por escapar tan desprevenidamente de casa. Por simplemente irse y huir. Dejando que los capturasen a todos, que los usaran para el propósito que se suponía Roger quería lograr. Suspiró. Solía creer que lo que había ocurrido no era su culpa, quería convencerse de ello. Pero nunca lo lograba. Zarc podría haberle ducho algo al respecto en su contra, algo para darle más razones para intentar hacer esta aventura que era rescatar a sus novios. No lo hizo, Yuya fue el mismo el que se presionó para eso y lo pensó. Ese había sido su último impulso. Aquello que lo llevó a estar caminando a la deriva en medio de ese bosque. Con los pies destrozados y unas ganas de dormir tremendas. Casi temerarias. Si no prestaba atención podía caerse de cara y dormir donde callera. Justo como casi le ocurrió hace apenas nada.

Paró un momento. Se quedó confundido y miró a su alrededor, donde apenas reconocía lo que pasaba. La oscuridad de afuera no se fundía con la interna, pero no faltaría mucho para eso si dejaba paso a su inconciencia. Recordó brevemente lo que había pasado la primera vez y única vez que se desmayó una vez Zarc había despertado en su mente. Todos los golpes que había escuchado en el fondo de su mente, las heridas que había tenido cuando despertó y las palabras de su padre, diciéndole que no podía hacer mucho por él si se ponía así más seguido. Le dijeron que sus ojos se habían vuelto amarillos, casi dorados, brillantes en rabia y deseosos de venganza. Faltaron no tres sino cuatro guardias para pararle, y al menos dos o tres meses antes de volver a tener confianza suficiente de nuevo para dejarlo sin cámaras en la habitación. Fue suficiente tormento para que decidiese parar y dejar su marcha para el día siguiente. Buscó entre las cortezas de arboles y vio que las luces del caserío estaban lo suficientemente lejos.

Se dejó caer sobre el suelo. Casi sin intenciones reales de golpearse, pero el dolor le importaba poco, quería descansar. Su espalda quedó sobre un árbol. Si estaba en lo correcto, no llegaría a su antiguo hogar a menos que se pusiera a correr como una chita por un largo tiempo. Cosa que no iba a hacer. Sus pies le sangrarían. Cuando cerró sus ojos, para dejarse al cansancio, Zarc apareció en frente de él.

—Tus ganas de llegar a tu hogar te llenan de determinación —dijo mirándolo fijamente—. No se si eso es bueno, o una idiotez.

—Ah... ¿ambas? —Zarc soltó una risita y negó con la cabeza, posteriormente se sentó en frente del chico solo para adoptar una posición—. ¿Irás a buscar donde queda mientras estoy dormido? Aunque debe de estar bastante lejos...

—No tengo mucha idea de donde está esa casa —se alzó de hombros. Yuya asintió mientras trataba de no caer como saco de papas contra el suelo, con todo y su cabeza—. Eso es algo que me imagino que tú debes de saber.

—Sí, lo sé —sus ojos estaban entrecerrados. El sueño casi lo había vencido del todo. Zarc lo miraba curioso desde su posición—. Sólo necesito saber dónde está el pueblo para ello. Pero me acuerdo de que estaba en dirección norte.

—Ubicarse en la montaña no es tan difícil de todos modos —soltó sin mucha preocupación, más concentrado en las expresiones de Yuya.

—¿En serio? —Yuya bostezó—, yo creo que es muy complicado, admiro a Yuri por nunca haberse perdido en ninguna parte de este lugar... es mucho más amplio de lo que creí —divagó mirando al cielo. Estrellado y hermoso.

—Cosas de hacer crecido en la loma —Zarc se alzó de hombros, un tanto más concentrado en un detalle en los ojos de Yuya. Uno que era bastante interesante a su parecer—. Aprendes muchas cosas, como ubicarte por las estrellas o por lo que puedes ver a tu alrededor. Yo también sé algo de eso...

—¿También viviste en una loma? —preguntó Yuya apenas notando ese detalle. Zarc se comió su lengua y se dio cuenta de lo que había soltado. Prefirió ignorar lo que había dicho y pasar a otra cosa.

—¿Te sientes bien? —preguntó para despistar. Yuya arrugaba un poco el rostro—No te vez... como tú mismo... exactamente —dijo arrugando los ojos. La verdad era que le extrañaba los ojos amarillos que tenía. Bastante. Eran hasta un poco brillantes. Casi sentía que tenía lamparás y que estas alumbraban su color. Pero bien podían ser solo impresiones suyas. Estaba oscuro y nadie, siendo sano, tendría luciérnagas por ojos.

—Estoy bien —afirmó sonriendo un poco—, solo necesito descansar un poco...

Y cerró del todo los ojos. Zarc suspiró pensando que en medio de la charla el chico se había quedado dormido como todo un niño pequeño. De igual manera no podía hacer nada por él. No entendía porque le había pasado algo así con los ojos o porque los tenía de esa manera. Pero pensó que no era de preocuparse. Así que salió a caminar un rato a revisar los alrededores, solo para despertar a Yuya si veía alguna actividad extraña. Era más útil si lo había de esa manera. Odiaba meterse a la cabeza de Yuya cuando este se quedaba dormido. Se veía abrumado por los sueños del chico y por los pensamientos propios. Caminar le haría bien. No sabía si contaba como ejercicio, pues él no comía, no sabía de donde venía la energía y tampoco sudaba. Pero al menos no se abrumaba en un montón de corrientes de pensamiento.

Solo que la caminata duró demasiado. Más de una hora se podría decir. Y cuando volvió al punto de encuentro con Yuya, este simplemente se había ido.

—Maldito niño —bufó para sus adentros y miró a su alrededor esperando encontrar alguna señal de él. Pero no había nada. Ni una sola pista al respecto. No era de extrañar que Zarc sintiera que estaba buscando la manera de separarse de él. No le extrañaría en los más mínimo que hiciera algo como eso cuando tuviera la oportunidad. ¡Si se había quedado dormido de la nada! Nadie hacía algo como eso y solo él se creía esa mentira—. Maldito actor.

Revisó los alrededores con desespero. Solo que no había nada. Ni una sola pisa, no lo quiso creer. No quiso pensar que de verdad había pasado. Intentó concentrarse y revisar donde sentía que estaba, pero no había nada. Ni una sola pizca de él en todo el alrededor. No lo sentía, no sentía donde estaba Yuya. Era una parte de él y ni siquiera estaba cerca de él. Maldijo y pronunció malas palabras con ganas. ¿Qué se suponía que iba a hacer? ¿Mirar el mundo humano del que no reconocía nada? ¿No hablar con nadie más por el resto de su vida? Se volvería loco en menos de dos años. Nadie lo notaría. Nadie lo vería. Se volvería solo y viviría un maldito infierno el solo. Sin poder hacer nada. Indefenso e incapaz. Débil.

Y echó a correr, por todas partes. Rápido y sin detenimientos. No quería dejar que la emoción del momento lo privara para actuar. Traspasaba los árboles sin problema y no tenia pista de nada. Así que corrió hasta que ya se cansó de ver lo mismo cada vez. Corrió mirando a todas partes a ver si veía algo de esa cabellera roja con verde. Así fuera corriendo como él o estuviera solo alejándose porque sintió que sus pies, después de haber caminado todo el maldito día podrían soportar solo unos 4 kilómetros más. No había cambio en su respiración, no estaba cansado ni tampoco estaba mínimamente afectado por la carrera. Solo tenía cada vez un estado más animal. Creyó que el de ojos rojos era al menos noble con él. En algún sentido, de alguna forma. No eran los mejores compañeros de la vida, pero al menos, al menos creyó que no iba a ser tan maldito como para abandonarlo en medio de un bosque.

Y no lo encontraba. Así que paró en todo el claro de la luna.

Gritó. Y se desesperó. Pensó en muchas de las cosas que podría hacerle solo para cobrar venganza por intentar abandonarlo así. No podía golpearlo ni hacerlo sangrar. Pero podía atormentarlo en sueños. Podía hacerle recordar una y otra vez al que lo hizo sangrar por casi dos meses. Podría hacerle recordar todas las veces que la sangre corrió por su piel. Tantos costes y heridas que estaban sobre su piel y la de los otros trozos de él. Podía hacerle creer que todo era su culpa. Una y otra vez. Y si eso no era suficiente, le mostraría todas las veces en la que él mismo destruyó e hirió a personas solo por diversión. O lo que creía que era diversión.

Cuando menos lo pensó ya no era el mismo, ya su mirada era roja y demoniaca, sus sienes estaban marcados por líneas rojas semejantes a venas, al rojo vivo. Su cuerpo era más y más oscuro. Su posición era animal, casi podría ponerse en cuatro patas y correr más. Como un lobo en busca de su presa. Listo para despedazarla. Era casi el demonio encarnado. Y de nuevo, corrió. Era más una bestia ahora. Un resquicio de lo que había sido. No era todo lo poderoso que podría ser y, en definitiva, estaba incompleto. Pero en cuanto agarrara a Yuya y lo pusiera a caer lentamente en la locura. Se preguntó porque no había hecho algo como eso antes. Porque demonios no se había empeñado en simplemente presionarlo hasta que saliera disparado. Maldijo su empatía y sus recuerdos. Yuya era él antes de caer en esa espiral de poder y ambición. Maldijo el momento en el que pensó que el chico no era casi nada como él.

Ahora quería volverlo pedazos.

Su parte racional hizo acto de presencia de repente. Él querría ir a su hogar. Estaba desesperado por eso. Se dijo que Yuya le había indicado que su hogar ese estaba hacia el norte. Y él sabía cómo ubicar al norte con las estrellas. Oh claro que lo sabía. No vives en el monte sin untarte de barro. Así que miró al cielo, dejó que las estrellas iluminaran su mirada. Y sonrió más. Malévolamente faltaba decir. Allí estaba, su estrella del norte. Brillante como siempre, alineada con el norte de la tierra y en la cola de la Osa Menor. Adoraba tanto a su familia por enseñarle ese detalle para que lo pudiera usar en ese momento. Los adoraba solo por eso. El resto de ellos podría podrirse en el infierno.

Echó a correr. Si produjera sonidos en la realidad, los gruñidos hubieran espantado a casi cualquier animal. Daba la impresión de que nada de lo que se pusiera en su camino saldría ileso. Todo tenía la culpa de lo que le pasara. Y él iba a asegurarse que la razón de su enorme enojo se pulverizara, que pensara que el infierno era más acogedor que su venganza. Y se iba a asegurar que Yuya jamás volviera a pensar siquiera en volver a hacerle algo en su contra. Empezaría esa noche y nunca más pararía.

Y cuando lo encontró, corriendo en medio del bosque, como si lo persiguiera el demonio; fue gloria. No lo sabía, pero el demonio, la bestia realmente lo estaba persiguiendo. Zarc, solo para asustarlo y que callera de bruces al suelo, empezó a correr detrás de él, gruñendo más fuerte y con más frecuencia. Solo para que fuera escuchado. Yuya no se volvió a mirarlo. Has pareció apretar el paso y deslizarse aún más rápido por los árboles. Esto hizo que la Bestia se enfureciera aún más. Que quisiera rasguñar todo y hacerle daño de alguna manera. Gritó de nuevo. Solo para los oídos de Yuya. Pero siguió igual de indiferente.

Cuando Zarc iba a ponérsele en frente y a gritarle groserías, Yuya detuvo su paso casi de súbito. Lo hicieron ambos. Uno unos pasos atrás del otro.

—Pedazo de mierda —gruñó mirando a la espalda de Yuya, no veía nada de lo que estaba a su alrededor—. ¿Acaso pensabas que era buena idea separarte de mí? —el otro empezó a caminar—¡¿Te crees tan astuto?! —no hubo respuesta. Zarc saltó en frente suyo a mirarlo a los ojos—¿Crees que puedes ...? —vaciló. Los ojos del otro eran amarillos. Puros y nítidos. El claro de luna se lo dejaba en claro. Pero terminó de todas formas—¡¿Deshacerte de mí?! ¡Soy una maldita parte de ti! ¡¿Acaso crees que voy a dejar de existir porque ya no me miras?! ¡¿Acaso...?! —Yuya había seguido caminando hacia adelante. Tanto que lo haba traspasado. Como si no existiera. Zarc se volvió a él y lo vio.

Era el supuesto hogar de Yuya.

Se quedó de piedra mientras este se acercaba a él y se sentaba el piso de madera que había rodeado la casa. Poco a poco empezaba a respirar más y más agitadamente. Sus piernas le temblaron en determinado momento, pero su rostro seguía impasible. Con los ojos amarillos fijados en él, hasta que recostó toda su cabeza sobre el suelo frio y lleno de moho, y los cerró. Todo bajo la mirada atónita de Zarc. Quién tras presenciar todo eso de nuevo gritó a la luna con furia y se abalanzó a la cabeza del chico. Era hora de recordar.

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No tenía una camiseta. Su pecho y espalda estaban a la merced de lo que sea que fueran a hacerle. Como si tuviera idea. Pero sentía el frío de las cadenas que lo mantenían preso. En sus muñecas, eran casi hechas a medida y estaban frías. Como algunas partes de su cuerpo. El sudor no le ayudaba en los más mínimo. Soplaba viento frío el ventilador que había en una esquina. O eso creía. Después de sufrir un desmayo, pocas cosas podías entender.

Yuya intentaba poner en orden sus pensamientos para averiguar donde estaba. No entendía en que posición estaba, solo sabía que su espalda estaba al descubierto y su pecho miraba hacia abajo. Pero no estaba acostado. Estaba sentado y apenas se podía mover. Y tenía algo sobre los ojos, no había luz en ninguna dirección. Así que intentó escuchar. Lo que sea que hubiera alrededor sería menos confuso que lo que había en su cabeza. Estaba equivocado.

Todo eran murmullos. Lejos de él. Muy lejos de él. Susurros en la oscuridad que hacían ruido apenas. Pero que no hacían nada más que eso. Yuya pensó que se estaba volviendo loco. Sentía su respiración a duras penas. Suave y casi inexistente. Su corazón no estaba mucho mejor, era un pulso débil. Pensó que quizá se había muerto. Nunca había estado tan confundido en toda su vida. Pero también era verdad que no se acostumbraba todavía a que lo electrocutaran hasta el desmayo. Nadie debería acostumbrarse a ello.

Sus latidos aumentaron mucho en el momento en el que distinguió una de las voces lejanas. Era Roger. Y recordó todo. Estaba aún en ese maldito sótano. Acompañado de un humano sin voluntad y un científico que creía que podía encontrar la verdad en ellos. Acompañado de los otros cuatro. Yuto, Yugo y Yuri. Todos encerrados. Todos sufriendo por las ocurrencias de ese hombre. Apretó las manos y las juntó. Pensando que si lo creía lo suficiente serían las de alguien más. Cerró fuertemente los ojos y trató de concentrarse. Pero después la nitidez de la voz de Roger lo asustó.

—Felicidades —concedió el hombre mayor. Yuya respiró fuertemente. Se obligó a hacerlo. Sentía que dejaría de hacerlo en cualquier momento—, tu eres el más testarudo de todos 4. Nunca me hacer caso ni tampoco quieres dejarte hacer nada —hubo una pausa. El de ojos rojos tembló. Ese solo podía ser Yuri—. Pero creo que he encontrado la manera de que me hagas caso de una vez por todas —hubo silencio prolongado. Lo suficiente para que Yuya escuchara pasos alrededor de él. Alguien más, aparte de Roger que se oía lejos, estaba en la habitación. Podría ser Sergey. Si estaba libre tenía que ser definitivamente Sergey—. Yo sé lo muy cariñoso que eres con todos los demás. Sé que se pelean también, pero además tienen un gusto por ustedes bastante particular —Yuya se movió un poco, pero entonces sintió, en su espalda, el filo tacto de un cuchillo. Tragó saliva. No sabía con certeza que era, pero si lo intuía. Era demasiado fino para ser cualquier otra cosa—. No me importa lo que hagan en sus celdas siempre que no sea escapar.

Yuri estaba demasiado callado. O al menos ese era quién Yuya creía que estaba allí. Después del corte que le hicieron en la espalda, después de que la sangre saliera y se deslizara por toda su columna y dejó soltar un quejido, fue cuando se dio cuanta.

—¡Desgraciado! —gritó Yuri. Yuya empezó a temblar un poco más. Incapaz de hablar. De decir cualquier cosa. Solo podía temer porque no podía ni siquiera moverse.

—He notado también, como eres un poco más susceptible a Yuya, más que a los demás —hubo una pausa. El de ojos rojos estaba lo suficientemente asustado como para no soltar palabra alguna—. Digo, todos lo parecen —El de ojos rojos podría apostar que Yuri estaba furibundo en esos momentos—, pero dado que el es el único que cuando lo electrocuto no te haces el desinteresado y parece que realmente te molesta, decidí arriesgarme.

—¡Eres un pedazo de mierda! —Yuya se asustó también de los gritos de Yuri. Nunca lo había visto de esa manera—¡Espero que te pudras en el maldito infierno!

—Aún no termino con esto —dijo dándose una pausa—. Ese solo fue el corte para asegurarme de que estuvieras poniendo atención y que me tomas en serio —Yuya escuchó forcejeos de parte de Yuri. O eso creía. No veía porque Roger hiciera algo similar—. Ahora, ¿sabes como funciona la sangre en el cuerpo humano? No estoy seguro, después de todo el Profesor te dejaba saltarte todas las clases para que mejoraras en los Duelos —se escuchó un fuerte bufido de Yuri y un fuerte golpe—. Verás, la sangre es la transportadora de muchos materiales útiles para el cuerpo. Entre ellos el oxígeno —hubo una pausa, dramática—. Para ello utilizan vasos sanguíneos, venas y arterias. Ambas igual de importantes. Y que en su mayoría tienden a ser verticales. ¿Sabes lo que ocurre si hacemos un corte largo y en la misma dirección que un vaso sanguíneo? —Yuya tragó saliva—. Bueno, es una perdida de sangre muy grande en muy poco tiempo —hubo silencio. Solo se oía la respiración asustada de Yuya.

—¿Y crees que lo voy a hacer? —Yuri bufó. Solo que Yuya se quedó temblando de miedo. El de ojos fucsias había vacilado, no fue ninguna alucinación—¿Qué voy a caer en tus deseos solo porque me lo dices?

—Ah, ¿entonces no cederás? —hubo un gemido de dolor de parte de Yuya. Sergey le había hecho otro corte, cerca de sus omoplatos—Bueno, pero vale la pena intentarlo, ¿qué clase de científico sería yo si no exploro todas las posibilidades?

—¡Ni siquiera eres un científico, imbécil! —Yuya escuchó forcejeos. Pero lejanos. Estaba un poco más concentrado en que sus quejidos no fueran tan sonoros. Si le daba la impresión a Yuri que no le dolía tanto, quizá lo harían desmayar, pero lo salvarían al final. Después de todo no podían matarlo. ¿verdad? —¿Y que harás? ¿lastimarlo hasta que se desmaye de nuevo? Yuya sabe que no voy a ceder a ti.

Lo cortaron más profundamente. Y deslizaron el filo dolorosamente lento por su espalda. Contuvo su voz en la garganta lo más que pudo.

—Tienes razón —admitió él. Sergey hundió un poco más su cuchillo. Se escuchó un leve jadeo lastimero—. Eres indiferente al sufrimiento de todos tus compañeros —hombre grande detrás de él le cortó muy cerca de la nuca. Yuya se asustó aún más—. Me pregunto si serás indiferente a su muerte.

Yuri no se rió de su comentario. Como solía hacer.

—No haré nada por ti —hubo una pausa—. No matarás a Yuya, nos has dicho muchas veces que necesitas a los cuatro para tu asquerosa investigación.

—Es verdad —sonó pensativo. Yuya sintió que Sergey empezaba un nuevo corte, uno que iba paralelo a su columna—, pero gracias a ti he tenido otros avances. Tu no sientes el dolor de ninguno de los demás, en ninguna de las ocasiones. Entonces, si no me dejas seguir probando esa hipótesis, entonces puedo ir por otra. La muerte —Yuya dejó salir un quejido, incapaz de contenerlo—. Quiero también saber si alguno de ustedes muere, bueno, los demás también lo harán, quiero saber a cuanta velocidad lo harían y si realmente pasaría. O si mueren todos al mismo tiempo. Puedo hacerlo.

—Eso es quedarte sin sujetos de prueba, imbécil —Yuri bufó—. No podrás seguir haciendo tus estúpidas pruebas —murmuró.

—Siempre tengo la opción de hacerles lo mismo a las otras cuatro chicas que tienen el mismo rostro —Yuya jadeó sorprendido—. A ellas sí las buscarían, pero estoy dispuesto a correr el riesgo si tu no cooperas.

—Hijo de puta —escupió Yuri. Un nuevo gemido de dolor salió de la boca de Yuri—. Tu no tienes ninguna maldita salvación, maldito degenerado de mierda.

—Sergey —llamó Roger—, hazle lo que te dije. Es el Rey de City, campeón de campeones. Merece un trato especial, ¿no crees?

—Tu solo eres un bastardo que hará cualquier cosa para obtener su venganza —bufó con fuerza. Yuya sintió que, con mucha lentitud y cuidado, le hacían más cortes en su espalda baja.

—Tienes razón —concedió—, esto es en parte venganza. Tu querido noviecito me robó todo lo que había construido con tanto esfuerzo después de que me echaran de academia —dijo con remordimiento—, pero después de años entendí por qué. Mi venganza ya no es hacia Academia, ya no más. Ahora es hacia aquel que destruyó el otro aspecto de mi vida. El control que me tardé en construir y que adquirí. Pero es una coincidencia que él sea el mismo al que puedo cortar y rebanar, ¿no? Una bella coincidencia. Más, no obstante, tengo que completar este experimento. Es crucial para entenderlos.

—Eses un desgraciado hijo de puto —bufó fuertemente.

Y esa, fue solo la primera, de muchas secciones antes de que Yuri siquiera cediera a jugar con desgano. Pero nada salvó a Yuya de tener una corona, mal hecha y con desgana, en toda su espalda baja. Como un recordatorio maldito, de lo que hizo Roger alguna vez.


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