Del Sueño y otras Locuras

La música era únicamente de ambiente. No eran canciones elegidas por Yugo, eran canciones elegidas con un cuidado absurdo, nada que tuviera menos de 6 meses entre otras reglas absurdas. Quien se había puesto a elegir se había gastado al menos 13 horas de su vida (si no es que era más) en elegir alrededor de 10 000 canciones que el de ojos esmeraldas ni siquiera se paraba a escuchar con atención. No era que no le gustara la música o que lo distrajera. Era que simplemente no era su elección elegir eso cada vez que venía al taller ni cuando se quedaba en su celda. Esa, junto con muchas otras cosas sobre el contenido o las cosas que debería hacer o ver Yugo era lo que Leo había anotado en muchas cartas y correos para que se cumpliera en dicha prisión.

Y esa en especial, la de las canciones, había sido una de las gotas que había colmado el vaso en el aguante de los jefes de prisión de Yugo. Era tan estúpidamente absurda que no entendían siquiera el por qué o el sentido. A partir de cierto punto, los altos mandos de la prisión pasaban de muchas de las especificaciones de Leo Akaba con la gracia de una bailarina de Ballet. Era un acto de rebeldía de su parte, ya que nunca estuvieron de acuerdo con ninguna de las dos cosas. Ni con que fuera inocente de lo que ocurrió con su ciudad, ni que se juzgara a cuatro chicos de 14 años por lo que podrían hacer potencialmente con la frialdad y el trato de un asesino en serie de niñas de 4 años. Ellos eran de los primeros en decir que no eran una amenaza real, que había otras cosas que eran una amenaza más plausible, como el uso de la Visión Sólida con fines poco legales, el poseer la tecnología para cambiar de forma a un ser humano y volverlo un objeto inanimado era demasiado arriesgado, entre otras cosas. Pero la ley era la ley. Ellos habían perdido por las pruebas que apuntaban a que los chicos eran potencialmente peligrosos y que se tenía que tener un cuidado especial con ellos. Uno absurdo y dirigido por el enemigo público número 1 de todo Heartland.

Yugo no era consiente de nada de eso. Solo hacía lo que podía con el tiempo en el taller que tenía, dormía más de lo que le era sano y comida con la velocidad de un muerto de hambre. Era una rutina demasiado repetitiva, pero que era demasiado flexible. Yugo de hecho tenía más opciones de las que parecía. Solo que nunca las aprovechaba porque estaba durmiendo o estaba demasiado entretenido en el taller arreglando algunas motocicletas que venían de Syncro o que eran de la misma XYZ. Lo usaban para eso principalmente, el chico se gastaba varias horas de su día en eso. Arreglar y mejorar maquinarías. Al principio solo le dejaban una hora o 50 minutos, dado a la desconfianza que pedían que tuvieran. Pero con el tiempo, y dado a que realmente no hacía daño a nadie, Yugo pasó a tener casi tiempo ilimitado en ese taller. Con casi todas las herramientas que quisiera y una vigilancia que poco a poco iba siendo más descuidada.

Cualquiera, con estas características, se pondría a idear un plan para escapar o cualquier cosa. Pero el de ojos esmeraldas no quería, no tanto porque no quisiera su libertad, sino porque sentía que no había nada para él allí afuera. Y es que no podía haber otro signo más obvio que el hecho de que nunca haga utilizado su sala de visitas. Leo no era bienvenido en Heartland, Rin no tendría el presupuesto para venir, incluso si sabía dónde estaba, y Reiji era alguien a quien trataban de manera despectiva. No se fiaban demasiado del hijo de Akaba. Ergo, nadie nunca le había llamado por ninguna visita. No se sentía triste al respecto, después de todo, entienda las condiciones de sus amigos en Syncro, ¿por qué iban a gastarse una millonada en venir a verle? Era idiota, pero tampoco tanto. Sabía que se iban a tardar en ahorrar. O eso quería creer. También se preguntaba por Yuzu, si ella habría intentado, siquiera, venir a verle.

Por eso tanto tiempo en el Taller, por eso se gastaba las horas durmiendo, no había nada para él, así que, ¿por qué no gastar su tiempo durmiendo? Era como ir a otra parte. A otra dimensión donde lo real no pesaba nada y que las cosas no tenían sentido. No tenía que gastarse horas pensando en porque alguien no venía o porque se sentía en un abandono casi total por parte del exterior. Lo mismo al arreglar problemas mecánicos. No pensaba en casi nada, solo en arreglar y sí mucho tenía que descubrir de dónde venía algún problema o avería. Era verdaderamente entretenido no tener que pensar.

Pero todo ese se acababa cuando tenía que volver a su celda y encontrarse nuevamente consigo mismo. Y tenía que pensar. Como inevitablemente pasaba cada día.

—Ya es hora —dijo el guardia. Se había tardado un poco en decirle. La verdad era que el mismo se preocupaba por que la rutina del chico era demasiado insana. Solía dejarle más tiempo para que no tuviera que dormir tanto. Pero le era imposible.

—Solo unos minutos más —le dijo por encima de la música de fondo—, este arreglo no lo puedo dejar para mañana.

—Yugo, es hora de irse —le insistió después de una pausa. Yugo seguía conectando cables aquí y allá—. Yugo —el aludido le puso una mano abierta un momento y volvió a concentrarse en mirar una pequeña pantallita que tenía. Revisaba los voltajes y revisaba donde estaban los cables. Llevaba un rato en esas.

—Paciencia... —murmuró por lo bajo mientras seguía cambiando los cables de lugar.

—Será una hora menos si te tengo que esperar otro minuto —amenazó. Yugo se lo tomó a la ligera. El tipo no era Martha, no había nadie más que si se enojaba o amenazaba le iba a dar miedo. Bueno, quizá Yuri o Yuya. Solo que nunca experimento la ira del segundo y la del primero parecía ser todo menos atemorizante. Esperaba. Sonrió suavemente. ¿Cómo sería Yuri enojado? Pensó que quizá él también se enojaría con él y discutirían, quizá no se dejarían mutuamente del otro. Sería una linda situación en la que estarían enojados uno con el otro por muy poco tiempo. Sería lindo ver como Yuya se enojaba con él si lo llegaba a provocar. Sería lindo ver como arrugaría el rostro y memorizarla como todas las demás expresiones que tenía.

Dejó de sonreír y dejó lo que hacía. Guardó sus recuerdos falsos y guardó sus herramientas. Cambió su estado de ánimo y cambió su mirar.

Siguió al guardia sin decir palabra alguna a su cuarto, pedía perdón mentalmente a quien fuera a quien había molestado allá arriba. Deseaba poder darle una patada en las bolas a Leo Akaba, que lo odiaba con casi la misma pasión que el mayor lo odiaba a él. Deseaba poder tomar alguna de las motos o las D-Wheels que arreglaba y montarlas, sentir el viento en su cara. Deseaba ver, aun si era de lejos, de nuevo a Neo Domino City, a Rin, a los chicos del orfanato, saber que fue de la vida de Jack Atlas después de ser "Rey". Quizá ver a algunos de los que estuvieron en su infancia, como Yusei o los niños que a veces visitaban al orfanato. Pero más que nada quería volver a ver a sus no proclamados novios. Solo que no podía hacer ninguna de esas cosas. Porque era una amenaza, porque el público lo había visto con esos ojos amarillos que tanto odiaba. Porque nadie lo quería afuera y porque estaba mejor allí encerrado. Bufó con ganas.

Miró hacia adelante y trató de mirar las ventanas, esperando averiguar, aunque fuera remotamente la hora. Pero el día estaba más oscuro que su estado de ánimo. Bufo suavemente, miró por encima de su hombro al joven guardia detrás suyo, el cabello morado extraño que tenía le resaltaba en medio del gorro que azul que usaba. Era apenas más maduro que él, o eso aparentaba, Yugo sospechaba que debía estar por los 20 apenas. Sabía que le ponían los más jóvenes cerca de él y a los viejos para vigilar otras salidas. Era un comportamiento inusual. Las pocas veces que lo habían detenido en City, había observado un poco como estaban distribuidos los guardias. Pues, ¿qué más iba a ser en detención? ¿Cantar? El punto era que normalmente ponían a los menos experimentado y jóvenes a las afueras o en lugares donde tuvieran poco contacto con los detenidos o estuvieran mesclados entre los otros más experimentados. Pero nunca había tenido contacto con los veteranos de esa prisión.

En realidad, solo tenía contacto con dos guardias de manera regular. Uno era ese, que lo movía del taller a la celda y de la celda al taller, y el otro era un poco... diferente. No sabía los nombres de ninguno de los dos, pero el que tenía atrás tenía un pelo que parecía una especie de pulpo (por ponerle algún nombre, no había encontrado una mejor coincidencia) y el otro tenía un cabello parecido al de una flama. No le gustaba ponerse sobre nombres a la gente (ya le gustaba bien poco o de plano odiaba que le pusieran uno a él), pero dado que no sabía sus nombres, les puso mentalmente dos apodos. Pulpito y flama. Yuri se reiría en su cara por poner unos apodos tan ridículos y se jactaría de crear unos muchísimo mejores. La verdad, si lo pensaba, no sería malo escuchar a Yuri criticándole y presumiéndole, en realidad no estaría mal. No sonaba nada mal siquiera escuchar la voz de Yuri en cualquier forma.

Volviendo al tema, pulpito era seco a morir, pero flama era un poco más activo. Se paseaba por su celda cuando quería. Literalmente, en más de una ocasión había salido de ducha y se lo había encontrado sentado en su cama. Como un vil descarado. No le molestaba. O al menos se había molestado tantas veces por eso que de plano ya no tenía sentido molestarse más. O eso creía. No estaba seguro. Nunca estaba seguro de cómo funcionaban las cosas a su alrededor. Si quiera estaba seguro de cómo funcionaba su cabeza, que iba de aquí a allá, entre pensamientos inconexos que solo funcionaba cuando estaba haciendo algo de mecánica. O doblando ropa. Maldición, como odiaba doblar ropa, pero quería volver a hacerlo. Solo por el gusto de recordar. Y quizá para poder centrarse en algo. Porque no se centraba en absolutamente nada.

¿Hace cuánto es que quería saber la hora del día? Mierda, ¿por qué no podía simplemente pensar algo y hacerlo? No detenía sus bocas cuando había que comentar algo, ¿por qué no era lo mismo cuando tenía que hacer algo?

Entrar a su celda apenas lo volvió a poner pies en la tierra, pues el característico portazo de pulpito le hizo mover un poco sus pensamientos. Tomó aire suavemente y lo botó. Ahora debería buscar algo para distraer la mente y no pensar tanta cosa. Quizá si seguía haciendo ese rompecabezas de esa obra que de la que no podría recordar el nombre, era la 4ta vez que lo iba a armar, así que quizá debería aprenderse ese nombre. No, no, eso quizá para más tarde, ¿organizar alfabéticamente los CD que tenía para reproducir? Eran muchos, se gastaría un buen rato si lo hacía. Solo que ya lo había hecho la semana pasado como dos veces, una por artista y otra por álbum. ¿Y los libros que había allí pero que nunca iba a leer porque no tenía ni curiosidad? Bueno, parecía una buena opción. Pero también estaban organizados en ese momento. Bufó. Justo cuando Flama no estaba con su energía del mundo. Maldición, su temperamento iba en decadencia.

Se dejó caer en la cama tras un par de pasos y cerró los ojos. Pensar en cualquier cosa menos en sus desgracias ayudaría a dormir. Porque era lo único que importaba, dormir lo más posible y ya. Era aburrido estar en su celda, era aburrido quedarse pensando en estupideces. Era destructor recordar cosas que no iban a poder volver. Era destructor pensar en un futuro vacío. Era destructivo imaginar que allí iba a terminar sus días. Tomó aire y se puso a recordar lo que sabía de una serie para niños de su infancia. Todo lo que sabía de ella.

Y eso, le sirvió para caer dormido.

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Desde un pequeño panel oprimía un par de botones para poder comprobar algunas cosas de una D-Wheel. Los controles parecían funcionar bien, todo respondía como correspondía. Pero ahora todo era un desastre de cables e intercepciones. Empezó a encajar algunos en las zonas vacías del compartimiento y entonces escuchó unos pasos acercándose a él.

—Yugo —sonó la voz de Yuya, preocupada y algo agitada por la carrera—, Yugo se nos acaba la comida.

—Yo me encargo —dijo sin dejar lo que hacía, ni siquiera lo miró—, solo dame algo de tiempo para terminar esto y te ayudo.

—Yugo —lo llamó otra voz de la misma parte, era Yuto, tenía un tono preocupado también, pero no al nivel que había tenido Yuya unos instantes atrás—, Yugo ¿podemos salir? —preguntó—Se acerca el otoño y no podremos visitar el lago.

—Está bien, iré —dijo el aludido. Tampoco miró al de ojos grises, si es que realmente estaba allí—, solo déjame terminar estos arreglos —dijo mientras cerraba la cabina de los cables. Miró entonces a otra parte de la moto, a la que se he habían salido los tronillos—. Solo un par de arreglos más —sin que el de ojos esmeraldas se diera cuenta, la llanta de delante se empezaba a desinflar.

—Eres un idiota —dijo entonces la voz de Yuri. Ni siquiera entonces Yugo levantó su mirada de la D-Wheel—, podrías hacer otras cosas aparte de perder el tiempo en cosas inútiles.

—No son inútiles —replicó el de ojos esmeraldas—, son arreglos que alguien más va a usar. Estoy ayudándole a alguien más.

—Cada una de las cosas que arreglas se va a la basura —le dijo cerca del oído. Yugo pareció detenerse un poco—. Destruyen todo lo que haces, lo desmantelan como si tu trabajo fuera del de cualquier pordiosero.

—No es cierto —dijo aún más cerca. Yugo no movía sus manos—, No ignores lo que ya has visto. No seas idiota.

—No soy idiota —dijo arrugado suavemente sus cejas—, esto ayuda a los... —y se volvió a Yuri. Pero este, sencillamente, no estaba allí—demás —dijo en medio de un suspiro—. Odio soñar estas cosas engañosas—se levantó de su puesto. Tomó aire y examinó su alrededor. Todo en colores psicodélicos como de costumbre—. Al menos son sus voces...

Una ráfaga de viento pasó por su cuerpo estremeciéndole y llevando un rugido por su paso. Yugo mira al cielo, sin señal de lo que pueda pasar. Entonces, los vientos se vuelven aún más violentos, ráfagas en contradirección, remolinos a su alrededor y caos en el sonido. Todo mientras era elevado del supuesto suelo que tenía. El de ojos esmeraldas, algo abrumado por lo que escuchaba y sentía, miró hacia su espalda. La silueta Clear Wing estaba allí, con sus ojos amarillos brillantes y toda la imponencia. Yugo soltó un pequeño grito de asombro y llenó su corazón de miedo. Atrás suyo, otras voces y sonidos, más humanos esta vez, se intensificaban. Habían estado allí desde un principio, pero apenas ahora se sentían. Las alas de Clar Wing se encendieron en ese brillo azulado tan característico. Y el gruñido de ese dragón se volvió a oír. Yugo se protegió con sus manos apenas supo que iba a venir en su dirección, pero no le sirvió de nada, pues el dragón no iba tras él.

Iba tras voces que estaban detrás suyo.

Escuchó gritos de horror a sus espaldas y el característico sonido que se produce en los oídos cuando pasa un viento muy fuerte por el cuerpo. Se quitó los brazos del rostro para intentar ver que ocurría. Pero antes de poder tan siquiera ver que ocurría a su alrededor, miró sus manos. Llenas de color escarlata y la viscosidad de la sangre. Sangre que también pasó a su cabeza, mejillas, y parte de su torso. No solo estaba lleno de muerte, sino también con el deseo acérrimo de ver aún más destrucción a su paso.

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—Odio soñar con sosas sin sentido —murmuró cuando pudo y recobró la conciencia. El despertar había sido todo menos glamuroso o siquiera agradable. Sentía la garganta seca, el estómago gruñendo por comida y la cabeza vuelta un desastre. No era capaz de procesar bien en su cabeza. Y lo peor de todo, era que sentía que tenía un mal humor desesperante. Se levantó de la cama y miró a todo lo que había en su celda.

Se tronó el cuello y las manos. Se fue directo a la ducha ignorando la comida que estaba bien servida desde hace algún tiempo, en la barrita donde le pasaban los alimentos. Era tarde, lo podría adivinar. Esa era su cena, que se había quedado allí durante unas horas. Parecía que era de mañana, el lugar era demasiado claro. Pero en realidad era de madrugada y solo le habían encendido las luces. No era que lo vigilaran con cámaras como a Yuto, pero tampoco era como si lo dejasen descuidado. Miraban muchos de sus movimientos después de todo. No todos, pero una repentina movida en la noche, cuando se supone que debería estar durmiendo, era algo que debía ser tomado en cuanta.

Sus sueños eran cosas demasiado aleatorias a veces. Las voces de sus amantes siempre estaban, nunca fallaban. Sin embargo, todo lo demás era totalmente aleatorio. Si a veces estaba en una maldita guerra, con todo y trincheras, o de la nada era un ser que podía saltar a alturas inimaginables, o quizá era un guerrero con poderes extraños, o podía estar en el mar que nunca había tocado. Todo ese tipo de cosas. Solo que, a veces aparecía Clear Wing, en el fondo o de protagonista. Siempre lo asustaba y siempre dejaba la sangre como amargo recuerdo.

Cuando salió de la ducha, con solo una pantaloneta puesta, allí estaba flama. Con su actitud algo radiante a pesar de ser de madrugada (lo que el calculaba era la madrugada). Cada vez los horarios de ese chico estaban más raros. A veces venía en la mañana a veces venía tarde. Era muy extraño. A veces parecía que venía cuando le convenía.

—Hola —dijo levantándose de su lugar—, parecías aburrido, así que traje cartas para que jugáramos cartas.

—Eh... —Yugo parpadeó un poco—, está bien.

Al de ojos esmeralda no le quedaba de otra más que simplemente aceptar, no tenía nada que hacer, tenía algo de insomnio, y no era como si alguien fuese a decirle que no podía hacerlo. O al menos, eso esperaba. Se sentaron juntos en el suelo, junto a los rompecabezas y allí empezaron su juego. 21 era algo a lo que Yugo se había negado a jugar antes. Rin a veces le decía que para pasar el rato jugaran ese juego, pero el nunca tenía paciencia para aprender a jugar (y eso que era simple). De hecho, el único juego que realmente aprendió fue Duelo de monstruos. Casi, casi fue cuestión de ver las cartas, ver a Clear Wing cuando le salió en sui primer sobre, y saber por intuición que debía de hacer. Nunca le echó suficiente cabeza a saber porque, simplemente lo sabía. Ya cuando la edad lo requirió, supo protegerse de los guardas de Security cuando andaba con su D-Wheel. Ya cuando Martha los había dejado y Yusei se ocupó demasiado.

Pasado un tiempo de jugar, entre risas y algunos reclamos, el guardia le habló a Yugo.

—Oye —dijo—, siento que tengas que estar aquí.

—¿Ah? —el de ojos esmeraldas arrugó el rostro. Eso había venido literalmente de la nada.

—Realmente no creo que seas una amenaza, ni tu ni ninguno de los otros —le dijo recogiendo las cartas—, todo esto no es más que una exageración.

Yugo, aún algo aturdido por a repentina acción, se rascó la cicatriz de su cien.

—No vayas a estas cosas —le dijo mientras se cruzaba de brazos—, no creo que merezcas nada de esto tu también.

—¿De qué hablas?

—De por sí ya ser amigo mío es algo problemático —le dijo cerrando un poco los ojos—, tu no tienes nada que ver, no debes involucrarte en esto —Yugo parecía algo más serio de lo normal—. Te pondrás al mundo encima.

—Todos nosotros estamos en desacuerdo con lo que dijo Leo sobre ti y los demás —dijo con cierto resentimiento en la voz—, destruyó todo Heartland por tener energía para un proyecto que no beneficiaba a nadie —bufó suavemente—, ¡secuestró a toda una ciudad y no tiene cargos! —Yugo alzó un poco sus cejas. No había considerado eso, seguro que los otros 3 ya hasta lo tenían tatuado en los hombros. Maldición, y él apenas se daba cuenta de esto—Tu no deberías estar aquí.

—De todos modos —empezó—, no deberías meterte en problemas por mí.

No deberías porque puede que te quiten de aquí.

—¡No son problemas! —exclamó—Es la opinión de todos nosotros y también la de algunas de las dimensiones, ¡casi todos estamos en desacuerdo con la decisión tomada! —sonaba bastante seguro—Standard, Syncro y una buena parte de Fusión cree que están equivocados.

—¡¿Qué haces allí adentro?! —dijo el otro guardia. Pulpito había vuelto. ¿Cuándo se había ido? —¡No te puedo dejar ni 5 minutos solo! Sal de allí, no puedes estar adentro —dijo tocando la fuerza con algo de fuerza. El guardia de adentro soltó aire decepcionado.

—Supongo que nos veremos otro día —le dijo mientras le entregaba las cartas. Yugo apenas asintió. Y el otro salió de la celda. El que estaba afuera lo regañó casi que a gritos y con mala leche, además. El de ojos esmeraldas suspiró y dejó las cartas botadas. No iba a servir de nada seguir despierto.

Sí, tendría que volver a dormir, Era emocionante hacerlo. En realidad, no tanto. Solo era pasar el tiempo. Solo esta esperar mientras mirabas a la más infinita oscuridad de tus parpados cerrados mientras esperabas a que amaneciera, te tocaran la puerta y te dijeran que era hora de comer. Y luego, volver a ir al taller, volver a intentar dormir, y luego levantarse de nuevo, y repite y repite. Sin fin. Llevaba semanas así, si mucho un mes. Pues antes no había podido acostumbrarse buen a eso y tenía una rutina diferente. Pero todo se volvió monótono y aburrido. Eso no era lo que quería para su futuro, pero estaba relegado a eso. A quedarse en esa celda, haciendo lo mismo, solo teniendo el sueño para sopesar un poco la situación.

Estaba obligado a volverse un poco más loco cada día.

Cuando finalmente se acostó, se aseguró de llevar su mente a un lugar lindo y agradable. Cerrar los ojos y pensar que estaba en su lugar feliz era algo que lo relajaba lo suficiente para dormir. Pero no lo suficiente para salvarlo de los sueños.

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El clásico rugido de Clear Wing se escuchó. Yugo apenas prestó atención a este, por alguna razón supo que todo el tiempo estuvo allí. Pero, la verdad era que estaba más distraído moviéndose entre la basura y los escombros. Había demasiados a su alrededor y todos podían ser potenciales peligros para él. Así que saltaba de escombro en escombro, buscando algo. Su dragón volvió a gruñir con fuerza, haciendo que levantara la cabeza en búsqueda de saber que quería. El dragón estaba ahora flotando encima de un montón de chatarra, con su cuerpo orientado a la parte que Yugo no podía ver.

—¿Quieres que suba hasta allá? —preguntó desconcertado. El dragón no rugió ni nada, simplemente se volvió al otro lado del montón de chatarra. Yugo suspiró suavemente.

Se tardó un rato en subir, entre televisores rotos, microondas sin tapa y bastantes componentes de moto había poco espacio para una subida segura. Se hizo un par de raspones en las manos y en las rodillas dadas las veces que se cayó. Sin embargo, ni un solo quejido pasó por su boca. Una vez subió, miró todo el extraño paisaje que se alcanzaba a ver. Había cuerpos por todas partes. Personas caídas, con algunos rastros de sangre en algunas partes de su cuerpo. A algunos se les veía los charcos de sangre debajo de su cuerpo. Era fácil asumir que estaba muertos, y además que algunos de ellos eran duelistas, pues tenían discos de duelo en sus brazos. Pero una gran porción de estos no tenía nada en el brazo. Para Yugo no fue tan claro que había pasado. Su expresión era seria, demasiado seria. Ni siquiera un atisbo de sorpresa cuando se había asomado. Y en medio de todo eso, Yugo tuvo un pensamiento.

—¿Tú hiciste esto? —preguntó a su dragón. Este rugió haciendo brillar sus alas. Como si estuviera orgulloso de todo ese desfile de cuerpos ensangrentados y destrucción. No había nadie más vivo que ellos dos. Y eso le hacía sentir orgulloso—Y no puedes... ¿pensar en otra cosa para hacer aparte de todo esto? —le preguntó. El dragón apenas y dio un suave gruñido—Es solo que, bueno, entiendo que seas una especie de bestia imparable, pero ¿qué quieres lograr con esto? Es solo un montón de cuerpos. Todo te temerán si llegas a hacer esto de nuevo.

Clear Wing grunó fuertemente sobre el montón de chatarra. Tan fuerte que hizo vibrar los escombros debajo de la piel de Yugo. Este miraba a su dragón, pensando que había algo que se le estaba escapando. Solo que eran sueños, ¿qué significado iba a tener todo eso? Volvió hablar cuando el monstruo dejó de rugir.

—¿Y no te sientes solo en medio de todo esto? —preguntó—Son muchos cuerpos, de mucha gente, cada vez que uno cae, te vuelves más solo —dijo mientras se tocaba uno de los hombros—. Porque es una persona que no conoces, una persona que podría ser tu amigo. ¿No crees que te estás creando tu propia soledad haciendo todo esto? —el dragón apenas se movió un poco y gruñó—Está bien, me tienes a mí. Pero eso no es suficiente —Yugo miró al frente, donde las nubes estaban haciendo un pequeño remolino—. Nos teníamos a todos antes —bajó un poco la mirada—. ¿Deberíamos hacer algo con eso? Buscar otra compañía o buscar la misma. Estamos bastante solos.

Clear Wing pareció algo entusiasmado por la idea. Solo que Yugo, con los ojos teñidos suavemente de amarillo, parpadeó. Volvió a pensar lo que decía. Y volvió a mirar a su alrededor.

—Esto no es lo que quiero —soltó—, pero mira esto. Mira lo que tu has hecho en el pasado y fueron unas 15 muertes en Academia. Alguien tiene que pagar por los platos rotos, ¿no? Siempre alguien tiene que pagar por algo... —la cola del dragón pareció golpear con fuerza la tierra y escombros al lado de la montaña. Yugo se movió un poco para recobrar el equilibrio—. Pero podría irme, no volver con nadie que conozca, porque a nadie le importa que esté aquí —se miró las manos—, podría perderme para siempre. No, no —negó—, eso no es correcto —Clear Wing volvió a golpear a la tierra intentado llamar la atención de Yugo. Intentado que sus pensamientos, los pocos que podría proyectar que fueran entendibles para él, fueran mesclados. Las intensiones podrían funcionar de algo, podría ser su boleto lejos de allí. Pero Yugo era un cabezota que se había metido la idea de que quizá se merecían eso. No por nada, sino porque alguien tenía que pagar por errores del pasado. Alguien tenía que sufrir en lugar de alguien que ya no está. Esos eran ellos, que sufrían en esas celdas por Zarc, por los dragones. Y todo eso, no lo dejaba escuchar mucho a su dragón—. Es una locura intentar salir. No sé desaparecer, no sé tener un bajo perfil, no sé nada útil.

Clear Wing golpeaba más y más el suelo. Para Yugo era como si esos golpes no existieran.

—Soy idiota, lo sé —dice sonriendo bobamente por el repentino de Yuri llamándole así—, no se cansan de recordármelo. Pero escapar hace que todo esto se complique más, ¿no crees? Además, si tengo que cumplir con todo esto, al menos debo afrontarlo como se debe —el dragón dejó de golpear el suelo—. Pero, tenía tantas cosas por hacer afuera. Quería hacer mucho —apretó un poco sus puños. Clear Wing lo miraba ahora—, aun quiero hacerlo —suspira—. No podré hacer ninguna, no lo permitirán. ¡Déjeme hacer al menos una! ¡Una sola! —exclamó. Se dio cuenta de que estaba hablándole a un valle lleno de cadáveres y sangre, así que suspiró y se sentó en uno de los televisores de la montaña. Admiró de nuevo ese valle, que permanecía intacto y como un enorme desastre que acababa de ocurrir, reinaba un silencio absoluto. Yugo miró algunos detalles, como todas las construcciones caídas, los automóviles destruidos y el montón de acero y cemento repartido en todas partes. El caos había pasado, pero el remanente de ello era un caos distinto. Uno que se miraba desde lejos solamente y que solo podía activar la imaginación de un observador a pensar que ocurrió en todo ese lugar. Yugo pensó en eso, en como Clear Wing se las había ingeniado para hacer toda esa destrucción. Tomó aire y le habló a su dragón—¿Sabes? Al menos esto es un buen trabajo.



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