UN NUEVO HORIZONTE
Planeta Oa.
Años antes...
-¡Otra vez! – ordeno el Lantern bolovaxiano mientras hacia una pose de victoria –
-Ya te dije que me rompiste dos costillas, ¿cómo voy a...? – le reprocho el humano –
-¡No necesitas las costillas para ponerte de pie!
-Solo dame un segundo para poder partirte la... ¡Ahhh!
-¡Otra vez, poozer!
El nombre real del humano era Harold. Hal para los amigos. No tenía muchos, pero quería creer que esos pocos le llamaban Hal con cariño. El hombre que estaba delante de él... no era un hombre como tal. Era un cerdo gigante. Y no le llamaba Hal, sino poozer, palabra que el anillo se negaba a traducir. Así que el cerdo gigante no era un amigo y tampoco lo trataba con cariño.
Kilowog, así se llamaba el cerdo gigante que lo golpeó una y otra vez con un tipo de maza que había creado. No era una arma que Hal sabía que existiera o conociera en la Tierra, pero allí en el planeta Oa (literalmente el centro del Universo) pareciese que la Tierra era algo así como un insecto, una mosca molesta de la que a nadie le gustaba hablar. Hal era el primer terrícola en Oa en su historia. El primer Green Lantern de la Tierra. El primero en eso, además de enterarse de que el universo efectivamente sí tenía un centro, en oposición a todas las teorías.
A nadie parecía interesarle que fuera de la Tierra, y hacía tres semanas que no volvía. Tres semanas del sistema Solar terrestre, como los demás Lanterns se habían habituado a corregirle.
-¡Vamos, déjame ir! – grito Hal en suplica y a la vez en insulto – ¡Pumba de tercera!
-Si los Guardianes dicen que no estás listo... ¡no estás listo, poozer!
Mientras creaba un escudo de luz verde desde el suelo para intentar defenderse de los azotes de Kilowog, Hal pensó en la gente que lo extrañaría. Sus hermanos y su mamá, tal vez. Carol, sin duda. ¿Y quién más? No muchos.
Kilowog destruyó el escudo que Hal construyó, pero éste usó los pedazos de luz que quedaron para lanzarlos convertidos en mini-misiles a los ojos de Kilowog. El bolovaxiano los evitó haciéndose hacia atrás; sus ojos echaron chispas y expulsó dos hilos de vapor de la nariz de lo enfurecido que estaba, como en una caricatura. Hal aprovechó para limpiarse los restos de sangre en su barbilla.
-¿Cómo diablos...?
-¿Sorprendido? Vamos, podría usar todo el día para seguirte sorprendiendo, pero estoy con prisa de ir a la Tierra – le repitió el humano –
-¡Que no estás listo, poozer! Tu predecesor protegía el sector donde está tu mísero planeta, pero nada indica que no puedan cambiarte si te requieren en otro lado. También puede ocurrir que no seas lo suficientemente bueno para cuidar el sector entero, y si es así, te regresarán a tu choza.
-¿Qué tan difícil puede ser? Es el 2814, ¿no? Es solo un sector con nueve planetas. ¿O eran ocho? Ya no recuerdo bien. ¿Eran diez? ¿Plutón contaba o no?
-¿Seguro? – Kilowog le habló al anillo en su dedo – ¡Anillo! ¿Cuántos planetas habitados hay en el sector 2814?
[Hay 1.508 planetas habitados en el sector 2814, Lantern Kilowog.]
-¿Ves? Lo mejor que puedes hacer es pedirle a Greet un plato especial con una receta de tu planeta; por ahora, es lo más cerca que estarás.
-No voy como protector o policía, sino porque es mi hogar. ¿Acaso tú no harías lo mismo con tu planeta si llevaras tres semanas sin ir allá? – le reprocho el humano –
Kilowog levantó el brazo, su anillo brilló, y una armadura apareció a su alrededor. Era verde y brillante, con piezas enormes que protegían sus hombros, pecho, brazos, cabeza y piernas, por encima del uniforme verde y negro que todos los Green Lantern utilizaban. En la mano derecha de Kilowog apareció una especie de yunque espacial.
Hal Jordan también levantó su anillo, y comenzó a imaginar algo. Entonces, un enorme jabalí de luz esmeralda apareció delante de él, echando humo por las fosas nasales. Kilowog gritó, se ofendió y corrió hacia el jabalí con la bazuca por delante.
Hal hizo lo propio con su jabalí. Antes de que ambos chocaran, Hal movió el dedo meñique y una alfombra de luz se deslizó bajo los pies de Kilowog, haciéndolo caer de espaldas al suelo de la sala de entrenamiento ruidosamente.
-¡Ah! ¡Maldito terrícola! – grito el bolovaxiano desde el suelo –
-Creaste dos constructos, y yo hice lo mismo. No veo el problema –dijo Hal, con su mejor sonrisa –
-¡Gusano terrestre! – gritó Kilowog, poniéndose de pie –
-Me han dicho cosas mucho peores.
-¡Poozer miserable!
-Aún no sé lo que eso significa...
-Kilowog, déjamelo a mí – dijo una voz autoritaria. Fue bastante apropiado que Hal pensara en esos términos sobre la voz, debido a quien apareció flotando desde las alturas – Lo pondré en su lugar.
Era Sinestro. A diferencia de la mayoría de los Lanterns allí, utilizaba un uniforme distinto al estándar; con brazaletes verdes en lugar de guantes blancos, un cuello alto, y botas negras con línea verdes. Se decía que se requería una gran creatividad y fuerza de voluntad para crear un traje propio, y de él se decía que era el mejor en ambos entornos.
El símbolo esmeralda del Green Lantern Corps residía en el centro de su pecho. Era un hombre alto, de piel rosa, ojos pequeños y dorados, y una cabeza más grande que una humana. Tenía un cabello negro bastante corto y un bigote del que Hal no pudo evitar reírse la primera vez que lo vio. Desde aquel día (cuando lo fue a buscar junto a Kilowog en un bar de Korugar), le dio la impresión que Sinestro lo odiaba. El pobre diablo carecía de sentido del humor.
-¿Vienes a supervisar mi entrenamiento... Sin? – preguntó Hal, retóricamente, mientras el enorme instructor de los novatos daba unos pasos atrás – ¿Así que te enviaron también a hacerle de niñera para evitar que proteja mi hogar?
-¿Quién te dio la información sobre la invasión de las maquinas kryptonianas?
-Uno de los hombrecillos azules – le respondió Hal –
-Uno de los Guardianes, querrás decir – Sinestro se cruzó de brazos, pero no pasó desapercibido para Hal cómo el anillo en su mano izquierda brilló – Pero lo que Ganthet diga o haga no representa todo el pensamiento de los Guardianes.
-Déjame ver si entiendo. Tengo este anillo mágico que me permite crear cualquier cosa que imagine, ¿no? – para probar su punto, Hal construyó una pequeña pistola en su derecha – Fui elegido por los hombrecillos azules que cuidan en el Universo como un policía espacial cuyo rol es "literalmente" cuidar a la gente. ¿Y me están diciendo que incluso con eso no puedo ir y patearle el trasero a esos extraterrestres que fueron a la Tierra? ¿Qué clase de policía soy entonces?
-Je je je – se burló Kilowog –
-Corrección. Número uno, no hay ningún tipo de magia en el anillo –Sinestro creó una decena de armas, idénticas a la que tenía Hal en la mano, flotando alrededor suyo. Apuntó con todas ellas al humano – Segundo, los Guardianes te eligieron por tu capacidad de enfrentar tus miedos, pero viéndote, no me parece que sea una gran cualidad en tu especie.
-¿Mi especie? – Hal apuntó su arma a Sinestro y disparó con una velocidad que un arma terrestre normal no permitiría – Diría que nuestra especie es conocida por sobreponerse a los miedos, ¿no?
Kilowog soltó una pequeña risa por la impetuosidad del humano. Sinestro disparó una de sus armas y sus balas estallaron al hacer contacto con la que Hal disparaba. Luego, movió las otras armas y las colocó alrededor del humano antes de ponerse a disparar también. Hal pensó en crear nuevas armas, pero no lo conseguiría a tiempo, así que formo cuatro barreras de acero y estas se postraron a su alrededor.
-Si por algo son conocidos los terrícolas es por su capacidad de creerse el centro del universo, pero como puedes ver... ahora estás allí – dijo Sinestro, con una voz tranquila y al mismo tiempo tan arrogante que molestó a Hal –
Los muros de acerco del humano llegaron a trisarse poco a poco debido a lo que el korugariano le decía.
-¿Pero cómo...?
-Abin Sur se equivocó rotundamente. No puedo creer que el Lantern más grande de todos no esté aquí, y en su lugar haya alguien como tú usando su uniforme – Sinestro le reprocho –
Los cuatro muros hicieron explosión. Hal no tenía idea de qué había puesto Sinestro en las balas que creó, pero de no ser por la defensa natural que otorgaba el anillo, ya estaría muerto. De todos modos, Hal se puso de pie y corrió hacia Sinestro. Construyó un tractor de campo que cargó sobre su cabeza, dispuesto a aplastar a su contrincante.
-Patético.
Sinestro construyó una especie de una pata de un cangrejo en la mano izquierda. Una simple pata que Hal ridiculizo. Cuando Hal hizo bajar el tractor, Sinestro lo cortó en dos con la pata. ¡Cortó un tractor con una pata de cangrejo! Los pedazos verdes quedaron a los pies de Hal Jordan, que por primera vez no supo qué hacer más que mirar con furia a su oponente.
-¡Espera! Eso no es posible. Nuestros constructos tienen las propiedades de lo que imaginamos. ¿Qué pata podría cortar un tractor como ese? – le reprocho el humano –
-La pata de un Bukemtamk, por ejemplo.
-¿La qué de un qué...?
-Sinestro, espera, ¿qué estás...? – algo iba a preguntar Kilowog, pero Sinestro lo detuvo con una mano –
-Un Bukemtamk es una máquina de guerra kryptoniana de antaño –explicó Sinestro, con la pata de luz verde en la mano – Es una máquina de lujo, como lo dirían en la Tierra, cuyas patas son capaces de cortar cualquier cosa. Uno de sus antiguos generales se dirigió a tu planeta junto con dichas maquinas. Su plan es destruir a la población para hacer salir a un exiliado suyo. Los kryptonianos siempre lo han hecho así, ¿no, Kilowog?
-Sí... pero, Sinestro, un Bukemtamk es... – Kilowog parecía genuinamente muy preocupado, mirando a Hal completamente distinto a como se vio anteriormente. Y antes de que pudiera explicar por qué, Sinestro volvió a interrumpirlo –
-Vine de parte de los Guardianes a darte permiso de intervenir y volar a la Tierra. Intenta detener al general kryptoniano y a sus máquinas de la muerte, trata de proteger a los tuyos – Sinestro se dio media vuelta, dándoles la espalda. Hal se fijó en lo delgado que era, y se preguntó como un idiota dónde diablos estaban los órganos internos del korugariano – Si fallas, y probablemente lo harás, regresaras aquí con la cola entre las piernas y empezaras a respetar a tus superiores y a obedecer lo que te dicen.
-¿Y si no fallo? – Hal se envalentonó y le contesto en tono desafiante –
-Se supone que eres parte de los Green Lantern Corps, la fuerza intergaláctica más poderosa e importante de todo el universo –Sinestro se puso a flotar y lentamente empezó a alejarse por el aire, rodeado por un aura esmeralda – Nosotros no fallamos. Si fallas, eso significará que no perteneces aquí.
-¡Tú espera aquí, poozer! – le reprocho Kilowog a Hal antes de seguir a Sinestro, el más molesto Lantern del universo –
-Pero...
-¡Sin peros! ¡Y tú, Sinestro, espera! ¡No puedes...!
Pero Hal no escuchó más al bolovaxiano. Algo que caracterizaba al humano era que no respetaba a los demás ni seguía las reglas, y siguiendo esa lógica, no respetaría para nada a Kilowog. Saltó y no ascendió, poniéndose a flotar (cosa que todavía le fascinaba hacer), y salió de la sala de entrenamiento.
Antes de que saliera de la visión de Kilowog, Hal creo una manopla gigante y le enseño el dedo de en medio a Kilowog, burlándose de él.
-¡Jodete grandulón! – le dijo Hal antes de salir a la atmosfera del planeta - ¡Soy un Green Lantern, y los Green Lanterns no nos rendimos... ni seguimos ordenes!
***
Planeta Mogo
Ahora...
Al salir del océano, Hal no supo a dónde se dirigiría; solo que debía escapar. Se sintió confundido: por saber quién era, por el haber vuelto a ser digno del anillo. Se dejó guiar por su instinto al dejar que el anillo lo guiara hacia un punto en específico en el Universo. Atravesó la atmósfera y entro a las profundidades del espacio.
El sol de coral se puso sobre el océano del planeta viviente Mogo mientras Hal aterrizaba en la superficie de sus bosques. Hal se quitó el anillo y el uniforme verde desapareció para dar paso a su atuendo de civil.
Al fin comprendió por qué los Green Lantern Corps habían sido derrotados; por qué sucumbieron a su miedo y dejaron que Parallax les tendiera la trampa. Hal no confiaba en los Guardianes ni en sus últimos momentos de encierro, pero al igual que comprendía de los que fue capaz, Hal prometió que nunca más pondría a sus amigos en peligro. Ahora que era otra vez el portador del anillo, Hal tenía miedo de nuevo.
Había sido el heraldo de una de las entidades más malvadas que se hayan conocido y su oscuridad empezaba a recorrerlo por dentro. Sin Carol y sus padres, no tenía oportunidad de revertir la corriente. La galaxia estaría mejor sin él.
Pertenecer a un grupo había sido una fantasía fugaz. Estaba destinado a la soledad. Entonces sostuvo su anillo y lo miró fijamente. Era el arma de un Green Lantern, solo que Hal ya no era uno de ellos. Lo arrojó hacia el vacío con coraje.
Pero...
Una mano azul se estiró y lo atrapó. Surgió de la maleza una figura achaparrada con túnica cubierta que camino con un aire de respeto y autoridad.
-El arma más poderosa del Universo merece respeto.
-¡Ganthet! – exclamo Hal –
Hal entrecerró los ojos bastante consternado:
-Pero ¿qué estás haciendo aquí?
Se miraron el uno al otro. Hal no estaba seguro de qué decirle, probablemente él ya lo sabía. Junto a él, un animalillo similar a una avestruz espacial sacudía sus plumas y le graznaba molesto.
-Siéntate, humano. Tenemos mucho de qué hablar – le ordeno el Guardián, con autoridad pero con delicadeza –
Hal se sentó junto a una hoguera que Ganthet había encendido, lo necesitaba; estaba muy agotado tras luchar contra Black Manta y su resurrección. Ganthet estaba de pie frente a él sin que la cercanía de las llamas afectara su túnica.
-Hice todo lo que me enseñaron que no debía hacer – le confesó el humano – Deje que ese miedosaurio me influenciara, ataqué a mis amigos, estaba cegado por la ira.
-Y sin embargo, te recuperaste.
-Tuve que hacerlo. Tenía una misión que cumplir... había quienes confiaban en mi – dijo Hal con algo de orgullo – Se sintió bien volver a pelear por lo que creía.
-Tu compasión por los demás te ayudo a redimirte – respondió Ganthet –
Hal no tenía ganas de recibir nada que se pareciera a un cumplido. No lo merecía.
-Cuando volví a portar el anillo tuve un presentimiento de que volvería a ser Parallax – le dijo al Guardián – No permitiré que eso suceda – Hal lo miró de forma retadora – Tengo que volver a la Tierra... pero tengo miedo.
El fuego saltó. Una brasa cayó sobre la túnica de Ganthet, pero a él no le importó. La brasa se apagó como si no hubiera caído sobre nada.
-Los Green Lanterns... los Guardianes, estábamos equivocados –replico Ganthet – Fue el miedo lo que nos destruyó desde dentro. ¿Qué es a lo que más le temes?
La respuesta era muy sencilla, pero pronunciarla era difícil.
-Tenía mucho miedo de perder a mi mamá, de perder a Carol y a Arisia – le contesto Hal, casi con un nudo en la garganta – Ahora que ya no están, tengo miedo de perder a mi amigo Barry. Él es lo único que me queda.
-La muerte es parte de la vida, Hal Jordan.
Esa respuesta dejo a Hal sin aliento. Ganthet lo había dicho en forma tan casual, como si no lo impresionara en lo más mínimo.
-Sinestro también lo sabía, al igual que Abin Sur – añadió el Guardián – Siempre supimos a lo que le tenías miedo y que además ese miedo estaba arraigado en tu corazón.
Hal ya lo había adivinado, pero de todas maneras se sorprendió al oírlo de él.
-Nunca me lo dijeron – murmuró Hal. Ganthet se acercó para sentarse junto a el – Y me entrenaron de todos modos.
-Porque todos vimos tu alma. Tu voluntad.
Hal siempre supuso que Sinestro había aceptado entrenarlo porque lo veía como un arma. Un recurso para que Parallax hallara a su cuerpo huésped. ¿Sería cierto que también vio algo más en él? ¿Algo bueno?
Hal bajó la cabeza y se miró las manos; se sintió tonto.
-Quería que mi mentor pensara que yo era tan fuerte como el, pero no lo soy.
-Sinestro era uno de los Lanterns más fuertes que hayan existido, pero estaba perdido. Le faltó algo que tu posees; humanidad – contesto Ganthet –
Eso hizo preguntarse a Hal: ¿alguna vez Sinestro supo su futuro? En todas las historias que escuchó, al leer el Libro de Oa y estudiar con Sinestro, no había sabido de una sola vez en que alguien siquiera hubiera intentado destruir a Darkseid. Quizá de todos los Lanterns, Sinestro había sido el único que quería apoderarse del poder de Parallax para enfrentarse al tirano de Apokolips.
Carol también hubiera enfrentado a las hordas de Apokolips. Ella era así de especial. Hal comenzó a sacudir la cabeza y su desesperación comenzó a brotar otra vez.
-No creo poder hacerlo sin un poder superior al de un anillo.
-Hal... – lo interrumpió Ganthet – Hay cosas más poderosas que el miedo.
La precisión de sus palabras brilló dentro de él. Y era cierto, por que la voluntad era más poderosa que el miedo. También la amistad. El amor.
-Pero siento miedo – confesó Hal – Aun lo siento...
-Confrontar el miedo es el destino de un Green Lantern. Es tu destino, Hal Jordan. Si no confrontas a Darkseid, será el fin de todo lo bueno en el Universo y habremos perdido la guerra.
-Como tú tuviste que confrontar a Parallax la primera vez que lo apresaron en la Batería Central – respondió el al recordar todo lo que le había dicho la Entidad del Miedo cuando se alojó en el –
-Para poder encerrar a Parallax en la Batería Central, los Guardianes tuvimos que despojarnos de todas nuestras emociones, pero está bien estar asustado. Yo lo estaba – Hal enarcó las cejas. Ganthet prosiguió – ¿Crees que fue un accidente que Abin Sur cayera en tu planeta y que además tú lo hubieras encontrado? Un hombre valiente y con una voluntad de acero vino a nosotros por una razón.
Ganthet se levantó. Aunque el viento del bosque agitaba los mechones de cabello de Hal, a él parecían no afectarle.
-Hay algo que necesito decirte – le explico el viejo Guardián – Abin Sur me dijo que vio su muerte al momento de que los Manhunters se rebelaron contra nosotros y que debía de ir a la Tierra a entregar su anillo a un nuevo portador – explicó Ganthet –
Hal exhaló admirado. Con que eso era lo que todos le ocultaban.
-Me dijo que su sucesor seria alguien que concluiría el viaje que el inició.
Hal miró fijamente el anillo. ¿Entonces estaba destinado a tenerlo?
-Por eso te mantuve con vida cuando todos los demás me sugirieron darte muerte. Por eso te envié a la Tierra cuando Darkseid ataco Oa – le dijo Ganthet – Por que la batalla es tuya. Debes de regresar y enfrentar a ese monstruo que esclavizo a tu planeta.
El corazón se le hundió a Hal. Al tratar de hacer lo correcto, lo había arruinado todo.
-No puedo hacerlo solo – respondió Hal – Necesitamos más apoyo. No va a bastar con un Lantern.
La sonrisa del Guardián reflejaba tanto desafío que hacía que Hal volviera a recuperar su optimismo.
-No eres el único Lantern ahí afuera – le dijo Ganthet con una sonrisa –
Ganthet notó que Hal se veía confundido ante la última declaración que había hecho. Se distraía mirando el anillo de Green Lantern en su mano.
Ganthet caminaba con una sonrisa. Hal se la regresó brevemente, y le mostró su preocupación y duda.
-Pero las Star Sapphires... Carol ya no está, ¿verdad? – dijo el humano, intentando no recordar tanto a su amor perdido – Yo lo sentí... sentí que ella partió. Desde hace años... hubo tanto dolor.
-Las Star Sapphires y su reina fueron destruidas cuando Darkseid invadió Zamaron. Yo también sentí cuando Carol Ferris falleció – Ganthet sintió la muerte de Carol, pero no de la misma forma que Hal. Ganthet había sentido que la reina humana de las Star Sapphires estaba en paz cuando su destino le llego –
Hal dejó de jugar con el anillo y miró a Ganthet.
-Darkseid es más fuerte que nunca. ¿Cómo le haremos frente después de esto?
Ganthet tomó la mano de Hal.
-Tenemos todo lo que necesitamos. Solo debes de escuchar, Hal Jordan. Ella creyó en ti, solo falta que tú también creas.
Era cierto. El héroe que estaba frente a Ganthet había renovado su fe. Con o sin ella, defendería la bondad en el Universo, tal como Carol Ferris intentó hacer durante su tiempo como Star Sapphire.
Su lucha y su vida no fueron en vano.
***
Por orden de Ganthet, Hal recostó su cabeza en un pequeño tronco y cerró los ojos. Había cedido mucha de su energía vital durante la batalla en Atlantis; necesitaba un breve descanso o no llegaría a ningún lado rápido. Ganthet no lo presionó ni le dijo cómo esperaba que llegara a la Tierra, simplemente le dio espacio para pensar.
Se volteó sobre su espalda y suspiró. Se estuvo preguntando durante meses qué haría Carol. Por una vez la respuesta era sencilla: Carol se habría levantado y regresaría a la batalla.
También Ganthet; cuando tuvo oportunidad se retiró para replantearse lo que los Green Lanterns significaban. ¿Cómo podría el hacer menos que eso?
Hal suspendió el descanso, se incorporó de golpe y entró en una mañana húmeda y llena de neblina. Las nubes cubrían el bosque mientras que los rayos del sol apenas eran visibles entre los árboles.
Algo se retorcía dentro de la maleza y lo llamaba; dio unos pasos al frente. Una llovizna nocturna había empapado toda la vegetación.
Siguió sus instintos; acelero su paso y entonces retiró toda la maleza de entre una montañita entera llena de vegetación. Había una Batería Central de Poder ahí, sin encender y en perfectas condiciones. Era como la que había en la corteza del planeta Oa.
-Tenían una de respaldo, ehh – murmuró Hal –
Ahí en el planeta viviente Mogo, el ruido del mar siempre estaba presente, pero, en comparación con el de Oa que era bastante violento, era un ritmo suave y apacible de olas que se estrellaban en las rocas; animales marinos que buceaban y gaviotas escamadas que graznaban con tranquilidad. De modo que este era un lugar más tranquilo y pacifico que el antiguo planeta base de los Green Lantern Corps.
Detrás de él, las ramas de los árboles se agitaron con violencia y la brisa del viento le golpeó la espalda. Hal se dio la vuelta y miró hacia una pila de rocas que tenía por delante.
El centro de la Batería Central borboteaba con una llama verde. Hal vio como un ser dé luz verde similar a una ballena como comenzó a emerger del fondo. Primero salieron sus aletas y luego su hocico que mostraba unos filosos dientes tan amenazantes que harían temblar a cualquier enemigo que tuviera en frente, pero en vez d sentir miedo, Hal sintió como todas sus fuerzas se renovaban y lo ponían listo para luchar contra miles de legiones de Parademons el solo. En poco tiempo se vio claramente como un pequeño fragmento de la ballena de luz verde entraba en su anillo y las partes restantes se echaban a volar hacia los cielos. Hal observó asombrado cómo la ballena se desplazaba con perfecta precisión y control hacia las nubes para después perderse por todo el cosmos.
Una figura cercana llamó su atención. Ganthet, con los ojos bien cerrados irradiaba una luz verde sobre la batería con la mano extendida. Abrió los ojos, miró a Hal y sonrió.
-Esa es IO, la entidad más poderosa; la de la voluntad – le dijo el Guardián a Hal – Corre por todos los seres vivientes del Universo, pero solo un ser tan fuerte de voluntad la puede despertar. Es hora, Hal. Vuela a casa.
Hal le contestó la sonrisa. Ganthet tenía razón.
Era hora de luchar.
Los Green Lantern Corps renacían hoy.
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