11. El accidente
Regina:
Había estado ahí cerca de un mes, supe por mis tías que aquella prima parecía volverse loca, fue poco después que volví que lo supe, había confesado que todo era falso y los motivos detrás de aquella infame mentira, ahora era cuestión de esperar a que la justicia rectificara su error y dejaran libre a mi tío, la emoción era palpable en la voz de su familia, algo que me hacía feliz, lo único que buscaba era la justicia, quizás no eran los medios adecuados pero la justicia humana dejaba mucho que desear.
Había iniciado el nuevo curso sintiéndome renovada, estaba feliz de volver.
- Le traje estos recuerdos Luz –le doy los dulces y una bolsa que le compré–, todo es artesanal, espero les gusten –ella me abraza.
- Claro que sí, esta preciosa esta bolsa –asiento, esas las hacía mi tío en su estancia en la cárcel.
- Me alegra le guste –sonrío encantada, la verdad es que esos colores le iban muy bien, había tenido miedo de no escoger los adecuados, era mala para eso.
- ¿Y para mí no hay nada? –chillo dando un salto, siento la rabia brotar en mí–, lo siento Gina, no era mi intención asustarte –alza las manos a modo de disculpa, suspiro y niego, este chico era más silencioso que un gato.
- Esta bien –me encojo de hombros, saco algunos dulces de mi mochila y se los entrego–, no sé si quieras una bolsa también –sonrío con falsedad, él comienza a reír ante mi sarcasmo.
- No me molestaría, igual puedo usarla de lonchera –se encoge de hombros, de verdad que ese chico me enervaba, y no sabía porque con exactitud, sólo lo hacía.
- A la próxima será –me encojo de hombros, él sonríe y se va a su lugar, Luz ríe y niego, seguro le parecía muy cómico todo.
El día fue normal, había algunos nuevos profesores y algunos que se repetían pero en diferente materia, estaba de lo más emocionada de tener a algunos de nuevo.
- Ya llegaron por mí, ¿tu taxi ya llegó? –pregunta Luz en la puerta de la universidad.
- Esta muy cerca –le muestro la pantalla de mi teléfono, ella se despide y se va con su esposo.
- ¿Quieres compañía? –me giro a verlo, maldito gato silencioso.
- Esta a dos minutos, así que todo bien –me encojo de hombros restándole importancia, sin embargo, él no se mueve de su lugar.
- Uno nunca sabe que pueda pasar en dos minutos –lo veo de reojo y asiento, en eso tenía razón. Miro mi teléfono intentando no hacer caso a su insistente mirada.
- ¿Pasa algo?, ¿tengo algo en la cara? –me giro a verlo un poco molesta, él niega y se encoge de hombros.
- Nada, sólo que me pareces bonita, eso es lo que veo –parpadeo por la sorpresa, mis mejillas se calientan, por suerte mi taxi llega y me salva de esta incómoda charla.
- Adiós –digo casi corriendo al auto, me subo y suspiro aliviada, él me da las buenas noches y procedemos a irnos, suspiro pensando en lo que dijo, ¿lo dijo en serio o fue para molestarme? En eso pensaba y sin darme cuenta, vi que se había ido por otro camino–. Disculpe, esta no es la ruta –él no me mira, frunzo el ceño.
- Es un atajo señorita –dice con voz plana, oh no, ahora que lo veía mejor, me di cuenta de su aura, no era una buena persona y sabía lo que vendría a continuación.
- Vuelva a la ruta original –enciendo mi móvil, le envió mensaje a mi mamá pidiendo que llame a la policía, así mismo le envió mi ubicación en tiempo real. Guardo el móvil en el bolsillo de mi pantalón, saco mi gafete y con toda la calma del mundo, rompo el cordón, no podía usar mis habilidades por temor a ser descubierta, pero si qué podía defenderme. Me acomodo detrás de él y sin dar señales de que haré, paso el listón por su cuello, hago presión apoyando mis rodillas en el asiento, él intenta quitarse el listón con una mano, con la otra intenta maniobrar–. Pisa el freno o nos volcamos los dos aquí –le grito cuando comienza a acelerar, más que nada porque pateaba por soltarse, controlo su pie y hago que pise el freno, esa acción sumado a que él pisaba el acelerador, nos hace salir de la carretera, chillo al sentir como giramos y mi cabeza pega contra el techo, luego mi costado con la puerta.
Abro los ojos tras unos segundos, estaba de espaldas contra la ventana y mis piernas arriba, me quejo del dolor al moverme, observo a ese infeliz y está inconsciente, se había golpeado contra el tablero, intento buscar mi móvil y lo detecto gracias al sonido.
- ¿Regi? –la angustiada voz de mi madre salta de inmediato.
- Estoy bien, nos volcamos, ve mi ubicación y pide una ambulancia –me quejo bajo, como puedo me pongo de pie y abro la otra puerta, salgo arrastrándome, miro abajo y la única manera de salir es dejándome caer, suspiro y lo hago, chillo al sentir mi espalda contra el suelo, el aire sale de mis pulmones, ahora sólo debía esperar.
Edgar:
No sé de dónde había salido aquello, no lo había pensado mucho y en el momento que lo dije, me arrepentí, sobre todo porque no era el momento, además de que esto no debía ser, cuando encontrará a esa mujer tendría que irme, y sabía con certeza que Gina no era de poco tiempo, ella quería más y eso no podía dárselo, sólo podía rescatar una cosa de todo esto: su expresión, estaba tan sorprendida por mis palabras que por una vez desde que la conozco, se quedó en silencio, eso me dio a entender que no solían decírselo mucho o muy seguido, si bien era por su actitud algo cortante o por esa expresión seria que tenía la mayor parte del tiempo, la verdad es que era muy bonita al sonreír, era amable y cálida, pero suponía que las personas no veían eso, veían su físico, que si prestaran un poco más de atención, podrían ver que tiene curvas dónde las necesita, sus pechos son de buen tamaño al igual que sus nalgas, y no es que fuera un pervertido, sólo que en algunas prácticas ver era necesario.
- Pareces pensativo –dice él parándose a mi lado–, más bien distraído, ¿encontraste algo importante? –me mira atento, niego.
- Nada que tenga que ver con la investigación –me encojo de hombros, seguro me diría que estoy loco, era mejor dejarlo así.
- No te metas en líos de faldas, eso jamás termina bien –asiento, sabía porque lo decía, estar con alguno de nosotros jamás resultaba bien, teníamos muchos enemigos, cualquier interés, ya fuese chica o amigo; siempre corrían riesgo, y ahora, lo que menos deseaba es que esa bruja se diera cuenta de nuestra presencia y por consiguiente, les hiciera daño, tanto a Gina como a Luz.
- Lo sé, aprendí del mejor –sonrío de lado, él asiente con la mirada perdida.
- Veamos –saca un móvil, estaba demás decir que los nuestros eran especiales, no sólo nos servían para la caza de brujas, nos avisaba de eventos humanos cercanos a nosotros–, un accidente cerca, estos son habituales en personas ebrias –me muestra las imágenes, mi corazón se paraliza un segundo cuando veo el modelo y las placas–, ¿pasa algo? Te pusiste pálido –me mira con preocupación.
- En ese auto iba una compañera del salón –digo de manera mecánica.
- Vayamos a ver qué tal está, no quiero que eso interrumpa la misión –toca mi hombro y nos aparece cerca, me acerco con cuidado y entonces la veo, esta recostada en el suelo, podía oírla quejarse por el dolor y del conductor.
- Maldito enfermo de mierda –siseaba molesta–,¿pensaste qué no me defendería maldito desgraciado? –grita, chilla bajo tras haber hecho un esfuerzo–, ¿y la maldita ambulancia dónde está? –se gira hasta quedar de panza, la veo gemir de dolor, quiero ir y alzarla pero esto levantaría sospechas, a menos que trajera un auto y dijera que pasaba por aquí. A lo lejos veo las sirenas y me tranquilizo, ella también porque se queda tendida en el suelo, su vista hacia las luces–. Al fin –la escucho decir antes de desmayarse.
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