11. Día de baño
—¡Frufrú!
El Corgi se sacude con ganas y mucha, mucha espuma que le deja la cara a su dueño llena de burbujas blancas que explotan sobre la piel, haciéndole cosquillas. Gun contrae el gesto y sopla las burbujitas que se han colado a su boca, haciéndole sacar la lengua con disgusto por tan amargo sabor a jabón. El perrito lo mira con la lengua fuera, divertido como si Gun estuviese tan contento de estar todo chorreado y sucio, oliendo a perro mojado con las rodillas acalambradas de la difícil posición en la que se encuentra mientras talla al perrito dentro de la regadera.
Pero, esa era la vida que le había tocado vivir al adoptar a Frufrú y decidir convertirse en padre de un Welsh Corgi bastante travieso que no era del todo cooperador con su baño de la veintena. Amaba a su hermoso y dorado perrito, aunque le mojara hasta el alma.
—Uhg... —el castaño se sacude ambas manos hacia el frente para retirar el exceso de agua. Se pone de pie y toma del respaldo del retrete una toalla que planea ponerle encima a su pequeño compañero cuando termine el baño—. Muy bien, Frufri-frú, vamos a... —pero cuando el reluciente chico de cabellos castaños se da la vuelta, el Corgi se ha ido— ¿Frufrú?
Y parece que le metieran una pajilla por los pies y succionaran todo el color de su cuerpecito cuando Gun palidece de pies a cabeza, pensando lo peor respecto a su mascota. Rápidamente el chico abandona el baño, todavía con la ropa mojada y los pies descalzos, poniéndose la sandalias apresuradamente en la puerta... abierta... y quitándose la camiseta, mientras empieza a correr.
—¡ Frufri-frú! —grita el chico, bajando las escaleras, siguiendo el rastro de agua que dejó por su paso el Corgi hasta la planta baja. Gun abre la puerta de cristal de golpe y sale a la entrada, donde los jardines comunes se extienden a la vista—. Ay, Dios... No me abandones ahora...
Angustiado, Gun camina por los jardines de área común diciendo a gritos el nombre de su fiel compañero, que brilla por su ausencia. A cada paso, el chico se preocupa más y más, pensando que ha llegado a ser atropellado o salió por la puerta de entrada a los condominios y está perdido, vagando por ahí, sin rumbo... Sin comida... Con frío.
Y cuando sus ojitos se llenan de lágrimas, la salvación llega en forma de risa. Una estruendosa carcajada ronca, con aplausos y patadas y muchos suspiros en búsqueda desesperada de aire. Gun gira hacia la risa y a pasos veloces corre a ella, con la esperanza de conseguir ayuda para buscar a Frufrú o, poder llorar con alguien si llega a estar extraviado... O peor. Y tiembla de sólo pensarlo.
Cuando puede verlo, desde unos cuantos metros atrás, el dueño de tan peculiar risa es tan alto como para rozar con la cabeza las hojas más bajas del árbol bajo el que se encuentra de pie. Lleva una camiseta morada sin mangas y gorra a juego, con ridículos pantalones flojos con manchas de colores y sandalias... pero lo mejor de todo es que ¡Tiene a Frufri-frú!
—Oooh, buen perrito, sí, sí, eres un buen perrito~ —el alto muchacho le hace cariñitos al can, mientras se sienta en la banca junto a ellos, susurrando con su gruesa voz palabras bonitas al animalito que le mueve la cola y se sacude el agua de encima, provocando la risa del chico.
—¡Hola! —se acerca, agitado, moviendo una mano en el aire y el alto chico lo mira, boquiabierto como si fuese a decir algo, pero fue interrumpido— ¡Es mi perro!
Gun llega finalmente, sujetando sus rodillas del cansancio que le representó correr con sandalias durante todo el trayecto de su mini-aventura. Alza la mano pidiendo en una seña "un momento" y al recomponerse, se echa el pelo hacia atrás, suspirando.
Pero lo que fuese a decir muere en el intento cuando el bronceado tipo delante suyo vuelve a ponerse de pie, ya sin gorra, y le sonríe de medio lado, mirándolo hacia abajo.
—Hola. —saluda y su voz hace temblar el universo entero— ¿Estás bien?
—Y-yo b-br-hm... —El muchacho lo observa con una ceja alzada.
—Uh... —se rasca la cabeza, nervioso—. M-me llamo Off. —y le sonríe ¡Ah! Hermosa sonrisa perfecta que podría ser La Sonrisa de la nación, sin problema alguno— ¿Es tu perrito?
—Sí. —articula finalmente, con muchas ganas de extender una mano y tocarle tremendos brazotes al chico— Off. Sí. —el contrario asiente— ¿No ves el parecido?
El muchacho se ríe, de nuevo como si explotara un rayo y la cara le cambia por completo a un honesto gesto que le quita mucho del atractivo varonil que tiene, pero a Gun, de alguna forma, le gusta. Le contagia.
—¡No te preocupes! Me cayó muy bien tu perrito, eh —y le sacude la cabeza al animalito, quien jadea de gusto y mueve la colita—. Aquí tienes.
Off lo toma en brazos como si no fuese muy pesado y lo extiende a su dueño, quien traga saliva porque cargar un "perrito" de diez kilos no suena como un muy buen plan, pero como si pudiera leer su mente, Off, baja al can con sutileza, articulando un "oh...".
—Lo estabas bañando... ¿Verdad?
Gun asiente, tratando de atraer a su perro de vuelta, pero está encantado, viendo como Off se pone la camisa blanca y cubre esos brazotes, sin que se los haya tocado, y no le hace mucho caso a Frufrú, quien aprovecha en darse una sacudida.
—Es la misión suicida del mes. Nunca le ha gustado bañarse.
—Mmm... Tal vez no le gusta la forma en que lo haces. —Off se encoge de hombros, acariciando al perro, antes de volver a cargarlo—. Si quieres, te puedo ayudar a intentar algo... Diferente.
Gun traga saliva, acalorado. Pero es el sol, no piensen mal de él.
—¿D-diferente?
Y sí que resultó ser diferente cuando Off, el joven jardinero recién contratado de los condominios, sacó una manguera de sabrá-Dios-dónde, y a base de juegos y corretizas, bañaron juntos a Frufrú terminando con toda la ropa pegada y una tensión sexual tremenda cuando antes de entrar al edificio, y ya habiendo secando al perro, se miraron goteantes y sonrojados a los ojos.
Y si le preguntan a Gun, ese jardinero de pantalones de colores, tiene dos mangueras muy útiles, solo que una de ellas no es visible al público.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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