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No pudiste saber la respuesta de Melca. Cuando ella abría la boca para responder, su madre abrió la puerta de la habitación, y retiraste la mano que habías llevado a su mejilla sin darte cuenta.

Te despediste cuando su madre te invitó a quedarte a cenar. Sabías que no sería cómodo, ni para la mujer ni para ti. Quizá ya hubieran corrido los rumores.

Te desvistes quedándote en ropa interior y te sientas en tu cama para dormir. No es hasta entonces cuando te das cuenta de la lucecita en tu teléfono. Lo enciendes y miras un mensaje de Meca, a quien agregaste hace años como "La Rubia". Un corazoncito atrevido al lado de su nombre ha hecho que te pregunten por ella ya varias veces, pero eso no importa ahora:

-Just be yourself.

Mañana necesitarás hablar con Leia sobre todo este asunto. Pero ahora, tienes que dormir, o eso intentarás, pues no lo conseguirás hasta bien entrada la noche.

Llegas a la casa de Leia y está la puerta abierta. No te extraña, pues sus padres son muy despistados, como ella y su hermano, y tienden a hacer cosas así. Ni si quiera le has preguntado si estaría en casa, pues nunca puedes saber si estará despierta o acaba de volver a casa, y no suele contestar. Aún así, en caso de que no esté, tampoco te importaría hablar con su hermano en vez de con ella.

Hoy sabes que estará despierta, pues la música de Extremoduro resuena por toda la casa, y eso tiene su firma. Incluso escuchas su voz cantar desde el piso de arriba, en su habitación, cuando grita demasiado. A las diez de la mañana. No te extraña que las casas de al lado sean difíciles de alquilar, pues cualquiera que la conozca no va a querer mudarse demasiado cerca. Pero ella es así, y así te encanta.

Ves los posters de Star Wars al subir las escaleras, no te ha pasado por alto la nueva maqueta de nave que cuelga en la sala de estar. Su casa es como una mezcla del Halcón Milenario con un museo de Star Wars, lo cual sólo sabes por lo que te han contado sus padres, Mónica y Jaime.

Das dos toques a su puerta, aunque en seguida te das cuenta de lo tonto que es: no los escuchará con lo alta que tiene la música. Entras y la ves tumbada en su cama, con los pelos y el pijama hechos un desastre, los ojos cerrados y haciendo como que toca la guitarra mientras grita la canción. A Leia le gustan muchos tipos de música, pero el rap y el rock son sus pasiones sin duda, sobretodo la música de Extremoduro, que ahora suena en los grandes altavoces de su habitación.

Su cuarto es distinto al resto de la casa, cambió la pintura que parecían las paredes de una nave espacial por una pared blanca normal... Que luego se dedicó a pintar con graffitis, fotos y posters. Podrías pasar horas si quisieras leer todo lo que cuentan las paredes de su habitación, pues, cuando se aburre de una frase o deja de estar de acuerdo con ella, la tapa de blanco y vuelve a escribir o dibujar algo distinto, y así continuamente. Su habitación es una obra de arte que nunca termina de realizarse.

Te acercas a ella, que aún no se ha dado cuenta de tu presencia pues sigue cantando con los ojos cerrados. La camiseta se le ha subido por encima del ombligo dejando al aire ese pinsir que tanto tiempo trató de ocultar a sus padres, al igual que su vientre moreno y fuerte de hacer ejercicio. Tiene el pelo negro azabache, rapado por los lados. Por arriba es largo, decreciendo desde el flequillo hasta el cuello. A veces, se lo pone en punta, a veces, lo deja a su aire: de lado, de modo que le tapa una de las orejas. Tiene cara de no haber dormido mucho aquella noche, pero se le ve feliz y animada mientras canta.

-Si te vaaas, me quedo en esta calle sin salida, uuuh, sin salida. Que este bar, está cansado ya de despedidas, uuuuh, de despedidas.

Te aguantas la risa y te apoyas con cuidado en la cama, pensando en cómo hacer que note tu presencia asustándola pero evitando que te de un golpe demasiado fuerte: sabes que siempre reacciona pegando cuando la asustan antes de mirar quién es.

Piensas acariciándote la barbilla y ves que tiene un vaso de agua casi vacío en la mesilla, sonríes con malicia y vuelves a levantarte con cuidado, ella sigue sin darse cuenta de nada, sabes que su mente no funciona muy bien tan temprano. Porque para ella, las diez de la mañana de un sábado, es de madrugada.

-Mírame, y vuelve a sonreír, que si no... No comprendo nada.

Le tiras el poco de agua que queda a su barriga desnuda alejándote para que no te pueda pegar y ella pega un brinco rebotando en la cama al tiempo que abre los ojos y pega un grito.

Tú ríes a carcajadas.

-¿Qué, si te sonrío comprendes lo que ha pasado?

Ella te mira, tarda unos segundos en analizar la situación y pone su cara de enfado.

-Puta.

Coge una camiseta sucia del suelo para secarse y se levanta, acercándose a ti. Tú andas hacia atrás antes de que le de tiempo a vengarse, sabes que es mejor no fiarse mucho de ella, porque tiene el orgullo muy grande como para dejarte hacerla gritar sin más.

-¿Te dejo abierta la puerta de mi casa, -Porque sabe que si estás ahí sin que sus padres la hayan llamado a gritos significa que la habían dejado abierta- y así me pagas mi hospitalidad, cacho guarra? No te follaran con un pez espada.

Tú te aguantas la risa y la miras pícara.

-Eso es lo que te gustaría a ti.

-Bueno... Puede. Pero quitemos lo del pez espada.

Echa a correr detrás de ti y tú bajas las escaleras a punto de precipitarte al suelo. No sería la primera vez que ambas rodáis escaleras a bajo. La primera vez, teníais ocho años, recuerdas que a ti te empezó a sangrar la nariz y ella se torció la muñeca, pero Leia se reía tan fuerte que acabó contagiándote la risa en vez de llorar.

Tienes la amiga más bestia del mundo, lo sabes, pero la quieres igual.

Leia consigue atraparte antes de que llegues al salón, aunque en realidad, sabías totalmente que iba a acabar cogiéndote, pues la única manera de que no lo hiciera sería cansándola y ella siempre fue más fuerte y rápida que tú. No en balde se pasa su tiempo haciendo ejercicio mientras tú lees. Y lo mejor de todo, es que su físico le da igual, sólo lo hace porque le gusta y para divertirse. Y porque la relaja. Es demasiado nerviosa y explosiva como para no soltar su energía de alguna manera sana.

Ella te levanta de la cintura y tú pataleas riendo intentando que te suelte. Leia te tira a su sofá y se sienta encima de ti antes de que te levantes, con lo que empieza a hacerte cosquillas y tú a patalear y reír más. Sabe que eres demasiado sensible a las cosquillas, y siempre lo usa en tu contra. Tú le golpeas para que pare, pero poco le importa.

-La próxima vez te lo piensas un poco antes de ponerme chorreando, maldita traidora.

-Peeeroooo... con lo que... yo... te queeroooo... -consigues gritar entre risas.

Ella deja de hacerte cosquillas para zarandearte haciendo que choques con el sofá y que el pelo se te revuelva más todavía.

-¡Te tengo dicho que no me seas cuuursiiii! ¡¿Qué clase de soldado va diciendo cursilerías por ahí para que paren de intentar matarle?! ¡Así no conseguirás nada!

Tú te ríes y le recolocas su mechón, que se le ha caído tapándole la cara.

-Pareces la niña del pozo, Leia... Y la clase de soldado que tiene encima a la única persona que sabe que no le haría daño nunca. Anda, quita, que pesas mucho.

Ella se levanta con cuidado de no aplastarte.

-Encima llamándome gorda... La última vez que entras en la nave como sigas así, ¿eh?

Leia bromea, porque sabes que para ella eso ni si quiera sería un insulto. Porque para Leia estar gorda es lo mismo que estar delgada, mientras esté sana y se guste a sí misma, todo lo demás le da igual.

-Sabes que no podrías vivir sin mí por aquí...

-Bueno, bueno... No exageres.

-Leia... Eres el chocolate de mi nevera.

Ella intenta reprimir una sonrisa.

-Vale, tú también eres el salero de sonrisas de mi vida, pero deja de decir cursilerías o acabaré vomitando arcoiris... Y me aseguraré de que sea encima de ti.

Ahora sabes que ella ha notado que te pasa algo, porque si no antes te pega o te cambia de tema que decirte algo bonito.
La chica te ayuda a levantarte mientras tú sonríes. Ella sonríe con la mirada, sabes cómo le brillan los ojos cuando está feliz, y te mira con cariño, como siempre. Tenéis una relación muy especial.

-Te daría las gracias por venir a visitarme, pero supongo que si estás aquí un sábado por la mañana y no estudiando será porque necesitas de mis recursos... -Ella te ve en la cara que es así- ¡Pero qué poco me quieres! A ver cuando me visitas por verme sin ningún otro interés...

Tú sonríes.

-También lo hago... Cuando no tengo que estudiar.

-Pero sólo porque te aburres.

Tú la abrazas levantándola unos centímetros del suelo.

-¡Queee noooo!

-Lo que digas. ¿Subimos?

Asientes y ambas subís a su habitación, ella se peina con las manos y se quita la camiseta, que también se le ha mojado, cambiándosela por una limpia. Tú la esperas sentada en su cama.

Leia se sienta delante de ti con las piernas cruzadas y baja la música para poder escucharte. Por suerte en la cama apenas cayeron unas gotas, sabes que te obligaría a cambiar las sábanas a ti de tener que quitarlas.

-Bueno... Pues cuenta. ¿Problemas en el Paraíso?

Tú te acaricias la barbilla.

-Si se supone que yo soy hija del Infierno... ¿No deberían de ser problemas en el Infinerno?

Ella sonríe de medio lado.

-No, las pecadoras como tú también salen del Paraíso, sólo que no saben escoger qué manzana prohibida sabe mejor.

Tú le pegas una patada suave y vuelves a recoger las piernas. Miras a tu amiga, con su camiseta de baloncesto y unos pantalones cortos, que quedan bien con su pelo corto. En realidad, todo queda bien en ella. No te extraña que cada vez que te ha obligado a ir a un bar de ambiente queriendo que ligues se hayan acabado acercando más a ella... De hecho, por eso mismo dejó de obligarte a ir. Por eso y porque tú ni si quiera lo intentabas.

-Ya hemos tenido esa conversación... Y sabes que la que te equivocas eres tú. Y bueno, sí, problemas en... Melquilania.

-¿Si el nombre de Melca viene de la Biblia no podrías decir que son problemas en la Iglesia? -sigue ella con la broma.

Tú pones los ojos en blanco.

-¿Si Nico tiene problemas contigo puede decir que son problemas en la galaxia?

-Touché.

A ti siempre te han llamado la atención los nombres de tus amigas.

Para ti, sus padres son unos frikis igual. Los de Melca, frikis de la Biblia, los de Leia, frikis de Star Wars. Mundos fantasiosos a los que escapar cuando no te gusta la realidad, realidades paralelas que salieron de la mente de algún buen filósofo o novelista. La única diferencia, para ti, es que los padres de Leia no basan su vida tanto en lo que dice su libro... porque saben que en el fondo, aunque les gustaría, no es real. Y los de Melca sí. Los de Melca basan su vida y quieren que todos los demás lo hagan igual.

Tú siempre has preferido Bodas de sangre y todas las demás obras de Lorca. Y también piensas que su filosofía es mejor que cualquier otra, pero no vas imponiéndola por ahí. Y no llamarías a tu hija Yerma o Bernarda, porque... Por favor, qué nombres más feos.

Y con esto no quieres decir que todo lo que pone en la Biblia o en Star Wars esté mal planteado. Porque hay muchas cosas en las que sí que tienen razón. Pero otras muchas en las que no. Cosa que, si dices a los padres de tus amigas, posiblemente no te dejen volver a entrar allí. Ni en la nave que es la casa de Leia ni en la iglesia que es la de Melca.

-Bueno, cuenta y no te hagas más de rogar, que ya te has vuelto a quedar pensando otra vez.

-Uh... Sí, perdón. Ayer quedé con ella.

-Sí, me lo dijiste. Y... ¿Hubo tema?

-¡¡Leia!! -te quejas pegándole con la almohada en la cara.

Ella se cubre con los brazos riendo. Leia siempre pensando en lo mismo...

-Que no lo digo a malas... Sólo digo que a veces pareces tan mustia que cualquiera diría que te hace falta un polvo.

Vuelves a pegarle con la almohada repetidas veces mientras ella se ríe cubriéndose y acaba arrancándotela de las manos. La abraza apoyando la barbilla en ella para mirarte sonriendo.

Así incluso parece una niña pequeña y adorable... Pero tú sabes que en esa carita de niña buena se esconde una joven pervertida y malévola.

-Bueno, anda, sigue. Ya no te interrumpo más.

-¿Seguro?

-Bueno... No prometo nada.

Suspiras exagerando como si estuvieras exasperada y ella se ríe. Piensas en cómo empezar.

-Bueno, nos encontramos en el banco de la plaza como siempre y ella no quería ni darme la mano con tal de que no la vieran.

-Gilipollas.

-¿No decías que me ibas a dejar hablar?

-Era una anotación importante. Sigue.

-¿Decir gilipollas es una anotación importante?

-Sí, sabes que si no insulto a alguien cuando lo necesito se me satura por aquí y...

Leia se lleva las manos al cuello haciendo como si se llenara de pompas y cierra los ojos fingiendo que vomita y le dan espasmos.

Te ríes y decides continuar antes de que siga insultando a Meca, pues sabes que lo hará. Ya te lo ha dicho mil veces: cualquier persona que te haga sentir mal, se verá bombardeada por sus insultos, y, para ella, que no quiera hacer algo por el qué dirán es una tontería demasiado grande... Y que el no hacerlo pueda dolerte, es una blasfemia demasiado grande e imperdonable.

Aunque odie las cursilerías, sabes que te quiere más que a nada y que le importa mucho protegerte para que no te hagan daño. Pero ella no puede evitar que las cosas que hace la chica de la que estás enamorada te afecten más que nada en el corazón.

-Al final... -Decides saltarte la parte del pico para que no empiece a fliparse- Con unas cosas y otras, terminé diciéndole que estoy enamorada de ella.

Ella abre los ojos como platos.

-No jodas. ¿Y cómo reaccionó?

Porque no, no puede conseguir mantenerse callada.

-Me dijo que también me quería... Pero que como amigas.

Leia pone los ojos en blanco.

-Pero qué topicazo... Pegaba un buen morreo ahí.

Te ríes y le tiras lo primero que pillas: un pañuelo usado de su mesita de noche.

-¿Te quieres callar?

-Vaaaleee, vaaaleee... Continúa.

-Total, después de ir al cine, fuimos a su casa. Y terminé preguntándole qué había significado para ella lo del otro día.

Ves en los ojos de Leia la emoción contenida y que aumenta su atención, parece estar escuchando el final de su película favorita. Pero esta vez no te interrumpe.

-Y... En ese momento entró su madre.

-Noooo joooodasssss. Puta mujer, que tiene oídos en todos lados.

Tú te ríes.

-No, en serio, ¿no recuerdas aquella vez que os conté que había perdido mi virginidad y entró ella? Menuda cara que me puso... No he vuelto a entrar allí por si me echa agua bendita.

Sueltas una carcajada recordando la cara de la madre de Meca, que le había prohibido seguir juntándose con Leia.

-¡Tenías catorce años!

-¿Y qué? ¡Hay quien empieza con doce! Mucho me esperé...

-Pero si diste tu primer pico con doce...

-Aaaagh, cállate, maldita boquerona.

Te vuelves a reír.

-Bueno, ¿y dónde está el problema? ¿Qué cara puso? ¿Te dio algún indicio?

-Me mandó un Whatsapp cuando me fui.

-¿Y qué decía?

-Just be yourself.

-Pues no lo entiendo... ¿No le dijiste nada más?

Tú piensas y niegas. Cierras los ojos para recordar.

-Bueno... Creo que me excusé diciéndole que quería saberlo para saber cómo comportarme para que ella estuviera cómoda...

-Pues ahí lo tienes. Sigue siendo la misma chica cursi, loca y tontica que eres... Blaaghh... Pero mira que tiene mal gusto.

Te aguantas la risa y la golpeas.

-Te voy a denunciar por maltrato, puta.

-Eso si no te denuncio yo antes por maltrato psicológico. ¡Me minas la moral!

Ella se ríe.

-Mmm... ¿Y no te dijo nada más? ¿Algún indicio...?

-Mmm...

Recuerdas el pico, quieres saber su opinión sobre aquello, pero tampoco quieres que monte un numerito...

-¿Si te cuento algo me prometes que te comportarás como una persona normal?

-Lo intentaré.

La miras alzando una ceja.

-Vale, lo haré. Prometo firmemente que esto es una travesura.

Sonríes recordando el mapa del merodeador de Harry Potter. Esa película la visteis las tres juntas en el súper pantallón de la casa de Leia (que tiene un cine, sólo que con pocos asientos) cuando erais pequeñas.

-Mm... Bueno, a ver... En un momento... Como me preguntó que qué era lo que sentía para saber que me gustan las chicas... Le robé un pico.

Leia abre mucho los ojos y se tapa la boca, seguramente para no soltar algo como "aquí hay teeeeemaaa, pero vamos".

-Ella se enfadó, pero luego le solté lo de que estaba enamorada de ella y se relajó... Mmm... Después, cuando fuimos a su casa, me dijo que tenía algo que devolverme... Y, después de hacer una de las suyas para devolverme el dinero del cine, me... lo devolvió.

-¿El pico?

-El pico.

-Woaalaa...

Leia se echa para atrás apoyándose en sus brazos y mira pensativa al techo. Ya sabe por qué quieres su opinión: situación confusa y comprometida.

-¿Pasó algo más después?

-Me dio la espalda y le pedí quedarme allí para no aburrirme sola en casa. Me dejó después de prometerle que no la violaría.

-Eres tonta.

-Lo sé.

-No, en serio, haber aprovechado para haberla violado.

-LEIA.

Ella se ríe y sigue pensando. Esta amiga tuya... Sabes que no tiene remedio.

-¿Qué crees que...?

Ni si quiera sabes como formular la pregunta. Es todo tan... confuso.

-Mmm... A ver, o bien quería dejarte claro que eso no volvería a pasar y por eso "te lo devolvió" dejando cerrado el caso... O bien simplemente tenía ganas de besarte.

Tú haces una mueca.

-Ninguna de las dos cosas pinta muy bien.

-No... Mira, te diría que hay gente que quiere besar para ver si despierta de verdad las mariposas en su barriga o no... Pero Melca ya ha tenido suficientes besos tuyos como para revolucionarlas. Y si te repite tan continuamente que sólo sois amigas...

-Pero puede que sólo lo haga porque quiere concienciarse así también a sí misma.

-Vale... Por favor... Sólo quiero que no te hagas ilusiones. Si va a pasar, pasará, pero no te metas cuentos en la cabeza porque si no acabaras haciéndote más daño. Crear castillos en el cielo sólo sirve para pegarse el golpe más fuerte cuando estos se derrumban.

-Pero entonces tú me recogerás con tu nave...

Ella te mira con pena y te acaricia la mejilla.

-Cariño, sabes que no... Ni yo puedo curar las heridas de tu corazón si te daña demasiado... No la dejes hacerte daño, ¿vale?

-Pero no voy a alejarme de ella... Es mi amiga, y así nunca sabré si podría haber pasado.

-No... Pero tampoco te hagas falsas ilusiones. Intenta ser lo más objetiva posible. Si te dice que no, no empieces a fantasear con que es un sí escondido por yo que sé qué cosa... Sólo te creas falsas esperanzas. Y no cierres otras puertas por una persona que no parece que quiera entrar.

Tú haces un mohín y agachas la mirada.

-Pero es que yo sólo quiero estar con ella...

-Lo sé -suspira. Se acerca a ti y te abraza-. Pero ella no parece que te quiera a ti, y eso es algo que no puedes cambiar. Y si te quiere... tú ya se lo has dicho. Ahora supongo que te toca a ti esperar a ver si a ella le interesa y se acerca.

Tú suspiras y apoyas la frente en su hombro.

-Leia... ¿Por qué el amor es tan complicado?

-Porque merece la pena... Pero siempre puedes saltar de flor en flor hasta que encuentres la tuya.

-No quiero... Eso al final es sólo sexo.

-Rara... -Leia te pasa la mano por el pelo con cariño- Pues tendrás que pasar de ella o aprender a vivir con esto.

-Creo que todavía tengo una oportunidad.

-Pues lucha y aprovéchala... Pero no la fuerces demasiado. Sabes que cuando agarras algo con demasiada fuerza...

-Se escapa.

-Déjale la libertad de decidir a ella si quiere acabar entre tus brazos.

-No sé si podré aguantar no ir detrás e ella...

-Inténtalo... Aunque sea no ir la mitad de las veces que vas ahora a acosarla... Ya será bastante. Si quieres te esposo para que no lo hagas.

Sueltas una risita y ella te besa en la mejilla. Sabe que lo necesitas.

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