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Pasas toda la semana hablando con Melca por las noches. Cuando no te llama ella, la llamas tú, y ella siempre está despierta.

Melca te manda a dormir y te dice que no te preocupes más por ella, que no ve justo que pierdas tus horas de sueño porque ella no se pueda dormir.

Tú le respondes que prefieres aprovechar tu insomnio en hacer el suyo más ligero y cambias de tema antes de que ella te pregunte por qué no puedes dormir.

En el fondo ambas sabéis que os dormiríais antes si no hablárais.

Pero te estás haciendo adicta a conversar con ella hasta las tantas de la madrugada.

–Buenas noches de madrugada, pequeña.

Ella se ríe.

–Buenas noches, tonta.

–Uy, tonta tú.

Melca vuelve a reír, adormilada.

–Anda, cállate que al final no nos dormimos.

Sonríes.

–Que descanses, preciosa.

–Descansa, Valeri.

Te despiertas por el sonido de tu teléfono, cinco minutos antes de lo normal. Lo coges y descuelgas una llamada de Melca.

–Buenos días, pedorra –te saluda ella.

–Buenos días... ¿Cómo es que me llamas?

–Me daba cosa que te quedaras dormida por quedarnos hablando hasta tarde.

Sonríes.

–Menos mal que existen las llamadas de WhatsApp y que son gratis... Si no nuestros padres nos mataban.

Ella se ríe.

–Y tanto. Nos vemos luego, Valeri.

–Un beso, Meca.

Cuelgas y te levantas, más contenta que ningún día habiendo clase. Te vistes con una camiseta blanca y shorts marrones. Bajas a desayunar y te encaminas a la facultad.

Sientes un brazo engancharse con el tuyo mientras caminas.

Miras a Leia.

–Hola.

–Buenas.

Ella pasa la yema de su pulgar por una de tus ojeras.

–Deberías dormir más...

–Lo sé...

–¿Aún te cuesta dormir pensando en Melca?

No puedes evitar sonreír.

–Algo así.

Leia alza las cejas.

–¿Y eso?

–Me quedo hablando con ella hasta tarde.

Frunce el ceño.

–¿Y eso? –repite.

–Ella no puede dormir desde lo de su abuela ni yo desde lo suyo, así que... Así pasamos mejor la noche.

–¿Todavía no está tranquila por lo de su abuela?

Te encoges de hombros.

–Es complicado que hospitalicen a un familiar y te digan que aún está en revisión...

–Ya...

Ves a Leia pensativa.

–¿Qué te ocurre?

–Que me da miedo que cuando se le pase el miedo por su abuela vuelva a estar bien y deje de depender de ti, vuelva a alejarse y tú la necesites más después de acostumbrarte a tenerla siempre contigo... Y que te haga más daño.

Abres la boca para contestar, pero la ves levantar la mano para saludar a alguien y sonreír y te callas.

Os acercáis las dos al grupo. Melca está allí con ellos, porque Paloma y su grupo todavía no han llegado, y últimamente la rubia siempre va antes a la facultad con tal de no quedarse sola en su casa. Así que, mientras sus amigas no vienen, se junta contigo al primer grupo en aparecer por la facultad: el de Leia.

Mientras os acercáis, ves que ella está hablando animadamente con Marco, sonriendo y dándole algún que otro golpecito amistoso al reírse.

Siempre se queda hablando con él cuando tú hablas con el resto del grupo. Marco es muy simpático y acogedor con ella, y se nota que eso le gusta a la rubia.

–¿Tú te has dado cuenta de que a Marco le gusta, no? –comenta Leia.

–Eso pensaba... Y a Melca se le nota que le cae bien... Me cago en el hijo puta.

Leia intenta aguantarse la risa.

–Entiéndelo, Valeria, no hay nada que tú puedas hacer ante alguien con polla.

Le mandas una mirada asesina y estás a punto de mandarla a la mierda e irte a otra parte.

Entonces te das cuenta de que Leia tiene razón: estás volviendo a hacerte ilusiones.

Os juntáis con el grupo. Chocas los puños con Nico antes de que este abrace por la espalda a Leia, saludas a Silvia con una sonrisa y chocas la mano con Carlos.

Miras a Melca, que sigue hablando con Marco. La abrazas por detrás dándole un beso largo en la mejilla.

–Buenos días, rubita.

Ella te sonríe.

–Buenos días, castañita.

Bostezas y apoyas la cabeza en su hombro, cerrando los ojos.

Y sí, acabas de no saludar intencionadamente al encantador de Marco.

–Mmm... Hola, Valeria –te saluda él, extrañado.

–Hola, Marc –respondes con un bostezo, sin abrir los ojos.

Melca se ríe.

–Te dije que deberías dormirte antes.

–Lo sé –respondes–. Y por eso voy a recuperarlo ahora sobre mi osito de peluche.

La achuchas levantándola del suelo y ella se ríe moviendo los pies.

–Ay... Valeria, estate quieta.

La sueltas y te separas de ella.

–¿Qué me decías, Marco? –pregunta mirando al chico.

–Ah, sí. Decía que hoy había pensado en salir de compras, y que si te querías venir.

Ella sonríe.

–Hoy no puedo, lo siento. Pero si pudieras la semana que viene...

–¡Perfecto!

–Guay –contesta ella con una sonrisa.

–Te enseñaré unas tiendas que son di-vi-nas –dice él moviendo la mano al decirlo, sonríe moviendo las pestañas y cambia el peso de pierna con un pequeño movimiendo de caderas–, ya verás, te van a encantar.

–Si te gustan a ti, seguro que sí –contesta ella.

–Por cierto, ¿has escuchado la última canción de Justin? –pregunta el chico cogiéndose las manos, con voz de ilusión.

–¿Cold water?

–¡Síiii! ¿No es genial?

–Mucho.

–Oy, chica, a mí me parece un amor de canción. O sea... Que perfección. Divina. ¿Y Let me love you? La subió una semana después...

–Uy, pues no me había enterado. Aún no la he escuchado.

–¡Tienes que escucharla! –replica él pegando un saltito– Este chico cada vez hace canciones más románticas...

–La escucharé esta tarde.

–Ya verás, te va a encantar. Es divina. Tanto que te la dedico.

–¡Ay, qué mono!

Él sonríe tímido.

Tu reloj pita.

–Ya empiezan las clases, Melca –dices algo ruda.

–Hasta luego, Marco.

–Hasta luego, guapa. Espero que tengas un buen día –contesta él con esa voz cantarina suya.

Sonríe abrazándola y ella le devuelve la sonrisa.

–Ay, igualmente. Eres una monada.

–Ay, por favor... –replica él moviendo la mano y llevándosela a la boca– No es para tanto...

–Dios... ¿Pero cómo lo haces para ser más femenino que yo? –terminas soltando.

Marco te mira dolido, y Melca extrañada.

–Ay, pobrecito... No le digas eso.

La rubia lo abraza y le da un beso en la mejilla antes de irse.

Tú bufas y les das la espalda para irte. Leia te lanza una mirada suspicaz. Pasas de ella y sigues caminando, sin despedirte de ninguno.

Melca te alcanza corriendo.

–¿Pero a ti qué mosca te ha picado?

La miras enfadada y apartas la vista con un bufido.

–Tú estás celosa... –sentencia ella.

–¡¿Pero qué polladas dices?!

La rubia se ríe.

–Venga ya... ¿No será verdad, no? ¿Pero por qué le dices eso al pobre? Y más tú, que tan liberal eres...

Gruñes.

–Estás celosa...

–No.

–¿Pero qué...?

Melca se calla al verse rodeada por los brazos de Paloma, que os ha alcanzado por detrás. La abraza y le da dos besos. Camináis con su grupo hasta la clase.

No tardas mucho en sentirte mal por haber tratado así a Marco.

Has sido una completa idiota.

¿Será verdad eso de que el amor atonta o serás tú la que está más gilipollas de lo que debería?

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