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Te despiertas de golpe por la música estridente y a todo volumen de Extremoduro y sientes el corazón a cien del susto.
–LEIA, ME CAGO EN TU PUTA MADRE –gritas antes de saber si quiera si ella está allí, por la música.
Leia se ríe mientras te frotas los ojos. Miras a tu al rededor.
–Pero... ¿Qué coño hago en tu cama?
–Eso me gustaría saber a mí. Y no es por nada, pero por mucho que me guste tenerte encima: pesas.
Te das cuenta de que estás tumbada sobre ella y ruedas para caer a su lado.
–¿Me quedé dormida?
–Ajá. Y eres una marmota. Decidí que debería ponerme a estudiar e intenté quitarte de encima, pero no había cojones. Así que como no te despertabas...
–Eres una zorra, no veas el susto que me has pegado –replicas llevándote la mano al pecho, que comienza a ralentizar sus pulsaciones.
–¡Quejica! Yo pagaría porque me despertaran así todos los días.
Hace como que toca la guitarra moviendo la cabeza y todo el cuerpo, de modo que el colchón entero pega rebotes. Te ríes mirándola. Ella se levanta y literalmente salta en la cama gritando la letra, hasta que la canción se acaba y se deja caer tumbada.
–Estás loca.
–Lo que digas. Si no sabes disfrutar al máximo una canción, es cosa tuya.
Sonríes y le recolocas el pendiente que lleva en su oreja derecha, una calavera gris, que estaba bocabajo.
–¿No ibas a estudiar?
–Iba. Pero has tardado tanto en dejar de aplastarme que se me han quitado las ganas.
Sonríes y pasas tu mano por sus mechones largos de cabello rojo y negro, en lo alto de la cabeza.
–Ya lo tienes demasiado largo, ¿no?
–Bastante. Los laterales han pasado de estar rapados a taparme un poco las orejas. Total, ya le cogeré la maquinilla a mi padre para raparme.
–¿Piensas hacerlo tú sola?
Ella se encoge de hombros.
–Me da pereza ir al peluquero, y pienso dejarme lo demás un poco más largo, así que... Bueno, ¿estás mejor?
Asientes con la cabeza.
–Un poco, gracias.
La abrazas. Ella no te corresponde, mira al techo pensativa.
–Bueno, creo que debería irme a casa a estudiar.
–¿Ves? Te dije que en cuanto no me necesitas me abandonas.
Sonríes.
–No seas tonta, con lo que yo te quiero.
–Pues yo te odio, para una vez que tenía fuerzas de voluntad para estudiar, y tenías que estar aplastándome.
Le sacas la lengua y te levantas, recogiendo tu bolso. Ella se pone de pie y coge una chaqueta de cuero, que se pone encima de la camiseta de baloncesto.
–Espera, te acompaño.
–¿Segura? ¿No tienes que estudiar?
–Tía, quedan meses para el examen. Simplemente me gusta empezar desde el principio para no empollar luego todo de golpe. Psicología es más difícil de lo que parece.
–Lo sé. Comparto algunas asignaturas contigo, ¿recuerdas?
–Sigo pensando que te equivocaste de carrera.
Le sacas la lengua y bajas las escaleras. Ella se sienta en la barandilla, que es muy ancha, y se deja caer. Salís de la nave y vais a tu casa, que está vacía, como suele.
Enciendes el móvil al llegar, tras despedirte de Leia en la puerta, y recibes como veinte mensajes de Melca, a parte de otros. Antes si quiera de leerlos, por si acaso fuera algo importante, abres la puerta y llamas a Leia gritando, quien ya está al otro lado de la calle. Ella vuelve al trote.
–¿Qué te pasa, estúpida roba tiempo?
–Tengo veinte mensajes de Melca.
–¿Qué quieres un pin o una chapa? –bromea.
Pero eso sí, te arrebata el móvil y sube corriendo para ponerse cómoda en tu cama. Cierras y subes tras ella, que ya está leyendo.
–¿Desde cuándo te he dado permiso para invadir mi privacidad?
–Desde que tengo uso de razón. Y si no, prueba a rebatírselo a Puño o a Gancho –contesta señalándose las manos con la cabeza.
–Me encanta cuando me amenazas –dices sarcástica sentándote a su lado.
–Lo sé. Por eso lo hago.
Leia está tan cómoda tumbada en tu cama, con la espalda apoyada en la pared y sin quitarse sus botas negras. Al fijarte en que no se ha quitado los zapatos para no mancharte la colcha, te das cuenta de que sigue con su pantalón de pijama, que es negro y lleno de calaveritas. Es de lo que no hay.
–¿Te has dado cuenta de que no te has cambiado el pijama para salir a la calle?
–¿Y qué? El pijama y el chandal son como la ropa interior y el bikini: lo mismo, sólo que uno es aceptado en público y el otro no. O como que te gusten las tías o los tíos siendo mujer –añade para molestarte– Y oye, que yo te acepto y no te voy diciendo si te das cuenta de que eso en público está mal visto.
Pones los ojos en blanco.
–Touché.
Te acercas a mirar la pantalla. Oh, genial, Melca está en línea y lleva estando "en visto" un buen rato gracias a que Leia abriera la conversación. Acercas la mano para coger el móvil y ella lo aleja.
–Leia, no seas puta.
–Valeria, la paciencia es la madre de la ciencia. Te tengo que enseñar para que valgas algo en esta vida.
–¡¡Leia!!
Intentas cogerlo tropezándote con su propio cuerpo y te caes encima de ella, quien se ríe y se gira tirándote.
–Dámelo, tía, en serio.
–¿Qué me das?
–¡¡Tíiiiaaa!! ¡Que ya tiene el tick azul, se va a extrañar de que no le conteste!
–¿Y qué? Que yo sepa todavía no folláis... Así que técnicamente no puedes perder nada.
–¡LEIA!
Ella se ríe.
–PUTA SALIDA.
–Eso, tú sigue"insultándome", que te quedarás sin móvil.
–Leeeiaaaa, no seas cruuueeeel...
–No lo soy, intento educarte para que seas paciente, que es muy importante la paciencia en esta vida.
–Te odio.
–En un momento me quieres y al siguiente me odias... En serio, ¿me dejas pasarte un test para diagnosticar la bipolaridad?
–LEIA.
Lo estás pasando realmente mal. Estás muy agobiada, estresada, angustiada... Y te mata no poder contestar ipso facto.
Ella tira el móvil en el colchón a tu lado.
–En serio. No puedes dejar que te afecte tanto. Estás putamente desesperada.
–No es verdad –contestas tumbándote y subiendo en la conversación para leerla.
–Los cojones.
–Que no.
–No has aguantado ni un minuto sin contestarle, Vale. Eso se llama estar obsesionada. Y las obsesiones nunca son buenas.
–Sólo es porque a mí no me gustaría saber que me han leído y no me contestan, ¿vale? –replicas borde.
–Lo que digas.
"Valeria: ¿Just be yourself?
La Rubia <3: Sí.
Querías saber cómo actuar para que estuviera cómoda, ¿no?
Llevo siendo tu amiga como diez largos años.
Si no más, no tengo ganas de contar.
¿No crees que si no estuviera cómoda contigo ya te hubiera mandado poco lejos?
No seas tontita.
Sé que no debería haberte dejado de hablar durante un mes.
Lo siento.
Me asusté.
Pero tampoco quiero hablar de ello.
Lo siento.
¿Te quiero, vale?
Y no te rayes.
Si me molestaras te lo diría.
Por cierto, buenos días.
Espero que hayas dormido bien.
Y en serio, siento haberte dejado de lado.
No debí hacerlo.
Eres una amiga genial.
En serio, lo siento. Te quiero.
–¿Puedo hacerte una pregunta?
Asientes a Leia con un ruidito de garganta, pensando en qué contestar.
–¿Cómo es capaz de decir todo eso sin soltar ni una sola palabrota? En serio, o sea, lo más despectivo que ha dicho es "tontita". Pégale para que madure, por favor, ese cerebro se quedó hace mucho tiempo atrás.
La miras seria, con reproche, pero no puedes evitar reír ante su cara de "esto no tiene ningún sentido".
–Es una chica educada.
–Que va, si estuviera educada, alguien le hubiera enseñado el gran poder expresivo que tienen las palabrotas.
Sonríes y vuelves a mirar la pantalla, sin contestarle.
–Ahora en serio, si te das cuenta, hay como una media hora de intervalo entre el "si me molestaras..." y el "por cierto..."; es decir, que está tan desesperada porque le contestes como tú.
Le pegas y ella se queja.
–No sé ni para qué te he llamado.
–Ya, ni yo tampoco. Por eso hablo, para que al menos sirva de algo mi presencia.
Le sacas la lengua intentando no reír y pulsas la barra para escribir.
No tienes ni idea de qué decirle, realmente. Se te nota en la cara. Y en tus dedos, pues están más tiesos que un palo, en lugar de estar escribiendo.
–Valeria.
–¿Qué?
–Un consejo: para escribir tienes que tocar el teclado, con mirarlo sólo no sirve.
Le vuelves a pegar.
–Gilipollas –le dices.
–¿Ves? Lo que te decía: el gran poder expresivo de las palabrotas. Música para mis oídos.
Te ríes. Parece imposible mantenerte seria con Leia a tu lado.
"Valeria: No te preocupes, no tengo que perdonarte, ni si quiera me he enfadado. Sólo quiero que estemos bien, ¿vale? Yo también te quiero".
Leia te quita el móvil de las manos antes de que te de tiempo a pulsar enviar, mientras tú lo revisas.
–SSSSTOOOOP.
–¿Pero qué coño te pasa ahora?
–¿Cómo vas a decirle eso, loca? Primero, así le das pie a usarte como un puto trapo "hazme lo que quieras, si sólo quiero que estemos bien, no me enfado..." Blaaa, blaaa, blaaa. Y segundo: "pasaste un mes sin hablarme, pero ni me enfadé, ¿sabes? Así de poco me importas". Maaaaal, maaaaal, maaaaaaal.
–Pfffff. ¿Y entonces qué cojones le pongo?
–Yo que sé, la amiga es tuya.
Pones los ojos en blanco.
–¡Leia!
–¿Qué? Encima de que te prohíbo cometer una gilipollez, te quejas. No tienes vergüenza.
–Puff.
–Paff.
–Tus muelas.
–Tan bonitas como perlas, gracias por preguntar. Ahora ponte a pensar qué decirle, a ver si la chiquilla se desespera.
La miras con cara de odio eterno. Ella suelta una risita señalando la pantalla.
–Lo que te decía.
Sigues su mirada.
"La Rubia <3: Valeria... ¿Estás enfadada?".
Borras el mensaje y escribes de nuevo.
"Valeria: No, perdona. Está aquí la idiota de Leia y no me deja responder".
–¿Está bien así o me harás borrarlo otra vez? –preguntas con sorna.
–Perfecto. Me encanta el amor por mí que demuestras en tus mensajes. Cuidado que no se ponga celosa.
Pones los ojos en blanco y le das a enviar.
"La Rubia <3: Oh... ¿Y eso?
Valeria: Nada, no te preocupes, ella tampoco está enfadada contigo... Sólo que le gusta hacerme de rabiar."
–¡Pero yo sí estoy enfadada con ella! ¡No mientas en mi nombre!
–Te jodes.
–Puta.
–Cabrona.
–Gilipollas.
–Mamona.
"La Rubia <3: Oh, vale. Salúdala de mi parte"
Leia te arranca el móvil de las manos y se levanta para alejarse de ti. Habla grabando mientras tú le persigues para quitárselo.
–Hola, perra. Que sepas que no te entiendo, ¿eh? O sea, por favor, explícame ahora mismo y por el bien de la ciencia como es posible que no uses ni una maldita palabrota en todo tu discurso, porque me enervas.
–¡LEIA! ¡Dámelo!
–Genial, ahora Melca te escuchará gritando como un cochinillo en un matadero.
–¡Leia, borra eso!
–Lo siento, soy la princesa de las galaxias, a mí nadie me manda.
Y lo mandó.
–¿Pero por qué te esfuerzas en hacerme quedar mal delante de la chica que me gusta?
–Tía, Melca se reirá. Te lo prometo, en serio, la conozco desde casi el mismo momento que tú, con unas horas de diferencia, ¿recuerdas?
–Pero si apenas hablas con ella...
–Ni falta que hace, sólo suelta chorradas.
Pones los ojos en blanco, coges aire y bufas.
–Oh, Diosito mío de mi vida, te rezo to' los días, pa' ver si no quedo tan virgen como María –dice con voz aguda.
Le tiras un cojín aguantándote la risa y ella suelta una carcajada. Se sienta de un salto en tu cama.
–Na, en el fondo es buena gente. Sólo que es demasiado buena gente. Y eso me enerva, ¿no sabe hacer algo que le pueda producir críticas por el resto de la sociedad?
–Eh... ¿No?
Te sientas a su lado.
–Bueno... Se lió contigo.
–Sólo fue una vez... Y no creo que quiera repetir.
–Eso dicen todas. Espérate que se ponga calentorra.
–Leia...
–Vale, ya me callo.
–Eres bipolar, primero me dices que no me hagas ilusiones y luego dices que no será la primera.
–Porque no creo que lo tomes en cuenta, joder, claro que bromeaba. Si es una santa, aún no me explico como cayó una.
–Gracias por romper mis sentimientos.
–No digo que no estés buena, sólo que ella es una santa.
Te ríes.
–Eres idiota.
–Lo sé, me lo dices a menudo.
"La Rubia <3: Jajaja. Hola, oh, Princesa de las Galaxias. ¿Le importaría pasarme a su doncella? Aquella que grita como cerdo en el matadero, si no es mucho pedir."
Te llevas las manos a la cara mientras Leia intenta no reír demasiado.
–Te odio.
–Amo a esta tía, en serio... –Pulsa el botón de grabar– Melca, eres la puta ama. Y lo siento, pero no creo que mi doncella pueda... Está indispuesta, su cociente intelectual no da para tanto.
–Leia... En serio que te odio.
"La Rubia <3: Valeria, debes amar al prójimo. No digas "te odio"".
Leia suelta una carcajada mientras tú te quedas mirando la pantalla con facepalm.
"Valeria: ¡Pero si ella me ha insultado primero!
La Rubia <3: Ya, pero todos sabemos que ella ya no tiene remedio. En ti todavía existen esperanzas."
–¡Oye, pero si la pecadora es ella! –graba Leia tras reponerse de reír.
"La Rubia <3: ... Buah, Leia, por favor, dime que no has cometido al menos 10 pecados en tu vida...
Y recuerda que no se deben decir mentiras.
Valeria (Leia):Te tomo la palabra porque lo dice Dolores Umbridge, que si ese mandato sólo saliera en la Biblia no me lo creería.
Y... ¡Por favor! ¡Me minusvaloras! Ese número se me queda corto.
La Rubia <3: ...
No sé cómo puedes chulear de eso.
Valeria (Leia): Yo no sé cómo puedes creer en el pecado...
O en que me va a pasar algo por ello como ir al Infierno.
O en que pueda estar mal.
No sé, yo lo veo muy natural."
Ves que Melca está escribiendo y estiras la mano para pulsar el botón de grabar.
–Por favor, dejad ya el tema. No tengo ganas de esto. Sabéis que no terminaréis de acuerdo.
Melca deja de escribir por un momento.
"La Rubia <3: Vale.
¿Podemos hablar?
Valeria (Leia): Si no te importa, te la robo, tengo que hablar yo con ella.
La Rubia <3: ¿Me llamas luego?
Valeria (Leia): Pienso raptarla todo el resto del día."
–Tía, no te metas. Déjame hablar con Meca.
–Déjala que sufra un poco. ¿Te recuerdo que no te contestó a nada durante treinta putos días?
–Y por eso mismo no quiero que vuelva a pasar.
–Si vuelve a pasar te demostrará lo poco que le importas.
–Leia...
–¿Qué? Es verdad. Tendrás que dejar que ella te demuestre que de verdad quiere arreglarlo. Si no te tendrá hablándote un día sí uno no, porque sabrá que vas a estar aún así cuando te necesite, Doña Perrito Faldero.
–Leia...
–¿Qué?
–Que no quiero.
–Claro, porque te da miedo que no te hable. Pero no puedes seguir así, Valeria. Te ha tenido un puto mes en la mierda. No puedes ir siempre detrás. Si de verdad te dice "te quiero" en serio... Que se lo curre un poco. Esa tía va regalando "te quieros" a montones... Y si no que alguien me explique cómo se lo dice a la guarra...
–Es su mejor amiga...
–Otra incoherencia más que demuestra que tiene algo mal en la cabeza.
La miras mal y pones los ojos en blanco.
–¿Qué? Es verdad. Conociéndote a ti, es una pollada que se buscara a otra como mejor amiga.
Se te escapa una sonrisa, eso, viniendo de ella, es todo un piropo, aunque no lo haga con esa intención. La besas en la mejilla.
–Gracias. Pero yo ya estaba pillada.
–¿Pillada? Oh, Dios, sabía que en el fondo estabas pillada por mí hasta los huesos y lo de Melca era sólo una excusa para que no se te notara de lejos.
Vuelves a rodar los ojos aguantándote la risa y golpeas su hombro.
–Idiota.
–Lo soy.
–¿Me dejas retomar el control de mi móvil?
–Si piensas responderle no.
–¿Puedes dejar de decidir por mi propia vida?
Ella te lo devuelve muy a su pesar. Sabe que no debe inmiscuirse, aunque quiera. Porque no quiere verte sufrir, y quiere protegerte, a su manera.
"La Rubia <3: De acuerdo... Hasta mañana. Tened un buen día".
Leia se calla un "eso huele a celos" y te deja en paz.
"Valeria: Si puedo, te llamo más tarde.
Hasta luego, preciosa."
Ella te manda el emoticono de un beso y tú miras a Leia, que te observa seria.
–¿Y ahora qué?
–A veces dudo para qué me pides consejo.
–Puff... Leia, ella está arrepentida.
–¡¿Arrepentida?! ¡Que se hubiera arrepentido a la semana, no sé, digo yo! ¡Pero no al puto mes!
–Leia... No quiero perderla. No lo voy a poner todavía más difícil ahora que ya lo hemos arreglado.
Leia se levanta de la cama y camina hacia la puerta. Te mira desde ella.
–Vale. Pero cuando te mande a la mierda o cuando te acepte entre sus brazos, recuerda que fui yo la que te escuchó llorar durante veintinueve putos días –O sea que sí, los había contado para saber hasta dónde llegaba su crueldad de ignorarte– mientras ella seguía como si nada con su grupi. Y recuerda que Nico todavía sigue molesto porque le dejé solo en nuestro aniversario para no dejarte a ti sola mientras te lamentabas por esa zorra. Y recuerda que, aunque tú digas lo contrario, yo no voy a estar siempre ahí para recogerte cuando te pegues la ostia. Estoy harta de decírtelo.
Ella baja las escaleras haciendo bastante ruido y tú dejas el móvil a un lado y la persigues. La abrazas por la cintura, por detrás, antes de que salga.
–Te tengo dicho que no me hagas eso cuando me enfado –replica entre dientes.
–Porque te rebaja el enfado, y eso es lo que quiero. Leia... Te prometo que tendré cuidado, y que te agradezco mucho por soportarme tanto... Pero de verdad que quiero intentarlo con ella.
–Lo sé.
–Sólo quiero que las cosas vayan bien... La he echado mucho de menos...
–Lo sé.
–Y pase lo que pase siempre voy a estar ahí para ti.
–Lo sé.
–A la próxima gorda que me haga, te prometo que intentaré olvidarme ¿vale?
–Lo sé.
Te extraña que no te haya dicho que no se lo cree.
–¿Puedes decirme otra cosa?
–Lo sé.
Se separa de ti y sigue andando.
–¡Leia! ¡No seas niña chica! ¡No puedes enfadarte por esto!
Ella te mira, y sí, está enfadada.
–No sabes hasta qué punto me jode que mi mejor amiga, esa que ha estado dando saltitos y sonriendo toda mi vida, se haya vuelto un constante llorar, dudar o malestar cada dos por tres. Si quieres amargarte chocando tropecientas veces con la misma pared después de demostrar que no la podrás traspasar, adelante. Pero a mí no me toques las narices. No te digo que no pueda pasar algo con Melca algún día, pero espera a que ella te abra la puerta y vive. Deja de ser un puto zombi. Melca no es lo único que hay en el mundo.
–Leia... No exageres. Sabes que ella no es lo único que hay para mí.
–No, pero sí lo más importante. A pesar de que pase de ti cuando le venga en gana, a pesar de que para estar con ella tengas que aguantar a sus repelentes amigas, a pesar de que te tenga despierta hasta la madrugada cada vez que le sucede algo pero no sea capaz de quedarse ella por ti, a pesar de que se avergüence de que la vean contigo, a pesar de que no se dé cuenta de todo el daño que te hace... Dicen que al humano le gusta el dolor y le atrae lo imposible, pero lo tuyo ya es masoquismo.
–Leia... Sabes que ella no lo hace a posta y que también me quiere... Es una buena amiga –dices con las lágrimas a flor de piel.
–No lo niego. Pero el hecho de que la quieras como a algo más que a una amiga te está matando, y me está matando a mí por verte tan mal. Valeria, valórate un poco, si quiere algo contigo que se esfuerce, y si no, olvídate de ella. Si te hace más daño que bien no vale la pena.
–Sólo ha sido este último mes... Siempre me ha conseguido sacar más sonrisas que nadie.
–Ya. Hasta que supo que te gusta.
Te das la vuelta y vuelves a subir corriendo las escaleras; aunque preferirías correr a sus brazos para que ella te sostenga de nuevo. Te tiras bocabajo tumbada en tu cama. Escuchas la puerta de abajo cerrarse, y poco después ella está encima de ti, abrazándote.
Leia se deja caer a tu lado y hace que la mires, pasándote un brazo por la cintura.
–¿Ves como no estás bien?
–Porque te esfuerzas en recordármelo todo... –sollozas– Gilipollas.
–Porque me da rabia que no lo tomes en cuenta. En serio, ojalá que hablarais seriamente y lo dejarais todo en claro. Porque desde hace mucho no te veo a ti tan feliz como siempre, ni a ella tampoco. Tenéis que acabar con todo esto. Os está matando.
Escondes la cara en su hombro, llorando en silencio. Tu cuerpo se contorsiona. Ahora mismo la odias por hacerte llorar, con lo bien que estabas ahora que Melca había vuelto a hablarte.
Justo cuando creías que no tendrías que derramar más lágrimas...
Leia te besa en la mejilla, para tu sorpresa, y susurra en tu oído:
–Y me está matando. No sabes lo cansada que estoy de llorar por no soportar verte tan mal, cada vez que te vas... Hasta Nico y Luke se están preocupando por no saber qué pasa. Y, cariño, el amor debe hacerte sentir mejor... No meterte en la mierda. La montaña rusa de sentimientos que tienes no es buena.
–¿Y yo qué quieres que haga? Yo no decido enamorarme... Sino no lo hubiera hecho nunca. O lo habría hecho de un chico perfecto y a tomar por culo.
–Entonces creo que no lo hubieras hecho nunca... Porque créeme: los chicos perfectos no existen. Las chicas sí... –Se queda un momento en silencio– Estás tú.
La miras incrédula, ¿de verdad eso ha salido de la boca de Leia? ¿Pero tan metida en la mierda te ve?
–Y yo, obviamente –añade como queriendo olvidarlo– ¿Hablarás con Melca dejándole claro que no puede tenerte en una incertidumbre constante, hablarte y dejarte de hablar, y demás?
–No sé... Supongo...
–Vale... –te llama con reproche.
–Está bien, de acuerdo. La quiero, pero si esto sigue así la dejaré marchar.
–¿Y cuánto tiempo tiene que pasar para que decidas eso?
–Offu, no sé.
Escondes la cabeza debajo de la almohada y ella se aguanta la risa mirándote.
–Pero qué suerte tienes de que no sea capaz de deshacerme de ti...
–Pues sí, la verdad. No sé qué sería yo sin ti...
–No seas pelota, anda, que ambas sabemos que aunque me insultes te voy a soportar igual.
Sonríes.
–Lo digo en serio... Gracias por ser mi mejor amiga.
–Ñaaah, eso es sólo porque no he encontrado a ninguna mejor. En fin, ya sabes, a Silvia se le va la chota demasiado, Marco es aún más cursi que tú, Carlos es inaguantable, a Nico ya lo tengo para otros menesteres... Y el resto del mundo... No me habla porque se piensan que voy haciendo rituales satánicos por ahí o algo así.
Te aguantas la risa.
–Pues para ser así ligas mucho.
–Porque es sólo para un rato, estoy tan buena que no pueden negarse ante mi sexidad y que me crean aliada con Satán en el fondo les pone.
Te ríes y te pones boca arriba para mirarle.
–Claro.
–Y tú me conoces desde que eres demasiado pequeña como para que no fueran mis padres los que decidieran ponerme camisetas de Star Wars en vez de mi estilo rockero, así que claro, no podías pensar que era hija de Satán en base a ello...
Vuelves a reír.
–¡Pero si eres la hija de Satán más adorable del mundo! –respondes incorporándote para pellizcarle los mofletes.
Ella hace una mueca.
–No me llames adorable que te reviento –replica tan seria que si no fueras tú te asustarías.
–Además, yo tengo suficiente seso como para saber que tu ropa o tus comentarios soeces no describen quién eres ahí dentro –replicas dándole con el dedo cerca del corazón.
Ella sonríe.
–Cierto, se me olvidaba que hay cerebro ahí dentro.
–Leia...
–¿Qué? –responde cansada.
La abrazas.
–Te quiero.
Ella bufa.
–Puta cursi.
Te ríes.
–¿También le respondes a Nico así?
–A veces le pego. No sé por qué os empeñáis en decirme algo que ya sé. ¡Como si no fuera obvio que es imposible no quererme!
Le sacas la lengua.
–Lo siento por hacerte malgastar tu mañana.
Ella te mira seria a los ojos y te coge de la barbilla para que la mires a ellos.
–Valeria, grábate bien a fuego esto en la mente: ningún momento contigo será un momento malgastado. Y ahora, hazme el favor, y piensa bien en qué vas a decirle a Melca. Yo me voy a estudiar a mi casa.
Poco después de que Leia se vaya, el móvil suena, y lo coges por si fuera ella tras llegar a su casa.
Pero no.
"La Rubia <3: Valeria... Sé que esto debería decírtelo a la cara, pero tú y yo sabemos que no tengo lo que hay que tener para eso. Me da igual cuando leas esto, y tienes derecho a no responderme, disfruta de tu día con Leia, ella es una chica genial y aunque sea muy bestia se le nota que te quiere... Sé que ella debe haberte consolado mucho durante este tiempo, y en cierto modo siento que debería disculparme también con ella por eso. Se te notaba en la cara que estabas realmente mal, pero fui estúpida, y sobretodo cobarde, y aunque me moría de ganas por ir a abrazarte y consolarte, no podía. Lo siento. Y sé que por mucho que te pida disculpas no voy a arreglar el habértelo hecho pasar mal por tanto tiempo, pero he de decírtelo, y espero que me perdones. En realidad, sé que lo harás, porque sé que me quieres: si no fuera así, no me hubieras recibido con los brazos abiertos después de tanto tiempo, y te lo agradezco, te quiero mucho y me hubiera matado perderte por mi estúpida cobardía. Lo cierto es que me dio miedo. Sé que no lo entenderás, porque tú eres un alma libre y para ti, tu madre y tu entorno da igual lo que hagas mientras seas feliz y no hagas daño a nadie. Pero para mí no, para mi entorno tampoco, para mis padres menos... Y para Dios... Ya no lo sé. Porque no entiendo cómo una magnífica persona como tú puede ir al Infierno por enamorarse de alguien después de todo lo bueno que haces. Y si es así, me sentiré muy culpable porque vayas a acabar así por mi culpa... Aunque en realidad sé que yo no quise enamorarte, no sé. Lo cierto es que ni si quiera entiendo qué ha hecho que te fijes en mí, con toda la gente fantástica y más parecida a ti que conoces. Pero ese no es el tema. Lo que quería decirte es que, aunque no quiera hablar de ello, actúe así por miedo. Ya sabes que nunca he hecho nada que no debiera, excepto... Eso. Y temía mucho por ello, y por qué pudiera pasar si me volvía a acercar a ti. No quiero volvera hablar del tema, simplemente, no quiero recordarlo. Aún tengo miedo. Pero... Te he echado mucho de menos, y también temía perderte. Han sido 29 días... ¿sabes? Pero a mí se me hizo eterno. Los conté porque no me podía creer que mi cobardía perdurara tanto tiempo... Pero sí. En el fondo no sé si tengo miedo de ti, de mí, del Demonio tentándome o qué sé yo. Bueno, sé de muchas cosas de las que tengo miedo, pero no sé qué es lo que creo que me puede llevar a no evitarlo... En fin, me voy del tema, y te tengo que estar liando mucho. La cuestión es que te volví a hablar porque me mataba ver tu cara tan demacrada, sin apenas sonreír. Y me mataba tenerte lejos. Eres la mejor amiga del mundo, ¿lo sabes, no? Y te quiero mucho... Aunque quizá ya no te lo creas. Lo siento. Y lo siento por ser tan cobarde que ni si quiera he sido capaz de decírtelo a la cara, de darte un abrazo en vez de un mensaje de texto. Yo... lo siento, por ser tan cobarde."
Lees todo con nudos en la garganta y en la boca del estómago, sin creerte que Melca te haya escrito todo eso. Tragas saliva y haces lo único para lo que puedes pensar: copias el mensaje, y abres la conversación de Leia.
"Valeria: Cielo... Lo siento por volver a sacarte el tema. Pero te necesito.
Galaxia: Acabaré asesinando a Melca para que no tengas que seguir pensando en ella."
Le pegaste el mensaje de Melca y se lo enviaste. Ella tardó unos momentos en contestar.
"Galaxia: Odio a Melca."
Te quedas confusa. ¿Habrá leído algo entre líneas que tú no hayas visto?
"Valeria: ¿Por qué?
"Galaxia: Porque ahora no puedo enfadarme con ella.
Valeria: ¿Por qué?
Galaxia: Porque me da pena.
Porque la entiendo.
Valeria: ¿Pues... me das tu opinión? Porque siento que me falta algo... No sé. Creo que no lo quiero interpretar yo por si me equivoco.
Galaxia: Un psicólogo nunca revela los secretos de sus clientes.
Valeria: No eres su psicóloga.
Galaxia: No, pero hablaré con ella. No quiero equivocarme al darte mi veredicto.
Valeria: Ni se te ocurra.
Galaxia: Soy Leia, princesa de la galaxia, no me puedes mandar.
Valeria: Que dejes de meterte en mi vida.
Galaxia: Deja tú de meterme en ella.
Valeria: Touché. Pero no lo hagas.
Galaxia: De acuerdo... ¿Qué le vas a decir?"
Cierras la conversación y abres la de Melca, casi se te olvida que no habías respondido. Relees.
"Valeria: Meca... Te quiero mucho,rubita. Incluso después de esto, te quiero. Y no puedo enfadarme contigo, tengo ese problema, así que... No me pidas más que te perdone, ¿vale? No sé de qué tienes miedo; pero por favor, no te olvides de que puedes hablar conmigo de lo que quieras... ¿vale? Si hay algo que te haga sentir mal, dímelo. Yo puedo ayudarte. No te sacaré el tema más si no quieres, sólo te ruego que no me vuelvas a alejar de ti."
En ese momento recuerdas a Leia y continuas escribiendo antes de enviar:
"Y que no me hagas estar detrás de ti para hablar conmigo... Si me quieres, búscame, háblame. Ya sé que estoy en la friendzone y que no vas a estar tan pendiente de mí como yo lo hago... Pero joder. No quiero hablar contigo sólo cuando yo me acerque, ni tener la sensación de que te da vergüenza estar conmigo. Porque no me lo niegues: desde que sabes que me gustan las mujeres, no te comportas igual conmigo, y menos en público, y me jode que eso haya cambiado tu comportamiento conmigo. No me enfada, no me pidas perdón, pero me duele. Y en serio, si necesitas algo... Ven a hablar conmigo. Aunque no haya aprendido nada acerca de tu religión o de cómo piensan en tu entorno, también yo puedo entenderte. Me gustaría hablar contigo en serio para saber de dónde viene ese miedo... Y quitártelo."
Le das a enviar, pero a ella no le llega el mensaje. Su cobardía le hizo apagar el WiFi antes de que contestases.
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