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Vuelves a estar con los psicólogos, un día más. Nico habló con Carlos y Silvia en clase ayer y se disculpó con ellos. Están en la posición de siempre, Nico ha dejado de mirar al cielo, parece estar más contento, y Sam sigue al lado de Marco, al que ya no le duele su pierna.

Supones que todo empieza a estabilizarse un poco. A volver a la normalidad.

Hablan animadamente de un examen que tendrán la semana siguiente. Al parecer, les fascina la asignatura. Sam, Melca y tú os miráis sin comprender nada y reís.

Son psicólogos.

Ellos se entienden.

Melca tira de tu brazo y te señala con la cabeza. Ves a Leia, lo que es raro porque todavía no es la hora de entrar a clase, y durante la última semana siempre ha llegado muy justa con tal de no tener que encontrarse con nadie.

Cuando entra en el grupo, todos se callan. La miran expectantes. Ella camina firme, como siempre; pero por dentro se muere de nervios y vergüenza. No es algo que se vaya a permitir mostrar.

Nico abre los brazos y ella se apoya contra su pecho. Él la abraza por la cintura y deja un beso en su cabeza. Leia coloca sus brazos sobre los de él y mira al resto.

–Ayer hablamos –explica Nico–, y hemos vuelto.

Marco hace un gesto triunfal con el brazo y pega un saltito. Leia se aguanta la risa mirándolo.

–¡¿Pero tú te crees que esto es normal?! –empieza a gritar Silvia– ¡Te peleaste con tu novio, vale, pero eso no significa que tengas que dejarnos a nosotros! ¡Me abandonaste durante una puta semana, perra! ¡Me peleé con mi novio y tuve que hablarlo con Carlos porque tú no estabas, Nico estaba en el limbo y Marco sólo se preocupaba por ti! ¡Y claramente Carlos sólo me dijo que lo dejara, como si fuera tan fácil! ¡No tienes derecho a dejarnos de lado cuando te dé la gana y luego volver como si no hubiera pasado nada! ¡¡Somos tus amigos!! ¡¿Tan poco te importamos?!

Leia la observa impasible, apoyando la cabeza en el torso de Nico, y espera tranquila a que termine de desahogarse.

–Lo siento –responde cuando Silvia se calla y la incita a hablar con la mirada–. No quería abandonarte, pero tampoco estaba en condiciones para ayudarte. ¿Estás mejor con tu novio? –Ella asiente– Entonces tampoco pasa nada.

–¡Ese no es el problema! ¡El problema es que no puedes irte así, sin más!

–Puedo, pero no debo. Lo siento. Te prometo que si algún día Nico y yo lo dejamos del todo, que espero que no, no me alejaré. Quizá sí durante un tiempo, pero no para siempre. No te preocupes por eso. Mi intención no era abandonarte, sólo relajarme.

–Pues ya me estás contando qué coño te pasó para irte así.

Leia asiente.

–Pero ahora no. Luego.

Mira a Marco.

–¿Estás mejor de tu pierna?

–Sí. Me han quitado la venda y ya no me duele.

–¿Y del coco?

–Mejor.

–Me alegro. –Mira a Carlos– ¿Y tú qué? ¿Nada que decir después de no verme en una semana?

–No. ¿Tú sabes lo a gusto que he estado sin tener que aguantarte?

–Cierto. Debería haber seguido hablando contigo para desahogarme. Usarte como saco de boxeo está muy bien.

–¡Irías a la cárcel por romperme los huesos!

–¿Y lo a gusto que me quedaría?

–No le hagas caso –le dice Silvia–, también él te ha echado de menos.

–Lo sé. Carlos no es tan sincero como para decir algo tan serio en voz alta.

Tú la miras perpleja. Acabas de enterarte de que habían vuelto. Y está aquí, otra vez, en brazos de Nico, como siempre.

–¿Y a ellas, no les vas a preguntar cómo les ha ido? –pregunta Silvia.

–Valeria ha estado viviendo en mi casa por toda una semana. Y habla por los codos. No es como si yo no supiera todo lo que estaba pasando, aunque yo no estuviera aquí. Sólo preguntaba por cortesía.

–Pues anda que a nosotros nos cuenta algo... –replica ella mirándote con los ojos entrecerrados.

–Como debe de ser. –Leia te mira– ¿Puedo hablar contigo un segundo?

–¡Venga ya! ¿Te tiras toda la semana hablando sólo con ella y no vas a contarme primero qué coño ha pasado?

Leia sonríe de medio lado.

–Silvia, pensaba quedarme a comer para estudiar después de clases. ¿Te quedas?

–Claro.

–Carlos, ¿qué te parece si me invitas a ir contigo esta tarde al gimnasio?

–Vale.

–Marco, ¿todavía necesitas que te ayude con el trabajo? –Él asiente– ¿Quedamos mañana?

Vuelve a asentir. Leia se gira para mirar a Nico y le rodea el cuello con los brazos.

–Vente a dormir a la nave.

Se pone de puntillas y lo besa.

–Por supuesto que sí.

–Y ahora, si no os importa... Tengo cinco minutos para hablar con Valeria antes de clases.

Se aparta de Nico y os alejáis juntas del grupo.

–¿Lo tenías todo planeado, eh?

–Sé que todos tienen cosas que contarme. Y, con los finales, no es que tengamos mucho tiempo. Como no aprovechemos ratos en los que ya estemos haciendo otras cosas...

–Claro. Y dime, ¿qué ha pasado?

–Nico volvió a mi ventana ayer noche, después de que te fueras. Es un puto Romeo pesado. –Te aguantas la risa– Me dijo que lo había estado pensando. Que yo tenía razón, que él estaba esperando a que yo fuera la chica perfecta con la que él siempre había soñado... Pero que, en estos días sin estar conmigo, se había dado cuenta de que eso le daba igual, que sólo quería estar conmigo, a mi manera. Que se esforzará por hacerse a la idea de que el hecho de que no le diga que le quiero, o de que falte a alguna cita por estar haciendo otra cosa, no significa que no le quiera. Que el hecho de que diga algo inapropiado no significa que no lo respete o que no lo entienda. Y que, si vuelvo a hacerle daño, esta vez cumplirá su promesa, y se irá. Y... Bueno, yo cometí el error de bajar de mi habitación para decirle que se fuera, y, después de que me dijera eso y de perderme en sus ojos... No pude evitar besarle y echarlo todo a perder.

Sonríes.

–Menuda semanita has pasado...

–Y que lo digas. Al menos espero que sirva para que Nico lo entienda de verdad. –Suspira– No quiero hacerle daño.

–Lo sé. Espero que todo vaya bien.

–Gracias. Y... Lo que quería decirte... Es que gracias por permanecer a mi lado. –Leia fija la mirada en algún punto– Deberías haber estado estudiando, o aprovechado el tiempo antes de los exámenes para estar con tu novia o con tus otras amigas y... Bueno, lo siento por hacerte perder el tiempo.

–El tiempo contigo nunca será tiempo perdido, tonta.

–Bueno... Yo... Sólo quería darte las gracias por quedarte allí sin regañarme y darme tiempo.

–No hay de qué. ¿Cuántas veces lo has hecho tú por mí, Leia?

–No es lo mismo. ¡Yo soy psicóloga! En realidad te utilizo para estudiar.

Te ríes.

–Lo que digas, tonta.

–Por supuesto. Yo siempre tengo razón, puta.

–Excepto cuando no la tienes.

–No digas obviedades. Es una pérdida de tiempo.

Te ríes.

–¿Estás bien, Leia?

–Siempre lo estoy. ¿Cuándo no lo he estado?

–Hablo en serio.

–Define bien.

–Leia...

–Sí, estoy Leia, siempre lo estoy.

Te ríes.

–Gilipollas.

–Rápida de pensamiento, que no es lo mismo.

–Leia... Por favor, respóndeme.

Sus ojos se mueven, buscando una respuesta. No se posan en ti en ningún momento. Leia no puede hablar de sentimientos y mirar a alguien a la vez.

–Mientras tú no te vayas... Estaré bien. Si definimos "bien" como 'teniendo algo para lo que valga la pena aferrarse a la vida'. Tú sólo... No te vayas, y no cambies, pero no te preocupes por mí.

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