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Paseas con Melca, Zahara y Leia después de clase. Has conseguido convencer a Leia de que no se vaya directamente a su casa. No crees que sea bueno que se aisle de esa manera, por mucho que entiendas que no quiera enfrentarse con Nico.
–¿Sabéis? Ayer me lié con Celia –comenta Zahara.
Se nota que le cuesta decirlo, pero sonríe, parece más libre.
–Así me gusta, viva el zorreo –dice Leia.
Os reís, salvo Melca, que no le ve el sentido.
–¿Qué Celia? –preguntas.
–Ya sabes, con la que te liaste cuando Melca te daba calabazas.
–Espera, ¿qué? –pregunta tu novia.
–Cuando decías que eras súper hetero y todo eso... Intenté olvidarme de tí. No funcionó.
Melca abre la boca para replicar, pero Zahara habla primero, señalando con el brazo.
–¡Mira! Allí está.
–¿La pelirroja? –pregunta tu chica.
–No, la otra.
–¿La gorda? –inquiere con sorpresa.
Tú te encoges de hombros.
–Está buena.
–Mucho –apoya Zahara.
A Leia se le escapa una pequeña sonrisa de nostalgia. Tiene la vista fija en el suelo.
–Nico es súper blandito... –Suelta una risita– Le rebotan las tetas. Me encanta.
Pones una mano en su hombro, queriendo reconfortarla sin agobiarla. Leia suspira y sacude la cabeza, quedando totalmente despeinada, ya que ha pasado de echarse laca.
–¿Sabeis? Ayer se tiró toda la tarde en la puerta de mi casa. Luke lo echó, la cerró con llave y le dijo que más le valía parar de llamar si no quería que llamara a la policía, que tenía que estudiar. Luego subió a mi cuarto a preguntar qué pollas pasaba... Y me encerré en el baño hasta que se fue.
–Leia... Es tu hermano, sólo quiere ayudar.
–Lo sé, pero empezará a regañarme y a decir "yo y Ashton, Ashton y yo, yo y Ashton"... Me importa una mierda cómo solucionen sus problemas él y Ashton. No son como yo. Y no quiero arreglarlo.
–Y... ¿De Daniela? –intentas cambiar de tema– ¿Sabes algo?
–Sí. Que ahora tiene tetas y es feliz. ¿Podrías hablar con Nico y decirle que...?
–No voy a haceros de paloma mensajera.
–Joder, Valeria, ¡que yo lo haría!
–No, tú me mandarías a madurar y resolver mis problemas yo solita.
–Sí, pero luego lo haría de todas formas.
–Deberíais hablar los dos, no parará hasta que no hable contigo... Y es lo justo. Se lo debes.
–Ya lo hemos hablado millones de veces.
–Pero supongo que nunca de manera tan... definitiva –titubea Zahara.
–Nico hizo algo que te molestó. Le has dado un ultimatum. Podría cambiar –agrega Melca.
–No... Yo... No quiero que cambie. Él es perfecto así. Y no quiero que me cambie a mí. Sólo eso. No estamos hechos para estar juntos, hay que asumirlo.
–Pero lo quieres... –empieza Melca.
–Que os calléis. Ya está decidido.
–Aún así, le debes hablar con él –repites–. Más que nada porque si no Luke acabará llamando a la policía. O metiéndole una paliza a tu osito blandiblú, una de dos.
Leia intenta evitar sonreír cuando dices "osito blandiblú", pero no lo consigue. Es su gordito preferido.
–Estimaré tu opinión.
Pones los ojos en blanco. No tiene remedio. Al final sabes que hará lo que le de la gana. Y, posiblemente, se equivoque. Leia suele equivocarse en temas sociales... Pero es psicóloga. Todo muy bonito.
–Una pregunta curiosa, Leia... –habla Zahara, dubitativa. Aún le da miedo hablar con Leia cuando cree que se puede enfadar. Leia la mira indicándole que hable– Has estado con tropecientos tíos en la cama, y posiblemente muchos de ellos estuvieran... buenos según los estereotipos y tal. ¿Realmente hay tanta diferencia?
–Hay diferencia, pero no tanto por eso. Quiero decir, puedes estar buenísimo y no tener ni puta idea de cómo besar o follar, o no estarlo y ser un máquina. Pero al final... Al final hasta eso da igual. Quiero decir, todo depende del significado que le das. Si es con la persona a la que... Con tu persona especial, todo lo demás te da un poco igual. Y todo tiene sus beneficios y sus desventajas. No sé, a mí me encanta usar la barriga de Nico para dormir después de hacerlo, si estuviera duro como una roca me iba a la almohada y le daban por culo.
–¿Podemos... cambiar de tema? –pregunta Melca.
Intentas no reír y le pasas un brazo por los hombros.
–Claro que sí, princesa.
–Melca, que tienes veintiun años –le dice Leia.
–Daaa iguaaal. Dejadme en mi inocencia.
Os reís.
–Ay mi bebé –exclamas levantándola del suelo.
Ella te saca la lengua.
–Valeria, me da que te van a tener por mucho tiempo a dos velas... –comenta Zahara, tan inoportuna como siempre.
–Me da igual. –Dejas a Melca en el suelo y la abrazas– Estaré con ella. A dos velas pero con ella.
–Nosotras estamos peor, piénsalo, Zahara. Ellas estarán a dos velas, pero nosotras estamos a dos velas y solas.
–Pues salid las dos juntas y matáis dos pájaros de un tiro –bromeas.
–Ja. Zahara se hartaría de mí al primer día. Y yo de ella en cuanto echara de menos su polla.
–¿Quieres dejar de discriminar a la gente por no tener polla?
–Mmm... No.
–Oye, Leia –aventura Zahara–, ¿tú no dejarías a Nico porque hay alguien más, no?
–¿Tú estás tonta?
–No, en serio... Quiero decir, no sé, pero yo entre tú y Azu vi mucha química... Y Sam dice que te preocupaste mucho por Marco cuando aquello sucedió y que fuiste la única a la que llamó...
–¡Azu tiene tetas y Marco es aún más ñoñocursi que Nico!
–Pero dijiste que da igual quién sea la persona mientras que bese bien.
–Eso es sólo para morrearse, capulla. No me toques los ovarios que no estoy de humor.
–Oye, ¿qué os parece si nos vamos a tomar un chocolate y nos relajamos un poco? –sugiere Melca.
Leia la mira y sonríe levemente, con esa sonrisa suya que parece tan sarcástica. Sonríe porque se ha dado cuenta de que Melca, a pesar de no entenderla y de no tener ni idea de qué le pasa, está intentando ayudarla. De que está intentando entender a tus amigas, por ti.
Melca se aventura cada día a entrar en un mundo en el que nunca ha estado. Y quizá tenga miles de errores y te de una quebradura de cabeza más de una vez, pero lo está intentando, se está esforzando por más que tema y que dude de alejarse de sus raíces.
Está dando mucho por ti.
Quizás no te des cuenta.
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