O

Primer día de verano.

Por fin.

No tienes que estudiar más.

Ni tocar una sola hoja.

Ni despertarte temprano para ir a la facultad.

Ni enchufarte mil litros de cafeína en vena para poder sobrevivir.

Nada.

Es.

Verano.

Siempre que no te haya quedado nada para julio, claro.

Pero mejor no pensar en eso.

¡Es verano!

Bostezas estirándote en la cama. Has dormido bien después de estas tres semanas teniendo pesadillas con los exámenes y durmiendo poco. Esta vez, ha sido del tirón y bastante reconfortante. Miras tu reloj. ¡Son las una de la tarde! Pues sí que has dormido, sí.

Te levantas de la cama de un salto. Vuelves a estirarte bostezando y te vistes sonriendo. Coges el teléfono para mandar un audio a Leia, por pura tradición.

–Eeees veraaanooo... –canturreas– Se acabó el café y las horas entre papel y papel.

–¿Que se acabó el café? –te manda ella un audio con voz ronca– ¿Tú eres gilipollas? Yo ya soy cafeinómana, no podré volver a quitarme.

"Valeria: jajaja. Qué exagerada.

Galaxia: No lo soy...

Estoy tan reventada que podría dormir eternamente y no me daría cuenta.

¿Tú te has levantado ya?

Valeria: Acabo de hacerlo.

Galaxia: Jajaja. Qué crack. Yo me desperté a las ocho por el puto reloj biológico. Bajé, desayuné, y me volví a acostar. Hoy no me saca de la cama NADIE.

Valeria: ¿Resaca post-examinal?

Galaxia: Súper resacón post-examinal. Y Luke está igual. Así que si mis padres vienen a darme el coñazo para que me levanté, los mandaré a dárselo primero a él.

Valeria: ¿Y qué haces con el móvil en vez de durmiendo?

Galaxia: Mi mente quiere dormir. Mi cuerpo dice que está saturado de tanto dormir. Solución: me quedo en la cama aunque no duerma.

Valeria: Jajajaja. ¡Vaaaagaaa!

Galaxia: Y que lo digas. Esos exámenes han exterminado mis neuronas.

Valeria: Bueno, voy a ver si ha llegado ya papá.

Galaxia: Hasta luego, puta. Salúdalo de mi parte."

Bajas las escaleras corriendo. Ese es el otro motivo de que hoy sea un día feliz: tu padre ha vuelto.

Él sale de la cocina, donde está haciendo el almuerzo con tu madre, y abre los brazos hacia ti. Tiene los guantes puestos de haber metido algo en el horno.

–¿Dónde está mi princesita favorita? –pregunta como cuando eras pequeña.

–¡Aaaquíiii!

Saltas a sus brazos sonriendo. Tu padre te levanta abrazándote.

–Ay, pero qué grande está mi mujercita...

–Pero si ya no crezco, papá.

–Da igual, siempre se me olvida que ya eres toda una adulta.

Te ríes. Le das un beso largo en la mejilla.

–Me alegro de verte, papá.

–Y yo a ti, cielo. Me ha dicho mamá que los exámenes genial, ¿no?

–¡Síiii! Creo que los he aprobado todos. En estas semanas me darán las notas.

–Genial, nena. ¿Y qué tal con la moza? –pregunta alzando las cejas un par de veces, con una sonrisita pícara.

Te ríes.

–Súper bien. Melca es un amor.

–Eso ya llevas diciéndolo desde que la conoces –replica tu madre.

Te ríes.

–Cierto. Pero bueno, que muy bien.

–¿Pero...?

Tu padre te guiña un ojo y mueve la cintura.

Sueltas una carcajada y lo empujas.

–¡Papá! ¡Es Melca!

–¿Y qué? Es Melca, pero seguís siendo jóvenes.

–Pues díselo a ella.

Tu padre saca su móvil del bolsillo.

–¿Se lo digo?

–No –respondes entre risas.

–¡Ramiro! ¡No incites a la niña a crecer más rápido!

–¿Por qué? Se está perdiendo una de las cosas más bonitas de la vida.

Tu madre gira la cabeza para mirarlo con los ojos entrecerrados. Tu padre se ríe y se acerca a ella para abrazarla por la cintura.

–Sabes que sí, Sofi.

La besa en la mejilla.

–No te lo niego, ¡pero no incites a mi bebé! –repite levantando la cuchara que está usando para menear la salsa.

Os reís. Tu padre vuelve a su lado en la cocina. Están haciendo un plato que ha aprendido a hacer en Marruecos.

–¿Estás seguro de que no quieres quedarte allí un año más? –le preguntas.

–Sí. Quiero volver a disfrutar de mis niñas. ¿Por qué? ¿Quieres echarme?

–Claro que no. Sólo preguntaba.

Le abrazas por la espalda. Tu padre sonríe.

–Podrías darme una hermanita para que tu mujer deje de asustarse por perder a su bebé.

–¿Qué? ¡No! ¡No bromees con esas cosas, Valeria! –responde tu madre.

–¿Por qué? Si no os podéis quejar de cómo os fue la primera vez...

–Por eso mismo, no hay que tentar a la suerte, y podríamos estropear la experiencia –contesta tu padre.

Te ríes.

–Pero qué poco instinto paternal.

–Si tuviéramos tiempo... –replica tu madre.

–Lo sé. Sin tiempo no se puede criar un hijo.

–No. No se puede. A no ser que quieras hacerte cargo tú...

–Iugh. No, gracias.

Tu padre se ríe.

–Mi madre a tu edad ya había tenido a su primer hijo, no sé de que te quejas tanto.

–¡Ramiro, que no incites a la niña a crecer!

–¡Sofía, que así se va de casa y no hay que esperar a que se duerma!

Os reís.

–Saaaaliiidooo –le dices a tu padre.

–Jaime dice que su hija aprendió de mí. No sé yo por qué sera.

Sueltas una carcajada.

–Quién sabe...

–¿Cómo les va a Luke y a Leia?

–Pues están los dos ahora mismo en su cama.

–¿Y eso? ¿Están enfermos?

–Sí. Tienen la fiebre post-examinal.

–Uy, eso es un gran problema, sí. ¿Seguro que tú no tienes fiebre?

–Bueno... Un poco. Dicen que se cura con chocolate. Deberíais darme toneladas, para asegurarnos de que me recupero bien.

–Tienes más cara que espalda.

–Lo aprendí de ti.

–¡Oye!

–Tiene razón –te apoya tu madre.

–Sofi, así no ayudas.

–Ramiro, es que si no es de ti es de mí. Y eso no lo voy a permitir.

Os reís.

–Echemos la culpa a Jaime –responde tu padre–, ese sí que tiene más cara que espalda. Le quiero llamar para ver si quedamos en su casa para ver una película en su megacine. A ver si lo convezco de que esta vez no sea de Star Wars.

–¡Pero si te encanta Star Wars! –le dices.

–Sí... Pero después de verla quinientas veces perdió su gracia. Me sé de memoria los diálogos de sus personajes. Deberías decirle a Leia que su padre es un pesado.

–Creo que ya lo sabe. La llamó Leia.

–Cierto es. Pobre mujer. ¿Todavía la llamáis Galaxia?

–Hasta los restos de sus días.

–Que la fuerza la acompañe... Bueno, y a parte de durmiendo, ¿cómo están?

–Bien. Felices con sus novios, como siempre.

Pasas un bonito día en familia, sólo con tu padre y tu madre.

Al fin y al cabo, la familia es esa que siempre está ahí para apoyarte y que, pese a la distancia y las diferencias, siempre te va a querer.

Entonces, cuando no puedes contar con la familia... ¿Qué te queda?

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