N

Estás en la piscina, apoyada en el borde, con el agua hasta la barriga. Miras a Melca, que tiene un bañador celeste y verde. Camina hacia ti moviendo el agua. Ella se sonroja.

–No me mires tanto...

Sonríes pícara de medio lado.

–¿Por qué no?

–Porque no.

–¿Sabes? Te quedaría mucho mejor un bikini.

Melca se ríe.

–Guarra...

–No, sólo me gusta apreciar las cosas bonitas.

Le sacas la lengua. Ella pone morritos de pez. Te ríes y a Melca se le contagia la risa.

Te separas del borde para entrar más en la piscina. Allí están Nico y Leia. Leia con un bañador tipo pantalón y un top deportivo y Nico con un bañador largo, ambos de negro. Leia es muy morena, plana y de músculos definidos. Él es súper pálido, lo que contrasta con los pelos negros en su pecho. Leia vuelve a llevar el pinsir de la calavera en su ombligo. Por suerte, se han quitado las pulseras de pinchos que suelen llevar, sino podríais acabar mal.

Leia se mete debajo del agua, al salir su pelo le chorrea en la cara y tiene que cerrar los ojos. Sacude la cabeza salpicándoos a todos.

–¡Oye! –se queja su novio.

–¿Qué? Si está fresquita.

Leia lo abraza mojándolo y Nico pega un bote por el contacto. La cabeza de la chica se hunde levemente en su pecho.

Escucháis a una chica comentar más allá "lo gordo que está ese". Claramente, Nico se da por aludido y agacha la cabeza.

–¿Qué te pasa, gordito mío? –le dice Leia.

Hace como que muerde su teta haciendo ruido de perro y Nico se ríe. Leia le da un pico, levanta su teta con su mano y la deja caer.

–Te reto a una carrera.

Se mete debajo del agua y echa a bucear.

Nico se ríe y nada detrás de ella.

–Hacen una buena pareja, después de todo –comenta Melca.

–Mucho. ¿Has visto a aquellos dos?

Os giráis y miráis a Sam y Marco, sentados en el borde de la piscina, chapoteando con los pies en el agua. Sam apoya la cabeza en el hombro del chico. Ambos tienen caras de estar acaramelados.

–¿Leia no vomita cuando los ve?

Te ríes.

–Creo que casi.

Te llevas una mano a la frente.

–¿Qué pasa?

–Zahara. Está sentada en la hamaca mirando con descaro a las chicas de enfrente. Es una pervertida.

Melca se ríe.

–Algún día la pillarán y la denunciarán por acoso.

–Pues no me extrañaría. Menuda tía.

Os apartáis un poco para que Nico pueda pasar. Sale del agua casi al mismo tiempo que su novia.

–No vale, tienes las piernas muy largas –se queja ella.

–Y tú tienes peso pluma.

–Oye, que los músculos pesan.

Sonríes y miras a Melca. No puedes evitar bajar la mirada a sus labios. Ella te hace un gesto con la cabeza señalando el agua.

Os sumergís. Ella se acerca a ti y te besa. Sonríes. Subís a coger aire.

Alguien se tira de bomba cerca de vosotras, haciendo que os salpique el agua. Cierras los ojos poniendo una mano delante de ellos. Cuando vuelves a mirar, ves una cabellera rubia al lado de Nico y Leia. Sonríes y vas con ellos, nadando al lado de Melca.

Empujas el agua echándole una ola de agua a Azu en la espalda.

–¡Oye! –se queja ella, a quien has pillado de improvisto– ¡Ahora verás!

Va detrás de ti intentando hacerte una ahogadilla. Tú huyes como puedes, sin parar de reír. Ahí llegas pie, pero Azu no. Aprovechas esa ventaja para apoyarte en sus hombros y hundirla, aunque sea sólo unos centímetros. Azu te mira entrecerrando los ojos, con el agua por debajo de ellos. Sueltas una carcajada. La chica aprovecha para cogerte de las piernas, pegar un salto y caer encima de ti, de forma que os hundís.

Te separas de ella y nadas hacia la superficie. Te escondes detrás de Melca.

–Me quiere matar.

–¡Ella me ha declarado la guerra primero!

–Pero mira que sois crías... –replica Leia.

Pone los ojos en blanco y se acerca a Azu para ponerle una mano en el hombro. En un rápido movimiento, se agacha para levantarla de los tobillos y la tira al agua. Veis a Azu poner cara de pez globo al coger aire antes de sumergirse.

–¡Pero mira que sois...! –se queja cuando sale– Oye, que son vuestras novias, controladlas.

–Pero si te gusta... –replicas.

–No le gusta, le encanta –concreta Leia.

Azu pone los ojos en blanco y bufa, echando el aire sobre un mechón de su pelo que se ha quedado pegado sobre sus ojos.

–Yo te ayudo con eso –le dice Leia.

–¡No!

Azu comienza a huir antes de que Leia le haga otra ahogadilla. Te ríes y la persigues por el lado contrario.

Mientras, Melca y Nico hablan.

Siempre hay una parte más divertida de la pareja... ¿No?

O puede que tengáis complejo de Peter Pan.

Nah, divertidas.

Al rato de estar jugando, llevándote unas cuantas ahogadillas y haciendo otras cuantas, decides separarte un poco de ellas para respirar tranquila. Vas donde tocas pie y te coges el pelo en una coleta para soltar agua. Alguien estaba en mitad de su trayectoria, por lo que cae justo delante de ti. Te echas hacia atrás cerrando los ojos.

–¡Perdón! No te había visto.

Los abres y te pierdes en un mar aguamarino, con retalazos verdes y dorados.

Por un momento sientes los pelos de punta.

Ella te sonríe como disculpa.

–Ho... Hola.

–Venga, Valeri, que no te he dado en la cabeza. No te he podido dejar tan mal.

Sonríes con vergüenza.

–Sabía que vendrías, pero no me esperaba encontrarte así de repente.

–¡Sorpresa!

Te ríes. Luchas por no bajar la mirada de su cara. Está tan guapa como siempre.

Vuelves a posar la mirada en sus ojos, y la solución se hace mayor que el problema, pues te pierdes en ellos.

Te pierdes en el recuerdo.

Caminabas por las calles de la ciudad con Melca. Ella estaba nerviosa, iba a presentarte al chico que le gustaba. Tú empezabas a enfadarte sin motivo, querías volver a tu casa. No lo hacías por el simple motivo de que querías conocerlo para tener argumentos que darle a Melca cuando le dijeras que era un mal chico y que no le convenía.

Realmente nunca lo hiciste, no fuiste capaz, la veías muy enamorada y no querías quitarle esa ilusión de los ojos. Esa ilusión que tú no conseguías hacerle sentir.

Llegásteis a una parroquia. Delante de ella había un grupo de tres chicos altos y una chica menudita. Empezastes dándole dos besos a los chicos y, por último, a la chica. Te quedaste parada justo cuando ibas a dárselos, como en shock por unos momentos. Esos ojos... No eran normales. Te perdiste en ellos  por unos momentos. Aguamarina, verde, dorado.

Ella soltó una risita tímida.

–Sí, lo sé, son raros. ¿Vas a darme ya dos besos? Yo soy Ali.

–Va... Valeria. Lo siento.

–No te preocupes, me suele pasar.

–Es sólo que... Tienes los ojos más bonitos que he visto.

Ella se sonrojó y agachó la mirada, para luego volver a observarte con una sonrisita tímida.

–Bueno, voy a saludar a los demás. Me alegro de verte, Valeri.

–Lo mismo digo, Ali. –Ella te mira suspicaz– Lo digo en serio.

La chica sonríe.

–Gracias.

Se da la vuelta para ir con la parejita feliz. Tú te quedas observando su espalda.

Quedásteis más veces con el grupo. Al principio, porque a Melca le daba vergüenza ir sola y temía que si iba con Paloma ella hablara, hablara, hablara e hiciera que los chicos se olvidaran de que ella también existía. Después, por puro gusto tuyo.

Cambiásteis números de teléfono. Tú pasabas horas hablando con la chiquilla de los ojos aguamarina, esos que ella trataba de ocultar bajo su flequillo pelinegro. Tú lo apartabas de sus ojos cada vez que la veías y le susurrabas "las pocas maravillas del mundo no se deben ocultar bajo un velo". Sabías que los tapaba porque de pequeña se metían con ella por sus ojos, diciendo que era rara, que parecía un alien; pero no querías que siguiera con ese complejo. A ti te encantaban, te fascinaba esa mezcla de colores tan acogedora.

Al tiempo, ella cortó su flequillo. Tú sonreíste cuando la viste. "Así me gusta, por fin me dejas verlos bien". Ella sonrió y te dijo de dar una vuelta. Habíais quedado las dos solas, porque Melca estaba enferma y Kike y sus amigos, según Ali, estudiando.

Fue un día divertido. Hablásteis y reísteis. A ella le ponía nerviosa tu presencia, y a ti eso te agradaba. Te gustaba la chica, aunque siguieras enamorada de la rubia que robó tu corazón. Ali te hacía sentir un cosquilleo cuando la tocabas, te gustaba estar con ella y tenías que resistir las ganas de no lanzarte a besarla.

Era más fácil entonces que todavía no sabías besar, claro, porque el miedo a hacerlo mal te contenía.

Además, ni si quiera sabías si a Ali le gustaban las mujeres. Deducías que no porque iba a las Comunidades Cristianas con Melca y Kike. Por eso mismo no te importaba decirle cosas bonitas sobre sus ojos o sobre ciertos rasgos de su personalidad: no creías que se lo tomara en serio. Tenía que ser hetero.

Estabais sentadas en un murillo, charlando. Viste que ella se mordía el labio inferior, dándote más ganas de probarlo. Alicia posó la mano sobre la tuya, mirando el suelo bajo vuestros pies.

–Oye... Valeri, ¿puedo... preguntarte una cosa?

–Claro que sí.

–¿Tienes... pareja?

Tragaste saliva y negaste con la cabeza, pensando en Melca. Pero Melca estaba con el primo de tu interlocutora. No podía ser nada para ti.

–¿Y...? –Ella respiró hondo– Nada, déjalo.

–¿A qué venía eso, Ali?

La chica suspiró.

–Nada. Necesito hablar de algo con alguien. Y no creo que sea buena idea comentárselo a los de la Comunidad.

–Cuéntamelo. Te juro que no te juzgaré.

Ali suspiró y perdió la vista en el suelo. Se humedeció los labios, nerviosa.

–Me gustan... Las mujeres.

No pudiste evitar sonrojarte. ¿Se habría tomado como que le estabas tirando todos tus comentarios? Aunque, espera... ¿Tú le estabas tirando?

–Tranquila, a mí también.

Ella te miró, parecía sumamente agradecida.

–¿En serio? ¿Y es normal tener todo este miedo metido en el pecho?

–Sí, lo es. Pero lo superarás.

Ali suspiró. Volvió la vista al suelo y empezó a mover los pies.

–Yo... No lo sé, Valeri. A veces creo que no puedo soportarlo más.

–Es más fácil hacerlo cuando te das cuenta de que vale la pena.

–¿Y cómo hago eso?

La cogiste de la barbilla e hiciste que girara la cabeza hacia ti, con suavidad. Miraste sus ojos, sintiendo un escalofrío. Te acercaste levemente, ella estaba demasiado sorprendida como para moverse. Depositaste un tierno beso en sus labios.

–Ahora, para mí, ha valido la pena –respondiste.

Alicia sonrió ampliamente. Llevó sus manos a sus caderas, intentando hacerse la enfadada.

–Valeria, que acabas de robarme mi primer beso.

–Tranquila, también era el mío.

Ella te miró sorprendida.

–¿En serio?

–Sí.

–Pero... Con lo guapa que eres... –En cuanto lo dijo, se sonrojó– Quiero decir, no es sólo que seas guapa, es que eres muy simpática y...

Te reíste.

–Tranquila, lo he pillado.

Suspira.

–¿Sabes? Realmente no quería sólo tener a alguien con quien hablar. Creo que... Me gustas. Que me gustas mucho. Quiero decir, me haces sentir como escalofríos cuando te veo y...

–¿Como esto?

Cogiste su mano. Ella asintió con una pequeña sonrisa.

–También quería saber si a ti te gustan las mujeres. Para... Por si... –Bajó la mirada– Por si tú pudieras sentir lo mismo.

–¿Me estás preguntando que si me gustas?

–Eh... Sí. Eso creo.

Te reíste.

–Ali, esa inseguridad... Anda que eres indirecta.

Ella sonrió tímidamente, sin atreverse a mirarte.

–Hey, mírame.

Levantó la mirada hacia ti despacio.

Tú acariciaste su mejilla.

–Sería genial ser la novia de la chiquilla con los ojos aguamarina –dijiste antes de besarla.

La sigues y la coges por la muñeca deteniéndola.

–¡Espera! –Alicia te mira dubitativa– ¿Estás mejor?

Ella asiente.

–Mucho. Me ha sentado genial mudarme con Sam, y... Bueno, por ahora parece que no tengo cáncer.

–No lo tendrás.

–Eso espero. No lo soportaría sin ti.

Tiempo después, a Alicia le diagnosticaron cáncer. Ella solía ir contigo y con tu grupo, como ahora Melca. Pasábais casi todo el día juntas, y ella se llevaba muy bien con Sam, Leonor y Fabiola. Las conoció cuando Sam llevaba el pelo largo y se llamaba Samanta, entonces Sam no era parte del grupo, pero sí era amiga tuya. Con Melca también se llevaba estupendamente bien, y solíais quedar con ella y Kike. Incluso a Leia le caía bien, se hacían bromas entre ellas. Leia ya estaba con Nico en aquel entonces, y a Alicia le hacía gracia que siempre tuvieran la misma pose: Leia apoyada en su pecho y Nico con los brazos por sus hombros. Leia incluso llegó a coger cariño a la chiquilla de los ojos aguamarina, pero no se atrevió a volver a acercarse a ella después de que tú la alejaras. No pensaba que Ali le tuviera cariño, más bien que la soportaba por estar contigo.

Tú eras feliz. No podías evitar sentir pinchazos de celos por Kike, y sabías que no estabas enamorada de ella, pero te gustaba mucho, y eras feliz. Soñabas con que un día llegarías a enamorarte de ella, olvidarías a Melca y tendríais un final feliz.

Todo cambió cuando entró en el hospital. Estaba tan mal que no la dejaban irse a casa después de cada quimioterapia. Tú la acompañabas día tras día. Llevabas allí tus estudios y perdiste bastante el contato con todo el mundo. Pero ellos lo entendían: tu novia te necesitaba allí a su lado.

Leia, Melca y Kike solían compartir el tiempo allí con vosotras, pero tú eras la única que estaba siempre. Incluso cuando Ali dormía, te quedabas para que pudiera verte al despertar, yéndote sólo para ir a clase y a dormir, momentos en los que estaba con sus padres.

Los médicos te decían que estar feliz, animada, la ayudaría a sobrevivir. Tú eras lo que más feliz le hacía.

Pero tú mientras tanto morías por dentro porque sentías que estabas engañándole, porque habías llegado a la conclusión de que no olvidarías a Melca... De que querías mucho a Alicia, sí, pero como a una amiga, y que te gustara... No parecía poder volverse en algo más.

Aún así, no la dejaste sola ni dejaste de darle todo el amor que podías. Cuando se curó y salió de la rehabilitación, quedaste con ella y se lo dijiste. Ella lloró mucho. A ti te rompía el alma verla llorar.

Te gustaba más cuando sus aguas estaban calmadas y brillaban gracias a ti.

Pero no querías seguir engañándola, por mucho que te gustara salir con ella... Ali se seguiría enamorando mientras tú no pasabas de que te gustase, hasta que llegara el momento en el que cortaras con ella y le hicieras más daño. Cuanto antes mejor.

Ella siguió juntándose con vosotras, tus amigas eran las suyas. Pero no soportaste seguir viendo sus ojos de tristeza y deseo al mirarte, la culpabilidad en tu alma. No, no lo soportaste.

La expulsaste de tu vida. Y se quedó sola.

Por tu culpa.

Vas con Melca y la besas en el hombro, intentando quitarte el pasado de la mente.


Salís del agua a mediodía, sentándoos debajo de la sombrilla para comer. Cuando llegas, Zahara te pega una cachetada en el culo.

–¿Qué pasa, guapa?

–¡Acosadora!

Ella se ríe y te pasa una toalla, que coges y enrollas en tu cuerpo. Te sientas con las piernas cruzadas y Melca se sienta sobre ellas. Zahara en la hamaca de al lado, Leia apoyada en el hombro de Nico, Sam y Marco muy juntitos y Azuleima, que tiene puesto un bañador de tío estilo hawaiano y la parte de arriba de un bikini, se sienta de piernas cruzadas, en el sol en frente de vosotros, con su bocata.

La ves abrir la boca más grande que un buzón de correos para meterse el bocadillo en la boca. La muy bestia ha metido una tortilla de patatas muy gorda entre dos pedazos de pan también gordos.

Te ríes.

–¿Qué, está rico?

–Mucho –responde ella con la boca llena.

Te aguantas la risa y abres una bolsa de patatas. Coges un puñado y se la pasas a Melca. Ves que Azu abre un botellín de cerveza y miras a Leia. La pelinegra se pasa la lengua por los labios, muerde levemente su labio inferior y aparta la mirada.

Ali se sienta entonces al lado de Azu, saliendo del agua. No puedes evitar observar cómo el agua cae desde su pelo pasando por todo su cuerpo. Como siempre, sus ojos se posan en ti antes que en nadie.

Tú apartas la mirada y acaricias la mano de Melca.

Quieres mucho a tu novia, pero pasaste mucho tiempo con tu ex, y esas cosas nunca se olvidan. Aún así, ¿hacía falta echarla de tu vida? ¿No podrías haber dejado al tiempo calmar las cosas y seguir siendo su amiga... Como le prometiste?



Dedicado a CaosMorado

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